"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 22 de diciembre de 2016

Ya casi está todo listo para Navidad ... ¿y nuestros caminos?


Reflexiones Adviento y Navidad


Estamos corriendo, para que no se nos olviden las hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer.



¡YA TE FALTA POCO PARA NACER.... OH, SEÑOR DE LA HISTORIA!

Al final del Adviento... ¿Cómo estás nuestros caminos?

Todos sabemos que falta poco para que llegue la Navidad....y ahí andamos corriendo, hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer, regalos, alimentos para la cena de Nochebuena o la comida de Navidad.... ¡y los turrones!, ah, eso si no nos pueden faltar y los vinos....otra cosa importante para brindar....

Cada quién, según sus posibilidades, trataremos que esa noche o día, se pueda celebrar lo mejor posible y sobre todo, si es que llega a ser en nuestra casa, quedar con el mejor de los éxitos....

Todo esto está muy bien, pero.... ¿Cómo están nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, los "caminos" de nuestro corazón....

Hace muchísimos años, Juan, comenzó a predicar la penitencia, un bautismo para el perdón de los pecados y su arrepentimiento, es tiempo de mortificación por eso vemos que los sacerdotes visten de color morado al celebrar la misa, y todavía muchos miles de años antes, podemos leer al profeta Isaías: "Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios".

Es ahora cuando ha llegado nuestro tiempo... ¿Cómo preparamos esos "caminos"... sin allanar las crestas de nuestra soberbia, de nuestra altanería... sin poner rectos nuestros deseos de ambición cambiándolos por generosidad, sin suavizar esa aspereza pidiendo perdón o dándolo con un gesto de amor....?

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder ofrecer "algo", para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios que ya no tarda en llegar, que ya no tarda en aparecer en nuestra Historia, siendo El el Señor y Dueño de la misma, y sin embargo
lo vamos a ver naciendo en la más profunda humildad y solo ý únicamente por amor.

Es tiempo de regalar. y de recibir regalos..., todo está bien.

Pero El solo vino a buscar mi corazón para que lo ame.... ¿se lo daré?......



Por: Ma Esther De Ariño 


miércoles, 21 de diciembre de 2016

Con María, hacia mi propia Navidad



¡Ya pronto es Navidad! María me invita a caminar hacia Belén, no la dejes sola, esperando, en un recodo del camino...

Faltan pocos días para la Navidad aquí en mi ciudad. Ya has salido, junto a José, camino de Belén, Señora mía...

Preparaste amorosamente la ropita del pequeño, llevas todo lo que imaginas podrás necesitar. José organizó la logística del viaje, por donde ir, cuando parar, cuando llegar… cada uno en lo suyo, pero juntos. En el aire se respira “aroma de parto”.
¡Cómo quisiera acompañarte, Señora mía, en ésta, la más hermosa y decisiva peregrinación de la historia! ¡Cómo quisiera haber sido tan sólo uno de los perros que seguían al asno en su camino!...

Si tanto lo deseas, hija querida ¿Por qué entonces, no vienes con nosotros? …Vamos ... sin tanto preámbulo ¿Vienes?

Tu voz clara, tu mirada serena, tu perfume indescriptible, le preguntan a mi pobre alma aturdida por las cosas del mundo. Tantas veces te he olvidado, Señora, tantas veces te he dejado esperando y, aún así, tu amor de madre me invita a caminar hacia Belén.

- ¡Claro que sí, Madre querida!- te contesta mi voz en un hilo… quisiera llorar, reír... no sé… opto por seguirte.

Anochece. Nazaret ha quedado atrás. Se han detenido a descansar un poco. José junta un poco de leña para hacer fuego. Tú estás sentada tratando de cocinar algo… justo se cruza un animal del campo, José lo atrapa.

El Señor nos mandó una buena cena, hermosa mía te dice el esposo cuando llega con su trofeo de caza.

Él nos provee siempre, esposo mío, sabe nuestras necesidades, pero por sobre todo, nos provee el alma con fuerza de su amor.

Te recuestas un rato, estás cansada. Yo te observo a pocos pasos… José va por más leña... Miras el cielo... Le hablas a tu bebé:

“Mira amor, desde aquella estrella grande, que brilla, Papá nos mira... ¿La ves?... bueno, bueno, tranquilo, no saltes así.- te ríes, una lágrima te acaricia la mejilla y se pierde en el viento de la noche - Amor, falta poco para llegar. ¿Qué haremos cuando sea tu tiempo? ¿Dónde nacerás? Seguro Papá ya tiene todo preparado, yo no pregunto, soy su esclava, voy donde me mande. ¿Sabes amor? Ser su esclava no es como las esclavitudes del mundo, que ahogan y atan, ser su esclava es como tener alas... como... soñar sin límites. Ser su esclava es llenarse de paz, no temer, caminar confiada, saber que todo camino es trazado por sus manos, que toda circunstancia es Camino hacia el Padre. Duerme ahora, hijo mío querido ¿Sabes? Estoy impaciente por verte, por besarte, por abrazarte… pero ya habrá tiempo, ahora, hijo, ahora es tiempo de caminar...

José vuelve con más leña, prepara la cena, y te sirve una abundante y rica porción. El olor de la carne asada trepa el aire... comen alegres, riendo con recuerdos del pasado, soñando con el día del nacimiento…

De pronto, les sobresalta un ruido…

Quédate aquí quieta, veré lo que es...

Teme José a los asaltantes que podían haberse escondido entre las sombras ¿Qué podrían llevarles? Nada, pues nada tienen. El mayor de los tesoros estaba escondido en el seno purísimo de María.

No temas, querida, es sólo un animal vagabundo. Duerme, duerme ahora, hermosa mía, que el viaje aún no termina, y el día de mañana será largo.

Te recuestas, Señora mía, cerca del fuego, José te cubre delicadamente con una manta. Te quedas dormida. Él te mira con ternura infinita. ¿Qué pensamientos estarán cruzando por su mente y su corazón en estos momentos? No quiero yo moverme, pues temo me vea José.

¿Te piensas quedar toda la noche tras una piedra? – el esposo voltea hacia mí y me mira con una mirada llena de paz, aunque no exenta de cierta preocupación.

- Yo… lo siento, no quería molestar… es que…

Lo sé ¿Olvidas que me cuenta todo? Ella te invitó a venir con nosotros en este viaje del 2009.

- ¿Qué dices José? ¿Cómo del 2009? ¿No es éste una especie de sueño donde yo los acompaño en un viaje realizado hace más de 2000 años?

Pues no, querida mía. Cada año, María y yo volvemos a viajar a Belén. Cada año es como si Cristo volviera a nacer. Sólo que su nacimiento no es físico… Jesús quiere nacer en el corazón de cada uno.

- Pero… no entiendo… hay mucha gente buena en el mundo, religiosos, sacerdotes, laicos, que también quisieran acompañarlos… ¿Cómo, entonces, viajan tan solos?

Porque éste, mi querida, es TU viaje hacia Belén, nadie puede hacerlo por ti. Éste es tu camino para dejar que Jesús nazca en tu alma. Éste es el viaje que debes hacer, a través de las montañas de tu corazón, debes cruzar los ríos de tu orgullo, que, aunque torrentosos, pueden cruzarse si te acompañamos. Debes soportar los vientos de la soledad y la tristeza. Debes enfrentarlos y vencerlos por amor a Jesús. ¿Comprendes ahora? .

Me quedo sin palabras. José es un hombre sabio, me explica lo que sucede con la sencillez de los grandes hombres. Estoy en el desierto de mi corazón, cuando amanezca… ¡Oh Dios! Cuando amanezca se mostrarán todos los valles, quebradas y torrentosos ríos de mi alma… ¡Qué vergüenza!. Mi corazón está tan lleno de pecados, que… no sé… quisiera salir corriendo pero ¿Adónde?. Ni siquiera hallaré un lugar donde esconder mi rostro...

¿Por qué quieres esconderte? preguntas, María querida, despertando de tu reparador descanso.

- Es que José me ha explicado… y temo que, al amanecer, no te guste lo que veas, Señora…

¿Y que se supone que veré?

- Mi corazón, que no es como yo quisiera, que hace el mal que no quiere y no hace el bien que desea, mi torpe corazón, tan lleno de culpas y olvidos para contigo.

Creo, hija mía, que no comprendes la verdadera dimensión del amor que Jesús tiene por ti- y colocas tu pequeña mano sobre el vientre abultado -Jesús estaba esperando a que tú desearas realizar este viaje, Jesús está esperando que tú te arrepientas de tus errores, pues Él es manantial de misericordia, Jesús espera que tú quieras recibirlo en tu alma. Para ello, busca el sacramento de la Reconciliación. Allí, verás cómo el paisaje de tu corazón se transforma, como los ríos se vuelven calmos, las quebradas se transforman en fértiles valles y el desierto de tu corazón se llena del perfume de su Amor. Jesús te llama, hija, te llama siempre. Desde su lastimado corazón, parte su pedido hasta el tuyo. El llamado es de Él, la decisión, tuya… indefectiblemente tuya… Ahora descansa, el día de mañana será largo.

Me recuesto cerca del fuego. No puedo dormir, mas bien no puedo dejar de llorar. Tanto me amas Jesús mío, que haces todo esto por mí, por cada ser humano, por todos, por todos. José me cubre con una manta… por fin me duermo.

Amanece. Tu esposo ha preparado un poco de pan para comer antes de reiniciar el viaje. Pan… me tiemblan las manos, lo recibo agradecida. Tiene el sabor del pan de la mesa de mi casa, el sabor conocido de las pequeñas cosas de mi vida.

Nos ponemos en camino, hay viento, cuesta avanzar, José y yo caminamos, María viaja sobre el animal que parece muy feliz de transportar tan preciado equipaje. Hay demasiado viento, la arena casi nos ciega, apenas si podemos conservar el rumbo.

- ¡Debemos detenernos!- le grito a José.

¡Aquí no, avanzaremos hasta esas rocas y buscaremos refugio!

- ¡No lo lograremos, casi no se ve nada!

Déjate guiar, conozco el terreno, no temas, llegaremos ¿Ves? Igual actúas en las tormentas de tu alma, en lugar de dejarte guiar por Jesús, acampas en cualquier parte de tu dolor y te tapa la arena de la desesperación.

Llegamos por fin a las rocas, que ofrecían buen refugio. La tormenta pasó. José propone seguir el viaje. María está realmente agotada pero calla, sabe que no puede quedarse a la mitad del camino, ahora debe seguir, no hay regreso.

Anochece. Se pone frío. A lo lejos se divisa una fogata, José nos deja en buen resguardo y se acerca a ver si son confiables. Regresa emocionado.

¡Es Pablo, mi primo y unas familias más! Ellos también deben registrarse en Belén. Dicen que la ciudad esta atestada de gente. Eso me preocupa, pero ya veremos al llegar, ahora vamos, nos invitaron a compartir la cena.

José avanza con el animal. María prefiere caminar un poco. Le ofrezco mi brazo, y se apoya.

¿Ves hija? Muchas veces Dios nos pone buenos amigos, buenos consejeros en el camino, la decisión es nuestra, o quedarnos en la oscuridad de nuestra propia noche o arriesgarnos a avanzar un poco hacia aquellos que nos pueden ayudar.

La familia de José se muestra amable. María tiene una sonrisa encantadora y una voz tan exquisita que todos quedan muy admirados de ella y no dejan de felicitar a José por tan bella esposa.

Al amanecer seguimos caminando, José se despide de su familia, ya que ellos se quedarán en el campamento por unos días esperando a otros parientes.

Belén se dibuja nítido en el horizonte. La gente va y viene a causa del censo. Vamos llegando, cuando María le dice a José.

Esposo mío, ya es tiempo… el niño nacerá pronto…

Ayúdame a encontrar un sitio para el nacimiento me pide José- recuerda que debe ser digno de Él, no por el lujo sino por la sencillez, el amor, la generosidad y la predisposición para recibirlo

- Pero ¿Dónde encuentro ese sitio, José?

No lo sé, recuerda que estamos en tu corazón, tú lo conoces, al menos, deberías. Busca en tu corazón un lugar donde María pueda dar a luz.

El lugar que José me solicitaba debía estar libre de las espinas de mi egoísmo, protegido y al reparo de los vientos de mi ira, sin grietas, para que no le inundase la lluvia fría de mi falta de fe.

José me pide ese lugar... antes de ponerme a buscar haré caso del consejo de María, buscaré el sacramento de la Reconciliación.

María me despide…

Aquí estaremos esperando, hija querida, ve y encuentra ese lugar para Jesús. Dale esa alegría a mi Corazón Inmaculado, busca, hija, busca… estoy segura que ese lugar existe, pero debes encontrarlo por ti misma Recuerda, nadie puede hacer esa búsqueda por ti. Vamos, que Jesús espera…

Abrazo a mi Madre querida con todas mis fuerzas, beso sus hermosas manos. Abrazo a José, quien besa mi frente y murmura…

Confío en ti, sé que volverás, sé que no nos dejarás en espera. No te distraigas en el camino, no te distraigas, por fuerte que sea la tentación. Busca, hija, que el que busca encuentra.

- Gracias, gracias- y mi voz es un susurro ahogado por el llanto.

Los dejo, cada tanto giro el rostro para verlos, aún están donde les dejé, en un recodo del camino… debo encontrar el mejor lugar dentro de mi corazón. Queda poco tiempo. Debo encontrar ese lugar y venir por ellos para guiarlos...

Sé que lo hallaré, no será fácil, deberé limpiarlo, asearlo y acondicionarlo. Llenarlo de amor y de fe. Pediré al Padre incremente mi fe… haré oración, seguiré los caminos del Adviento…


Dios jamás defrauda a los que en él depositan sus mejores sueños. Recuerdo que desde setiembre vengo pensando cómo hacer de ésta una Navidad especial... Dios me escuchó, María me escuchó, me invitó a caminar hacia Belén, nos invita a todos, no la dejemos sola, esperando, en un recodo del camino...

____________________

NOTA de la autora:Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.
Por: María Susana Ratero

martes, 20 de diciembre de 2016

Anunciad a todos los pueblos: Dios viene, nuestro Salvador.


¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora!

Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net

La liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todos los pueblos y lo resume en dos palabras: Dios viene. Esta expresión tan sintética contiene una fuerza de sugestión siempre nueva.

Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado--Dios ha venido-- ni el futuro, --Dios vendrá--, sino el presente: Dios viene. Si prestamos atención, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que siempre tiene lugar: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá una vez más. En cualquier momento, «Dios viene».

El verbo «venir» se presenta como un verbo «teológico», incluso «teologal», porque dice algo que tiene que ver con la naturaleza misma de Dios. Anunciar que «Dios viene» significa, por lo tanto, anunciar simplemente al mismo Dios, a través de uno de sus rasgos esenciales y significativos: es el Dios-que-viene.

El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento provechoso que tiene lugar con el pasar de los días, de las semanas, de los meses: ¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora! El único verdadero Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob» no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

Es un Padre que no deja nunca de pensar en nosotros, respetando totalmente nuestra libertad: desea encontrarnos, visitarnos, quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Este «venir» se debe a su voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo aquello que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

Vivamos pues este nuevo Adviento --tiempo que nos regala el Señor del tiempo--, despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de justicia y de paz, y que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra.

Dejémonos guiar en esta espera por la Virgen María, madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada: que nos conceda la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, a quien, con el Padre y el Espíritu Santo, se alabe y glorifique por los siglos de los siglos. Amén.

Extracto de la homilía que pronunció Benedicto XVI durante la celebración de las vísperas del primer domingo de Adviento. Diciembre 2006

lunes, 19 de diciembre de 2016

La cuna de Jesús



La basílica papal de Santa María la Mayor, guarda la reliquia de la cuna donde se cree que María puso al Niño Jesús

De la cuna de Jesús se encuentra el testimonio en el versículo siete del capítulo segundo del evangelio de Lucas, en un pasaje que encierra el sentido de la Navidad: "María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue".
La imagen de una madre cariñosa que deja el cuerpo frágil de su hijo recién nacido dentro de una cuna en un pesebre, toca el corazón de cualquier persona. Con esta imagen se emocionó de forma particular el papa Sisto III, el cuál en el año 432 decidió realizar dentro de la basílica de Santa María la Mayor una "gruta de la Natividad" parecida a la de Belén. La basílica tomó entonces el nombre de Santa María ad praesepem, que en latín significa precisamente pesebre.
Fue el primer pesebre de la historia, objeto de devoción popular que empujó a fieles que volvieron de peregrinación en Tierra Santa, a llevar como regalo los que se consideran los preciosos fragmentos de madera de la célebre cuna que acogió al niño Jesús, todavía hoy custodiados en un relicario con el nombre de Sagrada Cuna (cunabulum).
La idea de colocar estas reliquias de madera en un tabernáculo fue de Gregorio XI (1370-78), más de un siglo después de la difusión de la costumbre lanzada por Francisco de Asís de realizar el pesebre. El relicario de Gregorio XI fue destruido en el siglo XVIII, durante los trabajos de restructuración en la que se llevó a cabo la fachada principal de la basílica. Se realizó uno nuevo, que duró pocos decenios, hasta el robo de las tropas napoleónicas durante la ocupación de la ciudad en el bienio 1798-99.
Se realizó otro, gracias a la donación de la duquesa Maria Emanuela Pignatelli, embajadora de Portugal. El relicario, que todavía hoy conserva los cinco listones de madera, fue realizado por Giuseppe Valadier. Un trabajo muy preciso: sobre una plataforma de madera pintada a mano, hay una base rectangular de plata con cuatro bajorrelieves. En el lado delantero está representado el pesebre, en el posterior la última cena, en los lados la fuga a Egipto y la adoración de los Magos.

Sobre esta elegante base se apoya el relicario de cristal en la forma de una cuna, sostenido por cuatro querubines de oro. Por último, la representación de un suelo de paja sobre el que se apoya el Niño bendiciendo de tamaño casi natural ocupa toda la obra.
La urna se encuentra bajo el altar mayor. En el pasado, durante las fiestas navideñas, la Sagrada Cuna era expuesta en la nave central para permitir que los fieles pudieran venerarla. A lo largo de los años, el mal estado de conservación de los resto ha hecho que se evite el desplazamiento, que hoy en día se hace sólo en ocasión de la misa del Gallo.
Una medida que interrumpió una tradición consolidada, pero que no impide a los romanos y devotos que sigan yendo a rezar frente a la Sagrada Cuna y no no solamente durante la Navidad.
Y siempre en Santa María Mayor hay otros objetos de profundo valor religioso. Dentro del museo de la basílica se conserva el pesebre más antiguo realizado en 1288 por Arnolfo di Cambio por petición del papa Nicolás IV. Además, en la Navidad de 2007 fue recuperado de una sala no abierta al público el panniculum, un trozo de tela del tamaño de una mano que, según la tradición, es una parte de la que usó María para envolver al niño Jesús y que hoy está guardado en un relicario de gran valor donado por Pío IX.
Por: Federico Cenci | Fuente: Zenit.org