"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

viernes, 12 de agosto de 2011

La soledad compañera de la vida

La soledad está en nuestras vidas, pero hay que saber amarla. Nos llevará al encuentro con Dios que llenará nuestras vidas porque El es todo amor.
Autor: Ma Esther De Ariño
La soledad es un sentimiento que nos llena el alma de un silencio frío y oscuro si no la sabemos encauzar. Hay rostros surcados de arrugas, de piel marchita, de labios sin frescura, de ojos empequeñecidos, turbios y apagados que nos hablan por si solos de la soledad. Si sus voces nos llegaran nos dirían de su cansancio, de su miedo, pero sobre todo de su soledad....

Pero no hace falta que seamos ancianos para que en la vida nos acompañe la soledad.

La soledad del sacerdote, aún los más jóvenes, con sus votos de obediencia, pobreza y castidad, pero a veces es más dura la soledad de su propio corazón, que aunque ayudado por la Gracia de Dios no deja de ser humano. Tienen que consolar a los seres que llegan hasta ellos con sus penas, con sus problemas pero su corazón no puede aferrarse a ninguna criatura de la tierra y a veces se sienten solos, muy solos, tan solo acompañados de una gran soledad

La soledad en la adolescencia, duele profundamente por nueva, por incomprensible...Los padres se están divorciando, se quiere a los dos, se necesita a los dos, pero para ellos parece que no existe ese ser que no acaba de comprender y que está muy solo. Ellos tienen sus pleitos, su mal humor. La mamá siempre llorando, el papá alzando la voz... para él nada... tal vez sientan hasta que haya nacido. Si se divorcian será un problema ¿Qué será de él?¡Qué gran soledad, qué amarga soledad!

Las monjas misioneras, los misioneros, lejos de sus seres queridos y en tierras extrañas.

Y la soledad en algunos matrimonios, esa soledad que ahoga, que asfixia...que como dice el poeta: "es más grande la soledad de dos en compañía". El hombre de grandes negocios, empresario importante, magnate en la sociedad que parece que lo tiene todo pero que en el fondo vive una gran soledad.

La soledad de las grandes luminarias siempre rodeadas de personas y siempre solas... Las esposas de los pilotos, de los marinos, de los médicos, saben de una gran soledad y ellos a su vez, en medio del cumplimiento del deber, también están solos. La soledad de las personas que han perdido al compañero o compañera de su vida, ese quedarse como partido en dos porque falta la otra mitad, ese no saber cómo vivir esas horas, ahora tan vacías, tan tristes, tan solas...

Si no convertimos esa soledad en compañía para otros seres quizá, más solos aún que nosotros mismos, si no llenamos ese vacío y esas horas con el fuego de nuestro amor para los que nos rodean y nos necesitan, esa soledad acabará por aniquilarnos, ahogándonos en el pozo de las más profunda depresión.

En realidad todos los seres humanos estamos solos. La soledad está en nuestras vidas pero hay que saber amarla. Si le tenemos miedo, si no la amamos y no aprendemos a vivir con ella, ella nos destruirá. Si le sabemos dar su verdadero sentido, ella nos enriquecerá y será la compañera perfecta para nuestro espíritu. Con ella podremos entrar en nuestra alma, con ella podremos hablar con nuestros más íntimos sentimientos.

Ella nos ayudará, ella, la soledad bien amada y deseada a veces, nos llevará al encuentro de nuestra propia identidad y luego al mejor conocimiento de Dios, que llenará nuestras vidas porque Él es todo amor.
Autor: Ma Esther De Ariño

jueves, 11 de agosto de 2011

A MI NIETA CLARA

La Eucaristía: fin de todos los sacramentos

Es fuente y cumbre de toda la vida cristiana, de alguna manera, está presente en todos los sacramentos.
La Eucaristía es el fin, la consumación y el principio de todos los sacramentos. Así lo enseñan:

Pseudo Dionisio: es el fin y la consumación de todos los demás sacramentos

Santo Tomás de Aquino: es el más excelente de todos los sacramentos”

El Concilio Vaticano II: es fuente y cumbre de toda la vida cristiana o sea, fuente por ser principio y cumbre por ser fin; “...los otros sacramentos, así como todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado, están íntimamente trabados con la sagrada Eucaristía y a ella se ordenan”. El Concilio cita en nota a Santo Tomás: “La Eucaristía es como la consumación de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos”.

El Catecismo de la Iglesia Católica reitera esta doctrina.

La Eucaristía es fin de los sacramentos por tres razones principales:

1º Por razón de lo que contiene;
2º Por la ordenación de los sacramentos entre sí;
3º Por los ritos sacramentales.

1º Por razón de lo que contiene, la Eucaristía es fin de los sacramentos, porque contiene sustancialmente al mismo Cristo. Los demás sacramentos sólo contienen una virtud instrumental recibida de Cristo por participación y, como el ser por esencia es más excelente que el ser por participación, la Eucaristía es más excelente que los demás sacramentos.

2º Por la ordenación de los sacramentos entre sí, la Eucaristía es fin de los sacramentos, porque todos los sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin. Por ser la Eucaristía el fin de todos los sacramentos, de alguna manera, está en todos los sacramentos, ¿de qué manera? como el fin está en los medios que a él conducen.

-el Orden tiene por fin la consagración de la Eucaristía;
-el Bautismo, la recepción de la Eucaristía;
-la Confirmación perfecciona al bautizado para que el respeto humano no le retraiga de acercarse a tan excelso sacramento;
-la Penitencia y la Unción de los enfermos disponen al hombre para recibir dignamente el cuerpo de Cristo;
-el Matrimonio representa el lazo indisoluble de Cristo con su Iglesia, cuya unión se significa y se causa en la Eucaristía. “Gran misterio este del matrimonio; pero entendido de Cristo y de la Iglesia” (cfr. Ef 5, 32).

3º Por los ritos sacramentales, la Eucaristía es fin de los sacramentos, porque la administración de casi todos los sacramentos se completa, se consuma, con la Eucaristía; lo cual puede apreciarse en todos los rituales de los otros sacramentos.

De ahí que “el bien común espiritual de toda la Iglesia se contiene sustancialmente en el mismo sacramento de la Eucaristía” (“bonum commune spirituale totius Ecclesiae continetur substancialiter in ipso Eucaristiae sacramento”).
Autor: n/a

miércoles, 10 de agosto de 2011

Silencio y escucha de la Palabra

Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días.
El mundo moderno nos bombardea con noticias y ruidos, con músicas y discusiones, con “blogs” y mensajes de todo tipo. Al mismo tiempo, nuestros corazones generan pensamientos y emociones que aturden y arrastran, que encandilan y casi “drogan” nuestro espíritu.

La semilla no puede dar fruto si el alma vive prisionera de mil preocupaciones, angustias, apegos, zozobras. Para que la semilla empiece su camino vigoroso, antes hay que escardar, limpiar, zanjar, proteger el terreno del espíritu.

Escuchar la Palabra, el mensaje de Dios a los hombres, es imposible si nos faltan espacios de silencio. Como explica el Papa Benedicto XVI, “la palabra sólo puede ser pronunciada y oída en el silencio, exterior e interior. Nuestro tiempo no favorece el recogimiento, y se tiene a veces la impresión de que hay casi temor de alejarse de los instrumentos de comunicación de masa, aunque sólo sea por un momento. Por eso se ha de educar al Pueblo de Dios en el valor del silencio. Redescubrir el puesto central de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia quiere decir también redescubrir el sentido del recogimiento y del sosiego interior” (exhortación apostólica postsinodal “Verbum Domini”, n. 66).

Si adoptamos una sana actitud de silencio, el corazón empieza a estar abierto a la acogida de la Palabra de Dios, como la Virgen, como los santos. Así lo explica el Papa: “La gran tradición patrística nos enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio, y sólo en él la Palabra puede encontrar morada en nosotros, como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente. Nuestras liturgias han de facilitar esta escucha auténtica: Verbo crescente, verba deficiunt” (“Verbum Domini”, n. 66).

Esto vale, como señala Benedicto XVI en el texto antes citado, de modo especial para la Liturgia: “Este valor ha de resplandecer particularmente en la Liturgia de la Palabra, que «se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación». Cuando el silencio está previsto, debe considerarse «como parte de la celebración». Por tanto, exhorto a los pastores a fomentar los momentos de recogimiento, por medio de los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, la Palabra de Dios se acoge en el corazón” (“Verbum Domini”, n. 66).

Si pasamos a través de los dinteles del silencio y del recogimiento, interno y externo, entramos en la escuela en la que habla el verdadero Maestro, Jesucristo. Él está, respetuosamente, junto a la puerta de nuestros corazones. “Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos” (Ap 3,20).

Por eso, al finalizar el texto de la exhortación “Verbum Domini”, el Papa invita a todos los católicos a fomentar un clima adecuado a la escucha con la ayuda del silencio.

“Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella, por la acción eficaz del Espíritu Santo, siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días de nuestra vida. De este modo, la Iglesia se renueva y rejuvenece siempre gracias a la Palabra del Señor que permanece eternamente (cf. 1Pe 1,25; Is 40,8). Y también nosotros podemos entrar así en el gran diálogo nupcial con que se cierra la Sagrada Escritura: «El Espíritu y la Esposa dicen: ´¡Ven!´. Y el que oiga, diga: ´¡Ven!´... Dice el que da testimonio de todo esto: ´Sí, vengo pronto´. ¡Amén! ´Ven, Señor Jesús´» (Ap 22,17.20)” (“Verbum Domini” n. 124).
Autor: P. Fernando Pascual LC

martes, 9 de agosto de 2011

¿De verdad se puede dialogar con Dios? ¿Cómo?

Nos explican que orar es escuchar a Dios, pero a Dios no le escuchamos como oímos los sonidos, ni como escuchamos las palabras de un amigo...
Nos dicen que busquemos a Dios en todas las cosas, pero en realidad no lo vemos de la misma manera en que vemos a las demás personas. Nos explican que orar es escuchar a Dios, pero a Dios no le escuchamos como oímos los sonidos, ni como escuchamos las palabras de un amigo en una conversación.

Efectivamente, sólo vemos y escuchamos a Dios mediante la fe y el amor.

Alcanzar lo invisible a través de medios visibles

Dios se vale de algunos medios para que le alcancemos a Él, que es invisible, a través de algunas realidades visibles y tangibles. Él se nos revela a través de algunos medios, como son Su Palabra, la Sagrada Eucaristía, las creaturas, la historia, los símbolos e imágenes, etc. De diversas maneras descubrimos Su presencia y escuchamos Su voluntad a través de estos medios. Alcanzamos lo invisible mediante lo visible.

La Palabra de Dios

Me refiero ahora a uno de estos medios que tenemos a nuestro alcance para escuchar a Dios y dialogar con Él: la Palabra de Dios. En ella lo veneramos y en ella lo vamos conociendo cada día más, tal y como Él quiso revelarse

“La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros. (...) Dios se nos da a conocer como misterio de amor infinito en el que el Padre expresa desde la eternidad Su Palabra en el Espíritu Santo. (...) El Verbo, que desde el principio está junto a Dios y es Dios, nos revela al mismo Dios en el diálogo de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en él.” (Verbum Domini, 6)

Dios ha hablado y sigue hablando

Pero la Palabra de Dios no es estática o muerta. La Palabra de Dios encierra una riqueza y una virtualidad inmensas que el Espíritu Santo nos va descubriendo a cada uno personalmente en la oración. Se nos revela, se nos da a conocer a lo largo de la historia, de nuestra historia y en el interior de nuestra conciencia cuando hacemos de la Palabra de Dios objeto privilegiado de nuestra meditación diaria. La oración centrada en la Palabra de Dios tiene sello de garantía y autenticidad.

“Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum, 2)

Interiorizar y actualizar la Palabra

Cuando meditamos la Palabra de Dios y la hacemos materia de nuestra oración en la intimidad del propio corazón, se da una conversación personal entre Dios y cada uno de sus hijos. Es como una carta que Dios me escribe personalmente a mí. Nuestra tarea en la oración consiste en leerla con atención, meditarla y contemplarlo a Él interiorizando la Sagrada Escritura en nuestra conciencia y nuestro corazón y actualizándola en el aquí y el ahora de nuestra historia.

Al interiorizar la Palabra de Dios, el Espíritu Santo me habla a mí personalmente. Al actualizar la Palabra de Dios, se aplica y toma sentido en mi existencia. Se convierte en vida. Es así como se da el diálogo entre Dios y sus hijos.

“En los libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual.” Dei Verbum, 21.

Un ejemplo: carta de amor del Padre

Vamos a poner un ejemplo, valiéndonos de esta “Carta de amor del Padre” que cayó en mis manos hace algunos meses. Es una recopilación de textos y referencias de la Sagrada Escritura en clave del amor del Padre.

Esta carta de amor del Padre ofrece materia de meditación y contemplación para muchas horas de oración. A mí me ha servido para dialogar con Dios de manera íntima, profunda y provechosa. Su Palabra me interpela personalmente conforme la voy interiorizando y actualizando, sin prisas.

Es probable que no me conozcas, pero yo te conozco perfectamente bien... Salmos 139.1
Sé cuando te sientas y cuando te levantas... Salmos 139.2
Todos tus caminos me son conocidos... Salmos 139.3
Pues aún tus cabellos están todos contados... Mateo 10.29-31
Porque fuiste creado a mi imagen... Génesis 1.27
En mi vives, te mueves y eres... Hechos 17.28
Porque linaje mío eres... Hechos 17.28
Antes que te formase en el vientre, te conocí... Jeremías 1.4-5
Fuiste predestinado conforme a mi propósito... Efesios 1.11-12
No fuiste un error... Salmo 139.15
En mi libro estaban escritos tus días... Salmos 139.16
Yo determiné el momento exacto de tu nacimiento y donde vivirías... Hechos 17.26
Tu creación fue maravillosa... Salmos 139.14
Te hice en el vientre de tu madre... Salmos 139.13
Te saqué de las entrañas de tu madre... Salmos 71.6
He sido mal representado por aquellos que no me conocen... Juan 8.41-44
No estoy enojado ni distante de ti; soy la manifestación perfecta del amor... 1 Juan 4.16
Y deseo derramar mi amor sobre ti... 1 Juan 3.1
Simplemente porque eres mi hijo y yo soy tu padre... 1 Juan 3.1
Te ofrezco mucho más de lo que te podría dar tu padre terrenal... Mateo 7.11
Porque soy el Padre perfecto... Mateo 5.48
Toda buena dádiva que recibes viene de mi... Santiago 1.17
Porque yo soy tu proveedor que suple tus necesidades... Mateo 6.31-33
Mi plan para tu futuro está lleno de esperanza... Jeremías 29.11
Porque te amo con amor eterno... Jeremías 31.3
Mis pensamientos sobre ti se multiplican más que la arena en la orilla del mar... Sal 139,17-18
Y me regocijo sobre ti con cánticos... Sofonías 3.17
Nunca me volveré atrás de hacerte bien... Jeremías 32.40
Tú eres mi especial tesoro... Éxodo 19.5
Deseo afirmarte de todo corazón y con toda mi alma... Jeremías 32.41
Y te quiero enseñar cosas grandes y ocultas que tú no conoces... Jeremías 33.3
Me hallarás, si me buscas de todo corazón... Deuteronomio 4.29
Deléitate en mí y te concederé las peticiones de tu corazón... Salmo 37.4
Porque yo inspiro tus deseos... Filipenses 2.13
Yo puedo hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pides o entiendes... Efesios 3.30
Porque yo soy quien más te alienta... 2 Tesalonicenses 2.16-17
Soy también el Padre que te consuela en todos tus problemas... 2 Corintios 1.3-4
Cuando tu corazón está quebrantado, yo estoy cerca a ti... Salmos 34.18
Como el pastor lleva en sus brazos a un cordero, yo te llevo cerca de mi corazón... Isaías 40.11
Un día enjugaré toda lágrima de tus ojos... Apocalipsis 21.3-4
Y quitaré todo el dolor que has sufrido en esta tierra... Apocalipsis 21.3-4
Yo soy tu Padre, y te he amado como a mi hijo, Jesucristo... Juan 17.23
Porque te he dado a conocer mi amor en Jesús... Juan 17.26
Él es la imagen misma de mi sustancia... Hebreos 1.3
Él vino a demostrar que yo estoy por ti y no contra ti... Romanos 8.31
Y para decirte que no tomaré en cuenta tus pecados... 2 Corintios 5.18-19
Porque Jesús murió para reconciliarnos... 2 Corintios 5.18-19
Su muerte fue mi máxima expresión de amor por ti... 1 Juan 4.10
Entregué todo lo que amaba para ganar tu amor... Romanos 8.31-32
Si recibes el regalo de mi Hijo Jesucristo, me recibes a mí... 1 Juan 2.23
Y nada te podrá volver a separar de mi amor... Romanos 8.38-39
Vuelve a casa y participa en la fiesta más grande que el Cielo ha celebrado... Lucas 15.7
Siempre he sido y por siempre seré tu Padre... Efesios 3.14-15
Mi pregunta es... ¿Quieres ser mi hijo? Juan 1.12-13
Aquí te espero... Lucas 15.11-32

Con amor, tu Padre
Autor: P Evaristo Sada LC

lunes, 8 de agosto de 2011

El tributo del templo

Mateo 17, 22-27. Tiempo Ordinario. Cristo nos invita a dar todo de nuestra parte, para no quedarnos a medias.
Mateo 17, 22-27
En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos la Galilea, les dijo Jesús: Al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día. Ellos se pusieron muy tristes. Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Contestó: Sí. Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños? Contestó: A los extraños. Jesús le dijo: Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.


Reflexión


Si nos pusiéramos a contar los sueños irrealizados, los proyectos personales sin concluir, las ideas que no han tomado forma, llenaríamos muchas cajas.

El joven que no concluye sus estudios, la chica que no se decide a formar un hogar, el empresario que no se atreve con un negocio, el profesor que no se actualiza, son ejemplos de personas que no llegan a realizarse en sus vidas.

Y tú, ¿quieres conseguir el ideal que te has propuesto en la vida? ¿estás dispuesto a pagar el “impuesto” que supone el sacrificio de luchar hasta lograr el objetivo?

Gracias a Dios, hay muchos hombres y mujeres que lo han conseguido antes que nosotros. Inventores como Bell, científicos como Pasteur, santos como San Javier, pagaron en su vida con el dinero justo, la moneda precisa.

Cristo nos invita a dar lo necesario de nuestra parte, para no quedarnos a medias, entre sueños e ilusiones, sino que nos ofrece el camino de su cruz, que es el sacrificio, para llevar nuestro ideal de vida hasta el fin.
Autor: P . Clemente González.

domingo, 7 de agosto de 2011

Todo bajo control

Detrás de lo imprevisible, detrás de las mil sorpresas de la vida, sigue la mano de Dios.
Muchos tenemos el deseo de controlar el presente y el futuro, y hacemos todo lo posible para lograr esta meta.

Preparar bien los detalles de un viaje, ir a una revisión médica, hablar con un experto de negocios para que nos ayude a invertir bien nuestro dinero, evitar los peligros de un accidente o de un robo. Son actos que realizamos para que no nos sorprenda un imprevisto, para que un mal paso no ponga nuestra vida, débil, frágil, vulnerable, en situaciones que quisiéramos ver lo más lejos posible de nuestro camino cotidiano.

Pero la vida nos sorprende. Escapa y corre mucho más allá y más rápido que nuestras previsiones. Aquel médico que nos dijo que todo estaba bien no pudo prever que al salir del hospital caería sobre nosotros una garrapata de esas que provocan enfermedades muy molestas. El psicólogo que certificó la salud emocional del hijo no había sido capaz de descubrir lo que iba a iniciar cuando un grupo de amigos le invitasen a aspirar un poco de hachís. El amigo que nos aseguró que este banco era seguro al cien por cien no pudo imaginar que al ir a llevar nuestro dinero a la sucursal nos iban a recibir no los cajeros, sino unos ladrones “profesionales” y bien armados.

No se trata, desde luego, de ver peligros en todas partes, ni de dejar de tomar precauciones para evitar males que, con un poco de atención, podemos alejar de nuestras vidas. La previsión y el análisis atento de la realidad son parte de la virtud de la prudencia, esa virtud que los filósofos consideraban la reina de las virtudes, pues todo lo demás depende de ella.

Pero también es parte de la misma prudencia y del realismo de la vida el reconocer que hay una enorme cantidad de eventos y de cosas que escapan a nuestro control. Como también es realismo abandonar cualquier obsesión quisquillosa que nos paralice precisamente porque queremos tener todos los hilos en la mano, todo bajo control.

Hemos de reconocer esta sencilla verdad: no podemos tener todo bajo control. La vida en la tierra, por su misma naturaleza, nos lleva al riesgo y a la aventura, a lo imprevisible, a lo inesperado. También, hay que decirlo, con sorpresas felices: aquella enfermedad que para la medicina era incurable, de repente ha dejado de existir. La falta de dinero en la familia se soluciona (a alguno le tiene que tocar) con el premio de la lotería. Y un amigo nos avisa que están buscando un nuevo empleado en esta empresa, precisamente dos días después de que nos dieron de baja en nuestra oficina de trabajo.

Detrás de lo imprevisible, detrás de las mil sorpresas de la vida, sigue la mano de Dios. Un Dios que es Padre, que nos hizo, que nos llama, que arriesga mucho con cada vida humana. Un Dios que me conoce y que me invita a la confianza. Aunque muchas cosas no estén, según mi pobre punto de vista, bajo control.

Dios sabe por qué pasa lo que pasa. A mí me pide poner lo que esté de mi parte para que todo salga de la mejor manera posible, y confiar por completo en Dios para dejarle llevar adelante el trayecto de mi vida.

La última palabra se escribirá cuando el corazón se pare y llegue, irremediable, la muerte. Será una palabra de amor y de esperanza, será un encuentro con un Dios que tenía “todo bajo control”, discretamente, misteriosamente, con un amor que supera en mucho todas las ilusiones humanas.
Autor: P. Fernando Pascual.

sábado, 6 de agosto de 2011

Misas y Oraciones en favor de nuestros ancianos

El mes de agosto es el mes dedicado al ancianos, aprovechando está ocasión

Catholic.net ha organizado novenas y misas en favor de nuestros ancianos
El mes de agosto es el mes dedicado al Anciano y se nos presenta como una gran oportunidad para darle atención a estas queridas personas que en nuestra niñez nos enseñaron a amar a Dios, nos enseñaron a vivir los valores cristianos, nos enriquecieron con su experiencia y sabiduría, nos dieron su comprensión y apoyo en momentos difíciles y que ahora, en el atardecer de su vida, necesitan de nuestra compañía, gratitud y reconocimiento.

Aprovechando esta ocasión, Catholic.net ha organizado, con la colaboración de varios sacerdotes, conventos y monasterios, la celebración de Misas alrededor del mundo, durante todo el mes de agosto, en favor de nuestros ancianos.

Lo invitamos a unirse a esta celebración enviándonos los nombres de las personas a quienes usted desea incluir y que se tendrá un recuerdo especial para ellos durante las Misas que se celebrarán con esta intención.

Para incluir a sus ancianos, sólo tiene que rellenar el formulario que encontrará haciendo click en http://es.catholic.net/nuestrosancianos Nosotros enviaremos estos nombres e intenciones a los diversos conventos, monasterios y sacerdotes que se han sumado a esta iniciativa y que celebrarán las Misas por nuestros ancianos.

Catholic.net no cobra por las Misas, ya que han sido donadas voluntariamente por los sacerdotes que se han sumado a esta iniciativa.

Pero si usted desea, puede adquirir para sus ancianos un certificado de la misa que se celebrará por ellos, para dárselos como muestra palpable del cariño y el agradecimiento que les tiene. El costo del certificado de la misa es de $5 usd y puede pagarlo mediante un cargo automático a su tarjeta de crédito, o mediante depósito bancario o transferencia electrónica.

Si adquiere el certificado, sus ancianos se lo agradecerán enormemente y Catholic.net también, pues estará dando un regalo muy valioso y a la vez, nos estará ayudando a continuar con nuestro servicio a la Iglesia.

El donativo no es un requisito. No deje de enviarnos los nombres de sus ancianos queridos aún si no puede colaborar económicamente.

Si usted es un sacerdote y desea unirse a esta campaña ofreciendo una misa, le pido que se suscriba haciendo click en http://es.catholic.net/nuestrosancianos

Dios los bendiga a todos.
Autor: Catholic.net

La Transfiguración cambia la vida

Los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará.
El hecho de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor tiene en los Evangelios una importancia muy grande. Como la tiene después para la vida de la Iglesia, que le consagra hoy una fiesta especial, la cual reafirma nuestra esperanza en el Señor Resucitado, pues sabemos que, cuando se nos manifieste, transformará nuestros cuerpos mortales, eliminando de ellos todas las miserias, y configurándolos con su cuerpo glorioso e inmortal...

Lo que pasó en el Tabor lo sabemos muy de memoria.
Jesús, al atardecer de aquel día, deja a los apóstoles en la explanada galilea y, tomando a los tres más íntimos --Pedro, Santiago y Juan--, se sube a la cima de la hermosa montaña.
Pasa el Señor la noche en oración altísima, dialogando efusivamente con Dios su Padre, mientras que los tres discípulos se la pasan felices rendidos al profundo sueño...

Al amanecer y espabilar sus ojos los discípulos, quedan pasmados ante el Maestro, que aparece mucho más resplandeciente que el sol...

Se le han presentado Moisés y Elías, que le hablan de su próxima pasión y muerte...

Se oyen los disparates simpáticos de Pedro, que quiere construir tres tiendas de campaña y quedarse allí para siempre...

El Padre deja oír su voz, que resuena por la montaña y se esparce por todos los cielos: -¡Éste es mi Hijo queridísimo!...

Y la palabra tranquilizante de Jesús, cuando ha desaparecido todo: -¡Animo! ¡No tengáis miedo! Y no digáis nada de esto hasta que yo haya resucitado de entre los muertos...

Pedro recordará muchos años después en su segunda carta a las Iglesias:
- Si os hemos dado a conocer la venida poderosa de nuestro Señor Jesucristo, no ha sido siguiendo cuentos fantasiosos, sino porque fuimos testigos de vista de su majestad. Cuando recibió de Dios Padre honor y gloria, y de aquella magnifica gloria salió la poderosa voz: ¡Éste es mi Hijo amadísimo en quien tengo todas mis delicias! Y fuimos nosotros quienes oímos esta voz cuando estábamos con él en la montaña santa.

Este hecho del Tabor tuvo muchas repercusiones en la vida de Jesús y de los apóstoles.

Sí, en la de Jesús ante todo. Porque Jesús no era insensible al dolor que se le echaba encima con la pasión y la cruz. La vista de la gloria que le reservaba el Padre por su obediencia filial fue para Jesús un estímulo muy grande al tener que enfrentarse con la tragedia del Calvario.

Para los apóstoles, ya lo sabemos también. Acabamos de escuchar a Pedro. Y sabemos cómo la visión del Resucitado ante las puertas de Damasco fue para Pablo una experiencia extraordinaria, que supo transmitir después en sus cartas a las Iglesias: -¡Nuestro cuerpo, ahora sujeto a tantas miserias, será transformado conforme al cuerpo glorioso del Señor!...

Así lo es también para nosotros. Porque la vida no se nos ofrece siempre risueña, sino que muchas veces nos presenta unas uñas bien aceradas.

En esos momentos de angustia, recordamos con la visión del Tabor la palabra del apóstol San Pablo:
- Comprendo que los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará.

Cuando todo nos va bien en la vida, solemos decir con Pedro --del que dice el Evangelio que no sabía lo que se decía--: ¡Qué bien se está aquí!...

Pero es cuestión de dejar el Tabor para después. Ahora hay que subir a Jerusalén con Jesús. Es decir, hay que cargar con la cruz de cada día, porque en el Calvario nos hemos de encontrar con el Señor, para encontrarnos seguidamente con Él en el sepulcro vacío...

La Transfiguración fue un paréntesis muy breve, aunque muy intenso, en la vida de Jesús. Detrás quedaban casi tres años de apostolado muy activo, en los que había predicado y hecho muchos milagros. Ahora había que enfrentarse con Getsemaní, la prisión, los tribunales, los azotes y el Gólgota. Pero la experiencia del Tabor le anima a seguir adelante sin decaer un momento.

Para nosotros, es cuestión de mirar a nuestro Jefe y Capitán, Cristo Jesús.

Hay que tener fe en Dios, cuando nos brinda la misma gloria que a Jesucristo.

Porque si Dios nos ofrece el mismo cáliz que a su Hijo, es decir, la misma suerte en sus sufrimientos, es porque nos tiene destinados también a la misma gloria y felicidad que las de Jesucristo.

Jesús se manifiesta en el Tabor, más que en ninguna otra ocasión, como el esplendor de la gloria del Padre. Nadie ha visto la gloria interna de Dios. Pero mirando a Jesús envuelto en una luz que opaca y anula del todo la luz del sol, nosotros llegamos a barruntar lo que es ese Dios que un día veremos cara a cara y que nos envolverá con sus esplendores. Esplendores que son ya ahora una realidad que llevamos dentro, aunque no los vemos. La Gracia del Bautismo nos ha transformado en esa luz que nos hace gratos, ¡y tan gratos!, a los ojos divinos...

¡Señor Jesucristo! ¡Qué grande, qué amoroso, y qué humilde, te muestras en el Tabor! ¿Cuándo, pero cuándo nos será dado gozar de aquel espectáculo que enloqueció a los discípulos?...

Ya vemos que nos preparas cosa buena de verdad. El caso es que sepamos merecerla....
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.

viernes, 5 de agosto de 2011

El dolor es un reloj

La explicación del dolor, el porqué de la enfermedad, la incógnita del sufrimiento es una: el amor.

El dolor es un reloj. Es algo lleno de ingenio que sirve para partir el tiempo en una enormidad de trozos pequeños, muy pequeños. Es algo realmente útil, porque con sus dos agujas divide las horas de alegría y las de abatimiento. El dolor puede ser muy perjudicial, si no se vive bien. El dolor es mágico, porque una hora puede transformarse en sesenta minutos de aflicción o en segundos de dicha.

Examinemos algunos relojes que han dado la hora correctamente. Algunos, al inicio, se retrasaron. Pero después han funcionado con la fidelidad del cuarzo. No podría valorar el precio de estos quilates...

Recuerdo el testimonio del doctor Vallejo-Nágera. Le habían diagnosticado una úlcera de duodeno. Le hicieron volver todos los lunes. Después de una revisión más profunda, le dijeron:-Tienes un cáncer de la cabeza del páncreas-.
-¿Es operable?
-Por la metástasis en el hígado no lo juzgamos conveniente.
-¿Y quimioterapia?
-Lo hemos consultado y no hay ninguna adecuada.
¿Entonces?
-Esto puede durar unos meses... Podrás llevar una vida de cierta actividad en este tiempo.

Días después mandaron el expediente a Houston, para mayor tranquilidad. No había nada que hacer. Juan Antonio continúo su vida normal, pero en otra dimensión. Hacía menos cosas, pero mejor, con más gravedad.

Un periodista y amigo suyo recogió el siguiente testimonio: “Religiosamente estaba un poco descuidado. Tenía una buena formación, pero con una práctica moderada. Y, sin embargo, sin ningún mérito por mi parte. Al oír eso del cáncer me vino instantáneamente una gran serenidad y pensé: Dios mío, muchas gracias, me has mantenido hasta los sesenta y tres años con una vida sumamente agradable; he tenido ocasión de situar a mis hijos; ya está casada la menor; no me queda nada importante en la vida por resolver y has hecho el favor de avisarme”.

Otro reloj. Es el caso de “Lolo”. ¿Quién sabe si en unos años no lo invocaremos como San Lolo Garrido? Su historia es muy luminosa. A los 22 años, recién terminados sus estudios de magisterio, una enfermedad comenzó a paralizar su cuerpo. Sus días transcurrían en una silla de ruedas. Le entró una fiebre literaria: leía libros y devoraba artículos. Escribió. Cuando se le paralizó la mano derecha, aprendió a escribir con la izquierda. Al perder incluso la sensibilidad en ésta, pidió que la amarraran una pluma a su mano insensible con una cuerdita. Quería seguir escribiendo. Lolo no perdía el buen humor: “Señor, ahí tienes mi pila de revistas. Y si no te valen, que los ángeles las vendan como papel de envolver”.

Luego la enfermedad le llegó a los ojos. Al quedar ciego, grababa sus libros. En los últimos 10 años de su vida publicó nueve libros. Su testimonio constituye un canto a la dignidad del dolor y del sufrimiento. Estoy seguro que estas palabras le acompañaron en la cabecera de su lecho de dolor e iluminaban más su alma que las miradas de los visitantes. Estas frases bien valen un marco o una estatua: “¡Señor, líbrame de esta tentación de apreciar el tiempo de la enfermedad como un período estéril y sin valor! Una vida de enfermo no es una vida fracasada. Aceptar mi enfermedad, ofreceros alegremente mi sufrimiento, esto no demanda más que un momento”.

La silla de ruedas, la cama. El misterio de encontrarse con uno mismo. El dolor, la enfermedad valen no tanto por lo que quitan, sino por lo que dan.

El dolor es un misterio, como la misma vida de las personas. Nunca lograremos explicarnos totalmente a nosotros mismos, nunca nos comprenderemos. La explicación del dolor, el porqué de la enfermedad, la incógnita del sufrimiento no es una respuesta abstracta. Yo sólo encuentro una: el amor.

No cabe duda de que la enfermedad y el sufrimiento siguen siendo un límite y una prueba para la mente humana, algo así como un tapón para el corazón. Sin embargo, quienes lo han vivido han aumentado su estatura humana.

Todos sufrimos y de muy diversas maneras. La enfermedad y las dolencias se compran en cualquier rincón de nuestro mundo. Uno sufrirá un infarto, otro un cáncer. A alguna la nostalgia y el desaliento le enredarán entre sus telarañas. Los que sigamos, nos haremos viejos. Nos dolerá la espalda, perderemos la memoria... Pero la paz y la vida están seguros. Un Hombre ha roto la piedra del sepulcro y ha dado sentido a la vida. Desde ese momento se han sincronizado todos los “relojes”.
Autor: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma.