"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 11 de diciembre de 2014

Ya te falta poco para nacer....Oh Señor de la historia

En la mitad del Adviento... ¿Cómo estás nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, de nuestro corazón....

¡YA TE FALTA POCO PARA QUE APAREZCAS.... OH, SEÑOR DE LA HISTORIA!

En la mitad del Adviento... ¿Cómo estás nuestros caminos?

Todos sabemos que falta poco para que llegue la Navidad....y ahí andamos corriendo, hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer, regalos, alimentos para la cena de Nochebuena o la comida de Navidad.... ¡y los turrones!, ah, eso si no nos pueden faltar y los vinos....otra cosa importante para brindar....

Cada quién, según sus posibilidades, trataremos que esa noche o día, se pueda celebrar lo mejor posible y sobre todo, si es que llega a ser en nuestra casa, quedar con el mejor de los éxitos....

Todo esto está muy bien, pero.... ¿Cómo están nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, los "caminos" de nuestro corazón....

Hace muchísimos años, Juan, comenzó a predicar la penitencia, un bautismo para el perdón de los pecados y su arrepentimiento, es tiempo de mortificación por eso vemos que los sacerdotes visten de color morado al celebrar la misa, y todavía muchos miles de años antes, podemos leer al profeta Isaías: "Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios".

Es ahora cuando ha llegado nuestro tiempo... ¿Cómo preparamos esos "caminos"... sin allanar las crestas de nuestra soberbia, de nuestra altanería... sin poner rectos nuestros deseos de ambición cambiándolos por generosidad, sin suavizar esa aspereza pidiendo perdón o dándolo con un gesto de amor....?

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder ofrecer "algo", para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios que ya no tarda en llegar, que ya no tarda en aparecer en nuestra Historia, siendo El el Señor y Dueño de la misma, y sin embargo
lo vamos a ver naciendo en la más profunda humildad y solo ý únicamente por amor.

Es tiempo de regalar. y de recibir regalos..., todo está bien.

Pero El solo vino a buscar mi corazón para que lo ame.... ¿se lo daré?......


Por: Ma Esther De Ariño

miércoles, 10 de diciembre de 2014

EL PAPA, EUROPA Y LAS VERDADES DEL BARQUERO


Autor: Pablo Cabellos Llorente.

         Continúa resonando el grito de Juan Pablo II en Santiago de Compostela invitando a Europa a bucear en las raíces que la hicieron grande, un grito de amor condensado en una frase: Europa se tú misma. El Papa Francisco ha hecho otro tanto en un viaje relámpago a Estrasburgo. Dos discursos que nadie quiso perderse excepto muy pocos. Incluso algunos políticos distantes de la Iglesia, pero hábiles, se han puesto al frente de la manifestación como suele decirse. Es claro que no comulgan con muchas de las grandes ideas que fue desgranando Francisco, pero o han sido cucos advirtiendo la popularidad del Obispo de Roma, o han permanecido impactados por algo nada común: ausencia de lo políticamente correcto para llamar a las cosas por su nombre.

         Efectivamente, en las instituciones europeas, Francisco ha dicho las verdades del barquero, es decir, ha tratado temas que corresponden a la naturaleza humana, ha construido sus dos discursos sobre verdades sencillas, que muchos piensan, pero no se atreven a decir por temor a ser encasillados, por esa falacia de lo políticamente correcto, por no quedar mal. El Papa sí que ha hablado con sensatez, palabra no aplicable a muchas declaraciones o decisiones al uso, que utilizan el vocablo para  apañar lo injustificable. ¿Y de qué ha hablado el Pontífice? De muchos asuntos, pero lo que me parece más interesante, porque de un modo u otro subyace en las dos intervenciones, aunque mucho más explícitamente en su discurso al Parlamento Europeo: la persona y su dignidad.

         En efecto, expondrá que la defensa de la dignidad de cada persona es un compromiso importante y admirable, pues persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos son tratados como objetos, de los cuales se puede programar la concepción, la configuración y la utilidad, y posteriormente pueden ser desechados cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o ancianos. Luego, deja en el aire unos interrogantes golpeando las conciencias: ¿qué dignidad existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento o de profesar sin constricción la propia fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible sin un marco jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un hombre o una mujer cuando es objeto de todo tipo de discriminación? ¿Qué dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o, todavía peor, que no tiene el trabajo que le otorga dignidad?

         Todavía es preciso, incluso en Occidente, valorar más cada ser humano, como hace Francisco. No tiene ningún miedo para expresar que  persisten demasiadas situaciones en las que las personas son tratadas como objetos, mientras que “la percepción de la importancia de los derechos humanos nace precisamente como resultado de un largo camino, hecho también de muchos sufrimientos y sacrificios, que ha contribuido a formar la conciencia del valor de cada persona humana, única e irrepetible. Abunda en el tema afirmando que la persona corre el riesgo un descarte hecho sin muchos reparos, como en el caso de los dolientes, los enfermos terminales o los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer.

         Desea colaborar a que Europa tenga más esperanza  por el reconocimiento sin ambages de la dignidad de cada persona, añadiendo también, sin escondimiento alguno, que esa dignidad lleva aparejada otra palabra capital: trascendente. A partir  de la necesidad de una apertura a la trascendencia,  afirmó la centralidad de la persona humana, que de otro modo estaría en manos de las modas y poderes del momento.  Dignidad trascendente, significa que la naturaleza humana pueda apelar a su innata capacidad de distinguir el bien del mal, a esa “brújula” inscrita en nuestros corazones y que Dios ha impreso en el universo creado. Estamos ante asuntos cruciales: naturaleza humana, ley natural, Creación y, por tanto, esa amable dependencia del hombre respecto del Creador, que lo capacita para descubrir en sí mismo lo bueno y lo malo. Ahí hay un hueco importante para la Iglesia porque puede indicar nuestro camino natural con la ayuda de la Revelación, que no añade nada nuevo al ser humano, sino que le da seguridad cuando se pierde en vericuetos que la apartan de su sitio.

         De ahí surge un catarata de exigencias respecto a cada humano, como la afirmación de que Europa no es sólo economía, los insostenibles modelos de vida opulentos, el peligro de la absolutización de la técnica frente a una antropología que evite al hombre  “el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado”, la cultura del descarte, la despreocupación de los frágiles, etc. Estos peligros los corre una Europa que no sea capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida, una Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel “espíritu humanista” que, sin embargo, ama y defiende. Sólo así será posible la unidad en la diversidad en una cultura multipolar y transversal, pacífica y promotora de paz, que erradique el terrorismo religioso e interracial.


¿QUIERES CONOCER EXTEMADURA?, ACTUALIZADO EL DIA  07/12/2014, PULSA AQUÍ 


Cristo Jesús está con nosotros esta noche

El Dios de los cielos, queriendo ponerse en nuestras manos, se hace pequeño, indefenso, niño, en el portal de Belén, donde podremos adorarle.

"Como el joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor: como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo".

Como en un magnífico exordio, con la alegría de los esposos que conviven juntos, así anuncia el Profeta Isaías la venida de Cristo el Salvador que colmará los deseos de los hombres de una muy estrecha solidaridad con el autor de los siglos, de los continentes y de los hombres.

Cristo Jesús está con nosotros esta noche, este día y todos los siglos, y aunque personajes extraños tratan de acaparar las miradas y atraerlas hacia sí, Cristo Jesús tendrá que ser el único centro de atención, de amor, de paz y de solidaridad.

Benedicto XVI lo expresa magníficamente: "En la gruta de Belén, la soledad del hombre está vencida, nuestra existencia ya no está abandonada a las fuerzas impersonales de los procesos naturales e históricos, nuestra casa puede ser construida en la roca: nosotros podemos proyectar nuestra historia, la historia de la humanidad, no en la utopía sino en la certeza de que el Dios de Cristo Jesús está presente y nos acompaña".

No cabe duda que todos los hombres se preguntan, unos para acogerlo y otros para rechazarlo, cómo es Dios y qué rostro tiene. Los que han intentado acercarse a él, nos han dado su propia versión, y nos han reflejado su experiencia, pero ha sido la suya propia que muchas veces no refleja definitivamente el rostro del verdadero Dios. Ni los profetas, ni los sacerdotes, ni Moisés siquiera, han logrado darnos una versión total del Dios del Universo, e incluso, muchos quisieron hacerse un Dios a su imagen y semejanza, para sostener la precariedad de sus vidas e incluso tratando de encontrar en él, justificación para su estrecha o torcida manera de vivir, justificando sus injusticias, su avaricia, su tremenda avaricia, que deja a muchos sin comer, mientras ellos se permiten disfrutarlo todo.

Todas esas versiones que nos han dejado de Dios, han sido o incompletas o falsas, y podría haber desconcierto, cuando San Juan, en el prólogo de su Evangelio, afirma tajantemente que a Dios nadie lo ha visto. ¿Entonces qué hacer? ¿Está el Señor jugando a las escondiditas? No definitivamente no, pero tendríamos que decir al llegar a este punto, que el verdadero Dios es tan grande, que nunca lo entenderíamos ni podríamos poseerlo con nuestra débil inteligencia y con la cortedad de nuestra manos.

Pero precisamente el Dios de los cielos, queriendo ponerse en nuestras manos, se hace pequeño, indefenso, niño, en el portal de Belén, y en él podremos adorar al Dios que los hombres buscan para tener una respuesta a todas sus inquietudes. Es la respuesta del verdadero Dios, un Dios que se hace niño y se hace hombre, para que el hombre se haga Dios. Y esa realidad se realiza en la persona de Cristo Jesús, que es todo Dios y es al mismo tiempo todo hombre. Qué admirable descubrimiento del Dios de los cielos, creador de cuanto existe. En el Divino Niño podemos adorar la grandeza de Dios, sin olvidarnos que cuando el Hijo de Dios se encarna, ya lleva presente con él la salvación para todos los hombres con su muerte y resurrección.

Es el momento de la adoración, es el momento del amor. a Cristo mismo no lo entenderemos sin amor, y sin amor tampoco comprenderíamos el designio de Dios de hacerse cercano a los hombres. Mientras prendemos luces y más luces en al árbol de Navidad, esforcémonos más por encender el corazón en la luz del corazón de Cristo para que todo el mundo se convierta en una hoguera de amor, de paz, de consuelo y de solidaridad para todos los hombres.


Esta es la VERDADERA Y FELIZ NAVIDAD.


Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda

martes, 9 de diciembre de 2014

¿Cómo es el Cristo que tú esperas en Navidad?

Es el que puede colmar los deseos de paz, de amor, de solidaridad y de salvación para todos los hombres.

Era tiempo de adviento y soplaban vientos nuevos.

Jerusalén se había corrompido, su olor era nauseabundo, los olores que despedía el templo eran la grasa gorda, el dinero, las finanzas, el influyentísimo y el ascenso hasta los primeros puestos para asegurar una buena posición económica. La esposa del Señor se había prostituido y ya no había que buscar nada en aquella ciudad que había perdido su frescura y su antiguo esplendor. Hoy Dios ya no quería nada en aquella ciudad. Vientos nuevos, que impulsaron a una ruptura total y nuevos derroteros para que Dios pudiera habitar entre los suyos, entre los hombres. Dios buscaba una nueva esposa. Y fue elegido para encontrarla el secretario de Relaciones Exteriores del Señor, el Arcángel San Gabriel, y se escogió una aldea perdida en las montañas de Galilea, donde habitaban los marginados, los despreciados, los palurdos, casi casi paganos, aunque pertenecieran al mismo pueblo hebreo.

Y fue escogida la más sencilla de las mansiones y la más fresca de las chamaquitas de Galilea. Trece o catorce años. Muchachita de campo, curtida por el sol y las limitaciones de la pobreza y casada con obrero pobre de su misma comunidad, aunque él fuera descendiente del Rey David. . La diferencia que se obró en un momento no podía ser más significativa: un ángel de luz, ataviado para las grandes ocasiones y una muchachita que oraba y se alegraba por la llegada ya inminente del Dios de los cielos para honrar a los suyos.

El saludo fue particularmente significativo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Bendita palabra, la alegría no se separaría nunca más de los hombres, porque Dios se complace en vivir entre los pobres y los más desarrapados de los hombres. Nunca más la alegría podría deshacerse entre las manos de los hombres.

Y a continuación vino la embajada. El ángel le anuncia que si ella quisiera, podría convertirse en la madre del Señor, la madre de Jesús, quien sería grande y sería llamado Hijo del Altísimo, que tendría el trono de David su padre y reinaría por todos los siglos.

Es el gran anuncio, y es el Evangelio de la ternura y de la delicadeza del Creador que propone y no se impone a su criatura. Ante tantas mujeres que son maltratadas, vejadas, prostituidas, Dios estuvo pendientísimo de la respuesta de aquella mujer que no cabe en sí de asombro ante tal cometido: proporcionarle un cuerpo humano al Hijo de Dios, y proporcionarle al Dios altísimo la oportunidad de acercarse para siempre a los hombres y salvarlos pero desde dentro de su condición de humanos.

María pregunta, inquiere, se informa de las condiciones pero no para poner ninguna condición más sino para poder dar una respuesta plenamente satisfactoria al Dios que la llamaba. El ángel responde adecuadamente: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra", y el hijo de sus entrañas sería santo, consagrado y sería para siempre hijo del Altísimo.

María no necesita más explicaciones, si Dios se las ha dado, ha sido por su generosidad, su ternura, y el deseo ardentísimo de que María aceptara el altísimo cometido. Y la respuesta fue clara, tajante, luminosa, al grado que ha servido desde entonces y por siglos y siglos, de inspiración para pintores, escultores y artistas que quisieran dejar plasmado ese momento clave en la vida de los hombres, en que María, en nombre de la humanidad quiso convertirse en la nueva esposa del Señor, aceptando el don de la Maternidad que terminó para siempre el largo Adviento, para hacer presente entre los hombres al primero de todos ellos, el más bello, el más comprometido, el más solidario con todos los hombres, aquél que tuvo como gran honor permanecer cercano a los que nada esperan para ser él el que pueda colmar los deseos de paz, de progreso, de solidaridad y de salvación para todos los hombres.


¿Es ese el Cristo que tú estás esperando en esta Navidad?

Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda



¿QUIERES CONOCER EXTEMADURA?, ACTUALIZADO EL DIA  07/12/2014, PULSA AQUÍ 

lunes, 8 de diciembre de 2014

Volver los ojos a la Inmaculada Virgen María

¡Virgen María! el bien que encierras en tu Corazón Inmaculado es mucho mayor que el mal del enemigo. 
Nos gusta mucho mirar los males que padece nuestro mundo, la sociedad que nos rodea. Y no es porque seamos pesimistas, o porque tengamos manías autodestructivas o masoquistas, como se dice, ¡no!... Si miramos nosotros el mal, es porque queremos oponerle el bien.

Tenemos el optimismo debido, sabiendo que los males se pueden remediar cuando nosotros les aplicamos los medios oportunos. Es lo que hacemos en nuestros mensajes siempre que sacamos a relucir algunos males: es porque sabemos que aplicamos a la enfermedad la medicina apropiada.

Hoy, por ejemplo, me gustaría tender de nuevo una mirada al mundo nuestro. El que ha perdido el sentido del pecado, el de las guerras, el de la droga, el del sexo desbordado, el del tráfico de la mujer y de los menores para la prostitución, el del materialismo, el de la rebeldía juvenil, el del infanticidio con el aborto despiadado, el del paganismo galopante... ¿De veras que no tiene remedio tanto mal?...

Digo esto, porque se me ocurre una anécdota muy interesante:

A mitades del siglo diecinueve, el Papa Pío IX estaba muy preocupado por los males que aquejaban al mundo. Le obsesionaba, sobre todo, el avance del Racionalismo que amenazaba gravemente el por-venir de la Iglesia. El Papa meditaba, exponía sus temores, consultaba. Y un Cardenal, famoso en la Roma de entonces por el montón de lenguas que hablaba, le decía repetidamente al Papa:

- Santidad, defina el dogma de la Inmaculada Concepción.

El insigne Cardenal sabía lo que se decía. Venía a decirle al Papa:

- Proponga al mundo, Santo Padre, un ideal muy alto de santidad, de belleza y de pureza.

El Papa le hizo caso y definió el dogma de la Inmaculada.

El Cielo, con las apariciones de Lourdes cuatro años después, vino a ratificar el gesto del Vicario de Jesucristo.

El Racionalismo encontró una roca de contención en su avance. Y la piedad cristiana se acrecentó enormemente con la devoción a la Virgen Inmaculada.

Ahora nos podemos preguntar nosotros. - ¿Nos encontramos hoy mejor o peor que en los tiempos del Papa Pío IX? ¿Tenemos o no tenemos derecho a estar preocupados? ¿Nos importa o no nos importa que muchos deserten de su fe; que se acomoden a un mundo cada vez más secularizado; que acepten prácticas totalmente paganas; que se rebelen contra la Iglesia y su Autoridad; en una palabra, que se vayan alejando cada vez más de Dios?...
Nos preocupa esto, y mucho, a los que nos llamamos cristianos y católicos, porque sabemos el riesgo que muchas almas corren de perderse.

Pero, al mismo tiempo, ¿no sabremos oponernos eficazmente para detener el mal y promover el bien?... ¿No podremos hoy volver también los ojos a la Inmaculada Virgen María?...

Si vivimos nosotros el amor, la invocación, la imitación de la Virgen, y si lo hacemos vivir a los demás, promoviendo su devoción, ¿no pondríamos el remedio de los remedios a muchos de los males que nos rodean?
La salvación nos vendrá siempre de Dios por Jesucristo. Pero, es que Jesucristo y Dios han tenido la elegancia con su Madre de confiarle a Ella los problemas más grandes de la Iglesia.

Además, nos la han propuesto como el modelo y el ejemplar de lo que Dios quiere de nosotros. ¿Qué ocurriría entonces, si amamos a la Virgen y la hacemos amar?...

¿Mirar a la Inmaculada, triunfadora del demonio en el primer instante de su Concepción, y dejarle al Maligno que avance por el mundo, destruyendo el Reino de Dios?... Imposible.

¿Mirar a María, ideal de pureza sin mancha alguna, y seguir sus hijos como víctimas vencidas de la impureza?... Imposible.

¿Mirar a María, la Mujer elevada a la máxima altura de Dios, honor y orgullo de la Humanidad, y no respetar, defender, promover y amar a la mujer como lo hacemos con María?... Imposible.

¿Mirar a María e invocarla, para que ayude hoy a la Iglesia, como la ayudó en los momentos difíciles de otros tiempos, y que Ella nos abandone a nuestra pobre suerte?... Imposible.

Todas esas cosas son imposibles porque María tiene un Corazón de Madre. Y es imposible que la Madre permanezca indiferente a los males de sus hijos.

Ciertamente que habremos de contar siempre con la malicia humana, guiada por el enemigo que desde el paraíso nos persigue a muerte para evitar nuestra salvación, llevado del odio que le tiene a Dios y la envidia con que nos mira a los redimidos. Dios previno esta lucha entre el dragón y la Mujer, pero la victoria definitiva se la asignó a la Mujer y no al dragón. María, Mujer delicada y Madre tierna, se presenta al mismo tiempo en la Biblia como una guerrera invencible en las batallas de Dios.

¡Virgen María! El mal del mundo es muy grande. Pero el bien que encierras en tu Corazón Inmaculado es mucho mayor. La Iglesia, Pueblo y Familia de Dios, te invoca confiada. ¿Quién va a poder más, el enemigo o Tú?.


. Autor: Pedro García, misionero claretiano.


¿QUIERES CONOCER EXTEMADURA?, ACTUALIZADO EL DIA  07/12/2014, PULSA AQUÍ 

domingo, 7 de diciembre de 2014

María, la que espera

María nos enseña a vivir este tiempo como camino hacia el portal de Belén, lugar de encuentro y adoración del Dios-Niño.

El adviento es tiempo de espera para la gran celebración de la Navidad. El nacimiento de Jesús es el gran acontecimiento largamente esperado por el Pueblo de Israel que durante tantos años vivió anhelando el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho de que le enviaría un Salvador.

Nuestra cultura no está habituada a esperar y nos es difícil comprender que el Pueblo de Israel haya esperado siglos y siglos para el cumplimiento de esta promesa. La nuestra es la cultura de la prisa, de lo inmediato, de lo "express". Esperar implica acomodarse al tiempo de otro y es realmente difícil aceptar los tiempos de “otro” cuando no coinciden con los nuestros, incluso si son tiempos de Dios.

El Adviento nos invita a esperar el tiempo de Dios; la venida de Jesús.

El adviento no es aún la fiesta, sino espera, preparación y expectación para la gran fiesta.
El gozo propio del adviento es de quien ha recibido una promesa y espera ilusionado su cumplimiento y verificación. Sin embargo, hoy ya no lo vivimos esperando una promesa. Hemos adelantado la fiesta y hemos perdido el clima de "espera", "de promesa", de "don".

Lo anticipamos todo: durante el adviento, nos damos regalos, los abrimos, comemos pavo, dulces, etc. No sabemos esperar. Esta anticipación del festejo nos ha "robado" el tiempo de preparación espiritual propuesto por la Iglesia para una celebración profunda de la Navidad, que tendría que ser para cada cristiano, un encuentro “de corazón a corazón” con el Dios-niño, tan sencillo y pequeño, que se encuentra al alcance de todos. Actualmente hay muchos festejos “navideños” que nada tienen que ver con el misterio de la Navidad y muchas veces para el 24 de diciembre, ya nos encontramos cansados y agobiados; incluso "saturados" de tantos compromisos; agotados por la prisa y el estrés. La forma en la que solemos vivir el adviento, en lugar de prepararnos para celebrar la Fe en un clima de paz y gozo espiritual, muy probablemente nos acelera, dispersa y distrae para lo esencial.

María, la Madre que supo esperar con verdadera esperanza y gran amor, es el gran personaje del Adviento que nos enseña a vivir este tiempo como camino hacia el portal de Belén, lugar de encuentro y adoración del Dios-niño.

Tres actitudes muy hermosas de María que nos pueden ayudar a vivir este adviento son: la espera, la preparación del corazón y la acogida sincera.

1. María espera con gozo, con profunda esperanza, la llegada de Jesús a su vida.
2. María prepara su corazón con vivos sentimientos de ternura para con el Niño Jesús que viene y de gratitud profunda para con Dios que cumple sus promesas.
3. María cultiva en su corazón una acogida generosa, abriéndolo de par en par para que realmente entre Jesús a su vida. Ella lo esperaba sinceramente, no lo acoge sólo de palabra, sino que le ofrece su corazón.

Que María nos enseñe a vivir este adviento en una espera gozosa; a aprovechar este tiempo para preparar nuestro corazón para que Jesús realmente encuentre en él un lugar donde quedarse y desde el cual podamos descubrirlo como verdadero Salvador: como el Dios que viene a iluminar lo que en nuestra vida está oscuro; a sanar lo que en nuestra vida está enfermo; y a liberarnos de todo lo que nos impide vivir en el gozo de su Amor.


Autor: María de Lourdes Rodero Elizondo, o.p.

sábado, 6 de diciembre de 2014

La grandeza de lo pequeño

Un par de peregrinos tocarán a la puerta de nuestro corazón pidiendo un lugar para que el Hijo de Dios pueda nacer. 


En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: « Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. »
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: « ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron. (Lc. 10. 21-24)

“Yo te alabo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las revelaste a los pequeños.” Estas palabras encierran un misterio y una paradoja para la lógica humana. Los más grandes acontecimientos de su vida, Cristo no los quiso revelar a quienes, según el mundo, son “los sabios y prudentes”. Él tiene una manera diferente para calificar a los hombres.

Para Dios no existen los instruidos y los iletrados, los fuertes y los débiles, los conocedores y los ignorantes. No busca a las personas más capaces de la tierra para darse a conocer, sino a las más pequeñas, pues sólo estas poseen la única sabiduría que tiene valor: la humildad.

Las almas humildes son aquellas que saben descubrir la mano amorosa de Dios en todos los momentos de su vida, y que con amor y resignación se abandonan con todas sus fuerzas a la Providencia divina, conscientes de que son hijos amados de Dios y que jamás se verán defraudadas por Él. La humildad es la llave maestra que abre la puerta de los secretos de Dios. Es la gran ciencia que nos permite conocerle y amarle como Padre, como Hermano, como Amigo.

El adviento es tiempo de preparación, un momento fuerte de ajuste en nuestras vidas. Esforcémonos, pues, por ser almas sencillas, almas humildes que sean la alegría y la recreación de Dios. Cristo niño volverá a nacer en medio de la más profunda humildad como lo hiciera hace más de dos mil años. Un par de peregrinos tocarán a la puerta de nuestro corazón pidiendo un lugar para que el Hijo de Dios pueda nacer. ¿Cómo podremos negarle nuestro corazón a Dios, que nos pide un corazón humilde y sencillo en el cual pueda nacer?

“Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven, porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que oyen, y no lo oyeron.”


Autor: H. Christian David Garrido F. L.C.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Adviento: tiempo en el que se despiertan los corazones ¡Velad!

Es una llamada a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un

Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net

Palabras de SS Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus en el primer domingo de Adviento, 27 noviembre 2011 

¡Queridos hermanos y hermanas!

Iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.

"¡Velad!". Este es el llamamiento de Jesús en el Evangelio. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: “¡Velad!” (Mt 13,37). Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad,por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha usado las propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos.

También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar con una sentida oración, dirigida a Dios en nombre del pueblo. Reconoce las faltas de su gente, y en un cierto momento dice: "Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tu nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades" (Is 64,6).

¿Cómo no quedar impresionados por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos.

En realidad, el verdadero "dueño" del mundo no es el hombre, sino Dios.

El Evangelio dice: "Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos" (Mc 13,35-36). El Tiempo de Adviento viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios. El rostro no de un "amo", sino de un Padre y de un Amigo.

Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta: "Señor, tu eres nuestro padre; nosotros somos de arcilla y tu el que nos plasma, todos nosotros somos obra de tus manos" (Is 64,7).

jueves, 4 de diciembre de 2014

Adviento: camino y pórtico

El pasar de los siglos no apagó la esperanza. El Señor cumple su promesa al mandarnos al Mesías. 

El Adviento es como un camino. Inicia en un momento del año, avanza por etapas progresivas, se dirige a una meta.

Llega la invitación a ponernos en marcha. ¿Quién invita? ¿Desde dónde iniciamos a caminar? ¿Hacia qué meta hemos de dirigir nuestros pasos?

La invitación llega desde muy lejos. La historia humana comenzó a partir de un acto de amor divino: “Hagamos al hombre”. El amor daba inicio a la vida.

Ese acto magnífico se vio turbado por la respuesta del hombre, por un pecado que significó una tragedia cósmica. Dios, a pesar de todo, no interrumpió su Amor apasionado y fiel. Prometió que vendría el Mesías.

La humanidad entera fue invitada a la espera. El Pueblo escogido, el Israel de Dios, recibió nuevos avisos, oteó que el Mesías llegaría en algún momento de la historia. El pasar de los siglos no apagó la esperanza. El Señor iba a cumplir, pronto, su promesa.

Esa invitación llega ahora a mi vida. También yo espero salir de mi pecado. También yo necesito sentir el Amor divino que me acompaña en la hora de la prueba. También yo escucho una voz profunda que me pide dejar el egoísmo para dedicarme a servir a mis hermanos.

¿Desde dónde comienzo este camino? Quizá desde la tibieza de un cristianismo apagado y pobre. Quizá desde odios profundos hacia quien me hizo daño. Quizá desde pasiones innobles que me llevan a caer continuamente en el pecado. Quizá desde la tristeza por ver tan poco amor y tantas promesas fracasadas.

La voz vuelve a llamar. En el desierto del mundo, en la soledad de la multitud urbana, en la calma de la noche invadida por los ruidos, en las risas de una fiesta sin sentido... La voz pide, suplica, espera que dé un primer paso, que abra el Evangelio, que escuche la voz de Juan el Bautista, que abandone injusticias y perezas, que mira hacia delante.

El Salvador llega. Juan lo anuncia. La voz que suena en el desierto llega hasta nosotros: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15-16).


Autor: P. Fernando Pascual L.C.


¿QUIERES CONOCER EXTEMADURA?, PULSA AQUÍ 

miércoles, 3 de diciembre de 2014

¿Cómo orar en Adviento y en Navidad?

Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron... ¿Habrá posada para el Verbo encarnado en nuestros días? 
"Dios puso su morada entre los hombres" (Ez 37,27) "por el gran amor con que nos ha amado." (Ef 2,4) Pero ¿es acogido? "Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron" (Jn 1,11) ¿Habrá posada para el Verbo encarnado en nuestros días? Eso se juega en la libertad de cada uno.

Quisiera sugerir algunas pautas para orar en Adviento:

1. Contemplar el misterio de la encarnación:

La encarnación del Verbo es la entrada de la presencia de Dios en el mundo y en la historia. El mundo de la carne busca a su Creador. El mundo de la Gracia busca al hombre. El Verbo encarnado es el lugar de encuentro de las dos búsquedas. La divinidad habita corporalmente en Jesús de Nazaret y así encuentra descanso la doble búsqueda.

"Se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a un hombre." (Flp 2,7) Nuestra fe se pone a prueba: "esto no puede ser", el Trascendente no puede ser tan cercano, no puede ser que se vuelva tangible, de carne y hueso, un bebé indefenso; es demasiado que Dios llegue al extremo de hacerse siervo. Tenemos aquí la prueba más convincente del gran amor con que Dios nos ama, de su incomprensible predilección por el hombre. Dios prueba su amor, el hombre debe probar su fe.

En Adviento y Navidad contemplamos el rostro de Dios que por amor se acercó a nosotros y vive en medio de nosotros. Más cercano está de quien más se acerque a contemplarle. Estar allí contemplándolo con mucho amor es acercarse; eso es lo que obra el amor: una creciente cercanía.

2. Dar posada al Redentor que ha venido, pero aún debe ser acogido.

La Redención la ha realizado Cristo con su encarnación, muerte y resurrección, pero aún debe verificarse en cada uno y eso depende de la acogida personal. Dios nunca se impone al hombre, siempre pregunta. Dios es mendigo de la acogida por parte del hombre; se toma muy en serio su libertad. La respeta hasta el grado de verse humillado. Con paciencia, nuestro Dios sigue tocando la puerta.

La plenitud de los tiempos ya ha llegado con la venida de Cristo, pero no se ha cumplido del todo: se realiza o no en cada persona, que libremente lo acepta o lo rechaza. Lo acepta cuando permite que el amor de Dios le impregne del todo, cuando su persona se cubre con la sombra luminosa del Espíritu Santo y Él obra su transformación en Cristo, a través de una sinergia de donaciones repitiendo la historia de la Madre de Dios.

El Redentor es acogido cuando cada uno vive una vida cristiana, una vida en Cristo, no una doble vida, donde aún se reserva algo para sí, sin tomar completamente en serio la búsqueda de la santidad. "Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hacia la verdad completa (Jn 16,13) La radicalidad de la irrupción de Dios en la historia por la encarnación del Verbo es la que Jesucristo pide hoy de cada uno de sus hijos por la aceptación libre e incondicional del Espíritu Santo, la ley del amor, en la propia vida.

En ese sentido, Adviento es tiempo de conversión, por eso el ornamento morado en la misa: "El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo." (Benedicto XVI, 9 de diciembre de 2007)

3. Adorarlo con corazón de pastor y de ángel.

"Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos" (Mt 18,3) Para entrar a la cueva de Belén hay que hacerse pequeño, como niño. Los pastores y los ángeles tienen corazón de niño. El niño tiene una mirada pura, se maravilla de todo, todo lo disfruta, es capaz de dar amor y de recibir amor con humildad y corazón de pobre.

Los pastores y los ángeles se dieron el tiempo para centrarse en lo esencial: la contemplación del hijo de Dios que habita en medio de nosotros. Los pastores dejaron sus ganados, los ángeles dejaron el cielo; todos se juntaron para adorar a Dios en los brazos de María.

Adviento y Navidad deben ser tiempos de más calma para pasar más tiempo junto a Cristo Eucaristía. Sí, hay que tener el valor de romper esquemas y centrarse en lo esencial. Que esta Navidad, Cristo sea el mejor atendido y el más amado.
Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre el autor y la fuente www.la-oracion
 Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com

martes, 2 de diciembre de 2014

Los males de la Iglesia son los males de cada uno


Oración de Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada (España).

Postrados ante el altar, la diócesis de Granada pide perdón por todos los pecados de la Iglesia 
Perdón por nuestros pecados, por nuestras faltas. Y suplicamos también unos de otros la intercesión común para que ese perdón nos sea concedido. La iglesia, por lo tanto, sabe que, desde su origen, desde el origen del mundo y desde el origen de cada uno de nosotros, el pecado nos acompaña, con lo que tiene de herida, con lo que tiene de mal para el hombre. Pero también sabemos que hay un perdón, que hay una misericordia infinita, que hay alguien a quien podemos dirigirnos siempre a quien pedir ese perdón.

A diferencia de una de las protagonistas de la película “Las horas” que decía ‘de qué sirve pedir perdón si no hay a quien pedírselo’, nosotros sabemos que hay una misericordia infinita que perdona. A esa misericordia infinita nos encomendamos cada vez que empezamos la Eucaristía. Pero hoy lo vamos a hacer de una manera especial. Dada la herida que hemos vivido en esta semana, yo voy a hacer como se hace al comienzo de la liturgia del Viernes Santo: postrarme ante el Señor antes de rezar el “Yo confieso”. Invito a los sacerdotes que están aquí si quieren acompañarme, y por edad pueden también hacerlo, a postrarnos ante el Altar. Y juntos, con todo el pueblo cristiano que habéis querido uniros a esta celebración, vosotros os ponéis de rodillas, y oramos en silencio unos minutos al Señor, pidiéndole perdón por todos los pecados de la Iglesia, por todos los escándalos que puedan o hayan podido producirse entre nosotros y en cualquier lugar del mundo. Por nuestros propios pecados.
Otro rasgo de la percepción cristiana del pecado es que no hay ningún mal, en ningún lugar, no se hace daño a nadie en ningún lugar sin que este daño sea nuestro, porque somos un único cuerpo: los males de la Iglesia son los males de cada uno. San Pablo decía: quién sufre que yo no sufra con él, quién tiene fiebre que yo no arda. Todos somos miembros los unos de los otros; no hay ningún mal del que nosotros podamos decir ‘no tiene que ver conmigo’. No: todos tienen que ver.
Por tanto, todos vamos a orar juntos. Por las veces que todos nosotros no hemos transparentado suficientemente el Rostro de Cristo, el amor de Cristo por cada hombre, por todas las veces que cualquiera de nosotros o cualquiera del cuerpo de Cristo, y especialmente entre los pastores, podamos haber hecho daño a alguien, de cualquier forma, de cualquier modo que sea.
Vamos a orar juntos en silencio pidiéndole al Señor perdón por todas esas faltas. Yo lo pido de una manera especial, como pastor, se lo pido en nombre de la Iglesia. Le pido al Señor que perdone, que ayude, que sostenga a todos aquellos que han sido escandalizados en cualquier momento por la conducta de la Iglesia, y especialmente por la conducta de los pastores. Yo voy a bajar, vosotros os ponéis de rodillas, los que queráis y los que podáis, y vamos a orar en silencio, unos minutos, para arrancarle al Señor la gracia, y también la conversión. También de forma que nosotros podamos mostrar al mundo la belleza del amor infinito de Cristo por cada persona humana, y especialmente por los más frágiles, por los más débiles, por los más necesitados.

Por: Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada | Fuente: www.agenciasic.com

lunes, 1 de diciembre de 2014

Ideas para vivir el Adviento

Esta es una época del año en la que estamos “bombardeados” por la publicidad, todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento.

La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

Durante el tiempo de Adviento se puede escoger alguna de las opciones que presentamos a continuación para vivir cada día del Adviento y llegar a la Navidad con un corazón lleno de amor al niño Dios.

1.Pesebre y pajas:

En esta actividad se va a preparar un pesebre para el Niño Dios el día de su nacimiento. El pesebre se elaborará de paja para que al nacer el niño Dios no tenga frío y la paja le dé el calor que necesita. Con las obras buenas de cada uno de los niños, se va a ir preparando el pesebre. Por cada buena obra que hagan los niños, se pone una pajita en el pesebre hasta el día de la celebración del nacimiento de Cristo.

2.Vitral del Nacimiento:

En algún dibujo en el que se represente el Nacimiento se puede ir coloreando alguna parte de éste, cada vez que lleven a cabo una obra buena, para irlo completando para la Navidad.

3.Calendario Tradicional de Adviento:

En esta actividad se trata de hacer un calendario de Adviento en donde marquen los días del Adviento y escribir sus propósitos a cumplir. Pueden dibujar en la cartulina el día de Navidad con la escena del nacimiento de Jesús. Diario revisarán los propósitos para ir preparando su corazón a la Navidad. Este calendario lo podrán llevar a la Iglesia el día de Navidad si así lo desean.

Se sugieren los siguientes propósitos:

1. Ayudaré en casa en aquello que más me cueste trabajo.
2. Rezaré en familia por la paz del mundo.
3. Ofreceré mi día por los niños que no tienen papás ni una casa donde vivir.
4. Obedeceré a mis papás y maestros con alegría.
5. Compartiré mi almuerzo con una sonrisa a quien le haga falta.
6. Hoy cumpliré con toda mi tarea sin quejarme.
7. Ayudaré a mis hermanos en algo que necesiten.
8. Ofreceré un sacrificio por los sacerdotes.
9. Rezaré por el Papa.
10. Daré gracias a Dios por todo lo que me ha dado.
11. Llevaré a cabo un sacrificio.
12. Leeré algún pasaje del Evangelio.
13. Ofreceré una comunión espiritual a Jesús por los que no lo aman.
14. Daré un juguete o una ropa a un niño que no lo tenga.
15. No comeré entre comidas.
16. En lugar de ver la televisión ayudaré a mi mamá en lo que necesite.
17. Imitaré a Jesús en su perdón cuando alguien me moleste.
18. Pediré por los que tienen hambre y no comeré dulces.
19. Rezaré un Ave María para demostrarle a la Virgen cuanto la amo.
20. Hoy no pelearé con mis hermanos.
21. Saludaré con cariño a toda persona que me encuentre.
22. Hoy pediré a la Santísima virgen por mi país.
23. Leeré el nacimiento de Jesús en el Evangelio de S. Lucas 2, 1-20.
24. Abriré mi corazón a Jesús para que nazca en él.

4.- Novena de Navidad 

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.
De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad.

Por: Tere Vallés

domingo, 30 de noviembre de 2014

Andrés, el que acercaba a otros a Cristo

Es el instrumento de encuentro de los hombres con Cristo y que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. 


Celebramos el día del apóstol San Andrés, meditaremos hoy acerca de este gran apóstol.

El Apóstol Andrés es un hombre sencillo, tal vez también pescador como su hermano Simón, buscador de la verdad y por ello lo encontramos junto a Juan el Bautista. No importa de dónde viene ni qué preparación tiene. Parece, por lo que conocemos de él en el Evangelio, que entre otras muchas cosas algo que va a hacer es convertirse en un anunciador de Cristo a otros.

He ahí el Cordero de Dios (Jn 1,36). Estando Andrés junto a Juan el Bautista escucha de él estas palabras. De repente se siente inquieto por ellas y se va con Juan tras Jesús. Él les pregunta: ¿Qué buscáis?, a lo que ellos le dicen: ¿Dónde vives?. Jesús entonces les dice: "Venid y lo veréis". Ellos fueron con Jesús y se quedaron con Él aquel día. Ha sido Juan el Bautista quien les ha enseñado a Cristo, y antes que nada Andrés ha querido hacer personalmente la experiencia de Cristo. Estando junto a él ha descubierto dos cosas: que Cristo es el Mesías, la esperanza del mundo, el tesoro que Dios ha regalado a la humanidad, y también que Cristo no puede ser un bien personal, pues no puede caber en el corazón de una persona. A partir de ahí, la vida de Andrés se va a convertir en anunciadora de Dios para los demás hasta morir mártir de su fe en Cristo.

Hemos encontrado al Mesías (Jn 1,41). La primera acción de Andrés, tras haber experimentado a Cristo, es la de ir a anunciar a su hermano Simón Pedro tan fausta noticia. Simón Pedro le cree y Andrés le lleva con el Maestro. Hermosa acción la de compartir el bien encontrado. Andrés no se queda con la satisfacción de haber experimentado a Cristo. Bien sabe que aquel don de Dios, a través de Juan el Bautista que le señaló al Cordero de Dios, hay que regalarlo a otros, como su Maestro Juan el Bautista hizo con él. Queda claro así que en los planes de Dios son unos (tal vez llamados en primer lugar) quienes están puestos para acercar a otros a la luz de la fe y de la verdad. ¡Gran generosidad la de Andrés que le convierte en el primer apóstol, es decir, mensajero, de Cristo, y además para un hermano suyo!

Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús (Jn 12,20). Se refieren estas palabras a una escena en la que unos griegos, venidos a la fiesta, se acercaron a los Apóstoles con la petición de ver a Jesús. Andrés es uno de los dos Apóstoles que se convierte en instrumento del encuentro de aquellos hombres con Cristo, encuentro que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. ¿Puede haber labor más bella en esta vida que acercar a los demás a Dios, se trate de personas cercanas, de seres desconocidos, de amigos de trabajo o compañeros de juego? Sin duda en la eternidad se nos reconocerá mucho mejor que en esta vida todo lo que en este sentido hayamos hecho por los otros. Toda otra labor en esta vida es buena cuando se está colaborando a desarrollar el plan de Dios, pero ninguna alcanza la nobleza, la dignidad y la grandeza de ésta.

El Apóstol Andrés se erige así, desde su humildad y sencillez, en una lección de vida para nosotros, hombres de este siglo, padres de familia preocupados por el futuro de nuestros hijos, profesionales inquietos por el devenir del mundo y de la sociedad, miembros de tantas organizaciones que buscan la mejoría de tantas cosas que no funcionan. A nosotros, hombres cristianos y creyentes, se nos anuncia que debemos ser evangelizadores, portadores de la Buena Nueva del Evangelio, testigos de Cristo entre nuestros semejantes. Vamos a repasar algunos aspectos de lo que significa para nosotros ser testigos del Evangelio y de Cristo.

En primer lugar, tenemos que forjar la conciencia de que, entre nuestras muchas responsabilidades, como padres, hombres de empresa, obreros, miembros de una sociedad que nos necesita, lo más importante y sano es la preocupación que nos debe acompañar en todo momento por el bien espiritual de las personas que nos rodean, especialmente cuando se trata además de personas que dependen de nosotros. Constituye un espectáculo triste el ver a tantos padres de familia preocupados únicamente del bien material de sus hijos, el ver a tantos empresarios que se olvidan del bienestar espiritual de sus equipos de trabajo, el ver a tantos seres humanos ocupados y preocupados solo del futuro material del planeta, el ver a tantos hombres vivir de espaldas a la realidad más trascendente: la salvación de los demás.

El hombre cristiano y creyente debe además vivir este objetivo con inteligencia y decisión, comprometiéndose en el apostolado cristiano, cuyo objetivo es no solamente proporcionar bienes a los hombres, sino sobre todo, acercarlos a Dios. Es necesario para ello convencerse de que hay hambres más terribles y crueles que la física o material, y es la ausencia de Dios en la vida. El verdadero apostolado cristiano no reside en levantar escuelas, en llevar alimentos a los pobres, en organizar colectas de solidaridad para las desgracias del Tercer Mundo, en sentir compasión por los afligidos por las catástrofes, solamente. El verdadero apostolado se realiza en la medida en que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, se transforma en camino para enseñar incluso a quienes están podridos de bienes materiales que Dios es lo único que puede colmar el corazón humano. ¿De qué le vale a un padre de familia asegurar el bien material de sus hijos si no se preocupa del bien espiritual, que es el verdadero?

Hay un tema en la formación espiritual del hombre a tener en cuenta en relación con este objetivo. Hay que saber vencer el respeto humano, una forma de orgullo o de inseguridad como se quiera llamarle, y que muchas veces atenaza al espíritu impidiéndole compartir los bienes espirituales que se poseen. El respeto humano puede conducirnos a fingir la fe o al menos a no dar testimonio de ella, a inhibirnos ante ciertos grupos humanos de los que pensamos que no tienen interés por nuestros valores, a nunca hablar de Cristo con naturalidad y sencillez ante los demás, incluso quienes conviven con nosotros, a evitar dar explicaciones de las cosas que hacemos, cuando estas cosas se refieren a Dios. En fin, el respeto humano nunca es bueno y echa sobre nosotros una grave responsabilidad: la de vivir una fe sin entusiasmo, sin convencimiento, sin ilusión, porque a lo mejor pensamos eso de que Dios, Cristo, la fe, la Iglesia no son para tanto.


Autor: P. Juan J. Ferrán

sábado, 29 de noviembre de 2014

De máquinas, de personas y de sueños

Estamos en busca del Dios cercano. Buscamos una fraternidad que, en medio de los sufrimientos, sostiene al otro y así ayuda a seguir adelante

Hace pocos días me he encontrado con una de esas películas no tan recientes, que muchos no conocen. Como escribió el crítico de cine Rogert Ebert sobre “La invención de Hugo” (Hugo, M. Scorsese, 2011), es un film en 3D, fruto de que un gran artista –su director– haya podido disponer de todos los instrumentos y recursos necesarios para hacer una película acerca de las películas. Y a la vez, una fábula fascinante para (algunos, no todos) niños, como prueba del corazón que el artista ha puesto en su obra.
(Ver tráiler).

    En efecto, se trata de un relato amable y sugerente, en parte histórico y en parte autobiográfico, casi como un cuento que puede hacer las delicias de muchos niños y de muchos otros que sean capaces de mirar como ellos; especialmente si son amantes del arte y del cine, de la música y de la fotografía, de los libros y de las historias.


Un niño relojero... y muchas preguntas

    El protagonista es un niño de 12 años, que vive dentro de los engranajes del reloj de la estación ferroviaria de Montmartre, en el Paris de los años treinta. Su padre era un relojero aficionado a los misterios. Murió en un incendio y parece haber dejado a su hijo el encargo de arreglar cosas, y también personas. 

    El espectador se ve cuestionado en muchas direcciones. ¿Es el hombre un autómata que funciona con una llave en forma de corazón, y entonces es capaz de dibujar sueños? ¿Pueden quedar las personas rotas por falta de piezas? ¿Podrán superar la soledad y la tristeza? ¿Qué necesitan para resolver las preguntas más importantes? ¿Es el mundo una máquina en la que todo encaja? ¿A veces te despiertas al borde de una cornisa o colgando de las manillas de un reloj?

    La silla se rompe y echa por el aire sueños que parece que no pueden volver. El café tiene su tiempo, como lo tiene el encuentro con el amor. Y toda buena historia pide ser contada, hoy con imágenes y en movimiento. ¿O acaso no es verdad que “el cine tiene el poder de capturar los sueños”


El lugar de donde proceden los sueños

      Hay que estar atentos cuando por medio de alguien importante se nos dice: “Si alguna vez te has preguntado de donde proceden tus sueños…, mira a tu alrededor. Aquí es donde se fabrican”. No le falta cierta razón, sobre todo si se entiende ese “mirar a tu alrededor” como penetrar en la realidad que nos rodea, el gran teatro y el gran cine que es el mundo mismo.

    “En las máquinas –observa Hugo– nunca sobran piezas, ¿sabes? Tienen el número exacto que necesitan. Por eso pensé que si el mundo entero era una gran máquina, yo no podía sobrar, tenía que estar aquí por alguna razón. Y eso significa que tú estás también por alguna razón”[1].

 
* * *

El mundo como máquina, ¿el hombre máquina?

    El mundo moderno nos ha traído la ciencia y con ella el progreso tecnológico, que tanto nos ayuda. Pero a la vez, la modernidad, a partir de los siglos XVI y XVII desarrolló la idea de que el mundo era lo más parecido a una máquina, sobre todo por obra de pensadores como Leibnitz y Newton. El mundo podía ser dominado por medio de la técnica, ya que podía ser interpretado completamente como un sistema mecánico. En la religión esto originó el Deísmo, es decir, la idea de Dios simplemente como autor de ese sistema mecánico. Algo así como un relojero que lo había construido y luego se había desentendido de él.

     Se pensaba que el análisis matemático podía explicar, y, por tanto, cambiar el mundo. Influido por estas ideas, Leibnitz pretendía aplicar las proposiciones lógicas y matemáticas al terreno metafísico y teológico. Esto lo asumió La Mettrie para defender que el hombre no era más que una complicada máquina material (“El hombre máquina”, 1748), proponiendo una ética de tipo hedonista. Spinoza había intentado una “Ética demostrada de modo geométrico” (1677).


El hombre como "sistema libre"

     En cambio, según Leonardo Polo el hombre es un sistema libre, es decir, un sistema independiente del medio, que incluso puede incidir en ese medio con rasgos únicos, por lo que es susceptible de experiencia, es decir de formas de comportarse acumulables e innovadoras. Además, esto no se realiza solamente en un individuo, sino también en una comunidad de sistemas libres, que puede ser a su vez un sistema libre y un sujeto de experiencia. Resulta ser así,personalmente, capaz de virtudes o de vicios, como también las sociedades son capaces de mejorar o empeorar.

    Por todo ello ninguna teoría de los sistemas es incapaz de dar cuenta cabalmente de cómo es el hombre. Sólo la ética –con sus tres dimensiones: bienes, virtudes y normas– es capaz de observar al hombre como sistema abierto con alternativas de libertad, o sea, como sistema libre [2]. Por eso el hombre siempre está embarcado en el proyecto de sí mismo, pues siempre puede perfeccionarse[3]. 


El marco trascendental del hombre

    Algo así podemos intuir en el planteamiento de nuestro Hugo. Situado inicialmente en el marco cerrado de la modernidad, consigue salirse de él hacia un horizonte más amplio y pleno, por medio del amor, fortalecido con el recuerdo de la familia y apoyado por la amistad, con la contemplación de la belleza del mundo, y con su trabajo. Y en todo ello interviene, para él y para nosotros, el cine. (Ver una entrevista sobre la película con su director )

    En uno de los momentos más dramáticos de la película, alguien que había sido un gran artista, exclama desconcertado: “¿Qué soy yo? ¡Nada más que (…) un juguete mecánico, roto!”. Tras de él, un crucifijo cuelga discretamente de la pared del dormitorio. 


Un Dios cercano y una fraternidad que nos sostenga

    El 1 de junio de 2012 Benedicto XVI asistió a un breve concierto en el teatro de la Scala de Milán, centro de referencia cultural y musical, con motivo de un encuentro mundial de las familias. Evocó cómo la Scala fue reconstruida y vuelta a abrir en 1946, como signo de esperanza para la recuperación de la vida en la ciudad, tras las destrucciones de la guerra. Aquí estaba ahora el papa Ratzinger , y acababa de escuchar la novena sinfonía de Beethoven, que termina con el célebre“Himno de la alegría”. La letra, compuesta por el poeta romántico Schiller, dice: “Hermanos, más allá de las estrellas, debe habitar un padre amoroso…”

     Pues bien, ante los sufrimientos del mundo, las guerras, los terremotos –hacía un mes se había producido el último, en Sicilia– ese día, después de ponderar la espléndida obra musical y su interpretación, dijo Joseph Ratzinger que podía parecernos fría y discutible la hipótesis de que sobre el cielo estrellado debe habitar un buen padre:

    “No necesitamos un discurso irreal de un Dios lejano y de una fraternidad que no compromete. Estamos en busca del Dios cercano. Buscamos una fraternidad que, en medio de los sufrimientos, sostiene al otro y así ayuda a seguir adelante”.

     Y añadió que los cristianos adoramos “al Dios que sufre con nosotros y por nosotros, y así ha capacitado a los hombres y las mujeres para compartir el sufrimiento de los demás y para transformarlo en amor”.

Por: Ramiro Pellitero | Fuente: http://iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.it