Las fuerzas del mal están en el mundo y dentro de nosotros.
1. "El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo, de entre tus
hermanos" Deuteronomio 18,15. El Profeta no es el
Adivino, Nostradamus, sino "Profanai": El que habla en nombre de
Dios. El profetismo fue uno de los mayores regalos que hizo Dios a su pueblo
elegido y el que, unido a la monarquía y a la judicatura, mantenían su unidad y
contrarrestaban la influencia de los pueblos cananeos, que eran enormemente
supersticiosos, y dependían de una caterva de magos, hechiceros, brujos y
adivinos, a los que consultaban para conocer el futuro; así como consultaban a
los muertos, como el espiritismo actual, y ofrecían sacrificios de niños en
holocausto a Moloc. Toda una ralea de degenerados, se aprovechaban de la
ingenuidad e ignorancia del pueblo y vivaqueaba a su costa. En este marco, los
magos, los hechiceros y los brujos, perniciosa semilla, fueron reemplazados por
los profetas auténticos, constituidos por Dios como sus intermediarios que
enseñaban al pueblo la voluntad de Dios, para que conformaran a ella su conducta.
Benemérita pues la institución profética, que conocemos por el libro del
Deuteronomio que nos dice que Moisés era el intermediario entre Dios y el
pueblo. David, será el primer rey a quien aconsejará el profeta Natán.
2. Tras el fragor de la entrega en el Sinaí de los Mandamientos, el pueblo se
había quejado a Moisés: "Todo el pueblo oía los truenos y el sonido de la
trompeta, y veía las llamas y la montaña humeante y atemorizados le dijeron a
Moisés: "Háblanos tú y te escucharemos; pero que no nos hable Dios, para
que no muramos" (Ex 20, 18). El Señor respondió: Tienen razón...Suscitaré
un profeta, como tú. Pondré mis palabras en su boca. A quien no le escuche, yo
le pediré cuentas. Cuando muera Moisés, seguirá Dios regalando al pueblo profetas,
hasta llegar a Jesucristo. Así se explica que Esteban, arengara a los judíos:
"Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: "Dios os suscitará de
entre vuestros hermanos, un profeta semejante a mí. ¿A qué profeta no mataron
vuestros padres? Mataron a los que predijeron la venida del Justo. -Llenos de
rabia, apedrearon a Esteban, mientras él veía a Jesús, el auténtico Profeta,
intermediario como hombre entre Dios y sus hermanos, de pie a la derecha de
Dios en su gloria" (He 7,52). El Profeta debía anunciar todas y solas las
palabras de Dios.
3. Comprendemos mejor así la palabra clave de hoy. Puesto que Dios nos va a
hablar: "Ojalá escuchéis hoy su voz; no endurezcáis vuestros
corazones"... Salmo 94. La Palabra esencial de hoy pues, es: ESCUCHAR.
4. En el Evangelio de Marcos 1,21 quiere manifestar la actividad taumatúrgica
de Jesús y la extensión de su fama. Jesús habla con autoridad. Es la
correspondencia con el Deuteronomio: Jesús es el "Profeta" prometido,
que habla con autoridad porque sus palabras brotan del manantial interior donde
el hombre confluye con la Palabra: Las palabras de Jesús son palabras de Dios:
"Pondré mis palabras en su boca", había dicho el Señor a Moisés.
Jesús no habla como los escribas, que no tienen más autoridad que la que les
dan sus hopalandas, la recitación de la ley de memoria, y la observancia del
rito sin apelar a la conversión. Y Jesús, para garantizar su derecho de
predicar, impera sobre los demonios y los saca de sus guaridas ennegrecidas de
los rincones del alma de los hombres: "Cállate y sal de él". Esto se
llama hablar con autoridad. Esto y la coherencia de sus obras con sus palabras.
Protesta el demonio, porque ve la que se le viene encima: "¿Has venido a
acabar con nosotros?".
5. ¿Por qué Jesús habla con autoridad? Jesús ve al Padre y está íntimamente
unido a Él. El Padre habla por Él. El es la Palabra encarnada. Sin esa Palabra
no hubiéramos conocido al Padre, porque nadie sabe nada del Padre, sino el
Hijo, y mientras el Hijo no comience a revelarnos su Palabra, no podemos
conocer al Padre. La palabra humana es la fuente del conocimiento. Mientras el
hombre no hable no le conoceremos. No sabremos lo que piensa, lo que lleva por
dentro. Aunque Dios había hablado por sus profetas, sólo Jesús, que es su Hijo
y Dios pudo darnos a conocer a Dios y sus deseos y voluntad. También San Pablo,
al invocar una vez la autoridad de su palabra, la identifica con la fuerza
portentosa del Espíritu Santo, con la que actuaba entre los Tesalonicenses:
"Cuando se proclamó el evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras,
sino además, fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda" (1 Tes 1,4).
Jesús enseña, expulsa a los demonios, sana a los enfermos y reza. El día de
sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba: Fue al lugar público de la reunión y
de la plegaria el día en que todos estaban allí, e hizo la homilía. Se inserta
en la vida religiosa clásica de su tiempo, pero sin encerrarse en ella, pues
predicará preferentemente en la vida profana. Se maravillaban de su doctrina,
porque hablaba como hombre que tiene autoridad y no como los escribas, que se
limitaban a repetir las lecciones y textos memorizados. De la abundancia del
corazón, habla la boca. Jesús se distingue por su autoridad soberana, que viene
del interior de sí mismo, de su misteriosa persona que un día se descubrirá
como divina. De momento se quedan asombrados. "Hoy el mundo no necesita
maestros, sino testigos". El cristiano ha de ser un testigo que ha sabido
interiorizar personalmente el evangelio y que se compromete con lo que dice.
6. Entre los asistentes en la Sinagoga un hombre poseído por un espíritu
impuro, empezó a gritar diciendo: ¿Qué hay entre Tú y nosotros, Jesús Nazareno?
¿Has venido a perdernos? Te conozco, Tú eres el Santo, el Santo de Dios.” Los
demonios han sido los primeros en descubrir “quién” es Jesús. Por su naturaleza
espiritual, eran más sutiles que los hombres. Mientras los hombres sólo se
preguntan y se asombran, los demonios, saben. Jesús le mandó: “Cállate y sal de
este hombre.” Marcos destaca de una manera singular el secreto mesiánico,
porque Jesús quiere revelar progresivamente que El es el “Hijo de Dios”, para
evitar un entusiasmo popular que falsearía el sentido de su misión. Una
revelación demasiado rápida hubiera sido el mejor medio para desviar esta
misión. ¡Lo que muchos cristianos habrían hecho en esa situación! “¡Mirad cómo
los mismos demonios reconocen quién soy yo!”. Dios no quiere la publicidad
ruidosa. El Verbo no se ha encarnado en la época de los “periodistas” y de la
“televisión”, de los móviles y de los mas media. Dios es más discreto. “Todos
se preguntaban: ¿Qué significa todo esto? ¡Es una enseñanza nueva, proclamada
con autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus impuros, y le obedecen!”.
7. Jesús va a vivir una vida muy sencilla, muy humana. Pudo haber nacido de la
mujer del Sumo Sacerdote, al fin y a la postre, estaban en la línea religiosa.
¡De cuántas complicaciones se habría librado! ¡Cómo se le habrían facilitado
las cosas! Se le habrían abierto todas las puertas. Como hijo del cuerpo, lo
menos que habría logrado, habría sido evitar la crucifixión. Pero, no; nace de
una joven sencilla y pobre, y un carpintero, que no pinta nada, hace de padre.
Y los pobres no gozan de muchos favores. Cuando un notario joven o un médico,
comienzan a actuar porque sus padres se han jubilado, gozan de toda la
clientela, fama y posición que su padre notario o médico, les han acumulado.
También en el orden eclesial sucede algo parecido, no por vía de generación
sino de simpatía, de servilismo, de relaciones e influencias, de intereses,
etc. Pero Jesús venía a perfeccionar la Ley y a corregir muchas cosas, y si
hubiera entrado en el mismo gremio, no habría tenido libertad, ni le hubieran
dejado usarla; habría estado mediatizado.
8. En todos los pueblos había una sinagoga. La liturgia tenía dos partes: una,
de oración; otra, de lectura y exposición de la Escritura: la Ley y los
Profetas, a cargo de un sacerdote, del jefe de la sinagoga, o de algún
invitado, capacitado. Y consistía en un parafraseo de la Ley; o una exposición
literal o alegórica, o en normas de conducta, parábolas, exhortaciones, etc. El
tema era libre y amplio, pero no el método, que consistía en probar la
exposición, con la Escritura, la tradición, o las sentencias de los rabinos.
Cuando aquel día habló Cristo, causó «estupefacción» en los oyentes, porque
«enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mt 7,28). La
sorpresa de los oyentes no la produjo el método, sino la doctrina expuesta;
doctrina nueva, con el método nuevo de su propia autoridad.
9. Los expositores de la Ley y los Profetas seguían el mismo molde, que
consistía en ensartar una insoportable cadena de opiniones: «El rabí tal, dijo
esto; el otro rabí dijo lo otro...», y así, toda una inacabable repetición de
textos, que no resolvían nada. El mayor elogio de los rabinos célebres,
consistía precisamente en que no había dicho nada, ni había enseñado nada, que
no lo hubiese aprendido de su maestro.
LA ENSEÑANZA RELIGIOSA
El siglo I conoció varios modelos de maestros y discípulos. En Palestina se
daba esta relación magisterial entre los esenios, los bautistas, los fariseos y
los saduceos. Los rabinos fariseos agrupaban a varios discípulos a su
alrededor. Hillel. Que vivió en tiempos de Herodes el Grande, llegó a tener hasta
80 discípulos. Saulo, llamado después Pablo, era fariseo discípulo del rabino
Gamaliel, en Jerusalén: Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado
en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la
Ley de nuestros padres (Hech 22,3).
Los discípulos compartían estrechamente la vida del maestro, trabajaban con sus
manos como él y recibían la enseñanza de la Torá. Los estudios, largos y
exigentes, convertían en rabinos a esos alumnos. Según una regla del siglo I,
el alumno tenía que esperar hasta los 40 años para ser doctor titulado de la
Ley. Los escribas o doctores de la Ley participaban de la vida del país y en
los tribunales para los asuntos concernientes a la aplicación de la ley que,
como hay que recordar, afectaba al conjunto de los sectores de la vida privada
y social.
Los alumnos conocían el texto de la Ley. También se aprendían de memoria los
escritos de los profetas y los demás escritos sagrados. Conocían asimismo la
tradición (ley oral) que para ellos tenía el mismo valor que la Ley escrita. En
las escuelas había diferentes tendencias para interpretar la Ley. La escuela de
Hillel se distinguía de la de Shammay por su tendencia menos rigorista.
El estudiante lo aprendía todo de memoria. Los maestros procuraban enseñar
frases concisas, acuñadas de tal forma que llamaran la atención. El alumno no
tenía reparos en repetir innumerables veces un pasaje: El hombre que repite un
capítulo cien veces no puede compararse con el que lo repite ciento y una vez,
decía Hillel.
Pero a diferencia de estos maestros, Jesús no hacía referencia a ninguna
tradición recibida. No citaba a ningún rabino anterior en busca de autoridad
para sus palabras: Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente
quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como sus escribas (Mt 7,28). Las palabras tenían una fuerza
propia, al margen de toda tradición interpretativa de la Ley que conectara a
los maestros actuales con el mismo Moisés. Apartándose de esta cadena de
transmisión de la Ley revelada, parecía que el mismo Dios hablara por su boca.
Y eso era una pretensión inaceptable para muchos.
Además las enseñanzas de los rabinos concentraban a sus alumnos en la Ley, como
centro de toda su vida religiosa. Los discípulos de Jesús se centran en la
persona misma de Jesús, porque él declara que en su persona se manifiesta el
Reino de Dios que ya había llegado.
10. El método de Cristo era distinto. El, prescindiendo de esas sentencias,
interpretaba con su autoridad; y dictaminaba por sí mismo: «Habéis oído que se
dijo: Ojo por ojo... Pero yo os digo...» (Mt 5,38). Insinuaba su divinidad,
porque la Escritura era palabra de Dios y sólo Dios podía interpretarla con
autoridad propia. Un profeta hablaba en nombre de Dios. Pero Cristo hablaba de
la Ley de Dios, y la interpretaba y la exponía, con autoridad propia. Luego era
Dios.
11. El «endemoniado», al oír la enseñanza de Cristo grita, en medio de la
asamblea: «¿Qué hay entre ti y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a
perdernos? Te conozco; tú eres el Santo de Dios». El calificativo que marca la
diferencia entre ti y nosotros, denota de una manera muy clara la lucha entre
los dos antagonistas y la victoria sobre el «espíritu impuro». Por eso el
«endemoniado» le increpa que no venga a «perdernos". Isaías ya había dicho
que los poderes celestiales malos, demoníacos (Ef 2,2) serán al final
encadenados por Dios (Is 24,22). A esto alude esta exclamación. El tiempo
dominado especialmente por la acción diabólica en el mundo, comenzaba a quedar
sometido con la inauguración del reino mesiánico (Jn 12,31). Los evangelistas
recogen que la fama de Jesús, se fue extendiendo, en «toda la tierra de los
alrededores de Galilea", por la «doctrina nueva», «revestida de autoridad
y rubricada por el milagro sobre los espíritus impuros», que probaba el dominio
de Cristo sobre el reino del maligno. Había comenzado ya su victoria,
demostrando que el reino de Dios actuaba ya en Israel (Mt 2,28). La acción
diabólica en el mundo quedaba sometida al imperio de Jesús (Jn 2,31). Los
oyentes de Jesús saben además, lo que les ha pasado por dentro, cómo les ha
nacido el deseo de conversión y de ser mejores. Cómo han brotado en ellos
fuerzas y decisiones. Y las fuerzas del mal..., existen. ¡No como amuletos!
11. Las fuerzas del mal están en el mundo, y también dentro de nosotros. ¿Por
qué sentimos tanto la inclinación hacia el mal? ¿Cuántas veces nos decimos a
nosotros mismos: “Parece que tuviera el demonio dentro”? ¿En cuántas
oportunidades destruimos a nuestros hermanos con nuestros comentarios o
nuestros chismes? Tantas otras veces..., hacemos de nuestra vida un verdadero
infierno. ¡No es posible negarlo! El mal es una realidad, y una realidad
espantosa. Pero Si bien es cierto que existe el mal, existe “el que es más
fuerte que el mal”. En el siglo XX hemos experimentado o conocido las fuerzas
del mal y, como si Satanás se hubiera encarnado en personas determinadas que
obraban, planeaban y organizaban como demonios. Existe el que hace “callar” y
expulsa el “espíritu impuro”. Jesús posee el poder del Reino de Dios. Él vino
para liberarnos de todo lo que nos oprime, de todo lo que nos esclaviza. La
Palabra del Señor, no es “sólo sonido”, la Palabra del Señor es “Palabra de
poder”. Es Palabra creadora. La gente se dio perfectamente cuenta de que Jesús
no enseñaba como los escribas que no hacían más que interpretar la doctrina de
los profetas anteriores.
12. Los mejores maestros enseñaban siempre repitiendo lo que habían dicho
Moisés y los profetas. Pero en la primera lectura de la misa de hoy se lee que
el Señor dijo a Moisés: "Por eso, suscitaré entre sus hermanos un profeta
semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le
ordene” La gente descubre en Jesús al “nuevo profeta”, anunciado en el Antiguo
Testamento Jesús no vino a repetir lo viejo ni a explicar las tradiciones de
los antepasados sino a revelar una novedad auténtica; por eso habla con
autoridad y así lo reconoce el pueblo. Ese “hablar con autoridad”, no significa
que Jesús tenía una forma muy erudita de decir las cosas. El Señor usó un
lenguaje sencillo La autoridad de Jesús no es sólo lo que dice, sino que
realiza lo que dice. Las palabras de los hombres pueden ser maravillosas. Hay
sabios que han dejado enseñanzas que sorprenden por su profundidad. Pero estas
enseñanzas no tienen el poder para cambiar la realidad. En el mejor de los
casos serán proyectos para un mundo mejor, pero sin fuerzas para realizarlo. La
Palabra de Dios, en cambio, realiza lo que dice. No se trata de repetir siempre
lo mismo, sino de crear un mundo nuevo. El diablo comprendió que el poder de
Jesús ponía en peligro su reino del mal. Por eso le presenta a Jesús sus
quejas. Se siente dueño de este mundo. Desde el origen de la historia humana el
mal ha ido creciendo. Ahora aparece Jesús y no solamente habla sino que también
demuestra que tiene poder para destruir las obras del demonio. La obra del
diablo está en peligro, por eso dice: “¡Has venido a acabar con nosotros!”.
Jesús ni siquiera se molesta en contestar a las preguntas del diablo. Dando una
nueva prueba de su autoridad, solamente da una orden: que se vaya y deje en paz
al pobre hombre. Y con grandes muestras de contrariedad se aleja el demonio
dejando libre al hombre. Es bueno observar que Jesús no arroja al demonio con
ninguna práctica de magia o espiritismo. Jesús lo expulsa sencillamente con su
orden..., con el “poder de Dios”. La Palabra de Dios tiene ese mismo poder que
mostró Jesús con el demonio en la sinagoga de Cafarnaún. La Palabra de Dios nos
libera de lo que nos oprime, nos perdona, nos da salud y Salvación. Jesús habla
con autoridad y poder también hoy. Pero para que Jesús pueda obrar, necesita
que escuchemos su Palabra y que la vivamos con sinceridad. Si Jesús es el Santo
de Dios, como lo reconoce el demonio en este pasaje del Evangelio, el pueblo
que lo sigue –cada uno de nosotros-, debe ser un pueblo santo. El arma del
cristiano es la Palabra de Dios, vivida, practicada y anunciada. Jesús puede
ordenar al demonio que deje en libertad a aquel hombre, porque Jesús mismo está
libre de corrupción, es el “Santo de Dios”.
Si nosotros queremos vivir hoy este evangelio como una realidad, debemos partir
del convencimiento de que nuestra santidad de vida es la única forma de renovar
nuestro mundo de hoy. La comunidad cristiana debe ser el testimonio viviente de
la santidad que se opone y destruye la raíz de todo mal. Sólo los santos –y así
se llamaban en los primeros tiempos los cristianos- pueden renovar la sociedad
desde la raíz. ¿Por qué? Porque en ellas ya se obró la renovación del Espíritu.
13. ¿"Qué creéis que es predicar? ¿Estar una hora hablando de Dios y de la
solidaridad? No. Que venga a ti un demonio y salga hecho un ángel, decía San
Juan de Avila. Y al cura de Ars le decía el demonio: ¡Sapo negro, ¿por qué me
haces tanto daño? ¡Hay muchos sapos negros que no me hacen tanto daño como
tú"!. ¿Por qué no le haces caso al vestido violado, que te ha dicho que no
madrugues tanto y que no estés tantas horas en el confesionario? Los vestidos
violados actuales no tendrán que ejercitar mucho la persuasión para que esto se
cumpla.
14. El hecho cristiano puede ser vivido de varias maneras. Una: yo soy
cristiano, pero no dejo nada de lo que tengo, quiero poseer lo más que pueda;
viviré sin que nadie pueda reprocharme ninguna palabra ni acto, conservando
intactos mi fama y mi prestigio. No dejaré ninguna misa...Lo pasarlo bien aquí,
y como he hecho los primeros viernes, tengo el cielo asegurado. Es una especie
de superstición. Otra: El misterio. La semilla de Dios sembrada en mí debe
crecer... Esta manera rompe el esquema humano. De la primera deviene una
religión humanista, ética, que busca en los libros cómo cumplir los deberes
morales. Hasta dónde podré llegar para no pecar. De la segunda, en fe, busca
saber cuál es la voluntad de Dios. La primera, forcejea con Dios para que le de
lo que humanamente le apetece. Es un chalaneo. La segunda acepta la voluntad de
Dios: "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Esta es la
forma de enseñar Jesús con autoridad y con vida; no con la rutina de un
profesional, sino con la seguridad de un entregado, que construye el Reino
apasionadamente.
15. "Hasta los espíritus inmundos le obedecen". El Reino de Dios y el
demonio son antagonistas. Cuando vive el Espíritu Santo en un hombre, vive en
él el Reino de Dios. Cuando el hombre vive según la carne, vive en él el
diablo, que le domina por la: avaricia, lujuria, envidia, soberbia, vanidad,
rivalidad...(Gal 5,19). Las obras de la carne someten al hombre al diablo. Y
para salir de su poder, serán inútiles todas las razones. La destrucción de ese
reino es obra de Jesús. "Si queréis que convenza a ese calvinista,
traédmelo; si queréis que se convierta, llevadlo a San Francisco de Sales, dijo
el Cardenal Belarmino.
16. Los discípulos de Jesús, habían forcejeado con un demonio inútilmente. El
padre del muchacho, se lo trajo a Jesús, y le dijo: "Maestro, he pedido a
tus discípulos que lo echasen, pero no han podido". -¿Por qué nosotros no
hemos podido?-, preguntaron sus discípulos. "Esta clase de demonios se
lanza sólo con oración y ayuno" (Mt 17,20).
17. Nos lee San Marcos la agenda de Jesús: Va a la sinagoga. Visita la casa de
Simón y Andrés. Curó a la suegra de Simón. Cuando se puso el sol, le llevaron
todos los enfermos e impedidos. La población entera se agolpaba a la puerta.
Curó enfermos y expulsó demonios. Una jornada agotadora. Por la noche durmió:
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar (Mc
1,29). "Todo el mundo te busca", le dijeron Simón y sus compañeros.
"Vámonos a predicar". Ya podía ir a predicar. Había madrugado para
estar con su Padre. Hoy no madrugamos porque la televisión nos invita a
quedarnos ante la caja tonta. Y la predicación, resulta floja y repetitiva, sin
garra. Y los demonios juegan con los hombres que es un gusto.
18. Si no hay oración, ya vemos cuántos demonios habrá. Sólo Jesús por su
Palabra y por los Sacramentos obra con poder salvador. Si fallamos en la
oración, frenamos la venida del Reino. Esterilizamos la oración del Padre
Nuestro: "Venga a nosotros tu Reino".
19. Hemos celebrado estos días la Semana por la Unión de las Iglesias, problema
siempre en todos los órdenes, arduo. Ni siquiera en la familia hogar reina
siempre la paz y la armonía. Ni siempre hay comprensión. Muchas veces en vez de
ser el hogar “el sedante”, que calme la agitación moderna en que vivimos, es
allí donde se agudizan las tensiones que pueden llegar a exasperarnos. Hay
muchos hogares rotos. Hay demasiadas casas que no son hogares; a lo sumo,
residencias u hoteles; son muchas las casas en las que hay personas físicamente
cerca pero con los corazones muy distantes. Y esto ocurre en todos los aspectos
de la vida. También en la vida de la fe, hay abismos de incomprensión entre los
mismos familiares. A veces, las distancias comienzan por cosas insignificantes,
caracteres diferentes, dominantes, absorbentes, tímidos y cobardes, suspicaces,
hipersensibles al yo soy primero, o debo saberlo antes y me he enterado
después, no se me ha contado con mi autoridad, aunque sea de cabeza de ratón;
no me has dicho que ha sonado el teléfono, o si lo has cogido tú, cuando era yo
quien primero debía de recibir la llamada. Yo no soy nadie, cuando tengo
vocación de ser el perejil de todas las salsas. Un amigo sacerdote me contaba,
que tenía un ama de llaves que si oía en la misa alguna advertencia que no la
hubiera comentado de antemano con ella, estaba bien servido de cara larga meses
enteros. Soberbia, dominancia y orgullo clarísimos, que crea ambiente tenso,
desagradable, inaguantable y causa malestar y deseo de romper con la que debía
ser familia hogar. Se ama poco a Cristo y mucho al yo. Y eso no es seguir a
Cristo ni a diez kilómetros. También el Señor sufrió la incomprensión de sus
familiares...Y puede suceder que a nosotros nos pase lo mismo. Puede ser que
“nuestra gente” nos llame “exagerados”, cuando dedicamos a juicio de ellos,
demasiado tiempo en dar a conocer a Dios. Comprendo una Semana de oración para
conseguir la Unidad de los hermanos separados, porque si es difícil mantener la
unidad familiar, de congregación a congregación, de Orden a Orden, ¿cómo no va
a hacer falta un milagro, que sólo se logra con oración y ayuno, para que
confesiones religiosas separadas a través de tantos siglos y con preeminencias
tan arraigadas, cedan en algo para conseguir la unidad que es el máximo deseo
de Cristo, manifestado en las últimas horas de su vida?
20. Después del imperio napoleónico, en el siglo de las luces, surgió la
herejía del galicanismo: primero franceses, después católicos. Por poco
inteligente que sea el lector, no es necesario que me esfuerce en seguir
enumerando nacionalismos. Los nacionalismos se curan viajando, y estudiando.
Todos conocemos al Doctor Gregorio Marañón. Un hombre de tanta categoría, era
presidente de varias asociaciones. Cierto día tuvieron que visitar a Franco
tres o cuatro de éstas y, naturalmente él las presentaba a todas y a cada una.
Al terminar la última visita, Franco le dijo a Marañón, y usted, Marañón, ¿cuándo
estudia? Tomás de Kempis dice: "Qui multum pregrinantur, tarde
sanctificantur". "Los que mucho viajan, tarde se santifican".
Viajando constantemente, ¿cuándo estudian, cuándo atienden a la familia de la
fe? El Padre Lombardi dio una conferencia a religiosas y les contó lo
siguiente: Estando con el Papa Pío XII, el Santo Padre se lamentaba de la
escasa formación de las religiosas y le decía: Una aldeana dice que tiene
vocación de monja y se mete en un convento. Y ¡a contemplar! ¿Queréis decirme
qué contempla esa monja? Lo mismo vale para los religiosos.
22. Y en lo tocante al particularismo, ocurre lo mismito en el orden religioso:
el apellido delante del nombre: antes cartujo, después el nombre: católico. Y
ahora, tampoco voy a seguir. Está en la mente de todos. Y no digamos cuando
alguien, que siempre estuvo supeditado en su trabajo a obedecer, si llega un
día a mandar, cómo procede en el ejercicio de su mando, parece que desahoga
toda su alergia en los que para él siempre serán súbditos, como él se sintió,
haciendo bueno el refrán que dice: “No sirvas a quien sirvió ni ames a quien
amó”. Ya entre los primeros, dice Juan: "Maestro hemos encontrado a uno
lanzando demonios y se lo hemos prohibido, porque no es de los nuestros".
Es primero que actúen los nuestros y preferible que sigan dominando los
demonios. Si no es de los nuestros no tenemos por qué ayudarle. ¿A quién
servimos? ¿Son nuestras las almas? Y comulgamos y rezamos mucho, pero los
nuestros delante para que el burrito no se espante. ¿Actuó Cristo así? Pero,
como he dicho, hacen falta milagros para que se logre esa metanoia, que además
nos parece tan normal y, siendo tan antievangélica, pensamos que no tenemos
mala intención, pero estamos haciendo la competencia, como si estuviéramos en
un comercio. Y Jesús esto no lo quiere, ni lo bendice, aunque crezcan los
números y aumenten las cuentas de resultados. Se vive según el mundo, pero no
según el evangelio. Pensémoslo un poco porque nunca de tan poco depende tanto.
Por: P. Jesús Martí Ballester
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