"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 8 de julio de 2014

Un cristiano sin la Virgen está huérfano


Autor: Papa Francisco
Ella nos acompaña siempre
Ciudad del Vaticano, 30 junio 2014 
El sábado por la tarde, el Papa encontró en la Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos a un grupo de jóvenes de la diócesis de Roma. ´Esta visita a la Virgen es muy importante en nuestra vida -dijo-. Ella nos acompaña incluso en la decisión más definitiva, en la decisión vocacional porque acompaño a su Hijo en su camino que fue muy duro y doloroso. Ella nos acompaña siempre´.

´Cuando un cristiano me dice, no que él no ama a la Virgen, sino que no siente que tiene que buscarla y rezarla, me entristezco´ afirmó Francisco. ´Un cristiano sin la Virgen está huérfano, como también lo está un cristiano sin la Iglesia . Un cristiano necesita a estas dos mujeres, dos mujeres madres, dos mujeres vírgenes: la Iglesia y la Virgen. Y para hacer la prueba de una vocación cristiana justa, hay que preguntarse: ´¿Cómo es mi relación con estas dos Madres?´.

El Pontífice les recordó que en la actual cultura de lo provisional es importante no perder el sentido de lo definitivo. ´Tenemos miedo de lo definitivo. Y para elegir cualquier vocación, también las que son un estado: el matrimonio, la vida consagrada, el sacerdocio, hay que elegir desde una perspectiva definitiva. Y a eso se opone la cultura de lo provisional . Es una parte de la cultura que nos toca vivir en este momento, y hay que vivirla y vencerla´.

Al concluir, Francisco animó a todos a cantar el ´Salve Regina´ e impartió su bendición a los jóvenes y a sus familias, a quienes pidió también que rezasen por él.

lunes, 7 de julio de 2014

Cambio de Nombre en Los Play Boys


Como `pueden observar por la fotografía y el enlace:
Los Play Boys cambian de nombre y pasan a llamarse LOS MÍTICOS PLAYBOYS DE BADAJOZ de Badajoz, le han puesto un Adjetivo delante y han juntado Play Boys, aquí lo tienen.

http://www.oepm.es/es/signos_distintivos/resultados_expediente.html?mod=M&exp=3113354&bis

Con más tiempo ampliare la noticia.

domingo, 6 de julio de 2014

Homenaje a las víctimas


Para ellos todo era futuro. Oportunidades, ilusiones, proyectos. La muerte era lo último en lo que pensaban; ni se les ocurría.

Entre los sucesos históricos de un año tan singular como el 2000, se contará el del Kursk. El submarino ruso que sufrió un accidente, nunca aclarado, y se hundió. Moscú tardó varios días en enviar una operación de rescate. Asunto simplemente inexplicable. El resultado: 118 vidas, sepultadas en el fondo del mar. 

Es natural que nos preguntemos por qué suceden cosas así. Tal vez no nos interesa el trasfondo político, enmascarado por los hechos. Pero algo nos duele. Asusta imaginar la tensión que habrán vivido ahí dentro. El accidente. El paso de las horas en oscuridad total. La humedad y la presión. Incomunicación. Incertidumbre. Y el apagarse de las voces una a una. 

Nos duele por esos 118 hombres. La mayoría eran jóvenes, con una familia, con un futuro. Patriotas valientes que nunca regresaron de su aventura submarina. “No pudieron” ser rescatados. Vimos por televisión a sus esposas, a sus padres, llorando en el puerto, entre la indignación, la rabia y el desconsuelo. Alguien tendrá que revelar a sus hijos que "papá no volverá de su viaje por el mar". Cuando ya de poco servía, se rescataron cuatro cuerpos. Una multitud acompañó a la procesión funeraria. Las viudas, los huérfanos, los compañeros del ejército. Era la conciencia colectiva que quería gritar con su silencio: "¡No tenía que haber sucedido así!" Las víctimas de este accidente han dejado un vacío en la vida de los suyos y de su país. Nadie puede sustituir sus espacios en el tablero del mundo. 

El Kursk ocupó las primeras planas durante varios días. Todo el mundo lo sabía. No era para menos. Se trataba de un submarino nuclear ruso. Los 118 marinos murieron sirviendo a su patria. Homenaje bien merecido. 

Esto me llevó a pensar que no es cierto que hoy en día no se aprecie la vida humana. El mundo entero mostró indignación e interés por este incidente que costó la vida de tantos hombres. Con la misma evidencia esto se revela cada vez que tiene lugar una suceso similar: terremotos, huracanes, que han ganado fama a costa de tantas vidas y poblados destruidos; atentados, accidentes aéreos... 

¿Quién dice entonces que no nos importa la vida? Lágrimas por la guerra en Tierra Santa. Clamor popular y manifestaciones contra la violencia del terrorismo. Peticiones de indulgencia para los condenados a la pena de muerte. Prevención ante epidemias en Africa. 

Está claro que amamos la vida. La nuestra y las de los demás. Pero tal vez no todas las vidas por igual. Si no, ¿por qué tanto silencio ante una tragedia peor que todas aquéllas? ¿Cómo explicarnos tal indiferencia frente a la muerte de millones de seres humanos que también merecen un homenaje? 

Para ellos todo era futuro. Oportunidades, ilusiones, proyectos. La muerte era lo último en lo que pensaban; ni se les ocurría. Se sentían seguros y protegidos, en el calor del vientre materno. Hablamos no sólo de rusos, mexicanos, españoles... sino de personas de muchos países del mundo. Tal vez de todos. Se trata de inocentes que no murieron en un accidente o a causa de un fenómeno natural. 

Son víctimas a quienes tal vez pocos lloran. Y aparentemente no se nota el espacio vacío que dejan en el mundo. Sus restos no son depositados en una caja y llevados a un cementerio. No ocupan los titulares de la prensa. No llenan estadios. No hay homenaje para ellos. Jamás sabremos cuántos son, ni tendremos una lista con sus nombres, pues quizás no llegaron a tenerlos. Pero ¿quién puede afirmar que entre ellos no habría hombres y mujeres que marcarían la historia: futuros gobernantes, pensadores, sacerdotes, artistas? Habría... pero alguien no lo quiso así. Apenas probaron un poco de la aventura de vivir. Sólo pudieron imaginar cómo sería el rostro de su madre y soñar con el mundo que escuchaban ahí fuera, tan cerca. 

Sí. Nos referimos a los millones de bebés que el aborto ha hundido. Para ellos ya es demasiado tarde. No hace falta enviar una operación de rescate. Pero para otros, miles y miles más, todavía hay posibilidad. Podemos salvarlos y darles la oportunidad de seguir viviendo. Vamos a demostrar que en verdad nos interesa la vida, cada vida humana. Que nos duele que mueran los inocentes, como los marinos rusos del Kursk, como las víctimas de tantas catástrofes y guerras, como todos aquellos que no pudieron celebrar siquiera su primer cumpleaños. Este será el mejor homenaje para ellos. 

Autor: Ignacio Sarre

sábado, 5 de julio de 2014

Tomás, perseguido por Cristo

El Apóstol llamado Tomás en los Evangelios (Mt 10, 3; Mc 3,18, Lc 6,15) es apodado "Dídimo" que significa "gemelo" (Jn 11,16). Entra casi en el Evangelio de una forma silenciosa. Sus primeras palabras afirman en una ocasión su deseo de morir con Jesús (Jn 11, 16). 

Posteriormente se manifiesta con un estilo racionalista ante las palabras de Jesús, asombrándose de cómo se puede conocer un camino, no sabiendo a dónde se va (Jn 14,4). Finalmente conocemos su incredulidad ante el hecho de la Resurrección ( Jn 20, 24-29) y su presencia en la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades (Jn 2, 1-14). 

Tras la Ascensión lo contemplamos en Jerusalén con los demás apóstoles. La tradición le asigna como actividad misionera Persia y la India. La ciudad hindú de Calamina, donde se supone que murió, no ha sido identificada. Santo Tomás murió mártir Sus restos fueron traslados a Edesa. 

Vamos a contemplar la figura de Sto. Tomás a la luz de ese amor de Dios que siempre persigue al hombre para que se salve y llegue al conocimiento de la verdad. Es una de las formas más bellas de ver la misericordia divina.

Dios siempre persigue al hombre cuando éste se sale del camino del amor y de la verdad que él le ofrece. La misericordia no es tanto una actitud pasiva de Dios, siempre dispuesto a perdonar, cuanto una acción de Dios positiva consistente en buscar la oveja perdida una y otra vez. El Evangelio está lleno de imágenes bellísimas de este estilo de Dios. Desde el buen Pastor que abandona el rebaño a buen recaudo para ir a buscar a la oveja perdida, hasta ese Cristo que providencialmente se hace presente siempre allí donde alguien le necesita, la realidad es que Dios persigue al hombre una y otra vez ofreciéndole su Corazón abierto para que vuelva. 

La misericordia divina, -un atributo precioso de Dios-, se convierte así en esa larga persecución de Dios al hombre a lo largo de toda la vida por medio de innumerables gracias que respetan indudablemente la libertad del hombre. No se resigna a perder a nadie. Dios no abandona a nadie, a no ser que alguien le abandone a él.

Desde el momento en que Dios crea a cualquier ser humano, esa persona se convierte en objeto inmediato del amor de Dios. A partir de ahí Dios se hace garante de un compromiso destinado a lograr, respetando la libertad humana, la salvación del hombre. Jamás desiste Dios de este compromiso, suceda lo que suceda y pase lo que pase. Es tal el amor de Dios hacia el hombre que, aun rechazado, olvidado, abandonado, blasfemado, Dios sigue llamando a las puertas del corazón una y otra vez, hasta el último momento de la vida. Este comportamiento divino se encierra en una palabra: "alianza". Dios ha hecho una alianza de amor con el hombre que él siempre respetará.

Desgraciadamente el hombre con frecuencia toma a broma este amor de Dios. Cree que la misericordia divina consiste en burlarse del amor de Dios que siempre terminará perdonando, incluso sin que medie la petición de perdón. Así muchos seres humanos juegan inconscientemente a lo largo de la vida con la misericordia divina, olvidándose de aquellas palabras de S. Pablo: "Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación". En esta actitud se da un equívoco de fondo. Nada tiene que ver la Misericordia infinita de Dios con la certeza de que el hombre va a estar dispuesto a pedir perdón un día. La Misericordia divina siempre estará asegurada; no así la petición de perdón del hombre. La Misericordia divina necesita la actitud humilde del hombre que reconoce su mentira, su equivocación, su deslealtad al amor de Dios.

A pesar de los pecados cometidos, una y otra vez, nunca hay motivo o razón para dudar de la Misericordia divina. El amor de Dios es más grande que nuestros pecados, por terribles que fueran. Ahí tenemos a Pedro, a Zaqueo, a la mujer adúltera, a tantas personas pecadoras con quienes Cristo se encontró. Nunca encontraron en él el reproche amargo, el rechazo cruel, la crítica amarga. Al revés, todos los pecadores, que reconocieron su pecado, encontraron en Cristo el perdón, el aliento, el ánimo, la esperanza que tanto les ayudó a encontrar el camino de la paz y del bien. No deja de tener un significado muy consolador esa imagen del Crucificado, en la que Cristo, clavado en la Cruz, tiene los brazos abiertos para siempre, convirtiéndose así en la imagen de ese Dios que siempre espera, que siempre acoge, que siempre abraza.

Autor: P. Juan J. Ferrán

viernes, 4 de julio de 2014

¿Miedo a quedar anticuados?

Sólo queda anticuado quien sigue modas pasajeras, porque la verdad nunca pasa.
En diversos momentos de la historia surge un miedo íntimo a perder el tren del progreso, a quedarse anticuados, a sucumbir bajo acontecimientos e ideas que avanzan triunfantes.

Ese miedo es sano si lo nuevo resulta mejor que lo antiguo. Ese miedo es confuso si no hemos pensado seriamente dónde esté lo mejor y dónde lo peor. Ese miedo es suicida y enfermizo cuando algo nuevo destruye elementos buenos del pasado y avanza hacia metas irracionales, incluso negativas.

Un cristiano, ¿puede tener miedo a quedar anticuado? En realidad, si está profundamente enraizado en Cristo, si cree con fe auténtica en la Victoria del Maestro, si lee y busca vivir el Evangelio, si acoge lo que dicen el Papa y los obispos cuando exponen la doctrina católica... un cristiano así no tendrá nunca miedo a quedar anticuado.

Porque vivir según la fe de la Iglesia no es anclarse en ideas caducas que hoy sirven y mañana se tiran, sino que permite al creyente construir su existencia sobre una Roca viva y presente en el tiempo y más allá del tiempo: Jesucristo.

Por eso no tenemos miedo a quedar anticuados. El Evangelio conserva una vitalidad y un empuje que vale para todos los hombres, en todos los tiempos, a través de las diferentes culturas. Es levadura que rejuvenece, es sal que purifica, es agua que lava, es alimento que da vida eterna.

Sólo queda anticuado quien sigue modas pasajeras, quien abraza novedades sin un sano discernimiento, quien promueve libertades orientadas al capricho y a la comodidad, quien renuncia al sano sacrificio, quien avanza por la puerta amplia que lleva a la perdición (cf. Mt 7,13-14).

No tenemos miedo a quedar anticuados, porque la verdad nunca pasa, mientras que cielos y tierras quedan enjaulados en el flujo del tiempo (cf. Mt 24,35).

Ante nuestros ojos sucumben los engaños del mundo, del demonio y de la carne. La belleza del Resucitado brilla con la frescura de una mañana eterna y joven. No tenemos miedo, sino esperanza, porque Él ha vencido al mundo (cf. Jn 16,33).

Autor: P. Fernando Pascual LC

jueves, 3 de julio de 2014

A medio camino... empecemos hoy

Tal vez nos han pasado cosas inesperadas para poder realizar todo aquello que con tanto entusiasmo emprendimos


Nos encontramos a medio camino, en la mitad del año.

Ha transcurrido ya tiempo desde aquellos primeros días de enero en los que pisábamos el flamante camino con un paso un poco cauteloso, con una incógnita en el corazón pero también con una alforja llena de buenos propósitos. Empezábamos el camino nuevo, mejor dicho, no había camino, ahora se ha hecho camino al andar.

Es bueno volver la vista atrás y hasta quizá hacer un alto en este tan personal sendero para ver qué ha sido de todo "aquello" que nos propusimos con auténtico afán de mejorar. ¿Somos, aunque sea un poco, algo mejores? ¿Vamos cumpliendo con aquellas metas que se nos antojaron que podíamos alcanzar? ¿Los que nos rodean podrán decir que hemos cambiado, que se nos nota diferentes y que ahora nuestro trato y cercanía es una agradable realidad?

Tal vez nos han pasado cosas, muchas cosas inesperadas, quizá dolorosas, tal vez hemos encontrado muchos obstáculos, más fuertes de lo que esperábamos encontrar para poder realizar todo aquello que con tanto entusiasmo emprendimos pero... también quizá nos hemos ido dejando llevar por el cómodo "mañana" y ese, como es natural, aún no llega. No nos desanimemos. 

El comienzo de un nuevo año no es elemento privativo de cambio. Siempre se puede cambiar. Nunca es tarde. Empecemos hoy, desde este instante. Nada importa que hayan pasado los meses...lo que pasó, pasó, y en este momento lo que estamos viviendo es el HOY.

Veamos al fondo de nuestra alforja de peregrinos, de caminantes hacia la casa del Padre. ¿Todavía están aquellos propósitos, aquellos buenos deseos?. Pues empecemos hoy. Ahora. Si era el dejar de fumar, el beber en demasía y sin control, el comer desordenadamente, el abatir la pereza, etcétera, hoy es el momento. 

No olvidemos que nunca es tarde para decir: te quiero, para perdonar, para llamar al amigo o a la amiga que teníamos en el olvido, para visitar a una persona que está sola o enferma, para ser más comprensivos, más tolerantes, para ser más generosos, más desprendidos, más cariñosos, más alegres, más puntuales, más responsables de nuestros deberes y obligaciones, más cordiales, más humildes, más serviciales, más honestos, más pacientes, más serenos, más limpios de corazón, más auténticos, más firmes en el cumplimiento de las leyes de Dios, en resumen: más FELICES. No olvidemos a Dios en nuestro diario caminar, Él es el único que nos dará esa fuerza para cumplir nuestros propósitos, que nos ayudará a amar más y mejor, Él es quien nos da la verdadera alegría. No olvidemos su gran amor por nosotros. 

Porque vivir empeñados en todo esto nos traerá la PAZ y con la paz en nuestra vida iremos haciendo el camino nuevo, que día a día, marcan nuestros pasos, pero siempre con el esfuerzo y el empeño de ser cada día mejores. EMPECEMOS HOY.

Autor: Ma Esther De Ariño

miércoles, 2 de julio de 2014

La oración: el amor es el que habla

Orar es dejar que hable el amor. ¡Cuántas veces le tenemos miedo al amor, no dejamos que el amor hable!


Esta frase del libro de la vida de Santa Teresa nos ayuda a comprender lo que es la oración. Ella encuentra en Toledo a un Padre dominico conocido que no ve desde hace mucho tiempo. Le cuenta bajo secreto de confesión todo lo que le pasa a su alma y las penas sufridas por la reforma del Carmelo.

El religioso la escucha, la consuela y le pide que no deje de pedir por él. Teresa, agradecida, confía al Señor el alma de este sacerdote. Ella va al lugar a donde solía orar y allí se queda "muy recogida, con un estilo "abovado" que muchas veces, sin saber lo que digo, trato". Y añade: "que es el amor que habla" (Libro de la Vida, 34, 8).

Orar es dejar que hable el amor. ¡Cuántas veces le tenemos miedo al amor, no dejamos que el amor hable! Sino que preferimos que hable sólo nuestra razón o nuestra mera capacidad humana de entender las cosas. Muchas veces reprimimos el amor como si fuera muestra de debilidad como si también en la oración tuviéramos que demostrar los fuertes e inteligentes que somos. Sin embargo la oración, sin dejar impedirnos usar nuestro entendimiento, es el momento explayar el corazón, y de dejar que el Amor divino nos inunde y nos queme con sus rayos. En una sociedad más racionalista y secularizada, nos da vergüenza de liberar la parte más noble de nosotros mismos, nuestra capacidad de amar y ser amados. Y vivimos como mutilados, no respirando a pleno pulmón, caminando sólo al ritmo que nos permite nuestras convenciones humanas o nuestro miedo de amar demasiado.

Orar, "es el amor que habla". Santa Teresa cuenta que, dejando al religioso, comenzó a hablar con Dios con toda sencillez, como ella solía hacer, dejando que el amor hablase. No sólo el amor que su alma nutría hacia Dios, sino también "comprendiendo el amor que Dios le tiene a ella". La oración usa un lenguaje de amor. Y el lenguaje de amor es especial, es único, tiene su lógica, su gramática y su sintaxis. Lo entienden los que aman. Basta un gesto, una mirada, un movimiento, una sonrisa. Dejemos que el amor hable en nosotros. Dejemos que el Amor nos hable. Dejémonos conducir por el Espíritu Santo que es la persona de la Trinidad que es el Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.

Cuando aprendamos el lenguaje del amor que nos enseña el Espíritu Santo, lenguaje hecho de sencillez y espontaneidad, que cualquiera que tenga un corazón puede aprender, entonces comprenderemos que la oración no es sino un ejercicio de amor, es una expresión de amor, es un grito de amor, es una súplica de amor.

La mística Teresa continua diciendo que el Amor que Dios tiene al alma hace que ésta se olvide de sí y "le parece está en Él". Nada la separa de Él. La sencillez del amor logra el mejor estado de unión. Entonces el alma orante "habla desatinos". Comienza a usar el lenguaje más elevado y puro, el lenguaje del amor, porque, como diría San Juan de la Cruz, "ya sólo en amar es mi ejercicio" (Cántico Espiritual, 95).

Autor: P. Pedro Barrajón, L.C.

martes, 1 de julio de 2014

La lucha entre el bien y el mal

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones
Tocamos continuamente la lucha entre el bien y el mal. En la familia y en el trabajo. En la ciudad y en el Estado. Entre amigos y con desconocidos.

Esa lucha penetra también en lo más profundo de mi corazón. A veces opto por el bien: soy generoso, perdono, fomento la paciencia, me comprometo a ayudar a familiares, amigos y conocidos. Otras veces elijo el mal: busco sólo mis intereses, me dejo atrapar por la avaricia, envidio a quien parece tener éxito, daño con mi lengua a cercanos o lejanos.

Se trata de una lucha que recorre toda la historia humana, y que llegó a niveles inauditos durante la vida de Cristo: el Maligno en persona tentó al Maestro, y desencadenó odios que llevaron al drama del Calvario.

Pero la última palabra de la historia humana queda en manos de Dios, que es bueno, omnipotente, misericordioso. La esperanza, desde entonces, es la palabra clave para la vida del cristiano.

En medio de la lucha, ante las tentaciones de cada día, necesitamos mirar hacia un crucifijo para aprender el camino que lleva a la victoria: humildad, total obediencia al Padre, perdón, entrega hasta el heroísmo.

Tenemos, además, la presencia de una Madre. Ella está cerca de los hijos. Ella nos indica el camino que lleva a Cristo. Ella nos da un ejemplo maravilloso de escucha y acogida de todo aquello que Dios pueda pedirnos.

A la Virgen María san Juan Pablo II dirigió una emotiva oración ante los males del mundo, que necesitamos recordar en medio de la lucha que vivimos en nuestros días:

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.

¡Del hambre y de la guerra, líbranos!

¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!

¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!

¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!

¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!

¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!

¡De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!

¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!

¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!, ¡líbranos! (Juan Pablo II, 25 de marzo de 1984).

Estamos en una lucha a muerte. Cada derrota implica un avance del pecado en nuestra historia. Cada victoria abre el mundo a Dios y aumenta el amor hacia el hermano.

En este momento decido. Necesito ayuda, desde una súplica humilde a Cristo y a su Madre para que la gracia triunfe en más y más corazones, también en el mío..

. Autor: P. Fernando Pascual LC

lunes, 30 de junio de 2014

Entrevista a San Pedro y San Pablo

¿Qué nos platicarían estos grandes apóstoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían! Sus palabras son actuales, solo tenemos que leerlas en las Sagradas Escrituras.


Entrevista a San Pedro en el cielo

Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro:

Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo?

Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón.

Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón?

Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro. 
Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia.

Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»?

Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad. 
Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí.

Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció?

Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo intentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre».

Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo?

Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Benedicto XVI, es de los mejores. Háganle caso y les irá mejor.

Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa.


Entrevista en el cielo a San Pablo

Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso.

Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo?

Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo. 

Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección. 

En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré.

Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida.


Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo?

Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad! 

Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo.

Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: "¿Quién me arrancará del amor a Cristo?"

Respuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía. 
El cielo consiste en: "Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad" ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?».

Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: "Sé en quién he creído y estoy tranquilo". Explícanos el sentido.

Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero.
Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí.

Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra?

Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: "Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco".

Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?».

Autor: P Mariano de Blas LC

sábado, 28 de junio de 2014

¿Cómo es el corazón de Jesús?

Es todo bondad, compasión, cariño. A los hombres nos ama como a verdaderos hermanos suyos, a todos, sin excluir a ninguno.

Todos estamos convencidos de que Jesucristo es el hombre más perfecto que ha existido y existirá jamás, y que es, por lo tanto, el tipo y ejemplar de toda humanidad. Y Jesucristo, que nos dio como primer mandato y como distintivo el amor en todas sus dimensiones, es también el modelo acabado de cómo hay que amar.

Hoy los antropólogos, los médicos y los sicólogos se han querido adentrar en el alma de Jesús, para estudiarla a fondo, para descubrir todos los matices de su exquisita sensibilidad. Sobre todo, para captar las modalidades más íntimas de su amor. 

El resultado que nos dan esos estudios es que Jesús fue un amante extraordinario. Un amador como no se ha dado otro. Y de una manera tan cabal, que es la suma de la perfección del amor.

No es extraño entonces que Jesús sea también el hombre más amado, porque sus incondicionales han sabido pagarle con la misma moneda que Él usó...

Todos nos hacemos estas preguntas:

¿Cómo amó Jesús? ¿Cómo era el amor de su corazón? ¿Qué características tenía? ¿Hacia quién iba siempre dirigido? ¿Cómo se comprometía con aquellos a quienes amaba? 

Cuando hallamos la respuesta adecuada, nos sentimos arrastrados al amor de Aquél que así supo amarnos a nosotros. El Evangelio es el libro siempre abierto que nos descubre en cada una de sus líneas el alma tan amante de Jesús. 

El amor de Jesús fue, ante todo, muy afectivo. Era todo bondad, compasión, cariño, benignidad, comprensión. No lo podía disimular. Se le escapaba el corazón ante los niños, ante la mujer en aquel entonces tan relegada en la sociedad, ante la pareja de los novios de Caná, ante sus discípulos, cuya compañía busca en medio de la angustia de Getsemaní. 

La manera como abre la Ultima Cena es conmovedora: 
- ¡Con cuánta ilusión he deseado comer esta pascua con vosotros! 
Y antes de salir para el Huerto les pide a los Doce, y en ellos a nosotros, como un mendigo suplicante: 
- ¡Permaneced en mi amor! 

Al mismo Judas le llama dolido, pero con toda sinceridad: ¡Amigo!...
Este amor tan apasionado de su corazón se vuelve divinamente celoso de la salvación nuestra. Se declara nuestro Pastor, un Pastor que conoce a cada una de sus ovejas y de las que dice que nadie se las arrebatará de la mano...

Un amor que no se queda en romanticismos y en palabras vacías, sino que se convierte en servicio, expresado en el gesto insólito de arrodillarse a los pies de los discípulos para lavárselos con sus pro-pias ma-nos...

El amor de Jesús tenía, igual que en nosotros y mucho más que en nosotros, una doble vertiente, a saber, a Dios su Padre y a nosotros los hombres.

A los hombres nos ama como a verdaderos hermanos suyos, a todos, sin excluir a ninguno; si alguna preferencia tiene es precisamente con los más alejados, con los pecadores y con los pobres. 

Es el suyo un amor generoso, complaciente, dulce y suave, magnánimo y tolerante.

Pero es también un amor que no le deja parar cuando se trata de nuestro bien, y toda su ternura y delicadeza se convierten en audacia, valentía y decisión que no le detienen ante ningún peligro. 

Si miramos el amor de Jesús a Dios su Padre, vemos como al fin Dios ha conseguido el objetivo de toda la creación: verse amado como Dios se merece, porque este hombre, su Hijo, es capaz de darle con su humildad y su obediencia todo el honor y toda la gloria que el primer hombre le arrebató con su orgullo y su rebeldía:



·  Se pasa horas y noches enteras en oración con Dios su Padre.
·  Se somete a su voluntad hasta aceptar el tormento de la cruz.
·  Se siente lleno de celo por su gloria y dice no tener más alimento que hacer la voluntad de su Padre Dios. 

Este es el amante Jesús del Evangelio. El amor le llevará a la cruz, pero también se atraerá hacia Sí todos los corazones, tal como lo había anunciado: Cuando yo sea levantado sobre la tierra, todo lo atraeré a mí.

Así lo entendió aquella artista de París. Avanzada la noche, después de la ruidosa función de teatro, se retira en el hotel a la habitación designada. Colgando de la pared, un Crucifijo de marfil sobre una cruz negra. La artista lo contempla extasiada. Pasan las horas..., amanece, y la pobre muchacha todavía lo está contemplando. Hasta que toma la resolución: 
- ¡Fuera la vida que he llevado hasta ahora! En adelante, entregada del todo a Jesús. 
Hubo de marchar. Pero en el ébano del Crucifijo habían quedado talladas estas palabras: 
- Así ama el amor. 

Si se entiende el amor de Jesucristo, se sabe cómo juzgar de los amores que nos brinda la vida. Un amor que Dios bendice no mata el amor de Cristo. Amor que Dios rechaza, es amor que desplaza al de Cristo en el corazón. 

El amor de Cristo es un amor muchas veces no correspondido. Pero es también un amor correspondido como ningún otro amor lo ha conseguido nunca...

Todos estamos convencidos de que Jesucristo es el hombre más perfecto que ha existido y existirá jamás, y que es, por lo tanto, el tipo y ejemplar de toda humanidad. Y Jesucristo, que nos dio como primer mandato y como distintivo el amor en todas sus dimensiones, es también el modelo acabado de cómo hay que amar.


Autor: Pedro García, Misionero Claretiano