"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 27 de agosto de 2017

¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?

Papa Francisco en el Ángelus. La piedra fundamental es Cristo; mientras Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia. 24 julio 2014

Queridos hermanos y hermas ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Mt 16, 13-20) es el célebre pasaje, central en el relato de Mateo, en el que Simón, en nombre de los Doce, profesa su fe en Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo»; y Jesús llama «bienaventurado» a Simón por su fe, reconociendo en ella un don, un don especial del Padre, y le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

Detengámonos un momento precisamente en este punto, sobre el hecho de que Jesús atribuye a Simón este nuevo nombre: “Pedro”, que en la lengua de Jesús suena “Cefas”, una palabra que significa “piedra”. En la Biblia este nombre, este término, “piedra”, está referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto.

Jesús siente en su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe “fiable”, sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es decir, todos nosotros. Todos nosotros.

Jesús tiene el propósito de dar vida a “su” Iglesia, un pueblo fundado ya no en su descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una relación de amor y de confianza. Nuestra relación con Jesús edifica la Iglesia. Y, por tanto, para iniciar su Iglesia, Jesús tiene necesidad de encontrar en los discípulos una fe sólida, una fe “de confianza”. Esto es lo que Él debe verificar en este punto del camino. Y por eso formula la pregunta.

El Señor tiene en su mente la imagen del construir, la imagen de la comunidad como edificio. He aquí porqué, cuando siente la profesión de fe genuina de Simón, lo llama “piedra”, y manifiesta la intención de construir su Iglesia sobre esta fe.

Hermanos y hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede también en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios vivo.

El Evangelio de hoy también interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe? Cada uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo? Nos hará bien en la jornada de hoy pensar en esto.

Si el Señor encuentra en nuestro corazón una fe, no digo perfecta, pero sincera, genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales construir su comunidad. De esta comunidad, la piedra fundamental es Cristo, piedra angular y única. Por su parte, Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia; pero cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy, en todas partes del mundo.

También en nuestros días «mucha gente» piensa que Jesús es un gran profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia… Y también hoy Jesús pregunta a sus discípulos, es decir a nosotros, a todos nosotros: «¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?». ¿Un profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia? ¿Qué responderemos nosotros?

Pensemos en esto. Pero sobre todo, oremos a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Ésta es una confesión de fe. Éste es precisamente el Credo. Pero podemos repetirlo tres veces todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va 





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sábado, 26 de agosto de 2017

Los hijos no te dejan hacer nada… nada que no sea ser mejor

Ser madre no es un limitante por el contrario ser madre significa iniciar la aventura más grande como mujer,

Hace unos días llegó a mi Facebook el video. Es uno de esos que rápidamente se vuelven virales porque es fácil identificarse con la situación que presentan.
Cuando uno es mamá y ve algo así, se le enternece el corazón y automáticamente quiere compartirlo con el resto, en una suerte de reivindicar un rol que por sí mismo no necesitaría reivindicación alguna. Y es en esto que me quedé pensando luego de verlo.La reputación de la maternidad se ha venido a pique en los últimos años. Parece que ser mamá implicaría renunciar a los sueños propios, o peor, no tener más sueños, como si la maternidad en sí misma no constituyera un espacio de despliegue y realización personal.
Cuántas veces he escuchado decir: «No te cases tan pronto», «no tengas hijos antes de haber viajado por el mundo», «primero disfruta todo lo que puedas, después te casas y tienes hijos».  Y ahora que soy madre, no pocas veces esos pensamientos se me han colado cuando veo a alguien muy joven casarse o ser madre.
Poco a poco se han enquistado en nuestra mente una serie de ideas que nos van quitando las ganas de encontrarnos con un don que definitivamente cuesta, pero que es absolutamente maravilloso: la maternidad. Pareciera que el ser madre (y casarse) es algo tan nefasto que mejor hay que gastarse todos los cartuchos antes, para que “cuando nos encierren”, no arrepentirnos de nada.

¿Será que nuestras abuelas y madres lo pasaron tan mal con nosotros (sus hijos) que por eso nos recomiendan disfrutar de la vida antes de “echarse el nudo”? Me inclino por creer que por ese lado no va la cosa. Creo más bien que antes no habían las posibilidades y libertades que hay hoy en día para explorar profesiones y otras posibilidades de desarrollo personal además de la posibilidad de desarrollo natural e intrínseca de toda mujer en la maternidad.
También me inclino por pensar que a pesar del día de la Madre y de tantas canciones y tributos, la maternidad no es reconocida a tiempo. ¿Qué significa eso? Que mientras una ejecutiva en su trabajo recibe constantes felicitaciones, cartas de recomendación, aumento de sueldo y promociones. Las mamás que nos quedamos en casa sabemos que nuestra actividad es silenciosa y que esos reconocimientos vendrán, pero con el tiempo, o tal vez ni siquiera vengan… No es raro pues que de pronto la tristeza y el rencor muchas veces se apropien de nuestro corazón. Nos sentimos poco reconocidas y hasta relegadas, pareciera que nuestro trabajo vale poco y, ¿a quién culpamos? pues a la maternidad: «si estuviera soltera», «si no me hubiera casado tan joven», «quién me mandó…»
Es verdad que hay mamás muy exitosas también profesionalmente. Además hoy existen iniciativas muy buenas por reconocer el trabajo de las madres, pero aún hay un cierto camino por recorrer. Creo que la clave está en que las madres esperamos que, nuestros esposos, los padres de nuestros hijos, los hijos; y por qué no, también los abuelos, reconozcan nuestra labor y vean todo el sacrificio que hacemos.
Ser madre no es tarea fácil, más aún si se es madre sola. El apoyo del esposo, del padre, hace que la maternidad cobre el sentido que debe cobrar. Una maternidad sola es una injusticia para la madre y para el hijo y en este punto es importante que trabajemos juntos como comunidad. Ayudar a las parejas a entenderse mejor y apoyar a las madres que por distintas circunstancias enfrentan la maternidad de a uno es una labor que nos compete a todos desde donde nos encontremos.
Ser madre no es un limitante, no significa que la vida, la diversión, los viajes y la aventura terminaron, por el contrario ser madre significa iniciar la aventura más grande que como ser humano, como mujer, podrás iniciar. Pero es un aventura que necesita también de los demás.

«Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual. Pero la madre, aún siendo muy exaltada desde el punto de vista simbólico – tantas poesías, tantas cosas bellas que se dicen poéticamente de la madre – es poco escuchada y poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su rol central en la sociedad» (Papa Francisco – Audiencia General 07 de enero de 2015).

Por: Silvana Ramos





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viernes, 25 de agosto de 2017

El doble amor

El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y lo amarás

El Evangelio nos manifiesta la ley fundamental de nuestra vida cristiana: el amor a Dios y el amor al prójimo. Toda nuestra vida, cuando es realmente cristiana, está orientada hacia el amor. Sólo el amor hace grande y fecunda nuestra existencia y nos garantiza la salvación eterna.

Para los judíos, el primer mandamiento superaba infinitamente el segundo y se practicaba por separado de él. Tenían un sentido muy profundo de la trascendencia de Dios y de sus derechos. Jesucristo no niega el primer mandamiento, pero inquieta y rebela a sus correligionarios por la forma con que lo cumple: sirviendo al hombre.

Y si preguntamos a un cristiano ordinario: ¿Cuál es el gran mandamiento de Cristo, su mandamiento nuevo? No nos responderá: el amor a Dios. Sino que nos dirá: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Sin embargo, ese mandamiento no tiene nada de nuevo; se encuentra ya en el Antiguo Testamento.

¿En qué consiste, entonces, la novedad que Jesús imprime a estos antiguos mandamientos? Lo nuevo es que Cristo ha unido inseparablemente a estos dos mandamientos: El amor verdadero a Dios es un amor verdadero al hombre. Y todo amor auténtico al hombre es un amor auténtico a Dios.

Ésta es la gran novedad de la Encarnación. Ya no estamos divididos entre dos amores. Ya no tenemos por qué quitarle al hombre un poco de nuestro tiempo, de nuestro dinero, de nuestro corazón, para dárselo a Dios.

Dios no es un rival del hombre: Todo lo que se hace al más pequeño de los hombres, se le hace al mismo Dios. Por la Encarnación, Dios se ha hecho hombre, Dios se ha solidarizado con todos los hombres; Dios y el hombre son inseparables. La novedad del Evangelio es la divinización del hombre y la humanización de Dios.

Significa: la oración, el culto, el servicio a Dios no tienen ningún valor si no expresan y alimentan una caridad auténtica, es decir, un servicio práctico y directo al hombre. El signo en que se reconocerá que somos discípulos de Cristo es que amamos a nuestros hermanos.

Lo que pasa es que el amor a Dios separado del amor al hombre se presta a muchas ilusiones. Se puede creer en Dios y no amar a los hombres, como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano. O como los fariseos que creían servir a Dios cuando crucificaron a Jesús.

Recordemos también aquella palabra de San Juan: “El que dice que ama a Dios, a quien no ve, sin amar a su hermano, a quien ve, es un mentiroso” (1 Jn 4,20).

O pensemos en aquella impresionante visión del juicio final en el Evangelio de San Mateo.

El juicio final no se basará en la cantidad de nuestras comuniones, de nuestras misas dominicales, de nuestras prácticas religiosas, sino en nuestra conducta para con los hermanos. No seremos interrogados sobre lo que hemos hecho frente a Dios, sino sobre lo que hemos hecho frente a los demás.
El juez divino va a decir: “En verdad os digo que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

San Agustín, en una de sus epístolas, habla muy claramente en el mismo sentido: “La caridad fraterna es la única que distingue a los hijos de Dios de los hijos del diablo. Pueden todos hacer la señal de la cruz, responder amén, hacerse bautizar, entrar en la iglesia, edificar templos. Pero los hijos de Dios sólo se distinguen de los del diablo por la caridad. Puedes tener todo lo que quieras; si te falta el amor, de nada te vale todo lo demás.”

Los primeros cristianos se llamaban sencillamente hermanos. Tenían un solo corazón y una sola alma, nos aseguran los Hechos de los Apóstoles. Hasta los paganos exclamaban: “Mirad, como se aman”. Es el elogio mayor que se puede hacer de una comunidad cristiana.

Pero no sé si los paganos de hoy pudieran decir lo mismo de todos los cristianos. Sin embargo, el milagro que necesita nuestro tiempo, el milagro para el cual nuestro mundo está abierto, es el milagro del amor y de la fraternidad de los cristianos.

Queridos hermanos, que este milagro tan anhelado no fracase por falta o culpa nuestra.
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt






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jueves, 24 de agosto de 2017

Enseñemos a nuestros hijos a hacer oración

5 tips para enseñar a nuestros hijos a hacer oracion

Orar y rezar son cosas diferentes. Rezar es solo repetir palabras ya establecidas que nos ayudan a comunicarnos con Dios.
Pero orar es más que eso, es aprender a comunicarse con Dios de forma cotidiana y cercana.
A veces no es tan sencillo lograr esta comunicación y es muy importante que nuestros hijos sepan cómo hacerlo siguiendo muerto ejemplo por eso aquí les dejo 5Tips para enseñar a nuestros hijos a hacer oración.
PRIMERO. Que sientan a Dios cerca de su vida.
Si les presentamos a un Dios lejano que es inalcanzable y que está muy ocupado con tantas cosas importantes, nuestros hijos jamás sentirán la confianza de acercarse a él con su pequeños problemas.


Es necesario que ellos pequeños sientan a un Dios cercano y amoroso para que puedan dialogar con El.

Y que decir de nuestros hijos adolescentes que tienen tantas distracciones que el mundo les presenta y que sería más fácil la vida si tuvieran una relación cercana con Dios.
Por eso es bien importante enseñarles a que tengan respeto por Dios pero que lo sientan cercano y amoroso.
Con nuestros hijos lo logramos al hacerles sentir que Dios está en todos lados pero en especial dentro de su corazón y que por eso pueden hablar con El y contarle sus cosas.
SEGUNDO. Que tengan un lugar donde hacer oración.
Al principio les costará un poco de trabajo concentrarse para dialogar con Dios es por esto que es necesario un lugar en la casa que ellos identifiquen con claridad y que les de confianza para hacer oración.

Para esto podemos poner un pequeño altar en el centro de la casa o en el lugar más importante de ella para que los pequeñitos se acostumbren a hacer oración ahí.
Y poco a poco ellos comprenderán que Dios está con ellos siempre y que por eso pueden dialogar con El aún cuando vayan caminando o cuando se estén bañando.
La intención es lograr entablar la relación con Dios en ese lugar especial y después comprender que puede tener esta relación especial en cualquier lugar.
Cuando nuestros hijos eran pequeños les pusimos imágenes más amigables para ellos y ahora que están más grandes hemos puesto iconos que nos permiten entablar un dialogo con Dios.
TERCERO. Que comprendan que Dios está dentro de su corazón.
Este es el sigue te pasó en cuanto a la oración y es importante propiciar miembros para compartir con Dios lo que ha pasado en el día.

Cuando están pequeños nuestros hijos es necesario que nosotros los guiemos para lograr esta relación con Dios y conforme van creciendo puedan ellos seguir orando conforme a sus cualidades y necesidades.
Es importante comenzar lo antes posible a entablar está relación íntima con Dios porque entre más grandes son nuestros hijos cuesta más trabajo que confíen en Dios.
Si tus hijos ya son adolescentes y están peleados con Dios o no forma parte de su vida, no te preocupes, aún podemos incluirlos en las actividades que preparemos para fomentar la oración.
Seguro que al principio les costará mucho trabajo y hasta lo harán de mala gana, pero conforme se vaya abriendo el corazón a Dios será mejor.
CUARTO. Que aprendan algunas oraciones dependiendo de su edad.
Esto ayuda a que nuestros hijos aprendan a platicar con Dios por medio de algunas oraciones pequeñas y fáciles de entender de acuerdo a su edad.

Podemos comenzar con pequeñas jaculatorias y poco a poco ir agregando oraciones un poco más estructuradas y cercanas como la oración al Ángel de la guarda, el padre nuestro y el Ave María.
También podemos acudir a oraciones dirigidas a nuestros santos patronos y a los que les tenemos devoción de esta forma se podrá entablar una Comunicacion cercana y amorosa con ellos y con Dios.
Conforme se adentren en el mundo espiritual y sus encantos, necesitarán menos de estás oraciones y mucho más del diálogo con Dios.
QUINTO. Que aprendan a contarle a Dios sus cosas y confiar en El.
Es importante que nosotros les ayudemos al pedirles que ofrezcan sus trabajos del día o sus enojos o sus alegrías, de esta forma nuestros hijos se acostumbraran a que Dios tenga un lugar importante en su vida.

Si tú tienes un amigo buscas estar en contacto con el y contarle tus cosas, pues eso precisamente debe ser Dios para nuestros hijos, un amigo al que le puede contar todo y en el que pueden confiar ya que siempre está para ayudarles y aconsejarles.
Si logramos que tengan está relación desee pequeños, les estamos dando el mejor regalo en este mundo porque les estamos abriendo las puertas de una vida espiritual y una relación cercana y amorosa con Dios.
Por: Silvia del Valle | Fuente: www.tipsmama5hijos.com 

 





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miércoles, 23 de agosto de 2017

Por qué soy Católico

Yo soy católico porque es la única Iglesia que me ofrece a Cristo como Pan de Vida.

...PORQUE SOY CATOLICO...

"Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre." Efesios 4,4-5


LA FE VALE MAS QUE EL ORO.

La fe vale más que el oro. Por ello, si dudas, cerciórate antes; si estás cierto, compártela; si la perdiste, recupérala.

Yo antes era católico pero ahora soy...

Yo no apruebo, pero respeto tu decisión de cambiar la fe que Dios te dio por la que a ti te gusta. Pero permíteme decirte al menos, por qué soy católico, y por qué quiero seguirlo siendo.


1. Yo soy católico porque es la Iglesia que Cristo fundó.

¡Así de fácil y así de sencillo! Todo lo que hace Cristo, lo hace para nuestra salvación. Si Cristo fundó una Iglesia, lo hizo para salvarnos, y todos debemos adherirnos a ella. (Lumen Gentium n. 14). Si Cristo no fundó ninguna, entonces todas las iglesias son falsas y no debemos pertenecer a ninguna.

Por ello, a pesar de que reconocemos los muchos elementos de santidad y verdad en otras iglesias, para el católico no tiene sentido ni razón el dejar la Iglesia de Cristo para pasarse a otra fundada por un hombre, por más inteligente y famoso que éste sea.

Cristo nuestro único Salvador instituyó a su Iglesia Santa... Esta única Iglesia subsiste en la Iglesia católica. (Lumen Gentium n. 8).
Esto es lógico, si hay un único Salvador, debe haber una única Iglesia. Yo respeto y reconozco las muchas cosas buenas que hay en otras iglesias cristianas pero yo quiero vivir y morir en la Iglesia que Cristo fundó.


2. Yo soy católico porque mi Iglesia es una familia.

Hay quien afirma: "Yo soy Cristiano de la Biblia y no necesito de la Iglesia". Pero esto es un error, porque ser cristiano es vivir en comunión con los demás, Dios quiere que nos ayudemos unos a otros en
el camino de salvación.

Yahvé‚ mandó construir una barca a No‚ y se salvaron todos los que estaban dentro. Lee: 1 Pedro 3, 21 No‚ se salvo en familia. Por eso la barca es símbolo de la Iglesia.

Los israelitas se salvaron juntos, con Moisés como su jefe y guía. La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios. Si tú crees que puedes recorrer solo el desierto usando como mapa tu propia interpretación de la Biblia, no culpes a Dios si te pierdes. Lee: CIC = Catecismo de la Iglesia Católica, 781 ss.
Por eso Cristo no escribió un libro, sino fundó una Iglesia. (CIC 108).
Por eso S. Pablo no llama a la Iglesia "club de Jesús", sino "cuerpo de Cristo" para que entiendas que al separarte de su Iglesia te separas de Cristo. Lee: Juan 15, 1-6.


3. Yo soy católico porque en la Iglesia conozco con certeza y totalidad la doctrina de Cristo.

Cristo mandó a sus apóstoles enseñar toda su doctrina, a todos, todo el tiempo. Lee: Mateo 28, 16-20. Y a nosotros escucharles a ellos:
"quien a vosotros oye a mi me oye, quien a vosotros rechaza a mí me rechaza". Lee: Lucas 10,16.

Hoy hay muchos que predican a Cristo, y como S. Pablo nos alegramos, pero nosotros queremos escuchar sólo a quienes Cristo envió. Estos son los apóstoles y sus legítimos sucesores. Estudia: Lumen Gentium n. 8.


4. Mi Iglesia es la Casa de Dios.

Yo conozco iglesias protestantes muy grandes y bonitas y ahí Cristo puede hacerse presente si se reúnen en su nombre. Mateo 18,20... Pero no las cambio por la silenciosa, pobre y pequeña iglesia de mi pueblo, porque ahí está Cristo realmente presente, bajo las especies Eucarísticas. Lee: Sacrosantum Concilium n.14. Ahí puedo hablar con Dios como con un amigo. Lee: Éxodo 33,11.

Hay quien dice que todas las iglesias son iguales y es verdad, pero sólo por fuera. Por dentro, en mi Iglesia siempre está la lámpara encendida en el santuario, símbolo de la presencia de Dios. Lee: 1 Samuel 3,3. Con razón dice S. Pablo que la Iglesia es la casa de Dios vivo. Lee: 1 Timoteo 3,15. Yo no estoy dispuesto a dejar la casa de Dios para irme a la casa del vecino.


5. Yo soy católico porque es la única Iglesia que me ofrece a Cristo como Pan de Vida.

Yo no quiero que Cristo me reproche a mi: "Vosotros escudriñéis las Escrituras...pero no queréis venir a mí para tener vida." Lee: Juan 5,39-40. Él me invita: "Yo soy el pan de vida,... el que viene a mí no lo echaré fuera". Lee: Juan 6, 34 y 37.

Todas las iglesias cristianas escudriñan las Escrituras, es verdad, pero sólo la Iglesia Católica me ofrece a Cristo: el Pan de Vida eterna. Lee: Juan 6, 55-58.

Si Cristo me dejó la Eucaristía como memorial de su amor, ¿cómo me voy a olvidar de su amor? Lee: CIC 1380.

No hay duda que en todas las iglesias se predican cosas bonitas de Cristo, pero ¿qué me pueden dar a cambio de recibir en mi corazón a Cristo realmente presente en la Eucaristía?


6. Yo soy católico por que Cristo me encomendó a su Madre.

El discípulo amado al pie de la cruz representaba a todos los cristianos. Si Cristo me dice: "Ahí tienes a tu Madre" ¿Cómo me voy a ir a una iglesia que me dice: "No, María no es tu madre"? Si S. Juan se la llevó a su casa ¿cómo me voy a ir a otra iglesia que ni siquiera me deja tener un cuadro de María?


7. Yo soy católico por amor a la Verdad.

Según el principio protestante de la interpretación privada de la Escritura, cada quien puede enseñar su opinión. Yo respeto la opinión de los demás, pero Cristo es la Verdad y no la opinión. La opinión lleva a la confusión y división, la verdad a la unidad y certeza.

Cristo erigió a su Iglesia como columna y fundamento de la verdad. Lee: 1 Timoteo 3,15. Por eso "La Iglesia Católica es la maestra de la verdad, y su misión es exponer y enseñar automáticamente la Verdad que es Cristo." (Dignitatis Humanae n. 14).

Nosotros no negamos que en otras iglesias cristianas haya muchos elementos de verdad. Un trozo de espejo puede muy bien reflejar la luz del sol, pero no por eso voy a dejar al sol para quedarme con su reflejo.


8. Yo soy católico porque me entusiasma el testimonio de sus santos, el heroísmo de sus mártires, la multitud de sus vírgenes, el celo de sus predicadores, el ardor de sus misioneros.

Hay quien pretende confundirnos mencionando los malos Papas, los malos sacerdotes, la Inquisición, etc. Yo les respondo así: "A mí enséñame una Iglesia que tenga más mártires que hayan dado su vida por Cristo, más misioneros que hayan predicado el Evangelio, más mujeres consagradas al servicio de los más pobres, y yo me voy con ella". Su silencio es elocuente.

Sí, es en la Iglesia Católica donde yo veo el poder de Cristo más fuerte, la gracia de Cristo más abundante, su santidad meas atractiva, su caridad más eficiente, por eso soy y quiero seguir siendo católico.


9. Yo soy católico porque a Cristo no le gustan las divisiones y quiere que todos unidos formemos un solo rebaño bajo un solo pastor.

Jesucristo quiere la unidad. Lee: Juan 17,21. El sectario primero siembra duda y desconfianza, después corta y separa, y por ultimo acapara.

Jesucristo quiere que en su Iglesia haya un solo rebaño y un solo pastor. Lee: Juan 10,16. Cristo desea que estemos unidos y no divididos en multitud de iglesias al gusto del consumidor. Lee: CIC820.

Los apóstoles nos exhortan a la unidad. ´Un solo cuerpo y no miembros divididos, un solo Espíritu y no muchos espíritus, una sola esperanza, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre. Lee: Efesios 4,4.

Hay algunos cristianos que dicen que ellos sólo aceptan la Biblia, y se auto nombran pastores con derecho a formar su propio rebaño, fundar su propia esperanza, inventar su propia fe y establecer su propio bautismo y, en definitiva, no aceptan otro señor que el de su propia razón y juicio para interpretar la Biblia.


10. Porque mis padres me bautizaron.

Yo soy católico porque mis padres me bautizaron, es verdad, y no me avergüenzo, porque un padre quiere siempre lo mejor para sus hijos. A otros les heredan dinero, a mi me heredaron la fe, y no la cambio por todo el oro del mundo.


11. Soy católico por la gracia de Dios.

La fe católica es un talento que Dios te dio y te va a pedir cuentas de él. Tú eres culpable si lo pierdes por tu negligencia. Lee: Mateo 25, 24-28. Por eso dice Jesús: "El que perseverare hasta el fin, se salvará." Lee: Mateo 10,22.

El Papa lo decía hace poco con estas palabras: "La enseñanza de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos,... se opone a la doctrina de la Iglesia católica; por eso, la adhesión a ellos significaría renegar de la fe en que habéis sido bautizados y educados". (J. Pablo II al Emigrante).

Si la fe es un talento de Dios, entonces tengo el compromiso de conservar, fortalecer y multiplicar mi fe evangelizando a los demás. Esto me ayuda además, a entender que no basta tener argumentos, es necesaria la luz de Dios para acercar a otros a la fe. Por ello te voy a dar varios consejos:

• Estudia tu fe. La Iglesia Católica no tiene miedo de la verdad, lo único que teme es la ignorancia.

Martín vendía piedras del desierto para coleccionistas. Un día, un geólogo entró a su tienda para comprar un recuerdo para sus hijos. Tomó una que le llamó la atención y preguntó: "¿Cuánto vale esta?" - "Todas valen 20 dólares, pero como esa no es muy bonita se la dejo en 10". El cliente pagó el precio y de ahí se dirigió al Banco a depositarla: Era un zafiro en bruto que valía meas de un millón de dólares, pero Martín ignoraba su valor.

• Practícala. Muchos cambian su fe porque nunca la practicaron. La fe no entusiasma sino al que la vive.

En esa misma línea el Papa decía hace poco: "Uno de los motivos que pueden llevar a acoger las proposiciones de esos nuevos movimientos religiosos es la poca coherencia con que algunos cristianos viven su compromiso cristiano, y también el deseo de una vida cristiana más fervorosa, que se espera experimentar en determinada secta, cuando la comunidad que se frecuenta está poco comprometida.

Pero se trata de un engaño. Del malestar interior antes mencionado, se sale mediante una verdadera conversión interior, según el evangelio y no afiliándose irreflexivamente a esa clase de grupos". (J. Pablo II, Jornada Mundial del Emigrante).

• Compártela. La fe se fortalece dándola.

La fuerza de las sectas está en el silencio y en la inacción de los católicos. La verdad no necesita ni de gritos ni de alharacas, se impone por sí misma, basta predicarla con claridad y vigor. Cumple tu deber de evangelizar repartiendo los folletos de Fe y Evangelio y ora antes de hacerlo para que Cristo bendiga tu trabajo.


EL CONCILIO NOS HABLA.


El Concilio reconoce que fuera de la Iglesia Católica se encuentran muchos elementos de santidad y verdad, y nos sentimos unidos a esos hermanos en Cristo (Lumen Gentium n. 8). Pero con igual firmeza afirma que la plenitud de gracia y de verdad fue confiada a la Iglesia Católica, y a esta Iglesia el Señor confió todos los bienes de la Nueva Alianza (Unitatis Redintegratio n. 3).

Todos enseñan verdades, unos menos, otros m s, pero la Iglesia Católica es la que me guía a toda la verdad (Lumen Gentium n. 4).
Ella, por voluntad de Cristo, es maestra de la verdad (Dignitatis Humanae n. 14).

La Iglesia reconoce que hay muchos que honran la Sagrada Escritura como norma de fe y vida (Lumen Gentium n. 15), pero afirma que a esa Escritura va unida la Tradición y el Magisterio de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. (Dei Verbum n. 10).

Como las grandes obras maestras, a la Iglesia de Cristo todos la imitan, pero ninguno la iguala ni supera, porque es obra de Cristo.


...ORACION...

Señor Jesús, no dejes que los cuervos de la duda se coman la semilla de la fe que Tú plantaste en mi corazón; ni sea ahogada por las espinas de mis propias pasiones, sino que a través del estudio y del testimonio, eche raíces en mi corazón y da mucho fruto. Amen.

Por: Hombre Nuevo | Fuente: Hombre Nuevo 





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martes, 22 de agosto de 2017

La Familia

La familia es el lugar donde Dios viene al mundo al encuentro con los hombres.

Núcleo y base de la sociedad


La familia se define como “la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida” 1. El Papa Francisco nos dice: “Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas, sus esfuerzos repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la entera sociedad.”  La ideología del género y la cultura del descarte, propone nuevas definiciones de familia, haciendo que las nuevas generaciones cuestionen su verdadero rol en la sociedad. Por esto, es de vital importancia trabajar en la formación de familias con bases sólidas y éticas donde el concepto quede claro para cada uno de sus miembros.
En primer lugar, la familia, es un microcosmo de la sociedad en general. Es la “sociedad natural”, donde, a pesar de no estar basada en reglas jurídicas, es un conjunto de personas que se relacionan entre si con un propósito común. Para los católicos, la familia es “la iglesia doméstica”2, en la cual se nos da la oportunidad de formar con valores, ética y sentido a la vida. Resulta evidente que, si la sociedad actual se concentrara en formar familias con respeto y valor a la dignidad, hoy no tendríamos que defender lo obvio.
En segunda instancia, el concepto es claro al definir que la familia es entre “hombre y mujer”. La familia está fundada sobre la unión íntima de vida que es el matrimonio, complemento entre un hombre y una mujer, lazo indisoluble, libremente contraído, públicamente aceptado, y que está abierta a la transmisión de la vida. 3  Varias razones se dan para esto, sin embargo, entre el más importante encontramos la complementariedad que existe entre los dos sexos. Tanto de manera genética como emocional, ambos sexos poseen características diferentes que los hacen unirse de manera más personal por el anhelo de conocer más de lo que tiene el otro. Físicamente, el acto sexual que se realiza entre el hombre y la mujer es el único meramente biológico que no solo permite la perpetuación de nuestra especie, sino también la demostración más grande de que nuestra naturaleza fue diseñada para complementarse entre sí.
Según San Agustín, el amor es desear el bien del otro. La familia es el lugar donde Dios viene al mundo al encuentro con los hombres. Mediante la comunión entre personas es donde se aprende el valor de amar y ser amado.  Iniciar una vida matrimonial es, por tanto, un “llamado al don de sí, en el amor”.  Es un esfuerzo enorme, donde dos personas ajenas, inician un camino en común deseando el bien del otro.  El hombre, al ser imagen y semejanza de Dios, ha sido creado para amar; es capaz, sin duda de un amor que genera comunión, ya que cada uno considera el bien del otro como propio 4. Es el don de sí, hecho a quien se ama, es donde se descubre y se actualiza la propia bondad.
Por último, la definición recalca la importancia del “don de la vida” en la familia. En el matrimonio es donde los esposos se unen en el acto sexual para formar vida. Actualmente, con la revolución tecnológica y médica, es vital reflexionar sobre las cuestiones cruciales de la defensa de la vida humana. Actuar, formar y educar en la promoción y valorización del don de la vida. Las exigencias éticas y sociales de la institución natural de la vida familiar nos alcanzan a todos. El Papa Pablo VI nos dio una defensa de la sociedad al defender la mujer, la familia y la vida en su Encíclica Humanae Vitae 5. En la comunión matrimonial es donde se consigue el clima para ofrecer educación en el amor, valorando el don de la vida.

En conclusión, hoy más que nunca el núcleo de nuestra sociedad está siendo atacado. Sin embargo, la solución a este torbellino de tragedias sociales en el que vivimos se encuentra en lo íntimo de la convivencia familiar, al educar su vocación y enseñando a trabajar con amor por sí mismos y por los demás. El matrimonio y la familia contienen dentro de sí todos los valores humanos necesarios para reconstruir una sociedad. Defender la familia, es defender nuestra felicidad.
 Por: Arianna Santamaria | Fuente: Capsulas de Verdad 





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lunes, 21 de agosto de 2017

¿Qué pensaba Jesús de los ricos?

Jesús y las personas

¿Cómo actuaba frente a ellos? ¿Les obligaba a dar todo su dinero a los necesitados? ¿Les aconsejaba lo que debían hacer con sus posesiones? 

Jesús, al invitar a renunciar a las riquezas, ¿apunta hacia la carencia, incita a ingresar en el vacío y la nada? Jesús apunta más bien a conseguir una riqueza infinitamente mayor. Al igual que se entra desnudo en la vida, sólo se entrará desnudo en el Reino de los cielos, pues, si desnudo se nace, desnudo se renace. Sólo quien se ha despojado de riquezas, de ambiciones, de poderes, de falsas ilusiones, de odios y revanchas, podrá entender mejor las riquezas del cielo. Jesús no viene a empobrecer al hombre, pero sí a sustituir una riqueza pasajera por la gran riqueza de Dios.


Todos los bienes materiales son regalos de Dios, nuestro Padre. Debemos usarlos en tanto cuanto nos lleven a Él, con rectitud, moderación, desprendimiento interior. Al mismo tiempo, son medios para llevar una vida digna y para ayudar a los más necesitados. Lo que Jesús recrimina es el apego a las riquezas, y el convertirlas en fin en sí mismas.



Hay expresiones de Jesús en los Evangelios bastante desconcertantes sobre las riquezas y sobre los ricos: "Hijos, cuán difícil es entrar en el Reino de Dios para los que confían en las riquezas. Más fácil es que pase un camello por ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios" (Mc 10, 24). O aquella otra frase: "No podéis servir a Dios y a Mammón" (Mt 6, 24; Lc 16, 13). ¿Jesús desprecia las riquezas, las condena? ¿Excluye de su Reino a los ricos?



1. Jesús ante los bienes materiales



Jesús era una persona pobre. Nace de una familia sin grandes recursos y en condiciones pobres. Incluso no pudieron ofrecer un cordero, por falta de recursos (cf. Lc 2, 24).



No almacena bienes y sabe vivir de la Providencia de su Padre (cf. Mt 8, 20; Lc 9, 58). Es más, las cosas son para Jesús una obra del Padre. Brotaron de la mano amorosa y providente de su Padre (cf. Mt 6, 26ss).



Y cuando llama bienaventurados a los pobres (cf. Mt 5, 3), está llamando felices a quienes son desprendidos interiormente, aquellos que ponen toda su confianza en Dios, porque todo lo esperan de Él. Pobre es sinónimo del que tiene el corazón vacío de ambiciones y preocupaciones; de quienes no esperan la solución de sus problemas sino de solo Dios. Y pobreza en la Biblia es sinónimo de hambre, de sed, de llanto, de enfermedad, trabajos y cargas agobiantes, alma vacía, falta de apoyo humano.



Jesús era pobre en ese sentido: apoya su vida en Dios, su Padre. Gracias a esa libertad interior, Jesús puede disfrutar de los bienes moderada y alegremente. Es tan libre que está por encima de las apetencias, ansiedades y vanidades. Por eso sabe gozar de las cosas y, a la vez, prescindir de ellas para seguir su misión y su preferencia por Dios Padre. Goza de un banquete (cf. Lc 7, 36-49; Jn 2, 1-12), pero también se priva de lo material cuando se lo pide su misión (cf. Jn 4, 31-32). Disfruta preparando un almuerzo a sus íntimos (cf. Jn 21, 9-12); les defiende cuando los fariseos les acusan de arrancar espigas, pues tenían hambre (cf. Mt 12, 1-8).



Pero no vive en la miseria. Tiene su vida asegurada, pues en el grupo de los apóstoles había una bolsa común (cf. Lc 8, 1-3; Jn 12, 6). Compraban alimentos (Jn 4, 8) y se hacían limosnas con parte de los bienes (cf. Jn 13, 29). Es decir, Cristo tiene bienes y los administra. Participa en banquetes y fiestas y sabe cooperar con vino generoso en las bodas de Caná (cf. Jn 2, 1 ss). Y estos mismos goces sanos los desea para los demás. De ahí su hermoso y gratuito gesto de la multiplicación de los panes y peces (cf. Mt 15, 15 ss; Jn 6, 1-15).



Acepta regalos, incluso costosos (cf. Jn 12, 1-8).



Y, sin embargo, Cristo alcanza con su gloriosa resurrección la máxima riqueza que va a distribuir a todos (cf. Mt 28, 18). Sigue siendo pobre porque no posee las riquezas materiales, sino las de Dios.



¿Cuál fue, entonces, la postura de Jesús frente a los bienes materiales? La enseñanza central de Cristo en lo económico es ésta: relativización del dinero. A Jesús le interesa mucho más cómo se usa lo que se tiene que cuánto se tiene y, sobre todo, le importa infinitamente más lo que se "es" que lo que se tiene. Jesús quiere dar a entender que la verdadera riqueza es la interior, la del corazón. La riqueza material nos debe ayudar a ser ricos en generosidad, desprendimiento y solidaridad.



Al decir que Jesús consideraba las riquezas como relativas, no significa que Jesús fuera un adorador romántico de la pobreza, en sentido material. No es que Jesús quiera la pobreza material, que se convierta en miseria. No. Por eso, su mensaje es bien claro: todos somos hermanos y debemos compartir lo que tenemos, para que nadie sufra esa pobreza material. Si no tenemos caridad no somos nada (cf. 1 Cor 13, 1 ss).



La postura de Jesús frente a las riquezas es de una gran libertad interior. Jesús no está apegado a ellas, no está esclavizado a ellas, no está obsesionado por ellas. Vive la pobreza como ese desapego interior de todo. Por eso, Jesús insiste en que lo material es perecedero y lo sobrenatural es eterno. Así se entiende por qué no toma posición ante quien le pide juicio sobre lo material (cf. Lc 12, 14).



La cruz descubre profundamente el valor que Jesús concede a las cosas materiales y terrenas. Para salvar a los hombres y cumplir la misión confiada por su Padre, dio todo cuanto tenía. Jesús en la cruz es pobre de cosas, pero es rico en amor, perdón, misericordia, obediencia. De su costado abierto brotó la Iglesia, los sacramentos, el regalo de su Madre.



2. Jesús ante los ricos



Cuando decimos que Jesús prefiere como amigos a los pobres no estamos diciendo que excluya a los ricos. Jesús, enemigo de toda discriminación, no iba Él a crear una más. En realidad, Cristo es el primer personaje de la historia que no mide a los hombres por lo económico sino por su condición de personas.



Es un hecho que no faltan en su vida algunos amigos ricos con los que convive con normalidad. Si al nacer eligió a los pastores como los primeros destinatarios de la buena nueva, no rechazó, por ello, a los magos, gente de recursos y sabia. Y si sus apóstoles eran la mayoría pescadores, no lo era Mateo, que era rico y tenía mentalidad de tal. Y Jesús no rechaza invitaciones a comer con los ricos; acepta la entrevista con Nicodemo, cuenta entre sus amigos a José de Arimatea, tiene intimidad con el dueño del cenáculo, gusta de descansar en casa de un rico, Lázaro, y, entre las mujeres que le siguen y le ayudan en su predicación figura la esposa de un funcionario de Herodes. Tampoco rehusa el ser enterrado en el sepulcro de un rico.



Jesús ama a todos: pobres y ricos. Conocemos su relación con Simón, el fariseo (cf. Lc 7, 36), y con Nicodemo, doctor de la Ley (cf. Jn 3, 1). El rico José de Arimatea es mencionado expresamente entre sus discípulos (cf. Mt 27, 57). En sus viajes le seguían "Juana, mujer de Cusa, procurador de Herodes, Susana y otras muchas que le servían con sus bienes" (Lc 8, 3). Por lo que podemos juzgar, sus apóstoles no pertenecían a las más bajas clases sociales, sino como Jesús mismo, a la clase media.



Más que a las riqueza en sí o a los ricos, Jesús combate la actitud de apego frente a esas riquezas. Jesús veía en la mayor parte de los fariseos y saduceos, representantes de la clase rica y dirigente del país, las funestas y alarmantes consecuencias del culto a Mammón. Lo que les impedía seguirle, manteniéndoles alejados del reino de los cielos, no era la riqueza en sí, sino su egoísmo duro, su orgullo, su apego a ella, a sus privilegios.



Cuando Jesús llama la atención a los ricos es porque el rico, apegado a las riquezas, no siente necesidad de nada, pues lo tiene todo y no desea que cambien las cosas para seguir en su posición privilegiada. A quien le falta siente nostalgia de Dios y le busca.



Es un hecho que Jesús frente al pobre y necesitado lo primero que hacía era la liberación de su problema o dolencia, y sólo después venía la exigencia de conversión. Mientras que, frente al bien situado y rico, lo primero que le pedía era la exigencia de conversión y, sólo cuando esta conversión se manifestaba en obras de amor a los demás, anunciaba la salvación para aquella casa (cf. Lc 19, 1-10).



Por eso Jesús no condena sin más al rico, ni canoniza sin más al pobre. Pide a todos que se pongan al servicio de los demás. Para Jesús el verdadero valor es el servicio. Por lo mismo, la salvación del pobre no será convertirle en rico y la del rico robarle su riqueza, sino convertir a todos en servidores, descubrir a todos la fraternidad que cada uno ha de vivir a su manera.



3. Juicio de Jesús sobre las riquezas



No obstante lo dicho, Jesús anuncia del peligro y riesgo de las riquezas. Aquí la palabra de Jesús no se anda con rodeos. Para Jesús la riqueza, como vimos, no es el mal en sí, pero le falta muy poco. La idolatría del dinero es mala porque aparta de Dios y aparta del hermano. Así se explican las palabras de Jesús: no se puede amar y servir a Dios y a las riquezas (cf. Mt 6, 24; Lc 16, 13); la preocupación por la riqueza casi inevitablemente ahoga la palabra de Dios (cf. Mt 13, 22); es sinónimo de "malos deseos" (cf. Mc 4, 19). El que atesora sólo riquezas para sí es sinónimo del condenado (cf. Lc 12, 21). Cuando el joven rico no es capaz de seguir a Cristo es porque está atrapado por la mucha riqueza (cf. Lc 18, 23).



La crítica de Jesús al abuso de la riqueza se basa, efectivamente, en el poder totalizador y absorbente de ésta. La riqueza quiere ser señora absoluta de aquél a quien posee. Por eso, Jesús pone en guardia sobre la salvación del rico. Será difícil la salvación de aquel que haya vivido sólo para la riqueza, de la riqueza, con la riqueza, despreocupado del amor a Dios y al prójimo. Haría falta un verdadero milagro de Dios para que consiga la salvación (cf. Mt 19, 23; Mc 10, 25; Lc 18, 25).



Esta es la razón por la que el rico tiene que "volver a nacer", como sucedió a Zaqueo (cf. Lc 19, 1-10); tiene que compartir, si quiere salvarse, cosa que no hizo el rico Epulón (cf. Lc. 16, 19-31); tiene que aceptar la invitación de Dios al convite de la fraternidad y no hacer oídos sordos, como hicieron los egoístas descorteses, que prefirieron sus cosas y por eso no entraron en el banquete del Reino (cf. Lc 14, 15-24).



¿Se salvará o no se salvará el rico? Si abrimos san Mateo, capítulo 25, 31-46, podemos concluir lo siguiente: Se salvará -rico o pobre- el que haya dado de comer, de beber, el que haya consolado al enfermo, el que haya tenido piedad con sus hermanos. Y se condenará -rico o pobre- el que haya negado lo que tiene, mucho o poco, a los demás.



CONCLUSIÓN



Es un error pensar que la vida es un ascenso hacia la fortuna material para gozar de los bienes en el más allá. ¡Qué diversos son los bienes que nos alcanzó Cristo con su resurrección! Él nos consigue la verdad, la libertad, la sinceridad, la comprensión, la satisfacción de no tener ansiedades, la paz, el perdón. Y sobre todo, la riqueza de las riquezas: el cielo. Y por ese cielo es necesario vender todo y así comprarlo (cf. Mt 13, 44-46). ¡Es la mejor inversión en vida!


Por: P. Antonio Rivero, L.C | Fuente: Libro Jesucristo. 




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