AUN CUANDO ME HAN AUTORIZADO, DOS
PERIODO DIARIOS DE UN MÁXIMO DE TREINTA MINUTOS DELANTE DEL ORDENADOR, LO IRÉ
HACIENDO PAULATINAMENTE Y SEGÚN VEA QUE VOY RESPONDIENDO.
"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
viernes, 15 de noviembre de 2013
jueves, 7 de noviembre de 2013
Creer solo en Dios
Es justo y bueno
confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que El dice. Sería vano
y errado poner una fe semejante en una criatura.
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"Cuando el hombre
ora se sitúa de frente a Dios. En realidad siempre estamos en su presencia
pero pocas veces somos realmente conscientes de que Él está allí. El hombre
orante ejercita la fe como una adhesión personal a Dios (Catecismo Iglesia
Católica, 150). La adhesión personal requiere que el hombre comprometa su
inteligencia y que acepte lo que Dios ha revelado como verdadero,
precisamente porque Dios lo ha revelado. Claro que cuando el hombre ora
ejerce su inteligencia para entender con su mente lo que Dios le quiere
decir, pero es también necesario que él abra todo su corazón porque el
lenguaje de Dios es un lenguaje que va "de corazón a corazón" (Cor
ad cor loquitur: el corazón habla al corazón).
No hay que despreciar este aspecto más "intelectual" de la oración, pero tampoco hay que reducirlo a él. Es preciso llegar a un sano equilibrio. La oración siempre es relación y una sana relación humana no comprometemos sólo la inteligencia sino el afecto, la voluntad, las emociones, la corporalidad, todo nuestro ser. Lo mismo sucede con Dios. Es importante tratar de entender lo que Dios nos revela, guiados por la sabia mano del Magisterio pero es igualmente importante que la relación con Él sea integral e incluya toda nuestra persona. Por otra parte la relación con Dios, aunque tiene muchos aspectos análogos a la relación interpersonal humana, por otra parte es especial y única. Puede ser legítimo a veces dudar de lo que nos dice una persona por motivos diversos. Jamás lo será en el caso de Dios porque Él, siendo la verdad, no puede caer en falsedad e inducirnos a nosotros en error. Por ellos, llevados de su mano, nos sentimos seguros de que no nos podrá conducir a la mentira, sino que nos guiará siempre hacia la verdad sobre nosotros, sobre el mundo, sobre Él mismo. Así, con Él, tenemos esa experiencia de la que hablaba San Agustín, del "gozo de la verdad". Quien vive en la verdad y de la verdad, vive un gozo puro y especial que no puede vivir quien vive con el demonio, padre de la mentira. Por ello el hombre de Dios irradia alegría, gozo y paz. "Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que El dice. Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura" (CIC, 150). Podemos dar a otras personas una cierta confianza, pero sería vano poner en otra persona una confianza semejante a la que ponemos en Dios. El marido puede dar una confianza total a la mujer y viceversa. Es justo y sobre esta mutua confianza surge la alianza matrimonial, pero tal confianza siempre podrá estar minada por los límites e imperfecciones propios de una creatura. En cambio tales límites no existen en la relación con Dios, Verdad Absoluta que no aplasta con la luz de su verdad, sino que cura, ilumina, transforma y alegra el corazón del hombre. |
Autor:
P. Pedro Barrajón, L.C.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Caminos de conversión
Muchos caminos
llevan al encuentro con Cristo en su Iglesia. ¿Por qué? Porque el Señor llama
a sus hijos de mil maneras.
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Muchos caminos llevan al encuentro
con Cristo en su Iglesia. Tantos que resulta difícil enumerarlos. ¿Por qué?
Porque el Señor llama a sus hijos de mil maneras, porque cada persona
encuentra el hilo central de su vida desde esa acción maravillosa de la gracia
en los corazones.
Unos llegan porque buscaron razones para su ateísmo y otros porque querían
entender una religión que tenía a sus espaldas 2000 años de historia. Unos
porque hicieron una carrera científica y otros porque emprendieron estudios
humanísticos. Unos porque encontraron el amor de su vida en un creyente y
otros porque nunca encontraron con quién compartir el pan de cada día. Unos
porque discutieron un día sí y otro también con un católico convencido, y
otros simplemente porque vieron cómo la caridad lleva a darlo todo por los
más necesitados.
Como un punto hacia el que confluyen mil rayos, la conversión acerca los
corazones entre sí al unirlos a Cristo. Desde un accidente o un encuentro
afortunado, tras un día de calor o a causa del frío, después de una noche en
vela o gracias a un sueño enigmático, con la compañía de un amigo bueno o
desde reflexiones en solitario.
El resultado de todos es el mismo: encontrarse con el Amigo, el Salvador, el
Maestro bueno, el Mesías. Un encuentro que alegra el alma, que da sentido a
la vida, que tiñe de colores nuevos el cielo que a todos nos arropa, que hace
perder el miedo a la muerte con la esperanza de la vida eterna.
Sí, hay tantos caminos que llevan a esa gran meta de la conversión. Desde la
misma se rompen las fronteras que separan naciones enfrentadas, se pierden
los contornos que dividen a las clases sociales, se destruyen los muros
levantados por odios y miedos irracionales.
Entonces empezamos a ser "hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En
efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no
hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia
de Abraham, herederos según la Promesa" (Ga 3,26 29).
¿Cuál ha sido mi camino? ¿Cuál es el tuyo, hermano que sonríes a mi lado?
¿Cuál será el que recorra quien hoy busca lejos de la Iglesia y mañana
empezará a estar a nuestro lado? Dios tiene una fantasía sin límites, porque
no quiere que nadie se pierda, sino que desea que todos podamos participar un
día en la gran fiesta de la Pascua eterna.
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Autor:
P. Fernando Pascual LC.
martes, 5 de noviembre de 2013
¿Cómo será mi muerte?
La muerte, maestra
de vida III. Si vives bien, morirás bien; si vives mediocremente, morirás
como un mediocre; si vives santamente, no lo dudes, morirás como un santo.
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Comencemos por decir hoy que hay muertes preciosas. Es una muerte maravillosa
la de quien puede decir en ese momento: "He cumplido mi misión".
Una muerte así es el comienzo de la vida verdadera. Es propiamente entonces
cuando se nace. Por eso en el Martirologio, el libro donde se narra la vida
de los santos y mártires, no se hace constar el día de su nacimiento, sino el
de su muerte, como el verdadero día de su nacimiento, su "dies
natalis".
La muerte para los buenos brilla como una estrella de esperanza. Sus frutos son la paz, el descanso, la vida. Con esta paz y serenidad murió Juan XXIII: "¡Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!.", decía en su lecho de muerte. Un muchacho decía a la hora de su muerte: "¡Qué bueno ha sido Dios conmigo, por haberme concedido vivir 17 años!"; y moría ofreciendo su vida por sus padres y por los que lo habían formado. Otro decía: "No sé por qué lloran". Aquel joven moría pidiendo perdón a todos, incluso a su novia, pero la novia tuvo un gesto y unas palabras muy oportunas: "No tengo de qué perdonarte, y te lo digo delante del sacerdote, porque desde que te conocí soy más buena". ¿Lo podrías decir tú de tu novio o de tu novia? Preguntémonos ahora la cosa más importante: ¿Cómo será mi muerte? He aquí lo importante, no el cuándo sino el cómo voy a morir. Es decir, en qué disposiciones. Aunque no podemos fijar el día, el lugar, la forma externa de morir, sí podemos fijar el cómo. Podemos preverlo: se muere según se vive. Si se vive bien, lo normal es que se muera bien; si se vive mal, lo normal es que se muera mal, si Dios no pone remedio. Si vivo bien, con su ayuda moriré bien; si vivo mediocremente, moriré como un mediocre; si vives santamente, no lo dudes, morirás como un santo. Si desde hoy te decides a ser un buen hombre, seguro que morirás como un buen hombre, y nunca te arrepentirás; pero, si dejas ese asunto para más adelante, lo dejas para nunca. No se puede improvisar la hora de la muerte. Los dos ladrones que iban a morir, estaban al lado del Redentor, pero sólo uno de los dos compañeros de suplicio de Jesús se convirtió. Comenta San Agustín: "Hubo un buen ladrón, para que nadie desespere; pero sólo uno, para que nadie presuma y se confíe". Hay que ser lógicos y aprovechar el tiempo. El que pasó, ya pasó, pero el que queda por delante hay que aprovecharlo con avaricia. Si muriera esta noche, ¿estaría preparado?; ¿tendría mis manos llenas, vacías o medio vacías? ¿Estaré preparado el día de mí muerte? Esta es la gran pregunta. Podríamos terminar estas reflexiones con las palabras de un gran hombre, que todos los días medita sobre la muerte como maestra de vida: "Yo sé que toda la vida humana se gasta y se consume bien o mal, y no hay posible ahorro: los años son esos, y no más. Y la eternidad es lo que sigue a esta vida. Gastarnos por Dios y por amor a nuestros hermanos en Dios es lo razonable y seguro" Según se vive, así se muere. Si esto es así: de los que viven santamente estamos seguros que morirán santamente. Pero de los que viven en pecado podemos estar seguros que morirán impenitentes.
Autor: P Mariano de Blas LC.
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lunes, 4 de noviembre de 2013
TODOS A UNA
Autor: Pablo Cabellos
Llorente
Una de las obras más celebradas de Lope de Vega es aquella en
la que un pueblo entero se subleva y mata a un Comendador inicuo, que quiso
abusar de una mujer y ser desleal a los Reyes. Interroga el juez a diversos
vecinos con esta pregunta: ¿Quién mató al Comendador?, y todos van dando
respuestas equivalentes a esta: Fuenteovejuna, señor. El juez vuelve a
interpelar: ¿Y quién es Fuenteovejuna? La respuesta es: ¡Todos a una, señor!
Si siempre es necesaria la unidad humana, ahora acucia de modo más perentorio. Quizá por eso he
evocado la tragicomedia de Lope, aunque en estos instantes no se trate de
tomarnos la justicia por nuestra mano, sino de hacer justicia siendo solidarios.
Ciertamente, hoy día y en nuestro país, podemos ser solidarios a la vuelta de
la esquina, pero hay zonas del mundo en las que lo nuestro queda pálido ante
las penurias que padecen. Hace no muchos días el presidente Manos Unidas de
Valencia, me contaba de un viaje realizado a Camboya como medio de formación, y
hielan los dramas que narra.
Pero en estas líneas yo querría escribir sobre África, un
continente en el que los padecimientos son enormes en temas elementales de
salud, educación, vivienda, alimentación, es decir asuntos primarios vitales.
Hay muchas buenas iniciativas para ayudar a ese continente. Por razones que
diré, hay una que yo tengo muy dentro del corazón, pero antes recordaré unas
palabras escritas por Benedicto XVI en su obra "Jesús de Nazaret". Al
considerar la parábola del Buen Samaritano, después de una serie de
reflexiones, escribe que "los pueblos explotados y saqueados de África nos
conciernen"... "En lugar de darles a Dios, el Dios cercano a nosotros
en Cristo, y aceptar de sus propias tradiciones lo que tiene valor y grandeza,
y perfeccionarlo, les hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que
sólo importa el poder y las ganancias". Doble explotación, por tanto, de
esos pueblos: han sido saqueados y les damos a cambio la estafa de un mundo
cínico, sin Dios. Fuertes fueron también las palabras del Papa Francisco sobre
los sucesos continuos de los emigrantes que llegan a Lampedusa.
Ahora voy a Harambee que en lengua swahili significa
precisamente "todos a una". Esta iniciativa corresponde al Venerable
Álvaro del Portillo que pronto será beatificado. La puso en marcha su sucesor
como prelado del Opus Dei con ocasión de la canonización de San Josemaría. Poco
a poco sus recursos han ido creciendo por todo el mundo y va pudiendo ayudar a
tareas realizadas en África por el Opus Dei y por otras instituciones.
Los días 5 y 6 de noviembre visitará Valencia la doctora
congoleña Celine Teudobi del hospital Monkole de Kinsasha, que ha recibido en
el año actual el premio Harambeee a la Promoción e Igualdad de la Mujer
Africana. Con su experiencia profesional, que busca hacer de África un
continente mejor, se dedicará en esos dos días a sensibilizar algunos centros
educativos sobre los problemas africanos, mostrándoles cuánta gente buena
trabaja para que las condiciones de vida en estos países puedan mejorar de modo
que no tengan necesidad de desarraigarse habiendo de marchar a otros lugares en
tantas ocasiones con riesgo de la propia vida.
Posteriormente, el 23 de noviembre, en la sala Maestro
Rodrigo del Palau de la Música, tendrá lugar el tradicional concierto benéfico
de Harambee-Valencia. Correrá a cargo del barítono Carlos López Galarza y la
pianista Husan Park. Son ya muchos los valencianos en esta tarea de ir todos a
una por África. Hay que resaltar que son también numerosos los mismos africanos
que luchan por la mejora del continente aun cuando pudieran tener una vida más
regalada en países europeos en los que han estudiado o en donde han ejercido un
tiempo su profesión. Este es el caso de la premiada este año que, ya en su
época de estudiante, dedicaba su tiempo libre a enseñar a leer y a escribir a
mujeres de "una zona muy pobre, donde las mujeres no saben nada -son sus
propias palabras- y así no pueden prosperar; les enseñábamos primeros auxilios,
a detectar las enfermedades infantiles, a tener higiene en la casa y con los
niños".
Verdaderamente, las almas grandes se forjan dándose a los
demás, descentrándonos de nosotros mismos -así dice el Papa- para centrarnos en
Dios y en las personas que nos rodean o incluso en las lejanas, como hacen quienes auxilian estas iniciativas con su
dinero, su trabajo, su tiempo, su ilusión. Pero lo más importante, es hacerlo
con el cariño revelador del buen deseo de salir a las periferias donde habita
el dolor no curado, la miseria no redimida, la incultura no sanada, el hambre
no saciada, la dolencia no mitigada. Y aún más allá, mostrar ese Dios
desconocido para muchos, cercano a nosotros en Cristo, tal vez cambiado por el
cinismo destructor de los valores morales, que ha convertido la corrupción y la
falta de escrúpulos en el poder en algo natural. Ojalá que lo natural sea este "todos
a una" que no mata a nadie, sino que da vida.
¿Me siento preparado para morir en este momento?
La muerte, maestra
de vida II. La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se
pisotean. ¿Qué es para ti?
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Nos vamos a fijar ahora en los
efectos que produce la muerte. Recordemos serenamente, fríamente lo que hace
con nosotros la muerte.
En primer lugar, la muerte te separa de todo, es un adiós a los honores, a la familia, a los amigos, amigas, a las riquezas, es un adiós a todo. Por eso, si un día tengo que separarme a la fuerza de todo, es absurdo apegarme desordenadamente a tantas cosas. Cuanto más apegado estés, más doloroso será el desgarrón. El ideal es vivir tan desprendido que, cuando llegue la muerte, tenga poco que hacer. Pero lo más importante es que la muerte determina lo que será mi eternidad. Como el fotógrafo fija un momento concreto en una placa, así la muerte fija las posiciones del alma, y del lado que cayeres, izquierdo o derecho, así permanecerás toda la eternidad. Ya no se podrá cambiar nada. Aunque hubiera una sola posibilidad entre cien de morir mal, habría que tener mucho cuidado. Tratándose del asunto más importante de mi existencia, no puedo andar con probabilidades, sino con certezas. La máximas seguridades son pocas. Ninguno de nosotros está confirmado en gracia, ninguno de nosotros puede afirmar que no se perderá eternamente, ningún santo estuvo seguro de ello durante su vida. Mi situación a la hora de morir quedará eternamente fija, no podrá ya cambiar: me salvé, no me salvé. Será para siempre. La muerte, en tercer lugar, cierra el tiempo de hacer méritos. Después que el árbitro toca para finalizar el encuentro de fútbol, no valen las jugadas ni los goles, se ganó o se perdió. Lo que señala el marcador es lo que queda. Si a la hora de mi muerte he ganado pocos méritos, con esos pocos méritos me quedaré para la eternidad. Quedará solo el lamentarse por no haber aprovechado mejor la vida, la única vida que tenía. Tú te preparas para un examen, te arreglas para una fiesta. Para el momento del cual depende toda tu eternidad...¿te preparas? ¿Estás preparado en este momento? ¿Estás preparado siempre, o, al menos, casi siempre? ¿Podría morirme tranquilamente este día? Si no, ¿por qué? ¿Me siento preparado para dar ese paso? es decir, ¿he llenado mí vida hasta este momento? Conviene no dejar pasar un solo día sin llenarlo de algo grande y bueno, de méritos, porque, de la misma manera que se me han ido de la mano tantos días vacíos o casi vacíos, se me irán en lo sucesivo, si es que no pongo un remedio eficaz. Pero, "hay tiempo todavía, no hay por qué preocuparse ahora". Eso parecería lógico, el no preocuparse, si se supiera el día y la hora. Pero no lo sabes. ¿Quién te asegura que no anda lejos.? "Ya me prepararé cuando llegue la hora..." Creo que esto es absurdo, porque hay muertes fulminantes, imprevistas, como la de los accidentes, las repentinas, etc. Hay muchas muertes en que el interesado ni se da cuenta. Y, aunque me quedase mucha vida por delante, y conociese el día de mí muerte, sería imperdonable y estúpido vivir de cualquier manera, porque sería echar a perder esa vida. ¿Qué caso tiene echar a perder toda la vida, menos los últimos días o momentos? ¿La vida es para eso? Tenemos una eternidad para descansar y una vida bien breve para trabajar y hacer méritos. Anticipar las vacaciones no es bueno, porque salimos perdiendo. Si la muerte cierra el tiempo de merecer, entonces, mientras tenemos tiempo por delante, habrá que aprovecharlo y no dejarlo ir de las manos. ¡Qué poco apreciamos la vida!. Nos damos cuenta verdaderamente de lo que vale la vida en una enfermedad. Dicen muchos que el tiempo es dinero. Que se queden con el dinero. Que es placer. Que aprovechen. Para otros el tiempo es Reino de Dios, es cielo, es eternidad feliz... ¿Qué escoges tú? ¿Qué es para ti la vida y el tiempo? La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se pisotean. Al ver cómo viven muchos hombres, uno debe creer que odian la vida y prefieren la muerte.
Autor: P Mariano de Blas LC.
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domingo, 3 de noviembre de 2013
¿Y si hoy fuera el último día de mi vida?
La muerte maestra de
vida I. A la luz de este último día, debemos analizar las decisiones grandes
y pequeñas de la vida.
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No pretendemos asustar a nadie, al
hablar de la muerte. Vamos a considerarla como maestra de vida, vamos a
decirle que nos enseñe a vivir. Será una maestra severa, pero nos dice la
verdad. Aunque sólo fuera para que no nos ocurra aquello de: ¨cuando pude cambiar
todo, arreglar todo, no quise hacerlo; y, ahora que quiero, ya no
puedo".
Vivir como si fuera hoy el último día de mi vida, es una fantástica forma de
vivir. A la luz de este último día debiéramos analizar todas las decisiones
grandes y pequeñas de la vida. Ahora nos engañamos, hacemos cosas que no nos
perdonaremos a la hora de la muerte. Simplemente analiza esto: Si hoy fuera
el último día; ¿qué pensarías de muchas cosas que has hecho hasta el día de
hoy? En ese último día pensarás de una forma tan radicalmente distinta del
mundo, de Dios, de la eternidad, de los valores de esta vida.
Si nosotros no pensamos en la muerte, ella sí piensa en nosotros. Dios nos ha
dado a cada uno un cierto número de años, y, desde el día que nacemos,
comienza a caminar el reloj de nuestra vida, el que va a contar uno tras otro
todos los días, el que se parará el último día, el de nuestra muerte. Este
reloj está caminando en este momento. ¿Me encuentro en el comienzo, a la
mitad, cerca del final? ¿Quizá he recorrido ya la mitad del camino?
Si alguna vez he visto morir a una persona, debo pensar que por ese trance
tengo que pasar yo también. La muerte no respeta categorías de personas:
mueren los reyes, los jefes de estado, los jóvenes, los ricos y los pobres.
Como decía hermosamente el poeta latino Horacio: "La muerte golpea con
el mismo pie las chozas de los pobres y los palacios de los ricos".
Hay una fecha en el calendario, que sólo Dios conoce, no la conocemos
nosotros. La muerte no avisa, simplemente llega. Podemos morir en la cama, en
la carretera, de una enfermedad..., algunos hemos tenido accidentes serios;
pudimos habernos quedado ahí.
La muerte sorprende como ladrón, según la comparación puesta por el mismo
Cristo hablando de la muerte. No es que nos pongamos pesimistas. Él quería
que estuviéramos siempre preparados. Sus palabras exactas son: "Vigilad,
porque no sabéis el día ni la hora; a la hora que menos penséis, vendrá el
Hijo del Hombre". El ladrón no pasa normalmente tarjeta de visita; llega
cuando menos se piensa. Nadie de nosotros tenemos escrito en nuestra agenda:
"Tal día es la fecha de mi muerte y la semana anterior debo arreglar
todos mis asuntos, despedirme de mis familiares, para morir
cristianamente".
Si somos jóvenes, estamos convencidos de que no moriremos en la juventud; nos
sentimos con un gran optimismo vital: "No niego que voy a morir algún
día, pero ese día está muy lejano". Si es uno mayor, suele contestar:
"Me siento muy bien".
La experiencia nos demuestra que cada día mueren en el mundo alrededor de 200
mil personas. Entre ellos hay hombres y mujeres, jóvenes y viejos, y muchos
niños. Ningún momento más inoportuno para la cita con la muerte que un viaje
de bodas; y, sin embargo, varios han muerto así. Con 20 años en el corazón
parece imposible morir, y sin embargo, se muere también a los 20 años.
Recuerdo una persona que sacó su boleto de México a Monterrey y sólo caminó
15 kms.
Puesto que hemos de morir sin remedio, no luchemos contra la muerte sino a
favor de la vida. Si hemos de morir, que sea de amor y no de hastío.
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Autor:
P. Mariano de Blas LC
sábado, 2 de noviembre de 2013
EL DIA DE LOS DIFUNTOS
Un poco de historia
La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del
cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y
sacrificios por ellos.
Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin
embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto
alcance la salvación.
Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a
conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de
la gloria de Dios.
A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es
ofrecer la Santa Misa por los difuntos.
Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces
no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se
olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos.
Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que
se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la
tierra y aún no llegan al cielo.
La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las
limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más
corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No
dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras
plegarias por ellos".
Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también
hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo
interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser
fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.
Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido
que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del
Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos
indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por
sus pecados”. (CEC 1479)
Costumbres y tradiciones.
El altar de muertos
Es una costumbre mexicana relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los
indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre,
para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día
los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y
compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.
Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una
transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes,
para volar acompañando al Sol, cuando los dioses decidieran que habían
alcanzado cierto grado de perfección.
Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que
llamaban Mictlán, que significa “lugar de la muerte” o “residencia de los
muertos” para purificarse y seguir su camino.
Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban.
La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un
sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y
mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando
y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con
un jade que simbolizaba su corazón.
Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares
visitaban la urna donde estaban las cenizas del difunto y ponían alrededor el
tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían
permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la
tierra.
El difunto ese día se convertía en el "huésped ilustre" a quien había
de festejarse y agasajarse de la forma más atenta. Ponían también flores de
Cempazúchitl, que son de color anaranjado brillante, y las deshojaban formando
con los pétalos un camino hasta el templo para guiar al difunto en su camino de
regreso a Mictlán.
Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para
comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.
La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido
cristiano: El día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los
difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en
memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el
objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor
la oración.
El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la
muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el
paso a una nueva vida.
Cada uno de los familiares lleva una ofrenda al difunto que se pone también
sobre el altar. Estas ofrendas consisten en alimentos o cosas que le gustaban
al difunto: dulce de calabaza, dulces de leche, pan, flores. Estas ofrendas
simbolizan las oraciones y sacrificios que los parientes ofrecerán por la
salvación del difunto.
Los aztecas fabricaban calaveras de barro o piedra y las ponían cerca del altar
de muertos para tranquilizar al dios de la muerte. Los misioneros, en vez de
prohibirles esta costumbre pagana, les enseñaron a fabricar calaveras de azúcar
como símbolo de la dulzura de la muerte para el que ha sido fiel a Dios.
El camino de flores de cempazúchitl, ahora se dirige hacia una imágen de la
Virgen María o de Jesucristo, con la finalidad de señalar al difunto el único
camino para llegar al cielo.
El agua que se pone sobre el altar simboliza las oraciones que pueden calmar la
sed de las ánimas del purgatorio y representa la fuente de la vida; la sal
simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza
para la conservación; el incienso tiene la función de alejar al demonio; las
veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; el fuego simboliza
la purificación.
Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones por
los muertos en los que señalaran con claridad el tipo de gracias que ellos
pedían para el muerto de acuerdo a los defectos o virtudes que hubiera demostrado
a lo largo de su vida.
Estas oraciones se recitaban frente al altar y después se ponían encima de él.
Con el tiempo esta costumbre fue cambiando y ahora se escriben versos llamados
“calaveras” en los que, con ironía, picardía y gracia, hablan de la muerte.
La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres “estadios”
de la Iglesia:
1) La Iglesia Purgante, conformada por todas las almas que se
encuentran en el purgatorio, es decir aquéllas personas que no murieron en
pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que
puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos, a los que
se acostumbra colocar las diferentes bebidas y comidas que disfrutaban en vida.
2) La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan
de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de
santos.
3) La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos
en la tierra, y somos los que ponemos la ofrenda.
En algunos lugares de México, la celebración de los fieles difuntos consta de
tres días: el primer día para los niños y las niñas; el segundo para los
adultos; y el tercero lo dedican a quitar el altar y comer todo lo que hay en
éste. A los adultos y a los niños se les pone diferente tipo de comida.
Cuida tu fe
Halloween o la noche de brujas:
Halloween significa “Víspera santa” y se celebra el 31 de Octubre. Esta
costumbre proviene de los celtas que vivieron en Francia, España y las Islas
Británicas.
Ellos prendían hogueras la primera luna llena de Noviembre para ahuyentar a los
espíritus e incluso algunos se disfrazaban de fantasmas o duendes para
espantarlos haciéndoles creer que ellos también eran espíritus.
Podría distraernos de la oración del día de todos los santos y de los difuntos.
Se ha convertido en una fiesta muy atractiva con disfraces, dulces, trucos,
diversiones que nos llaman mucho la atención.
Puede llegar a pasar que se nos olvide lo realmente importante, es decir, el
sentido espiritual de estos días.
Si quieres participar en el Halloween y pedir dulces, disfrazarte y divertirte,
Cuídate de no caer en las prácticas anticristianas que esta tradición promueve
y no se te olvide antes rezar por los muertos y a los santos.
Debemos vivir el verdadero sentido de la fiesta y no sólo quedarnos en la parte
exterior. Aprovechar el festejo para crecer en nuestra vida espiritual.
Algo que no debes olvidar
La Iglesia ha querido instituir un día que se dedique especialmente a orar por
aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
Los vivos podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e
indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación.
La Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo
entre el 1 y el 8 de noviembre, podemos abreviar el estado de purificación en
el purgatorio.
Oración
Que las almas de los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Así
sea.
jueves, 31 de octubre de 2013
Fiesta de Todos los Santos
Fiesta de Todos los
Santos
Este día se celebran a todos los millones de personas que
han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel
que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son
por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.
Comunión de los santos
La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la
vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus
escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de
aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa
que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros
ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos
rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que
el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir
todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido
que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir
su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.
Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha
llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la
cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias
extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos
para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos
obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo;
el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la
santidad y poner los medios para lograrlo:
¿Como alcanzar la santidad?
- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y
largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.
Un poco de historia
La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la
comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la
muerte de su santo obispo Policarpo,
en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general.
Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana
veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una
celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas,
haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de
los mártires
La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de
los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano,
la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.
Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados
Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el
que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por
la Iglesia.
Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto
de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable
sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del
asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio
corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas
de cárcel por Cristo.
Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas
personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo.
Entre estos, están san Antonio (356)
en Egipto y san Hilarión (371)
en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres
consagradas a Cristo.
Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del
santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos
Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para
poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar
errores y exageraciones.
El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:
Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica
las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran
santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los
santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de
santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.);
se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento
al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal
(santos de todos los continentes y no sólo de algunos).
Categorías de culto católico
Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir
servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno
y externo que se rinde sólo a Dios.
- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor,
servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los
bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este
es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque
creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los
adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos
con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que
representa.
- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen
María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad
como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la
oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.
Autor:
Tere Fernández
María... ahora y en la hora de nuestra muerte...
María, Madre de
Misericordia está cerca de nosotros siempre.
|
Madre... hoy necesito
preguntarte acerca de las almas del purgatorio.
- Bien hija. ¿Qué es lo que quieres
saber, exactamente?- contestas a mi alma desde tu suave imagen de
Luján.
En la parroquia de mi barrio sólo escucho un sereno silencio. Un momento más
y comenzará la Santa Misa...
- Madre, es tan grande mi ignorancia que ni siquiera sé que preguntarte.
- Mira, antes de responderte quiero
que te respondas a ti misma una pregunta. ¿Mueve tu corazón la curiosidad o
el amor?
- Quiero que sea el amor, Señora mía ¡Ayúdame a que sea el amor!...
- Tus palabras alegran mi corazón.
Me preguntas acerca de las almas del purgatorio. Te propongo que cierres los
ojos y vengas conmigo.
- ¿Adónde Madre?
- A un lugar donde es grande la pena
y larga la espera.
Mi imaginación dibuja, entonces, un sitio triste, solitario... en semipenumbras.
Como un grande y profundo valle al que no puedo bajar. María permanece a mi
lado. Desde una especie de acantilado diviso, en el fondo del valle,
tantísimas almas suplicantes.
La Misa comienza en la Parroquia. Quiero oírla a tu lado, Madre. Pero necesito
preguntar:
- Señora, nada soy y nada valgo. Ningún mérito tengo para pedirte ¡Oh Madre
de Misericordia! ¿Puede mi nada hacer algo para aliviar el gran sufrimiento
de estas almas?
Me miras con infinita ternura. Te acercas a mi corazón y tomas de él algo que
parece una cadena.
- Pero ¿De dónde sacas esos eslabones, María?
- Esta cadena, hija mía, es la que
has construido con tus oraciones de hoy.
Ella se acerca al borde del acantilado y arroja un extremo de la cadena
pero... resulta demasiado corta para llegar, siquiera, al alma más cercana.
Mis oraciones fueron tan apuradas, tan frías, tan débiles...
María camina ahora hacia una persona entre los bancos de la parroquia y toma
la cadena que brota de su corazón.
¡Oh, sí! Ésta sí que alcanza. La pobre alma logra asirse de ella y María
comienza a rescatarla. El alma a ascendido unos pasos cuando la cadena ¡Se
rompe! ¡Ay, Madre, se ha cortado! ¿Qué se hace ahora María?
Mi amadísima Madre no se rinde. Se dirige ahora a una señora mayor que sigue
la misa con devoción. Esta simple mujer diariamente reza el Santo Rosario en
la Parroquia. También se preocupa de estar en estado de gracia, confesando
asiduamente, ora por el Santo Padre y no tiene afecto alguno al pecado. A
este último punto ella lo consigue a fuerza de gran lucha diaria con sus
naturales inclinaciones, pidiendo continuamente la asistencia del Señor,
quien la fortalece en la diaria Eucaristía.
María toma, delicadamente, el Rosario que pende de su cuello y con él, como
irrompible y eterna cadena ¡Rescata un alma!. ¡Santo Dios! ¡Jamás vi algo
semejante!¡Qué gratitud infinita la del alma liberada!¡Que exquisita es ahora
su belleza!
- Explícame, Madre, por caridad.
- Hija, lo que acabo de tomar del
alma de esa buena mujer, sencilla, callada y muchas veces inadvertida es,
sencillamente ¡Una indulgencia plenaria! ¡La indulgencia del Rosario!
- Entonces, ¡Oh Madre!¡Mira esa alma allí!¡Rescátala con ese Rosario!
- Ya no puedo hija, pues sólo se
puede ganar una indulgencia plenaria por día...
- Que pena, María, habrá que esperar, entonces, hasta mañana. Cuando ella
vuelva a rezar el Rosario y recibir la Eucaristía ¿Verdad?
- Si querida, pero no debería darte
pena tener que esperar. Más bien debería darte pena que yo no tenga otro
rosario, con las debidas condiciones, que me regalara una indulgencia
plenaria.
Allí, con profundo dolor por mis olvidos, me doy cuenta de que no tiene, mi
corazón, el Rosario que necesita María... ¿Cuánto tiempo me hubiese llevado
el rezarlo con devoción?¿Media hora, tal vez? ¡Oh alma mía! Te vas tras
tantas preocupaciones vanas y descuidas las cosas eternas.
- Mi querida, tan grande es la
misericordia de Dios que no sólo con el rezo del Rosario un alma puede ganar
indulgencias. Puedes ganarlas plenarias o parciales, es decir, puedes
alcanzar la remisión total o parcial de las penas debidas por los pecados de
un alma, la tuya o la de un difunto, mas no la de otra persona que aún camina
en la tierra.
- Dime, Madrecita dulce, de qué otras maneras puedo regalarte cadenas largas
y fuertes para que tú, entre tus piadosas manos, las tornes santas y eternas.
- Veamos ¿Recuerdas la enseñanza de
Jesús? "El que busca encuentra"... Busca hija, tómate el trabajo de
averiguar, habla con tu párroco. Hallarás lo que buscas si media de tu parte voluntad
y esfuerzo.
Se acerca la hora de la consagración. El coro de la parroquia canta ¡Santo,
Santo, Santo!. Miro a esas pobres almas angustiadas en el fondo del valle.
Sus miradas me dicen ¡Canta, hermana, canta fuerte!¡Canta por nosotras!¡Canta
por todas las veces que no supimos hacerlo!
Canto entre lágrimas... canto por ellas...
Voy a recibir la Eucaristía. Vuelvo mis ojos al fondo del valle. ¡Qué
miradas! ¡Cómo quisieran ellas estar, por un segundo, en mi sitio... a
escasos metros del Santísimo!
Pobres almas, tantas veces olvidadas por mi corazón.
Si tan sólo pudiera, ahora, hacer algo por aliviar sus penas...
- Puedes... puedes, hermana.. -Claman a mi corazón las benditas almas del
Purgatorio- Al menos escribe de nuestra espera y nuestra angustia por no
poder llegar aún a la presencia del Padre. Escribe acerca de cadenas que se
cortan y de cadenas que liberan. Pide a María, Madre de Misericordia, que tus
letras lleguen a las almas de los hermanos. Pide que ellos sientan compasión
de nosotras y nos alivien con sus oraciones y limosnas en nuestro nombre.
Quizás esas almas hagan por nosotras todo lo que querrían que hicieran por
ellas cuando mueran.
Así lo hice. Ya está escrito. Entre tus manos queda, Madre. Ahora rezaré el
Rosario. Pido a Dios que los eslabones que broten de mi alma no defrauden las
esperanzas de mi Reina y Señora.
NOTA:
"Estos relatos sobre María
Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento
por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos
sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El
mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones
parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención
sobrenatural alguna."
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Autor: María
Susana Ratero
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