"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 3 de diciembre de 2020

LA VAQUITA

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.

Durante la caminata le comentó al discípulo sobre la importancia de las visitas, también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes, una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó:..."En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?" El señor calmadamente respondió: "Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo."

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue.

En el medio del camino, se volvió hacia su fiel discípulo y le ordenó: "Busque la vaquita, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela al barranco." El joven espantado vio al maestro y le advirtió sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia.

Pero como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden.

Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vió morir. Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel joven durante algunos años.

Un bello día el joven agobiado por la culpa deicidio abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático. El joven preguntó por la familia que vivía allí hacía unos cuatro años, el señor respondió que seguían viviendo allí.

Espantado el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacía algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaquita):

"¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?"

El señor entusiasmado le respondió: "Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, y así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora."

 


 

 

 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

LA PAUSA

En una pausa no hay música, pero la música se produce con ella.

En la melodía de toda nuestra vida, la música se interrumpe aquí y allá por las pausas y pensamos tontamente que hemos llegado al fin de la melodía.

¿Cómo lee el músico la pausa?

Mírale mover el compás con un cálculo invariable y pasar a la nota próxima con tal precisión y firmeza como si no hubiese habido interrupción alguna.

Es nuestro deber aprender la melodía y no desmayar en las pausas. Ellas no tienen que ser pasadas ligeramente por alto, ni ser omitidas, ni para destruir la melodía ni cambiar la nota tónica.

Si nos decimos con tristeza: No hay música en una pausa, no olvidemos que con ella se produce.

El hacer música es un proceso lento y penoso en esta vida.

Adaptación de un texto del libro "Manantiales en el Desierto"

Enfermedades, proyectos que se paralizan, interrupciones en nuestras tareas que nos hacen dudar si podremos continuar, ausencias que nos congelan, seres queridos que desean partir y que nos hacen sentir que la vida se quebró...

Pausas... Muchas pausas y luego la melodía sigue. A veces no tan afinada, otras llena de fuerzas...

Una canción que por momentos tiene estrofas del Himno a la Alegría y en otros de la Canción del Adiós...

De pausa en pausa la música sigue y con el tiempo llega a convertirse en la mejor sinfonía.

Notas que van y vienen y a veces salpican...

Y en éso nuevamente una pausa interrumpe nuestra obra...

Podemos decidir dejar de componer esta canción de la vida o podemos en esas pausas buscar los acordes mejores para seguir cantando, fuertes, sin que nos tiemble la voz, con ansias, aún cuando por momentos nuestra melodía pueda parecerse a un grito...

Quizás algunas personas puedan componer su obra sin reparar demasiado en ella en cambio el mejor músico es el que logra encontrar en cada pausa la esencia que le permite componer un himno a la vida.

 


 

 

 

martes, 1 de diciembre de 2020

¿SABES AMAR?

Estoy aprendiendo...

Estoy aprendiendo a aceptar a las personas, aun cuando ellas me decepcionan, cuando huyen del ideal que tengo para ellas, cuando me hieren con palabras ásperas o acciones impensadas.

Es difícil aceptar las personas como ellas son, sin que sean como deseamos que ellas sean.

Es difícil, muy difícil, pero estoy aprendiendo.

Estoy aprendiendo a amar.

Estoy aprendiendo a escuchar. Escuchar con los ojos y oídos.

A escuchar con el alma y con todos los sentidos.

Escuchar lo que dice el corazón, lo que dicen los hombros caídos, los ojos, las manos inquietas.

Escuchar el mensaje que se esconde por entre las palabras vanas, superficiales.

Descubrir la angustia disfrazada, La inseguridad mascarada, la soledad encubierta.

Penetrar la sonrisa fingida, la alegría simulada, la vanagloria exagerada.

Descubrir el dolor de cada corazón.

Poco a poco, estoy aprendiendo a amar.

Estoy aprendiendo a perdonar. Pues el amor perdona, quita los rencores, y cura las heridas que la incomprensión e insensibilidad lo lastimaron.

El amor no alimenta resentimientos con pensamientos dolorosos.

No cultiva ofensas con lástimas y auto conmiseración. El amor perdona, olvida, extingue todos los esquicios de dolor en el corazón.

Poco a poco...

Estoy aprendiendo a perdonar.

Estoy aprendiendo a descubrir el valor que se encuentra dentro de cada vida, de todas las vidas.

Valor soterrado por el rechazo, por la falta de comprensión.

Cariño y aceptación, por las experiencias desagradables vividas a lo largo de los años.

Estoy aprendiendo a ver,en las personas su alma, y las posibilidades que Dios les dio.

Estoy aprendiendo,

¡Pero cómo es de lento el aprendizaje!,

¡Cómo es difícil amar, amar como Cristo amó!

Todavía, tropezando, errando, estoy aprendiendo...

¡Aprendiendo a no ver solamente...mis propios dolores, mis intereses, mi ambición, mi orgullo, cuando estos impiden el bienestar y la felicidad de alguien!

¡¡Cómo es difícil amar, pero estoy aprendiendo!

 


 

lunes, 30 de noviembre de 2020

DECIDIR Y SER CONSTANTES

En la pequeña escuela rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada. Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano todos los días para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.

Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente más muerto que vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron urgente al hospital del condado.

En su cama, el niño horriblemente quemado y semi inconsciente, oía al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría que era lo mejor que podía pasar, en realidad -, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.

Pero el valiente niño no quería morir. Decidió que sobreviviría.

De alguna manera, para gran sorpresa del médico, sobrevivió.

Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, habría sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin la posibilidad de usar sus piernas.

Una vez más el valiente niño tomó una decisión. No sería un inválido.

Caminaría. Pero desgraciadamente, de la cintura para abajo, no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida.

Finalmente, le dieron de alta.

Todos los días, su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control, nada.

No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.

Cuando no estaba en la cama, estaba confinado una silla de ruedas.

Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco.

Ese día en lugar de quedarse sentado, se tiró de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas.

Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo, se subió al cerco. Allí, poste por poste, empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar.

Empezó a hacer lo mismo todos los días hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco. Nada quería más que darle vida a esas dos piernas.

Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y sus masajes diarios, su persistencia férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego caminar tambaleándose y finalmente caminar solo y después correr.

Empezó a ir caminando al colegio, después corriendo, por el simple placer de correr. Más adelante, en la universidad, formó parte del equipo de carrera sobre pista.

Y aun después, en el Madison Square Garden, este joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado, Glenn Cunningham, llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz el mundo!

Moraleja:

Haz lo que puedas y Dios hará lo que no puedas.