"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 6 de noviembre de 2012

Qué es el amor.

El amor, con todas sus variantes e infinitas posibilidades, es algo que se experimenta y, a la vez, algo que sobreviene y se apodera de uno como un hechizo. Es una conmoción, una actitud de entrega y de donación que se olvida de sí misma, que no busca las cosas propias. Es una inclinación que puede tener como objeto a Dios, a otras personas –al amigo, a la amada, al hijo o, incluso, al desconocido que necesita nuestra ayuda- como también los múltiples y heterogéneos bienes de la Vida –como el deporte, la ciencia, la música, etc. El amor es, en fin, idéntico a Dios, pues Dios es amor.

El amor no es simplemente una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno se encuentra si tiene suerte, aunque la mayoría de las personas cree lo contrario. Casi todo el mundo está sediento de amor; ven innumerables películas basadas en historias de “amor”, escuchan centenares de canciones triviales que hablan de amor y, sin embargo, casi nadie sabe que el amor únicamente surge de la vida espiritual y que siempre hay algo que aprender acerca del amor.

Para la mayoría de las personas, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar. De ahí que para ellas el problema sea cómo lograr que se las ame, cómo ser dignas de amor. Para alcanzar este objetivo, el ser humano sigue los más variados caminos, caminos que no son, precisamente, el espiritual.

Se cree que “amar” es sencillo, y lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar o para ser amado por él. Casi todas las personas aspiran a encontrar un “amor romántico”, a tener una experiencia personal del amor y unirse con la persona “amada”. En relación con esto, es necesario reflexionar sobre el hecho que toda esta cultura está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable. Muchos basan su felicidad en excitarse contemplando los aparadores de las tiendas y en comprar todo lo que pueden, y consideran a las demás personas de forma similar. Un hombre o una mujer atractivos son los premios que se desea conseguir. “Atractivo” significa normalmente un buen conjunto de cualidades que son populares y por las cuales hay demanda en el mercado del amor. Las características concretas que hacen atractiva a una persona dependen de la moda de la época.

La sensación de enamorarse sólo se desarrolla con respecto a las mercaderías humanas que se encuentran dentro de las propias posibilidades de intercambio. Se quiere hacer un buen negocio, por lo que el objeto debe ser deseable desde el punto de vista de su valor social y, al mismo tiempo, uno debe resultar deseable, teniendo en cuenta sus propios valores y capacidades. De este modo, dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, dentro de los límites impuestos por sus propios valores de intercambio. En una civilización materialista, en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo.

Existe una verdadera confusión entre la experiencia inicial de “enamorarse” y la situación permanente de vivir enamorado. Si dos personas que son desconocidas la una para la otra, como lo somos todos, dejan caer de pronto las barreras que las separan, y se sienten cercanas, se sienten uno, ese momento de unidad constituye uno de los más altos estimulantes y excitantes de la Vida. Y esto resulta aún más maravilloso y milagroso para aquellas personas que han vivido encerradas, aisladas, sin amor. Ese milagro de súbita intimidad suele verse facilitado si se combina o inicia con la atracción sexual y su consumación. Sin embargo, este tipo de “amor” es, por su misma naturaleza, inmaduro y poco duradero. Las dos personas llegan a conocerse bien y su intimidad pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones y su aburrimiento mutuo terminan por matar lo que pueda quedar de excitación inicial. No obstante, al comienzo o no saben todo esto o no reparan en ello, y consideran la intensidad del apasionamiento, ese estar “locos” el uno por el otro, como una prueba de la intensidad de su “amor”, cuando sólo muestra el grado de su soledad anterior.

Es imposible amar de verdad si el amor no surge desde la espiritualidad, pero prevalece la idea de que amar es fácil, que no tiene nada que ver con la vida espiritual y que no se necesita ser consciente, conocer, aprender y obrar adecuadamente para amar bien. Y esto a pesar de las abrumadoras y terribles pruebas que indican lo contrario. Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor. Si ello ocurriera con cualquier otra actividad, todos trabajarían por conocer los motivos del fracaso y por corregir sus errores o renunciaría a la actividad. Como esto último es imposible en el caso del amor, sólo parece haber una forma adecuada para superar el fracaso del amor, y esta es examinar las causas de tal fracaso y reflexionar sobre el verdadero significado del amor. El primer paso que debemos dar es ser conscientes que el amor nace de una vida espiritual, del mismo modo que de ella surge todo bien y virtud.

Amar es dar. Normalmente se supone que dar significa “renunciar”, privarse de algo y sacrificarse. La persona inmadura experimenta de esa manera el acto de dar. El carácter mercantil está dispuesto a dar, pero sólo a cambio de recibir; para él, dar sin recibir significa una estafa. El dar se vive entonces como un empobrecimiento, por lo que la gente se niega generalmente a hacerlo. Otras personas, que se consideran religiosas, hacen de dar una virtud, en el sentido de un sacrificio. Sienten que, puesto que es doloroso, se debe dar, y creen que la virtud de dar se encuentra en el acto mismo de aceptación del sacrificio. Para ellas, la norma de que es mejor dar que recibir significa que es mejor sufrir una privación que experimentar una alegría.

Pero, para la persona espiritual, el acto de dar posee un significado totalmente distinto, pues ésta se encuentra siempre dentro del ámbito de la consciencia y del obrar apropiado. Para ella, dar constituye la más alta expresión de potencia. En el acto mismo de dar ella experimenta su fuerza, su riqueza y su poder. Esta experiencia de vitalidad y de potencia exaltada la llena de dicha. Se experimenta sí misma como desbordante, pródiga, viva y, por tanto, dichosa. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar se encuentra la expresión de la Vida.

No es rico quien tiene mucho, sino el que da mucho. El avaro que se preocupa angustiosamente por la posible pérdida de algo es, desde el punto de vista psicológico, un ser humano indigente y empobrecido, por mucho que posea. Quien es capaz de dar de sí es rico. Se siente a sí mismo como alguien que puede entregar a los demás algo de sí. Pero no sólo en lo que atañe al amor dar significa recibir. En la medida que las personas se tratan espiritualmente reciben al dar, por ejemplo, el maestro aprende de sus alumnos, el auditorio estimula al actor y el paciente cura a su psicoanalista.

Sólo una persona privada de las necesidades elementales para la subsistencia sería incapaz de gozar con el acto de dar cosas materiales. Sin embargo, muchas veces las dimensiones más importantes del dar no se encuentran en el plano de las cosas materiales, sino en las sutiles. Una persona puede dar a otra de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en ella –da de su alegría, de su atención, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor-, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en ella. Al dar así de su vida enriquece a la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir, aunque dar de por sí es para la persona espiritual una dicha exquisita. Pero, al dar, no puede dejar de llevar a la Vida algo en la otra persona, y eso que nace a la Vida se refleja a su vez sobre ella misma. Cuando da no puede dejar de recibir lo que se le da a cambio. Dar implica hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. Algo nace en el acto de dar, y las dos personas involucradas se sienten agradecidas a la Vida que nace para ambas. El amor es un poder que produce amor.

La capacidad de amar como acto de dar depende del desarrollo espiritual de la persona. Vivir espiritualmente supone superar la dependencia, la omnipotencia narcisista, el deseo de explotar a los demás, o de acumular, y confía en su propia capacidad y coraje para ser consciente y obrar adecuadamente. En la misma medida en que un ser humano carece de estas virtudes tiene miedo de darse, y, por lo tanto, de amar.

En todos los casos imaginables del amor, amar quiere decir aprobar. Amar algo o a alguna persona significa dar por bueno, llamar bueno a ese algo o a ese alguien, es sentir con toda la intensidad del corazón que es bueno que exista, que es maravilloso que esté en el mundo.

El amor también implica cuidado. Esto es especialmente evidente en el amor de una madre por sus hijos. Ninguna declaración de amor por su parte nos parecería sincera si viéramos que descuida al niño, si deja de alimentarlo, de bañarlo, de proporcionarle bienestar físico. Lo mismo ocurre con el amor a los animales y a las flores. Si alguien nos dijera que ama a las plantas, pero viéramos que se olvida de regarlas, no creeríamos en su “amor” a las plantas. El amor es responsabilidad por la Vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta este tipo genuino de preocupación, no hay amor. La esencia del amor es trabajar por algo y hacerlo crecer. Amor y trabajo son inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja, y se trabaja por lo que se ama.

El cuidado y la sana preocupación activa implican otro aspecto del amor, el de la responsabilidad. Hoy en día suele usarse ese término para indicar un deber, algo impuesto desde el exterior. Pero la responsabilidad, en su sentido espiritual, es un acto enteramente voluntario, y constituye la respuesta de una persona a las necesidades, expresadas o no, de otra persona. Ser responsable significa estar listo y dispuesto a responder. La persona que ama responde. La vida de las demás personas no es sólo un asunto de ellas, sino propio. Se siente tan responsable por sus semejantes como de sí misma. Esta responsabilidad atañe siempre a las necesidades que presenten las demás personas desde los diferentes planos en que se componen –físico, emocional y mental.

La responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y posesividad si no fuera por el respeto. Respeto no significa temor y sumisa reverencia. Respeto es la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener consciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse de una manera sana y activa, por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia de explotación. Respeto es querer que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que le es propia, y no para servirle a uno. Si amamos a la otra persona nos sentimos uno con ella, pero con ella tal cual es, no como uno “necesita” que sea, como un objeto para su uso.

Es obvio que el respeto sólo es posible si uno vive espiritualmente, si es libre y puede caminar sin muletas, y no tiene que dominar ni explotar a nadie. El verdadero respeto sólo existe sobre la base de la espiritualidad y de la libertad, nunca de la dominación. El verdadero amante busca el bien de la persona amada, lo que requiere especialmente la liberación y la libertad de ésta con respecto del amante.

Respetar a una persona sin conocerla es imposible; el cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guiara el conocimiento. El conocimiento sería vacío si no lo motivara la sana preocupación. Hay muchos niveles de conocimiento. El conocimiento que constituye un aspecto del amor no se detiene en la periferia, sino que penetra hasta el núcleo. Sólo es posible cuando se trasciende la preocupación por uno mismo y ve a la otra persona tal como es. Podemos saber, por ejemplo, que una persona está encolerizada, aunque no lo demuestre abiertamente. Pero podemos llegar a conocerla aún más profundamente; sabemos que está angustiada e inquieta, que se siente sola, que se siente culpable. Sabemos entonces que su cólera no es más que la manifestación de algo más profundo, y la vemos no como una persona enojada, sino como una persona que sufre.

Amar significa que otro ser vive en el propio interior. El amor es una presencia viva, es sentirse otro y que otro es uno. El amor es estar vacío de uno mismo y lleno de otro. El amor quiere el bien, quiere lo mejor, hace el bien y es el bien. Pero el acto más grande de amor no es un acto de servicio, sino un acto de contemplación. Si ayudamos a alguien podemos aliviar su sufrimiento, pero cuando lo vemos como verdaderamente es le transformamos. No podemos amar lo que no vemos, lo que no podemos ver de un modo nuevo y descubrir constantemente.

Volver a enseñar a una cosa su encanto es la naturaleza del amor. A través del amor cualquier ser y cualquier cosa puede de nuevo florecer por dentro. Cuando se recobra el conocimiento del propio encanto y el de las demás personas, la propia fuerza interior surge de un modo natural y bello.

Las personas florecen cuando se sienten amadas. El capullo de una flor simboliza todas las cosas, incluso aquellas que no florecen por fuera, pues todo en la vida florece por dentro, en virtud de su fuerza interior. El amor impulsa a volver a enseñar todos los días a las cosas y a las personas su propio encanto, empuja a poner una mano en la flor y volver a explicarle con las palabras y el tacto que es encantadora, para que florezca de nuevo, gracias a su propia fuerza interior.

La cualidad por la que volvemos a enseñar a una cosa su encanto es uno de los mayores atributos del amor. Mirar a las personas y comunicarles que son queridas, y que pueden amar es proporcionarles un inmenso don. Significa también un regalo para nosotros mismos al comprobar que somos uno con toda la Vida. El amor une a todos los seres, es el factor que cohesiona toda la existencia. Cuando una persona experimenta ira, su corazón se vuelve insensible y se cree separada del resto de los seres. Del mismo modo, la fuerza del amor nos permite ser conscientes de la Unidad que formamos nosotros mismos con todos los seres. La belleza de esta verdad es tal que ser consciente de una persona e inducir a su corazón al conocimiento y al amor, aunque sólo sea por el tiempo que dure el chasquido de unos dedos, la convierte en un ser verdaderamente espiritual.

El amor es la única ley que rige el Universo. Él mueve el sol y las demás estrellas porque es la ley de la cohesión que une todas las cosas. La materia de la que está hecho el Universo es amor, todo cuerpo en el Universo ejerce una fuerza de atracción sobre todo otro cuerpo. Cada partícula de materia en el Universo atrae a toda otra partícula de materia. Aunque dos cuerpos estén en el vacío absoluto, sin que haya ninguna conexión entre ellos, se atraen intensamente. El amor es estar juntos, y el amor es nuestra única dicha. La fuerza del amor verdadero nos integra a toda la Creación. El amor nos une a todo, es la fuerza que cohesiona a todo el Universo. Y sólo el amor hace de nosotros seres verdaderamente espirituales.

lunes, 5 de noviembre de 2012

UN RATO DE LIBERTAD


¿Qué haría si se me concediese ahora un poco de tiempo libre? ¿Qué ideas ocuparían mi mente? ¿Qué deseos surgirían en mi corazón? ¿Qué planes y proyectos?
Las prisas cubren nuestras vidas. Tenemos mil cosas que hacer en cada instante. Sentimos por momentos agobios que asfixian. Buscamos entonces pequeños oasis de libertad para serenar el alma.

En otras ocasiones vivimos más serenos, tocamos instantes de paz. Nadie nos pide acciones urgentes. Nadie nos interpela sobre lo que hagamos o dejemos de hacer. Tenemos ante nosotros tiempo disponible para ocuparlo solo en aquello que deseamos desde lo más íntimo del alma.

Si encuentro un rato de libertad, ¿qué viene a mi mente y a mi corazón? ¿Qué escojo si la decisión de lo que voy a hacer depende por completo de mí?

Habrá quien tome un libro y empiece a leer una novela tantas veces programada y dejada una y otra vez para más tarde. Otro buscará en Internet una música que le hará volver a su infancia. Otro abrirá el armario de los recuerdos y releerá cartas y cartas de familiares y amigos. En la era electrónica, más de uno buceará en la famosa carpeta de "asuntos pendientes" que lleva demasiado tiempo sin ser "desempolvada".

Un cristiano, un seguidor de Jesucristo, ¿qué desearía hacer si contase con un rato de libertad? Sería hermoso que pensase en su Amigo, que dedicase algo de tiempo a la oración, que abriese una Biblia y pudiera releer palabras que Dios ofrece a los hombres. De este modo, recordaría "lo único necesario", lo que vale la pena más allá de las prisas de nuestro mundo desquiciado.

También sería "lógico" que un cristiano, en un rato de libertad, mirase a su alrededor y dedicase lo mejor de esos instantes "libres" para ayudar al hambriento, al sediento, a quien busca un poco de consuelo y de esperanza.

Yo, ¿qué haría si se me concediese ahora un poco de tiempo libre? ¿Qué ideas ocuparían mi mente inquieta? ¿Qué deseos surgirían en mi corazón? ¿Qué planes y proyectos nacerían desde mi voluntad?

Si tuviese un rato de libertad... Tal vez sea difícil encontrar momentos así, disponibles para llevar a cabo lo que más anhela mi alma. Pero si llegase un momento así, desvelaría dimensiones profundas de mi vida que no aparecen por culpa de las prisas que me agobian.

Sería triste si un rato de libertad me hiciera descubrir que vivo de modo egoísta, sin dejar espacio ni a Dios ni a mis hermanos. Sería hermoso si un momento así desvelase que en mi existencia Cristo no es sólo un nombre del pasado, sino un Amigo que me indica el Camino y que me invita a avanzar hacia la fe y hacia el amor sincero a los hermanos.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 4 de noviembre de 2012

NOVIEMBRE, MES PARA MEDITAR


Es el mes en que se habla de la muerte Jesús mio y... no nos gusta. No estamos preparados para ello y tan solo nos causa desasosiego.

El día está desapacible....soledad en la Capilla, la luz roja parpadea y tu estás ahí Señor... y yo como siempre estoy frente a ti y no se por qué tengo un sentimiento de melancolía...debe ser el mes de noviembre. Este mes que nos llena de recuerdos de los seres que ya no podemos ver, lugares vacíos, ecos de voces queridas ... que ya no oímos, siluetas y rostros que llevamos en nuestro corazón, pero...que ya no están.

Es el mes en que se habla de la muerte y los crepúsculos tienen una luz mortecina y el viento que va arrancando las hojas de los árboles nos habla de la proximidad del invierno. Si tuviera color le pondríamos un tono gris, serio y formal, con pinceladas de color cobre y oro....

Es el mes en que el pensamiento de la muerte nos pone inquietos pero solo por unos días pues pronto nos liberamos de este, para seguir, con alegría inconsciente, sumergiéndonos en el bullicio de la vida.

Pensar, meditar en la muerte no nos gusta. No estamos preparados para ello y tan solo nos causa desasosiego. Sabemos que algún día llegará... Tu, Jesús, nos dices: Velad, porque no sabeís ni el día ni la hora. Estad alerta, para no ser sorprendidos.

La muerte ha de llegar, eso no cabe duda, pero tu Señor, nos trajiste la esperanza de la resurrección. Creer en que vamos a resucitar es algo que nos aligera el alma y que en realidad no es la muerte sino una transformación de la propia vida.

Y San Pablo nos dice en su primera carta a los corintios: Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo andan diciendo algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?.Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que se durmieron

Esta fe es la que nos alimenta, Señor, y hace que tengamos una esperanza en esa muerte como la puerta hacia la otra vida, hacia la vida eterna.

Pero eso si, ese viaje a la eternidad nos obliga a tener listo "el equipaje", nos hace vivir día a día con el esfuerzo y la voluntad de ser mejores. No podemos despreciar el momento presente para obtener méritos que serán presentados ante tu Juicio, Señor.

Los seres queridos que se fueron nos impelen de mil formas y momentos a que preparemos "ese camino" y ese final de nuestra vida terrena, porque ellos ya saben que el gozo será infinito cuando traspasemos esa temida puerta de la muerte y podamos contemplar el rostro de tu amado Padre, el tuyo , el de tu Santísima Madre y también el de todos los que se nos adelantaron.

Mes de noviembre.... mes para meditar.
Autor: Ma Esther De Ariño

sábado, 3 de noviembre de 2012

MARÍA... AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE...


María, Madre de Misericordia está cerca de nosotros siempre.

Madre... hoy necesito preguntarte acerca de las almas del purgatorio.

- Bien hija. ¿Qué es lo que quieres saber, exactamente?- contestas a mi alma desde tu suave imagen de Luján.

En la parroquia de mi barrio sólo escucho un sereno silencio. Un momento más y comenzará la Santa Misa...
- Madre, es tan grande mi ignorancia que ni siquiera sé que preguntarte.

- Mira, antes de responderte quiero que te respondas a ti misma una pregunta. ¿Mueve tu corazón la curiosidad o el amor?

- Quiero que sea el amor, Señora mía ¡Ayúdame a que sea el amor!...

- Tus palabras alegran mi corazón. Me preguntas acerca de las almas del purgatorio. Te propongo que cierres los ojos y vengas conmigo.

- ¿Adónde Madre?

- A un lugar donde es grande la pena y larga la espera.

Mi imaginación dibuja, entonces, un sitio triste, solitario... en semipenumbras. Como un grande y profundo valle al que no puedo bajar. María permanece a mi lado. Desde una especie de acantilado diviso, en el fondo del valle, tantísimas almas suplicantes.
La Misa comienza en la Parroquia. Quiero oírla a tu lado, Madre. Pero necesito preguntar:
- Señora, nada soy y nada valgo. Ningún mérito tengo para pedirte ¡Oh Madre de Misericordia! ¿Puede mi nada hacer algo para aliviar el gran sufrimiento de estas almas?

Me miras con infinita ternura. Te acercas a mi corazón y tomas de él algo que parece una cadena.

- Pero ¿De dónde sacas esos eslabones, María?

- Esta cadena, hija mía, es la que has construido con tus oraciones de hoy.


Ella se acerca al borde del acantilado y arroja un extremo de la cadena pero... resulta demasiado corta para llegar, siquiera, al alma más cercana. Mis oraciones fueron tan apuradas, tan frías, tan débiles...
María camina ahora hacia una persona entre los bancos de la parroquia y toma la cadena que brota de su corazón.
¡Oh, sí! Ésta sí que alcanza. La pobre alma logra asirse de ella y María comienza a rescatarla. El alma a ascendido unos pasos cuando la cadena ¡Se rompe! ¡Ay, Madre, se ha cortado! ¿Qué se hace ahora María?
Mi amadísima Madre no se rinde. Se dirige ahora a una señora mayor que sigue la misa con devoción. Esta simple mujer diariamente reza el Santo Rosario en la Parroquia. También se preocupa de estar en estado de gracia, confesando asiduamente, ora por el Santo Padre y no tiene afecto alguno al pecado. A este último punto ella lo consigue a fuerza de gran lucha diaria con sus naturales inclinaciones, pidiendo continuamente la asistencia del Señor, quien la fortalece en la diaria Eucaristía.

María toma, delicadamente, el Rosario que pende de su cuello y con él, como irrompible y eterna cadena ¡Rescata un alma!. ¡Santo Dios! ¡Jamás vi algo semejante!¡Qué gratitud infinita la del alma liberada!¡Que exquisita es ahora su belleza!

- Explícame, Madre, por caridad.

- Hija, lo que acabo de tomar del alma de esa buena mujer, sencilla, callada y muchas veces inadvertida es, sencillamente ¡Una indulgencia plenaria! ¡La indulgencia del Rosario!

- Entonces, ¡Oh Madre!¡Mira esa alma allí!¡Rescátala con ese Rosario!

- Ya no puedo hija, pues sólo se puede ganar una indulgencia plenaria por día...

- Que pena, María, habrá que esperar, entonces, hasta mañana. Cuando ella vuelva a rezar el Rosario y recibir la Eucaristía ¿Verdad?

- Si querida, pero no debería darte pena tener que esperar. Más bien debería darte pena que yo no tenga otro rosario, con las debidas condiciones, que me regalara una indulgencia plenaria.

Allí, con profundo dolor por mis olvidos, me doy cuenta de que no tiene, mi corazón, el Rosario que necesita María... ¿Cuánto tiempo me hubiese llevado el rezarlo con devoción?¿Media hora, tal vez? ¡Oh alma mía! Te vas tras tantas preocupaciones vanas y descuidas las cosas eternas.

- Mi querida, tan grande es la misericordia de Dios que no sólo con el rezo del Rosario un alma puede ganar indulgencias. Puedes ganarlas plenarias o parciales, es decir, puedes alcanzar la remisión total o parcial de las penas debidas por los pecados de un alma, la tuya o la de un difunto, mas no la de otra persona que aún camina en la tierra.

- Dime, Madrecita dulce, de qué otras maneras puedo regalarte cadenas largas y fuertes para que tú, entre tus piadosas manos, las tornes santas y eternas.

- Veamos ¿Recuerdas la enseñanza de Jesús? “El que busca encuentra”... Busca hija, tómate el trabajo de averiguar, habla con tu párroco. Hallarás lo que buscas si media de tu parte voluntad y esfuerzo.

Se acerca la hora de la consagración. El coro de la parroquia canta ¡Santo, Santo, Santo!. Miro a esas pobres almas angustiadas en el fondo del valle. Sus miradas me dicen ¡Canta, hermana, canta fuerte!¡Canta por nosotras!¡Canta por todas las veces que no supimos hacerlo!
Canto entre lágrimas... canto por ellas...
Voy a recibir la Eucaristía. Vuelvo mis ojos al fondo del valle. ¡Qué miradas! ¡Cómo quisieran ellas estar, por un segundo, en mi sitio... a escasos metros del Santísimo!

Pobres almas, tantas veces olvidadas por mi corazón.
Si tan sólo pudiera, ahora, hacer algo por aliviar sus penas...
- Puedes... puedes, hermana.. -Claman a mi corazón las benditas almas del Purgatorio- Al menos escribe de nuestra espera y nuestra angustia por no poder llegar aún a la presencia del Padre. Escribe acerca de cadenas que se cortan y de cadenas que liberan. Pide a María, Madre de Misericordia, que tus letras lleguen a las almas de los hermanos. Pide que ellos sientan compasión de nosotras y nos alivien con sus oraciones y limosnas en nuestro nombre. Quizás esas almas hagan por nosotras todo lo que querrían que hicieran por ellas cuando mueran.

Así lo hice. Ya está escrito. Entre tus manos queda, Madre. Ahora rezaré el Rosario. Pido a Dios que los eslabones que broten de mi alma no defrauden las esperanzas de mi Reina y Señora.


NOTA:

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero.

viernes, 2 de noviembre de 2012

¿CÓMO SERÁ MI MUERTE?


La muerte, maestra de vida III. Si vives bien, morirás bien; si vives mediocremente, morirás como un mediocre; si vives santamente, no lo dudes, morirás como un santo.

Comencemos por decir hoy que hay muertes preciosas. Es una muerte maravillosa la de quien puede decir en ese momento: "He cumplido mi misión". Una muerte así es el comienzo de la vida verdadera. Es propiamente entonces cuando se nace. Por eso en el Martirologio, el libro donde se narra la vida de los santos y mártires, no se hace constar el día de su nacimiento, sino el de su muerte, como el verdadero día de su nacimiento, su "dies natalis".

La muerte para los buenos brilla como una estrella de esperanza. Sus frutos son la paz, el descanso, la vida. Con esta paz y serenidad murió Juan XXIII: "¡Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!.", decía en su lecho de muerte. Un muchacho decía a la hora de su muerte: "¡Qué bueno ha sido Dios conmigo, por haberme concedido vivir 17 años!"; y moría ofreciendo su vida por sus padres y por los que lo habían formado.

Otro decía: "No sé por qué lloran". Aquel joven moría pidiendo perdón a todos, incluso a su novia, pero la novia tuvo un gesto y unas palabras muy oportunas: "No tengo de qué perdonarte, y te lo digo delante del sacerdote, porque desde que te conocí soy más buena". ¿Lo podrías decir tú de tu novio o de tu novia?

Preguntémonos ahora la cosa más importante: ¿Cómo será mi muerte? He aquí lo importante, no el cuándo sino el cómo voy a morir. Es decir, en qué disposiciones. Aunque no podemos fijar el día, el lugar, la forma externa de morir, sí podemos fijar el cómo. Podemos preverlo: se muere según se vive. Si se vive bien, lo normal es que se muera bien; si se vive mal, lo normal es que se muera mal, si Dios no pone remedio. Si vivo bien, con su ayuda moriré bien; si vivo mediocremente, moriré como un mediocre; si vives santamente, no lo dudes, morirás como un santo.

Si desde hoy te decides a ser un buen hombre, seguro que morirás como un buen hombre, y nunca te arrepentirás; pero, si dejas ese asunto para más adelante, lo dejas para nunca. No se puede improvisar la hora de la muerte. Los dos ladrones que iban a morir, estaban al lado del Redentor, pero sólo uno de los dos compañeros de suplicio de Jesús se convirtió.

Comenta San Agustín: "Hubo un buen ladrón, para que nadie desespere; pero sólo uno, para que nadie presuma y se confíe". Hay que ser lógicos y aprovechar el tiempo. El que pasó, ya pasó, pero el que queda por delante hay que aprovecharlo con avaricia. Si muriera esta noche, ¿estaría preparado?; ¿tendría mis manos llenas, vacías o medio vacías? ¿Estaré preparado el día de mí muerte? Esta es la gran pregunta.

Podríamos terminar estas reflexiones con las palabras de un gran hombre, que todos los días medita sobre la muerte como maestra de vida: "Yo sé que toda la vida humana se gasta y se consume bien o mal, y no hay posible ahorro: los años son esos, y no más. Y la eternidad es lo que sigue a esta vida. Gastarnos por Dios y por amor a nuestros hermanos en Dios es lo razonable y seguro"

Según se vive, así se muere. Si esto es así: de los que viven santamente estamos seguros que morirán santamente. Pero de los que viven en pecado podemos estar seguros que morirán impenitentes.
Autor: P Mariano de Blas LC.

jueves, 1 de noviembre de 2012

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS


Celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. 1 de noviembre
Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.

Comunión de los santos

La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.

Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.

Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.

Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:

¿Como alcanzar la santidad?

- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.

Un poco de historia

La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires

La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.

Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.

Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.

Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.

Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.

El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:

Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos).

Categorías de culto católico

Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.

- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.

- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.
Autor: Tere Fernández.

miércoles, 31 de octubre de 2012

MECÁNICO DEL ALMA




Una vez iba un hombre en su auto por una larga y muy solitaria carretera cuando de pronto su auto comenzó a detenerse hasta quedar estático. El hombre bajó, lo revisó, trató de averiguar qué era lo que tenía.
Pensaba que pronto podría encontrar el desperfecto que tenía su auto pues hacía muchos años que lo conducía; sin embargo, después de mucho rato se dio cuenta de que no encontraba la falla del motor.
En ese momento apareció otro auto, del cual bajó un señor a ofrecerle ayuda. El dueño del primer auto dijo: Mira este es mi auto de toda la vida, lo conozco como la palma de mi mano. No creo que tú sin ser el dueño puedas o sepas hacer algo.
El otro hombre insistió con una cierta sonrisa, hasta que finalmente el primer hombre dijo:
Está bien, haz el intento, pero no creo que puedas, pues este es mi auto.
El segundo hombre echó manos a la obra y en pocos minutos encontró el daño que tenía el auto y lo pudo arrancar.
El primer hombre quedó atónito y preguntó: ¿Cómo pudiste arreglar el fallo si es MI auto?
El segundo hombre contestó: Verás, mi nombre es Felix Wankel... Yo inventé el motor rotativo que usa tu auto.
Cuántas veces decimos: Esta es MI vida; Este es MI destino, esta es MI casa... Déjenme a mí, sólo yo puedo resolver el problema!. Al enfrentarnos a los problemas y a los días difíciles creemos que nadie nos podrá ayudar pues "esta es MI vida".
Pero... Te voy a hacer unas preguntas:
¿Quién hizo la vida?
¿Quién hizo el tiempo?
¿Quién creó la familia?
Sólo aquel que es el autor de la vida y el amor, puede ayudarte cuando te quedes tirado en la carretera de la vida.
Te doy sus datos por si alguna vez necesitas un buen "mecánico":
Nombre del mecánico del alma: DIOS Dirección: El Cielo
Horario: 24 horas al día, 365 días al año por toda la eternidad
Garantía: Por todos los siglos
Respaldo: Eterno
Teléfono: No tiene. Pero basta con que pienses en Él con fe, además
de que esta línea no está nunca ocupada.

martes, 30 de octubre de 2012

DE MARÍA SIEMPRE HAY ALGO MÁS QUE DECIR


Las letanías del Rosario. Son alabanzas, piropos de amor, de ternura a María.

MADRE ADMIRABLE
De María nunca se dirá todo. No se puede. Siempre hay algo más que decir de hermoso, de dulce, de grande. Las letanías son un amable intento de decir todas las grandezas de María, pero se quedan cortas.
Admirable por sus privilegios: gentilezas de Dios para su Flor: Inmaculada es su nombre, lo que la distingue y la hace brillar en la noche del mundo. Admirable por su sencillez: Tan grande y tan chica. Con una mano toca a Dios Omnipotente y con otra a sus niños de la tierra. “He aquí la esclava del Señor”. Queremos conocer a la esclava más maravillosa del mundo. Sirve en los atrios del Señor. Nos han contado tantas cosas de su santidad, de su belleza. Dicen que sus manos son las más bellas y que las usa solamente para servir, para hacer el bien... Admirable como el paisaje que se mira y se vuelve a mirar y nunca se quiere dejar de contemplar, porque infunde alegría, ternura, admiración.
Oh Madre admirable, maravillosa...Todos los adjetivos se quedan chicos porque eres demasiado grande, santa y hermosa. Quiero mirarme en tus ojos purísimos, en ese océano de amor y pureza para que, por contagio, algo de Ti se pase a mí: algo de tu pujreza, de tu amor, de tu santidad.
Eres un paisaje que han admirado millones de seres antes que nosotros, y detrás de nosotros seguirán admirándote sin cansarse jamás. ¿¡Qué tienes, criatura celestial, que todos se enamoran de Tú...?


MADRE DEL BUEN CONSEJO
Gentil Pastora que sabe guiar a la vida eterna y a la vida digna de vivirse. “El Señor es mi Pastor”.También quiero decir : María es mi pastora. Maestra insuperable: Dichosos los alumnos de tu escuela, María. Consejera única, porque le asiste el Espíritu Santo en persona.
Yo necesito tu maravilloso consejo para los mil asuntos que ignoro. Yo tengo los problemas y Tú tienes las soluciones. Guíame a la vida eterna, mi destino final, aquello por lo que existo y para lo que fui creado.
Dame algo de tu sabiduría para resolver amablemente las dificultades de miles de hermanos míos que sufren, que lloran y no saben para qué sirve el vivir. Enséñame cuál es el sentido del vivir, de sufrir, de morir. Ayúdame a amar mucho esta vida, pero infinitamente más la otra.
Aconseja al Jesús de la tierra, al Vicario de tu Hijo, a los obispos, sacerdotes...Enséñanos a discernir los engaños del Padre de la Mentira de las luces del Espíritu Santo. Madre del buen consejo, te necesitamos tanto en un mundo lleno de confusión y de sombras...


MADRE DEL CREADOR
El Creador quiso ser creado en su naturaleza humana y por eso requirió de una madre. Eres madre del Creador por eso, porque le diste la naturaleza humana, un cuerpo de hombre. Madre del que creó el mundo. Por un lado criatura y por otra creadora de la vida humana del Creador. Tú tuviste entre tus brazos y alimentaste al Creador niño. Lo acunaste, le enseñaste a caminar, a hablar, a rezar, a vivir como hombre. Y te obedeció durante treinta años.
Engendradora del Camino, la Verdad y la Vida. Cuánto nos diste a nosotros al darla la vida a Él. Porque hiciste hermano nuestro al Dios, nuestro Salvador. Y Él, a su vez, te convirtió en Madre nuestra también. Y todo por amor de Dios a Ti y a nosotros. Estableciste un parentesco inusitado: Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo, Madre nuestra.


MADRE DEL SALVADOR
Como el Creador de mundos se hizo Salvador del Hombre, Tú adquiriste un nuevo título y parentesco: Madre del Salvador. Cuando otra mujer escuchó a tu Hijo Salvador pensó amorosamente en Ti. “Bendito el seno que te llevó y los pechos que te criaron”. Te llamó bendita. Te llamamos bendita porque eres la fuente de la fuente de aguas vivas y eres la Madre de la salvación que se llama Jesús. Al dar las gracias a Cristo, volvemos la mirada a quien fue su Madre.
El Salvador debía morir en una cruz< y en una montaña. En esa montaña estuviste Tú. No podías faltar. Allí fuiste nombrada solemnemente madre de todos los salvados. Tu maternidad es inmensa; tus hijos incontables. No sólo fuiste madre del Redentor, sino Corredentora, compañera de martirio como nueva Eva junto al nuevo Adán. Jesús ha salvado al hombre con tu ayuda, con tu sufrimiento. Colaboraste en la salvación de tus hermanos, antes de ser Madre de todos ellos.


VIRGEN PRUDENTÍSIMA
Hablas cuando se requiere y callas cuando debes callar. No hablaste cuando José, ignorante del milagro que crecía en Ti, sufría sin saber. A los doce años de Jesús le preguntaste por qué. Pero cuando Él te respondió con otro por qué, callaste, aunque no tenías la respuesta. Conservabas todas aquellas palabras y misterios en tu corazón.
Pero en Caná hablaste, insististe, porque era necesario el milagro. No sólo conseguiste el mejor vino del mundo, para alegría de los comensales, sino que hiciste crecer la fe de los apóstoles.
Yo suelo hablar cuando debo y también cuando no debo. Y callo, por cobardía, muchas veces que debida hablar. ;e sobra cobardía y me falta prudencia. Virgen prudente, me inscribo en tu escuela para aprender esta difícil virtud.
Te apareces a gente sencilla y humilde, porque no quieres inquietar a los poderosos Eso es también prudencia, Sigues siendo en el cielo la Niña eterna que aquí fuiste..En los primeros siglos de la Iglesia dejaste actuar a Pedro y a los Apóstoles, y Tú actúas y ayudas desde la segunda fila. No quieres ser protagonista.

VIRGEN DIGNA DE VENERACIÓN, DE ALABANZA
He visto cientos de fervorosas procesiones de la Virgen, altares adornados con millares de flores, las flores más bellas, desde niño. En el calendario abundan las fiestas dedicadas a María, comenzando por la del primero de enero, María Madre de Dios, Esta fiesta invita a colocar el nuevo año en sui corazón.
Un mes primaveral, Mayo, se le dedica entero a la Virgen María. ¿Quién no ha llevado flores a la Virgen en el mes de Mayo? Tanto derroche de flores, ¿por qué? La flor es en sí hermosa, pero además es portadora de cariño, de ternura. En los altares de María hay infinidad de bellas flores, porque es mucho el amor de sus hijos.
Y las advocaciones tratan de obligar a María a quedarse en una región, a emparentar con un pueblo. Y así, la Virgen del Carmen, del Perpetuo Socorro, La Virgen de Guadalupe, Fátima, Lourdes... Así, la Madre de todos se convierte especialmente en Madre de los habitantes de un pueblo, añadiéndole su título particular.
El amor también canta. No podían faltar las hermosas canciones a la Virgen, que, si las juntáramos, serían miles y miles. Lo mejor dela cariño se muestra cantando. Millones de cristianos cantan a diario a su Madre del cielo. El que nunca te lleve una flor o te entone una canción, no sabe nada del amor...
Autor: P Mariano de Blas LC.

lunes, 29 de octubre de 2012

LA FE Y LOS DÍAS

LA  FE  Y  LOS  DÍAS
Autor: Pablo Cabellos Llorente
            Tengo una historia real para comenzar. Jesús de Nazaret salía de Betania y sintió hambre. Vio de lejos una higuera y se acercó a ella buscando su fruto. No era tiempo de higos, por lo que no halló más que hojas. E hizo que se secara al instante. A la vuelta, viendo sus discípulos la higuera seca de raíz, la señalaron a Jesús. Éste utilizó el suceso para moverles a orar, asegurándoles que, no sólo la higuera, sino que hasta trasladarían  montes si tuvieran fe. De ahí procede la conocida frase:  la fe mueve montañas.
            Posiblemente, un ecologista vería mal este suceso, quizá por no tener en cuenta la mayor valía de la enseñanza que la higuera misma. La doctrina es que  los hombres, y los cristianos en particular, no podemos ser árbol estéril ni con la disculpa de no estar en la temporada oportuna. Porque siempre es época de producir frutos si nos guiamos por la fe.
            Escribo estas líneas al comienzo del Año de la Fe que Benedicto XVI ha querido proclamar a partir del día once de octubre hasta finalizar noviembre del año próximo. ¿Con qué idea? Se puede sintetizar en unas palabras escritas el pasado año para convocar este evento. Recogía un pasaje del evangelio de san Juan en el que plantean a Jesús un interrogante. El Papa anotaba: "La pregunta planteada por los que le escuchaban es también hoy la misma para nosotros: ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios? Sabemos la respuesta de Jesús: la obra de Dios es ésta: que creáis en el que Él ha enviado. Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación".
            El Año de la Fe que ahora comienza es una llamada a volver los ojos a Cristo con deseos de aprender de Él y buscar la identificación con su forma de vivir y de hacer. El título de este artículo responde a la real necesidad que tenemos los cristianos de vivir y llevar a todas partes la fe que profesamos: En la memorable homilía "Amar el mundo apasionadamente", afirmaba el fundador del Opus Dei: "allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo".
            No es este un año para jugar al escondite con nuestro modo de pensar y ver la vida. Tal vez nos hemos dejado tragar por la ola de relativismo y laicismo que impera en el pensamiento dominante. Tal vez somos poco consecuentes con la fe que recibimos de Dios, bien por nuestros errores personales en la conducta o bien por ocultamiento de nuestro modo cristiano de ver la vida, sencillamente porque requiere ir contra la corriente imperativa en los comportamientos de moda. No somos en ocasiones capaces de decir: ¡ah! pero ¿tú no vas a Misa?, antes de que nos pregunten: ¿todavía vas a Misa? Pero no sólo está lo relativo a la práctica sacramental o la oración, hemos de ejercitar las virtudes cristianas en la familia, en el trabajo, en el descanso..., en los días corrientes.
            La fe ha de manifestarse en la honradez, en la laboriosidad, en la lealtad, en el servicio prestado sin que se note si es posible, en una sonrisa, en la veracidad, en el modo de tratar a los demás, en el espíritu de sacrificio, en la forma de vestir y de divertirse, en el dolor por la miseria y sufrimiento ajenos, en el afán de formarnos mejor en la doctrina católica para hacerla vida. Los medios para comportarse de esta manera, como recordaba un punto de Camino, son los mismos  que tuvieron los primeros cristianos: el evangelio y la cruz, que es tanto como decir el seguimiento total de Cristo: buscarlo, encontrarlo y amarlo. Y así procurar que su espíritu reanime al mundo, porque el ADN del bautizado es ser otro Cristo, el mismo Cristo, aunque nunca por mérito propio.
            Ese ideario se mantiene con las enseñanzas evangélicas: oración, eucaristía,  confesión de los pecados, la gracia sacramental del matrimonio para edificar una familia generosamente, y todos los demás sacramentos que son remedio para cada   necesidad, también la de hacer a Jesús presente en todas las encrucijadas del mundo, porque son muchos -también entre los bautizados- los que no conocen las riquezas de la fe, el sentido que la vida adquiere con ella, la esperanza en Dios, que recoge también las legítimas aspiraciones humanas; y sobre todo, el amor con que Él nos ha enseñado a querer mientras desempeñamos nuestras tareas.
            Concluyo con unas frases de Benedicto XVI de 2005: "En numerosas partes del mundo existe hoy un extraño olvido de Dios. Parece que todo marche igual sin Él (...). Dan ganas de exclamar: ¡no es posible que la vida sea así! Verdaderamente no". Tras afirmar que la religión no es un producto de consumo a la carta, concluía: "ayudad a los hombres a buscar la verdadera estrella que nos indica el camino: Jesucristo".

La Cuerda


CUAL ES TU CUERDA?

Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua inició su travesía, después de años de preparación, pero quería la gloria para el solo, por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima.

Obscureció, la noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada.
Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas eran cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires... caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, pasaron por su mente todos sus gratos y no tan gratos momentos de la vida, pensaba que iba a morir, sin embargo, de repente sintió un tirón tan fuerte que casi lo parte en dos...


¡SI!, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar:


"AYUDAME DIOS MIO..."
De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
"¿QUE QUIERES QUE HAGA HIJO MIO?"
"Sálvame Dios mío"
"¿REALMENTE CREES QUE TE PUEDA SALVAR?"
"Por supuesto, Señor"
"ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE..."
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la
cuerda y reflexionó...
Cuenta el equipo de rescate que al otro día encontraron colgado a un alpinista congelado, muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda...
A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...

¿Y tú? ¿Que tan confiado estas de tu cuerda? ¿Por qué no la sueltas?