"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

viernes, 20 de octubre de 2017

¿Somos hipócritas o servidores?



Este discurso de Jesús se dirige a los cristianos de todos los tiempos. Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.

En las Sagradas Escrituras, frecuentemente, Jesús ataca a los escribas y fariseos. Invita a los suyos a hacer y cumplir lo que enseñan, pero no imitarlos en su conducta. Son críticas duras que les hace a los dirigentes espirituales de su pueblo. En concreto les echa en cara lo siguiente:

1. No cumplen lo que enseñan
2. Imponen cargas pesadas a la gente, pero ellos ni las tocan
3. Quieren aparentar ante los demás
4. Buscan los primeros puestos y los saludos en las plazas

Ahora, uno podría pensar que estas actitudes fueron propias de esta gente y que con su muerte se acabaron. Lastimosamente no es así. Este discurso de Jesús se dirige, por eso, también a los cristianos de todos los tiempos. Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.

Porque los fariseos no son una categoría de personas. Se trata, más bien, de una categoría del espíritu de una postura interior. Es un bacilo siempre dispuesto a infectar nuestra vida religiosa.

Todos somos fariseos:
a. Cuando reducimos la religión a una cuestión de prácticas espirituales, a un legalismo estéril;
b. Cuando pretendemos llegar a Dios dejando de lado al prójimo;
c. Cuando nos preocupamos más de “parecer” que de “ser”;
d. Cuando nos consideramos mejores que los demás.

Toda esta plaga tiene un único y solo nombre: hipocresía. Por eso, con toda justicia, fariseísmo se ha convertido para nosotros en sinónimo de hipocresía.
Los hipócritas tienen una “doble cara”, una vuelta hacia Dios y la otra hacia los demás. Y, sin duda, la cara que mira a Dios es horrible, espantosa.

Para Cristo, la ley no era un ídolo, sino que era un medio. Tenía la tarea de empujar al hombre hacia adelante, de ayudarle para crecer.
El desafío que hoy nos presenta Jesús es, entonces: amor o hipocresía. Porque amar significa servir. Quien ama realmente, sirve a los demás, se entrega a los hermanos.

Es la actitud de Cristo. Toda su vida en esta tierra no fue sino un servicio permanente a los demás. Y al final entrega hasta su vida por nosotros, para liberarnos y salvarnos.

Y es también la actitud de María. En la hora de la Anunciación se proclama la esclava del Señor. Nosotros muchas veces creemos que estamos sirviendo a Dios porque le rezamos una oración o cumplimos una promesa. Miremos a María: Ella le entrega toda su vida, para cumplir la tarea que Dios le encomienda por medio del ángel. Cambia en el acto todos sus planes y proyectos, se olvida completamente de sus propios intereses.

Lo mismo le pasa con Isabel. Sabe que su prima va a tener un hijo y parte en seguida, a pesar del largo camino de unos cien kilómetros. No busca pretextos por estar encinta y no poder arriesgar un viaje tan largo. Y se queda tres meses con ella, sirviéndola hasta el nacimiento de Juan Bautista.
Hace todo esto, porque sabe que en el Reino de Dios los primeros son los que saben convertirse en servidores de todos. Cuando el ángel le anuncia que Ella será Madre de Dios, entonces María comprende que esta vocación le exige convertirse en la primera servidora de Dios y de los hombres.

Pidamos a Jesús y a María que nos regalen ese espíritu de servicio desinteresado y generoso, que ellos han vivido tan ejemplarmente. Sólo con ese espíritu podremos enfrentar los desafíos del mundo de hoy. Sólo con ese espíritu podremos ser instrumentos aptos para construir un mundo nuevo.

Preguntas para la reflexión

1. ¿En qué grupo estoy, hipócritas o servidores?
2. ¿Cómo podemos servir a los demás?
3. ¿Qué actitud de María puedo adoptar?
Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer




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jueves, 19 de octubre de 2017

Seis consejos para evitar que los hijos sean materialistas y egoístas



 Muchas veces los padres debemos luchar contra la publicidad, la sociedad de consumo y aquellas frases como “es que todo el mundo lo tiene”; y es que son miles de estímulos que a diario alientan a los niños a tener más y más cosas. Sin embargo, este consumismo puede ocasionar en los pequeños un deseo insaciable de acumular cosas, volviéndose materialistas y egoístas. 
 Entonces, ¿qué podemos hacer los padres para ayudar a los hijos a ser menos materialistas y menos egoístas? Mercatornet da seis pequeñas pautas que no son difíciles de cumplir y que señalan el camino a seguir:

1. Modérate a ti mismo

Este mensaje destinado a los padres es el más difícil pero también el más importante. Distintas investigaciones muestran que los padres que son muy materialistas tienen hijos materialistas. La clave en este punto es analizar qué ejemplo das a tus hijos.

2. Pasa más tiempo con tus hijos que con el dinero

Haz un esfuerzo para pasar tiempo con tus hijos haciendo cosas que no cuesten dinero: ir al parque, pasear en bici, cocinar o jugar a distintos juegos de mesa.

3. Rotación de juguetes 

Tus hijos seguramente tengan muchos juguetes así que una opción es guardar algunos de ellos. Esto ayudará a los niños a aprender que no necesitan tanto para pasar un buen rato y además cuando sus padres roten los juguetes y les saquen los guardados los disfrutarán como si fueran nuevos.  El tener menos juguetes a mano también puede fomentar la creatividad y la resolución de problemas.

4. Menos recompensas económicas 

Algunas investigaciones muestran que los adultos que de niños recibieron recompensas económicas o materiales tales como “si te portas bien te compraré esto…” son más propensos a caer en lo mismo como padres. Para ello, no hay nada mejor que los niños se esfuercen en hacer algo durante un tiempo para valorar lo que es ganar algo, pues es la vida es esto.

5. Enseñar el hábito de “dar” más que “recibir”

Ayudar al otro ayuda a contrarrestar el materialismo. Algunos ejemplos pueden ir desde llevar la cena a un vecino enfermo a regalar algunos juguetes a centros para niños necesitados. Otra opción que se plantea es que el niño elija uno o dos regalos de Navidad para regalar a otros. Eso o una pequeña parte de la paga del domingo.

6. Cuidado con la televisión e internet

Buena parte de este materialismo viene aprendido de estos medios, que además tiene otras consecuencias. Una buena rutina es establecer una cultura familiar en la que quede claro que la televisión, los teléfonos, las computadoras son un privilegio, no un derecho, y que los padres tienen el poder de controlar el acceso de los niños a estos aparatos.
Otra ventaja adicional es que las familias que limitan el acceso a estos dispositivos tienen mucho más tiempo para hablar y los padres  pueden conocer mejor lo que está pasando en las mentes de sus hijos.

Qué tal te parecen estos consejos, no son tan difíciles de seguir, ¿verdad? Es cuestión de proponernos, de enseñar a los hijos que las cosas materiales no son las que nos dan la felicidad, que la generosidad nos hace grandes, a diferencia del egoísmo que nos aleja de las personas y nos aparta de la felicidad.
Mercatornet – 17.10.2017




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miércoles, 18 de octubre de 2017

Vive, no mueras lentamente

El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo!

Un periodista pregunta a Ana María Matute, de la Real Academia Española:
¿Qué es para usted vivir mucho?
Ella responde:
Darte cuenta, tocar lo que vives en cada instante.
El buen fotógrafo capta lo instantáneo. La persona sabia es aquella que sabe vivir en cada instante. Así afirma  Dostoyevski: “El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo! Si cualquiera llega a descubrirlo, será feliz de inmediato, en ese mismo minuto, en ese mismo instante”.


La vida te sonreirá , si se es capaz de descubrir esa sonrisa. Cada cosa tiene su belleza, tiene su alma. Para ello se necesita tiempo, y aprender a ver con los ojos del alma; entonces nacen deseos de disfrutar la vida. No  se puede tomar  la vida como una carrera, no es una competencia; La vida es un tesoro que hay que sorberlo en cada momento, que hay que compartido, es un soplo de eternidad que el Señor nos ha regalado. La vida es saber disfrutar y compartir el cariño inmenso que nos rodea, cuando estamos en familia, en el trabajo, en el campo, cuando sopla el viento y acaricia la lluvia. La vida es un eterno aprendizaje del amor. 
“Alégrate de la vida porque te da la oportunidad de amar y trabajar y jugar y mirar a las estrellas”  (Henry Van Dyke). Hay que vivir sin miedo a perder, pues “al que vive temiendo nunca le tendré por libre” (Horacio). Hay que vivir en el aquí y en el ahora,  pues“algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora” (John Lennon).
“¿ Amas la vida ? Pues no malgastes el tiempo que es la tela de la vida” (Benjamín Franklin).Y quine no ama la vida , tendrá que amar a los otros, pues “amando a los demás descubriréis el sentido de la vida” ( Juan Pablo II).  Cuando se tiene en la vida un porqué, se vive sin dificultad el cómo (F. W. Nietzsche). Y “cuando una persona planta árboles bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida” ( Elton Trueblood). Cada día hay que empezar a vivirlo como si fuese el primero y el último. “Cada vida ha de tener sus espacios huecos, que el ideal ha de rellenar” (Julia Ward Howe).
La vida es breve, hay, pues, que aprender a vivir, a aprovecharla, para no tener que morir sin haber vivido, para no morir lentamente.
“Muere lentamente quien no viaja,
 quien no lee,
quien no escucha música,
quien no halla encanto en sí mismo.
 muere lentamente
quien destruye su amor propio;
quien no se deja ayudar.
 muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos senderos;
quien no cambia de rutina,
no se arriesga a vestir un nuevo color
o no conversa con quien desconoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión
y su remolino de emociones;
aquellas que rescatan el brillo de los ojos
y los corazones decaídos.
Muere lentamente
quien no cambia la vida cuando está insatisfecho
con su trabajo, o su amor;
quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir tras de un sueño;
quien no se permite,
por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos...
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Haz hoy!
Por: P. Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente: eusebiogomeznavarro.org




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martes, 17 de octubre de 2017

¿Primeras salidas nocturnas de tu hijo?



Este decálogo te ayudará a planificarlas

La libertad y la autonomía son competencias que el adolescente debe construir progresivamente respetando las normas y los acuerdos alcanzados con sus padres. Para planificar las primeras salidas nocturnas del hijo adolescente la CONCAPA (Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos) propone el siguiente decálogo de actuaciones:

1. Partir de una posición de coherencia entre los padres
Independientemente de la situación de la pareja (incluida la circunstancia de que los progenitores se encuentren separados o divorciados), vosotros debéis adoptar una posición común y coherente antes de dar el paso de hablar con vuestro hijo o vuestra hija de sus primeras salidas nocturnas. En caso de desacuerdo, debéis alcanzar algún nivel de compromiso que os permita enviar un mensaje claro y consistente al adolescente.

En este asunto no caben las posturas ambiguas ni la inhibición porque son los padres, ambos padres, los que deben dar el permiso para salir de noche. Esto incluye también el resto de los aspectos a establecer en la preparación de esas primeras salidas.

La educación es una responsabilidad que debe ser asumida de forma conjunta y cooperativa por ambos progenitores y, en situaciones que exigen decisiones firmes como las que nos ocupan, es imprescindible que además sean coherentes.


2. Crear las condiciones más adecuadas para el diálogo

El peor error que se puede cometer consiste en ir posponiendo las decisiones para abordarlas unas horas o unos minutos antes de la salida. Ten la certeza de que esos mensajes de última hora (“¡No bebas!” “¡Vuelve pronto!”) no tienen ninguna utilidad e incluso pueden ser contraproducentes. Si queremos dialogar, es imprescindible plantearlo con suficiente antelación. Para ello, tienes que hacerle saber a tu hijo o hija de forma directa y explícita que es preciso hablar sobre este asunto: “Queremos hablar contigo sobre la salida que quieres hacer el próximo fin de semana”.

De igual modo, es muy importante elegir un buen momento para hablar, un momento en el que tanto padres como el adolescente estéis tranquilos, poco ocupados y dispongáis de tiempo suficiente para dialogar con serenidad. Podéis también proponerle que sea él quien proponga un día y una hora que os venga bien a todos. Otra opción interesante es la de establecer en la familia determinados momentos fijos a la semana para la comunicación. Esto permitiría que, con una frecuencia regular, todos los miembros podáis dialogar (una comida, un paseo, etc.) y, sin duda, sería un contexto idóneo para tratar el tema de las salidas nocturnas.

Por tanto, no debemos dejarlo todo a la improvisación sino facilitar el diálogo propiciando los momentos de encuentro para la comunicación y disponiendo del tiempo y las condiciones necesarias para hacerla posible.

3. Establecer una buena comunicación
Si de verdad deseáis gestionar de forma razonable y eficaz el reto que representan las primeras salidas de tu hijo, es fundamental debatirlo con calma para captar todo lo que él o ella quiere expresaros con sus palabras y su comportamiento. Ten en cuenta que, para comprender a un adolescente, hay que ir más allá del lenguaje verbal y prestar especial atención a lo que transmite con su lenguaje no verbal: miradas, posturas, gestos, emociones, silencios…

Además, cuida tu manera de hablar: haz preguntas abiertas y no preguntas cerradas donde sólo pueda contestar “sí” o “no” (por ejemplo “¿Qué piensas de ese lugar al que vais?” “¿Cuál es tu opinión sobre esa chica?”). Evita los discursos largos que pueden ser percibidos como moralizadores. Expón sinceramente tus preocupaciones utilizando el “yo”, porque así podrás expresar lo que piensas y sientes y tu hijo percibirá la autenticidad de tu exposición. Evita las descalificaciones, los reproches, y las acusaciones (“Ya se sabe lo desastre que eres”, “Tú eres un ingenuo”, “Temo que te metas en algún lío como siempre…”). Ten la seguridad de que un diálogo entre un acusador y un acusado está condenado al fracaso.

Manifiesta tu interés por las expectativas que el joven tiene en esa salida. Tu hijo necesita saber que su mundo, sus amigos y sus intereses son importantes para ti. Pregunta también acerca de los planes que conlleva la salida en sí procurando no ser demasiado indiscreto.

Exprésale claramente el comportamiento que esperas de él. Tómate el tiempo necesario para explicarle claramente sus peticiones y sus deseos y verifica que el mensaje ha sido comprendido tal y como tú quisiste transmitirlo. Es clave evitar confusiones y malentendidos.

En resumen, la comunicación conlleva una apertura al otro y un intercambio recíproco. Ambas partes debéis tener capacidad para expresas vuestras ideas, dudas y deseos y, a su vez, escuchar los del interlocutor. La escucha activa es una técnica que puede ser de gran utilidad.


4. Permanecer firmes ante un eventual chantaje emocional
Es frecuente que, si tu hijo o hija no obtiene de forma inmediata lo que desea -dejarle regresar a una determinada fiesta-, recurra al chantaje emocional: “Eres un mal padre (o madre)”, “Lo que pasa es que no tenéis confianza en mí” o la frase definitiva de “A los demás sí les dejan”. De ahí que uno de los principales retos a los que deberás enfrentarte es resistir el chantaje emocional que suponen este tipo de argumentos.

En primer lugar, es preciso que permanezcas firme en tus proposiciones y racionalices el tema. Para los adolescentes, la cuestión de la normalidad es importante; lo que ellos consideran “normal” tiene una gran influencia sobre sus opiniones y sus decisiones. Sin embargo, no siempre esa valoración de normalidad que les presentan tiene una base real; si profundizas un poco, comprobarás que “todos los demás” no son en ocasiones más que determinados amigos especialmente relevantes para él o ella.

De cualquier forma, aunque fuera cierto que otros padres lo autorizan, no debes sentirte cuestionado ni empujado a aceptar determinadas decisiones que no compartes. Las pautas educativas, las normas y los límites no tienen por qué ser los mismos en cada hogar. Tu hijo debe aprender que las reglas de juego pueden ser distintas en una u otra familia, además, recuerda que son los padres los responsables de tomar la disposición final. Vosotros debéis adoptar vuestras propias decisiones, procurar que sean equilibradas y ser consecuentes en su cumplimiento.

Resulta muy recomendable mantener cauces abiertos de comunicación con los padres de los amigos de tus hijos y tratar de establecer posibles alianzas y pautas compartidas de actuación con ellos. De este modo, si no se logran acuerdos plenos en cuanto a las condiciones de la salida, al menos pueden compartir información y reducir las disonancias entre los mensajes que se envían a los distintos miembros del grupo de adolescentes.

5. Desarrollo de las salidas: poner normas y límites
Un aspecto fundamental es conocer lo más posible el desarrollo de la salida. Para ello, plantea a tu adolescente que te cuente qué va a hacer. Si no tiene nada previsto -algo relativamente frecuente-, pregúntale sobre el lugar o lugares a los que va a ir y las personas con las que va a salir.

Puede que las informaciones que te dé no sean claras. En ese caso, pídele que sea preciso. Si, a pesar de todo, tienes dudas sobre el lugar y las condiciones de la salida, no dudes en hablar con los padres de sus amigos tras haber advertido, eso sí, a tu hijo o hija de tu intención de hacer ese contacto.

Tan importante como conocer las actividades que piensan realizar durante la salida es conocer el ambiente en el que se va a producir, porque de este modo podremos anticipar posibles situaciones de riesgo a las que nuestro hijo o hija va a estar expuesto. Toda la información recogida facilitará el proceso de negociación con tu hijo o hija acerca de las normas y límites necesarios para la salida. A partir de ahí, trata de que las reglas sean razonables, claras y seguras, y ten la suficiente flexibilidad para ir adaptándolas si fuera necesario.

Ten en cuenta que, aunque para tu hijo éste será la única y la mejor forma, no existe ninguna salida ni fiesta imprescindible ni irrepetible.

6. Negociar la hora de regreso a casa
La hora de regreso a casa es sin duda el más representativo de los conflictos que generan las primeras salidas nocturnas de los adolescentes en el hogar. De hecho, esta decisión centra muchas discusiones entre padres e hijos adolescentes; pero, como todas las cuestiones educativas, no admite soluciones simples. Comenzando porque la visión del mundo y de los hijos que tienen los padres constituye el principal punto de partida. Dicho de otro modo, el establecimiento de un horario más limitado o más amplio y la flexibilidad con que se administra no es más que uno de los indicadores que reflejan las pautas educativas que estás siguiendo con tu hijo o hija adolescente.

Cada familia tiene la potestad de establecer éste y otros límites relacionados con la educación de sus hijos en el ejercicio de sus competencias parentales. Pero hay tres premisas que conviene fijar:
 
La primera premisa que debe quedar clara es la necesidad de que los padres, de forma negociada siempre que sea posible, establezcan horarios de regreso a casa. No pienses que inhibirse es más neutro o más democrático; al contrario, las ambivalencias y los silencios son otra forma de enviar mensajes a tu hijo, sólo que en este caso el mensaje será de permisividad y desinterés y perderás una ocasión extraordinaria de apoyarle en su proceso de autonomía.



La segunda premisa es que los horarios, como cualquier otro límite, deben ser estables, sin que ello impida que puedan modificarse ante acontecimientos o circunstancias especiales.
La tercera es que los horarios deben plantearse de modo progresivo y deben irse modulando en función de dos aspectos fundamentales: la edad y madurez del adolescente y el grado de cumplimiento de los compromisos adquiridos en las salidas anteriores. Estaríamos hablando, pues, de una independencia por etapas.

En resumen, los horarios deben ser razonables, negociados con los hijos siempre que sea posible, adaptados a la edad, las características de cada adolescente y otras circunstancias objetivas (nivel de seguridad de la zona por la que va a moverse durante la salida, existencia o no de transporte público, época vacacional o de estudio, etc.). Además, deben ser progresivos en función de su maduración y el cumplimiento de sus compromisos.

Llegados a este punto, no podemos dejar sin respuesta algunas de las cuestiones que constantemente plantean los adolescentes a los padres para poner en evidencia lo arbitrario e incluso lo irracional de sus propuestas: “¿Qué voy a hacer a las 00h que no pueda hacer a las 18h?” o “¿Qué más dan las 23.30h que las 00h?”. Estas preguntas inciden directamente en el porqué de la existencia de los horarios, en la hora en la que se fija el regreso y en la razón de su estabilidad. Veamos algunos argumentos.

¿Por qué establecer límites horarios?
En primer lugar, la existencia de los horarios tiene que ver con la necesidad de establecer normas y límites. Estos están dirigidos, como se exponía en el punto anterior, a garantizar la seguridad, el autocontrol y el manejo de una vida saludable del menos. Y, en última instancia, bien gestionados contribuirán a mejorar la eficacia educativa de la disciplina en su proceso de socialización.

En efecto, los horarios fijados deben permitir compatibilizar la práctica de sus actividades de ocio con el mantenimiento de un estilo de vida saludable, de forma que se minimicen los riesgos a los que se pueden ver sometidos los adolescentes y se posibiliten el adecuado descanso y el desarrollo de sus obligaciones o aficiones (estudio, deporte…). Todo ello sin olvidar que las salidas nocturnas no deberían alterar la convivencia ni la dinámica familiar habitual (horarios del resto dela familia, comer todos juntos, etc.).

Aunque a veces pasen desapercibidos al ser comparados con las amenazas externas, no deberían ignorarse tampoco todos los aspectos que inciden en la salud del adolescente. Uno de los ejemplos más evidentes es el sueño. No olvidemos que están viviendo un proceso de maduración y un tiempo de sueño suficiente es la primera condición para el desarrollo físico y psicológico de los adolescentes. Un tiempo de sueño suficiente es muy importante para la salud, el crecimiento y la capacidad de aprender. Lamentablemente, no todas las familias dan la misma importancia a las necesidades de sueño de los adolescentes; pero debemos saber que un preadolescente de entre 12 y 13 años tiene unas necesidades de sueño de unas 9 o 10 horas y uno de 14 entre 8 y 9.

¿Por qué fijar una hora concreta y estable de regreso?
Abordemos, en segundo lugar, el asunto de la hora concreta de regreso y el porqué de su estabilidad. A menudo las familias piden disponer de una tabla de equivalencias entre las edades y las horas de regreso que sean de utilidad para todas las familias y todos los adolescentes y jóvenes. Pero establecer límites horarios adaptados a la edad no es una tarea sencilla y seguramente resultaría inviable. Es una decisión compleja sobre la que inciden numerosos factores que no pueden equipararse: desde los valores y modelos educativos de las familias hasta las edades y el grado de madurez de los adolescentes pasando por los tipos de población y las zonas de residencia.

Diferentes autores e instituciones han establecido valores indicativos, en función lógicamente de sus criterios propios y los de su entorno sociocultural. Todos estos valores se han visto superados por los datos reales de las estadísticas. Son precisamente estas estadísticas las que deberían obligar a muchos padres a reflexionar y revisar sus criterios educativos al respecto. Mírese como se mire, no es razonable que, como se exponía anteriormente, el 63,7% de los adolescentes de 14 años haya regresado a casa en su última salida después de las 00h y las 2h de la madrugada. Como tampoco lo es que a los 16 años un 57,9% regrese después de las 2h de la madrugada.

Por tanto, estos datos ponen en evidencia que muchos padres de nuestro país deberían replantearse seriamente este asunto y comenzar a negociar con su hijo o hija adolescente unas horas más racionales de regreso a casa. En esta negociación es fundamental que tengan en cuenta las propuestas del propio adolescente y los argumentos que esgrima para justificarlas, porque ahí encontrarán muchas claves de interés. Es cierto que una hora exacta no es fácil de determinar y debe estar abierta a revisión, pero no podemos subestimar su valor como referente educativo. Para lo mismo con los 15 o 30 minutos de retraso; podríamos coincidir en que esos minutos no tienen importancia en sí mismos, pero hay que recordar de nuevo que nos encontramos en un escenario de aprendizaje donde se trata de cumplir acuerdos y compromisos adquiridos. Lógicamente, si no fuera posible negociarlos, les correspondería a los padres definirlos.

Hay que insistir: todo lo expuesto no significa que la hora establecida no se pueda revisar y flexibilizar puntualmente en función de las circunstancias excepcionales. Pero el valor referencial intrínseco de la hora de regreso es importante y necesario para todos: para el adolescente, porque le da la posibilidad de administrar sus tiempos y aprender a regular su conducta más allá de sus deseos; para los padres, porque les permite también ordenar la vida familiar y les facilita su compleja labor de protectores y administradores de límites.

A medida que los hijos vayan cumpliendo sus compromisos y mostrando un mayor grado de responsabilidad, se podrán ir ampliando progresivamente los horarios hasta alcanzar aquel novel que se considere irrenunciable, puesto que lo que se pretende en última instancia es que los chicos se responsabilicen de sus propias acciones y decisiones.

7. Utilizar un medio de transporte seguro
Un tema que debes abordar con tu adolescente antes de una salida nocturna es sin duda el del transporte de regreso a casa. Ante todo, recuérdale que no debe subir bajo ninguna circunstancia al vehículo de un desconocido. Tampoco si el conductor ha bebido alcohol o consumido otras drogas. Lo más recomendable es utilizar un medio de transporte público (en algunas ciudades existen incluso medios de transporte público disponibles las noches de los fines de semana).

Otra estrategia, cada vez más extendida si va con familiares o amigos que disponen ya de permiso de conducir, es lo que se denomina el “conductor designado” o “conductor alternativo” que consiste en que un miembro del grupo se compromete a no ingerir alcohol ni ningún otro tipo de sustancia tóxica para garantizar la seguridad del resto del grupo.

En caso de que surjan dificultades imprevistas para organizar el traslado de regreso, indícale que te llame para que puedas intervenir de algún modo o salir a buscarle. Si finalmente deciden que pase la noche en casa de un amigo, comprueba con un adulto responsable dónde y en qué condiciones pasará la noche.

En términos generales, el móvil es un instrumento de gran utilidad para gestionar cualquier imprevisto que pueda surgir en la noche por lo que debes recomendar a tu hijo o hija que lo mantenga encendido y que no dude en hacer uso de él siempre que lo precise.

8. Negociar normas claras en relación con el alcohol y el dinero
Cada vez más adolescentes y jóvenes se emborrachan durante el fin de semana. El consumo de alcohol, y más aún si se hace de forma compulsiva hasta la embriaguez, es muy perjudicial para los adolescentes; como padre o madre estás obligado a usar tu influencia para incidir sobre el comportamiento de tu hijo adolescente en materia de consumo de alcohol y a prohibir su consumo. Habla con tu hijo sobre las consecuencias de la ingesta de alcohol.

Al igual que en los demás puntos de este decálogo, debes negociar con tu hijo o hija las reglas relativas al consumo de alcohol durante sus salidas de fin de semana, partiendo de un hecho incuestionable: en nuestro país la ley prohíbe la venta y el consumo de alcohol a menores de 18 años. De igual modo, todos los expertos de la OMS y demás organismos oficiales consideran que en menores de 18 años cualquier consumo de alcohol, por pequeño que sea, resulta siempre desaconsejable.

Otro aspecto que puede ser objeto de negociación de cara a las salidas de fin de semana es el que se refiere a la disponibilidad del dinero de bolsillo. Los niños y los adolescentes aprenden a administrar el dinero sólo si pueden disponer de pequeñas cantidades con carácter regular. Aunque en nuestro país no es una costumbre mayoritaria -un reciente estudio apunta a que el 62% de los adolescentes no recibe asignación mensual ni semanal-, los expertos consideran útil dar una paga sin asociarla con condiciones. Administrar esa cantidad fija semanal o mensual con la cual debe afrontar gastos diversos (salidas, pequeñas compras, transportes…) les facilita también la asunción de responsabilidades. Evidentemente, la cantidad se debe corresponder con el presupuesto familiar y debe adaptarse a la edad y las aptitudes del adolescente para hacer un uso adecuado del dinero.

9. Transmitir información sobre los riesgos

El noveno punto de este decálogo incide en la necesidad de transmisión de información acerca de los riesgos que entraña el consumo de alcohol y otras drogas así como las circunstancias en que éste se produce. En este sentido, los padres deben ser realistas y modestos. No está en sus manos suprimir totalmente los riesgos, aunque sí trabajar para crear un contexto susceptible de disminuirlos: dándoles informaciones que les ayudarán a hacer elecciones acertadas, favoreciendo la adquisición de competencias que les permitirán mejorar su comportamiento y ayudándoles a tomar conciencia de las consecuencias de sus decisiones personales. Una vez más hay que recordar que se trata de una tarea educativa que requiere un trabajo a medio y largo plazo.

10. Finalmente, abordar el problema como una cuestión de confianza
La síntesis de todos los puntos anteriores podría ser que tu hijo adolescente necesita tener personas alrededor en quienes confiar, que le quieran incondicionalmente aunque se equivoque o se salte las normas, que le pongan límites para que aprenda a evitar peligros o amenazas, que le sirvan de modelo en su comportamiento, que deseen que aprenda a desenvolverse solo para ayudarle a crecer; personas con las que comunicarse para contarles todo aquello que le asusta o le inquieta, para reconocer sus emociones y expresarlas con la seguridad de encontrar apoyo. Ante el problema que suscitan las salidas nocturnas de fin de semana, todas estas consideraciones son válidas.

En cuanto a tu tarea como padre o madre, la hemos resumido en una búsqueda constante de equilibrio entre las legítimas aspiraciones de autonomía de los adolescentes y las no menos legítimas obligaciones de proteger y cuidar a los hijos que tenéis los padres. Este equilibrio se ha sustentado fundamentalmente en el pilar de la negociación considerando que esta técnica educativa está tan lejos de la imposición como de la claudicación. Por tanto, negociar supone eliminar de nuestro vocabulario ese “¡Aquí no se habla más!”, pero sin que eso suponga renunciar a establecer unas reglas que consideramos ineludibles para su seguridad.

Ahora bien, dicho todo lo anterior, la clave para abordar adecuadamente el tema que nos ocupa es tratarlo como lo que es: una cuestión de confianza.
Por: Redacción | Fuente: Religión en Libertad





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