"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 4 de enero de 2017

El mejor don de los Magos fue su fe



La fe nos exige ver a Dios en las cosas sencillas como los Magos a la estrella. Carta a cada Rey Mago.

El seguimiento de Cristo significa dejar algo y buscar algo

Como todo movimiento el seguimiento de Cristo implica un punto de partida y un punto de llegada. Para hacerlo hay que dejar algo y tender hacia algo. Es responder en la fe al llamado de Dios. El episodio de los Magos ha sido el paradigma de la fe. La fe nos lleva a dejar algo atrás para buscar el ideal. Es como el barco que debe dejar el puerto para poder atravesar el mar y llegar a su destino.

Los Magos eran sabios de oriente, tal vez de Arabia. Allí había muchos estudiosos de diferentes materias: la medicina, la agricultura, la astronomía... Se ve, por el relato evangélico, que estos Magos estudiaban las estrellas. Seguramente fueron estimados por los otros estudiosos y vivían una vida acomodada y holgada. Todo esto resalta el mérito de estos hombres, pues, dejaron todo para seguir una estrella incierta, una señal vaga, un signo borroso. En el firmamento que cubría la tierra árabe, había muchas estrellas. Sin embargo, los Magos se fijaron en una solamente. Así es la dinámica de la fe: es una preferencia por la Palabra de Dios entre muchas otras palabras que uno podría aceptar.

No hay duda de que la noche de cada uno de nosotros está poblada de muchas estrellas. Tenemos muchas posibilidades, muchos ideales que nos totalizan. Dios, con su Revelación, nos interpela como un día lo hizo con Abrahám, como lo hizo con los profetas, como lo hizo con María y San José...

La fe siempre es una opción y ésta a veces cuesta, pues hay que dejar a un lado nuestro racionalismo y nuestra sed de seguridades humanas. No nos gusta nadar en las aguas profundas porque preferimos tener unas agarraderas. En la vida espiritual la única agarradera es la veracidad y fidelidad de Dios.

Para mí creer es lanzarme en la oscuridad de la noche, siguiendo una estrella que un día vi, aunque no sepa a dónde me va a llevar. Para mí creer es sobrellevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en Él.

La fe se templa con las dificultades

Para templar una espada hay que meterla en el fuego. La fe también se forja en la tribulación. Hay gente que quiere tener una fe gigante, pero sin chamuscarse. Es como el atleta que quiere ganar la carrera, pero sin entrenarse, sin sufrir, sin lastimarse nunca.

La fe es un camino hermoso tapizado de rosas que están llenas de espinas. Los Magos tuvieron una experiencia profunda de la fe. Podemos imaginarlos llegando a un oasis para cargar provisiones y agua. Seguramente les vino a la mente la posibilidad de desistir. Tal vez en sus noches fueron visitados por sueños que les acosaban como fantasmas. El recuerdo de las burlas de sus compatriotas, el escepticismo de sus compañeros de estudios les perseguía. Hubo momentos de titubeos, de incertidumbre, de duda...

Sin embargo, siempre venció su fe. De hecho, su brújula no era tanto el astro luminoso en la bóveda de la noche, sino la luz de su fe encendida en sus almas.

En nuestros momentos de dificultad, también tiene que prevalecer la luz de la fe. Creer cuando todo va viento en popa es fácil; creer cuando el temporal de la adversidad choca cruelmente contra nuestra pequeña embarcación es más difícil. Pero, esto es lo que nos hace gigantes en la fe. Nunca ha existido un santo sin una fe probada, como nunca ha existido un atleta que haya tenido éxito sin esforzarse en los momentos de desánimo.

Este mundo es como un gran gimnasio en el cual, el cristiano tiene que ejercitarse en la fe: un día puede ser la penuria económica, otro día el sufrir el látigo cruel de la maledicencia propagada por nuestro mejor amigo, otro día el desamor de un ser querido...

La fe nos exige ver a Dios en las cosas sencillas

Después de viajar muchos kilómetros, los Magos encontraron al Rey de los Judíos, el Salvador del mundo, el Rey de reyes, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, en una cueva de una aldea de mala muerte, fuera de la ciudad de Jerusalén.

Era suficiente para obligar al corazón bajar a los pies. Sin embargo, lo aceptaron plenamente: se arrodillaron delante de Él. Vieron a Dios en un bebé que lloraba.

El Catecismo nos habla del sentido de la Epifanía (manifestación de Cristo) en el n.528:

La epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná, la epifanía celebra la adoración de Jesús por unos “magos” venidos de Oriente. En estos “magos”, representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la encarnación, la Buena Nueva de la salvación.

Un día alguien dijo a un amigo que había encontrado el teléfono de Dios. El amigo se sorprendió y muy irónicamente le preguntó cual era. Recibió una respuesta sublime: el teléfono de Dios es la fe.

Con la fe puede uno “conectarse” con Dios en cualquier momento. Al contemplar la belleza de la naturaleza, el estruendo del mar, la brisa entre los árboles... se puede ver a Dios si uno tiene fe.

También se le puede ver en el sacerdote que se sienta en el confesionario para escuchar nuestra miseria moral y darnos con seguridad el perdón de Dios. Con la fe se ve a Cristo presente en el Pan sagrado, en las manos del ministro en la Misa. La fe permite ver a Cristo en su Vicario en la tierra, el Santo Padre....

La fe abre horizontes y nos hace ver más lejos de lo que podríamos con la sola luz de la razón. Nuestra pobre razón es como el ojo desnudo que sólo ve un poco del universo al contemplar las estrellas que desfilan delante de él en la noche clara. Pero con un telescopio potente se puede penetrar en los espacios siderales y descubrir mundos nuevos. Así es la fe para un creyente: es un nuevo ojo para ver. En lo que parece sólo un trozo de pan le permite ver el Cuerpo de Cristo; en el vagabundo que toca a la puerta pidiendo una ayuda le revela la presencia del Cristo Místico; en el jefe enojón que da un mandato, la manifestación de la Voluntad de Dios...

El mejor don de los Magos fue su fe

Impresiona el regalo costoso del oro, incienso y mirra. Pero más impresionante todavía fue la fe, tamaño gigante, de estos hombres. Aquel día cuando los Magos se acercaron a la cueva de Belén y pidieron permiso para traspasar el dintel más pobre que habían visto en su vida, los papás del Niño accedieron a la petición de personas tan ilustres. Se maravillaron al verlos caer al suelo, manchar su ropa, e inclinar la cabeza delante del Bebé.

Cuando nosotros lleguemos al Cielo, ciertamente no vamos a entrar con unos lingotes de oro, una caja de incienso y un bote de mirra. Lo que vamos a llevar va a ser, como dijo San Pablo, nuestra fe, esperanza y caridad.

No juzguemos el valor de nuestra vida por las cosas que tenemos o las obras que hacemos. Lo que es la fe y el amor con que obramos eso es lo que vale delante de Dios. Mejor ir pobre al Cielo que rico al Infierno; mejor ir analfabeta al Cielo que con un doctorado al Infierno. Desde un punto de vista espiritual, el valor de los Magos no era el tamaño de sus dones materiales, sino la medida de su fe.

Unas preguntas

1. ¿Cómo es nuestra fe? ¿lánguida? ¿depende de como nos sentimos? ¿una fe fuerte?

2. ¿Si la fe exige dejar algo para seguir más de cerca a Cristo, ¿qué nos está pidiendo Cristo que dejemos?

3. ¿Está nuestra fe basada en la Palabra de Dios o en una serie de sentimientos movedizos?

Por: P. Fintan Kelly

martes, 3 de enero de 2017

Dificultades del camino



No fue nada fácil para los Magos encontrarse con Cristo. Tuvieron que sortear muchas contrariedades y peripecias.

No fue nada fácil para los Magos encontrarse con Cristo, porque "Jesucristo es profundo. No es la flor de la mañana que se corta y nos entrega a la primera todo su perfume, y pasada la ilusión nos deja con unos pétalos marchitos entre las manos y una sensación de caducidad y de esperanzas rotas . Tuvieron que sortear muchas contrariedades y peripecias.

Una primera dificultad que encontraron en su odisea fueron, sin duda alguna, las burlas de sus conocidos y vecinos, cuando dijeron que ellos se iban de sus palacios y se ponían en camino. Tuvieron que hacer frente a todas las risotadas y comentarios irónicos de la gente que les trataba de locos aventureros, de soñadores que no estaban en sus cabales." ¿A quién se le ocurre esto? ¡Irse al oeste! Definitivamente locos de remate". ¡Y todo por una dichosa estrella, detrás de la cual divisaron a Dios! ¡Y todo porque una estrella se encendió en sus almas! Pero ellos no se amilanaron ni se encogieron, al contrario, su decisión era clara, porque sentían dentro de sí el impulso de la inspiración divina y la fuerza de la verdad a la que ellos servían desde que se habían consagrado a la investigación de los cielos y de las estrellas. Esta dificultad es dura e ingrata. Vivir nuestro cristianismo con coherencia, con honradez; ser fiel a lo que Dios nos vaya pidiendo en nuestra vida, a lo que nos vaya inspirando en nuestra conciencia y en nuestro corazón; ese ir contra corriente en cuestiones de religión y de moral católica, cuando los demás piensan lo contrario y dicen lo contrario y hacen lo contrario...provocará risas y habladurías y comentarios hirientes de los que están a nuestro alrededor. ¡No hagamos caso! Venzamos todo respeto humano y sigamos la voz de nuestra recta conciencia, iluminada por Dios. Esto hicieron los Magos y encontraron lo que buscaban.


El viaje. No es fácil viajar cuando no se conoce el camino. Incertidumbre, sobresaltos, miedo, dudas, tentaciones de volverse atrás. La búsqueda de Dios no es fácil. Es una verdadera aventura en la que todo no puede, no debe ser claro, conocido, lógico, evidente a nuestra pobre mente, pues Dios está más allá de la lógica humana; es más, El tiene su lógica, su pedagogía. Lo importante es seguir adelante, guiados por esa luz interior de la fe en ese Dios que nos llama y que no puede engañarse ni engañarnos.

Después, la estrella desaparece. Ocurre en determinados momentos de nuestra vida. Momentos de crisis, de reajustes, de oscuridad interior, de cansancio, de hesitaciones; se nos oculta el brillo de la evidencia y de lo razonable, y sólo vemos lo gris de la vida. Dios puede y quiere probar la fe de sus seguidores a fin de comprobar que le siguen con fe auténtica, con corazón sincero. ¿Qué hacer en esos momentos? Seguir activos en la búsqueda de ese Rey Mesías y preguntar a quienes pueden aconsejarnos.

También el país extranjero, la lengua extranjera, las personas extranjeras fueron un obstáculo, no pequeño, para estos Magos No entendían el idioma, no comulgaban con las costumbres de esos pueblos. Otro mundo, otro abismo para ellos que les llenaba de desconcierto y de inseguridad. ¿A quién acudir? ¿Con quién comunicarse? ¡Qué inseguridad sentimos cuando estamos en tierra extraña! Inseguridad que a veces se convierte en zozobra, en miedo, en angustia. Algo de esto tuvieron que experimentar nuestros ilustres personajes de Oriente. Sin embargo, era más grande el amor y la esperanza que brillaban en sus corazones y les lanzaban a buscar al esperado de las naciones. ¿Qué nos dice esto a nosotros? Iremos, sin duda alguna, a países desconocidos por nosotros, de idioma distinto, de mentalidad diferente...y tenemos que comunicar la buena nueva del Evangelio. Cuántas veces también nosotros, en nuestro afán misionero de llevar a Cristo a los hombres, de predicarlo, de dar testimonio de El a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que los destinatarios de ese mensaje hablan otro idioma distinto, no sintonizan con nuestra onda, están en otra galaxia; en definitiva, parece que vivimos en distinto planeta, como les pasó a los Magos. No obstante, no debemos desalentarnos ni acomplejarnos; llevemos con coraje y decisión nuestra fe en Dios Creador, Salvador y Santificador. Quienes nos crean, se salvarán.

Otra dificultad fue el cansancio del camino y de la búsqueda. Buscar cuesta. Seguir buscando, cuesta. Pero seguir buscando a pesar de todo, cuesta mucho más y provoca cansancio físico y también espiritual. ¿Quién no ha sentido el cansancio de una subida escarpada, de una caminata bajo el sol abrasador y con una sed mortal e imperdonable? ¿No hemos experimentado alguna vez que el trabajo, todo trabajo, pero especialmente el trabajo espiritual, cuesta y a veces produce cansancio, sobre todo si es monótono y siempre igual? Ahora bien, los magos vencieron este sentimiento de cansancio gracias al amor y a la ilusión que ardía en sus corazones, pues el amor, nos dirá el Kempis, todo lo vence . No permitieron que este sentimiento negativo y sensible afectara a su zona espiritual ni tocara sus convicciones y su fe profunda. Sintieron, sí, cansancio físico, pero siempre conservaron en su alma el entu¬siasmo y el primer amor de cuando comenzaron la búsqueda. Cuando el cansancio, sea físico sea espiritual, toque a nuestra puerta, no hagamos caso; más bien, redoblemos el paso entonando la canción del amor.


Dura fue, por otra parte, la inconsciencia de Herodes y de los sabios que le rodeaban cuando esos Magos preguntaron por el Rey apenas nacido: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? (Mt 2, 2). Para Herodes fue una noticia sorpresiva e inesperada: "¿Cómo un Rey? Es la primera noticia que tengo, pues hasta el momento el rey soy yo. Ni siquiera los sabios que tengo a mi disposición saben de esto, o al menos no me han informado". Para los Magos ya era un hecho que el Mesías Rey había nacido; sin verlo, habían creído. Unos cuantos años antes de que Cristo dijera al incrédulo Tomás "Bienaventurados los que creen sin haber visto" (Jn 20,29), ya estos hombres desconocidos cumplían a la perfección esta nueva bienaventuranza, bajo la inspiración divina.

¡Qué tremendo golpe nos asesta este siglo, embebido en la indiferencia religiosa, emborrachado por la ambición, alcoholizado de materialismo y postrado en una tristísima inconsciencia que clama al cielo! Este obstáculo, la inconsciencia de muchos hombres, nos visitará en nuestro peregrinar. Los hombres de hoy saben que necesitan ser redimidos de muchas esclavitudes; esperan, casi sin darse cuenta, a alguien que les reconstruya interiormente y les dé la paz y la estabilidad interiores, pero es tal la inconsciencia en la que están sumergidos que cuando se les ofrece la respuesta a sus muchas inquietudes y anhelos, Dios, se destartalan, comienzan a tambalearse porque temen perder sus propias y acariciadas seguridades, al igual que Herodes que tuvo pánico de perder el trono y la corona al ser informado por los magos sobre el nacimiento de un nuevo rey, del verdadero rey del mundo y de los corazones.

Terminemos este punto diciendo que quien no clavalos ijares a su caballo, quien no va más allá de sus horizontes mezquinos, quien no sigue la ruta de la estrella ni galopa al campás de sus sueños e ilusiones nobles...llevará una vida gris y un alma polvorienta, experimentará el cansancio de su pereza y la inutilidad de sus bienes, y, lo que es más triste, no se encontrará con Cristo.
Por: P Antonio Rivero LC

lunes, 2 de enero de 2017

Modernos ataques contra la familia.



Debemos defender nuestras familias de los enemigos que intentan destruirla que, por muy grandes, poderosos y extendidos que sean, nunca podrán más que Dios.

La familia, en estos tiempos modernos, ha sufrido como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones de la sociedad y de la cultura. Algunas han permanecido fieles a los valores que fundamentan la familia; otras se han dejado ganar por la incertidumbre y el desánimo; otras caminan en la duda y en la ignorancia de su naturaleza y misión. La misión de la Iglesia, Madre no sólo de los individuos sino de las familias cristianas, a unos debe sostener, a otros iluminar y a los demás ayudar en su camino a tientas por este mundo, para conducirlos a la Luz de la Vida Eterna.

El siguiente libro nace de unas Conferencia pronunciada por el padre Carlos Miguel Buela I.V.E., en la Casa de Cultura de Salta, el 4-5-77, a invitación de un grupo de generosas familias salteñas.


Te invitamos a leer completo y si lo deseas, descargar a tu computadora, este interesante texto.

Modernos ataques contra la familia

INDICE

Presentación
Introducción

Ataques contra la Esencia del matrimonio:
- 1o Poligamia
- 2o Prostitución
- 3o "Matrimonio" de homosexuales
- 4o "Matrimonio" grupal
- 5o "Matrimonio" a prueba
- 6o "Matrimonio" laico

Ataques contra los Fines del matrimonio
- 1o La mujer y las relaciones prematrimoniales
- 2o Los hijos de padres separados
- 3o Separación de los fines del matrimonio

Ataques contra la Autoridad en la familia
- En los padres
- En los esposos
- En los hijos

Ataques contra la Natalidad
Paternidad responsable es un concepto que implica cuatro aspectos interrelacionados:
- 1o los procesos biológicos
- 2o las tendencias del instinto
- 3o las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales
- 4o el orden moral objetivo.

Ataques contra la Fecundidad y la acción del Demonio
Merece señalarse, finalmente, que Satanás, a través de los siglos, ha suscitado numerosas herejías -gnósticos, maniqueos, albigenses, cátaros, valdenses, laicistas, marxistas, etc.- que, en sus diversas variantes, atentaron y atentan contra la naturaleza del matrimonio, imputando como malo el uso fecundo del sexo.

Ataques contra el amor
El amor a Dios, fuente del amor familiar

Reflexiones Finales
En primer lugar, conocer, desenmascarar y refutar a los enemigos tradicionales de la familia católica:
- El laicismo
- El comunismo
- La masonería
- El indiferentismo religioso
- La vida licenciosa
- El deseo inmoderado de placer


Para descargar el libro completo sólo da un click aquí
Por: P. Carlos Miguel Buela I.V.E. | Fuente: Ediciones del Instituto del Verbo Encarnado

domingo, 1 de enero de 2017

¿Qué deseo en un año nuevo?



Este año será distinto si te abres a Dios, si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que te encontrarás este año.

La pregunta me deja un poco inquieto. Porque sé que el "año nuevo" es simplemente una hoja de calendario, un cambio en los números, una simple tradición humana. Porque el tiempo escapa a nuestro control, y fluye sin cesar.

Pero casi todos, al llegar el año nuevo, damos una mirada al año que termina y soñamos en el año que comienza.

Lo pasado queda allí: fijo, inmodificable, casi pétreo. Con sus momentos buenos y sus fracasos, con sus sueños realizados y con los sueños que se evaporaron en el vacío, con las ayudas que me ofrecieron y con las ayudas que pude ofrecer a otros, con mis omisiones y mis cobardías.

Lo futuro inicia, como inició ayer, como inició hace un mes, como iniciará mañana.

Cada instante se presenta como una oportunidad que en parte depende de mi prudencia y de mis decisiones. En otra buena parte, depende de las decisiones de otros. En los dos casos, y aunque no siempre nos demos cuenta, depende de Dios.

De nuevo, ¿qué deseo en un año nuevo? Desearía la paz en Tierra Santa. Para que nadie privase a nadie de su tierra, de su casa, de su familia. Para que las religiones fueran vividas como lo que son: un camino para unir a los hombres bajo la luz de Dios. Para que la tierra donde vivió, murió y resucitó Cristo testimoniase con un estilo de vida nuevo la gran belleza del Evangelio.

Luego, desearía la paz en tantos lugares del planeta. Especialmente en África, donde todavía unos poderosos venden armas para la muerte pero no ofrecen comida para los hambrientos.

Querría, además, que desapareciese el aborto en todos los países del mundo. Lo cual no es ningún sueño imposible: basta con aprender a vivir responsablemente la vocación al amor para que ningún hijo sea visto como un “enemigo” o un obstáculo en el camino de la propia vida. Porque lo mejor que podemos hacer es vivir para los demás. Porque cada niño pide un poquito de amor y de respeto. Porque cada madre que ha empezado a serlo merece ayuda y apoyo, para que no le falten las cosas que más necesite durante los meses de embarazo y los primeros años de su hijo.

En este nuevo año me gustaría dialogar con quien piensa de modo distinto en un clima de respeto, sin insultos, sin desprecios, sin zancadillas. Porque si él y si yo somos humanos, porque si él y si yo queremos encontrar la verdad, podemos ayudarnos precisamente con una palabra nacida desde los corazones que saben escucharse y, más a fondo, que saben amarse...

El año que inicia querría tener más energías, más entusiasmo, más convicción, para enseñar a los otros lo que para mí es el tesoro verdadero: mi fe católica. Enseñarla, sobre todo, con mi vida. Querría ser, en ese sentido, más coherente, más bueno, más abierto, más disponible, más cercano. Especialmente cuando me encuentre con un pobre, con un enfermo, con una persona triste o desesperada, con quien llora porque sabe lo que muchos no se atreven a reconocer: que ha pecado. Porque sólo cuando me pongo ante mis faltas con honestidad clara y completa, descubro mi miseria y comprendo la de los otros. Y porque cuando reconozco mi miseria y la ajena puedo entender que necesitamos al único que puede limpiarnos con su palabra llena de perdón y de esperanza: Dios.

¿Qué deseo en un año nuevo? Quizá deseo demasiado. Quizá he soñado despierto. Quizá me he dejado llevar por una emoción inconsistente. Mientras, el reloj sigue su marcha, y, sin saberlo, me dice: este año será un poco distinto si te abres a Dios, si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que encontrarás en los mil cruces de camino de este año que está iniciando...
Por: P. Fernando Pascual LC