Entrevista al Papa Francisco sobre el
Jubileo de la Misericordia y la situación actual del mundo
Por: Papa Francisco | Fuente:
aciprensa.com
El Papa Francisco ha concedido una nueva
entrevista. Esta vez al semanario italiano Credere (Creer) que es la revista
oficial del Jubileo de la Misericordia. A continuación ACI Prensa presenta la
entrevista íntegramente traducida al español por el corresponsal de Roma,
Álvaro de Juana.
– Santo Padre. Ahora que estamos a punto
de entrar en lo ‘vivo’ del Jubileo, ¿nos puede explicar qué motivo del corazón
le ha empujado a poner de relieve el tema de la misericordia? ¿Qué urgencia
percibe, a tal respecto, en la situación actual del mundo y de la Iglesia?
– El tema de la misericordia se va
acentuando con fuerza en la vida de la Iglesia a partir de Pablo VI. Fue Juan
Pablo II el que lo subrayó fuertemente con la “Dives in misericordia”, la
canonización de Santa Faustina y la institución de la fiesta de la Divina
Misericordia en la Octava de Pascua.
En esta línea, he sentido que hay como
un deseo del Señor de mostrar a los hombres Su misericordia. Entonces no es que
me haya venido a la mente, sino que retomo una tradición relativamente
reciente, si bien siempre ha existido. Y me he dado cuenta de que se debía
hacer algo para continuar esta tradición.
Mi primer Ángelus como Papa fue sobre la
misericordia de Dios, y en aquella ocasión hablé también de un libro sobre la
misericordia que me regaló el Cardenal Walter Kasper durante el Cónclave;
también en mi primera homilía como Papa, el domingo 17 de marzo en la parroquia
de Santa Ana, hablé de la misericordia. No ha sido una estrategia, me ha venido
de dentro: el Espíritu Santo quiere algo.
Es obvio que el mundo de hoy tiene
necesidad de misericordia, tiene necesidad de compasión, a través de “partir
con”. Estamos habituados a las malas noticias, a las noticias crueles y a las
atrocidades más grandes que ofenden el nombre y la vida de Dios. El mundo tiene
necesidad de descubrir que Dios es Padre, que tiene misericordia, que la
crueldad no es el camino, se cae en la tentación de seguir una línea dura, en
la tentación de subrayar solo las normas morales, pero cuánta gente se queda
fuera.
Me ha venido a la mente esa imagen de la
Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla; es la verdad,
¡cuánta gente herida y destruida! Los heridos son curados, ayudados a sanar, no
sometidos a los análisis para el colesterol. Creo que este es el momento de la
misericordia. Todos nosotros somos pecadores, todos llevamos pesos interiores.
He sentido que Jesús quiere abrir la puerta de Su corazón, que el Padre quiere
mostrar sus entrañas de misericordia, y por eso nos manda el Espíritu: para
moverse y para movernos. Es el año del perdón el año de la reconciliación.
Por un lado vemos el tráfico de armas,
la producción de armas que matan, el asesinato de inocentes en los modos más
crueles posibles, la explotación de personas, menores, niños: se está actuando
–si me permite el término– un sacrilegio contra la humanidad, porque el hombre
es sagrado, es la imagen del Dios vivo. Entonces el Padre dice: ‘deténganse y vengan
a mi’. Esto es lo que yo veo en el mundo.
– Usted ha dicho que, como todos los
creyentes, se siente pecador, necesitado de la misericordia de Dios. ¿Qué
importancia ha tenido en su camino de sacerdote y de obispo la misericordia
divina? ¿Recuerda en particular algún momento en el que ha sentido de manera
transparente la mirada misericordiosa del Señor en su vida?
– Soy pecador, me siento pecador, estoy
seguro de serlo; soy un pecador al cual el Señor ha mirado con misericordia.
Soy, como he dicho a los encarcelados en Bolivia, un hombre perdonado. Soy un
hombre perdonado, Dios me ha mirado con misericordia y me ha perdonado. Todavía
ahora cometo errores y pecados, y me confieso cada quince o veinte días. Y si
me confieso es porque tengo necesidad de sentir que la misericordia de Dios
está todavía en mí.
– Me acuerdo –lo he dicho ya muchas
veces– de cuando el Señor me ha mirado con misericordia. He tenido siempre la
sensación de que tenía cuidado de mi de un modo especial, pero el momento más
significativo se verificó el 21 de septiembre de 1953, cuando tenía 17 años.
Era el día de la fiesta de la primavera y del estudiante en Argentina, y la
habría celebrado con los otros estudiantes: yo era católico practicante, iba a
la misa del domingo, pero nada más… estaba en Acción Católica, pero no hacía
nada, era solo un católico practicante.
A lo largo de la calle para a estación
ferroviaria de Flores, pasaba cerca de la parroquia que frecuentaba y me sentía
empujado a entrar: entré y vi venir por un lado a un sacerdote que no conocía.
En ese momento no sé qué me sucedió, pero advertí la necesidad de confesarme,
en el primer confesionario a la izquierda –mucha gente iba a rezar allí–. Y no
sé qué ocurrió que salí distinto, cambiado. Volví a casa con la certeza de
tenerme que consagrar al Señor y este sacerdote me acompañó durante casi un
año.
Era un sacerdote de Corrientes, don
Carlos Benito Duarte Ibarra, que vivía en la Casa del Clero de Flores. Tenía
leucemia y se estaba curando en el hospital. Murió al año siguiente. Después
del funeral lloré amargamente, me sentí totalmente perdido, como con el temor
de que Dios me hubiese abandonado. Este fue el momento en el que me sumergí en
la misericordia de Dios y está muy unido a mi lema episcopal: el 21 de
septiembre es el día de San Mateo, y Beda el Venerable, hablando de la
conversión de Mateo, dice que Jesús miró a Mateo “miserando atque eligendo”.
Se trata de una expresión que no se
puede traducir, porque en italiano uno de los dos verbos no tiene gerundio, ni
tampoco en español. La traducción literal sería “misericordiando y eligiendo”,
casi como un trabajo artesanal. “Lo misericordió: esta es la traducción literal
del texto. Cuando años después, recitando el breviario latino, descubrí esta
lectura, me acordé de que el Señor me había modelado artesanalmente con Su
misericordia. Cada vez que venía a Roma, porque me alojaba en Via della Scrofa,
iba a la Iglesia de San Luis de los Franceses a rezar delante del cuadro de
Caravaggio, sobre la Vocación de San Mateo.
– Según la Biblia, el lugar donde mora
la misericordia de Dios es el vientre, las entrañas maternas, de Dios. Que se
conmueven al punto de perdonar el pecado. ¿El Jubileo de la misericordia puede
ser una ocasión para redescubrir la ‘maternidad de Dios’? ¿Existe también un
aspecto más ‘femenino’ de la Iglesia que haya que valorar?
– Sí, Él mismo lo afirma cuando dice en
Isaías que si una madre se olvidase de su hijo, también una madre puede
olvidar… ‘yo en cambio no te olvidaré jamás’. Aquí se ve la dimensión materna
de Dios. No todos comprenden cuando se habla de la ‘maternidad de Dios’, no es
un lenguaje popular –en el buen sentido de la palabra–, parece un lenguaje un
poco elegido; por eso prefiero usar la ternura, propia de una madre, la ternura
de Dios, la ternura nace de las entrañas paternas. Dios es padre y madre.
– La misericordia, siempre si nos
referimos a la Biblia, nos hace conocer a un Dios más ‘emotivo’ que aquel que
alguna vez imaginamos. ¿Descubrir un Dios que se conmueve y se enternece por el
hombre puede cambiar también nuestra actitud hacia los hermanos?
– Descubrirlo nos llevará a tener una
actitud más tolerante, más paciente, más tierna. En 1994, durante el Sínodo, en
una reunión de los grupos, dije que se debía instaurar la revolución de la
ternura, y un Padre sinodal –un buen hombre, que yo respeto y al cual quiero
mucho– ya muy anciano, me dijo que no convenía usar este lenguaje y me dio
explicaciones razonables, de un hombre inteligente, pero yo continúo diciendo
que hoy la revolución es la de la ternura porque de aquí deriva la justicia y
todo el resto.
Si un emprendedor contrata a un empleado
de septiembre a julio, le dije, no es justo porque le despide por las
vacaciones en julio para después volverle a contratar con un nuevo contrato de
septiembre a julio, y de este modo el trabajador no tiene derecho a la indemnización,
ni a la pensión, ni a la seguridad social. No tiene derecho a nada. El
emprendedor no muestra ternura, sino que trata al empleado como un objeto –es
por poner un ejemplo de donde no hay ternura.
Si se pone en la piel de esa persona, en
lugar de pensar en sus propios bolsillos por cualquier dinero de más, entonces
las cosas cambian. La revolución de la ternura es aquella que hoy tenemos que
cultivar como fruto de este año de la misericordia: la ternura de Dios hacia
cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros debe decir: ‘Soy un desgraciado,
pero Dios me ama así; entonces también yo debo amar a los otros del mismo
modo’.
– Es famoso el ‘discurso a la luna’ del
Papa Juan XXIII, cuando, una tarde, saludó a los fieles diciendo: ‘Den una
caricia a sus niños’. Esa imagen se convierte en un icono de la Iglesia de la
ternura. ¿En qué modo el tema de la misericordia podrá ayudar a nuestras
comunidades cristianas a convertirse y a renovarse?
– Cuando veo a los enfermos, los
ancianos, me viene espontáneamente la caricia… La caricia es un gesto que puede
ser interpretado ambiguamente, pero es el primer gesto que hacen la mamá y el
papá con el niño apenas ha nacido, el gesto del ‘te quiero mucho’, ‘te amo’,
‘quiero que salgas adelante’.
– ¿Nos puede anticipar un gesto que
pretenda hacer durante el Jubileo para testimoniar la misericordia de Dios?
– Habrá muchos gestos que se harán, pero
un viernes de cada mes haré un gesto distinto.