"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

viernes, 14 de julio de 2017

Ojalá todos fueran así



Cuidemos la familia; es lo más hermoso que tenemos.

VER
En un vuelo reciente, en el asiento delantero al mío, iba un matrimonio con tres hijos. Uno como de nueve años, muy tranquilo y sin dar mayores preocupaciones; una niña como de seis años, inquieta y preguntando por todo; y una pequeñita como de año y medio, que no dejaba en paz a sus papás: moviéndose de aquí para allá, caprichuda, que todo se le antojaba y nada le gustaba, sin importarle los demás pasajeros. Pero lo que quiero resaltar es la actitud de los papás: serenos, tranquilos, atendiendo a cada uno de los hijos; nada de gritos ni golpes. Y sobre todo la actitud del papá: ayudando en todo a la mamá, cargando a la pequeñita, con cariño y ternura, con paciencia y comprensión. Y la niña mediana, accediendo a los gustos de la pequeña. En fin, una familia normal, pero muy bonita, muy integrada, con la figura serena y madura del papá, que nunca relegaba todo a la mamá, sino asumiendo su papel de padre.
En otro vuelo, igual, delante de mí venían el papá con una de las hijas, como de seis años, y la mamá con otra como de nueve años. Lo que más me sorprendió ver el cariño de las hijas con sus padres, que reflejaba la confianza que éstos han generado en ellas. Yo veía de reojo al papá que les trataba con mucho cariño, atento siempre a lo que preguntaban o querían, manifestándoles mucho afecto, que era bien correspondido. Pareciera que iban juntos de vacaciones, con ilusión y armonía. Una de las hijas “se comía a besos” a su mamá. Y yo pensaba: Ojalá así fueran todos los matrimonios.
Lamentablemente, en muchos hogares sucede todo lo contrario. Un papá ausente, violento o borracho; una mamá saturada de quehaceres, malhumorada por tantas responsabilidades que le dejan, preocupada por la poca respuesta de sus hijos. Estos no se sienten a gusto en su casa y forman pandillas donde encuentran comprensión y apoyo; o tienen que trabajar desde pequeños, a veces limpiando parabrisas en las esquinas, aunque esté lloviznando. Se te desmorona el alma cuando ves estas escenas, que no podemos plenamente remediar. Una moneda sirve de algo, pero el problema familiar es muy profundo.



PENSAR

El Papa Francisco nos ofreció su Exhortación Amoris laetitia, que recomiendo ampliamente, “en primer lugar, como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo” (5).
“En el horizonte del amor, central en la experiencia cristiana del matrimonio y de la familia, se destaca también otra virtud, algo ignorada en estos tiempos de relaciones frenéticas y superficiales: la ternura” (28).
“Esa persona que vive con nosotros lo merece todo, ya que posee una dignidad infinita por ser objeto del amor inmenso del Padre. Así brota la ternura, capaz de suscitar en el otro el gozo de sentirse amado. Se expresa, en particular, al dirigirse con atención exquisita a los límites del otro, especialmente cuando se presentan de manera evidente” (323).
“El problema de nuestros días no parece ser ya tanto la presencia entrometida del padre, sino más bien su ausencia, el hecho de no estar presente. El padre está algunas veces tan concentrado en sí mismo y en su trabajo, y a veces en sus propias realizaciones individuales, que olvida incluso a la familia. Y deja solos a los pequeños y a los jóvenes. La presencia paterna, y por tanto su autoridad, se ve afectada también por el tiempo cada vez mayor que se dedica a los medios de comunicación y a la tecnología de la distracción” (176).

ACTUAR

Cuidemos la familia; es lo más hermoso que tenemos, y lo que más se lamenta cuando no se disfruta de un hogar armonioso y en paz. En especial, que el papá sepa combinar su autoridad, siempre necesaria y educadora, con la ternura, la comprensión, la paciencia y el cariño. Que sea capaz de sentarse a dialogar con los hijos, sean pequeños, adolescentes, jóvenes y aún mayores, no en plan de pleito y regaño sistemáticos, sino con apertura, con afecto, con serenidad, ofreciendo criterios humanos y cristianos, que les ayuden a crecer sanos y confiados, con la seguridad de que no están solos y abandonados de la vida, sino con ilusiones y con la confianza de que cuentan con alguien que les ama. Sólo así se refleja la familia que Dios quiere.
Por: Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas.



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jueves, 13 de julio de 2017

Cómo saber si nuestros hijos están pasando por una crisis



5 tips para ayudar a nuestros hijos cuando estan en crisis

Cuando tenemos hijos pequeños, los problemas son pequeños, pero cuando nuestros hijos son adolescentes, los problemas son mayores y algunos pueden tomar dimensiones verdaderamente descomunales por eso es muy importante darnos cuenta a tiempo si nuestros hijos están pasando por una crisis.
Aquí están mis 5 tips para ayudarnos a lograrlo.
PRIMERO. Es importante observar a nuestros hijos.
Si estamos en constante relación con nuestros hijos podremos detectar cualquier cambio de conducta o comportamiento desde sus primeras manifestaciones.
Estar irritable, estar violento con los hermanos, querer aislarse, con querer hacer las comidas en familia o estar enojado todo el día pueden ser signos de alerta para nosotros como papás.
¿Qué hacer si nos damos cuenta de alguno de ellos? Pues muy fácil, debemos preguntarles el porqué de ese cambio de actitud y si obtenemos una respuesta de nuestros hijos podemos asumir que no hay peligro, pero si lo que obtenemos son negativas o largas para contestar, entonces es seguro que nuestros hijos están en problemas.


Con mis hijos procuro hacer mis labores como doblar ropa o hacer pares de calcetines donde ellos están jugando o ando están viendo la televisión, así puedo ver sus actitudes en sus juegos y detectar algún problema a tiempo y además estoy aprovechando el tiempo haciendo cosas de la casa.
SEGUNDO. Ten una buena comunicación
Para nuestros hijos es de vital importancia sentir que tienen un canal de comunicación siempre abierto con nosotros.
¿Y cómo lo pueden sentir si cuando vienen a hablar con nosotros los recibimos con un “no tengo tiempo”? ¿O con un estoy muy ocupado, no me molestes con tus tonterías?
En mi caso con mis hijos en cuanto me doy cuenta de que les he contestado así dejo de inmendiato lo que estoy haciendo y les pongo atención. Si ya se había retirado del lugar lo llamo para que regrese y entonces le ofrezco una disculpa y le pido que me cuente lo que me iba a decir.
Claro que a veces se vale decirles que nos permitan un momento pero siempre con una actitud de atención y de interés hacia lo que nos quieren decir.
En mi familia, hemos decidido mi esposo y yo, hacer una pequeña junta familiar de 15 minutos al final del día, puede ser mientras cenamos o de regreso de las actividades deportivas que tienen nuestros hijos. En ella cada uno nos cuenta como les fue en el día y como se sienten.
Si alguno tienen algo que contarnos más profundamente, lo llevamos a un lugar aparte y le ponemos atención hasta que logra expresarnos lo que siente o piensa.
TERCERO. Vigila lo que hace en las redes sociales o en el internet
Otro signo de alerta es lo que publican en las redes sociales o las páginas a las que se meten nuestros hijos.
Ahora que tenemos una ventana abierta de par en par en nuestras casas con el internet, nos vienen problemas más graves ya que lo que a nuestros hijos no se les había ocurrido, sus amigos y conocidos se los dan a saber.
Otro punto es que tiene que ver con que ahora nuestros hijos quieren ser aceptados en todos los medios y esto incluye el medio electrónico por lo mismo entran en conflicto porque en ocasiones no todos los medios son iguales lo que les hace tener una personalidad diferente para cada medio.
CUARTO. Dales tiempo personal a cada uno
A veces nuestros hijos necesitan pasar tiempo con nosotros solos. Por eso es muy bueno que, de vez en cuando, le pidas que te acompañen cada uno en lo particular a realizar las diferentes actividades que tienes a lo largo de la semana.
Por ejemplo, con mis hijos es algo difícil porque son cinco, pero procuro llevar a uno cuando voy por el súper, a otro cuando voy a recoger a papá del trabajo, al otro si voy a la tienda, al otro cuando voy al banco y así busco momentos para pasar tiempo a solas con cada uno.
Y es en estos momentos cuando ellos me cuentan como se sienten sin temor a que los demás se burlen o los hagan sentir mal.
Si contamos con un poco más de tiempo podemos llevarlo a tomar un helado y a caminar al parque para que el ambiente sea mejor.
 QUINTO. No dudes en buscar ayuda
No necesitamos que nuestros hijos estén pasando por una crisis para comenzar a prepararnos y así saber como ayudarlos.
Desde ya podemos buscar libros sobre estos temas, podemos asistir a conferencias donde se toquen los temas de la adolescencia o podemos organizar talleres para que más papás compartamos nuestras experiencias y así podamos edificarnos y ayudarnos mutuamente.
La mejor solución a un problema es la prevención así que no podemos sentarnos a esperar a tener a alguno de nuestros hijos en crisis para buscar soluciones.
Una buena forma de prevenir es rezar por nuestros hijos, para que Dios los ayude y les de la fortaleza que necesitan para hacer frente a los problemas que el mundo les va presentando. La oración de una madre es muy fuerte, así que no dejemos de hacerlo.
Por: Silvia del Valle | Fuente: www.tipsmama5hijos.com




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miércoles, 12 de julio de 2017

En la era de la comunicación, hogares de hoy



¿Existe realmente comunicación entre los padres y los hijos de hoy?

Las generaciones se suceden unas a otras. Los tiempos cambian, estilos de vida, de comportamiento, y modo de ver las cosas, de manejar conceptos e ideas, pero los valores permanecen inmutables ya que si los desvirtuamos terminarán por no serlo.
Es cierto que en generaciones atrás se vivía en los hogares bajo la voz de mando del “jefe”, del cabeza de familia, del señor “amo”. La mujer no osaba  levantar los ojos y su voz no se oía ni para defender a los hijos que en muchas ocasiones eran castigados con rigor y a veces injustamente. Hoy en día, el péndulo en el ambiente hogareño se ha ido al otro extremo. Hubo un intermedio, una transición entre esto y algo diferente. Ese cambio les tocó a nuestros padres, que si bien abandonaron el influjo del miedo y el poderío autoritario, quizá por un recuerdo doloroso, supieron darnos ternura y comprensión pero sin dejar de mostrarnos su jerarquía donde el respeto y la obediencia se unían al amor.
 
Quizá no había tanta comunicación como la que ahora se presume, ¿pero existe realmente comunicación entre los padres y los hijos de hoy?. Al diálogo, la charla, la confidencia se las llevó “el viento”, el viento de la prisa, el viento duro del apremio, el viento contumaz y envolvente del “ no tengo tiempo” … El padre no tiene tiempo, la madre no tiene tiempo y los hijos tampoco tienen tiempo. Ya no se habla. Cada quién tiene su espacio y están empezando a ser todos unos extraños en su propio hogar.

La transición de la que hablamos nos alcanzó a nosotros, los padres de ayer y los de hoy, que imitamos esa conducta que nos pareció buena para educar a nuestros hijos, pero hoy, en el afán de romper con todo lo “anterior”, con todo lo tradicional, se está exagerando y ya estamos viendo los resultados y consecuencias. Es cierto no hay mucho tiempo pero no es la cantidad sino la calidad. Libertad para los hijos pero guiados con amor y comprensión y sin perder jamás la jerarquía y el respeto. En la educación de los hijos no cabe ni el egoísmo ni la comodidad de los padres, es un continuo sacrificio y una dedicación total. Tener la fuerza y la autoridad para decirles “NO”  a lo que no les conviene. Cuando sean hombres y mujeres de bien nos lo agradecerán.
Por: María Esther de Ariño




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martes, 11 de julio de 2017

Como pareja y como padres



Con padres generosos, los hijos serán generosos
Una verdadera familia es el lugar de formación donde se aprende a vivir las grandes virtudes

Es importante y necesario, por el bienestar de la pareja y el ejemplo como formación de cada uno de los hijos, como seres humanos practicar, ambos, y como medio de vida: el agradecimiento (gratitud), respeto mutuo entre pareja y de los hijos hacia los padres y entre los mismos hermanos.

La solidaridad, el estimulo, el reconocimiento de los errores, siempre será parte de la formación familiar.

Una persona agradecida, bondadosa, alegre, respetuosa, positiva…siempre será agradable. Una persona violenta, resentida, frustradas, orgullosa, que piensa que todo lo merece y por eso no agradece, es soberbia y egoísta es una persona poco agradable.
 
Es importante reflexionar:

Una casa donde nadie se preocupa por la formación y superación personal (en los aspectos: espiritual, moral e intelectual) y familiar. Una casa donde nadie sabe agradecer, donde no se conoce el respeto, no existe la solidaridad, el estimulo y el reconocimiento; donde no existe la armonía de dos seres diferentes pero necesarios y complementarios.
Donde se intenta substituir a la madre o al padre, por dos mamás o dos papás, eso será una casa, pero jamás será un hogar. Porque un hogar lo construyen unidos (no solo juntos) una mujer como esposa, compañera, amiga, hermana y un hombre como esposo, compañero, amigo y hermano.

Evitemos el exterminio por la modernidad contra natura. Sin la relación afectiva entre un hombre y una mujer, y la unión de voluntades, en legítimo matrimonio, no habrá procreación que es uno de los objetivos de la unión sacramental. Todos somos fruto  de una relación de un hombre y una mujer.

La existencia y la presencia de dos seres complementarios y necesarios en todos los aspectos, jamás podrán ser substituidos.

Podrá haber una casa. Una “familia”… pero no un HOGAR
Una verdadera  familia es el lugar de formación donde se aprende a vivir las grandes virtudes; el lugar querido por Dios para formar al ser humano; el lugar donde nos instruimos para ser personas; el lugar donde aprendemos a amar y a ser amados, a ser generosos, fieles, honestos y responsables. (P. Sergio G. Román | Fuente: Desde la fe)
 
La familia, es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Por eso le podemos llamar Iglesia doméstica. (El Pontificio Consejo para la Familia)


La persona necesita vivir en familia, tener un hogar, un nido al que volver cuando sale a la calle, donde haya calor y protección (Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net)

Calor de hogar, que hay que mantener con arte, para estar “a gusto”. Con todas las letras. “A gusto” se escribe con la A de alegría, G de generosidad, U de utilidad, S de satisfacción, T de tolerancia y O de orden. Así se mide la “temperatura” y el calor no se nos escapa por las rendijas de gritos y discusiones. En primer lugar, de este clima de entrega a los demás, surge el gozo, la alegría que salpica a los demás, que se expresa en la mirada, puerta del mundo interior. Es un jardín donde crece la planta de la generosidad, cuando el marido llega cansado no se refugia en el telediario sino que va a recibir las novedades de la mujer y cada uno de los hijos. Donde todos colaboran y se sienten útiles, y por esto satisfechos. Y hay tolerancia, porque se sabe que hay cosas importantes y otras que no lo son, y se saben distinguir unas de otras, y ceder en aquello que es opinable e intrascendente y allí nadie pretende tener siempre la última palabra en cualquier asunto. Y orden, también material aunque sin que sea una manía para ocultar el desorden interior.

Esta es la vocación de nido, que no es hotel donde descansar, pero tampoco cárcel donde desarrollar un sentimiento posesivo y chantajes emotivos: es el lugar donde se está lo justo para nacer, para crecer, y para aprender a volar: para perderle miedo a la altura, y lanzarse finalmente al cielo. (Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net)

En el hogar se aprende
La generosidad se enseña con el ejemplo, la constancia, el esfuerzo, con delicadeza y amor, y sobre todo, todo hecho con naturalidad y alegría. (Salvador Casadevall | Fuente: Catholic.net)

Es frecuente escuchar que los hijos aprenden de sus padres y padres que aprenden de sus hijos. Existe un lenguaje no verbal, que sustituye o acompaña nuestras palabras. Es el clima que creamos a nuestro alrededor, ordinariamente a través de cosas muy pequeñas como, por ejemplo, una sonrisa cordial o una mirada de aprecio. (Julia Burggraf)

Con padres generosos, los hijos serán generosos. (Salvador Casadevall | Fuente: Catholic.net)

En la familia es el mejor  ámbito para ser concebido, para nacer, para crecer, para envejecer y para morir con la dignidad propia de la persona humana. (Salvador Casadevall | Fuente: Catholic.net)

La base de la familia y de toda sociedad es el amor, entrega, alianza y consagración en  matrimonio de un hombre y una mujer en libre y absoluto consentimiento.
Por: Francisco Mario Morales




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