Las virtudes como camino para vivir cerca de Dios y cumplir con nuestra
misión aquí en la Tierra.
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
domingo, 27 de julio de 2014
Qué es la virtud. Tipos de virtudes
sábado, 26 de julio de 2014
Notas para unas vacaciones cristianas
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viernes, 25 de julio de 2014
NI MÍTICOS, NI PLAY BOYS
Hace no
muchas fechas, concretamente el día
siete del presente mes y en este mimo blog, publicaba yo la noticia de que Los
Play Boys, cambiarían de nombre y pasarían a llamarse Los Míticos Playboys de
Badajoz, al haber registrado el citado
nombre , en el Registro Oficial de Marcas Y Patentes Españolas.
Aquí tienen el
enlace a mi artículo: http://murillomanolo.blogspot.com.es/2014/07/cambio-de-nombre-en-los-play-boys.html
Terminaba yo
la cortísima noticia, poniendo: Con más tiempo ampliare la Noticia.
Hoy voy a
tratar de hacerlo.
Pues me da
la impresión que no van a poder llamarse ni Míticos, ni Play Boys ni nada que
se le asemeje y esto es una suposición mía basada en la siguiente argumentación.
La ley dice
que una vez publicada la concesión en el BOPI, (Boletín Oficial de La Propiedad
Industrial), existe un periodo, durante el cual, toda persona que se sienta
afectada, tiene el derecho de presentar las alegaciones, que fundamenten de
forma razonada la no concesión de dicho registro, que una vez recibida dichas alegaciones
en tiempo y forma, y estudiadas por la Oficinas de Patentes y
Marcas, el recurso será en principio aceptado y publicado en el BOPI, dando
traslado a la parte afectada, para que razone de alguna manera, las
manifestaciones expuestas por la parte oponente.
Yo como
inexperto en este tema y dejándome llevar, solo por el sentido común,
presupongo que cuando la Oficina de Patentes y Marcas decide:
Primero
aceptar el recurso y Segundo que sea publicado en el BOPI, creo que habrá sus razones de peso.
La publicación
del recurso se ha realizado el día 23/07/2014 y está en su página 239 de esa
fecha. Y cuyo recurso tiene fecha de entrada 15/07/2014.
Creo que la
postura más prudente es esperar y mi misión como mero informador en este blog, ha concluido, demos tiempo al tiempo.
jueves, 24 de julio de 2014
Cristianismo...religión para valientes
No nos acobardemos, no tengamos miedo, al contrario, nos hemos de sentir
orgullosos de ser y profesar el ser cristianos.
"Hace muchos, muchos años..." así empezaban los cuentos de antaño,
pero esto no es un cuento sino una tremenda y dolorosa realidad, los primeros
cristianos fueron perseguidos y martirizados de una y mil maneras de lo más
bárbaras e inhumanas: encarcelados, torturados, decapitados y así murieron los
primeros testigos de Cristo y después... una serie incontable de seres humanos,
a través de los siglos han derramado su sangre sobre la faz de la Tierra por
dar testimonio de su fe y por querer seguir con el mandato, que a todos nos
obliga y que Cristo nos dejó: ¡Id, por el mundo y predicar el Evangelio!
Se escondían en catacumbas para celebrar la Santa Misa y repartir la
Eucaristía, pero llenos de valor con la presencia del Espíritu Santo en sus
corazones, salían a dar evidencia, cumpliendo la petición que el Maestro les
dejara al partir, para reunirse ya resucitado, con su Padre.
Hoy, a muchos años de distancia, tanto como algo más de 20 siglos, seguimos
viendo que aquello que dijo Jesús:
Si el mundo os odia, sabed que a mi me ha odiado antes que a vosotros. Si
fueraís del mundo, el mundo amaría lo suyo ,porque yo al elegirlos os he sacado
del mundo, por eso os odia el mundo. Si a mi me han perseguido también os
perseguirán a vosotros. Pero todo esto lo harán por causa de mi nombre, porque
no conocen al que me ha enviado. E incluso llegará la hora en que todo el que
os mate piense que da culto a Dios. Y lo harán porque no han conocido ni al
Padre ni a mi. Os he dicho esto para cuando llegue la hora, os acordeís de que
yo ya os lo había dicho (Juan 15, 14-16) .
Y esto se hace verdad a través del tiempo y hasta nuestros días. El Santo Papa
Juan Pablo II llevó a los altares a muchos mártires mexicanos y a sacerdotes,
religiosas y laicos de la Guerra Civil española y del mundo entero.
Constante y tristemente nos llegan noticias, de cómo en algunas aldeas en
lejanos países mueren asesinados por defender la religión católica... La sangre
sigue y seguirá derramándose hasta el final de lo tiempos porque las palabras de
Cristo se cumplen.
Al Papa Francisco le duele el corazón y sufre por sus hijos, a nosotros, tan
lejanos de esa tierras, también.
Y no siempre se llega al extremo de derramamiento de sangre, porque gracias a
Dios, no en todo el mundo los seres humanos son perseguidos por su fe, pero de
una u otra forma, aunque se vive en naciones donde hay libertad de cultos, a
veces nos duelen las burlas y los comentarios de personas que nos tildan de
anticuados y "mochos" por nuestro modo de pensar y de vivir.
No nos acobardemos, no tengamos miedo, al contrario, nos hemos de sentir
orgullosos de ser y profesar el ser cristianos.
Y llenos de paz y de alegría recordemos siempre las palabras de Cristo al
decirnos:- Por todo aquel que se declare por mi ante los hombres, yo también
me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quién me
niegue ante los hombres, lo negaré yo también ante mi Padre que está en los
cielos. (Mateo 10, 32. Lucas, 12, 8-9.)
Autor: María Esther de Ariño
miércoles, 23 de julio de 2014
María Magdalena, la enamorada de Dios
El amor de María Magdalena a Cristo fue un amor total. "Para mí la
vida es Cristo"
Realmente nos encontramos en el Evangelio a un personaje muy especial del
que nos pareciera saberlo todo y del que casi no sabemos nada: María
Magdalena. Magdalena no es un apellido, sino un toponímico. Se trata de una
María de Magdala, ciudad situada al norte de Tiberíades. Sólo sabemos de ella
que Cristo la libró de siete demonios (Lc 8, 2) y que acompañaba a Cristo
formando parte de un grupo grande mujeres que le servían. Los momentos
culminantes de su vida fueron su presencia ante la Cruz de Cristo, junto a
María, y, sobre todo, el ser testigo directo y casi primero de la
Resurrección del Señor. A María Magdalena se le ha querido unir con la
pecadora pública que encontró a Cristo en casa de Simón el fariseo y con
María de Betania. No se puede afirmar esto y tampoco lo contrario, aunque
parece que María Magdalena es otra figura distintas a las anteriores. El
rostro de esta mujer en el Evangelio es, sin embargo, muy especial: era una
mujer enamorada de Cristo, dispuesta a todo por él, un ejemplo maravilloso de
fe en el Hijo de Dios. Todo parece que comenzó cuando Jesús sacó de ella
siete demonios, es decir, según el parecer de los entendidos, cuando Cristo
la curó de una grave enfermedad.
María Magdalena es un lucero rutilante en la ciencia del amor a Dios en la persona de Jesús. ¿Qué fue lo que a aquella mujer le hechizó en la persona de Cristo? ¿Por qué aquella mujer se convirtió de repente en una seguidora ardiente y fiel de Jesús? ¿Por qué para aquella mujer, tras la muerte de Cristo, todo se había acabado? María Magdalena se encontró con Cristo, después de que él le sacara aquellos "siete demonios". Es como si dijera que encontró el "todo", después de vivir en la "nada", en el "vacío". Y allí comenzó aquella historia. El amor de María Magdalena a Jesús fue un amor fiel, purificado en el sufrimiento y en el dolor. Cuando todos los apóstoles huyeron tras el prendimiento de Cristo, María Magdalena estuvo siempre a su lado, y así la encontramos de pié al lado de la Cruz. No fue un amor fácil. El amor llevó a María Magdalena a involucrarse en el fracaso de Cristo, a recibir sobre sí los insultos a Cristo, a compartir con él aquella muerte tan horrible en la cruz. Allí el amor de María Magdalena se hizo maduro, adulto, sólido. A quien Dios no le ha costado en la vida, difícilmente entenderá lo que es amarle. Amor y dolor son realidades que siempre van unidas, hasta el punto de que no pueden existir la una sin la otra. El amor de María Magdalena a Cristo fue un amor total. "Para mí la vida es Cristo", repetiría después otro de los grandes enamorados de Cristo. Comprobamos este amor en aquella escena tan bella de María Magdalena junto al sepulcro vacío. Está hundida porque le han quitado al Maestro y no sabe dónde lo han puesto. La muerte de Cristo fue para María un golpe terrible. Para ella la vida sin Cristo ya no tenía sentido. Por ello, el Resucitado va enseguida a rescatarla. Se trata seguro de una de las primeras apariciones de Cristo. Era tan profundo su amor que ella no podía concebir una vida sin aquella presencia que daba sentido a todo su ser y a todas sus aspiraciones en esta vida. Tras constatar que ha resucitado se lanza a sus pies con el fin de agarrarse a ellos e impedir que el Señor vuelva a salir de su vida. El amor de María Magdalena a Cristo fue un amor de entrega y servicio. Nos dice el Evangelio que María Magdalena formaba parte de aquel grupo de mujeres que seguía y servía a Cristo. El amor la había convertido a esta mujer en una servidora entregada, alegre y generosa. Servir a quien se ama no es una carga, es un honor. El amor siempre exige entrega real, porque el amor no son palabras solo, sino hechos y hechos verdaderos. Un amor no acompañado de obras es falso. Hay quienes dicen "Señor, Señor, pero después no hacen lo que se les pide". María Magdalena no sólo servía a Cristo, sino que encontraba gusto y alegría en aquel servicio. Era para ella, una mujer tal vez pecadora antes, un privilegio haber sido elegida para servir al Señor. El amor de María Magdalena a Cristo constituye para nosotros una lección viva y clarividente de lo que debe ser nuestro amor a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo, a la Trinidad. Hay que despojar el amor de contenidos vacíos y vivirlo más radicalmente. Hay que relacionar más lo que hacemos y por qué lo hacemos con el amor a Dios. No debemos olvidar que al fin y al cabo nuestro amor a Dios más que sentimientos son obras y obras reales. El lenguaje de nuestro amor a Dios está en lo que hacemos por Él. En primer lugar, podemos vivir el amor a Dios en una vida intensa y profunda de oración, que abarca tanto los sacramentos como la oración misma, además de vivir en la presencia de Dios. En estos momentos además nuestra relación con Dios ha de ser íntima, cordial, cálida. Hay que procurar conectar con Dios como persona, como amigo, como confidente. Hay que gozar de las cosas de Dios; hay que sentirse tristes sin las cosas de Dios; hay que llegar a sentir necesarias las cosas de Dios. En segundo lugar, tenemos que vivir el amor a Dios en la rectitud y coherencia de nuestros actos. Cada cosa que hagamos ha de ser un monumento a su amor. Toda nuestra vida desde que los levantamos hasta que nos acostamos ha de ser en su honor y gloria. No podemos separar nuestra vida diaria con sus pequeñeces y grandezas del amor a Dios. No tenemos más que ofrecerle a Dios. Ahí radica precisamente la grandeza de Dios que acoge con infinito cariño esas obras tan pequeñas. De todas formas la verdad del amor siempre está en lo pequeño, porque lo pequeño es posible, es cotidiano, es frecuente. Las cosas grandes no siempre están al alcance de todos. Además el que es fiel en lo pequeño, lo será en lo mucho. Y en tercer lugar, tenemos que vivir el amor a Dios en la entrega real y veraz al prójimo por Él. "Si alguno dice: Yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no pude amar a Dios a quien no ve" (1 Jn 4,20). El amor a Dios en el prójimo es difícil, pero es muchas veces el más veraz. Hay que saber que se está amando a Dios cuando se dice NO al egoísmo, al rencor, al odio, a la calumnia, a la crítica, a la acepción de personas, al juicio temerario, al desprecio, a la indiferencia, a etiquetar a los demás; y cuando se dice SÍ a la bondad, a la generosidad, a la mansedumbre, al sacrificio, al respeto, a la amistad, a la comprensión, al buen hablar. La caridad con el prójimo va íntimamente ligada a la caridad hacia Dios. Es una expresión real del amor a Dios.
Autor: Juan J. Ferrán, L.C
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martes, 22 de julio de 2014
El pecado trampolín para la santidad
Un pecado nos apena porque ofendimos a Dios, porque pisoteamos nuestra
conciencia, porque dañamos a otros.
Un pecado nos apena. Porque ofendimos a Dios, porque pisoteamos nuestra
conciencia, porque dañamos a otros (aunque no nos demos cuenta), porque herimos
a la Iglesia.
Desde esa pena, si tenemos confianza y nos abrimos a la gracia divina, surge el
arrepentimiento. Llega la hora de pedir perdón. Entonces acudiremos al
sacramento de la confesión, y tomaremos un generoso propósito de enmienda.
Pero a veces el pecado deja en nuestras almas la idea de que ya no podemos ser
santos. Quizá habíamos trabajado por un tiempo para evitar un pecado, para
extirpar una mala tendencia y para ser más buenos. Un momento de rabia, un
pacto con el placer, una ambición que nos impidió ayudar a un pobre, y un nuevo
pecado apareció en nuestras vidas: ¡otra vez caímos!
Se insinúa en nuestro interior una voz engañosa: la santidad no es para ti, no
vas a poder, el mal siempre acaba por imponerse en tu alma, eres demasiado
frágil...
Esa voz puede surgir desde el orgullo herido: pensábamos que aquel defecto ya
estaba superado, y de repente renace con una fuerza que confunde y entristece.
O puede surgir desde el demonio, experto en desalentar y mentir, hasta el punto
de insinuar que ni siquiera Dios puede perdonarnos.
Necesitamos romper con ese orgullo destructor y cerrar los oídos a la voz del
diablo. Porque para el cristiano el pecado no es nunca algo irremediable.
Existe la gracia, existe la misericordia, existe un Dios Padre que envió a su
Hijo y derramó el Espíritu Santo.
Entonces es posible algo maravilloso: ese pecado que para muchos parece un
obstáculo para la santidad se convierte en un medio que nos conduce a ella.
¿Cómo? Porque nos hace humildes, nos acerca a Dios, nos permite acoger su
misericordia.
Se hace realidad aquella maravillosa idea que expresó san Pablo desde la experiencia
de su propia vida: "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia"
(Rm 5,20). O lo que dijo en otro de sus textos: "cuando estoy débil,
entonces es cuando soy fuerte" (2Co 12,10).
De esta manera, el pecado se convierte en un auténtico trampolín para la
santidad. No porque sea un medio para mejorar (nunca hemos de escoger el pecado
en sí mismo), sino porque Dios es tan bueno que se vuelca con un cariño inmenso
sobre el pecador arrepentido.
He pecado, lo confieso con pena. Acudo a Dios, acojo su perdón, me dejo guiar
por su gracia. Entonces se produce el milagro: brilla la esperanza, la santidad
está más cerca, y hay banquete de fiesta en el Reino de los cielos...
Autor: P. Fernando Pascual LC
lunes, 21 de julio de 2014
Aunque no seas un gran artista, deja huella en la historia
Depende de tu confianza en Dios y de tu empeño en ser digno instrumento en
la manos del Gran Artesano.
Todos los hombres tenemos algo de artistas; no seremos muy reconocidos, ni
haremos grandes obras de arte, pero cada uno de los hombres tiene una
encomienda especial del Gran Artista Dios. Él, en su sabiduría infinita, hace
que nuestra propia existencia sea una obra maestra y depende de nosotros que se
vaya realizando día a día. Por eso, toma atención, que aunque no lo creas, eres
el único que puede ayudar a Dios a hacer de tu vida una obra de arte.
Aunque no escribas libros, eres el escritor de tu vida.
Aunque no seas Miguel Ángel, puedes hacer de tu vida una obra maestra.
Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras, tu existencia puede transformarse
en un film de suspenso y acción con Dios de productor.
Aunque cantes desafinado, tu existencia puede ser una sentida canción, que
cualquier afamado compositor envidiaría.
Aunque no entiendas de música, tu vida puede ser una magnífica sinfonía que los
clásicos respetarían.
Aunque no hayas estudiado en una escuela de comunicaciones, tu vida puede
transformarse en un reportaje modelo.
Aunque no tengas gran cultura, puedes cultivar la sabiduría de un buen vivir.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración llena de
buenos frutos.
Aunque tengas cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de
espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede
sonreír.
Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas y de las
incomprensiones, tus labios pueden agradecer.
Aunque las lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar.
Aunque no lo comprendas, en el cielo tienes reservado un lugar.
Todo, todo... depende de tu confianza en Dios y de tu empeño en SER digno
instrumento en la manos de este Gran Artesano que solo busca lo mejor para
nosotros. Pon tu vida, aspiraciones, anhelos en las manos de Dios, Él nunca te
defraudará.
Autor: P. Dennis Doren LC
domingo, 20 de julio de 2014
María y una pregunta de Jesús...
¿Quién es mi Madre? Pues, la que hizo la Voluntad de mi Padre y si queréis
ser realmente mi hermano, mi hermana y mi madre, debes hacerte, hijo de esta
Madre.
Madre, en la Misa de hoy se ha leído una parte del Evangelio que mucho me
cuesta comprender... y me quedo mirando tu imagen, buscando en ti las palabras
que no hallo.
Más, Tu siempre eres respuesta a tus hijos cuando la búsqueda es sincera, llena
de amor y confianza..
- Ven, hija- y te sigo... ya se hace costumbre al alma el seguirte,
porque siempre tu compañía me deja mejor trazado el camino hacia Tu Hijo...
Llegamos a Cafarnaúm. Jesús está en casa. Se ha juntado tanta gente que ni
siquiera puede comer.
Nos acercamos sin entrar. Nos quedamos junto a la puerta. Allí también se
hallan los primos de Jesús (la palabra "hermano", en hebreo, abarca a
los primos y parientes)
La gente reparó en ti. Es que tu presencia jamás pasa inadvertida para tus
hijos.
La Llena de Gracia, la que ganó por humildad los más grandes regalos de amor
del Padre.
La Llena de gracia y en la puerta... esperando, sin hacer ostentación de tus
privilegios de Madre.
Y Jesús te ve... y saca de tu presencia una profunda enseñanza...
Le dice la gente "Tu Madre y tus hermanos te buscan, ahí afuera"
La escena es clara, la distancia prudente...
Y Jesús nos habla entonces acerca de ti...
- ¿Quién es mi Madre?- Y sus ojos brillan de manera especial... como
haciendo eco a esta pregunta, como diciendo:
- ¿Sabéis vosotros quién es, realmente, esa simple mujer que todos conocen?
¿Sabéis acaso que Ella está en el Corazón del Padre desde antes de la Creación
del mundo? ¿Sabéis que sólo en Ella hallé mi complacencia para venir del Padre
hasta vosotros? ¿Conocéis que los días que habité en su purísimo vientre fueron
los más serenos, los más parecidos a la Mansión del Padre de donde venía?
- ¿Quién es mi Madre?-repite tu Hijo, María, y veo tu mirada baja, humilde,
sencilla...
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, sentados esperando una
palabra, un camino... si, Tu Hijo, Madre, les habla a los que se acercan a El y
allí se quedan, en espera, Tu Hijo les muestra el camino. El camino que Tú has
recorrido...
- Pues, la que hizo la Voluntad de mi Padre (y Jesús volvió a escuchar en su
Corazón tus palabras de la Anunciación "Hágase en mi Su Voluntad") y
si queréis ser realmente mi hermano, mi hermana y mi madre, debéis haceros, en
vuestro corazón, hijos de esta Madre...
Extiendes tu Mano, Madrecita, buscando la mía, como siempre, como cada día aún
cuando no lo noto, más aún cuando te creo ausente...
Miro a Jesús a los ojos y mi corazón susurra un "gracias" tembloroso
y emocionado, un silencioso "gracias"" que Jesús escucha en las
profundidades de mi alma...
Y me dejo llevar por Ti, María, para aprender, en Tu Corazón, el camino de la
Voluntad del Padre...
Amiga mía, amigo mío que lees estas líneas. María tiende hacia ti su Mano. Tómala
confiado, que Ella te llevará por un camino corto, perfecto, fácil y seguro,
donde Jesús te espera para decirte "hermana mía, hermano mío"
Autor: Marír Susana Ratero
sábado, 19 de julio de 2014
Dichosos los que saben vivir
Dichosos cuando sepan reconocer al Señor
en todo los que se encuentran: habrán logrado la verdadera luz y sabiduría.
Nuestra vida muchas veces va perdiendo el brillo. Los acontecimientos, las
circunstancias, más que ayudarnos a crecer, en vez de ser oportunidades de
maduración para nuestra persona, nos limitan, nos hacen sufrir y por lo tanto
los rechazamos.
Toma la vida con filosofía, aprende de ella y sácale el jugo, exprime de forma
positiva todo lo que Dios permite y así serás una persona feliz y dichosa.
DICHOSOS los que saben reírse de sí mismos, porque no
terminarán nunca de divertirse.
DICHOSOS los que saben distinguir una montaña de una piedra,
porque se evitarán muchos inconvenientes.
DICHOSOS los que saben descansar y dormir sin buscarse
excusas: llegarán a ser sabios.
DICHOSOS los que saben escuchar y callar: aprenderán cosas
nuevas.
DICHOSOS los que son suficientemente inteligentes como para
no tomarse en serio: serán apreciados por sus vecinos.
DICHOSOS los que están atentos a las exigencias de los
demás, sin sentirse indispensables: serán fuente de alegría.
DICHOSOS ustedes cuando sepan mirar seriamente a las cosas
pequeñas y tranquilamente a las cosas importantes: llegarán lejos en esta vida.
DICHOSOS ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar
un desaire: vuestro camino estará lleno de sol.
DICHOSOS ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia
las actitudes de los demás, aún contra las apariencias: serán tomados por
ingenuos, pero es el precio justo de la caridad.
DICHOSOS los que piensan antes de actuar y rezan antes de
pensar: evitarán muchas tonterías.
DICHOSOS ustedes sobre todo cuando sepan reconocer al Señor
en todo los que se encuentran: habrán logrado la verdadera luz y sabiduría.
Con estos consejos, Santo Tomás Moro nos da algunas pautas de cómo vivir
nuestro breve paso por esta tierra llevando un mensaje, unas actitudes y un
modo de ser algo diferente de lo que hoy nuestra sociedad contemporánea nos
ofrece.
Marca tú la diferencia, y enséñanos con tu ejemplo a vivir...
viernes, 18 de julio de 2014
¿Me estoy haciendo viejo?
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¡Cuántos personajes, cuántos seres queridos, de repente, han comenzado a
desfilar en la pantalla de mi corazón!
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Revisando algunos cajones, he dado con este pensamiento. En la misma página
aparecía un abuelo fumando en pipa. De sus frente cuelgan los años en arrugas.
Su mirada es cansina, pero segura. Por momentos me parecía el protagonista de
“El viejo y el mar”.
No me he podido resistir y he soltado en mi interior las palomas de los
recuerdos. ¡Cuántos personajes, cuántos seres queridos, de repente, han
comenzado a desfilar en la pantalla de mi corazón! Y es que me parece un canto
a la juventud fresca de nuestros mayores. Léelo despacio, con bastón, si lo
necesitas. Percibirás una mirada más profunda, más luminosa de esa etapa final
de la existencia terrestre. Son líneas de ilusión y de esperanza.
Me dicen que me estoy
haciendo viejo:
les diré que no es así.
La “casa” en que vivo,
ya sé, se está
deteriorando.
Eso ya lo sé.
Es que hace mucho
tiempo que la habito.
Ha pasado conmigo
muchas tormentas.
Ya está algo débil.
El techo está
cambiando de color.
Las ventanas ya están
un poco empañadas:
ya no se ve bien
hacia afuera.
Las paredes se sienten
débiles, quebradizas:
es que los cimientos ya
no están tan sólidos
como hace unos
cuantos años.
Mi “morada” se ha
vuelto temblorosa,
la estremecen el frío
del invierno, las noches
sin sueño.
Siento que estoy en
plena juventud,
ya que la Eternidad está
a un paso de mí,
una vida llena de vida,
sin posibilidad
de tristezas que
envejecen,
sin ausencias que nos
sacan canas,
sin dolor que atenta
contra la verticalidad
de nuestra existencia.
La Eternidad está a un
paso de mí.
Sin embargo mi “casa”
no soy todo yo.
Mis años, transcurridos
velozmente,
no me pueden hacer
viejo a mí,
alma siempre joven,
lozana y alegre.
Una inacabable vida de
gozo y de verdad.
Yo viviré allá
para siempre,
amando sin temor
de perder el Amor.
Y el Amor es la Vida:
¡que siga la vida!
¿Y decían que me
estoy haciendo viejo?
El que habita en mi
pequeña “casa”
está joven, lleno de luz
y de alegría,
principiando
justamente una vida
que durará, durará,
durará...
Ustedes solamente me ven
por fuera
y me repiten lo que
todos dicen:
anciano arrugado,
cabizbajo, trémulo,
lento...
Parece que se terminan
los horizontes.
No confundan mi
“casa” con lo que soy yo,
conmigo:
un nuevo amanecer,
horizonte con luz
indeficiente,
cielo de azul
indeclinable.
¡Que siga la vida!
¿Todavía dicen que me
estoy haciendo viejo?
Autor: Marcelino de Andrés, L. C. y Juan Pablo Ledesma, L. C
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