"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 22 de febrero de 2012

Hoy iniciamos el tiempo de Cuaresma

Hoy se nos da la oportunidad de vivir este misterio de amor y la Iglesia nos invita a vivir con mayor intensidad este tiempo de Gracia, tiempo de perdón.
Hoy iniciamos el tiempo de Cuaresma... tiempo de conversión... camino hacía la Pascua

Tiempo encuentro con nuestra identidad de cristianos, encuentro con nuestra intimidad perdida por el pecado... este tiempo está sostenida en el trípode del ayuno, de la oración y las obras de misericordia... por eso es tiempo de encuentro, porque por medio de la oración nos encontramos con la intimidad de Dios que es amor, por el ayuno nos encontramos a nosotros mismos necesitados... y enfermos de egoísmo.. necesitados de ser curados... y por medio de las obras de caridad nos encontramos con el prójimo...

Las tres están íntimamente enlazadas, porque no podemos recibir la misericordia de Dios sino pedimos perdón o no dejamos reconciliarnos... pero no puedo a amar a Dios que no veo si no amo a mi prójimo que si veo... pero no puedo amar al prójimo si no me amo a mi mismo y amarse uno mismo es aceptarse en la limitación para ser sanado en el perdón.

Este tiempo, se torna una oportunidad para pedir perdón y perdonar las ofensas que nos han hecho, es un tiempo propicio para reconciliarnos y en este tiempo de cuaresma caminar juntos como comunidad, como asamblea, como familia al encuentro de la Celebración de la Pascua Cristiana.

Hoy se nos da la oportunidad de vivir este misterio de amor, y la Iglesia nos invita a que caminemos junto con nuestros pastores ... retornar a la casa de Padre... y participar de la celebración que Dios misericordioso ha preparado para todos aquellos pecadores que volvemos al padre... como está puesto de manifiesto en la parábola del Hijo Pródigo

Dejarnos mover por el Espíritu Santo... que nos llevé a vivir con mayor intensidad este tiempo de Gracia, tiempo de perdón... Otra gran oportunidad para retomar nuestra identidad de cristianos... y vivir desde ese amor misericordioso del Padre...

Pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a vivir con docilidad de espíritu este tiempo maravilloso... de gracias... que nos permita salir de
nuestro egoísmo... que nos permita des-instalarnos para poder caminar por el desierto... que las ataduras del mundo no impidan el aceptar esta invitación... que Dios quite las cadenas del pecado que nos atan a las criaturas... y purificados por el ayuno, la oración y las obras de caridad... podamos vivir la fiestas de la Pascua.

Hemos de recordar, que el encuentro es celebración... solo cuando se ama.. y si Cuaresma es lugar de encuentro... y si lo vivimos con amor... será tiempo de celebración del amor de Dios en nosotros.
Autor: P Idar Hidalgo

martes, 21 de febrero de 2012

Medellín Badajoz

En la frente... una cruz de ceniza bendecida

Pero los que están en la fila de la ceniza... ¡ni una mirada, ni un saludo, ni una reverencia a Dios que está escondido en el Sagrario!
Mañana, miércoles 22 iniciaremos la Cuaresma, tiempo penitencial para los católicos y vemos como infinidad de personas, quizá algunas que hace mucho tiempo no han acudido a la Iglesia, se forman en largas filas para que les marquen la frente con una cruz de ceniza bendecida.

Llegan, se forman en la fila, reciben la ceniza y se van... Personas buenas, almas cándidas quizá, que siguen una tradición que tienen carácter de ritual al que pudiera caber, en su entendimiento, algo mágico y que por nada del mundo dejarían pasar esta fecha sin llevar en su frente la huella de la ceniza.

Cosa buena es que esta tradición del Miércoles de Ceniza esté tan arraigada en el corazón de los fieles católicos.

Quizá todos los que estén en la fila sepan qué es lo que significa y que de ninguna manera es, ni obligación ni Sacramento.

Quizá todos vayan meditando -ya que de eso se trata- sobre el punto filosofal de que polvo somos y en polvo nos convertiremos.

Quizá todos deseemos empezar la Cuaresma con un acto de humildad y pidiendo perdón por nuestros pecados.

Tal vez, y esto esta muy bien, pero hay "algo" que no está bien.

Veamos: hemos entrado al Templo, estamos en la Iglesia, en la casa de Dios y no parecería posible entrar en esa casa y no saludar al Dueño, al Señor, al Dios Supremo Hacedor de todas las cosas, al Rey de Reyes, el Altísimo Señor, el Omnipotente que está en infinita humildad en el Sagrario en Cuerpo y Alma. Tan auténtico como cuando caminaba por las orillas del Jordán, tan real como cuando se sentó en el borde del pozo para pedirle agua a la samaritana, el mismo Dios, el mismo Cristo.

La puerta del Sagrario está cerrada, una luz roja parpadeante nos anuncia que está ahí el Señor, Dios nuestro.

Las personas están en la fila de la Ceniza... ¡ni una mirada, ni un saludo, ni una reverencia al Dios que está escondido en el Misterio de amor que es la Eucaristía!

¿Cómo es esto posible? ¿Será más importante llevar en la frente un signo de humildad que caer primero de rodillas ante el Sagrario y aunque no lo veamos con los ojos de la carne, decirle con los del alma: "Creo en Tí, Señor, y te amo", o simplemente con las palabras de Santo Tomás: "Señor mío y Dios mío" ?

Y ya que estamos en este tema diremos que ocurre lo mismo cuando algunas personas entran en la Iglesia y se van derechitas al Santo de su devoción. Se arrodillan, le piden quién sabe que cosa y se van. Tal vez no haya culpa, es falta de formación y de que no nos hayan dicho una y mil veces, hasta que nos cale, que al que tenemos que reverenciar y adorar es al Dios vivo que está presente con su Cuerpo, su Alma y su Divinidad en el Sagrario. Los grandes santos son intercesores de las gracias que pedimos ante Dios.

Tal vez también sea que creer en esto, es más difícil que creer en el poder del Santo. El culto a los Santos, - como nos dice en sus homilías Mons. George Chevort, no es obligatorio, sino facultativo." Pedirle a los Santos es como una etapa, como un escalón, no un término.

El objetivo de nuestra religión es la Santísima Trinidad que tiene derecho a nuestra adoración y de la cual proceden todos los bienes que necesitamos y el Mediador indispensable es Jesucristo, Hijo de Dios y hombre.

Glorifiquemos a Dios en sus Santos. Ahora bien, la primera de todos los Santos: no fuera de, sino en primer rango y un rango a parte, es la Bienaventurada Virgen María. La primera y aparte porque no solo es obra de Dios, sino que es la obra maestra de Dios. Es la Madre de Dios porque Ella difundió en el mundo la luz Eterna, Jesucristo Nuestro Señor.

¡Cuánta preparación y cuánta información sobre nuestra Fe nos hace falta para vivir y obrar como verdaderos cristianos!. Vivamos nuestra religión con orden y profundidad. Que seamos el ejemplo viviente para los que nos ven, que formándonos y estudiando podremos cumplir con los grandes misterios de nuestra religión tal y como nos lo enseña nuestra Santa Madre la Iglesia Católica y que imitando a los Santos entremos en esta Cuaresma con espíritu de oración y sacrificio.
Autor: Ma Esther De Ariño.

lunes, 20 de febrero de 2012

Conflictos y rivalidades en la Iglesia

Cristo dejó bien claro cuál es el antídoto ante este peligro: el que quiere ser grande ha de convertirse en servidor de los otros.
Tensiones, conflictos, envidias, zancadillas, se dan con frecuencia en casi todos los ámbitos de la vida humana: en la familia, en la escuela, en el trabajo, en el grupo de amigos, en el partido político, en el cuartel, en los hospitales.

Por desgracia, también se dan en la Iglesia. En el mismo Evangelio podemos leer cómo Cristo tuvo que intervenir varias veces cuando se producían fricciones o envidias entre los primeros discípulos. Una vez, porque discutieron sobre quién era el mayor (cf. Lc 9,46-48). Otra vez, porque diez de ellos se irritaron contra la pretensión de Santiago y Juan de ocupar los primeros lugares en el Reino (cf. Mt 20,24-28). Incluso en la Última Cena volvió a encenderse entre los apóstoles el debate sobre quién sería el primero (cf. Lc 22,24-27), como si todavía no hubieran aprendido el modo de actuar de su Maestro.

Tras la muerte de Cristo no faltaron momentos de tensión y de conflicto. A veces por motivos que parecían justos, como cuando hubo quejas entre los creyentes helenistas contra los hebreos, porque veían que sus viudas no eran tratadas de modo correcto (cf. Hch 6,1). Entre Pablo y Bernabé estalló un fuerte debate que les llevó a separarse, porque no estaban de acuerdo sobre si llevar o no a Juan Marcos a una nueva misión (cf. Hch 15,36-40). San Pablo se lamentaba de las divisiones que se produjeron en algunas comunidades, en las que unos decían “yo soy de Pablo” mientras otros repetían “yo soy de Apolo” (cf. 1Co 3,3-6).

La historia podría mostrarnos miles de ejemplos y situaciones parecidas, o incluso más graves, algunas de las cuales desembocaron, dramáticamente, en actos de violencia entre los que eran de un grupo contra los del otro grupo.

Puesto que siguen en pie las consecuencias del pecado original, y dado que las pasiones desordenadas nos llevan al individualismo, a la envidia, a la soberbia, al rencor, también hoy existen y se producen conflictos entre católicos que dañan enormemente la vida de la Iglesia.

En la parroquia o en un oratorio, dentro de una orden monástica o entre los sacerdotes de una diócesis, entre los miembros de un grupo de laicos comprometidos, entre los nacidos en un lugar y los nacidos en otro, en ocasiones, ojalá fueran pocas, se producen esos momentos de fricción que desgastan, que encienden los ánimos, que dividen, que llevan a sucumbir a pecados con la mente, con la lengua, con las acciones.

Cristo dejó bien claro cuál es el antídoto ante este peligro en los textos que citamos antes: el que quiere ser grande ha de convertirse en servidor de los otros. O, como decía san Pablo, basta con recordar que somos edificación de Dios, construidos sobre la única piedra angular que permite que todo encaje perfectamente: Cristo (cf. Ef 2,19-22).

Existirán, ciertamente, momentos de tensión, pequeños conflictos, malentendidos, errores humanos, incluso acciones claramente culpables. Ello no quita que podamos perdonar, que podamos tolerar con paciencia un defecto, que busquemos maneras concretas para restablecer la unidad y reparar los daños que se hayan podido producir.

Lo importante es tener siempre ante nuestros ojos lo que es esencial, y saber soportarnos los unos a los otros con espíritu auténtico de caridad fraterna.

En ese sentido, ayuda mucho recordar estas palabras de san Pablo: “Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (Ef 4,1-6).

Ello no quita que exista una legítima pluralidad, un dinamismo que permite a cada bautizado ofrecer sus propios dones a sus hermanos. Pero esa legítima pluralidad no debe convertirse en fuente de conflictos o divisiones, sino que vale en tanto en cuanto preserva y promueve la unidad y el amor entre los hermanos.

Dios está presente allí donde reina el amor fraterno (cf. 1Jn 4,7-21). Ese amor crea unidad y paz entre las comunidades, y permite vivir en la Tierra con esa dicha profunda y esa armonía íntima que esperamos alcanzar, para siempre, en el cielo.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 19 de febrero de 2012

La herencia... ¡del bien!

Después de que nos hayamos ido, ... solo importará y tendrá valor la herencia de la semilla del bien que dejamos en alguien y que estará germinando
Es frecuente que nos pongamos a pensar, si algo tenemos, en cómo serán repartidos esos bienes cuando dejemos este mundo.

Bien sabemos que nada nos vamos a llevar, aunque haya personas que lo deben de poner en duda por el empeño y la obsesión en acumular fortunas, objetos, joyas, propiedades, etcétera, pero... aunque no sea mayor cosa lo que poseemos siempre hay una inquietud sobre el destino de lo que hoy y ahora es nuestro.

Naturalmente que, como cosa normal, será el cónyuge o los hijos los que recibirán ese beneficio.

Y pensando en estas cosas es que hacemos testamento.

Hay personas que les da miedo hacerlo, pues les parece que es como rozar un poco la mano fría de la muerte, como un mal presagio, como soltar las ataduras de esos bienes y sentir que ya no son tan nuestros, ... en fin, conceptos totalmente equivocados, pues el tomar la decisión de hacer testamento es, bien podría decirse, una obligación para que a nuestra partida no dejemos enredos y disgustos.

Pero he aquí que pensando en esto se me viene a la mente...si habremos pensado también un poco en qué herencia y testamento espiritual les vamos a dejar a nuestros hijos, nietos, esposo o esposa y demás familiares y amigos que nos rodean.

¿Qué recuerdo les quedará?...¿Qué imagen les dejaremos, de manera indeleble de nuestra persona, de nuestro proceder ante la vida, de nuestra actuación ante los acontecimientos que nos tocó vivir en nuestro corto o largo camino junto a ellos?...

Me decía un persona muy querida, agobiada por el vacío y la ausencia que representaba haber perdido al compañero de su vida, en su reciente viudez: - "Me estoy muriendo por dentro pero he de darle a mis hijos y nietos el testimonio de mi fortaleza, el ejemplo de que se acatar la voluntad de Dios, con una sonrisa y con mucho ánimo"....¿No es esto estar haciendo testamento y de estar dejando una herencia más rica que todos los millones del mundo?

El amor a Dios, la honestidad, la rectitud, la conservación de las tradiciones, el ser responsable, transparente en la verdad, la educación, la fidelidad para los seres y las creencias, la fe, el saber perdonar y pedir perdón, la fortaleza en los momentos de prueba, en una palabra: el amor.

Y cuando la vida es difícil y cuando hay carencias, cuando hay penas, cuando hay enfermedad... ¿no es una gran herencia utilizar nuestra vida para poner algo de esa vida al servicio de quién lo necesita?

Qué huella tan diferente podemos dejar, al irnos, si hemos sido generosos, no solo en lo material sino en darnos, un desgastarse poco a poco para que los demás tengan mejor calidad de vida o por el contrario nos llegue la hora...sin habernos estrenado.

Como bien dice J.L. Martín Descalzo: - "Hay personas que se cuidan, se ahorran, se "conservan", van a llegar a la otra vida como un abrigo guardado en el ropero".

Y con esto de la herencia y el testamento pensamos que al correr del tiempo, mucho tiempo después de que nos hayamos ido, ... solo importará y tendrá valor la herencia de la semilla del bien que dejamos en alguien y que estará germinando, quizá sin que él o nosotros lo sepamos, pero que será la verdadera herencia y legado que dará constancia de HABER PASADO POR ESTE MUNDO.
Autor: Ma. Esther De Ariño.

sábado, 18 de febrero de 2012

Repetir el camino de María en nuestra vida

Porque repetirlo es seguir el camino de la paz, es seguir el camino de Dios, por donde Él nos vaya llevando.
La Santísima Virgen no es la única que ha sido elegida por Dios; cada uno de nosotros también lo ha sido. La razón por la cual María es bendecida de esta forma extraordinaria por el Señor, es por la misión que a Ella se le iba a entregar: la de ser la Madre del Redentor. La razón por la cual cada uno de nosotros es bendecido por Dios es porque también tenemos una misión muy especial de cara a nuestro mundo, de cara a la propia familia y de cara a la sociedad en la que vivimos.

Ciertamente que, en nuestro caso, el camino es distinto. En María se produce la preservación por parte de Dios. María no es tocada por el pecado; nosotros tenemos que caminar y luchar para corregir esa marca del pecado. Sin embargo, de la misma manera en que María tiene una gracia muy especial por parte del Señor, no olvidemos que también nosotros la tenemos, porque tenemos la gracia de Dios para poder llevar a cabo nuestra misión.

Yo creo que la actitud de la Santísima Virgen ante la misión que se le propone, también la podríamos aplicar a nosotros. María, cuando oye las palabras del ángel, se preocupa mucho y se pregunta qué querría decir semejante saludo. María le pregunta al ángel cómo se va a realizar el plan de Dios, siendo ella virgen. Sin embargo, la Santísima Virgen ofrece su persona a Dios como la esclava del Señor para que se cumpla en Ella lo que se le ha dicho.

Esas tres actitudes de la Santísima Virgen, podrían también ser tres comportamientos nuestros. Cada uno de nosotros, cuando Dios manifiesta su plan en nuestra vida, también puede sentir preocupación, inquietud, incluso miedo. “No temas María”, le dirá el ángel. También en nuestro corazón, cuando vemos lo que Dios nos pide, cuando vemos con claridad el designio de Dios para nuestra vida, puede surgir miedo, porque muchas veces lo que Dios nos pide va en contra de lo que habíamos planeado.

Si reflexionáramos sobre el plan que tenía o el plan que tiene para su existencia, ¿podría decir que es el mismo que Dios le está pidiendo? ¿Acaso lo que me ha sucedido estaba dentro de mis planes? ¿Estaba dentro de mis planes el que mi matrimonio sufriese dificultades? ¿Estaba dentro de mis planes el que mis hijos se comportasen mal? ¿Estaba dentro de mis planes el que Dios me pidiese pasar por la situación por la que estoy pasando?

Nos vamos a dar cuenta de que muchas cosas no estaban dentro de nuestros planes. Y cuando de pronto te encuentras con algo que no está dentro de tus planes, te puede preocupar, te puede incluso molestar. Sin embargo, hay una cosa muy clara: muchas veces perdemos el dominio de nuestra vida y se lo tenemos que dejar a Dios.

¿Qué pasa cuando se lo tienes que dejar a Él? ¿Qué pasa cuando Dios te dice “el control lo quiero yo”? Y quiero que me entregues esto de tu vida...; esto de tus hijos...; esto de tu matrimonio...; esto en el ámbito material...; esto en el ámbito social... A lo mejor, surge en nosotros preocupación, que puede ser una reacción lógica, pero que no sigue el camino de la Santísima Virgen María.

Cuántas veces podemos perder de vista que, ante Dios, la respuesta auténtica es “sí”. Y es un “sí” que le pone a Dios delante todo lo que uno es. María había prometido a Dios vivir en virginidad. Pero incluso esa promesa tan acariciada en el corazón de la Santísima Virgen, Ella la pone ante el Señor y acepta la respuesta de Dios.

El punto importante es si le ponemos a Dios el sí por delante. “¿Cómo va a ser...?” Tú me lo vas a decir, Tú me vas a guiar, Tú vas a estar a mi lado. Sin embargo, cuántas veces pensamos que nuestros planes personales son mejores que los de Dios; que nuestros criterios personales, son mejores que los del Señor. Nos olvidamos de que el camino de María es un camino en el que Ella siempre está dispuesta a decirle a Dios “sí”.

La tercera actitud de la Santísima Virgen María es una actitud de una ofrenda total: “He aquí la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”. Ante los conflictos internos de más generosidad, más sacrificio, más entrega, más oración, más perdón a los demás, tenemos que repetir las palabras de María Santísima: “Aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”.

Dice San Pablo: “Hemos sido elegidos, en Cristo, para ser santos e irreprochables”. ¿Cuál es el camino para lograrlo? Cada uno de nuestros caminos es distinto, cada uno de nuestros modos de caminar es diferente, pero si seguimos el camino de María “aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tú me dices”, será siempre un camino de gozo y de esperanza, no un camino de miedo.

¡Qué importante es descubrir este camino de María en nuestra vida, porque es un camino -no lo olvidemos-, que lo tenemos que ir repitiendo constantemente! Lo tenemos que repetir cuando nuestra vida es joven, cuando es madura, cuando es anciana; lo tenemos que repetir cuando las cosas económicas van bien o cuando van mal; lo tenemos que repetir cuando hay contrariedades o cuando no las hay. Tenemos que repetir el camino de María, porque repetirlo es seguir el camino de la paz, es seguir el camino de Dios.

Permitamos, entonces, que toda nuestra vida vaya caminando, como en la vida de María, con estas tres actitudes: La actitud de querer encontrar la voluntad de Dios, sea ésta cual sea. La actitud de no poner restricciones a la voluntad de Dios, sea ésta cual sea. Pero sobre todo, la actitud de entregarse con plena y madura libertad al camino de Dios, por donde Él nos vaya llevando.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC.

viernes, 17 de febrero de 2012

Un viejo amor

Ellos son dos extremeños, Maria Jose y Jose Rabanal, este ultimo, gran amigo de la infancia y una gran persona,  que con la mayor humildad han grabado este hermoso video.


Es la canción UN VIEJO AMOR, del mejicano Alfonso Esparza.

Un fuerte abrazo para ambos.

Descubrir a Cristo como Amigo

Jesús mantiene su mano tendida, su Corazón abierto, su mirada llena de cariño. Sabemos que nos espera siempre.

Tal vez lo hemos leído muchas veces: Jesús no quiere llamarnos siervos. Su deseo consiste en que seamos y vivamos como amigos (cf. Jn 15,14-15).

La vida, sin embargo, nos arrastra con mil problemas, mil angustias, mil miedos, mil placeres que llegan y que pasan. Estamos más preocupados por el trabajo o por la pintura del techo que por lo que le ocurre a nuestro Amigo.

Jesús, sin embargo, mantiene su mano tendida, su Corazón abierto, su mirada llena de cariño. Sabemos que nos espera, con una presencia humilde y acogedora, en la Eucaristía. Sabemos que anhela perdonarnos en el encuentro de la misericordia que se produce en cada confesión bien hecha.

Si dejamos un poco de espacio a su amor de Amigo, si le abrimos, aunque sea una simple rendija, la puerta del alma, entrará con gusto. Así podremos cenar juntos (cf. Ap 3,20).

Es entonces cuando descubriremos que su presencia suaviza las penas, enciende alegrías, da fortaleza para afrontar una vida llena de sorpresas y de pruebas.

Tener a Cristo cerca cambia completamente la existencia humana. El mundo adquiere un color distinto. El que es verdadero amigo del Amigo eterno entiende pronto que hemos nacido para Él, y que nuestro corazón, como el de san Agustín y el de tantos santos del pasado y del presente, sólo podrá estar tranquilo y sereno cuando lo encontremos.

Uno de los amigos de Jesús, Robert Benson, escribió, hace ya muchos años, unas líneas poéticas que reflejan lo que significa encontrarse con el Señor, en la intimidad alegre del amor verdadero. Llevan como título “Así es mi amigo”.

“Te diré cómo le conocí:
había oído hablar mucho de Él, pero no hice caso.
Me cubría constantemente de atenciones y regalos, pero nunca le di las gracias.
Parecía desear mi amistad, y yo me mostraba indiferente.
Me sentía desamparado, infeliz, hambriento y en peligro, y Él me ofrecía refugio, consuelo, apoyo y serenidad; pero yo seguía siendo ingrato.
Por fin, se cruzó en mi camino y, con lágrimas en los ojos, me suplicó:
ven y mora conmigo.
Te diré cómo me trata ahora: satisface todos mis deseos.
Me concede más de lo que me atrevo a pedir.
Se anticipa a mis necesidades.
Me ruega que le pida más.
Nunca me reprocha mis locuras pasadas.
Te diré ahora lo que pienso de Él:
es tan bueno como grande.
Su amor es tan ardiente como verdadero.
Es tan pródigo en Sus promesas como fiel en cumplirlas.
Tan celoso de mi amor como merecedor de él.
Soy su deudor en todo, y me invita a que le llame amigo”.
(Robert Benson, “La amistad de Cristo”).
Autor: P. Fernando Pascual LC.

jueves, 16 de febrero de 2012

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía

Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que nos rodea, lleva a vivir la presencia escondida de Dios.

Silencio

El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada.

El silencio es el ruido de la oración.

El silencio, después de la homilía, es interpelación.

El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado.

En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos.

La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El silencio no es ausencia de...., es cultivar un lugar para que Dios nazca.

Comtemplación

La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir.

Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios.

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude”. Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”. (Lucas 10, 38-42).

Oración

La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía.

"Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido te recompensará" (Mt. 6, 5-6).

Caridad

La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros.

Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar, aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros. Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué cerca físicamente!

Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que verticalmente acordarnos de que Dios existe.

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Escucha

Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros.

El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas y otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos homenaje presente en la Palabra.

Le reclamaba una vez por la noche al Señor: - "¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo..." - "¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido..." - "¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente..." - "En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?

A lo que Dios contestó: - "Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar"

Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe.

Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.
Autor: J.Leoz.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El burro y su historia

Lo importante para nosotros cristianos, es que tengamos muy bien puestas nuestras ideas en la cabeza y en el corazón.
El ambiente en que vivimos los hombres cada día es más hostil y complicado, nos confunden, y a la hora de la hora hasta nos hacen dudar; ¿lo que estamos haciendo está bien o está mal? nos preguntamos. ¿Cómo satisfacer el querer y el parecer de todos? labor difícil, más aún en un mundo con tanta información, tan cambiante y con tantas apreciaciones personales.

Lo importante para nosotros cristianos, es que tengamos muy bien puestas nuestras ideas en la cabeza y en el corazón, para que no pensemos, hablemos y actuemos como la mayoría lo hace, de lo contrario, seremos como veletas que se mueven de acuerdo al viento, y eso sí que sería catastrófico.

Vivamos nuestros valores, actuemos según nuestra conciencia formada y madura con los principios correctos y con la certeza de que lo que importa no es lo que dirán, sino lo que ve Dios y el bien objetivo que tengo que hacer. Él sabe perfectamente mi intención y las convicciones que me mueven a actuar... ¿Cuántos de nosotros tal vez vivimos lo que esta familia vivió? no sé si decir, pobre burro o pobre familia. Al final, tú puedes sacar tu propia conclusión, esperamos coincidir...

Había una vez un matrimonio con un hijo de doce años y un burro. Decidieron viajar, trabajar y conocer el mundo. Así, se fueron los tres con su burro.

Al pasar por el primer pueblo, la gente comentaba: “¡Mira ese chico mal educado; él arriba del burro y los pobres padres, ya grandes, llevándolo de las riendas!”. Entonces, la mujer le dijo a su esposo: No permitamos que la gente hable mal del niño. El esposo lo bajó y se subió él.

Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuraba: “¡Mira qué sinvergüenza ese tipo; deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima!”. Entonces, tomaron la decisión de subirla a ella al burro, mientras padre e hijo tiraban de las riendas.

Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba: “¡Pobre hombre! Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro y pobre hijo ¡qué le espera con esa madre!”. Se pusieron de acuerdo y decidieron subir los tres al burro para comenzar nuevamente su peregrinaje.

Al llegar al pueblo siguiente, escucharon que los pobladores decían: “¡Son unas bestias, más burros que el burro que los lleva, van a partirle la columna!”

Por último, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro.

Pero al pasar por el pueblo siguiente no podían creer lo que las voces decían sonrientes: “¡Mira a esos tres mensos: caminan, cuando tienen un burro que podría llevarlos!”

¿Cómo complacer a todos?, realmente un misterio y una proeza, ¡vaya aventurita que se dieron estos pobres! Siempre habrá alguien que te critique, que hable mal de tí y será difícil que encuentres alguien a quien le conformen tus actitudes.

Entonces:

¡Vive como creas y según tus principios! ¡Haz lo que te dictamine tu conciencia y el corazón! Una vida es una obra de teatro que no permite ensayos.

Por eso:

¡Vive tu vida, no solo existas, cada día canta, ríe, ama, crece y lucha por tus convicciones! ¡Vive intensamente cada momento de tu vida antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos!
Autor: P. Dennis Doren L.C.