"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 14 de noviembre de 2017

El amor en el servicio



Los primeros depositarios o receptores de ese amor servicial deben ser los integrantes de nuestra propia familia

En una de las ocasiones que los discípulos vinieron a Jesús, le preguntaron quién podría ser el primero de entre todos ellos, y Él les respondió: “el de ustedes que quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos; hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por una muchedumbre”. (Mateo 20:26-28)
El servicio fue una de las mayores manifestaciones del amor de Cristo hacia nosotros. Desde que inició su ministerio en la tierra, tras ser bautizado por Juan el Bautista, nuestro Señor dedicó su tiempo a enseñar sobre el reino de los cielos, sanar a los enfermos, ayudar a los necesitados, preparar a sus discípulos, ¡resucitar a los muertos!, etcétera.
Debió ser abrumador, día tras día, permanecer en esa actitud de servicio, ver a las multitudes venir en pos de Él en busca de ayuda, y ofrecer siempre compasión y misericordia a aquellos que lo necesitaban. Sin embargo, es obvio que su servicio era una respuesta natural de su amor. Era éste lo que lo impulsaba a continuar haciendo bien a los demás, y a seguir obedeciendo la voluntad de su Padre.
El servicio de Jesús era parte de su naturaleza humilde. Y dicho servicio fue tan legítimo, tan constante y tan extremo, que pronto se convirtió en sacrificio. El Padre lo envió, pero Jesús decidió entregar su vida voluntariamente por todos nosotros, a pesar de que sabía que al final el precio sería la muerte. Su tiempo, su dedicación, su vida entera fueron dedicados a un propósito específico, a una misión única: la salvación de la humanidad, y no se detuvo sino hasta llegar al final, la cruz.
Lo que debe inspirarnos a servir es el amor. El amor a Dios y el amor a los demás. Dice el apóstol Pablo: “Cualquier trabajo que hagan, háganlo de buena gana, pensando que trabajan para el Señor y no para los hombres”. (Colosenses 3:23). Sin embargo, sabemos que también el amor a los demás nos inspira a servirlos cuando tienen alguna necesidad. No para obtener alabanza y mérito, sino por un amor puro, no sólo incondicional sino sacrificial.


Los primeros depositarios o receptores de ese amor servicial deben ser los integrantes de nuestra propia familia, pues ¿cómo podemos ir y amar a otros si no amamos antes a nuestra familia y hacemos nuestro hogar el lugar óptimo para el servicio?
En la respuesta de Jesús a sus discípulos Él utiliza la palabra siervo, pero también la palabra “esclavo”. Si lo pensamos de manera coloquial, ser esclavo de algo o de alguien no hace sentido, especialmente en este siglo, cuando se habla tanto del amor propio, la autoestima, los derechos civiles, la equidad, etcétera. Pero lo que Cristo quería decir es que, cuando una persona decide servir a los demás, sin límites, aprovechando cada oportunidad, o incluso buscando la oportunidad, su dedicación y entrega pueden ser comparables a las de un esclavo, con la diferencia de que el esclavo lo es en contra de su voluntad, pero quien elige ser “esclavo” de otros sirviéndolos lo hace por deseo propio, y lo hace gozoso, no con amargura.
Dios ama a los que se humillan y los exalta; Dios ama a los que sirven y les da un lugar especial; Dios ama a los que aman y los recompensa abundantemente.
Por: Maleni Grider | Fuente: ACC Agencia de Contenido Católico




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lunes, 13 de noviembre de 2017

La omisión, el escándalo y algo más sobre la intención de nuestros actos



Confesión
Para el cristiano el pecado es siempre algo que procede de la libertad interior del hombre. Y una ofensa a Dios

¿A qué se llama escándalo?
+ Escándalo es poner a alguien en ocasión de pecado
- por incitarlo directamente al mal
- por darle un mal ejemplo
- por hacer alguna cosa a sabiendas de que con eso podemos arrastrarlo al mal

El amor al prójimo nos pide que, a no ser que haya una razón de importancia, dejemos de hacer determinadas cosas, incluso aunque no sean malas, si con ellas hacemos que otros cometan el mal, es decir si con ellas los escandalizamos. (Rom. 14, 13 ss; 19 ss; 1 Cor 8,10-13)

En general es fácil cometer escándalo con personas más débiles o inmaduras que uno.
El escándalo es una circunstancia que hace que frecuentemente nuestros pecados sean más graves.
(Mt. 18,6ss)
El que comete escándalo debe repararlo de alguna manera.
Omisión, ¿Que es hacer el bien a los demás?
+ Hacer el bien a los demás es ayudarlos a ser mejores y a vivir con mayor plenitud y felicidad en todos los aspectos de la vida y, en especial, en su dimensión cristiana.

Ej. Ayudarlos a corregir algún defecto, a pasar un buen rato, a aprender cosas buenas, anunciarles el Evangelio, consolar al triste, dar de comer al hambriento, defender al debil, curar al enfermo, ayudar a que los enemigos se reconcilien, instruir al ignorante, trabajar para que haya una política más honrada,...

+ "Aquel que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado" (Santiago 4,17)
+Parábola del Juicio Final: "Lo que ustedes dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo lo dejaron de hacer, vayanse, malditos, al fuego eterno" (Mt. 25,45)

+Parábola de los talentos: "Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no sembré; debías al menos entregado mi dinero a los banqueros y así al volver, Yo habría cobrado lo mío con intereses. A este siervo inútil echenlo a las tinieblas donde hay llanto y rechinar de dientes" (Mt. 25,6)

+Podemos decir que, hablando de la gente que no hace nada malo pero que tampoco quiere hacer el bien, Jesús afirmo que la higuera estéril que ocupa inútilmente la tierra será cortada" (Mc. 11,12-14, 20,21; Mt 8,9)
Posibles omisiones que posiblemente hemos cometido:


La defino como "el bien que podemos hacer y no hacemos"; he ahí tal vez el más grande pecado que cometemos, quedándonos de brazos cruzados.

Justificamos nuestra indiferencia diciendo "eso no tiene que ver conmigo", "yo no tengo la culpa" y otras frases de cajón, que adormecen la conciencia ante aquello que pudiéndolo dar, no lo dimos.

La lágrima que vimos rodar en el rostro de quien camina a nuestro lado y por no querernos involucrar, no la enjugamos... El papel que tirado en el piso, no lo recogimos; porque fue otro quien lo arrojó, nosotros no lo hicimos...

El pedazo de pan que no compartimos, porque nadie nos lo regaló, de nuestro propio esfuerzo lo obtuvimos... El no querer trabajar un minuto más, porque el contrato dice el tiempo exacto con el cual nos comprometimos...

La riña que no quisimos evitar, para no meternos en problemas que no son míos, la herida que no quisimos curar, porque no fuimos nosotros quién la hicimos... 
La palabra de aliento que nunca regalamos, a quien encontramos afligido; por temor o por cualquier cosa que justifique ese bien que pudiéndolo hacer, omitimos...

El tiempo que negamos para escuchar a alguien que necesitaba hablar; diciendo que no hay tiempo que perder, aún hay mucho por hacer y trabajar... 
La limosna que no ofrecimos, porque no queremos contribuir a la mendicidad y ociosidad; la mano que no estrechamos para que otros no piensen mal y no sentirnos juzgados...

La respuesta igual de desagravio que al que nos hirió le dimos; porque si callamos y no nos vengamos, creerán que somos idiotas y pueden siempre herirnos y pisotearnos... 
La sonrisa que no regalamos a aquel que encontramos en el camino, porque no tiene nada que ver conmigo...

La oración que no elevamos por el que nadie oró, el perdón que no ofrecimos, la carta que alguien esperó y nunca escribimos; la visita a ese enfermo que solo quedó en el olvido, tanto pero tanto bien, que pudiéndolo hacer, por mil excusas que inventamos para justificarnos, no lo hicimos...

Esa es la rutina en la que a diario vivimos, ese es el camino que se nos presenta cada día pero que no elegimos; porque nos dejamos llevar por lo que dicen y hacen los demás; pensamos en el bien propio e ignoramos lo que siente, piensa y necesita el resto de la humanidad...

Vivimos creyendo que con hacer lo que nos toca o evitar realizar algún mal, nos hemos ganado el cielo, y ya somos buenos... No nos damos cuenta que estamos haciendo lo que no nos cuesta, somos igual que los demás; es más valioso marcar la diferencia, si nos esforzamos un poco más en regalar amor al que lo ha de necesitar; eso es lo que nos hace semejantes a Dios; quien para salvar la humanidad, hizo realidad el amor, y no se conformó con sanar y predicar; sino que inventó una nueva definición del amor, algo que le da su inigualable valor, y es ser capaz de amar tan al extremo que la vida dar por amor... y no sólo lo dijo, sino que así lo vivió, porque por amor, su vida en la cruz entregó... 

¿Qué es una confesión sacrilega?
El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave, hace una mala confesión, no se le perdona ningun pecado, y además añade otro pecado terrible, que se llama sacrilegio.

 Todas las confesiones siguientes en que se vuelva a callar este pecado voluntariamente, también son sacrílegas.
Pero si se olvida, ese pecado queda perdonado, porque «pecado olvidado, pecado perdonado». Pero si después uno se acuerda, tiene que manifestarlo diciendo lo que pasó.

Para que haya obligación de confesar un pecado olvidado, hacen falta tres cosas: estar seguro de que:
 a) el pecado se cometió ciertamente.
b) que fue ciertamente grave.
c) que ciertamente no se ha confesado.
Si hay duda de alguna de estas tres cosas, no hay obligación de confesarlo. Pero estará mejor hacerlo, manifestando la duda.

(Num. 89.Libro Para Salvarte. P.Jorge Lorign SJ.)


¿Por qué se dice que a fin de cuentas lo que marca la mayor gravedad de nuestro pecado es la intención?
+ Porque "la intención", entendida tanto como el "deseo expreso" con el que hacemos algo o como "la finalidad" por la que lo hacemos, es la que hace que una acción y sus circunstancias sean realmente "nuestros".

La intención es la que les da a nuestros actos su verdadero valor de bondad o maldad, más que la cosa misma que hacemos.

Experimentamos más dificultad en perdonar aunque sean cosas pequeñas, cuando se capta que alguien nos está haciendo algo con verdaderos deseos de fastidiar, que cuando otros nos hacen cosas más graves pero sin una intención tan clara: esto indica que la intención es la que determina finalmente la gravedad de una ofensa.

¿Cuándo el pecado mortal nos lleva a lo que la Biblia llama la "segunda muerte" (Ap.21,8) es decir, a la muerte o condenación eterna?
+ El pecado mortal nos lleva a la muerte eterna o infierno cuando morimos en él sin arrepentimiento, es decir, cuando marca la decisión definitiva de separarnos de forma radical y para siempre de Dios y del prójimo.1

Más allá de la muerte no hay posibilidad de cambiar el destino que el hombre ....
 Ahora bien, como la muerte pone fin a la vida, el arrepentimiento se hace ya imposible, porque después de la muerte ya no habrá posibilidad de arrepentirse2

¿Cuáles son algunas maneras comunes pero imperfectas de entender lo que es el pecado?
Para el cristiano el pecado es siempre algo que procede de la libertad interior del hombre. Y una ofensa a Dios.

a) Muchos entienden por pecado el "hacer algo malo, pero sin relación con Dios" a quien ni siquiera tienen en cuenta.
Para el cristiano el verdadero pecado implica siempre una relación negativa para con Dios.

b) Otros lo definen como un "ir en contra de los 10 mandamientos" o "una transgresión a la ley Divina" (Cfr. Diccionario Larousse), pero entendiendo que el pecado es algo malo, no por ser malo en sí, por ser una mera desobediencia o trasgresión a la ley.

c) Otros consideran el pecado como algo que mancha o degrada al hombre en lo más intimo de su ser, pero simplemente por el hecho de haberlo cometido, aunque sea involuntariamente.
Por ejemplo: En el sistema legalista judío quedabas manchado o impuro por haber tocado cosas "impuras" aun sin querer. (ej. Lev. 11, 31-45; 15, 19-30)

¿Hay alguna ocasión en la que uno cometa pecado aunque no se esté dando cuenta de lo que hace?
+ ¡Sí! Cuando haces voluntariamente algo malo que te lleva luego a hacer otras cosas malas, también cometes pecado en estas otras cosas, aunque ya no te dés cuenta de ellas.

Ejemplo:
- Un drogadicto o un borracho que sabe que van a hacer cosas malas si toman drogas o alcohol y, sin embargo los comienzan a tomar, son responsables de lo que hacen.
   Por eso se dice que el alcoholismo no sólo es una enfermedad, sino también un vicio.
 - Un estudiante de medicina que sabe que, si no estudia bien, luego va dar medicinas equivocadas, será responsable del daño causado al prójimo ( o se puede aplicar a cualquier otra profesión)
-  En general el que por flojera es un ignorante, puede ser responsable de actos malos, que luego hace sin darse cuenta de su maldad, aunque su pecado es propiamente la ignorancia y la flojera.

A estos pecados los moralistas los llaman voluntarios "en causa", porque tú pusiste voluntariamente la causa que los produjo.
Esto indica que hay continuidad y conexión entre todos los actos de mi vida y que, por eso, soy responsable no sólo de mi presente, sino también de mi futuro; y que, si conozco las consecuencias futuras de mis actos presentes libres, soy responsable, de alguna manera, ya ahora, de esas consecuenciasd o efectos buenos o malos.

¿Qué quiere decir que el pecado se comete sólo "queriendo"?
+ Quiere decir que si uno hace una cosa sin darse cuenta de lo que está haciendo o sin decidirlo interiormente, eso no es pecado; tanto menos es pecado si lo fuerzan física o psicológicamente a uno para hacer el mal.

Ejemplos:
+ Si hice que se tropezara un compañero sin querer, no cometí "pecado", aunque sí hice algo malo
+ Lo que hace o piensa uno en sueños o sonámbulo, no es pecado, porque lo hace uno sin querer
+ Si un niño rompió cinco platos juntos sin querer, no cometió ningun pecado, aunque su mamá se haya puesto furiosa por el daño que causó
+ Si llegué a clase sin haber hecho una tarea porque se me olvidó que era para hoy, no cometí pecado. aunque el maestro me haya castigado por no haber cumplido mis deberes
+ Un enfermo de alcoholismo, aunque se dé cuenta de que está tomando vino y sepa que le está haciendo daño, no comete pecado si no puede decirle que no a su organismo: su verdadero pecado está en el momento de comenzar a tomar cuando habría podido haber dicho "no".

Una cosa es que uno sea consciente de lo que hace o de lo que le sucede, y otra cosa es que sea capaz física o moralmente de evitarlo. El crecer en libertad es crecer en responsabilidad.

Ejemplo: Un "cleptómano" puede ser muy consciente de sus actos, pero no tener la libertad necesaria para dejar de robar; puede ser como el adulto enfermo que al orinarse se da cuenta pero no tiene el control.

¿Qué quiere decir que el pecado se comete sólo "sabiendo"?
+ Quiere decir que si no sabes que una cosa es mala, no cometes pecado aunque la éstes haciendo o la hayas hecho.

Ejemplos:
+ Si un niño no sabía que quemar una llanta causaba daño al aire que respiramos, no estaba cometiendo pecado aunque lo hacía.
+ Si una persona no sabe que un alimento o bebida le hace mal, no comete pecado aunque se lo esté comiendo o bebiendo.
¿Qué quiere decir que el pecado sólo se comete "pudiendo"?
+ Quiere decir que si no tenemos capacidad física o moral para hacer una cosa buena o para evitar una cosa mala, no cometemos pecado.

Ejemplos:
+ Si tú, por no saber nadar, no puedes ayudar a una persona que se está ahogando, no cometes pecado.
+ Si no puedes ir a Misa porque estás enfermo, no cometes pecado.
+ Si atropellaste a una persona mayor con tu bicicleta, porque no sirvieron los frenos o porque se te atravesó y no pudiste ya frenar, no cometiste pecado.
+ Un niño chiquito cuando no tiene la capacidad para comprender si algo es malo, no comete pecado si lo hace.
+ Una muchacha o un niño a los que no dejan salir solos, no cometen pecado si un domingo no van a Misa porque no los llevaron.
+ Si te mandan varias cosas que no puedes hacer al mismo tiempo y tú haces solo lo que piensas que es más importante, no cometes pecado al no hacer lo demás.
Por: Catholic.net | Fuente: Moral básica, moral de la confesión / Varios




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domingo, 12 de noviembre de 2017

El miedo a la muerte ¿La mejor forma de estar preparados?



El paso de esta vida al más allá nos plantea siempre interrogantes y, aún con el don de la fe, el instinto de supervivencia nos tira.

Dice Dios: La vida eterna consiste esencialmente en poseer lo que desea la voluntad. Y que ella se sacia en verme y conocerme a mí. Gustan ya en esta vida las primicias de la vida eterna, gustando esto mismo que yo te he dicho que los sacia. ¿Cómo tienen esta garantía de la felicidad futura en la vida presente? La tienen en mi Bondad, que ven en sí mismos; la tienen en el conocimiento de mi Verdad. La pupila de la fe les hace discernir, conocer y seguir el camino y la doctrina de mi Verdad, Jesucristo, Verbo encarnado. Sin la pupila de la fe ningún alma podría ver, tal como estaría ciego el hombre cuyas pupilas estuviesen cubiertas por cataratas. La fe es la pupila de los ojos del alma» (Santa Catalina de Siena, El Diálogo, Cap. III, art. 2).

***

Todos tememos que morir. El paso de esta vida al más allá nos plantea siempre interrogantes y, aún con el don de la fe, el instinto de supervivencia nos tira. Además, la gran mayoría de nosotros ama esta tierra que tanto nos ha dado y en donde tanto hemos disfrutado, incluso en medio de los dolores que hemos pasado. Pero no obstante, es inevitable que, tarde o temprano, todos dejaremos de existir y pasaremos a «la otra orilla», la de la eternidad. La incógnita, pues, no radica en el llegar, sino en el cómo llegar y estar preparados para cuando llegue el momento.

Santa Catalina de Siena parece darnos la clave para ello cuando Dios, a través de ella, nos invita en su escrito a gozar, ya desde ahora, de lo que será el cielo; a apreciar el lenguaje de Dios ya en esta tierra.

Recuerdo que, siendo niño, mis padres nos compraron una vez un libro particular. Se trataba de imágenes que, si uno se quedaba viendo fijamente durante un rato, descubría, en tercera dimensión, una figura escondida detrás. Técnicamente se llaman autoestereogramas. Un ejemplo es la foto de este artículo:

Y he pensado que algo así nos debe suceder cuando vemos con la fe. Vivimos aquí en la tierra como en un «mundo de autoestereogramas», en donde Dios nos habla continuamente, pero en el que tenemos que fijarnos con detenimiento, acostumbrarnos a las cosas de Dios para así poder escucharle y descubrirle con más facilidad.

Pero, ¿cómo lograr esta visión de fe, esta «pupila» de la que habla Santa Catalina? La respuesta, según mi parecer, es clara: con la asiduidad. Y me explico. Si a mí me gusta un cierto tipo de música –pongamos, por ejemplo, la música clásica– cuanto más la escucho más la voy entendiendo: llego a diferenciar el estilo de Mozart del de Bach, admiro las composiciones para violín de Vivaldi o las melancólicas sonatas de Chopin. Pero si a mí lo que me gusta es el Gangnam Style, Maroon 5 o Shakira y no tengo idea de qué es una obertura, un soneto o una sinfonía, ¿cómo llegaré a apreciar la música clásica?

De igual manera, si yo no entro en contacto con Dios de modo asiduo, es evidente que no voy a entenderle ni a escucharle. Más aún: todo lo que tenga un sabor a Dios me sabrá extraño o, Él no lo quiera, incluso amargo. Y tal vez por eso la misa me resulte aburrida o no encuentre un sentido a orar de vez en cuando: no estoy acostumbrado a descubrir a Dios, no tengo «la pupila de la fe».

Y última consideración. Cuando uno logra adquirir ese gusto por la fe, uno es capaz de ver todo bajo esta óptica, incluso lo más superfluo. Y aunque se prefiera mil veces las cosas de Dios, uno aprende a ver el cielo en las cosas de la tierra; y a disfrutarlas en su justa medida. Como quien, incluso sabiendo lo que es la música clásica, también disfruta con una buena canción de pop, rock o hip hop... ¡Que sí se puede!

¿Cómo prepararnos mejor a la eternidad? Estas líneas intentan dar una respuesta a este interrogante. Acostumbremos nuestro corazón a Dios y sus cosas. «La vida eterna consiste esencialmente en poseer lo que desea la voluntad», empieza el texto de la Santa de Siena. Y es en la oración principalmente en donde vamos moviendo nuestra voluntad hacia Dios: «cuando el alma fija su mirada en el Creador y considera tanta bondad infinita como en Él encuentra, no puede menos de amar... E inmediatamente ama lo que Él ama, y odia lo que Él odia, ya que por amor ha sido hecho otro Él» (Santa Catalina de Siena, Carta 72). La oración nos identifica con el Corazón de Cristo, con su querer, con su amor. Y entonces podremos decir que, llegue cuando nos llegue la muerte, la veremos con entusiasmo... ¡incluso en medio del miedo natural que podamos sentir!

Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion.com
Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com




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sábado, 11 de noviembre de 2017

Pobres riquezas y ricas pobrezas



Meditación sobre las enseñanzas de Jesús sobre la verdadera riqueza

Entre las muchas enseñanzas de Jesucristo que podemos meditar a partir de los Evangelios, (por ejemplo el de san Marcos 10, 17-30), es palpable esa evidente disparidad de criterios, acerca de la verdadera riqueza, entre Jesús y el joven rico que le abordó en ese relato. Aquel hombre, que con su mejor buena voluntad pregunta al Señor por lo que debe hacer para conseguir la vida eterna.

Notemos, para empezar, que lo que parece en un primer momento una excelente disposición, por su parte –llamando a Jesús "Maestro bueno" y postrándose ante Él– es, sin embargo, un tanto aparente. De hecho, esos gestos y esas palabras iniciales que deberían manifestar un lógico sometimiento a Jesús, no se mantienen cuando el Señor le indica lo que en concreto debe hacer para conseguir la vida eterna. Parece que este hombre desiste de su sumisión al Salvador, ya no lo considera Bueno, cuando no le agrada lo que Jesús le propone.

Si nos fijamos en la escena, contemplamos a un hombre de esos que podríamos decir que lo tienen todo en la vida. Tenía muchas posesiones, afirma el evangelista, y, sin embargo, reconoce también que aún no tiene lo verdaderamente importante. Así lo manifiesta con toda franqueza, pues, corriendo se arrodilla ante Jesús suplicante y reconociéndose necesitado. Sus riquezas parece que les saben a poco, sus muchas posesiones no son capaces de colmar sus deseos.

¡Qué razonable es, por tanto, la respuesta del Maestro! Animándole a desprenderse de sus posesiones, le confirma en lo que ya estaba notando, y por eso se decidió a acudir a Cristo: que todo aquello con lo que pretendía llenar su vida, no tenía de suyo capacidad para satisfacerle. Estaba ocupado, afanado, en unos bienes tan pequeños, que por muchos que fueran, serían siempre insuficientes para él.

Sin embargo, las posesiones –muy numerosas, posiblemente– ocupaban casi completamente sus afanes, su interés: su cabeza y su corazón. Era, por eso, imposible que pusiera de verdad sus capacidades al servicio de la vida eterna que pretendía lograr, manteniéndolas en la práctica empeñadas en sus cosas. Aquel hombre rico, porque tenía muchas posesiones, estaba condenado a sentirse pobre, insatisfecho, por no querer desprenderse de lo que, siendo atractivo de suyo, también y ante todo le quitaba libertad.

Jesús le aconseja, en efecto, que se quede libre de lo que le ocupa, para entregarse a bienes mayores: tendrás un tesoro en el cielo, le dice. Con tal ofrecimiento, le manifiesta Jesús que Él es efectivamente el Maestro bueno, como había presumido el hombre hacía un instante. Ningún otro, si no sólo Cristo, podía ofrecerle una riqueza de tanto valor. Pero la bondad del Señor, que es infinita, no quiere violentar la libertad de nadie, y el que parecía dispuesto a todo decide no confiar en esa bondad, aunque la había proclamado un momento antes.

Sin duda, fue muy consciente de su incoherencia, y por eso no soportó la mirada de Jesús, a pesar de que le había contemplado con inmenso cariño: quedó prendado de él, dice el evangelista. La ruptura interior se manifiesta en su rostro, pues, se marchó triste. El apego a sus cosas ganó, en aquella ocasión, la batalla a su generosidad y a la confianza que Jesús reclamaba. Podemos pensar que tenía tan en primer término las posesiones, que es incapaz de advertir el valor inigualable de proyecto vital que Jesús le ofrece. Pues, además de haberle prometido un tesoro para el cielo, le otorga el inmenso privilegio de poder seguirle y participar de su divina misión. Hubiera sido otro de los Apóstoles, pues, como a los demás le dijo: ven y sígueme.

No es, ciertamente, pequeña la riqueza que promete Dios a cuantos deciden serle fieles. Además, aunque sea necesario no poner como primer objetivo de la vida los bienes materiales, no se trata tanto de una renuncia cuanto de una condición para mantener la libertad, y así poder optar a la gran dignidad de ser apóstol y recibir luego el tesoro del Cielo.

Santa María, nuestra Madre, nos anima con su ejemplo: Reina en el Cielo y, en la tierra, feliz como nadie por que en Ella se fijó el Señor
Por: n/a | Fuente: fluvium.com




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