"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 15 de noviembre de 2016

Me siento un náufrago espiritual



En este mar apático se nada y se nada, buscando una isla donde aferrarse, hasta que vemos a Dios a nuestro alrededor.

Si, a veces me siento como un náufrago nadando en un mar de incomprensión espiritual, tratando de encontrar aunque más no sea una isla pequeña donde descansar ¿A qué me refiero?

Rodeado de la vida mundana, no se advierte que los demás miren este mundo aunque no sea más que un poquito, con los ojos de Dios. Escucho hablar a la gente de cosas que suceden, y se advierte de inmediato la mano de Dios en ello. Pero, ¿cómo decirlo, si no hay peor sordo que el no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver? Miro a derecha, a izquierda, por delante y por detrás, y sólo veo gente que no tiene la más mínima voluntad de introducir a Dios en sus vidas. ¡Un verdadero mar de frialdad espiritual!. Miles de millones de almas viven totalmente ajenas a El. Mientras rezo en mi interior, y pienso en lo mal que se siente el Creador al ver semejante nivel de indiferencia, más y más me siento como un náufrago perdido en un mar de ignorancia y ceguera espiritual. Y ésta realidad me resulta visible en aquellos momentos en que, por Gracia de Dios, se abre mi corazón a ver la realidad con una mirada espiritual, porque el resto del tiempo entristezco al Señor con pensamientos y sentimientos del todo mundanos también.

En este mar apático se nada y se nada, buscando una isla donde aferrarse. Y esas islas aparecen, cuando cruzamos nuestro camino con alguien que ve a Dios en lo que ocurre a nuestro alrededor. ¡Y cómo nos aferramos a estas personas en esos momentos! Conversaciones vibrantes, plenas de amor a Dios, compartiendo tantas cosas que el mar-desierto espiritual que nos rodea ignora totalmente. Son momentos de descansar, de tomar fuerzas, de recordar que el Señor nunca nos deja desamparados. Y luego de gozar estos instantes de unión con esos hermanos en el amor a Jesús y María, a nadar nuevamente en el mar que nos rodea.

Creo que nuestra obligación, como hijos de Dios, es sobreponernos a éstas frustraciones del alma, y seguir luchando en medio de tan grande incomprensión. Debemos dar testimonio del amor por Dios, aunque nadie nos preste atención, a riesgo de que nos tomen por locos o aburridos, o pasados de moda, o el calificativo que sea. Imaginen que el pobre Jesús también nadó en este mar espiritual cuando vino a nosotros, y como siempre, la Palabra del Señor es el modelo de lo que debemos esperar de nuestras vidas, y también de cómo debemos reaccionar frente a la falta de amor del mundo.

Hoy nos sentimos náufragos, y también colaboramos con el naufragio general ante nuestra falta de amor por El. Pero, personalmente, creo que si cada uno de nosotros nada con fuerza en estas aguas, dando vigoroso testimonio del amor como único camino, se irán formando más y más islas a nuestro alrededor, hasta que se unan poco a poco.

Y esas islas, que son las almas de los que aman a Dios, unidas unas con otras formarán un continente espiritual, donde reine el Amor por nuestro Dios, donde se pueda pisar firme y confiado en tierras regadas por las lágrimas de quienes donaron sus vidas por el Salvador, a lo largo de los siglos.
Por: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org


lunes, 14 de noviembre de 2016

Este domingo es el día de Cristo Rey



Reflexiones Eucaristía
Jesús, un Reino que los hombres no entendemos, porque lo que tu viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.

Ante ti, Señor una vez más. Ante ti, que siempre estás ahí para escucharme para infundir calor a mi corazón muchas veces indiferente y frío. Más frío que estas tardes del ya cercano invierno. Pero hoy quiero que hablemos, no del cercano invierno, sino del cercano día en que vamos a festejar tu Día. Señor, el DÍA DE CRISTO REY.

El Padre Eterno, como tu nos enseñaste a llamarle a Dios, es el Rey del Universo porque todo lo hizo de la nada. Es el Creador de todo lo visible y de lo invisible, pero...¿cómo podía este Dios decírselo a sus criaturas, cómo podría hacer que esto fuese entendido?.... pues simplemente mandando un emisario.

No fue un ángel, no fue un profeta, fuiste tu, su propio HIjo, tu, Jesús.

Como nos dice San Pablo : - "Fue la propia imagen de Dios, mediador entre Este y los hombres y la razón y meta de toda la Creación. Él existe antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él. Es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia católica. Es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo". Así se expresa San Pablo de ti, Jesús mío y en esa creencia maravillosa vivimos.

Cuando fuiste interpelado por Pilato diste tu respuesta clara y vertical : - "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ". Entonces Pilato te dijo :-" Luego..Tu eres rey". Y tu Jesús, respondiste : - "Si, tu lo dices, SOY REY. Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. (Jn 18,36-37).

Jesús... tu hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz.

Un Reino que los hombres no entendieron y seguimos sin entender porque lo que tu viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.

Pertenecer a este Reino nos hace libres de la esclavitud del pecado y de las pasiones. Pertenecer a este Reino nos hace súbditos de un Rey que no usa la ley del poder y del mando sino del amor y la misericordia.

Diariamente pedimos "venga a nosotros tu Reino".... y sabemos que en los hombres y mujeres de bien, ya está este Reino, pues el "Reino de Dios ya está con nosotros" (Lc.17, 20-21).

Este domingo 22 de noviembre la Iglesia celebra a "CRISTO REY". A ti, Jesús, que pasaste por la Tierra para decirnos que " Reinar es poder servir y no servirse del poder" Que viniste para ayudar al hombre y bajar hasta él, morir con él y por él, mostrándonos el camino hacia Dios.

¡VENGA TU REINO, SEÑOR!

¡Viva Cristo Rey!

Por: Ma Esther De Ariño



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domingo, 13 de noviembre de 2016

El aborto y sus efectos familiares y sociales



5 puntos para entender este mal social
Es necesario dirigir la mirada hacia un fenómeno grave, complejo y destructor: el aborto.

Al estudiar y proponer caminos para la curación de las sociedades y para la promoción de la familia, es necesario dirigir la mirada hacia un fenómeno grave, complejo y destructor: el aborto.

En primer lugar, porque el aborto va directamente contra uno de los puntales que permiten la existencia de toda comunidad: la transmisión, tutela y promoción de la vida.

En segundo lugar, porque entre las causas del aborto está un modo erróneo de entender la sexualidad que lleva a ver el embarazo como algo temido. Entonces, cuando se producen los así llamados “embarazos no deseados”, muchas mujeres, por sí mismas o bajo la presión de algunos familiares y conocidos, deciden eliminar a su hijo, en el que ven principalmente un obstáculo a la propia realización.


En tercer lugar, porque el aborto que se produce en el contexto de la vida matrimonial implica una grave destrucción del amor. Si un hombre y una mujer contraen un matrimonio verdadero, lo hacen desde el amor y para amar. Si luego la llegada de un hijo llegase a ser vista como “inoportuna” o como “negativa” porque ese hijo tiene características no deseadas (es hija en vez de hijo, está enfermo, etc.), estamos ante una carencia profunda del amor, que de por sí implica abrirse al otro sin condiciones.

En cuarto lugar, porque el aborto involucra a médicos y personal sanitario que, según su propia vocación profesional, tienen que servir a la vida, no destruirla. Una sociedad en la que se practica el aborto en hospitales o clínicas lleva en su interior un germen maligno de incoherencia sanitaria y de deformación profesional sumamente grave.

En quinto lugar, porque cualquier Estado y sociedad que considera el aborto como un “derecho” ha llegado a declarar como bueno lo que es malo, ha exaltado el “delito” (como explicaba valientemente san Juan Pablo II) como si se tratase de algo plenamente admisible. En realidad, la mayor corrosión que daña a cualquier grupo humano consiste en admitir actos que van contra los débiles, los pobres, los enfermos, especialmente los hijos antes de nacer.

Estos son algunos de los motivos que muestran cómo el aborto daña profundamente la vida de las personas, de las familias y de los pueblos, sin olvidar nunca que en cada aborto se suprime una vida humana inocente.

Buscar caminos para sanar a la familia en un mundo desorientado en sus valores implica, en resumen, denunciar valientemente la grave injusticia del aborto. Cerrar los ojos a la misma es una extraña ceguera y un error de diagnóstico sumamente grave.

Por eso, como hiciera con especial intensidad el Papa Juan Pablo II, resulta urgente promover una auténtica “movilización general de las conciencias y un esfuerzo ético común, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida” (encíclica “Evangelium vitae” n. 95). Sólo así avanzaremos hacia una defensa valiente, profética, del genuino sentido del matrimonio y de la familia, que se convertirán entonces en células vivas de sociedades más justas y más inclusivas.
Por: P. Fernando Pascual 



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