"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 4 de septiembre de 2016

Imágenes de Dios



Dios no se repite, Dios siempre cambia y siempre vuelve. Debemos dejar atrás la vieja idea de Dios y no caer en la tentación de adorar ídolos, no manipular a Dios y tomar el nombre de Dios en vano.

Los cristianos tenemos imágenes bastantes distintas de Dios, cada uno nos hacemos nuestra idea de Él.

El Dios de la Biblia no es de fiar, es mala persona y vengativo, así se expresaba el ateo José Saramago.

Yo tampoco creo en el dios en que los ateos no creen, declaró certeramente el patriarca Máximo IV en el Vaticano II. Muchas personas se resisten a creer en un Dios que ama el dolor y el sufrimiento, que le gusta condenar, que envía la gente al infierno, que está preparado para sorprender al ser humano para sorprenderle en el pecado y darle el golpe de gracia.

Hay muchos ateos porque la idea de Dios que tienen algunos creyentes, no les convence, pues . Y es que hay que reconocer que en nombre de Dios o de los dioses se hacen las más grandes barbaridades: se roba, se mata, se mutila toda clase de derechos. En nombre de la fe y religión se cometen toda clase de violaciones y atropellos.

En el monumento a Lincoln en Washington hay esculpido un texto del histórico presidente en el que se refiere a la triste guerra civil de los Estados Unidos y dice: Ambos bandos leían la misma Biblia, y ambos rezaban al mismo Dios, y de él esperaban la victoria para sus ejércitos y la derrota de sus contrarios Allí quedó esculpida la manipulación más triste a que el ser humano ha sometido a Dios. Y si nos matamos unos a otros, en nombre de Dios, es mejor ser ateos, decía un joven. El fanático religioso es capaz de cometer las mayores atrocidades por defender a su Dios, ya que se siente los guardianes y defensores de Dios.

Martin Buber afirma: Dios es la más abrumada de cargas de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan envilecida, tan mutilada (…). Las generaciones de los hombres han desgarrado la palabra con sus partidismos religiosos; por ella han matado y han muerto por ella; ella lleva las huellas de los dedos y la sangre de todos (…). Es cierto, los hombres dibujan caricaturas y escriben debajo Dios; se asesinan unos a otros y exclaman en el nombre de Dios…

El converso Dr. Nathason que de abortista pasaría a convencido defensor de la vida, procedía de una familia judía sin fe religiosa. Mi imagen de Dios era la figura amenazadora, majestuosa y barbuda del Moisés de Miguel Ángel. Mi idea de Dios era de un ser terriblemente despótico e implacable.

Cuando cumplía el servicio militar en la Aviación, leyó, para matar el tiempo, un libro sobre la Biblia. Allí descubrió que la imagen del Dios justiciero que se había formado al leer parcialmente el Antiguo Testamento era falsa, y comprendió que el Dios del Nuevo testamento era una figura amable, clemente e incomparablemente cariñosa. En ella iría después a buscar, y al fin encontraría el perdón que por tanto tiempo y tan desesperadamente había deseado.

Cuando intentamos expresar la fe en creencias, acabamos constatando, como el hijo de Sirah, que nunca logramos hablar convenientemente de Dios: Siempre estará más alto (Sir 43, 27-31). Dios es más grande que nuestro corazón (1 Jn 3,20).

Nos resulta muy difícil hablar con Dios, de Dios y testimoniarlo. Algo así nos ocurre con respecto a Dios. Ya Jenófanes hizo notar la dificultad de hablar del totalmente otro. Los etíopes dicen que sus dioses son de nariz chata y negros; los tracios, que tienen ojos azules y pelo rojizo (...) Si los bueyes, caballos y leones tuvieran manos y pudieron dibujar con ellas y realizar obras como los hombres, dibujarían los aspectos de los dioses y harían sus cuerpos, los caballos semejantes a los caballos, los bueyes a los bueyes, tal como si tuvieran la figura correspondiente a cada uno.

Wittgenstein señalaba: De lo que no se puede hablar, mejor es callarse. Como nadie lo ha visto jamás (Jn 1,18), tenemos el peligro de imaginarlo a nuestro gusto, ya que sabemos muy poco de Dios y mucho menos de sus misterios. Consciente de ello, san Agustín decía: ¿Crees saber qué es Dios? ¿Crees saber cómo es Dios? No es nada de lo que te imaginas, nada de lo que abraza tu pensamiento .

El primer paso que tendremos que dar será abandonar, hacer añicos las falsas imágenes de Dios para que nazca el verdadero Dios. Hay que salir, hay que engendrar una nueva imagen, la verdadera. El Dios de ayer no sirve para el hoy, porque Dios es el eternamente nuevo. Dios no se repite, Dios siempre cambia y siempre vuelve. Para ello hay que dejar atrás la vieja idea de Dios y no caer en la tentación de adorar ídolos, no manipular a Dios y tomar el nombre de Dios en vano

No sólo es idolatría el fabricarse imágenes falsas de Dios; también lo es el construirse falsos conceptos de Dios y, realmente, no hay mayor idolatría que la pretensión de conceptualizar a Dios, o sea, de reducirlo a la estrechez de nuestra mente. El dios que nace de nuestra mente no representa al Dios verdadero, sino al nuestro, a nuestra idea, a nuestro prejuicio y a nuestros intereses. Es un ídolo, una imagen mental falsa.
Y es que, cuando hablamos de Dios, no deberíamos olvidar nunca lo que nos advertía Bultman, que es un hombre -no Dios- el que habla. Y la palabra humana adolece de la ambigüedad de nuestra condición y corre el riesgo de nuestra ecuación personal y social.

Cuando Laplace presentó a Napoleón su Traité de la Mécanique Celéste, el Emperador le preguntó qué lugar ocupaba Dios en su sistema, y él contestó con orgullo: Señor, no me hizo falta tal hipótesis.

El hombre primitivo acudía a Dios para suplir carencias, para explicar ciertos fenómenos que se le escapaban de las manos. De esos hombres escribió Péguy que oraban como ocas gruñonas que esperan la comida . A ese dios se le dirigen muchas preguntas sin respuesta, él es el mejor médico, el mejor abogado. Freud lo expresó así: El hombre gravemente amenazado, demanda consuelo (...) A los dioses se atribuye una triple función: espantar los terrores de la naturaleza, conciliar al hombre con la crueldad del destino, especialmente tal y como se manifiesta en la muerte, y compensarle de los dolores y privaciones que la vida civilizada en común le impone . Así ocurre que a medida que el hombre vaya bastándose por sí mismo, podrá ir prescindiendo de un dios semejante, por eso no es de extrañar que cuando la ciencia o medicina nos consigue ciertos adelantos y cura de las enfermedades, ya no necesitamos a ese dios.

Ya no necesitamos a Dios para explicar muchos fenómenos naturales y así, pues, lo quitamos de en medio. Bonhoeffer, teólogo luterano ejecutado por los S.S. en 1945, afirmaba un año antes de morir: Veo de nuevo con toda claridad que no debemos utilizar a Dios como tapa-agujeros de nuestro conocimiento imperfecto.

Porque entonces, si los límites del conocimiento van retrocediendo cada vez más -lo cual, objetivamente, es inevitable-, Dios es desplazado continuamente junto con ellos y por consiguiente se halla en una constante retirada. Hemos de hallar a Dios en las cosas que conocemos, y no en las que ignoramos
.

Jesús Mª. Alemany habla de las imágenes de Dios en un artículo aparecido en Sal Terrae en 1988. Nos dice que el agudo análisis de muchos autores modernos nos ha llevado a la conclusión de que la elección más frecuente no es entre fe y ateísmo, sino entre fe e idolatría. Entre las falsas identificaciones de Dios que se dan en creyentes señala las siguientes:

Un Dios premisa. Para algunos creyentes Dios es un dato con el que cuentan, porque, de lo contrario, su vida no tiene explicación.

Un Dios (re)celoso del hombre. Algunos otros perciben a un Dios tan celoso de su gloria como receloso del hombre
Un Dios comerciante, un Dios que pone precio. Dios quiere salvarnos, pero para ello es implacable en sus exigencias. Es justo y riguroso.

Y como hemos tenido falsas imágenes de Dios, hemos hablado muy mal de él, como el Dios del miedo, el que asusta, el que está en todas partes vigilándonos, el que no nos quiere felices y es un aguafiestas y rodea de muros nuestra felicidad y es un sádico que goza haciéndonos sufrir.

Así lo expresa Machado, tras la muerte de su esposa: Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. El ser humano es amigo de las sociedades secretas, de los poderes ocultos porque nos ayudan a digerir los malos tragos de los fracasos achacándolos a fuerzas clandestinas que manejan nuestra suerte y nuestro destino.

El Dios de Jesús es solamente Amor y nada más que Amor. Dios es solamente Amor, Verdad, Ternura, Comprensión… Tenemos que afirmar que Dios ama gratuitamente y apasionadamente al hombre

Se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres (…) Así, rehabilitados por Dios por pura generosidad, somos herederos, con esperanza de una vida eterna.(Tt 3, 4-7).

El ser humano tiene futuro no por sus méritos, sino por la misericordia y ternura de Dios. El hombre es propiamente la pasión de Dios, cada uno de nosotros somos el centro del amor de Dios. Dios sólo nos pide que se le deje ser el Dios del amor y de la misericordia, que se le deje actuar libremente para que la luz, la fuerza, la salvación llegue a cada uno. Importa, pues, purificar, desmontar y conocer al verdadero Dios, al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de todos, el Dios amor.

Dios nos ha creado a su imagen y semejanza (Gn 1,26), y no nos ha abandonado; sigue cuidándonos, alimentándonos y vela por nosotros. Dios habita en nosotros y está en todas partes. ¿Por qué no enseñar esta verdad fundamental a todos? Dios, Creador y Padre, está presente en cada uno de sus hijos, está atento a todos sus pensamientos, proyectos y actividades. No se extraña de nada; nada le altera. Es lento a la ira, rico en paciencia y bondad.

Dios está presente en cualquier ser humano. Lo sienten cercano y amigo todos aquellos que creen en él. Por medio de su Espíritu nos ofrece sus dones: amor, paz, gozo, amabilidad, bondad, paciencia, fidelidad, equilibrio, dominio propio (Ga 5, 22)... Sólo hace falta creer en él y dejarle libertad para darnos un corazón de hijo rescatado del pecado por la sangre de Jesús (Ga 3,26). Creer en Dios, en su presencia, ayuda a orientar la vida, a sobrellevar los golpes duros, a vivir, como Jesús, unidos al Padre y volcados hacia el prójimo.

En tercer lugar, se aborda la pregunta acerca del cómo. De la confrontación entre el contexto cultural y los elementos undantes señalados más arriba ha de surgir una propuesta pastoral que sea fiel tanto a aquellos elementos como al contexto actual. Es lo que pretende el trabajo de Francisco J. Andrades Ledo, con el título Una propuesta pastoral de nueva evangelización . El mismo propósito pastoral anima el estudio de Pedro Belderrain, cmf, quien reflexiona sobre Religiosidad popular y nueva evangelización .
Por: P. Eusebio Gómez Navarro

sábado, 3 de septiembre de 2016

María, compendió del Evangelio



María crecía en paz, en armonía, en gozo por las cosas de Dios. Tener esa actitud para entender las cosas de la vida.

Admiramos en esta meditación a María, la mujer perfecta, la primera cristiana, el primer fruto de la redención de Cristo. En Ella el Padre Celestial plasmó su pensamiento de lo que Él quería del ser humano. Por eso, todos tenemos el orgullo y la satisfacción de contemplar en María lo mejor de la humanidad. En Ella se unen la mujer perfecta en esta tierra, no exenta de luchas, de sacrificios, de cruz, con la mujer salvada y celestial, que tiene ya su corazón en el cielo y nos adelanta esa otra vida de los bienaventurados.

Admiramos en María, por los datos evangélicos de que disponemos, su pureza virginal, su humildad profunda, su sentido exquisito de la Voluntad de Dios, su fe y confianza plenas en Dios, su fortaleza ante el dolor, su caridad sin límites, su condición de mujer de oración, su espíritu de servicio silencioso, su sencillez de vida, su desapego de las cosas materiales, su amor entrañable por su Hijo, su ejemplo de mujer, de madre y de esposa, y otras muchas cosas.

En María se realiza de una forma perfecta el plan de Dios sobre el ser humano en esta vida. María es una criatura salida de las manos de Dios. A Ella se dirige Dios, respetando su libertad, para pedirle que colabore en su Plan de salvación para la humanidad caída. María le dice SÍ a Dios. A partir de ese momento se empieza a realizar la obra de la redención, encarnándose Cristo en su seno virginal. Son muchas cosas las que María nos puede enseñar para esta vida cristiana nuestra de todos los días. Sólo vamos a escoger algunas.

María, ejemplo de obediencia a Dios. Por el diálogo entre María y el Ángel se deduce que la propuesta de Dios a María chocaba frontalmente con los planes de María misma sobre su vida. Sin embargo, nada más escuchar María el plan de Dios y resolver cómo se realizaría aquel plan, Ella se entrega con aquellas palabras maravillosa que debieron conmover el mismo Corazón de Dios: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra".(Lc 1, 38). El pecado por excelencia del ser humano ha sido siempre la soberbia contra Dios. Así fue en líneas generales la historia del pueblo elegido. Por fin una criatura, en nombre de toda la humanidad, le dice a Dios SÍ. Esa palabra que todos deberíamos usar ante los planes de Dios para nuestra vida, aunque no los entendamos.

María, ejemplo de oración. Varias veces a lo largo de su vida, los Evangelistas nos dicen aquella expresión: "María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón" (Lc 2, 51). Era en la oración, en el silencio, en la reflexión en donde María crecía en paz, en armonía, en gozo por las cosas de Dios. Una actitud muy importante para quien quiera entender la vida y las cosas de la vida. No pensemos que María vivió permanentemente en un estado de comprensión normal de las cosas. Tal vez no nos imaginamos que significó para Ella escuchar aquellas palabras: "¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" (Lc 2,49) o aquellas otras: "Y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lc 2, 35). Sin la oración también es difícil que nosotros entendamos la vida, el mundo, los acontecimientos.

María, ejemplo de sencillez de vida y de desapego de las cosas materiales. Impresiona, sobre todo con una mentalidad de hoy, el ver a María camino de la montaña para ayudar a su prima Isabel que estaba embarazada, el ver a María misma camino de Belén con Dios en su seno, o el contemplar su presencia siempre en segunda línea durante la vida de Cristo. Y era la Madre de Dios. Tal fue su sencillez que, cuando Cristo empezó a realizar milagros y a convertirse en un personaje famoso, los conciudadanos se extrañaban que sus padres fueran María y José. (Qué lección para la vanidad humana tan necesitada de reconocimientos, de títulos, de primeras filas! María jamás reclamó nada para sí. Cuando intervino fue para ayudar a otros, como en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11).

María, ejemplo de mujer, madre y esposa. Es tan bello contemplar a María en estas facetas que tal vez tendríamos que dejar que la imaginación corriera por aquel hogar de Nazaret, en donde todo era paz, armonía, gozo, servicio. Y era un hogar difícil, porque allí todo estaba al revés: el Hijo, en teoría el más pequeño, era ni más ni menos Dios. José, el padre de familia, en teoría el jefe de aquel hogar, era en realidad inferior en santidad a Jesús y a María. Y ¿María?, allí en el medio, siendo una mujer cabal, equilibrada, serena, digna; siendo una esposa ejemplar, atenta, bondadosa, servicial; siendo una madre entregada, cariñosa, exigente, comprensiva, amorosa. Un ejemplo muy moderno para la mujer de hoy que se debate entre tantas dudas y dificultades.

Pero María también tenía ya su Corazón en el cielo. Es el ejemplo del ser humano que vive en este mundo, pero no se siente de este mundo, porque su verdadera patria está más allá, junto a Dios. Llena de gracia, María es la primera salvada, es el primer fruto de la redención de Cristo. Su tránsito de esta vida al Padre fue una mera circunstancia. Ella ya vivía en la presencia de Dios. Vamos a ver algunos aspectos de esta María ya salvada, ya con el corazón en el cielo, ya teniendo a Dios para siempre.

María era una mujer llena de gracia. Así se lo dijo el Ángel al saludarla: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28). Para Ella, desde su infancia la amistad con Dios constituía lo más bello, lo más deseado, lo más defendido, lo más soñado que le podía acontecer. Dios era todo para Ella. Esta es la realidad del salvado. Dios lo será todo para nosotros, cuando lo veamos cara a cara. Pero en esta vida, María debe ser un ejemplo de nuestra amistad con Dios, amistad que no puede estar hipotecada, amistad que hay que defender y conservar, amistad que hay que tener por encima de lo que sea. Sería sólo un pre-anuncio de nuestra vida en Cristo por toda la eternidad.

María era una mujer alegre. La alegría es la virtud de los resucitados, de los que tienen a Dios, de los que han puesto su corazón en el cielo. Vemos esta alegría en María Magdalena cuando descubre al Resucitado, en los discípulos de Emaús cuando reconocen a Cristo en la fracción del pan, en los apóstoles cuando Cristo resucitado se les presenta en el Cenáculo. La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos que ya vivimos de alguna forma nuestra fe en la resurrección. Por el contrario, la tristeza, como vivencia habitual y permanente, no entra nunca, pase lo que pase, en la vida de quien cree en Cristo.

María era una mujer con el corazón en el cielo. María veía todo a través del cielo. ¿Qué importancia tenían el sufrimiento, las carencias, las luchas, los sacrificios, los esfuerzos, las renuncias, los momentos difíciles, cuando todo eso se ve desde el cielo? Ninguna. Todo es parte de ese camino hacia el cielo, ese camino estrecho que tanto asusta al ser humano, que conduce a Dios. Ella ha sido nuestra precursora en este camino, dándonos ejemplo. Sigamos a María en esta vida que sin duda es para todos Aun valle de lágrimas@, pero tengamos siempre el corazón arriba, junto a Dios, con espíritu de resucitados.

Dios nos ha dado a María como Madre, Abogada, Intercesora, Mediadora, Amiga y Compañera. En la espiritualidad cristiana debe haber un gran sitio para María en el corazón de cada cristiano. De lo contrario nuestra espiritualidad estaría incompleta, sería muy pobre. Podríamos proponer algunos caminos o medios de espiritualidad mariana para nuestro corazón de cristianos.

El amor tierno y filial a María. María debe convertirse en la vida de un cristiano en objeto de ternura, de cariño, de afecto. A María hay que quererla como se quiere a una madre. Lejos de nuestra espiritualidad una actitud seca, austera, distante, fría hacia quien nos ama tanto, hacia quien aboga tanto por nosotros ante Dios, ante quien tanto nos cuida, ante quien vigila nuestros pasos para que no caigamos en el mal. De ahí la necesidad de tener con María momentos de encuentro, diálogos cordiales, intimidad y confianza. No puede pasar un día en nuestra vida que no nos dirijamos a Ella con la sencillez de un niño a contarle a nuestra Madre del Cielo nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestras luchas, nuestros planes.

Pero la devoción a María no debe quedarse sólo en un afecto y amor, porque entonces se empobrecería. Debe convertirse en imitación de sus virtudes. Para nosotros María es la obra perfecta de Dios y en Ella resaltan con luz muy especial todos aquellos aspectos de una vida que agradan a Dios. Aunque nunca seremos tan perfectos como Ella, sin embargo podemos seguir sus pasos para llegar a Cristo a través de María. Su mayor deseo es que amemos a su Hijo, que seamos como Él, que vivamos su Evangelio. (Qué María sea nuestra guía en este camino!

Y no olvidemos esas formas de oración particular centradas en María como pueden ser el Santo Rosario. Una devoción que hay que llegar a gustar y gozar, metiendo el corazón en cada Avemaría, en cada invocación, en cada recuerdo de María. En casa en familia, ante el Santísimo, en los viajes, el rosario debe ser nuestro acompañante.
Por: P Juan J. Ferrán

viernes, 2 de septiembre de 2016

Desde el pecado hacia el amor



Dolor y la muerte
Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios.

El pecado deja huellas profundas y heridas duraderas. Uno de sus mayores daños consiste en hundir al pecador en la tristeza, la amargura, la desesperanza. Otro daño es el de la dejadez: si caigo una y otra vez en lo mismo, ¿para qué luchar por el cambio? Un daño más profundo y sutil consiste en llegar a la idea de que, en el fondo, el pecado no es tan malo, incluso podría ser bueno para uno en su situación actual...

Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios, al optar por su egoísmo, y contra el prójimo, al preferir el propio bienestar en perjuicio de otros.

Pero si la ofensa es grave, si implica un desorden en el universo, la mano tendida de Dios puede provocar un cambio radical, incluso una situación paradójicamente favorable para el bien.

El pecador que pide misericordia, que se siente perdonado, permite el ingreso en el mundo de una inmensa infusión de bien y de esperanza. La acción de Dios, al ofrecer su perdón, suscita en los corazones una "nueva creación".

"Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa. Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahvéh. Convertíos y vivid" (Ez 18,30-32).

El corazón que se deja tocar por el perdón de Dios entra en una nueva vida, empieza a existir en el Reino de la misericordia. Si antes sufría bajo las cadenas del pecado, ahora goza en el mundo del amor.

Los que antes éramos "no-pueblo" podemos llegar a ser Pueblo de Dios. Los que vivíamos sin compasión, podemos ahora ser compadecidos (cf. 1P 2,10).

La Encarnación, la Muerte, la Resurrección de Cristo, han abierto las puertas de los cielos, han abierto las puertas de la misericordia. Si el pecado introdujo el misterio del mal en el mundo, la obediencia del Hijo al Padre ha provocado la revolución más profunda en la historia humana: el perdón.

Quien acoge ese perdón, quien se deja tocar por el Amor redentor de Cristo, ya no puede volver a pensar ni a vivir como pecador. Paradójicamente, el pecado “provocó” la llegada de la gracia. Quien ha sido tocado por la misericordia, quien ha abierto su alma a la conversión, empieza a vivir en el mundo del amor.

"¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo! Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado" (Rm 6,1-6).

Desde el pecado, borrado por la Cruz del Señor, podemos avanzar hacia el amor. Quien ha recibido tanto amor, sólo puede responder con amor. Quien ha sido perdonado, empieza a comprender que también él necesita perdonar a sus hermanos (cf. Lc 6,37).

Sólo entonces seremos semejantes al Padre de los cielos, que es bueno con todos, también con los ingratos y los perversos (cf. Lc 6,35).

Porque tristemente un día fui pecador. Pero Jesús, en su bondad, me dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (Jn 8,11).
Por: P.Fernando Pascual LC

jueves, 1 de septiembre de 2016

¡No juzguéis...! ¿Y qué hago yo de la mañana a la noche?



Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes?

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá a vosotros. ¿Cómo es que miras la brizna en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?. ¿O cómo vas a decir a tu hermano: Deja que te saque esa brizna del ojo, teniendo la viga en el tuyo?. Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mateo 7, 1-5)

Señor, acabamos de leer tus palabras según el evangelista San Mateo. Con qué claridad nos está hablando el Maestro, con qué claridad nos llega tu mandato, Señor: ¡NO JUZGUÉIS!...

¿Y qué hago yo de la mañana a la noche? Juzgar, criticar, murmurar... voy de chisme en chisme sin detenerme a pensar que lo que traigo y llevo entre mis manos, mejor dicho en mi lengua, es la fama, la honestidad, el buen nombre de las personas que cruzan por mi camino, por mi vida. Y no solo eso, me erijo en juez de ellos y ellas sin compasión, sin caridad y como Tu bien dices, sin mirar un poco dentro de mí.

Señor, en este momento tengo la dicha inmensa e inmerecida de estar frente a Ti, Jesús, ¡qué pena tengo de ver esa viga que no está precisamente en mi ojo, sino en mi corazón...! ¿Por qué en este momento me siento tan pequeña, tan sin valor, con todas esas "cosas" que generalmente critico de los demás y que veo en mí son mayores y más graves?

Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes?
Solo hay una respuesta: ¡porque me amas!

Ahora mismo me estás mirando desde esa Sagrada Hostia con esos ojos de Dios y Hombre, con los mismos que todos los días miras a todos los hombres y mujeres, como miraste a María Magdalena, como miraste al ladrón que moría junto a ti y por esa mirada te robó el corazón para siempre... y así me estás mirando a mí esta mañana, en esta Capilla me estás hablando de corazón a corazón: "Ámame a mi y ama a los que te rodean, no juzgues a los que cruzan por tu camino, por tu vida... ámalos como me amas a mi, porque todos, sean como sean, son mis hijos, son mis criaturas y por ellos y por ti estuve un día muriendo en una Cruz... Te quiero a ti, los quiero a ellos, a TODOS...¡NO LOS JUZGUES!"

Señor, ¡ayúdame!

Arranca de mi corazón ese orgullo, esa soberbia, ese amor propio que no sabe pedir perdón y aún peor, ese sentimiento que me roe el alma y que no me deja perdonar... No perdones mis ofensas, mis desvíos, mi frialdad, mi alejamiento como yo perdono a los que me ofenden - así decimos en la oración que tu nos enseñaste, el Padrenuestro - a los que me dañan, a los que me lastiman, porque mi perdón suele ser un "perdón limitado", lleno de condiciones.... ¡Enséñame Señor, a dar ese perdón como es el tuyo: amplio, cálido, total, INFINITAMENTE TOTAL!

Hoy llegué a esta Capilla siendo la de siempre, con mi pereza, con mis rencillas muy mías y mis necedades, mi orgullo, mi intransigencia para los demás, sin paz, con mis labios apretados, sin sonrisa, como si el mundo estuviera contra mi...

Pero Tu me has mirado, Señor, desde ahí, desde esa humildad sin límites, desde esa espera eterna a los corazones que llegan arrepentidos de lo que somos... y he sabido y he sentido que me amas como nadie me puede amar y mi alma ha recobrado la paz.

Ya no soy la misma persona y de rodillas me voy a atrever a prometerte que quiero ser como esa custodia donde estás guardado y que donde quiera que vaya, en mi hogar, en mi trabajo, en la calle, donde esté, llevar esa Luz que he visto en tus ojos, en los míos, y mirar a todos y al mundo entero con ese amor con que miras Tu y perdonar como perdonas Tu....

¡Ayúdame, Señor, para que así sea!
Por: Ma Esther De Ariño