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Ya, felizmente, festejamos hace unos días, esta fecha venturosa
de Navidad. Todavía es tiempo de acercarse al portal, a visitar al Niño.
Todos guardamos en nuestra alma recuerdos entrañables de las fiestas
navideñas: bellos recuerdos de nuestra infancia, y también de nuestra edad
juvenil y adulta. Y es que, en este día todos nos hacemos un poco como niños.
Y está muy bien que sea así, porque nuestro Señor prometió el Reino de los
cielos a los que son como niños. Más aún, desde que Dios se hizo niño, ya
nadie puede avergonzarse de ser uno de ellos.
¡Tantas cosas podrían decirse en un día como éstos! Pero no voy a escribir un
tratado de teología. Me voy a limitar, amigo lector, a contarte una sencilla
y bella historia. Espero que te guste.
Se cuenta que el año 1994 dos americanos fueron invitados por el Departamento
de Educación de Rusia -curiosamente-, para enseñar moral en algunas escuelas
públicas, basada en principios bíblicos. Debían enseñar en prisiones,
negocios, en el departamento de bomberos y en un gran orfanato. En el
orfanato vivían casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados por sus
padres y dejados en manos del Estado. Y fue en este lugar en donde sucedió
este hecho.
Era 25 de diciembre. Los educadores comenzaron a contarles a los niños la
historia de la primera Navidad. Les hablaron acerca de María y de José
llegando a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas y, obligados
por las circunstancias, tuvieron que irse a un establo a las afueras de
Belén. Y fue allí, en una cueva pobre, maloliente y sucia, en donde nació
Dios, el Niño Jesús. Y allí fue recostado en un pesebre.
Mientras los chicos del orfanato escuchaban aquella historia, contenían el
aliento, y no salían de su asombro. Era la primera vez que oían algo
semejante en su vida. Al concluir la narración, los educadores les dieron a
los chicos tres pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre.
A cada niño se le dio un cuadrito de papel amarillo, cortado de unas servilletas,
para que asemejaran a unas pajas. Luego, unos trocitos de franela para
hacerle la manta al bebé. Y, finalmente, de un fieltro marrón, cortaron la
figura de un bebé.
De pronto, uno de ellos fijó la vista en un niño que, al parecer, ya había
terminado su trabajo. Se llamaba Mishna. Tenía unos ojos muy vivos y estaría
alrededor de los seis años de edad. Cuando el educador miró el pesebre, quedó
sorprendido al ver no un niño dentro de él, sino dos. Maravillado, llamó
enseguida al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el
pesebre. Mishna cruzó sus brazos y, observando la escena del pesebre, comenzó
a repetir la historia muy seriamente. Por ser el relato de un niño que había
escuchado la historia de Navidad una sola vez, estaba muy bien, hasta que
llegó al punto culminante. Allí Mishna empezó a inventar su propio relato, y
dijo: -"Y cuando María puso al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me
preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni
papá, y que no tenía ningún lugar adonde ir. Entonces Jesús me dijo que yo
podía estar allí con Él. Le dije que no podía, porque no tenía ningún regalo
para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús. Y por eso pensé qué podía
regalarle yo al Niño. Se me ocurrió que tal vez como regalo yo podría darle
un poco de calor. Por eso le pregunté a Jesús: Si te doy calor, ¿ése sería un
buen regalo para ti? Y Jesús me dijo que sí, que ése sería el mejor regalo
que jamás haya recibido. Por eso me metí dentro del pesebre. Y Jesús me miró
y me dijo que podía quedarme allí para siempre".
Cuando el pequeño Misha terminó su relato, sus ojitos brillaban llenos de
lágrimas y empapaban sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la
mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño
huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de
él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!
Esta conmovedora historia, ¡tiene tanto que enseñarnos! Este niño había
comprendido que lo esencial de la Navidad no son los regalos materiales, ni
el pavo, ni la champagne, ni las luces y tantas otras cosas buenas y
legítimas. Lo verdaderamente importante es nuestro corazón. Y querer estar
para siempre al lado de Jesús a través de nuestro amor, de nuestra fe, del regalo
de nuestro ser entero a Él.
Dios nace en un establo, no en un palacio. Nace en la pobreza y en la
humildad, no en medio de lujos, de poderes y de riquezas. Sólo así podía
estar a nuestro nivel: al nivel de los pobres, de los débiles y de los
desheredados.
Sólo si nosotros somos pequeños y pobres de espíritu podremos acercarnos a
Él, como lo hicieron los pastores en aquella bendita noche de su nacimiento.
Los soberbios, los prepotentes y los ricos de este mundo, los que creen que
todo lo pueden y que no necesitan de nada ni de nadie -como el rey Herodes,
los sabios doctores de Israel y también los poderosos de nuestro tiempo- tal
vez nunca llegarán a postrarse ante el Niño en el pobre portal de
Belén.
Ojalá nosotros también nos hagamos hoy como niños, como Mishna, como los
pobres pastores del Evangelio, para poder estar siempre con Jesús.
Sólo los humildes pueden ir a Belén y arrodillarse ante la maravilla infinita
y el misterio insondable de un Dios hecho Niño y acostado en un pesebre. Sólo
la contemplación extasiada y llena de fe y de amor es capaz de penetrar -o,
mejor dicho, de vislumbrar un poquito al menos- la grandeza inefable de la
Navidad. ¡El Dios eterno, infinito, omnipotente e inmortal, convertido en un
Niño recién nacido, pequeñito, impotente, humilde, incapaz de valerse por sí
mismo! ¿Por qué? Por amor a ti y a mí.
Para redimirnos del pecado, para salvarnos de la muerte, para liberarnos de
todas las esclavitudes que nos oprimen y afligen.
Si Dios ha hecho tanto por ti, ¿qué serás capaz tú de regalarle al Niño Dios?
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
miércoles, 31 de diciembre de 2014
Aun es tiempo de acercarse al portal..
martes, 30 de diciembre de 2014
Se termina el año
Han pasado ya las penas y las alegrías.
De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de
haber agradecido a Dios.
El tiempo pasa volando. Han pasado ya
las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con
espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El
pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.
El día de hoy podríamos considerar tres cosas:
a) El tiempo pasa.
b) La muerte se acerca.
c) La eternidad nos espera.
El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo
quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber
agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que
Dios tiene de mí.
La muerte se acerca. Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no
querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban
a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último
de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En
ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho?
Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me
pesará haber hecho.
La eternidad nos espera. Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va durar muy
poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen,
etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El
cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es
el alma espiritual e inmortal.
Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el
Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio
de destino.
Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es
destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.
Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual
y moral.
Hagamos examen del año que termina.
Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.
Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya
no es posible. Lo escrito, escrito está.
Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a
escribir en él?
Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una
de sus páginas.
Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.
Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.
Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.
Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con
alegría todo lo que hemos escrito.
También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el
bien.
Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se
recuperarán.
Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que
termina.
De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.
Y de su gran misericordia.
Por: P. Jorge Loring SJ
lunes, 29 de diciembre de 2014
Dos tórtolas ofrecidas en sacrificio
Se ofrecían en forma de sacrificio
cuando se presentaba a Dios al hijo primogénito.
La Redención tiene infinitas facetas para que nuestro corazón, en
meditación, las descubra. Cuando rezamos el cuarto misterio gozoso del Santo
Rosario, por ejemplo, meditamos la Presentación de Jesús en el templo. Y sabemos
que allí recordamos la celebración de un rito que el pueblo judío heredó de las
leyes de Moisés: se presentaba a Dios al hijo primogénito en el Templo, en
forma de sacrificio. Y la costumbre de los humildes era presentar dos tórtolas
como ofrenda. Cuando aquel día José y María ofrecieron a Jesús en el Templo se
vivió un anticipo de lo que ocurriría luego: el Cordero de Dios iba a ser
verdaderamente ofrecido en sacrificio, para la Salvación de toda la humanidad.
Allí el anciano Simeón profetizó a María que su corazón iba a ser traspasado
por una espada, por el destino de Cruz que su Hijo iba a enfrentar.
Aquí se esconde un gran misterio: se ofrecieron entonces dos tórtolas como
símbolo de sacrificio a Dios. Ellas representaban a Jesús y también a María. Se
ofreció en sacrificio al Redentor y a la Corredentora, juntos inseparablemente
en la obra de la Salvación. Dios Padre recibió la ofrenda de Su propio Hijo y
también la de la Criatura más perfecta, verdadera Arca que contuvo y dio su
naturaleza humana al Salvador.
Las dos tórtolas ofrecidas en sacrificio en Jerusalén dos mil años atrás
unieron indisolublemente a Madre e Hijo en la obra de la Salvación, frente a
Dios Padre. Jesús murió física y místicamente por nosotros en la Cruz, pero su
Madre lo siguió en todo momento, de tal modo que también sufrió místicamente la
Pasión de su Hijo amado. Así, el misterio de la Redención va unido al de la
Corredención de María.
El único y verdadero Salvador de la humanidad no quiso en ningún momento tener
a Su Madre lejos de él: espiritualmente ellos siempre estuvieron unidos, como
lo están ahora. Estos tiempos son importantes para recibir de nuestra Madre
Celestial el consuelo y la guía para que lleguemos a su Hijo. Porque como dijo
San Luis Grignion de Montfort: María es el camino más corto y seguro para
llegar a Jesús.
¡Jesús y María, sean la Salvación del alma mía!
Por: Oscar Schmidt | Fuente:
www.reinadelcielo.org
domingo, 28 de diciembre de 2014
De vuelta a la normalidad
La Navidad ha terminado, pero Jesús, que
nace para nuestra salvación…
La Navidad ha terminado, pero Jesús, que nace para nuestra salvación, se
queda con nosotros y nos acompaña a lo largo de todo el año que acaba de
comenzar.
Luego de las fiestas de Navidad debemos regresar al ritmo normal de
nuestras vidas y trabajos de la rutina diaria. Parece que la felicidad ha
terminado junto con la tranquilidad y el reposo de estas fechas. Sin embargo,
emprendemos un nuevo año con la compañía de Jesús que está siempre con nosotros
y nace para nuestra salvación.
La Navidad es para muchos una fiesta que llega y se termina. Sin embargo,
hay que recordar que con la Navidad Jesús comienza a vivir como nosotros la
aventura de la vida humana, y es con Él con quien comenzamos el año.
La fiesta de la Navidad es un principio y no un fin, por tanto, debemos
tomar en cuenta que vamos siempre en compañía de Jesús en el trayecto del año
que comienza.
Unos de los personajes de la Navidad que mejor representan la actitud que
el cristiano debe tener al retomar su vida diaria luego de las fiestas
navideñas es la de los pastores que adoraron al Niño Jesús en el pesebre de
Belén. El Evangelio nos cuenta que los pastores regresaron a sus campos
alabando a Dios y diciendo maravillas sobre el Niño a quienes contaban su
visita al pesebre. (Lc 2, 17,18,20)
El cristiano que vuelve a la normalidad de su vida sabe que Jesús es una
compañía constante a lo largo del año, e igualmente sabe que para hacer
fructífera y plena esa compañía, hace falta trabajar para ser amigos de Jesús
constantemente. Esto se puede lograr a través del estudio de la Sagrada
Escritura, la oración, las obras de caridad, el acercamiento a los sacramentos,
etc.
Por: Gabriel González Nares
sábado, 27 de diciembre de 2014
La coherencia heroica del cristiano
¿Qué hacer, cómo
actuar?
¿Hasta qué punto vale la pena ser fieles
a Cristo cuando luego uno puede quedar abandonado a su suerte, como un soñador
derrotado?
Hay ocasiones en las que ser fiel al
Evangelio implica el riesgo de un fracaso en la familia, en el trabajo, en la
vida social. ¿Qué hacer, entonces?
La pregunta se presenta continuamente en los corazones de muchos católicos. Un
empresario sabe que tiene que pagar buenos salarios, pero que así puede perder
la competividad y llegar a la quiebra. Un esposo o una esposa sabe que no debe
usar anticonceptivos, pero la otra parte le amenaza con la expulsión del hogar
o con el divorcio. Un farmacéutico sabe que no debe vender pastillas que
implican un uso contrario a la moral católica, pero si no las vende quedará
aislado en el mercado y terminará por cerrar la farmacia. Un distribuidor de
libros sabe que no es correcto favorecer la venta de libros contrarios a la
doctrina católica, pero si actúa así se arriesga al fracaso.
Las situaciones son infinitas. En el fondo de las mismas se esconde la pregunta
inicial: ¿qué hacer, cómo actuar? ¿Hasta qué punto vale la pena ser fieles a
Cristo cuando luego uno puede quedar abandonado a su suerte, como un soñador
derrotado?
Plantear así la cuestión implica un error de perspectivas. Porque con este tipo
de preguntas parece que la alternativa está entre ser fieles a Cristo y ser
prácticos y realistas. En otras palabras, Cristo queda puesto como un obstáculo
a la "realización personal", porque uno llega a pensar que lo que
Cristo pide sería "peligroso": seguirle implica dar un salto en el
vacío que puede llevar al fracaso.
En realidad, quien conoce de verdad a Cristo, quien sabe lo que Él ha hecho por
uno mismo y por todos los hombres, quien aprecia el cielo como la meta
auténtica de toda existencia humana, quien siente en su corazón el abrazo de la
misericordia, quien vive a fondo la fe y la esperanza, no puede tener miedo.
Cristo es, para el que cree en serio, lo más importante. Más importante que su
puesto de trabajo, que su vida matrimonial, que sus seguridades humanas, que su
dinero, que su salud.
Es fácil decirlo y parece muy difícil vivir de esta manera. Pero quien ama de
veras, y amamos de veras cuando nos sentimos muy amados por un Dios bueno, es
capaz de eso y de mucho más.
Los mártires son, en ese sentido, un ejemplo luminoso: están dispuestos a
perder la propia vida en manos de perseguidores asesinos antes que renunciar a
Cristo. Han vivido la coherencia heroica del cristiano.
La vida de tantos mártires, hombres y mujeres, sirve de luz para la vida de
todo bautizado. Su testimonio es la consecuencia de quien sabe lo que podemos
leer en uno de los textos más hermosos de quien lo dejó todo por Cristo, Pablo
de Tarso:
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?,
¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Como
dice la Escritura: ´Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como
ovejas destinadas al matadero´. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a
aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los
ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la
altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de
Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8,35-39).
Después de dos mil años, podemos decir, desde una experiencia que salva, que ni
los impuestos, ni las amenazas, ni el paro, ni las ideas dominantes son
suficientes para hacer que nos apartemos de quien nos ha dado su Cuerpo y su
Sangre para salvarnos, de quien nos invitó a ser, para siempre, sus amigos.
Por: P. Fernando Pascual
viernes, 26 de diciembre de 2014
El gran Tren de la Vida
La vida es como un viaje en un tren, con sus estaciones, sus
cambios de vías, y sus accidentes!
Al nacer nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros
padres, y creemos que siempre viajaran a nuestro lado, pero en alguna estación
ellos se bajaran dejándonos en el viaje solo.
De la misma forma se subieron otras personas, que serian significativas: nuestros hermanos, amigos,
hijos y hasta el amor de nuestra vida.
Muchos bajaran y dejaran un vacío permanente… Otros pasan tan
desapercibidos que ni nos damos cuenta que desocuparon sus asientos!! Este
viaje estará lleno de alegrías, tristezas, fantasmas, esperas y despedidas.
El éxito consiste en tener una buena relación con todos los
pasajeros, en dar lo mejor de nosotros.
El gran misterio para todos, es que no sabemos en que estación
nos bajaremos, por eso, debemos vivir de la mejor manera, amar, perdonar,
ofrecer lo mejor de nosotros... Así, cuando llegue el momento de desembarcar y
quede nuestro asiento vacío, dejemos bonitos recuerdos a los que continúan
viajando en el tren de la vida!
Acabamos de pasar la Navidad, todo tan bonito, todos tan
buenos, muchos, muchos regalos, pero hoy volvemos nuevamente al tren de la
vida. Te deseo que el viaje en tu tren, en el que el año que viene, sea mejor cada día, cosechando éxitos y dando mucho Amor
y las mismas alegrías y buenos deseos que teníamos en Navidad, pero siempre
acordándose de Dios. Ah! Os doy las gracias a todos por ser pasajeros de mi
tren. ¡¡Feliz viaje a todos!! Y aun bajándonos en distintas estaciones… un día
volveremos a vernos.
jueves, 25 de diciembre de 2014
SE LO MERECEN TODO.
Cómo la vieja generación ayuda a enseñar
a los nietos la Fe.
"Los abuelos son un tesoro", dijo Francisco en una
homilía durante la Misa el pasado 19 de noviembre.
En la misma homilía, el Santo Padre señaló que "el pase de
edad avanzada en la historia, la doctrina, la fe y los dejan a nosotros como
una herencia." Señaló que "juegan a menudo un papel heroico en la
transmisión de la fe en tiempos de persecución "y cuando los padres
estaban ausentes o confundidos por las ideologías seculares," abuelas
fueron los que entregaron en la fe. "Muchos abuelos han tenido un papel
mucho más directo en las vidas de sus nietos debido a la ruptura de la familia
y la única la paternidad, lo que, por desgracia, son cada vez mayores en la
sociedad moderna.
El Papa celebrará el tesoro de los abuelos en una misa para ellos
en la Plaza de San Pedro el 28 de septiembre, como parte de un día dedicado a
los abuelos y las personas mayores, organizado por el Consejo Pontificio para
la Familia. (Día de los Abuelos se celebra en los Estados
Unidos cada mes de septiembre después del Día del Trabajo.)
La Asociación de Abuelos Católica reconoció las contribuciones de
los abuelos cuando comenzó en Inglaterra en 2002. Su fundación surgido de una
peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Walsingham celebró para honrar
y agradecer a los santos. Joaquín y Ana, padres de María
y abuelos de Jesús, y para honrar a todos los abuelos, dijo el fundador
Catalina Wiley - que con su esposo Stewart levantó su familia a una milla de
este santuario conocido como "Nazaret de Inglaterra."
La peregrinación recibió una bendición papal, también en 2002,
desde el Papa San Juan Pablo II; en consecuencia, se convirtió
en un evento y difusión anual, en 2007, a Irlanda, cuando los Wileys compró
otra casa por Nuestra Señora de Santuario de Knock.
La primera peregrinación de Knock atrajo a 5.000 abuelos, y al año
siguiente, la asistencia se duplicó a 10.000.
"Cada vez más, me di cuenta de la increíble necesidad de
pasar a lo largo de la fe", dijo Wiley, que tiene 10 nietos. Ella escribió al Papa Benedicto XVI, preguntando si iba a escribir
una oración para los abuelos y luego se llevó decenas de oraciones de los niños
por sus abuelos a Consejo Pontificio de la Familia para dar al Santo Padre. Ella se emocionó cuando Benedicto cumplió la petición
"Fue la oración universal, del Papa Benedicto para los
abuelos que realmente decidimos que íbamos a convertirnos en la Asociación de
Abuelos católica", dijo Wiley. "Hasta ese momento,
estábamos a la peregrinación. La oración era el camino a
seguir ".
Con la asociación rápidamente se extiende por Europa y la difusión
en todo el mundo, a petición suya, el Consejo Pontificio para la Familia
tradujo la oración a muchos idiomas diferentes, porque "es la oración
universal de los abuelos en todas partes", dijo Wiley. "La oración ha sido un gran instrumento de
evangelización".
Ahora, la asociación es una asociación privada aprobada por la
Iglesia de los fieles; y, en todo el mundo, muchos
cardenales, arzobispos y obispos han demostrado su apoyo a la asociación.
Michael La Corte, el director estadounidense de asociación de los
abuelos, abuelos reconoció como "los colaboradores preeminentes de los
padres" en la educación de sus nietos. "En
consecuencia", dijo, "la vocación de los abuelos de transmitir la fe
es inculcado por Dios."
En Walsingham, padre marista Phil Greystone acuñó la frase
"la vocación de los abuelos" para Wiley. "La vocación sagrada de los abuelos es transmitir la fe a sus
nietos", explicó.
En Australia, el cardenal George Pell lanzó el capítulo
australiano de la Asociación de Abuelos católicos el 1 de diciembre de 2013, en
la Catedral de Santa María en Sydney. "Para muchos niños
católicos de hoy, los abuelos pueden ser los únicos que practican los miembros
católicos de sus familias", dijo en su homilía que día.
En ese orden de ideas, en la Jornada Mundial de la Juventud en Río
de Janeiro, informó Francisco juventud, "¿Qué tan importantes son los
abuelos de la vida familiar y para la transmisión de la herencia humana y
religiosa que es tan esencial para todos y cada sociedad."
Incluso antes de convertirse en Papa, Francisco habló de su propia
abuela, Rosa. En una entrevista de radio, explicó que ella
le enseñó a orar y "dejó una profunda huella espiritual en mí y me solía
contar historias de los santos."
Wiley describe los abuelos como los centros para el hogar Wiley
alrededor de la misa dominical, la gracia antes de las comidas y oraciones
noche cortos "los evangelizadores naturales en la familia." -
Incluyendo el Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Ángel de Dios - con los
nietos.
Wiley sugiere dar una imagen sagrada o algo que es sagrado para
los nietos para ayudarles a crecer en la oración.
Ella ha explicado el Rosario a ellos de una manera que ellos
puedan entender. "Es como álbum de fotos de
la Virgen", dijo. "Ella tiene todas estas
imágenes de la vida de Jesús. Vamos a escoger una de las
imágenes [] misterios ".
"Me conmovió profundamente porque mis nietos estaban rezando
el Rosario, y que quería seguir y decir más", dijo sobre el resultado.
Arena Escudos ve resultados similares con lo que a su nieto a
Rosario de los Niños, un movimiento de oración de grupo para niños, dirigido
por los niños, que se inició en Connecticut y ahora se está extendiendo a nivel
nacional e internacional.
"Mi nieto Kyle llegó a Rosario Infantil no saber cómo rezar
el Rosario y ser tímidos a la hora de participar", dijo. Eso fue hace dos años, cuando tenía 6. Ahora, él se une a los
otros niños de inmediato. También le gusta jugar al tema
Rosario de los Niños en el coche. Noches regulares en casa de la
abuela de Shields significan tiempo leyendo libros acerca de Jesús y de la
Santísima Madre de pasar, también.
"Los abuelos son especialmente preparado para ayudar a
comenzar infantiles Rosario grupos de oración o llevar a sus nietos a grupos ya
existentes", explicó Blythe Kaufman, infantil Rosario fundador. "Estas primeras experiencias de oración crean recuerdos
maravillosos de estos pequeñitos que durarán toda la vida."
Los abuelos pueden ayudar a enseñar a otros niños, también. Nietos Shari París no viven cerca de ella en Pontiac, Ill., Sin
embargo, ella todavía ayudaron a iniciar el primer grupo Rosario infantil en
Illinois, que pronto vieron forman dos grupos más. También ha pedido a los abuelos en su parroquia para llevar a sus
nietos a unirse a estas oraciones.
Alicia Belanger, líder sindical de los abuelos en la Diócesis de
Springfield, Mass., Explicó que cuando ella y su marido, Gary, tome sus dos
nietos, 8 y 11 años, salir a cenar, Gary siempre los lleva en la gracia de orar
.
"Eso es muy de refuerzo para los niños, porque estamos dando
gracias a Dios", dijo Alicia. "Leemos historias de la
Biblia cuando nuestros nietos están aquí. Ellos dicen: 'Abuela, leernos
un cuento, y leernos otro.' Les encanta a todos ".
Entrar en el coche, los Belangers siempre hacen la señal de la Cruz
y pedir a los ángeles para protegerlos.Después de recoger a los niños de la
escuela, llevar a los niños a la adoración eucarística a rezar una oración por
su mamá y su papá. También se tienen los hijos en
una peregrinación a un santuario Santísima Madre en la ciudad y luego tratan
los nietos a los helados.
La Corte señaló que hay muchas oportunidades comunes para los
abuelos y nietos para hablar acerca de la fe: Un viaje al zoológico es una
"magnífica oportunidad para hablar de Noé y su obediencia a Dios."
Independientemente de la forma, la importancia es compartir. Cardenal Pell dijo a los abuelos en diciembre pasado para
compartir con los nietos el amor a Jesús y María y los santos particulares. "Hay que animar a orar a sus ángeles de la guarda y sus
santos patronos, para saber que Jesús es su mejor amigo y Salvador", dijo. "Oremos para que ellos puedan llegar a conocer la belleza y
la alegría de una relación personal con Jesucristo, María y los santos."
Por
JOSEPH Pronechen
miércoles, 24 de diciembre de 2014
La seriedad de la Navidad
¿Castañuelas, panderetas? ¡Bien! Pero no
olvidemos que Dios, cuando comience a hablar nos va a pedir: Niégate a ti
mismo, toma tu cruz y sígueme.
En general, la Navidad toma la
encarnación del Verbo de Dios en la parte más descomprometida e infantil. Es un
niño quien ha nacido. Y un niño no dice cosas serias. Este Niño Dios no ha
dicho todavía “Sed perfectos”, ni “sepulcros blanqueados”, ni “vende tus bienes
y sígueme” ni “Yo soy la Verdad y la Luz”. Todavía está callado este niño. Y
nos aprovechamos de su silencio para comprarle el Amor barato, a precio de
villancicos y panderetas.
En esa Nochebuena no intuimos el tremendo compromiso que adquirimos los
humanos. Como es un Niño el que nos ha nacido, no percibimos la Ley y el
Compromiso serio, que nos trae debajo de su débil brazo. En torno a un niño
todo parece ser cosa de juego y de algarabía. ¿También con el Niño Dios?
A qué nos compromete la Encarnación del Hijo de Dios? ¿Qué nos quiere decir a
nosotros hoy la Encarnación?
A Belén se acercarán este año:
- El Papa, llevándole a Jesús todas las luces y sombras, las alegrías y las
tristezas de la Iglesia.
- Los obispos y sacerdotes de todo el mundo, llevando a sus espaldas sus
diócesis y parroquias, sus movimientos y grupos, para regalárselos a Jesús.
- Religiosos y religiosas, con sus corazones consagrados y sus ansias de
seguirle en pobreza, castidad y obediencia.
- Misioneros y misioneras, dispuestas a aprender las lecciones de esa cátedra
de Belén.
- Laicos, admirados o indiferentes, despiertos y somnolientos, santos y
pecadores, sanos y enfermos, jóvenes y adultos, niños y ancianos.
¿Entenderemos todos lo que allí, en Belén, se juega? ¿Nacerá en cada uno de
nosotros, ese Niño Dios?
Navidad no son las luces de colores, ni las guirnaldas que
adornan las puertas y ventanas de las casas, ni las avenidas engalanadas, ni
los árboles decorados con cintas y bolas brillantes, ni la pólvora que ilumina
y truena.
Navidad no son los almacenes en oferta. Navidad no son los
regalos que demos y recibimos, ni las tarjetas que enviamos a los amigos, ni
las fiestas que celebramos. Navidad no son Papá Noel, ni santa Claus, ni los
Reyes Magos que traen regalos. Navidad no son las comidas especiales. Navidad
no es ni siquiera el pesebre que construimos, ni la novena que rezamos, ni los
villancicos que cantamos alegres.
Navidad es Dios que se hace hombre como nosotros porque nos
ama y nos pide un rincón de nuestro corazón para nacer. Por eso, ser hombre es
tremendamente importante, pues Dios quiso hacerse hombre. Y hay que llevar
nuestra dignidad humana como la llevó el Hijo de Dios Encarnado. Por eso,
Navidad es tremendamente exigente porque Dios pide a gritos un hueco limpio en
nuestra alma para nacer un año más. ¿Se lo daremos?
Navidad es una joven virgen que da a luz al Hijo de Dios.
Por eso, dar a luz es tremendamente importante a la luz de la Encarnación,
porque Dios quiso que una mujer del género humano le diese a luz en una gruta
de Belén. Tener un hijo es tremendamente comprometedor, pues Jesús fue dado a
luz por María. No es lo mismo tener o tener un hijo; no es lo mismo querer
tenerlo o no tenerlo. Navidad invita al don de la vida, no a impedir la vida.
Navidad es un niño pequeño recostado en un pesebre. Por eso
es tan tremendamente importante ser niño, y niño inocente, al que debemos
educar, cuidar, tener cariño, darle buen ejemplo, alimentarle en el cuerpo y en
el alma…como hizo María. Y no explotar al niño, y no escandalizar a los niños,
y no abofetear a los niños, y no insultar a los niños.
Navidad son ángeles que cantan y traen la paz de los cielos
a la tierra. Por eso, es tremendamente importante hacer caso a los ángeles, no
jugar con ellos a supersticiones y malabarismos mágicos, sino encomendarles
nuestra vida para que nos ayuden en el camino hacia el cielo y hacerles caso a
sus inspiraciones. Por eso es tremendamente importante ser constructores de paz
y no fautores de guerras.
Navidad son pastores que se acercan desde su humildad,
limpieza y sencillez. Por eso, es tremendamente importante que no hagamos
discriminaciones a nadie, y que si tenemos que dar preferencia a alguien que
sean a los pobres, humildes, ignorantes. Quien se toma en serio la Encarnación
del Hijo de Dios tiene que dar cabida en su corazón a los más desvalidos de la
sociedad, pues de ellos es el Reino de los cielos.
Navidad es esa estrella en mi camino que luce y me invita a
seguirla, aunque tenga que caminar por desiertos polvorientos, por caminos de
dudas cuando desaparece esa estrella. La Encarnación me compromete
tremendamente a hacer caso a todos esos signos que Dios me envía para que me
encamine hacia Belén, siguiendo el claroscuro de la fe.
Navidad es anticipo de la Eucaristía, porque allí, en Belén,
hay sacrificio y ¡cuán costoso!, y banquete de luz y virtudes, y ¡cuán surtidas
las virtudes de Jesús que nos sirve desde el pesebre: humildad, obediencia,
pureza, silencio, pobreza…; y las de María: pureza, fe, generosidad…y las de
José: fe, confianza y silencio!, y Belén es, finalmente, presencia que
consuela, que anima y que sonríe. Belén es Eucaristía anticipada y en germen.
Belén es tierra del pan…y ese pan tierno de Jesús necesitaba cocerse durante
esos años de vida oculta y pública, hasta llegar al horno del Cenáculo y
Calvario. Y hasta nosotros llega ese pan de Belén en cada misa. Y lo estamos
celebrando en este año dedicado a la Eucaristía.
Navidad es ternura, bondad, sencillez, humildad. Por eso,
meterse en Belén es tremendamente comprometedor, pues Dios Encarnado sólo
bendice y sonríe al humilde y sencillo de corazón.
Navidad es una luz en medio de la oscuridad. Por eso, la
Encarnación es misterio tremendo que nos ciega por tanta luz y disipa toda
nuestras zonas oscuras. Meterse en el portal de Belén es comprometerse a
dejarse iluminar por esa luz tremenda y purificadora.
Navidad es esperanza para los que no tienen esperanza. Por
eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos lanza a la esperanza en ese
Dios Encarnado que nos viene a dar el sentido último de nuestra vida humana.
Navidad es entrega, don, generosidad. Dios Padre nos da a su
Hijo. María nos ofrece a su Hijo. Por eso, quien medita en la Encarnación no
puede tener actitudes tacañas.
Navidad es alegría para los tristes, es fe para los que
tienen miedo de creer, es solidaridad con los pobres y débiles, es
reconciliación, es misericordia y perdón, es amor para todos. ¿Entendemos el
tremendo compromiso, si entramos en Belén?
Ya desde el pesebre pende la cruz. Es más, el pesebre de Belén y la cruz del
Calvario están íntimamente relacionados, profundamente unidos entre sí. El
pesebre anuncia la cruz y la cruz es resultado y producto, fruto y consecuencia
del pesebre. Jesús nace en el pesebre de Belén para morir en la cruz del
Calvario. El niño débil e indefenso del pesebre de Belén, es el hombre débil e
indefenso que muere clavado en la cruz.
El niño que nace en el pesebre de Belén, en medio de la más absoluta pobreza,
en el silencio y la soledad del campo, en la humildad de un sitio destinado
para los animales, es el hombre que muere crucificado como un blasfemo, como un
criminal, en la cruz destinada para los esclavos, acompañado por dos
malhechores.
En su nacimiento, Jesús acepta de una vez y para siempre la voluntad de Dios, y
en el Calvario consuma y realiza plenamente ese proyecto del Padre.
¡Qué unidos están Belén y Calvario!
El pesebre es humildad; la cruz es humillación. El pesebre es pobreza; la cruz
es desprendimiento de todo, vaciamiento de sí mismo. El pesebre es aceptación
de la voluntad del Padre; la cruz es abandono en las manos del Padre. El
pesebre es silencio y soledad; la cruz es silencio de Dios, soledad interior,
abandono de los amigos. El pesebre es fragilidad, pequeñez, desamparo; la cruz
es sacrificio, don de sí mismo, entrega, dolor y sufrimiento.
Ahora sí hemos vislumbrado un poco más el misterio de Belén, el misterio de la
Navidad, el misterio de este Dios Encarnado.
¿Castañuelas, panderetas y zambombas? ¡Bien! Pero no olvidemos el compromiso
serio de este Dios Encarnado…pues en cuanto comience a hablar nos va a pedir:
“Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. Entonces nos darán ganas de tirar
a una esquina la pandereta, las castañuelas y comenzar a escuchar a ese Dios
Encarnado que por amor a nosotros toma la iniciativa de venir a este mundo,
para enseñarnos el camino del bien, del amor, de la paz y de la verdadera
justicia.
Terminemos con una oración:
“Niño del pesebre, pequeño Niño Dios, hermano de los hombres. El alma se me
llena de ternura y el corazón de dicha, cuando te veo así, pequeño, pobre y
humilde, débil e indefenso, recostado en las pajas del pesebre.
Enséñame, Jesús, a apreciar lo que vale tu dulce encarnación. Ayúdame a
comprender el profundo sentido de tu presencia entre nosotros. Haz que mi
corazón sienta la grandeza de tu generosidad, la profundidad de tu humildad, la
maravilla de tu bondad y de tu amor salvador”.
Por: P. Antonio Rivero, L.C.
martes, 23 de diciembre de 2014
CARTA DE JESÚS EN NAVIDAD
Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la
fecha de mi cumpleaños.
Todos los años se hace una gran fiesta en
mi honor y creo que en este año sucederá lo mismo. En estos días la gente hace
muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión. En todas partes no
se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día.
La verdad, es agradable saber que al menos
un día del año algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes, hace
muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio no parecían
comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día muy pocos
son conscientes de para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho,
pero no sabe de qué se trata.
Recuerdo el año pasado, al llegar el día de
mi cumpleaños hicieron una gran fiesta en mi honor.
Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo
estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos; pero, ¿sabes una
cosa?, ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se
acordaron de invitarme. Ni siquiera se molestaron en bendecir la mesa. La
fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la
puerta..., y yo quería compartir ese momento con ellos.
La verdad, no me sorprendí. Porque en los
últimos años todos me cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió
entrar sin hacer ruido. Entré y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo,
había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. Lo estaban pasando en
grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y
gritando ¡Ho-Ho-Ho-Ho! Parecía que había bebido de más. Se dejó caer
pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él diciendo:
"¡Santa Claus, Santa Claus!" "Papá Noël, Papá Noël!" ¡Como
si la fiesta fuese en su honor!
Llegaron las doce de la noche y todos
comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara
y .... ¿sabes? Nadie me abrazó...
De repente todos empezaron a repartirse los
regalos, uno a uno los fueron abriendo, hasta que se abrieron todos. Me acerqué
para ver si de casualidad había alguno para mí.
¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños
se hicieran regalos unos a otros y a tí no te regalaran nada? Comprendí
entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y
me retiré.
Cada año que pasa es peor, la gente sólo se
acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda.
Quisiera que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, siquiera que
reconocieras que hace casi dos mil años que vine a este mundo para dar mi vida
por tí en la cruz y de esta forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú creas
esto con todo tu corazón.
Voy a contarte algo, he pensado que como
muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta
grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular.
Todavía estoy haciendo los últimos
arreglos, por lo que este año estoy enviando varias invitaciones y es este día,
hay una invitación para tí. Sólo quiero que me digas si quieres asistir, te
reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de
invitados. En esta fiesta sólo habrá invitados con previa reserva, y se tendrán
que quedar afuera aquellos que no contesten mi invitación.
Prepárate porque cuando todo esté listo,
daré la gran fiesta. Hasta pronto. Te
espero... en Navidad, en la Eucaristía, en el pesebre, en la oración y en el
bien que hagas en favor de los demás.
JESÚS DE NAZARETH
lunes, 22 de diciembre de 2014
Navidad... una vez más Señor
La Navidad no es solo para una noche y
de esta noche un ratito y tal vez mañana otro poquito. Es mucho más...es todos
los días.
Una vez más hemos limpiado la casa. Hemos pulido los metales, hemos abrillantado
las maderas.
Una vez más hemos sacudido el polvo, hemos encendido las luces...
Una vez más hemos hecho estrellas de papel plateado, hemos colgado
guirnaldas, una vez más está engalanado el árbol de Navidad, una vez más,
Señor, tienen nuestra casa ambiente de fiesta navideña.
Una vez más hemos andado con el vértigo del tráfico, de acá para
allá buscando regalos y una vez más, Señor, hemos dispuesto la mesa y preparado
la cena con esmero... una vez más, Señor...
Y una vez más todo esto pasará y será como fuego de artificio
que se pierde en la noche de nuestras vidas, si todo esto ha sido meramente
exterior. Si no hemos encendido la luz de Tu amor en nuestro corazón. Si
nuestra voluntad no se inclina ante ti y te adora incondicionalmente.
Tu no quieres tibios , ya lo dijiste cuando siendo hombre habitabas entre
nosotros, no quieres "medias tintas", a ratos si y a ratos no.
Trajiste la paz pero también la guerra. La guerra dentro de nosotros mismos
para vencer nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra envidia, nuestra gran
pereza para la entrega total.
La Navidad no es solo para esta noche y de esta noche un ratito y tal vez
mañana otro poquito. Es mucho más que eso, es todos los días, todos los meses y
todos los segundos del año en que tenemos que vivir la autenticidad de nuestro
Credo.
Ser auténticos con nuestra Fe no solo es: no robar, no matar, no hacer mal a
nadie. Busquemos en nuestro interior y veamos esos pecados de omisión: el no
hacer el bien, el no preocuparnos de los que están a nuestro lado, del hermano
que nos tiende la mano y hacemos como que no lo vemos, como que no lo oímos...
Veamos si en nuestra vida hay desprendimiento y generosidad o vivimos solo para
atesorar y cuando nos parece que tenemos las manos llenas, las tenemos vacías
ante los ojos de Dios.
Que esta Noche sea Nochebuena de verdad en nuestro corazón. Vamos a limpiar y
quitar el polvo del olvido para las buenas obras. Vamos a colgar para siempre
la estrella de la humildad donde antes había soberbia, vamos a poner una
guirnalda de caridad donde antes había desamor.
Vamos a cambiar nuestra vida interior fría y apática, por una valiente y plena
de autenticidad. Vamos a darte, Señor, lo que viniste a buscar en los hombres
una noche como esta hace ya muchos años: limpieza de corazón y buena voluntad.
Empezamos esta pequeña reflexión con: Una vez más Señor... pues
bien, ya no será una vez más, será: Siempre más, Señor.
Y como es una Noche muy especial, en nuestra primera oración, en nuestra
primera conversación contigo te pedimos:
POR LOS ENFERMOS, POR LOS QUE NADA TIENEN Y NADA ESPERAN, POR LA PAZ EN EL
MUNDO, POR LOS QUE TIENEN HAMBRE, POR LOS QUE TIENEN EL VACÍO DE NO SER
QUERIDOS, POR LOS QUE YA NO ESTÁN A NUESTRO LADO, POR LOS NIÑOS Y LOS JÓVENES,
POR LOS MATRIMONIOS, POR EL PAPA FRANCISCO, POR EL PAPA EMERITO BENEDICTO XVI,
POR LA IGLESIA, POR LOS SACERDOTES.
A TODOS DANOS TU BENDICIÓN Y PARA TODOS LOS LECTORES, UNA MUY FELIZ NAVIDAD.
Por: Ma Esther De Ariño
domingo, 21 de diciembre de 2014
¿Una Navidad sin Cristo o un Cristo sin Navidad?
Cristo vino porque Dios nos ama y porque
quiere hacer sentir su amor entre nosotros. Yo me siento orgulloso porque mi
Buen Padre Dios me ama.
Cristo en su Navidad es el puente
tendido por Dios para acercarse a los hombres que él ama
Cuentan que dos hermanos Roger y Alfonso cuyos terrenos colindaban, divididos
sólo por un caudaloso río, un día tuvieron un altercado muy grande, al grado
que Alfonso el hermano mayor quedó fuertemente resentido. Llamó éste a un
carpintero, le narró lo del enojo con su hermano, le indicó que estaría de
viaje por algún tiempo y señalando los límites del terreno, le indicó que cerca
del granero había suficiente madera, para que hiciera algo, porque no quería
volver a ver por mucho tiempo a su hermano.
El tiempo pasó, y a su vuelta, lo primero que hizo fue ir hasta el límite de
sus terrenos, y se encontró con gran sorpresa de su parte, que el carpintero
había construido precisamente un puente en el río que separaba su terreno del
de su hermano. Y más grande fue su sorpresa, al darse cuenta de que su hermano
Roger estaba cruzando el puente con paso firme y decidido y cuando estuvo
cerca, lo abrazó efusivamente y le manifestó que cuando comenzaron a construir
el puente, él percibió la señal del perdón de su hermano, y que ahora que él,
Alfonso volvía, quería manifestarle su vergüenza por haberlo ofendido y quería
pedirle perdón por la ofensa cometida.
La fábula no es lo mejor para situarnos, pero así quiero imaginarme hoy la
llegada del Hijo de Dios, Jesucristo, hasta nuestra carne, hasta nuestra
morada, convirtiéndose él mismo en el puente que uniría para siempre a nuestra
humanidad caída, pecadora, desquiciada por su propio pecado, al Padre que
dolorido, vio que el hombre, su creación máxima, en quien había puesto todo su
amor y todo su cariño al crearle al frente de todo el universo, se le escapaba
de sus manos.
Los teólogos dicen que Cristo vino a causa de nuestro pecado, yo prefiero decir
que Cristo vino porque Dios nos amaba y porque quería hacer sentir precisamente
su amor entre nosotros. Yo me siento orgulloso porque mi Buen Padre Dios me
ama, y estoy seguro de que si no hubiera habido ninguna otra persona en el
mundo, por mí y por ti, Cristo Jesús se habría encarnado. De hecho hay quien
afirma que la Creación no estaría completa sin la venida de Cristo al mundo.
Así, Cristo Jesús llega a ser entonces el culmen de la obra de la Creación, y
cuando éste se encarna en María, la Madre del Señor, todo está listo para la
redención del género humano.
Para esta Navidad me había propuesto ser sumamente breve, para dar espacio a
que en el interior del corazòn, cada uno de nosotros sepamos acoger el misterio
de todo un Dios que quiere hacerse hombre entre los hombres para llevarlos
hacia él. Reciban tres consideraciones.
Primera: Es interesantísimo como San Mateo y San Lucas construyen
artificiosamente pero con todo realismo, la genealogía de Cristo. Hay que caer
en la cuenta de cómo los evangelistas tuvieron buen cuidado de situar
perfectamente a Cristo en la historia y en la geografía, y por eso hacen
remontar a Cristo hasta situarlo como descendiente de Abraham e incluso de
Adán, el primero de los mortales sobre la tierra, para indicarnos hasta el
cansancio que él se convierte en el Salvador de todos los hombres. Y sorprende
que en su genealogía, no se dieran a la tarea de “limpiar” los tipos
indeseables y las mujeres que no aparecen en la Escritura como de lo mejor, así
aparecen algunos incestuosos, adulterinos otros, y aparecen también cuatro
mujeres, cosa inaudita, porque en la sociedad machista en que vivió, la mujer
no tenia que ser situada para nada en una genealogìa, porque ella era solo la
que “engendraba” para el hombre y nada más. Por cierto que esas mujeres, por lo
menos tres de ellas, no tuvieron una conducta francamente recomendable. Y si se
las nombra, es para que quede claro que siendo ellas pecadoras, le darán
oportunidad a Cristo de venir a salvar a su pueblo de todos sus pecados,
además, porque siendo ellas extranjeras, Cristo tendrá la oportunidad de decir
que la salvación es para todos los hombres y no solo para los orgullosos
hebreos, y finalmente, si se las cita es porque ellas realizaron hechos muy
beneméritos para el pueblo de Israel, y quisieron situarse al lado de los que
esperaban la promesa de un futuro salvador.
Segunda. Otra de las sorpresas que nos deparan los Evangelistas es
que tratándose de un hecho tan singular que partió en dos la historia de los
hombres, ellos le dediquen tan solo unos cuántos renglones. A nosotros nos
hubieran gustado muchos de los detalles que rodearon el gran acontecimiento del
Hijo de Dios que se hace hombre. Pero en cambio, se detienen a considerar que
los primeros que conocen del nacimiento de Jesús son los pastores, considerados
despreciables en ese tiempo, como símbolo de todos los hombres a los que Cristo
viene a salvar. Ellos que recibieron la noticia del nacimiento del Salvador,
confían en el Ángel que les invita a ir a buscarlo. Ellos le creen y encuentran
al niño Dios en brazos de su Madre y lo aceptan como signo de Dios, confían en
la palabra salvadora y glorifican al Señor ofreciendo sus propios dones. Es la
actitud que se nos invita a adoptar en esta Navidad, conocer al Hijo de Dios,
al hijo de María, amarlo con todas las fibras del corazón y comenzar a imitarle
en su ternura y su predilección por los más pequeños de los hombres.
Tercera. Si vemos que los evangelistas conceden tan poco espacio al
acontecimiento ocurrido en la oscura aldea de Belén, tiene que ser por alguna
razón poderosa, y en ese sentido el que nos da la clave es el Apóstol San Juan,
que en el prólogo de su Evangelio, nos sitúa ante el Cristo con las verdaderas
dimensiones del Hijo de Dios.
San Juan nos va a situar a Cristo como el que tiene la Palabra, el que ES la
Palabra, para responder a aquellos que piensan en un Dios lejano, ocupado en
sus propias cosas, y casi como un perro mudo que tiene nada que decir a los
hombres. Él es el que viene a dar respuesta a ese gran sector de la población
que crece día con día, de hombres ateos, haciéndoles sentir la cercanía de un
Dios que tiene muchas cosas que decir, que va a explicarnos nuestra vida y
nuestra incorporación al Dios que tiene en Cristo un nombre, una historia, una
geografía, un corazón para amar y una salvación que ofrecer. San Juan nos
hablará entonces de Cristo visto como el Verbo, la Vida, la Luz, la Gloria y la
verdad y sobre todo nos hablará de Cristo como el Resucitado, como el Cristo
Pascual que invita a seguirlo rumbo al Padre.
Dime cómo celebras tu Navidad, y te diré que clase de cristiano eres.
Por: P. Alberto Ramírez
Mozqueda
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