"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 12 de diciembre de 2011

La Guadalupana, tu madre

Tenemos miedo de tantas cosas, la enfermedad, falta de dinero, que nos roben, miedo al futuro. Pero Ella nos dice: “No temas..."
El nombre más repetido en las mujeres mexicanas es el de GUADALUPE. Por eso muchas celebran su santo el 12 de Diciembre, fecha en que una mujer vestida de princesa, se le apareció a un natural de esta tierra, a Juan Diego, en la Colina del Tepeyac.

Santa María de Guadalupe es el nombre de la celestial Señora. Ella pidió que se construyera un templo, y el templo se construyó. Más aún, hace algunos años se construyó un nuevo santuario más grande y moderno para dar cabida a un número mayor de peregrinos.

Hoy se encuentran muchísimos templos en todo México dedicados a la Virgen de Guadalupe. Casi todas las ciudades tienen el suyo.

¿Para qué pidió un templo? Para que todos nos sintiéramos en su casa cuando fuéramos allí a rezar, para poder decir a cada habitante de nuestro país las mismas palabras que dirigió a Juan Diego: “No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?”

Hermosas palabras que nos quiere decir a cada uno todos los días, pero sobre todo en esos días amargos, días de dolor y desesperanza.

“No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?...” Tenemos miedo de tantas cosas, miedo de perder la salud, el dinero, a que nos roben, miedo al futuro. Existe mucho miedo en el ambiente. “No temas...”, nos dice Ella.

El 12 de Diciembre hasta los más duros se ablandan, van de rodillas ante la Guadalupana.

Santos y pecadores, borrachos y mujeriegos, quizá hasta le juren a la Virgencita que van a cambiar para siempre, y al día siguiente vuelven a ser los mismos. Pero hicieron el intento, y cualquier intento es bueno. Ella se los toma en cuenta. Después de tantos intentos fallidos, basta que uno de esos esfuerzos de resultado.

Yo me pregunto si México sería el mismo si no hubiera intervenido en su historia la Reina del Cielo.

Me impresiona que los mismos inicios de México como nación, interviniera tan amorosamente esa Persona a quién con santo orgullo se le llama “Reina de México”.

En aquel momento era necesaria la ayuda y protección de la Madre de Dios. Hoy es mucho más necesaria. Los males de México son tantos y tan duros que se necesita la ayuda del cielo para remediarlos. Creo que no bastan los buenos políticos y los buenos economistas.

¡Reza, México, a tu Reina!, para que puedas ser liberado de este naufragio. Esa Reina no ha devaluado su amor a México ni a los mexicanos, hoy los quiere como entonces, pero se necesitan millones de manos alzadas al cielo, millones de rodillas que toquen la tierra rezando, millones de lenguas y corazones que unan su voz y su amor en una oración gigantesca y sonora a la Reina de México, para que venga a auxiliarnos en esta hora difícil.

Para los que tienen fe, hay un faro de esperanza en la Colina del Tepeyac que se llama Santa María de Guadalupe.

El tesoro más rico que México y el mundo entero tiene es una tilma sencilla donde la Madre de Dios se pintó a sí misma para que al contemplarla oyéramos todos su dulce mensaje: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”


ROSAS EN EL TEPEYAC

Las veo en la ladera del bosque;
son grandes, muy variadas:
Todas llevan en su cáliz
perlas del rocío de la noche.

Las ha plantado una mano celestial.
La Madre de Dios tiene preferencia
por las rosas de Castilla, le gustan las rosas.

En su jardín del cielo
debe haber plantado rosas a granel,
y deben muchos ángeles cuidarlas con primor.
Son las rosas de la Madre del Señor.

“Rosas en mi jardín no hay ya,
todas han muerto”, diría un día el poeta.
¡Qué tragedia! Mustios pétalos por el suelo
es todo lo que queda de la gloria de las rosas.

Habrá que pedirle a la dueña del Tepeyac
algunos retoños de rosal
de los que plantó en la colina
para plantarlos en el jardín.

Esos rosales siempre ostentan rosas,
son frescas y hermosas;
nunca se marchitan porque son de Ella.

La imagen de Guadalupe
está pintada con pétalos de rosa,
con rocío de la noche, con amor materno.

No importa que el lienzo sea lo más pobre,
porque esa tilma recoge la obra maestra
que un pincel grabó en ella.

¿Un serafín? ¿Sabía pintura la Virgen?
Los de brocha de aquí abajo
no aciertan a descifrar
con qué arte de dibujo
fue impresa tan magnífica pintura
en una tela tan pobre.

Autor: P. Mariano de Blas LC.

domingo, 11 de diciembre de 2011

La misión de ser precursor

Adviento. Que el camino de la paz sea para nosotros la fidelidad y el seguimiento del camino de Cristo.

Juan Bautista aparece en el Evangelio como la figura del hombre que precede a Cristo. Y no cabe duda que la misión de Juan Bautista, la misión de preparar el camino del Redentor, la misión de precursor se encaja en su vida como algo que él tiene que vivir, que tiene que aceptar.

La vocación de Juan Bautista no se da simplemente por el hecho de que Dios llama a su vida; también se da, se cuaja, se fecunda, se madura porque, con su libertad, Juan Bautista acepta esta misión. Ya su padre Zacarías había hablado de su misión cuando Juan es llevado a circuncidar. Zacarías dice que ese niño “será llamado Profeta del Altísimo porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, para anunciar a su pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados”.

Esta es la misión del precursor, ser el hombre que va delante del Señor, que prepara sus caminos y que anuncia el gran don que es el perdón de los pecados. Lo que hace grande a Juan es que la misión que Dios le propone, él la lleva a cabo. Y el hecho de que sea el precursor, de alguna manera, se convierte para Juan Bautista no sólo en un motivo de gloria para él, sino que también se convierte en el modo en el que él llega a nuestras vidas.

También en cada uno de nosotros se realiza una misión semejante. En cierto sentido, cada uno de nosotros es un precursor, es un hombre o una mujer que va delante en el camino de la Redención. Todos estamos llamados, al igual que Juan Bautista, a realizar, a llevar a cabo nuestra misión.

¿Hasta qué punto valoramos la misión que se nos encomienda? ¿Sabemos apreciar el don que hemos recibido? Un don que, como dirá Zacarías, no es otra cosa sino “el Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. Ese es el don que recibimos, el don que Cristo viene a traer.

Pero, el don que Cristo viene a traer, lo trae a través de otras personas, a través de precursores. ¿Yo valoro el don de Cristo, el don que yo puedo dar a mis hermanos? ¿Me doy cuenta de la inmensa riqueza que supone para mi vida, pero también la inmensa riqueza que supone para los demás? Cuántos hombres -como dirá también Zacarías- viven en manos de sus enemigos y en manos de todos los que los aborrecen. Cuántos hombres y mujeres son atacados, denigrados, humillados, hundidos, manipulados.

Y sin embargo, la misericordia de Dios tiene que llegar a sus vidas. Pero ¿cómo va a llegar si no hay nadie que lo proclame, si no hay nadie que vaya delante del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo la salvación? ¿Cuántos corazones no podrán encontrarse con Cristo en esta Navidad?

En estos días en que nos estamos preparando de una forma más intensa para el Nacimiento de Nuestro Señor, tendríamos que preguntarnos ¿cuántos corazones, por mi omisión, por mi falta de delicadeza, por mi falta de preocupación, quedarán sin encontrarse con Dios? ¿Cuántos corazones en las familias, cuántos corazones en el ambiente, cuántos corazones en el ámbito laboral y social no van a saber que Cristo nace para ellos y por ellos? ¿No va a haber nadie que se los enseñe, no va a haber nadie que les predique el camino de la Salvación?

¿Podremos ser tan egoístas como para cerrar el conocimiento de la salvación a los demás? Nuestro corazón no puede pensar tanto en sí mismo como para olvidarse del don que tiene para dárselo a otro. Es una tarea que tenemos que hacer; pero no la podemos hacer si no valoramos primero el don que podemos tener en nuestras manos, si no somos nosotros los que acogemos, los que recibimos el don de Dios. Un don que tiene que vivirse, que tiene que manifestarse, de una manera muy especial, a través de nuestro testimonio de vida; un don que no es tanto la teoría y consejos que podemos decir a los demás, sino sobre todo, lo que nosotros estamos haciendo con nuestra vida.

¡De qué poco nos serviría decir que valoramos mucho el don de Cristo que viene en esta Navidad si no lo transmitiéramos, si no lo diéramos a los demás! ¡De qué poco serviría que dijéramos que queremos ser estos profetas del Altísimo que van delante del Señor para preparar sus caminos, si nuestra vida no se transforma, si nuestra vida no recibe esa visita de Dios, si nuestra vida no quiere ser recibida por Cristo nuestro Señor! No se puede, es imposible. Antes que redimir a otros, hay que redimir mi corazón, hay que cambiar mis actitudes, hay que cambiar mi comportamiento. Tengo que ser el primer redimido. Tengo que redimir mi corazón, tengo que cambiar mis actitudes, tengo que ser el primero que acepta a Cristo como el que me salva de mis pecados, como el que me salva de mis fragilidades.

Dice Zacarías: “[Dios], desde antiguo, había anunciado, por boca de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos, de las manos de todos los que nos aborrecen [...]”. ¿Cómo se podrá hacer eso? ¿Se podrá hacer sin un cambio en mi corazón? ¿Se podrá hacer sin un trabajo sistemático en las virtudes cristianas? ¿Se podrá hacer sin el testimonio de caridad, justicia y fortaleza? ¡Es imposible! Cristo necesita de nosotros para poder llegar a los demás. ¿Estaremos dispuestos a ser nosotros ese precursor de Cristo entre los hombres?

En el himno con el cual Zacarías celebra el nacimiento de su hijo, sobre todo, de su misión, termina diciendo: “Dios va a guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. La paz que todos buscamos y necesitamos. ¿Cuántas inquietudes, cuántos nudos no resueltos, cuántos problemas sin concluir hay para nosotros en esta Navidad? Cada uno de nosotros debería decirse a sí mismo: ¿Qué voy a hacer, cuál es el cambio que yo voy a dar, cómo voy a hacer para que mi vida, en esta Navidad, se acerque más al Señor?

A lo mejor, tendremos que aprender a perdonar y sembrar así el perdón en los demás. Pero para lograr esto tenemos que aceptar el que nosotros también nos hemos equivocado, o tenemos que aceptar dar el primer paso para tender la mano, porque sin duda ese camino de la paz no se podrá llevar con plenitud y verdad, mientras nosotros no aceptemos con plenitud y verdad el plan de Dios sobre nuestra vida.

¿Por qué seguirme escondiendo del plan de Dios? ¿Por qué seguirle dando vueltas a lo que Dios me está pidiendo? ¿Acaso no lo he oído? ¿Acaso no se me ha proclamado, con mucha frecuencia, este plan de Dios?

Jesús en el Evangelio dice: “El que tenga oídos para oír, que oiga”, que es una forma hebrea de decir que quien esté dispuesto, quien quiera, que escuche mi palabra. Pero hay una cosa muy clara, ninguno de nosotros entrará en el camino de la paz que Zacarías profetiza cuando ve a su hijo, si no somos capaces de oír lo que Dios nos pide, el cambio concreto que Dios pide a cada uno.

Que la Navidad nos conceda ver surgir en nuestras vidas el Sol que nace de lo alto. Ese Sol que ilumina nuestras sombras particulares: nuestras sombras en la familia, nuestras sombras en nuestro ambiente, nuestras sombras en nuestra vida espiritual. Que Dios nos otorgue en esta Navidad que ese Sol que nace de lo alto pueda -como dice Zacarías-, guiar nuestros pasos por el camino de la paz auténtica, que no es otra cosa que nuestro Redentor. Que el camino de la paz sea para nosotros la fidelidad y el seguimiento del camino de Cristo.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC.

El Día Nacional de la Esclerosis Múltiple en España se Celebra El 18 de Diciembre.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Adviento es un período para abrir los ojos

Volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.
El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora.

Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.

¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.

Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo.

El cardenal Joseph Ratzinger escribió que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".

En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias:

Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor.

Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro.

Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más de tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente.

¡Alégrense porque el Señor está cerca!

Autor: P. Thomas Rosica.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Dios de Dios, luz de luz

En la oscuridad de la noche de Belén se encendió, realmente, una gran luz: el Creador del universo se encarnó.

(...) En la oscuridad de la noche de Belén se encendió, realmente, una gran luz: el Creador del universo se encarnó uniéndose indisolublemente a la naturaleza humana, hasta ser realmente "Dios de Dios, luz de luz" y al mismo tiempo hombre, verdadero hombre.

(...)

El "Sentido" que se ha hecho carne no es simplemente una idea general inscrita en el mundo; es una "palabra" dirigida a nosotros. Él nos conoce, nos llama, nos guía. No es una ley universal, en la que nosotros desarrollamos algún papel, sino que es una Persona que se interesa por cada persona singular: es el Hijo del Dios vivo, que se ha hecho hombre en Belén.

A muchos hombres, y de alguna forma a todos nosotros, esto parece demasiado hermoso para ser cierto. En efecto, aquí se nos reafirma : sí, existe un sentido, y el sentido no es una protesta impotente contra el absurdo.

El Sentido es poderoso: es Dios.

Un Dios bueno, que no se confunde con cualquier poder excelso y lejano, al que nunca se podría llegar, sino un Dios que se ha hecho cercano a nosotros y nuestro prójimo, que tiene tiempo para cada uno de nosotros y que ha venido a quedarse con nosotros.

Entonces surge espontánea la pregunta: "¿Cómo es posible una cosa semejante? ¿Es digno de Dios hacerse niño?". Para intentar abrir el corazón a esta verdad que ilumina la entera existencia humana, es necesario plegar la mente y reconocer la limitación de nuestra inteligencia.

En la gruta de Belén, Dios se muestra a nosotros humilde "infante" para vencer nuestra soberbia. Quizás nos habríamos rendido más fácilmente frente al poder, frente a la sabiduría; pero Él no quiere nuestra rendición; apela más bien a nuestro corazón y a nuestra decisión libre de aceptar su amor. Se ha hecho pequeño para liberarnos de esa pretensión humana de grandeza que surge de la soberbia; se ha encarnado libremente para hacernos a nosotros verdaderamente libres, libres de amarlo.

Queridos hermanos y hermanas, la Navidad es una oportunidad privilegiada para meditar sobre el sentido y el valor de nuestra existencia. El aproximarse de esta solemnidad nos ayuda a reflexionar:
·  por una parte, sobre el dramatismo de la historia en la que los hombres, heridos por el pecado, están permanentemente buscando la felicidad y un sentido satisfactorio de la vida y la muerte;
·  por otra, nos exhorta a meditar sobre la bondad misericordiosa de Dios, que ha salido al encuentro del hombre para comunicarle directamente la Verdad que salva, y hacerle partícipe de su amistad y de su vida.


Preparémonos, por tanto, a la Navidad con humildad y sencillez, disponiéndonos a recibir el don de la luz, la alegría y la paz que irradian de este misterio.

Acojamos la Navidad de Cristo como un acontecimiento capaz de renovar hoy nuestra existencia.

Que el encuentro con el Niño Jesús nos haga personas que no piensen solo en sí mismas, sino que se abran a las expectativas y necesidades de los hermanos. De esta forma nos convertiremos también nosotros en testigos de la luz que la Navidad irradia sobre la humanidad del tercer milenio.

Pidamos a María Santísima, tabernáculo del Verbo encarnado, y a san José, silencioso testigo de los acontecimientos de la salvación, que nos comuniquen los sentimientos que ellos tenían mientras esperaban el nacimiento de Jesús, de modo que podamos prepararnos a celebrar santamente la próxima Navidad, en el gozo de la fe y animados por el empeño de una conversión sincera.

Fragmento de la catequesis sobre la preparación a la Navidad pronunciada el miércoles 17 de 2008 por el Papa Benedicto XVI durante la audiencia general.

Autor: SS Benedicto XVI:

El Día Nacional de la Esclerosis Múltiple en España se Celebra El 18 de Diciembre.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Volver los ojos a la Inmaculada Virgen María

¡Virgen María! el bien que encierras en tu Corazón Inmaculado es mucho mayor que el mal del enemigo.

Nos gusta mucho mirar los males que padece nuestro mundo, la sociedad que nos rodea. Y no es porque seamos pesimistas, o porque tengamos manías autodestructivas o masoquistas, como se dice, ¡no!... Si miramos nosotros el mal, es porque queremos oponerle el bien.

Tenemos el optimismo debido, sabiendo que los males se pueden remediar cuando nosotros les aplicamos los medios oportunos. Es lo que hacemos en nuestros mensajes siempre que sacamos a relucir algunos males: es porque sabemos que aplicamos a la enfermedad la medicina apropiada.

Hoy, por ejemplo, me gustaría tender de nuevo una mirada al mundo nuestro. El que ha perdido el sentido del pecado, el de las guerras, el de la droga, el del sexo desbordado, el del tráfico de la mujer y de los menores para la prostitución, el del materialismo, el de la rebeldía juvenil, el del infanticidio con el aborto despiadado, el del paganismo galopante... ¿De veras que no tiene remedio tanto mal?...


Digo esto, porque se me ocurre una anécdota muy interesante:

A mitades del siglo diecinueve, el Papa Pío IX estaba muy preocupado por los males que aquejaban al mundo. Le obsesionaba, sobre todo, el avance del Racionalismo que amenazaba gravemente el por-venir de la Iglesia. El Papa meditaba, exponía sus temores, consultaba. Y un Cardenal, famoso en la Roma de entonces por el montón de lenguas que hablaba, le decía repetidamente al Papa:

- Santidad, defina el dogma de la Inmaculada Concepción.

El insigne Cardenal sabía lo que se decía. Venía a decirle al Papa:

- Proponga al mundo, Santo Padre, un ideal muy alto de santidad, de belleza y de pureza.

El Papa le hizo caso y definió el dogma de la Inmaculada.


El Cielo, con las apariciones de Lourdes cuatro años después, vino a ratificar el gesto del Vicario de Jesucristo.

El Racionalismo encontró una roca de contención en su avance. Y la piedad cristiana se acrecentó enormemente con la devoción a la Virgen Inmaculada.

Ahora nos podemos preguntar nosotros. - ¿Nos encontramos hoy mejor o peor que en los tiempos del Papa Pío IX? ¿Tenemos o no tenemos derecho a estar preocupados? ¿Nos importa o no nos importa que muchos deserten de su fe; que se acomoden a un mundo cada vez más secularizado; que acepten prácticas totalmente paganas; que se rebelen contra la Iglesia y su Autoridad; en una palabra, que se vayan alejando cada vez más de Dios?...
Nos preocupa esto, y mucho, a los que nos llamamos cristianos y católicos, porque sabemos el riesgo que muchas almas corren de perderse.

Pero, al mismo tiempo, ¿no sabremos oponernos eficazmente para detener el mal y promover el bien?... ¿No podremos hoy volver también los ojos a la Inmaculada Virgen María?...

Si vivimos nosotros el amor, la invocación, la imitación de la Virgen, y si lo hacemos vivir a los demás, promoviendo su devoción, ¿no pondríamos el remedio de los remedios a muchos de los males que nos rodean?
La salvación nos vendrá siempre de Dios por Jesucristo. Pero, es que Jesucristo y Dios han tenido la elegancia con su Madre de confiarle a Ella los problemas más grandes de la Iglesia.

Además, nos la han propuesto como el modelo y el ejemplar de lo que Dios quiere de nosotros. ¿Qué ocurriría entonces, si amamos a la Virgen y la hacemos amar?...

¿Mirar a la Inmaculada, triunfadora del demonio en el primer instante de su Concepción, y dejarle al Maligno que avance por el mundo, destruyendo el Reino de Dios?... Imposible.

¿Mirar a María, ideal de pureza sin mancha alguna, y seguir sus hijos como víctimas vencidas de la impureza?... Imposible.

¿Mirar a María, la Mujer elevada a la máxima altura de Dios, honor y orgullo de la Humanidad, y no respetar, defender, promover y amar a la mujer como lo hacemos con María?... Imposible.

¿Mirar a María e invocarla, para que ayude hoy a la Iglesia, como la ayudó en los momentos difíciles de otros tiempos, y que Ella nos abandone a nuestra pobre suerte?... Imposible.

Todas esas cosas son imposibles porque María tiene un Corazón de Madre. Y es imposible que la Madre permanezca indiferente a los males de sus hijos.

Ciertamente que habremos de contar siempre con la malicia humana, guiada por el enemigo que desde el paraíso nos persigue a muerte para evitar nuestra salvación, llevado del odio que le tiene a Dios y la envidia con que nos mira a los redimidos. Dios previno esta lucha entre el dragón y la Mujer, pero la victoria definitiva se la asignó a la Mujer y no al dragón. María, Mujer delicada y Madre tierna, se presenta al mismo tiempo en la Biblia como una guerrera invencible en las batallas de Dios.

¡Virgen María! El mal del mundo es muy grande. Pero el bien que encierras en tu Corazón Inmaculado es mucho mayor. La Iglesia, Pueblo y Familia de Dios, te invoca confiada. ¿Quién va a poder más, el enemigo o Tú?....
Autor: Pedro García, misionero claretiano.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El poder de la sonrisa

Sonríete hasta que notes que tu constante seriedad y severidad se hayan desvanecido. Sonríete hasta entibiar tu propio corazón

Queridos amigos y amigas:

Con unas breves palabras les doy la bienvenida a mi segmento “Sembrando Esperanza”, antes que nada les mando mi bendición sacerdotal. Les invito todos los miércoles para poder compartir y encontrar juntos mensajes que den sentido, valor a nuestra vida, quiero llevar a sus corazones un mensaje de esperanza y de amor, puestengo la certeza que por medio de ellos encontraremos la verdad y el bien... Queremos llevar a nuestro mundo un poco de luz, queremos ser antorchas de una buena noticia.



¿Será la sonrisa un símbolo de alegría?, ¿y la alegría es capaz de transformarlo todo?, ¿tú, qué dices? yo digo que sí. Es como un tesoro inacabable que mientras más da, más se llena.

Quien muestra una sonrisa, transpira alegría, atrae y nunca deja las cosas igual. Todos queremos, es más, buscamos estar con quien nos anima y estimula, buscamos a las personas alegres y que siempre tienen en su rostro una sonrisa. Puede ser que la vida nos trate mal, pero el estar con personas alegres es siempre un descanso en la montaña de la vida. Y cuando esas personas se apartan, dejan un hueco profundo en el alma y se van de la historia dejando en herencia un mundo mejor.

Basta una leve sonrisa en tus labios para levantar el corazón, para mantener el buen humor, para conservar la paz del alma, para ayudar a la salud, para embellecer la cara, para despertar buenos pensamientos, para inspirar generosas obras. Enséñate a sonreír, estudia la maestría de la sonrisa y demuéstrale a los sabios e intelectuales de este mundo, que aquí está el verdadero arte de vivir, el verdadero arte de ser feliz, en definitiva, la presencia de Dios en tu alma.

Sonríete hasta que notes que tu constante seriedad y severidad se hayan desvanecido. Sonríete hasta entibiar tu propio corazón con ese rayo de sol; irradia tu sonrisa: esa sonrisa tiene muchos trabajos que hacer, ponla al servicio de Dios. ¿Porqué no convertirte en apóstol de la sonrisa ahora? la sonrisa es tu instrumento, la caña para pescar almas y hacerlas felices. Santificando la gracia que habita en tí, te dará el encanto especial que necesitas para transmitir a los otros ese bien.

Sonríe a los tristes.
Sonríe a los tímidos.
Sonríe a los amigos.
Sonríe a los jóvenes.
Sonríe a los ancianos.
Sonríe a tu familia.
Sonríe en tus penas.
Sonríe en tus pruebas.
Sonríe en tus soledades.
Sonríe por amor a Jesús.
Sonríe por amor a las almas.

Deja que todos se alegren con la simpatía y belleza de tu cara sonriente. Cuenta, si puedes, el número de sonrisas que has distribuído entre los demás cada día; su número te indicará cuántas veces has promovido contento alegría, satisfacción, ánimo o confianza en el corazón de los demás. Estas buenas disposiciones siempre son el principio de obras generosas y actos nobles. La influencia de tu sonrisa obra maravillas que tú ignoras.

Tu sonrisa puede llevar esperanza y abrir horizontes a los agobiados, a los deprimidos, a los descorazonados, a los oprimidos y a los desesperados. Tu sonrisa puede ser el camino para llevar las almas a la Fe. Tu sonrisa puede ser el primer paso que lleve al pecador hacia Dios. También sonríele a Dios. Sonríe a Dios mientras aceptas con amor todo lo que Él te manda y merecerás la radiante sonrisa que Cristo fija en tí con especial amor por toda la eternidad.

“Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor. Sonreír en el sufrimiento, es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar”.
Autor: P. Dennis Doren L.C.

TEXTOS DE SAN JOSEMARÍA, SOBRE LA VIRGEN INMACULADA



La Virgen Inmaculada
-Canta ante la Virgen Inmaculada, recordándole:
Dios te salve, María, hija de Dios Padre: Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo: Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo...
¡Cómo gusta a los hombres que les recuerden su parentesco con personajes de la literatura, de la política, de la milicia, de la Iglesia!...
-Canta ante la Virgen Inmaculada, recordándole:
Dios te salve, María, hija de Dios Padre: Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo: Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo... ¡Más que tú, sólo Dios!
Camino, 496

"Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados..." Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día.
Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!
Surco, 475

Cuando te veas con el corazón seco, sin saber qué decir, acude con confianza a la Virgen. Dile: Madre mía Inmaculada, intercede por mí.
Si la invocas con fe, Ella te hará gustar -en medio de esa sequedad- de la cercanía de Dios.
Surco, 695

Virgen Inmaculada, ¡Madre!, no me abandones: mira cómo se llena de lágrimas mi pobre corazón. -¡No quiero ofender a mi Dios!
-Ya sé, y pienso que no lo olvidaré nunca, que no valgo nada: ¡cuánto me pesa mi poquedad, mi soledad! Pero... no estoy solo: tú, Dulce Señora, y mi Padre Dios no me dejáis.
Ante la rebelión de mi carne y ante las razones diabólicas contra mi Fe, amo a Jesús y creo: Amo y Creo.
Forja, 215

Me conmovió la súplica encendida que salió de tus labios: "Dios mío: sólo deseo ser agradable a tus ojos: todo lo demás no me importa. -Madre Inmaculada, haz que me mueva exclusivamente el Amor".
Forja, 1028

martes, 6 de diciembre de 2011

Ya te falta poco para nacer....Oh Señor de la historia

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios.
¡YA TE FALTA POCO PARA NACER.... OH, SEÑOR DE LA HISTORIA!

En la mitad del ADVIENTO... ¿Cómo estás nuestros caminos?

Todos sabemos que falta poco para que llegue la Navidad....y ahí andamos corriendo, hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer, regalos, alimentos para la cena de Nochebuena o la comida de Navidad.... ¡y los turrones!, ah, eso si no nos pueden faltar y los vinos....otra cosa importante para brindar....

Cada quién, según sus posibilidades, trataremos que esa noche o día, se pueda celebrar lo mejor posible y sobre todo, si es que llega a ser en nuestra casa, quedar con el mejor de los éxitos....

Todo esto está muy bien, pero.... ¿Cómo están nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, los "caminos" de nuestro corazón....

Hace muchísimos años, Juan, comenzó a predicar la penitencia, un bautismo para el perdón de los pecados y su arrepentimiento, es tiempo de mortificación por eso vemos que los sacerdotes visten de color morado al celebrar la misa, y todavía muchos miles de años antes, podemos leer al profeta Isaías: "Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios".

Es ahora cuando ha llegado nuestro tiempo... ¿Cómo preparamos esos "caminos"... sin allanar las crestas de nuestra soberbia, de nuestra altanería... sin poner rectos nuestros deseos de ambición cambiándolos por generosidad, sin suavizar esa aspereza pidiendo perdón o dándolo con un gesto de amor....?

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder ofrecer "algo", para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios que ya no tarda en llegar, que ya no tarda en aparecer en nuestra Historia, siendo El el Señor y Dueño de la misma, y sin embargo
lo vamos a ver naciendo en la más profunda humildad y solo ý únicamente por amor.

Es tiempo de regalar. y de recibir regalos..., todo está bien.

Pero El solo vino a buscar mi corazón para que lo ame.... ¿se lo daré?......
Autor: Ma Esther De Ariño.

El Día Nacional de la Esclerosis Múltiple en España se Celebra El 18 de Diciembre.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La lluvia, el sol, y Dios

Es Dios quien estable cuándo y cómo llega el "buen tiempo" o empiezan las lluvias. Es Dios el que pone un límite a las aguas y el que adornaba las nubes con un arco iris.
Fray Jacinto era otro cuando llegaba una tormenta y llovía a cántaros. Su corazón se expandía como esponja. Daba una y otra vez gracias a Dios al contemplar sin cansarse cómo las gotas rebotaban en tejados y terrazas, cómo bajaban alegre por cañerías y caminos, cómo dejaban empapados campos y ventanas.

Fray Bernardo, en cambio, amaba intensamente los días de Sol. Su corazón se abría con una sonrisa inmensa cuando contemplaba el cambio de colores del cielo por la mañana, mientras se levanta aquella estrella que calienta los campos, que hace cantar a los jilgueros y a los mirlos, que da un color vivo a las flores y los árboles. Desde lo más profundo de su alma agradecía a Dios por cada jornada llena de luz y de alegría.

Era frecuente que fray Jacinto sintiese cierta pena cuando la lluvia tardaba en llegar. Rezaba una y otra vez para que el cielo abriese sus compuertas y las aguas llegasen nuevamente a fecundar la tierra.

También era habitual que fray Bernardo sintiese una cierta congoja y opresión interior cuando un día sí y otro también el cielo parecía de plomo y el Sol permanecía secuestrado entre nubes amenazadoras.

Cuando hablaban entre sí, se hacía patente las perspectivas tan diferentes que tenían fray Jacinto y fray Bernardo. Incluso a veces, medio en broma y no tan en broma, fray Jacinto reprochaba a fray Bernardo el que la lluvia se hiciera esperar, o fray Bernardo encaraba a fray Jacinto por rezar tanto por la lluvia y porque era “muy escuchado” por el Padre de los cielos.

Un buen día, los dos se dieron cuenta de que lluvia o Sol, agua o calor, vientos o bonanza, todo procedía de Dios.

Era Dios quien establecía cuándo y cómo llegaba el “buen tiempo” o empezaban las lluvias. Era Dios el que ponía un límite a las aguas y el que adornaba las nubes con un arco iris presagio de paz y de luminosidad. Era Dios el que permitía días o semanas de prueba, cuando la sequía dejaba campos y bosques en angustias, o cuando las lluvias torrenciales desbordaban ríos y provocaban avalanchas de barro en las colinas.

Así, sencillamente, los dos frailes aprendieron que un gusto personal no puede condicionar el querer divino, y que Dios sabe lo que es mejor en cada momento para sus hijos, aunque no siempre los hombres lo comprendamos ni lo que ocurre encaje con nuestros deseos.

Desde entonces, su oración no era pedir una y otra vez la deseada lluvia (fray Jacinto), o suplicar que las nubes huyeran lejos para dejar al Sol el cielo abierto (fray Bernardo). Empezaron a pedirle al Señor que, si era su Voluntad, bendijese y acompañase a sus creaturas, hombres y jazmines, liebres y alcornoques, con su Bondad infinita y misteriosa. Esa Bondad sabe darnos siempre lo que más nos conviene, aunque no siempre sea lo que deseamos. Si, además, Dios hace que alternan días de lluvia y días de sol, pues los dos contentos y agradecidos...
Autor: P. Fernando Pascual LC
El Día Nacional de la Esclerosis Múltiple en España se Celebra El 18 de Diciembre.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Los Dos Últimos Presidentes de la Junta de Extremadura, ambos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE)

Fotografia de HOY.es



Con el mayor respeto, que como personas ambos me merecen, y sin querer entrar en valoraciones personales, como políticos, han dejado al menos, una imagen calamitosa, al entablar un intercambio de mensajes en el Diario Regional Hoy, en su edición digital, quienes han presidido la Junta de Extremadura , en el periodo socialista durante 28 años.

Destaco los comentarios que al menos a mí me llaman más la atención:

Rodríguez Ibarra le contesta a un comentario de Fernández Vara:

“Mira, quien ha hecho caer el partido en Extremadura es la muñeca chochona, lo falso que es me engañó cuando veraneábamos juntos todo el día haciéndome la pelota, era el hijo que no tuve y parecía un socialista convencido, que no puede ser cuando se ha criado uno siendo militante del PP. Sí no tengo pelos en la lengua y es la hora de hablar y decir las cosas bien clarito.” (En este comentario lo único que he añadido es la “h” del ha hecho, que el Sr Ibarra la había escrito ha hecho sin “h”)


Fernández Vara Contesta a un comentario de Rodríguez Ibarra:


“Mira, ya está bien de darme la vara, tú lo que quieres que nos apartemos los que hemos perdido las elecciones, que hemos sido todos, para entrar otra vez la vieja guardia. Como forense te puedo asegurar que eres un cadáver político. Ya está bien de callarme. Aquí se hará lo que quieran los compañeros en el próximo congreso autonómico del PSOE. Y ningún peso pesado del partido ha ganado las elecciones en sus respectivas áreas, eso es lo que hay. “

Como pueden ver no tienen desperdicios, juzguen ustedes mismo,  para que puedan comprobar la veracidad de estos comentarios, entren en este enlace: http://www.hoy.es/v/20111126/regional/fernandez-vara-replica-ibarra-20111126.html#disqus_thread
Una vez dentro bajen hasta comentarios y a la derecha elijan la opción,  ordenar por: los más antiguos primero, de esta forma les saldrán los comentarios ordenados de forma cronológica, pues ahora lean, lean, luego hagan el juicio que estimen oportuno, para mi vergonzoso.
Manuel Murillo Garcia

El Día Nacional de la Esclerosis Múltiple en España se Celebra El 18 de Diciembre.



La misión de Juan Bautista

Cristo no amenazó a nadie, sino que se convirtió en alguien que simplemente amaba y quería la salvación para todos.
Marcos, el Evangelista que este año nos tomará de la mano para ir conociendo y viviendo el Evangelio, la Buena Nueva de salvación, comienza este día su mensaje, poniéndonos al frente de una manera directa y precisa, a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios como la Buena noticia de liberación. La Buena nueva consiste precisamente en que Jesús de Nazaret, engendrado en el tiempo en un oscuro pueblecito en las inmediaciones de la gran Jerusalén es precisamente el Cristo, el Mesías, el ungido, el que traería consigo la salvación y la paz para todos los hombres: “Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo, como pastor apacentará su rebaño: llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres”.

Pero si eso fuera todo, eso no sería noticia, pues Cristo murió en la cruz, víctima de un juicio injusto y lleno de maldad. Lo bueno viene cuando se asegura que Cristo es el Hijo de Dios y que por lo tanto y por su entrega, por su amor y su sacrificio por todos los hombres, el Padre lo resucita y lo hace sentar a su derecha. Es el Señor de todos los tiempos, de todos los continentes y de toda la historia. El profeta Isaías instaba entonces a preparar el camino al Señor que llega: “Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión, alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: “Aquí está su Dios”.

Éste es entonces el personaje que anunciaba San Juan el Bautista, aquél ante quien se sentía pequeño pues él era sólo un enviado, un precursor, que tenía que anunciar precisamente la llegada del verdadero Enviado, el Mesías, el Salvador. Él consiguió entonces el primer milagro de la Salvación que el Señor traería a la tierra: alejar a los hombres de su vida rutinaria, en medio de una sociedad que no funcionaba como tal, un mundo de pecado y de maldad, en la capital Jerusalén y sus alrededores.

El Papa Benedicto XVI lo decía la semana pasada al describir el panorama de las ciudades postmodernas: “Las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos”.

Pero la verdad es que Dios no abandona a su pueblo, sino que envía precisamente a su Hijo pero no para visitarnos, sino para quedarse con nosotros, haciéndose uno más entre nosotros, formando parte de nuestra vida y de nuestro entorno.

El Bautista hizo el milagro de convertir a los hombres, de bautizarlos con un bautismo de penitencia, de agua, en el Jordán, presagiando el bautismo en fuego, en el Espíritu Santo de Dios. Y pudo hacerlo porque el Bautista encarnaba en su propia vida lo que pedía a gritos a los demás. Les hablaba a los hombres con crudeza, con mucho realismo y cuando no conseguía mover a los hombres, no se detenía en la amenaza de castigos terribles para los morosos ante la salvación. Cristo, aunque se dejó bautizar por el Bautista, teniendo que hacer cola para acercarse a él, cambió la técnica usada por el Bautista para convertir a los hombres a la salvación de Dios. Cristo simplemente amaba y quería la salvación para todos. Y si la salvación ya está aquí, si Cristo ya ha llegado, ¿por qué no salir a su encuentro en cada uno de los que él vino a salvar, a los desprotegidos, los pobres y los que son tratados injustamente?
Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda.

sábado, 3 de diciembre de 2011

¿Por qué fracaso en mi oración si me esfuerzo mucho?

Así que si eres débil, si crees fracasar en tu oración, ¡no te frustres! detrás de ti está un Dios que te ama y desea hablar contigo para que camines con serenidad.
El hombre no puede nada sin la gracia. Depende absolutamente de Dios, a quien debe orar, y de Cristo, su Salvador, en quien debe confiar» (San Agustín, De corruptione et gratia, 4-5) // «Toda mi esperanza estriba únicamente en tu grandísima misericordia. ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras!... ¿Pides contienencia? ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras» (San Agustín, Confesiones 10, 29).

¿Alguien se acuerda de la película Matrix? Seguramente sí. ¿Qué escena te gustó más? Yo conozco un joven que se sabe todo el diálogo entre Morfeo y Neo, previo a que éste último se tome la pastilla para que regrese "al mundo real". ¡No se le escapa palabra! Yo no soy tan fan, pero sí recuerdo una escena de la primera película que me vino a la mente tras leer los dos textos de San Agustín del inicio de este artículo. Neo va a visitar a una medium que debe contarle cosas importantes sobre él. Mientras espera su llegada, en la sala un grupo de niños se entrenan en el poder de la mente con ejercicios. El niño que se presenta primero logra doblar una cuchara con sólo mirarla. Intrigado, Neo le pregunta cómo lo ha hecho, a lo que el niño le responde: «Hay que concentrarse y creer que la cuchara no existe. Inténtalo tú».

¿Y cómo fue que me vino esta escena? Porque nuestro Santo Obispo nos dice justamente lo contrario a nosotros que queremos orar o simplemente crecer en la vida espiritual. El énfasis de todo no radica en lo que nosotros podamos hacer o dejar de hacer, sino en la gracia de Dios. Aquí no vale la regla de que a mayor esfuerzo mayor fruto. O por lo menos, no matemáticamente hablando. Es Dios quien regala lo que nos conviene; es Él quien nos hace más santos; es gracias a que Él nos ha amado antes que nosotros podemos corresponderle con el nuestro.

Y entonces, ¿somos nosotros meros títeres de lo que a Dios se le antoje? ¿De nada cuenta nuestra libertad? Claro que no. Es el don más grande que Él nos ha dado. ¿Nunca se han puesto a pensar lo increíble que es que nosotros podamos decirle a Dios que no? Y claro, en lo hermoso que significa responderle con un sí. En este sentido, el período que comenzamos ayer con el Adviento nos resalta la figura de María, que le supo decir sí a Dios cuando le preguntó si quería ser su Madre. ¡Ella podría haber respondido que no! Era libre. Pero dijo sí.

(Abro un paréntesis cultural, que no me resisto a incluir. Gracias a este sí de María, un Papa, que ahora no recuerdo el nombre, dictaminó que las mujeres pudieran decir sí en el matrimonio. Antes de esta sentencia, la mujer no tenía voz ni voto en lo que a su futuro se refiere. Pero el Papa dijo que si Dios esperó el sí de María, ¿por qué una mujer no va a dar su sí a su futuro esposo? Para que luego digan que la Iglesia no ha hecho nada por las mujeres. Cierro el paréntesis).

Somos libres. Pero también dependemos de Dios. Su Gracia es como el universo en el que se mueve nuestra libertad, que va escogiendo un sí o un no a su Amor. Sin esa Gracia, el sí nunca podría llegar... y es por eso que le debemos todo lo que somos. San Agustín lo sabía y por eso nos deja esa oración que leíamos al inicio, y que debe ser como el eslogan de todo cristiano: ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras!

Así que si eres débil, si crees fracasar en tu oración, ¡no te frustres! Sólo eres un ser humano. Pero justamente porque lo eres, detrás de ti está un Dios que te ama y desea hablar contigo para que camines con serenidad. Y es que nuestra vida no consiste en una concentración profunda de nuestro interior para yo salir adelante. Más bien debemos permitir que sea Dios quien tome las "cucharas" de nuestro egoísmo, de nuestra ceguera y nuestro pecado, no ya para doblarlas nada más, sino para hacerlas desaparecer. Pero debemos dejarle actuar...
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J.
Fuente www.la-oracion

viernes, 2 de diciembre de 2011

Adviento: tiempo en el que se despiertan los corazones ¡Velad!

Es una llamada a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un "más allá"
Palabras de SS Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus en el primer domingo de Adviento, 27 noviembre 2011


¡Queridos hermanos y hermanas!

Iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.

"¡Velad!". Este es el llamamiento de Jesús en el Evangelio. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: “¡Velad!” (Mt 13,37). Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad,por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha usado las propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos.

También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar con una sentida oración, dirigida a Dios en nombre del pueblo. Reconoce las faltas de su gente, y en un cierto momento dice: "Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tu nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades" (Is 64,6).

¿Cómo no quedar impresionados por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos.

En realidad, el verdadero "dueño" del mundo no es el hombre, sino Dios.

El Evangelio dice: "Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos" (Mc 13,35-36). El Tiempo de Adviento viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios. El rostro no de un "amo", sino de un Padre y de un Amigo.

Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta: "Señor, tu eres nuestro padre; nosotros somos de arcilla y tu el que nos plasma, todos nosotros somos obra de tus manos" (Is 64,7).
Autor: SS Benedicto XVI.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El Adviento, tiempo de esperanza

Adviento. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo?
Cada tiempo, en el ciclo litúrgico de la Iglesia, tiene una peculiaridad. Y así como la Pascua habla de la alegría por la victoria de Jesucristo, y la Cuaresma del esfuerzo y de la purificación sacrificada que hay que ir realizando en la propia vida para poder llegar a Cristo, el Adviento se convierte para los cristianos en un tiempo de levantar los ojos de cara a la promesa que Nuestro Señor hace a su Iglesia de estar con nosotros. El Adviento es la preparación de la venida del “Emmanuel”, es el tiempo del cumplimiento de la promesa de Dios.

El Adviento está tocado, de una forma muy particular, por la característica de la esperanza. La esperanza como virtud que sostiene al alma, que consuela al ser humano. Teniendo en cuenta este sentido esperanzador del Adviento, creo que cada uno de nosotros tendría que reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su vida.

Cuántos desánimos, cuántas fragilidades, cuántas decepciones, cuántas caídas y cuántos momentos de rendirse a la hora del trabajo espiritual, apostólico y familiar no tienen otra fuente más que la falta de esperanza. La falta de esperanza es fruto de una falta de fortaleza que, al mismo tiempo, es el resultado de la carencia de perspectivas de cara al futuro, que es lo acaba por hundir al alma en sí misma y le impide mirar hacia el futuro, mirar hacia Dios.

Ahora bien, la esperanza tiene dos facetas que debemos considerar de cara al Adviento. Hay una primera, que es una faceta de dinamismo. La esperanza empuja, porque es como quien ve la meta y ya no se preocupa de si está cansado o no, de si las piernas le duelen o no, ni de la distancia a la que viene el otro detrás. Sabe hacia dónde se dirige, tiene una meta presente y corre hacia ella.

La esperanza es algo semejante a cuando uno está perdido en el campo, y de pronto ve en la lejanía un punto que reconoce: un árbol, una casa, una parte del camino; entonces, ya no le importa por dónde tiene que ir atravesando, lo único que le interesa es llegar al lugar que reconoce. La esperanza es algo que te sostiene y te permite seguir adelante sin preocuparte de las dificultades que hay en el camino.

La segunda faceta de la esperanza es la purificación, que produce un efecto correctivo y transformador en la persona. La esperanza, al mostrarme el objeto al cual tiendo, me muestra también lo que me falta para lograr alcanzarlo. Por eso la esperanza se convierte no en una especie de resignación o de ganas de hacer algo, sino en un fermento dentro del alma.

Si Cristo es mi esperanza, ¿qué me falta para alcanzarlo? Si la armonía de mi familia es mi esperanza, ¿qué me falta para conseguirla? Si mi hijo necesita que yo le dé este o aquel testimonio, ¿qué me falta para podérselo dar? La esperanza se convierte en aguijón, en resorte dentro del alma para que uno pueda llegar a obtener lo que espera.

Es necesario que en nuestras vidas existan estas dos dimensiones de la esperanza: la dimensión dinámica y la dimensión de la purificación. Si nada más te quedas en el sostenerte, nunca te vas a transformar, nunca vas a llegar. Y si nada más te quedas en el transformarte, al ver lo duro, lo difícil y lo áspero de esta transformación, puedes caer en la desesperanza.

Aprendamos, entonces, a vivir en este tiempo de Adviento con la mirada dirigida hacia Cristo, que es el objeto de nuestra fe. Pidámosle al Señor que nos permita encontrarlo y recibirlo, y que nos otorgue la gracia de sostener nuestro corazón en el arduo trabajo diario de santificación.

Les invito a que con la esperanza como virtud central en este tiempo de Adviento, podamos repetir lo que dice el salmo 26: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Andrés, el que acercaba a otros a Cristo

Es el instrumento de encuentro de los hombres con Cristo y que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús.
Celebramos el día del apóstol San Andrés, meditaremos hoy acerca de este gran apóstol.

El Apóstol Andrés es un hombre sencillo, tal vez también pescador como su hermano Simón, buscador de la verdad y por ello lo encontramos junto a Juan el Bautista. No importa de dónde viene ni qué preparación tiene. Parece, por lo que conocemos de él en el Evangelio, que entre otras muchas cosas algo que va a hacer es convertirse en un anunciador de Cristo a otros.

"He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,36). Estando Andrés junto a Juan el Bautista escucha de él estas palabras. De repente se siente inquieto por ellas y se va con Juan tras Jesús. Él les pregunta: ¿Qué buscáis?, a lo que ellos le dicen: ¿Dónde vives?. Jesús entonces les dice: "Venid y lo veréis". Ellos fueron con Jesús y se quedaron con Él aquel día. Ha sido Juan el Bautista quien les ha enseñado a Cristo, y antes que nada Andrés ha querido hacer personalmente la experiencia de Cristo. Estando junto a él ha descubierto dos cosas: que Cristo es el Mesías, la esperanza del mundo, el tesoro que Dios ha regalado a la humanidad, y también que Cristo no puede ser un bien personal, pues no puede caber en el corazón de una persona. A partir de ahí, la vida de Andrés se va a convertir en anunciadora de Dios para los demás hasta morir mártir de su fe en Cristo.


"Hemos encontrado al Mesías" (Jn 1,41). La primera acción de Andrés, tras haber experimentado a Cristo, es la de ir a anunciar a su hermano Simón Pedro tan fausta noticia. Simón Pedro le cree y Andrés le lleva con el Maestro. Hermosa acción la de compartir el bien encontrado. Andrés no se queda con la satisfacción de haber experimentado a Cristo. Bien sabe que aquel don de Dios, a través de Juan el Bautista que le señaló al Cordero de Dios, hay que regalarlo a otros, como su Maestro Juan el Bautista hizo con él. Queda claro así que en los planes de Dios son unos (tal vez llamados en primer lugar) quienes están puestos para acercar a otros a la luz de la fe y de la verdad. ¡Gran generosidad la de Andrés que le convierte en el primer apóstol, es decir, mensajero, de Cristo, y además para un hermano suyo!

"Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús" (Jn 12,20). Se refieren estas palabras a una escena en la que unos griegos, venidos a la fiesta, se acercaron a los Apóstoles con la petición de ver a Jesús. Andrés es uno de los dos Apóstoles que se convierte en instrumento del encuentro de aquellos hombres con Cristo, encuentro que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. ¿Puede haber labor más bella en esta vida que acercar a los demás a Dios, se trate de personas cercanas, de seres desconocidos, de amigos de trabajo o compañeros de juego? Sin duda en la eternidad se nos reconocerá mucho mejor que en esta vida todo lo que en este sentido hayamos hecho por los otros. Toda otra labor en esta vida es buena cuando se está colaborando a desarrollar el plan de Dios, pero ninguna alcanza la nobleza, la dignidad y la grandeza de ésta.


El Apóstol Andrés se erige así, desde su humildad y sencillez, en una lección de vida para nosotros, hombres de este siglo, padres de familia preocupados por el futuro de nuestros hijos, profesionales inquietos por el devenir del mundo y de la sociedad, miembros de tantas organizaciones que buscan la mejoría de tantas cosas que no funcionan. A nosotros, hombres cristianos y creyentes, se nos anuncia que debemos ser evangelizadores, portadores de la Buena Nueva del Evangelio, testigos de Cristo entre nuestros semejantes. Vamos a repasar algunos aspectos de lo que significa para nosotros ser testigos del Evangelio y de Cristo.

En primer lugar, tenemos que forjar la conciencia de que, entre nuestras muchas responsabilidades, como padres, hombres de empresa, obreros, miembros de una sociedad que nos necesita, lo más importante y sano es la preocupación que nos debe acompañar en todo momento por el bien espiritual de las personas que nos rodean, especialmente cuando se trata además de personas que dependen de nosotros. Constituye un espectáculo triste el ver a tantos padres de familia preocupados únicamente del bien material de sus hijos, el ver a tantos empresarios que se olvidan del bienestar espiritual de sus equipos de trabajo, el ver a tantos seres humanos ocupados y preocupados solo del futuro material del planeta, el ver a tantos hombres vivir de espaldas a la realidad más trascendente: la salvación de los demás.


El hombre cristiano y creyente debe además vivir este objetivo con inteligencia y decisión, comprometiéndose en el apostolado cristiano, cuyo objetivo es no solamente proporcionar bienes a los hombres, sino sobre todo, acercarlos a Dios. Es necesario para ello convencerse de que hay hambres más terribles y crueles que la física o material, y es la ausencia de Dios en la vida. El verdadero apostolado cristiano no reside en levantar escuelas, en llevar alimentos a los pobres, en organizar colectas de solidaridad para las desgracias del Tercer Mundo, en sentir compasión por los afligidos por las catástrofes, solamente. El verdadero apostolado se realiza en la medida en que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, se transforma en camino para enseñar incluso a quienes están podridos de bienes materiales que Dios es lo único que puede colmar el corazón humano. ¿De qué le vale a un padre de familia asegurar el bien material de sus hijos si no se preocupa del bien espiritual, que es el verdadero?

Hay un tema en la formación espiritual del hombre a tener en cuenta en relación con este objetivo. Hay que saber vencer el respeto humano, una forma de orgullo o de inseguridad como se quiera llamarle, y que muchas veces atenaza al espíritu impidiéndole compartir los bienes espirituales que se poseen. El respeto humano puede conducirnos a fingir la fe o al menos a no dar testimonio de ella, a inhibirnos ante ciertos grupos humanos de los que pensamos que no tienen interés por nuestros valores, a nunca hablar de Cristo con naturalidad y sencillez ante los demás, incluso quienes conviven con nosotros, a evitar dar explicaciones de las cosas que hacemos, cuando estas cosas se refieren a Dios. En fin, el respeto humano nunca es bueno y echa sobre nosotros una grave responsabilidad: la de vivir una fe sin entusiasmo, sin convencimiento, sin ilusión, porque a lo mejor pensamos eso de que Dios, Cristo, la fe, la Iglesia no son para tanto.
Autor: P. Juan J. Ferrán.

martes, 29 de noviembre de 2011

Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras

Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro pequeño mundo y volvamos los ojos a los que nos necesitan
Estamos en tiempo de Adviento, tiempo santo de preparación para la Navidad.

Siempre que vamos a tener un gran acontecimiento en nuestras vidas, nos preparamos. Así se preparaban en los tiempos antiguos para la llegada del MESÍAS. Así nosotros hemos de prepararnos para esta Nochebuena, para esta Navidad en que celebraremos la llegada del Niño-Dios.

Esto es una conmemoración, pero también se nos pide una preparación muy especial para la segunda llegada de Jesucristo como Supremo Juez, también llamada Parusía en la que daremos cuenta del provecho que hayamos sacado de su Nacimiento y de su muerte de Cruz.

El día en que hemos e morir es el acontecimiento más grande e importante para el ser humano. No resulta agradable hablar de ello ni pensar en esto. Tal vez por ser lo único cierto que hay en nuestra vida: la muerte. Es más agradable quedarnos en la fiesta, en la alegría de una hermosa Navidad. Pero no olvidemos que este episodio ya fue. El otro está por venir. Aún no llega, pero ... llegará. "Velen, pues, y hagan oración continuamente para que puedan comparecer seguros ante el Hijo del Hombre" - estas son las palabras de Jesús a sus discípulos, en aquellos tiempos según San Juan 21, 25-28,34-36 y nos las están repitiendo continuamente en nuestro presente.

Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos. ¿Quién podrá comparecer seguro ante el Hijo del Hombre? Tan solo el pensamiento de este Juicio nos hace estremecer.

Pero recobremos la esperanza sabiendo que seremos juzgados con gran misericordia y amor si en este tiempo de Adviento nos preparamos "rebosante de amor mutuo y hacia los demás" -como dice San Pablo en su carta a los tesalonicenses: 3,12, 2-4 "porque tuve sed y me disteis de beber, porque tuve hambre y me disteis de comer"...

Pensemos en los demás. Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro pequeño mundo y volvamos los ojos a los que nos necesitan, a los que nada tienen, a los que podemos hacer felices dándoles nuestra compañía, nuestro amor y apoyo, una palabra de ternura y aliento, una sonrisa... Siempre está en nuestra mano hacer dichoso a un semejante. Solo así podremos estar seguros ante la presencia y el Juicio de Nuestro Señor Jesucristo que lleno de amor y misericordia unirá a nuestras pobres acciones los méritos de su Pasión y muerte.
Autor: Ma Esther de Ariño.

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Buscamos tiempo para pensar?

Mil “necesidades” intentarán ocupar nuestros minutos e inquietar el alma hasta impedir que la mirada atisbe lo esencial.
Escuchamos música, vemos películas, leemos libros, consultamos páginas de Internet. La cantidad de informaciones y de estímulos puede aturdir los corazones. Pero luego, ¿buscamos tiempo para pensar?

Un modo de vivir desordenado nos ha llevado a suponer que no tenemos tiempo para la reflexión. En realidad, el tiempo no ha cambiado: la Tierra se mueve hoy como hace mil años (a no ser que los astrónomos tengan que precisar este dato). Lo que ha cambiado es nuestro modo de vivir o, mejor, nuestro modo de malvivir.

Con menos prisas, con menos solicitaciones, con menos angustia por lo accesorio, seremos capaces de abrir espacios para pensar. No de un modo egoístico: un pensamiento encerrado en uno mismo resulta extremadamente pobre e inhumano. Sino de un modo abierto, solidario, disponible a la escucha de los “sabios” en humanidad, en alegría, en justicia, en experiencias buenas, en ideas verdaderas.

Necesitamos rescatar tiempo para abordar temas esenciales: el origen de la vida, el horizonte que se abre tras la muerte, la dignidad de cada hombre o mujer: nacido o no nacido, rico o pobre, con títulos o sin ellos. Necesitamos invertir la mejor parte de las energías interiores en ese asunto que desde que el hombre es hombre ha preocupado a millones de habitantes de nuestro planeta: ¿qué lugar, qué papel desempeña Dios en el sucederse de los hechos y en las expectativas de los corazones?

El día empieza. Lo susurra o lo grita un despertador inflexible, o un pájaro que picotea en la ventana. Mil “necesidades” intentarán ocupar nuestros minutos e inquietar el alma hasta impedir que la mirada atisbe lo esencial, lo importante, lo que nunca acaba.

Si ponemos orden en la agenda interna, si dejamos de ser esclavos de mensajes que nos aturden y oprimen, lograremos abrir espacios para lo que nunca pasa, para lo realmente importante, para lo que más necesitamos: el maravilloso e infinito Amor que viene de un Dios que nos conoce y nos espera en un Reino que dura eternamente.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 27 de noviembre de 2011

¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Recordar las maravillas de Dios en la historia.
La Iglesia ha entrado en el tiempo litúrgico de Adviento. Los cristianos proclaman que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora.

Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.

¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.

Nuestro Bautismo nos hace participar en la misión real y mesiánica de Jesús. Cada persona que participa en esta misión participa también en las responsabilidades regias, en particular, en el cuidado de los afligidos y de los heridos. Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo.

Benedicto XVI ha escrito que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".

En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias. Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor.

Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro.

Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente.

¡Alégrense porque el Señor está cerca!

Adviento 20011 Tiempo para preparar el corazón.
Autor: Fr. Thomas Rosica, C.S.B.

sábado, 26 de noviembre de 2011

¡El domingo ya empieza el Adviento!

Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad..

Mañana es el primero y el advenimiento que vamos a celebrar es la conmemoración de la llegada del Hijo de Dios a la Tierra.

Es tiempo de preparación puesto que siempre que esperamos recibir a una persona importante, nos preparamos.

La Iglesia nos invita a que introduzcamos en nuestro espíritu y en nuestro cotidiano vivir un nuevo aspecto disciplinario para aumentar el deseo ferviente de la venida del Mesías y que su llegada purifique e ilumine este mundo, caótico y deshumanizado, procurando el recogimiento y que sean más abundantes y profundos los tiempos de oración y el ofrecimiento de sacrificios, aunque sean cosas pequeñas y simples, preparando así los Caminos del Señor.

Caminos que llevamos en nuestro interior y que tenemos que luchar para que no se llenen de tinieblas, de ambición, de lujuria, de envidia, de soberbia y de tantas otras debilidades propias de nuestro corazón humano, sino que sean caminos de luz, senderos que nos conduzcan a la cima de la montaña, a la conquista de nuestro propio yo.

Hace unos días celebrábamos el día de Cristo Rey. Cristo es un Rey que no es de este mundo. El reino que El nos vino a enseñar pertenece a los pobres, a los pequeños y también a los pecadores arrepentidos, es decir, a los que lo acogen con corazón humilde y los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los Cielos".... y a lo "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas ocultas a los sabios y a los ricos.

Es preciso entrar en ese Reino y para eso hay que hacerse discípulo de Cristo.

A nosotros no toca ser portadores del mensaje que Jesús vino a traer a la Tierra.

Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros desde su Encarnación. por "nosotros los hombres y por nuestra salvación hasta su muerte, por nuestros pecados" (1Co 15,3) y en su Resurrección "para nuestra justificación (Rm4,1) "estando siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb 7,25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros, de una vez por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9,24).

Cuatro domingos faltan para que celebremos su llegada. Días y semanas para meditar, menos carreras, menos cansancio del bullicio y ajetreo de compras y compromisos, de banalidades y gastos superfluos.... mejor preparar nuestro corazón y tratar de que los demás lo hagan también para el Gran Día del Nacimiento en la Tierra de Dios que se hace hombre.


ESTO ES EL ADVIENTO. PREPARÉMOSNOS CON ILUSIÓN Y CON FE.
Autor: Ma Esther De Ariño.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Prepara tu Corona de Adviento



La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad. ¿Qué significa? ¿Cómo encender las velas?

La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad. Es un círculo de follaje verde, la forma simboliza la eternidad y el color la esperanza y la vida...

Dios se hace presente en la vida de cada ser humano y de cualquier manera le hace sentir su amor y deseo de salvarle.

La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.

Actualmente hay inquietud por reavivar una costumbre muy significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo: La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.

La corona es un círculo de follaje verde, la forma simboliza la eternidad y el color la esperanza y la vida. Va enrollada con un listón rojo, símbolo del amor de Dios que nos envuelve y también de nuestro amor que espera con ansiedad el nacimiento del Hijo de Dios. En el centro de círculo se colocan las cuatro velas (pueden ser tres moradas y una rosa o bien todas blancas) para encenderse una cada domingo de Adviento. La luz de la vela simboliza nuestra fe.

El conjunto se sitúa cerca del altar o del ambón de la Palabra, si es en la Iglesia, o en un lugar adecuado si se utiliza en un ambiente familiar o escolar.

En Navidad se puede añadir una quinta vela blanca, hasta el final del tiempo de Navidad y si se quiere se puede situar la imagen del Niño en relación con la corona: se tiene que ver que la Navidad es más importante que la espera del Adviento.

La corona, que procede del Norte (países escandinavos, Alemania), tiene raíces simbólicas universales: la luz como salvación, el verde como vida, forma redonda como eternidad. Simbolismos que se vieron muy coherentes con el misterio de la Navidad cristiana y que pasaron fácilmente a los países del sur.

Se ha convertido rápidamente en un simpático elemento complementario de pedagogía cristiana para expresar la espera de Cristo Jesús como Luz y Vida, junto a otros ciertamente más importantes, como son las lecturas bíblicas, los textos de oración y el repertorio de cantos.

PROPONEMOS ESTE ESQUEMA SENCILLO PARA ORAR AL ENCENDER LA VELA DE ADVIENTO

Primer domingo


LLAMADA A LA VIGILANCIA
ENTRADA.

Se entona algún canto.
Saludo.
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Acto de Contrición.
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA. Lectura del santo evangelio según san Marcos 13,33: “Estén preparados y vigilando, ya que nos saben cual será el momento”. Palabra del Señor. (Breve pausa para meditar)
Reflexión.

Guía: Vigilar significa estar atentos, salir al encuentro del Señor, que quiere entrar, este año más que el pasado, en nuestra existencia, para darle sentido total y salvarnos.

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía: Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primer semana de Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen.

Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús!. ¡Ven, Señor Jesús!

PADRE NUESTRO
Guia: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro...

CONCLUSION

Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvos. Amén.

SEGUNDO DOMINGO

ENTRADA. Se entona algún canto. Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Acto de Contrición.
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA.
Lectura de la II carta de San Pedro 3,13-14: ”Nosotros esperamos según la promesa de Dios cielos nuevos y tierra nueva, un mundo en que reinará la justicia. Por eso, queridos hermanos, durante esta espera, esfuércense para que Dios los halle sin mancha ni culpa, viviendo en paz". Palabra de Dios.
Breve pausa para meditar

Reflexión
Guía: ¿Qué va a cambiar en mí, en nosotros en este Adviento? ¿ Se notará que creemos de veras en Cristo?

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía: Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne...

Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!

PADRE NUESTRO.
Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre nuestro...

CONCLUSION.
Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén.

TERCER DOMINGO

ENTRADA.
Se entona algún canto. Saludo.
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo Y del Espíritu Santo. Acto de Contrición.
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA.
Lectura de la Primera carta a los Tesalonicenses 5,23: ”Que el propio Dios de la paz los santifique, llevándolos a la perfección. Guárdense enteramente, sin mancha, en todo su espíritu, su alma y su cuerpo, hasta la venida de Cristo Jesús, nuestro Señor”. Palabra de Dios.
Breve pausa para meditar. Reflexión.

Guía: Los hombres de hoy no verán en persona a Cristo en esta Navidad. Pero sí verán a la Iglesia, nos verán a nosotros. ¿Habrá más luz, más amor, más esperanza reflejada en nuestra vida para que puedan creer en El?

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía: En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca! Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. ¡Ya llega el mensajero!. Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.

Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles, llama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!

PADRE NUESTRO.
Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre nuestro...

CONCLUSION.
Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén

CUARTO DOMINGO

Todos hacen la señal de la cruz.
Guía: "Nuestro auxilio es en el nombre del Señor"
Todos: "Que hizo el cielo y la tierra"

Liturgia de la Palabra:
Primera lectura: Rm 13,13-14 "Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestios del Señor Jesucristo". "Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".

Segunda lectura: 2 Tes. 1,6-7 "Es justo a los ojos de Dios pagar con alivio a vosotros, los afligidos, y a nosotros, cuando el Señor Jesús se revele, viniendo del cielo acompañado de sus poderosos ángeles, entre las aclamaciones de sus pueblo santo y la admiración de todos los creyentes." -"Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".
Guía: "Ven, Señor, y no tardes.
Todos: "Perdona los pecados de tu pueblo".

SE ENCIENDEN LAS CUATRO VELAS
Guía: "Bendigamos al Señor"
Todos hacen la señal de la cruz mientras dicen: "Demos gracias a Dios".

Humildad y gloria
El Nacimiento de Jesús

Guía: Lectura del Evangelio según San Lucas (2:6-7)
"Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron
los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito,
le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento."
"Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".

MEDITACION

La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, ni frío, ni oscuridad ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace. Ellos son los benditos de Dios que le reciben. Dios no encuentra lugar mejor que aquel pesebre, porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe.

Nos unimos a La Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que impide que Jesús nazca en nuestro corazón.

Tiempo de silencio / Tiempo de intercesión
Padre Nuestro / Ave María.

ORACIÓN FINAL

Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

Todos: "Amén"

Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La Eucaristía deleita

Muchas almas pierden el deleite actual de la Eucaristía... ¡porque están distraídas en Misa o en la Adoración!
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1). Santo Tomás aplica este versículo del Cantar de los Cantares a la Eucaristía.

Este es uno de los efectos de la Eucaristía: DELEITAR. (“Delectat”, dice Santo Tomás). Así como la comida material deleita al cuerpo, este manjar espiritual deleita al alma.

Por eso: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Este sacramento da espiritualmente la gracia junto con la caridad. De ahí que San Juan Damasceno lo compara con el carbón encendido que vio el profeta Isaías: “Como el carbón no es simple leña, sino leña con fuego, así el pan de la comunión no es pan corriente, sino pan unido a la divinidad”.

¡Oh cosa milagrosa!
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Enseña San Gregorio Magno que: “el amor de Dios no está ocioso, sino que, teniéndolo, obra cosas grandes”, se sigue que este sacramento tiene de suyo eficacia, no sólo para dar el hábito de la gracia y de la virtud -en especial de la caridad-, sino también para excitar el acto de la caridad, porque como dice San Pablo “el amor de Cristo nos apremia” (2 Cor 5, 14). Con el amor de Cristo “el alma se fortalece, espiritualmente se deleita y de algún modo se embriaga con la dulzura de la divina bondad” enseña Santo Tomás.

El alma... “¡se deleita y de algún modo se embriaga!”

De ahí que: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Por eso exclamamos en el “Anima Christi”: “sangre de Cristo, ¡embriáganos!”.


¡Oh cosa milagrosa!

A este deleite llama Santo Tomás efecto actual o caridad actual y, también fervor, porque implica actualidad y actualidad tensa. La gracia de la Eucaristía, que los teólogos llaman gracia cibativa, entre otras cosas produce en acto el sustentar la vida espiritual, el aumentarla, el desarrollarla, el reparar las fuerzas que se pierden, dando mayor gracia y mayor caridad habituales. Pero más allá de la actualidad del hábito está la actualidad del acto en el que prorrumpe el hábito poseído. La Eucaristía produce en las almas el amor a Dios. Por eso cuando estamos en la Misa amamos más; por eso la Misa nos hace bien, porque nos enseña a amar más al prójimo al enseñarnos a amar más a Dios.

También se le llama gozo a este deleite que produce la Eucaristía, porque proviene de la percepción actual del bien que se posee -¡nada menos que Cristo!-, para lo cual no debe haber distracción en la recepción -sacramental o espiritual- de la Eucaristía. Muchas almas pierden el deleite actual de la Eucaristía... ¡porque están distraídas en Misa o en la Adoración! ¡Deja de lado las tontas distracciones!: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

El deleite que produce la Eucaristía no es necesariamente sensible, ni de un afecto sensible tampoco. Se trata de un gozo espiritual, de un gozo profundo del alma, de un gozo sobrenatural que proviene de la apreciación del gran bien que se recibe: el Señor, ¡Jesucristo!, con todo lo que Él es y con todo lo que Él tiene. Por eso dice Don Miguel de Cervantes Savedra, en una poesía:

¡Oh cosa milagrosa!

El deleite consiste sustancialmente en la prontitud de la voluntad para las obras virtuosas de la vida cristiana.

Además de las distracciones actuales, o sea en el momento de la comunión, ¿qué otras cosas impiden el deleite de la Eucaristía? Los pecados veniales. Las faltas veniales actuales impiden el efecto actual de la Eucaristía; no el habitual pero sí el actual. La dulzura espiritual es infalible por parte del sacramento, pero el afecto actual a las faltas veniales o la distracción actual en el momento de la Comunión -sacramental o espiritual-, impiden el efecto del gozo actual, del fervor espiritual, del deleite o del amor actual, que es todo lo mismo.

"Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Decía Urbano IV de la Eucaristía: memorial admirable y estupendo, deleitable, suave... en el cual se gusta todo deleite y toda suavidad de sabor y se paladea la misma dulzura de Dios...” Y León XIII: “derrama en (las almas) gozos dulcísimos, que exceden en mucho a cuanto los hombres puedan en este punto entender y ponderar”.

Por eso: Amigos queridos, ”¡Comed, ... bebed, ...embriagaos!” (Cant 5, 1).

¡Oh cosa milagrosa!

Panem de coelo praestitisti eis. Omne delectamentum in se habentem.

Nos diste, Señor, el pan del cielo. ¡Qué contiene en sí todo deleite!

Autor: www.iveargentina.org