"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 31 de mayo de 2011

Por los que no te han conocido

Recemos cada día esta oración, por aquellas personas que aún no han podido conocer al único Dios Verdadero, para de ellos sea también el reino de los Cielo.


lunes, 30 de mayo de 2011

Madre Teresa NO TE DETENGAS...

"PERMITENOS...PREDICAR SIN PREDICAR,
no con palabras...
sino con nuestro ejemplo..."
Hermosa reflexión...
sugerida por nuestra amiga Mirenchu...

El Valor que no se vé... Reflexión...

Definitivamente, el Buen Dios siempre se manifiesta...
de mil maneras lo persivimos... a diario,
a pesar de muchas cosas...
lo bueno siempre vence!!!
EL siempre nos responde...
y eso es UNA GRAN RIQUEZA...
Dios les bendiga.

Quién es para mí el Espíritu Santo?

"...El que me inspira lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar..."
Señor y dador de vida que procede del Padre y del Hijo...
Sí... El Espíritu Santo, el Espíritu  de amor del Padre y del Hijo, es fuente de vida que nos santifíca, porque 
"el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado"
Rom. 5,5.
Pero no basta conocerlo; es necesario ACOGERLO como Guía de nuestras almas...como el Maestro Interior, que nos introduce en el Misterio Trinitario, porque sólo ÉL puede abrirnos a la Fe y permitirnos vivirla cada día en plenitud.
" ÉL NOS IMPULSA HACIA LOS DEMÁS, ENCIENDE EN NOSOTROS EL FUEGO DEL AMOR...NOS HACE MISIONEROS DE LA CARIDAD DE DIOS..."
BENEDICTO XVI , Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud, 2008.

Sobre la FE....en Dios que es Maravilloso y Eterno...

El fruto del silencio es la oración.
El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz...
Madre Teresa de Calcuta.

Juicios

Hace unos días paseaba por una calle a la que no iba desde pequeño. Las casas que veía aparentemente eran las mismas y me daba gusto comprobar que mis recuerdos eran fieles a las cosas tal y como eran. Todo era igual menos una cosa: en una de las casas, en el jardín donde yo tantas veces había estado de pequeño, entonces lleno de flores y con una huerta llena de frutos, estaba abandonada. Ahora en lugar de esos frutos y esas flores, había maleza;  muchas ortigas, muchos cardos. Y eso me sirvió para acordarme  que,  así como el jardín que es cultivado da frutos cuando se le atiende con cariño, así es el alma de la persona que quiere cultivarse y que quiere cuidar también de dar a tiempo esos frutos.
De algún modo esto es lo que nos quiere decir el Evangelio. ¿Qué árbol malo da frutos buenos o que árbol bueno da frutos malos? Cuando el Señor dice: ¿cómo te atreves a quitar la pajita que tiene tu hermano en el ojo cuando tú tienes una viga?, nos advierte que antes de mirar cómo están los jardines de alrededor, que miremos también como está nuestro propio jardín. Porque, también lo dice en el Evangelio, de lo que sobreabunda  en el corazón, habla la boca. Muchas veces,  descubrimos que somos muy prontos a la crítica, nos encanta enjuiciar, condenar a los demás, viendo con facilidad sus defectos y  sus fragilidades, y sin embargo nos olvidamos que primero deberíamos mirar dentro de nosotros mismos. Es más, incluso esas condenas y esos juicios que hacemos, en algunas ocasiones son un reflejo de esa condena y de ese juicio que yo me estoy haciendo a mí mismo o que  está sucediendo en mí. El que es bueno, decía el Señor, de lo bueno que hay en su corazón, saca cosas buenas. El que tiene el corazón lleno de hieles, de retorceduras, de rencores, manifiesta al exterior esas hieles, esos rencores y esas retorceduras.
Tendremos  tal vez que ocuparnos un poco de ese cultivo y de mirar primero dentro de nuestro corazón antes de mirar en el corazón de los demás para ser auténticos. Y esto no significa que el cristiano siempre tenga que callarse ante las cosas que estén mal hechas. Pero  nunca enjuicia a la persona. Se dice siempre que se juzga al pecado pero no al pecador. Así el Señor decía que el que esté sin pecado que tire la primera piedra, dándonos a entender que nosotros no tenemos autoridad moral para juzgar a nadie, porque ¿quién sabe su historia? ¿Quién conoce sus limitaciones, quién conoce sus miedos, sus mismas enfermedades, etc...? Alguna vez se ha dicho que un hombre queda definido por tres parámetros: su historia, su biología y su libertad. Y sólo hay alguien capaz de conocer toda la historia, hasta la más olvidada de un ser humano. Sólo hay alguien que es capaz de conocer de un modo exhaustivo, hasta lo más íntimo, la biología de un ser humano. Y solo hay alguien que es capaz de conocer de un modo completo, hasta en lo más dudoso, la libertad de un ser humano. Y ese es Dios. Por eso el juicio es de Dios. Nosotros no podemos juzgar más que nuestro propio jardín. Cuidar  que esté fresco, y  que dé frutos. Y si en nuestro jardín y en nuestra alma hay cosas positivas, veremos de un modo positivo el de los demás. Sólo el bueno sabe ver lo bueno y sólo el malo sabe ver lo malo.
Deberíamos preguntarnos todos cuál es mi actitud hacia los demás: de juicio, de condenación, de exigencia, o es una actitud positiva, comprensiva. Porque de lo que sobreabunda el corazón, sin duda ninguna, habla  la boca.

ALABARTE

Cuando te "entregues" a Dios No habra dificultad que pueda remover tu camino...
Camino / 476


domingo, 29 de mayo de 2011

Ser agradecido


Muchas veces te preguntas por qué almas, que han tenido la dicha de conocer al verdadero Jesús desde niños, vacilan tanto en corresponder con lo mejor que poseen: su vida, su familia, sus ilusiones.
Mira: tú , precisamente porque has recibido "todo" de golpe, estás obligado a mostrarte muy agradecido al Señor; como reaccionaría un ciego que recobrara la vista de repente, mientras a los demás ni siquiera se les ocurre que han de dar gracias porque ven.
Pero... no es suficiente. A diario, has de ayudar a los que te rodean, para que se comporten con gratitud por su condición de hijos de Dios. Si no, no me digas que eres agradecido.

Perdón

Cuando vemos en la televisión escenas dramáticas, surge de un modo espontáneo la compasión hacia las personas que sufren un daño. Pero cuando ese sufrimiento está motivado por personas concretas, desalmadas y crueles, junto a la compasión por las víctimas surge la rabia, la ira y el deseo que los culpables reciban un grave daño.
Cuando el Señor nos llama a amar a los enemigos, a ser comprensivos, a no condenar, no significa una invitación a ser blandos, cobardes y tontos. Todo lo contrario. Solo el fuerte, el valiente, el justo es capaz de sobreponerse a las emociones que le embargan y actuar, incluso con el deseo, de un modo humano y ecuánime.
Todos sabemos que el verdadero amor, también el amor a los enemigos, se fundamenta en la justicia; de tal modo que sin justicia no puede darse el amor verdadero. Justicia y amor se necesitan mutuamente.
Por eso, el evangelio nos llama a no condenar, a no juzgar, a ser compasivo y esto no es una utopía, sino un modo de ser, que tanta gente buena a lo largo de los siglos ha sido capaz de realizar.
No podemos ser como aquellos que nos hacen daño, no podemos permitir que el odio, la ira y el rencor aniden en nuestro corazón, hasta que lo envenenan y retuerzan, de tal modo que al final recibiríamos un doble daño: el que nos hicieron en el fuero externo y el que nos siguen haciendo en el fuero interno.
El cristiano es el hombre del perdón, que diariamente se libera de sus rencores, pues al mirar a Aquél que en la cruz perdonó a sus verdugos, se siente capaz de superar su rabia y dolor, y junto a incontables generaciones de mártires (anónimos muchos de ellos), es capaz de decir a aquellos que le hacen daño: “ No insistas, hay un santuario dentro de mí, más íntimo que yo mismo en el que tú y tu crueldad no podéis entrar. Ese santuario está limpio y desde él te perdono, te deseo el bien, que te des cuenta del daño que haces, que rectifiques, que dejes de renunciar a tu propia dignidad y que vuelvas a ser aquello para lo que recibiste la vida: autor del bien.
Todos deberíamos preguntarnos como vivimos diariamente la Buena Noticia del perdón y de la compasión. La pregunta es muy sencilla: ¿A quién deseo el daño ó a quién se lo estoy haciendo? Con mis críticas, con mi ira ó intolerancia ante sus defectos, ó con mi distanciamiento. Y veremos como el perdón hay que vivirlo primero en la familia, donde tantas veces hay rencores: hermanos que no se hablan por supuestos repartos de beneficios; hijos que sus padres les dan de todo y cuando reciben un “no”, se soliviantan y enfurecen contra ellos; esposos que al no ponerse de acuerdo, optan por la incomunicación y la indiferencia. Y es que el perdón abarca todos los ámbitos de las relaciones humanas (familia, trabajo, ocio, etc...), de tal modo que un mundo sin perdón supondría un regreso a la jungla, un volver a imperar la ley del más fuerte, del más duro. Necesitamos perdonar. Que sea esta nuestra súplica. ¡Señor, ayúdame a no guardar rencor! ¡Enséñame a perdonar!

Fuente de la Alegría ...

Dónde surge la felicidad?
Dónde echa raices una vida con sentido?
Dónde empieza esa dicha que prometes...Dios?
"LA PALABRA...SE HIZO CARNE Y PUSO SU MORADA
ENTRE NOSOTROS"
...Esa es la ALEGRÏA ... y empieza en el encuentro de las personas... cuando ése encuentro es AUTÉNTICO...
"SEPAN QUE LES AMO... CON EL CORAZÓN... y que agradezco al Buen Dios por ustedes... todos los días, gracias por acompañarme en ésta CRUZADA... "
Dios les bendiga...