"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 30 de agosto de 2017

Todos somos pecadores... pero no corruptos



Homilía del 11 noviembre 2013

Por: SS Francisco

Pecadores, sí. Corruptos, no
Pecadores, sí. Corruptos, no
El que no se arrepiente y simula ser cristiano hace tanto mal a la Iglesia. Es cuanto afirmó el Papa Francisco en la Misa del lunes (11 de noviembre de 2013) celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Papa reafirmó que todos debemos decirnos "pecadores", pero debemos estar atentos a no convertirnos en "corruptos". Quien es benefactor de la Iglesia pero roba al Estado, añadió Francisco, es un injusto que conduce una doble vida.

Jesús no se cansa de perdonar y nos aconseja que hagamos lo mismo. El Papa se detuvo en su homilía sobre la exhortación del Señor a perdonar al hermano arrepentido, del que habla el Evangelio. Cuando Jesús pide que se perdone siete veces al día, observó el Obispo de Roma, "hace un retrato de sí mismo". Jesús, prosiguió, "perdona" pero en este pasaje evangélico también dice: "Atención a quien causa escándalos". No habla de pecado, sino de escándalo, que es otra cosa. Y añade que "es mejor para él que se le ponga una piedra de molino al cuello y se lo arroje al mar, antes de que escandalice a uno de estos pequeños". De ahí que el Papa se preguntara qué diferencia hay entre "pecar y escandalizar":


"La diferencia es que quien peca y se arrepiente, pide perdón, se siente débil, se siente hijo de Dios, se humilla, y pide precisamente la salvación de Jesús. Pero de aquel otro que escandaliza, ¿qué cosa escandaliza? Que no se arrepiente. Sigue pecando, pero finge ser cristiano: la doble vida. Y la doble vida de un cristiano hace tanto mal, tanto mal. ´¡Pero, yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en el bolsillo y doy a la Iglesia´. Pero con la otra mano, roba: al Estado, a los pobres... roba. Es un injusto. Ésta es doble vida. Y esto merece – lo dice Jesús, no lo digo yo – que le pongan en el cuello una muela de molino y sea arrojado al mar. No habla de perdón, aquí".

Y esto, subrayó el Pontífice, porque "esta persona engaña", y "donde está el engaño, no está el Espíritu de Dios. Ésta es la diferencia entre pecador y corrupto". Quien "conduce una doble vida – dijo – es un corrupto". Diverso es quien "peca y quisiera no pecar, pero es débil" y "va a lo del Señor" y pide perdón: "¡a ese el Señor lo quiere! Lo acompaña, y está con él":


"Y nosotros debemos decirnos pecadores, sí, ¡todos, aquí, eh!, todos lo somos. Corruptos, no. El corrupto está fijo en un estado de suficiencia, no sabe qué cosa es la humildad. Jesús, a estos corruptos, les decía: La belleza de ser sepulcros blanqueados, que parecen bellos, por afuera, pero dentro están llenos de huesos muertos y de putrefacción. Y un cristiano que se vanagloria de ser cristiano, pero que no hace vida de cristiano, es uno de estos corruptos. [...] Todos conocemos a alguien que está en esta situación, ¡y cuánto mal hacen a la Iglesia! Porque no viven en el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la mundanidad".

El Santo Padre recordó que San Pablo lo dice claramente en su Carta a los cristianos de Roma: "No se uniformen a este mundo". Es más, precisó, el "texto original es más fuerte" porque afirma que no hay que "entrar en los esquemas de este mundo, en los parámetros de este mundo". Esquemas, reafirmó, que "son esta mundanidad que te lleva a la doble vida":


"Una podredumbre barnizada: ésta es la vida del corrupto. Y Jesús no les decía sencillamente "pecadores" a estos, les decía: "hipócritas". Y qué bello, aquel otro, ¿no? Si cometiera una culpa siete veces al días contra ti y siete veces viniera a ti diciendo: "Estoy arrepentido, soy pecador", tu lo perdonarás. Es lo que Él hace con los pecadores. Él no se cansa de perdonar, sólo con la condición de no querer hacer esta doble vida, de ir a Él arrepentidos: "¡Perdóname, Señor, soy pecador!". ´Pero, vas adelante, vas adelante: yo lo sé´. Y así es el Señor. Pidamos hoy la gracia al Espíritu Santo que huye de todo engaño, pidamos la gracia de reconocernos pecadores: somos pecadores. Pecadores, sí. Corruptos, no".





Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí

martes, 29 de agosto de 2017

Juan el Bautista, el precursor



Juan, aquel que señala a Jesús para que sea reconocido como el Mesías.

Juan envía a sus discípulos

Juan estaba preso en la fortaleza de Maqueronte. Sus discípulos que sufren, no son indiferentes a los sucesos que se están viviendo es Israel. Por eso "Informaron a Juan sus discípulos de todas estas cosas. Y Juan llamó a dos de ellos, y los envió al Señor a preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? Presentándose aquellos hombres le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades, de dolencias y de malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos. les respondió diciendo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; y bienaventurado quien no se escandalice de mí"(Lc).

Juan aprovecha la ocasión para que sus discípulos reconozcan a Jesús como el Mesías. Él mismo ya se lo había mostrado como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y algunos de los suyos siguieron a Jesús. Siempre había dejado claro que él no era el Mesías. Ahora anima a los suyos para que hagan a Cristo la pregunta decisiva: ¿Tú eres el Mesías?

Las obras hablan por sí mismas

Jesús contesta, poniendo delante de sus ojos los milagros -que ya habían sido profetizados- como característicos de los nuevos tiempos mesiánicos. Son libres de creer o no, de seguirle o no. Pero las obras hablan por sí mismas. El grupo de los preparados con el bautismo de penitencia se apresta para el gran paso de recibir al Mesías.

"Después de marcharse los enviados de Juan, comenzó a decir a las muchedumbres acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas delicadas? Mirad, los que visten con lujo y viven entre placeres están en palacios de reyes. ¿Qué habéis salido a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío delante de ti mi mensajero, que vaya preparándote el camino.

Os digo, pues, que entre los nacidos de mujer nadie hay mayor que Juan; aunque el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él. Y todo el pueblo y los publicanos, habiéndole escuchado, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los doctores de la Ley rechazaron el plan de Dios sobre ellos, no habiendo sido bautizados por él"
(Lc).


La manifestación de Jesús como Mesías

Y es a partir de este momento cuando va a ser más explicita la manifestación de Jesús como Mesías. Es más, en esta segunda Pascua ya va a dar señales más claras aún de su divinidad. No se trata de un reformador religioso más o menos lúcido; Él es el mismo Mesías, el Hijo de Dios. Los espíritus deben estar atentos a lo que va a suceder, y Juan Bautista ha sido el mensajero anunciado por el profeta Malaquías para preparar el camino del Señor.

La embajada del Bautista también interesaba a sus discípulos, pues a pesar de vivir una vida penitente con rechazo del pecado, no eran inmunes a las pequeñas envidias: antes de que encarcelasen a Juan criticaban a los discípulos de Jesús. Así lo cuenta Juan evangelista, que había sido discípulo de los dos: "Después de esto fue Jesús con sus discípulos a la región de Judea, y allí convivía con ellos y bautizaba. También Juan estaba bautizando en Ainón junto a Salín, porque había allí mucha agua, y acudían a ser bautizados, pues aún no había sido encarcelado Juan.


Juan llama a Jesús, el Esposo

Se originó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Y fueron a Juan y le dijeron: Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tu diste testimonio, está bautizando y todos van a él. Respondió Juan: No puede el hombre apropiarse de nada si no le es dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. Esposo es el que tiene la esposa; el amigo del esposo, el que está presente y le oye, se alegra mucho con la voz del esposo. Por esto mi gozo se ha colmado. Es necesario que él crezca y que yo disminuya"
(Jn).

Juan había llamado Esposo a Jesús. Todos sabían que estas palabras, a la luz de la Escritura, son significativas porque Dios es el Esposo de Israel, en la Alianza de amor que les une. Veladamente, señala quién es Jesús, pero convenía un testimonio evidente, contundente. Con la embajada lo va a conseguir.


La humildad de Juan

Juan era valiente, y verdaderamente humilde. No busca la gloria propia, sino la gloria de Dios. No se siente humillado, porque muchos le abandonen como Maestro y sigan a Jesús. No le considera una competencia, sino que se sabe precusor, y su enseñanza revela bien el sentido profundo de que su penitencia era verdadera humildad: "conviene que él crezca y yo disminuya". El sentido del mensajero es ocultarse cuando llega el hijo del rey. Juan puede decir con verdad que "El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la tierra, de la tierra es y de la tierra habla. El que viene del Cielo está sobre todos, y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio confirma que Dios es veraz; pues aquél a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero quien rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él"(Jn). En sus palabras se trasluce la voz del Padre, escuchada en el momento del Bautismo de Jesús en el Jordán, hacia ahora año y medio.


Las profecías del nacimiento de Juan

Se estaban cumpliendo las profecías enunciadas en el nacimiento del Bautista por su padre, Zacarías. Recordemos su nacimiento extraordinario: "Hubo, en tiempos de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la familia de Abías, cuya mujer, descendiente de Aarón, se llamaba Isabel. Ambos eran justos ante Dios, y caminaban intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor; no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada.

Y sucedió que, al ejercer su ministerio sacerdotal delante de Dios, cuando le tocaba el turno, le cayó en suerte, según la costumbre del Sacerdocio, entrar en el Templo del Señor para ofrecer el incienso; y toda la concurrencia del pueblo estaba fuera orando durante el ofrecimiento del incienso. Se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Y Zacarías se turbó al verlo y le invadió el temor. Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Será para tí gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor, será lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre, y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; e irá delante de El con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto. Entonces Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo podré yo estar cierto de esto? pues ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada. Y el ángel le respondió: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.

El pueblo estaba esperando, y se extrañaba de que Zacarías se demorase tanto en el Templo. Cuando salió, no podía hablarles; y comprendieron que había tenido una visión en el Templo. El intentaba explicarse por señas, y permaneció mudo.

Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su ministerios, se marchó a su casa. Después de estos días Isabel, su mujer, concibió y se ocultaba durante cinco meses, diciéndose: Así ha hecho conmigo el Señor, en estos días en los que se ha dignado borrar mi oprobio entre los hombres"
.


Isabel acoge a María

María Santísima se enteró de estos hechos seis meses después por boca del ángel Gabriel, y acudió a visitar a Isabel para ayudarla en el parto. Isabel la acogió con gran alegría; y convivieron tres meses hasta que nació el niño. Zacarías recuperó el habla porque tuvo fe en la intervención de Dios, y el Espíritu Santo habló por su boca anunciando qué tenía previsto Dios para aquel niño que de adulto será Juan Bautista.

Entre tanto llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre Zacarías. Pero su madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo cual llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo: ¿Qué pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él.

Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y ha suscitado para nosotros el poder salvador
en la casa de David su siervo,
como lo había anunciado desde antiguo
por boca de sus santos profetas;
para salvarnos de nuestros enemigos
y de la mano de cuantos nos odian:
ejerciendo su misericordia con nuestros padres,
y acordándose de su santa alianza,
y del juramento que hizo a Abraham, nuestro padre,
para concedernos
que, libres de la mano de los enemigos,
le sirvamos sin temor,
con santidad y justicia en su presencia
todos los días de nuestra vida.
Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo:
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
enseñando a su pueblo la salvación
para el perdón de sus pecados;
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
el Sol naciente nos visitará desde lo alto,
para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte,
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Mientras tanto, el niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel"
(Lc).

Juan correspondió libremente al querer de Dios, y fue profeta del Altísimo anunciando los caminos misericordiosos de Dios. Juan era la voz y Jesús era la Palabra que salva al mundo.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net


Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí

lunes, 28 de agosto de 2017

Contra terrorismo, familia



La fuerza de la familia reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar.

VER
Desconcierto, desesperación, rabia, angustia, miedo, son algunas de las reacciones ante los actos de terrorismo, los recientes en Barcelona y los anteriores en otras partes del mundo, más los que pueden venir en otros lugares. No sería extraño que en la mira estén Italia, El Vaticano y otros países. Y la pregunta que todos nos hacemos: ¿Por qué sucede esto? ¿De quién es la culpa, de quién la responsabilidad?
Podemos culpar a la incapacidad de los gobiernos, de las policías, de los sistemas de seguridad, de los ejércitos. En cada país tendrán que analizar si pueden hacer mucho más para proteger a la sociedad. Sin embargo, por más tecnologías que se usen para detectar a los terroristas, siempre estamos expuestos a sus crímenes sanguinarios.
Yo sostengo que una de las raíces profundas de la desorientación ideológica y del apasionamiento desalmado y destructor de muchos jóvenes, que puede llevar al terrorismo, es la falta de una familia bien integrada y con una fe cimentada, que se expresa en el respeto a los demás.
El terrorismo, sin embargo, tiene muchos rostros. Son terroristas los narcotraficantes, que asesinan a quien no colabora con ellos; no les importa nada ni nadie. Son terroristas los secuestradores, que destruyen vidas sólo por obtener un dinero que no se han ganado con su trabajo honrado. Son terroristas los violadores de mujeres y de niños, porque matan la vida, la alegría, la paz y la esperanza. Son terroristas los jóvenes alcoholizados y drogados, porque son el espanto de la vecindad, el dolor y la incertidumbre de sus padres. Son terroristas los comunicadores que difunden noticias sin fundamento y erosionan la fama de alguien. Son terroristas los gobernantes que se imponen con amenazas de cárcel y de extinción a sus enemigos políticos.


Todos estos terroristas, y muchos otros, no han gozado de una bonita familia, de un padre justo, honesto, presente, trabajador, solidario con los demás; ni de una madre cercana, confiable, cariñosa, comprensiva. Cuando se tiene una familia integrada, normalmente los hijos crecen sanos de cuerpo y alma No hace falta ser ricos. Con el trabajo de cada día, se educan para trabajar y ganarse el sustento con responsabilidad.
PENSAR
Dice el Papa Francisco en Amoris laetitia: “La familia podría ser el lugar de la prevención y de la contención, pero la sociedad y la política no terminan de percatarse de que una familia en riesgo pierde la capacidad de reacción para ayudar a sus miembros. Notamos las graves consecuencias de esta ruptura en familias destrozadas, hijos desarraigados, ancianos abandonados, niños huérfanos de padres vivos, adolescentes y jóvenes desorientados y sin reglas” (51).
Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos” (52).
“En varios países, la legislación facilita el avance de una multiplicidad de alternativas, de manera que un matrimonio con notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida termina apareciendo como una oferta anticuada entre muchas otras. Avanza en muchos países una deconstrucción jurídica de la familia que tiende a adoptar formas basadas casi exclusivamente en el paradigma de la autonomía de la voluntad. Si bien es legítimo y justo que se rechacen viejas formas de familia «tradicional», caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia, esto no debería llevar al desprecio del matrimonio sino al redescubrimiento de su verdadero sentido y a su renovación. La fuerza de la familia reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar. Por muy herida que pueda estar una familia, esta puede crecer gracias al amor” (53).
ACTUAR
Demos a la familia un lugar prioritario. Cuando haya problemas entre los esposos, que no sea su primera alternativa la separación. Dialoguen, aclaren las cosas, sean humildes para reconocer sus errores, pedir perdón y perdonar. Eviten la violencia física, psíquica y verbal. Dediquen tiempo a sus hijos, escúchenlos, compréndanlos, oriéntenlos, no dejen de darles buenos consejos, aunque pareciera que de momento no hacen caso; a su tiempo, reconocerán lo justo de sus indicaciones. Acérquense a Dios, quien no es una carga, sino quien les ayuda a llevar las cargas de la vida. Acerquen a sus hijos a la Iglesia, para que les ayude en su tarea de educarlos en el buen camino. Dios no es enemigo, sino amigo y padre de la humanidad.
Por: Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas. 




Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí

domingo, 27 de agosto de 2017

¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?

Papa Francisco en el Ángelus. La piedra fundamental es Cristo; mientras Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia. 24 julio 2014

Queridos hermanos y hermas ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Mt 16, 13-20) es el célebre pasaje, central en el relato de Mateo, en el que Simón, en nombre de los Doce, profesa su fe en Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo»; y Jesús llama «bienaventurado» a Simón por su fe, reconociendo en ella un don, un don especial del Padre, y le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

Detengámonos un momento precisamente en este punto, sobre el hecho de que Jesús atribuye a Simón este nuevo nombre: “Pedro”, que en la lengua de Jesús suena “Cefas”, una palabra que significa “piedra”. En la Biblia este nombre, este término, “piedra”, está referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto.

Jesús siente en su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe “fiable”, sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es decir, todos nosotros. Todos nosotros.

Jesús tiene el propósito de dar vida a “su” Iglesia, un pueblo fundado ya no en su descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una relación de amor y de confianza. Nuestra relación con Jesús edifica la Iglesia. Y, por tanto, para iniciar su Iglesia, Jesús tiene necesidad de encontrar en los discípulos una fe sólida, una fe “de confianza”. Esto es lo que Él debe verificar en este punto del camino. Y por eso formula la pregunta.

El Señor tiene en su mente la imagen del construir, la imagen de la comunidad como edificio. He aquí porqué, cuando siente la profesión de fe genuina de Simón, lo llama “piedra”, y manifiesta la intención de construir su Iglesia sobre esta fe.

Hermanos y hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede también en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios vivo.

El Evangelio de hoy también interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe? Cada uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo? Nos hará bien en la jornada de hoy pensar en esto.

Si el Señor encuentra en nuestro corazón una fe, no digo perfecta, pero sincera, genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales construir su comunidad. De esta comunidad, la piedra fundamental es Cristo, piedra angular y única. Por su parte, Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia; pero cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy, en todas partes del mundo.

También en nuestros días «mucha gente» piensa que Jesús es un gran profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia… Y también hoy Jesús pregunta a sus discípulos, es decir a nosotros, a todos nosotros: «¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?». ¿Un profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia? ¿Qué responderemos nosotros?

Pensemos en esto. Pero sobre todo, oremos a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Ésta es una confesión de fe. Éste es precisamente el Credo. Pero podemos repetirlo tres veces todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va 





Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí

sábado, 26 de agosto de 2017

Los hijos no te dejan hacer nada… nada que no sea ser mejor

Ser madre no es un limitante por el contrario ser madre significa iniciar la aventura más grande como mujer,

Hace unos días llegó a mi Facebook el video. Es uno de esos que rápidamente se vuelven virales porque es fácil identificarse con la situación que presentan.
Cuando uno es mamá y ve algo así, se le enternece el corazón y automáticamente quiere compartirlo con el resto, en una suerte de reivindicar un rol que por sí mismo no necesitaría reivindicación alguna. Y es en esto que me quedé pensando luego de verlo.La reputación de la maternidad se ha venido a pique en los últimos años. Parece que ser mamá implicaría renunciar a los sueños propios, o peor, no tener más sueños, como si la maternidad en sí misma no constituyera un espacio de despliegue y realización personal.
Cuántas veces he escuchado decir: «No te cases tan pronto», «no tengas hijos antes de haber viajado por el mundo», «primero disfruta todo lo que puedas, después te casas y tienes hijos».  Y ahora que soy madre, no pocas veces esos pensamientos se me han colado cuando veo a alguien muy joven casarse o ser madre.
Poco a poco se han enquistado en nuestra mente una serie de ideas que nos van quitando las ganas de encontrarnos con un don que definitivamente cuesta, pero que es absolutamente maravilloso: la maternidad. Pareciera que el ser madre (y casarse) es algo tan nefasto que mejor hay que gastarse todos los cartuchos antes, para que “cuando nos encierren”, no arrepentirnos de nada.

¿Será que nuestras abuelas y madres lo pasaron tan mal con nosotros (sus hijos) que por eso nos recomiendan disfrutar de la vida antes de “echarse el nudo”? Me inclino por creer que por ese lado no va la cosa. Creo más bien que antes no habían las posibilidades y libertades que hay hoy en día para explorar profesiones y otras posibilidades de desarrollo personal además de la posibilidad de desarrollo natural e intrínseca de toda mujer en la maternidad.
También me inclino por pensar que a pesar del día de la Madre y de tantas canciones y tributos, la maternidad no es reconocida a tiempo. ¿Qué significa eso? Que mientras una ejecutiva en su trabajo recibe constantes felicitaciones, cartas de recomendación, aumento de sueldo y promociones. Las mamás que nos quedamos en casa sabemos que nuestra actividad es silenciosa y que esos reconocimientos vendrán, pero con el tiempo, o tal vez ni siquiera vengan… No es raro pues que de pronto la tristeza y el rencor muchas veces se apropien de nuestro corazón. Nos sentimos poco reconocidas y hasta relegadas, pareciera que nuestro trabajo vale poco y, ¿a quién culpamos? pues a la maternidad: «si estuviera soltera», «si no me hubiera casado tan joven», «quién me mandó…»
Es verdad que hay mamás muy exitosas también profesionalmente. Además hoy existen iniciativas muy buenas por reconocer el trabajo de las madres, pero aún hay un cierto camino por recorrer. Creo que la clave está en que las madres esperamos que, nuestros esposos, los padres de nuestros hijos, los hijos; y por qué no, también los abuelos, reconozcan nuestra labor y vean todo el sacrificio que hacemos.
Ser madre no es tarea fácil, más aún si se es madre sola. El apoyo del esposo, del padre, hace que la maternidad cobre el sentido que debe cobrar. Una maternidad sola es una injusticia para la madre y para el hijo y en este punto es importante que trabajemos juntos como comunidad. Ayudar a las parejas a entenderse mejor y apoyar a las madres que por distintas circunstancias enfrentan la maternidad de a uno es una labor que nos compete a todos desde donde nos encontremos.
Ser madre no es un limitante, no significa que la vida, la diversión, los viajes y la aventura terminaron, por el contrario ser madre significa iniciar la aventura más grande que como ser humano, como mujer, podrás iniciar. Pero es un aventura que necesita también de los demás.

«Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual. Pero la madre, aún siendo muy exaltada desde el punto de vista simbólico – tantas poesías, tantas cosas bellas que se dicen poéticamente de la madre – es poco escuchada y poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su rol central en la sociedad» (Papa Francisco – Audiencia General 07 de enero de 2015).

Por: Silvana Ramos





Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí