"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

viernes, 23 de octubre de 2015

Los éxitos del Hijo son también de su madre

Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio Glorioso. La Ascensión del Señor. María, tu acompañaste a los apostoles a partir de ese día. 


Tú estuviste allí, no podías faltar. Con los apóstoles: tus nuevos hijos, la Iglesia naciente que Jesús dejó a tu cuidado.
Lo viste subir, triunfar para siempre. Subía y regresaba al cielo como triunfador. Derrotados quedaban sus enemigos: la muerte, el demonio, el mundo.

Era tu triunfo también. Si los éxitos del hijo son también de su madre, la ascensión de Jesús tú la vivías como propia; era el anticipo de tu asunción.

Aquel Hijo tuyo, nacido en Belén, que había venido a la tierra a través de tu carne, ahora se iba a la patria definitiva. Aquel hijo, perdido durante la eternidad de tres días en el templo, ahora no sabías cuantos años estarías sin verlo. ¡Qué dolor, dolor nuevo, que hacía casi intolerable, insufrible, la separación del Hijo amado!

A partir de entonces tu corazón estaría más en el cielo que en la tierra. Allí estaba José, tu esposo, el compañero maravilloso de la infancia y juventud de Jesús. ¡Qué ratos tan inefables, tan difíciles también, en su compañía! Él se te había adelantado. Él vería llegar a Jesús al cielo, y recibiría de Él las más sentidas gracias por haber cumplido tan perfectamente su misión de padre. Allí estaría desde ese momento Jesús. Pero Tú te quedabas en la tierra sola, muy sola. Porque tu amor se iba, y te dejaba sola en la tierra.

Sólo quien ha estado locamente enamorado y pierde a la persona amada sabe de este dolor. Tú eras la enamorada por excelencia de Jesús. Por eso, tu dolor no tenía límites ni comparación.

Pero tu voluntad no se sumergía en la tristeza, porque Jesús te había entregado una nueva misión: la Iglesia naciente. Con cuánto amor repetiste tu oración favorita: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

Con tu oración, tu amor, tus consejos y tu prudencia, la Iglesia niña crecía incontenible. Crecía en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres, como en otro tiempo tu Jesús. ¡OH Madre de la Iglesia, que acunaste nuevamente en tus brazos aquella criatura que Jesús te entregó!

Se mezclaban la nostalgia –la fuerza que te lanzaba hacia el cielo- y el amor a la Iglesia que necesitaba tu cariño, tu presencia, tu oración. La nostalgia era desgarradora, la esperanza larguísima. Tú veías en la Iglesia la continuación de Jesús en la historia como ningún teólogo lo ha visto. Toda la Iglesia estaba llena de la presencia de Jesús.

Tus nuevos hijos eran más débiles que Jesús. Los lobos acechaban. Satanás, que había devorado a Judas, seguía esperando matar a toda la grey, cuando aún era débil e indefensa. Pero contaba con tu defensa irresistible. Nostalgia, espera y certeza de llegar al cielo para ti y tus hijos. Él ya, faltamos nosotros...

Ahora Tú también estás en el cielo. Faltamos nosotros...Acuérdate de nosotros.

Nueva etapa de fe: Volviste a encender la lámpara que había alumbrado tu caminar por la vida, con aceite nuevo, con nuevo vigor. Era el comienzo fresco y pujante del cristianismo. Tú eras la primera cristiana, la que debías vivir y contagiar a todos la alegría recién estrenada del hombre y mujer nuevos, del nuevo estilo de vida, la religión del amor.


Oh Madre, se nos ha olvidado muy pronto que la religión fundada por tu Hijo es la religión del amor, la religión de las bienaventuranzas. Nos hemos quedado con unas pocas ideas rancias y con un aburrimiento vital. Resucita en nosotros la alegría del "mirad cómo se aman” que avasalló a los primeros.

¿Qué hemos hecho de la religión del amor? Los cristianos hemos vaciado la religión del amor para quedarnos con los mandamientos mal cumplidos. Y nos resulta aburrida, pesada, inaguantable.

La misma religión que a los primeros los entusiasmó hasta el extremo, los arrastró hasta el martirio sin pestañear, a nosotros nos resulta sosa y aburrida. ¿No será que hemos perdido la savia vital? Y ¿qué somos, que queda de nosotros si nos falta el amor? Nada. Pura fachada.

Tú comulgabas con más fe que ninguno, llegando a sentir a Jesús en tus entrañas como cuando crecía en tu seno. Te absorbías, te elevabas de la tierra, te ibas...Vivías de la comunión anterior y vivías para la siguiente, como la enamorada que no puede separarse del Amado.

Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo hacías en los años de tu soledad. Los cristianos observaban con respeto y emoción tu actitud. Y seguro que, como a Jesús, te pedían: "Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo haces”.En la forma de recibir a Jesús se confirma el amor o la indiferencia de los cristianos de hoy.

Quiero imaginar las palabras que dirigías a los apóstoles: El primer evangelio pasado por la mente y el corazón de su Madre. Y así entendían de manera entrañable las enseñanzas de Jesús: Tú les abrías el sentido, pero, sobre todo, encendías sus corazones. Cuantas veces Pedro, Juan y los demás debían comentar como los discípulos de Emaús: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba María los misterios de la vida de Jesús?"

Cuanto necesitamos, María, que nos vuelvas a explicar los misterios y la enseñanza de Jesús, sobre todo el amor que nos tiene, para que nuestro corazón arda de amor por Él y por Ti. ¡Cómo motivarías a Pedro, cada vez que el pesimismo y las dificultades de guiar a la Iglesia querían doblarlo! ¡Qué firme y gentil pastora guiaba al primer Papa, lo mismo que al actual Benedicto XVI! ¡Cómo les hablarías del cielo, repitiéndoles con apasionado acento las palabras de Jesús: ”Alegraos de que vuestros nombres están escritos en el cielo”! Hay que merecerlo, hay que ganarlo. Ahí estaremos juntos para siempre...

Autor: P Mariano de Blas LC


jueves, 22 de octubre de 2015

María, ahora es todo luz

Meditaciones mes del Rosario. Primer Misterio Glorioso. La Resurrección. María, ayudanos a resucitar con Jesús. 


No dudo que la primera aparición fue para ti, Madre Corredentora. ¡Qué distinto del Cristo deshecho sobre tus brazos en el Calvario, Ahora es todo de luz. Le quedan cinco heridas, pero heridas de amor. Lo abrazas todavía con cuidado, temiendo hacerle daño por las heridas del Viernes. Tu mente no se hace a la idea de que se curen tan pronto tan terribles heridas. El dolor había sido tan profundo que necesita mucho tiempo para curarse.

Tan honda y despiadadamente había entrado la espada en tu alma que extraerla supuso un esfuerzo impresionante. ¿Es posible en tan corto espacio de tiempo pasar del abismo de dolor al abismo de gozo? ¿Qué te dijo tu hijo resucitado? Lo adivinamos: "¡Gracias, Madre, por tu ayuda, por tu oración, por tu presencia. Gracias a mi Madre pude realizar la redención. Gracias, porque no sólo me ayudaste a nacer, sino también a morir”.

Jesús, una vez resucitado, resucita a los apóstoles: A Pedro le cura el temor mortal de sus negaciones mediante una aparición a él solo. A los dos de Emaús les hace exclamar: "¿No ardía nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” A Tomás le arrancó su racionalismo infundiéndole la fe. María completa la tarea. Me la imagino muy bien animando con sus mejores formas a Pedro, haciéndole ser humilde pero confiado.

¡Qué palabras diría a Tomás, el incrédulo, Ella que había aprendido a creer heroicamente, aquella Mujer de la que se dijo: "Dichosa Tú que has creído”. Ella completaría la explicación de la Escritura a Cleofás y a su amigo, al narrarles cómo Ella llevaba años meditando en su corazón los misterios de Jesús.

Jesús se les aparecía de vez en cuando iluminándolos como un relámpago en la noche; pero luego les dejaba el vacío de su ausencia. María era una luz de día y de noche: A todas horas disponible, para responder a todas las preguntas, para iluminar las conciencias, para fortalecerles en la futura vida apostólica. La presencia y solicitud de María fue algo único, irrepetible en la vida de los apóstoles.¡Qué envidia de la buena!

María ya no era la mujer discreta y oculta que dejaba actuar a su Hijo. Ahora Ella comenzaba a ejercer su plena maternidad sobre la Iglesia niña, comenzaba a ser Madre de la Iglesia.

Resucítanos, Oh Madre, como a los primeros apóstoles; acompáñanos ahora que lo necesitamos como entonces o más que entonces; sigue ejerciendo tu maravillosa y oportuna maternidad sobre estos hijos tuyos que deben vivir rodeados de lobos y de constantes peligros. Oh Madre bendita de la Pascua, infúndenos la alegría de vivir, de ser tuyos y de Jesús de tal forma que llenemos de alegría pascual al mundo entero.
Autor: P Mariano de Blas LC

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El Santo Rosario Qué es el rosario, cómo se reza, historia, oraciones, promesas, bendiciones y beneficios.

Vamos a meditar las palabras del Ave María, para que al repetirlas disfrutemos mas el Rosario. Y también las palabras del Salve Regina

martes, 20 de octubre de 2015

Perdónanos, Madre, aunque a veces sí sabemos lo que hacemos

Meditaciones del Rosario. Cuarto Misterio Doloroso. Jesús con la cruz a cuestas. Cada uno lleva su cruz hacia su propia montaña del Calvario. 


Lo matarían en poco tiempo. ¿Y qué clase de muerte? Las había horribles. Horrible sería morir para tu Hijo. ¿La degollación, la horca, la cruz? Lo que siempre habías temido, por fin había llegado: "Mi Hijo morirá en breve”. Y tal vez de una muerte horrible. ¿Qué mal había hecho? Ninguno, nunca, a nadie. Pero estaba profetizado y tenía que suceder. La espada de Simeón penetraba en tu corazón de forma cruel. Escuchas un griterío, ves gente que corre enardecida. Te imaginas lo peor. Lo van a hacer pedazos.

Cruzando unas calles alcanzas a ver sobresaliendo entre la multitud tres cruces. La espada se clava mucho más. ¿Escuchaste? "Si eres el Hijo de Dios....” No puede ser otro que tu Hijo. Te lo han confirmado los insultos de la plebe. No solo morirá pronto. Morirá crucificado... Nada ni nadie le salvará. Los soldados lo vigilan. La voluntad de Dios está clara. ¿Aceptarla? ¡Qué terrible, qué agonía! Prefieres morir Tú mil veces...

Un golpe seco y una de las cruces desaparece por momentos. Está tirada en el piso y en el piso también yace tirado tu Hijo: No puede con la cruz. La flagelación fue horrible y no le quedan fuerzas más que para exhalar el último suspiro. Aumenta el griterío, los insultos, los estallidos de los látigos sobre la espalda triturada.

Por fin logras acercarte y contemplar de cerca la escena. Tus ojos se encuentran con los de Jesús; tu amor y el suyo se abrazan en un nudo de dolor y de ternura. Le dices con todo tu ser que estás ahí y estarás con Él, acompañándole, confortándole, hasta el final. El encuentro del Nuevo Adán con la Nueva Eva hubiera amansado a la fiera más feroz. Penosamente la cruz avanza hacia el agujero preparado en el piso del Calvario donde será plantada como árbol de vida.

El Cirineo le ayuda. Es un alivio. Un hombre que se anima a llevar la cruz en su lugar. Pero ahora la cruz avanza más rápido hacia el lugar de la ejecución. Un hombre robusto la lleva. Cuanto le agradece a ese hombre desconocido, como a todos los que hacen más llevadero el dolor de Jesús. Hay muchos Cireneos y Verónicas que se compadecen, que ayudan a Jesús en la terrible tarea de la redención del hombre.

Una mujer valiente también se compadece, logra acercarse y secarle el rostro ensangrentado. Jesús agradece a todas las Verónicas que le acompañan en su dolor. María también agradece a los miles de almas que acompañan a Jesús en su sufrimiento.

Se escucha un golpe seco de madera pero amortiguado porque cae sobre la espalda de Jesús. La cruz le golpea, le machaca un poco más antes de matarlo del todo. Pero Jesús no maldice la cruz. Sabe que la cruz es un cetro, un trono y el instrumento precioso de la redención. Los cristianos que han comprendido no maldicen la cruz, la veneran. "Líbreme Dios de gloriarme en nada sino es en la cruza de nuestro Señor Jesucristo...” San Pablo.

Cada uno lleva su cruz hacia su propia montaña del Calvario. Unos reniegan, otros la abrazan; pero todos llevan su cruz. Esas cruces, comenzando por la de Jesús y la de todos los demás formarán en el cielo un bosque sagrado que visitaremos de rodillas.

Jesús merece toda la compasión, pero no la pide. El se compadece de todas aquellas
mujeres que lloran por Él: "No lloréis por mí, llorad, más bien, por vosotras y por vuestros hijos...” Y da la razón del leño verde y del leño seco. Tan en serio quiso tomarse la redención el leño verde que por algo será. Jesús recordó en ese momento el infierno eterno donde irán a parar los leños secos. Se lo recordó a las madres de los duros hebreos y a todas las que quisieran oírlo.

Tercera caída, La cruz le aplasta, el pecado de toda la Humanidad le doblega; es un
gusano que se arrastra por el suelo. Tal vez murió por un rato. Y a base de golpes volvió en sí. Se incorporó de nuevo. Jesús cae, pero siempre se levanta. Así nos enseña qué hacer cuando caemos: Levantarnos siempre. Y volver a empezar. Seguir nuestro camino.
Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen.

Esa palabra apagó el incendio de odio de todo el mundo contra Él. Los excusa. Ciertamente unos no saben, otros sí. Pero Cristo los excusa a todos, a todos perdona, y morirá habiendo perdonado a todos los hombres, y sin almacenar una gota de rencor hacia ninguno. Un perdón más ancho que el mar, más inmenso que el cielo. Jesús no sabía odiar, sólo amar. El perdón es una finura del amor. Al pedir perdón por todos demostró que amaba a todos.

Madre, que escuchaste esta palabra de Jesús, nosotros te decimos "Perdónanos, Madre, aunque a veces sí sabemos lo que hacemos”.

Ese perdón llega fresco, director, eficaz, al pecador, cada vez que se arrodilla en el confesionario. Los condenados están perdonados, pero no quisieron el perdón. Se requería un mínimo de humildad y arrepentimiento, pero ni eso tuvieron. Mientras que otros, al menos al final, incluso en el último día, lo tuvieron, y se salvaron.

El buen ladrón fue uno de estos. ¿Qué le movió el corazón a hacer la oración que le salvó su alma?¿El encuentro de María con Jesús?¿La paciencia y humildad infinita del Redentor? El caso es que se dejó mover por la gracia y oró así: "Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino”. Reprochó primero a su compañero por su comportamiento. Y este reproche y la respuesta de Jesús deberían haberle hecho recapacitar. Pero prefirió morder el anzuelo del orgullo y perderse para siempre. "Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Jesús prometió el cielo para más adelante a muchos. Pero darlo el mismo día sólo a este ladrón. ¡Bendito!

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Autor: P Mariano de Blas LC


lunes, 19 de octubre de 2015

Padres de doce hijos al Sínodo: La salvación de la humanidad pasa por la familia cristiana


 Patrizia, Massimo y Davide Paloni con el Papa Francisco en el aula del Sínodo. Foto L'Osservatore Romano
VATICANO, 17 Oct. 15 / 07:08 am (ACI).- Massimo y Patrizia Paloni están casados y desde hace algunos años son una familia italiana itinerante del Camino Neocatecumenal que están en misión en Holanda. Tienen 12 hijos y han sido invitados por el Papa Francisco como auditores en el Sínodo de los Obispos. El más pequeño de la familia, Davide, se ha convertido en el primer bebé que alguna vez ha estado presente en el Aula sinodal en el Vaticano.
En su intervención el 15 de octubre por la tarde narraron su experiencia de vivir intensamente el Evangelio y propusieron la aplicación en la pastoral familiar de la Humanae Vitae, la encíclica profética del Beato Papa Pablo VI sobre el amor humano. A continuación el texto completo de su intervención dada a conocer hoy por el Camino Neocatecumenal:
Massimo: Somos Massimo y Patrizia Paloni, familia itinerante del Camino Neocatecumenal, en misión en Holanda, tenemos 12 hijos. Queremos agradecer de corazón al Santo Padre que nos haya invitado: esto nos permite dar gloria a Dios por las grandes obras que ha hecho en nuestra vida. Él ha permitido que recibiéramos la fe de nuestros padres y nos está ayudando a transmitirla a nuestros hijos, que es nuestra tarea fundamental.
Hemos experimentado, como afirma San Juan que “los mandamientos del Señor no son pesados” (1Jn 5,3).
Ha sido Dios, en efecto, quien ha obrado en nosotros, sosteniéndonos en nuestra debilidad y donándonos un corazón generoso, abierto a aceptar los hijos que nos ha regalado, y proveyendo cada día de nuestra vida: todo esto gratuita y gradualmente a través de un camino de iniciación cristiana.
El Camino promueve en las parroquias un itinerario de formación católica que lleva a las personas a alcanzar una estatura de fe adulta, a través del redescubrimiento de las inmensas gracias del Bautismo. En tal Camino, inspirado por la Virgen María, viene gestado el hombre nuevo, de modo que, a medida que crece el Bautismo, pierde fuerza el pecado original que obliga al hombre a vivir para sí mismo. Aparece el hombre celeste, capaz de amar y de abrirse a la vida y a la Iglesia.
Frente a la dramática crisis de la familia, es urgente introducir la iniciación cristiana, para llegar gradualmente a vivir la radicalidad del Evangelio que atrae a los alejados a la Iglesia.
Patrizia: Desde el tiempo del noviazgo, el conocimiento del Magisterio de la Iglesia fue para mí una promesa que me llenó de alegría, porque podía adherirme a la voluntad de Dios eligiendo libremente para la vida. Junto a muchísimas familias quiero expresar mi profunda gratitud al Beato Pablo VI por la encíclica Humanae Vitae, con la que la Iglesia como madre y maestra me ha anunciado la verdad de la vida.
A pesar de los combates de cada día puedo testimoniar que esta promesa se ha realizado en el matrimonio: una verdadera gracia. No ha sido un peso vivir la fidelidad conyugal y la apertura a la vida, acogiendo todos los hijos que Dios nos quería dar, y he experimentado que la paternidad responsable no es decidir el número de hijos, sino más bien ser consciente de la grandeza de la vocación de colaborar con Dios en la creación de hijos para la eternidad, hijos que den gloria a Dios. Hoy me siento feliz y realizada como mujer, esposa y madre.
La gratitud por cuanto hemos recibido nos ha llevado a dejar Roma y partir a Holanda, donde desde hace once años, junto a otras familias en misión, servimos a la Iglesia local anunciando el Evangelio entre las “periferias existenciales” de Europa a tantas familias que no han tenido como nosotros la gracia de recibirlo.
Cada día, en torno a nosotros, vemos mucho sufrimiento, separaciones, abortos, personas solas sin esperanza. El mundo está esperando el testimonio de la familia cristiana y estamos convencidos de que la salvación de la humanidad pasa por la familia cristiana.
Si las familias fuesen ayudadas a reconocer la verdad de la Humanae Vitae responderíamos a la crisis de la familia, porque como hemos experimentado: ¡la comunidad cristiana salva a la familia y la familia salva a la Iglesia! Gracias.

domingo, 18 de octubre de 2015

Dolor, humillación y gloria de las espinas

Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio Doloroso. Coronación de espinas. Sus espinas terribles significan tanto amor. 


Dolor añadido, por si fuera poco la flagelación. Pero había que martirizar cada parte de su cuerpo. Después de la flagelación y la corona sólo quedaban sin torturar las manos y los pies. Pero por poco tiempo.

Si sólo le hubieran coronado de espinas, excluyendo los demás tormentos, hubiera sido terrible, dolorosísimo; pero juntaron herida sobre herida, dolor sobre dolor, hasta convertir todo su cuerpo en una herida en carne viva.

Pero las espinas llevaban en su punta cruel un veneno; la humillación, la burla infinita contra el tres veces Santo. "De Dios nadie se ríe” se lee en la Biblia. ¿Qué de Dios nadie se ríe? Todos se burlaron, y de la forma más humillante: Fue un paréntesis que concedió la Misericordia a la maldad de los hombres: Se rieron, se burlaron, le pegaron, le escupieron, le torcieron la boca, le llamaron blasfemo a Dios. Y no cayó ningún rayo. ¿De Dios nadie se ríe?...De Dios se rieron todos en la pasión...

Pero la corona de espinas es gloriosa. Sus espinas terribles significan tanto amor, tanto perdón y tan gran misericordia que son benditas. Líbreme Dios de gloriarme si no es en las espinas de su corona. Los azotes, las espinas, las humillaciones gritan el amor de Dios a cada uno de los hombres. Me amaste y te entregaste a la flagelación por mí. Me amaste y te entregaste a la coronación de espinas por mí.

"¿Luego Tú eres Rey?- Le preguntó Pilato.

Sí. Rey de las espinas, el Rey del amor, de la Misericordia, el Rey de los corazones. Reinará siempre teniendo como escabel de sus pies a todos sus enemigos. Los que alguna vez le retaron, le insultaron, se befaron, caerán mudos de espanto a sus pies.

La forma de convertirse en rey contrasta con la de todos los demás: No fue por la espada, sino por la humillación. Pero su reino no es efímero como los demás. Es eterno y durará por los siglos de los siglos. Más vale que, si hemos guerreado en el bando enemigo, nos pasemos a sus filas como quien le pidió un día: "Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”. De lo contrario ese rey humilde del que todos se rieron, un día nos dirá: "Apartaos de mí para siempre”.

Rey de mártires , de confesores, de vírgenes...de los mejores hombres y mujeres que han existido. Rey de miles de niños y niñas que demostraron ser más valientes que muchos adultos. Rey de innumerables convertidos: transformados de asesinos y ladrones y perversos en santos. Rey de los más difíciles. La mitad de sus mejores súbditos fueron primero grandísimos sinvergüenzas. Se pasaron del otro bando al de Cristo. Tuvieron tiempo para pensarlo, y optaron por Él.

Si pienso en mis pecados a fondo, me turbo, me aniquilo, siento la tentación de la desesperanza. Por eso prefiero pensar en el amor que perdona toda esa deuda y entonces me enardezco y me apasiono de amor por Él. Judas se ahorcó con la soga de la desesperación. Pedro se salvó con las lágrimas del arrepentimiento y del amor triunfador. A todos los reprobados en el amor Jesús les ofrece una segunda vuelta con tres preguntas iguales:”¿Me amas?” Si la respuesta es "Tú sabes que te quiero”, pasan el examen, y son admitidos de nuevo en su ejército. Por eso, aunque uno sea malo, perverso, si se atreve a arrepentirse y a amar otra vez, tiene salvación.

¡Oh bendita corona de dolor, de humillación y de gloria! Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la corona de espinas, en los azotes, los clavos y la cruz de Jesús, por los cuales he sido salvado del eterno dolor. En la Pasión todo habla de amor, grita el amor. Cada hombre cuenta con ese amor divino durante toda la vida. Todavía el último día uno puede exclamar:”¡OH divino y bendito dolor, sálvame!” Y siempre escuchará la misma respuesta: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Autor: P Mariano de Blas LC

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sábado, 17 de octubre de 2015

María veía el cuerpo de su Niño desgarrado

Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio Doloroso. Flagelación de Jesús. Terrible dolor, infinito amor. 


Tú sabías lo que era una flagelación. Lo sabían todos. Pero ahora era tu Hijo. Lo veías con la pupila abierta y enrojecida: El cuerpo de tu Niño desgarrado; veías, no te imaginabas, los gestos de dolor a cada golpe que nunca terminaba y que iba volviendo roja toda la piel de Jesús, piernas, brazos, el pecho, la espalda, hasta la cara con la sangre que corría casi desde los ojos como una cascada de flagelos.

Para purificar mis pecados. La terrible ofensa se mide por lo terrible del martirio. La flagelación sola hubiera matado a Jesús. Muchos hombres con menos ganas de sufrir, caían exánimes en un charco de sangre. Jesús resistió, porque aún le quedaban las manos y los pies para la cruz; pero sobretodo porque aún le quedaba amor y capacidad de sufrimiento para los pecadores más empedernidos. Con los primeros cien azotes fueron derritiéndose la mayoría de los pecados. Pero fue necesario llegar a ciento veinte, contados en la sábana santa, para ablandar a los de piedra. ¿A qué azote llegaron mis pecados? ¿Al ciento veinte?.

Terrible dolor, infinito amor. Aquí cayó rendida aquella religiosa mediocre, de nombre Teresa, al exclamar: "Ahora comprendo de qué me has librado y cuál ha sido el precio”.¡El precio! Desde ese momento se decidió a ser santa. Todos los hombres deberíamos entrar al patio de la flagelación y contemplar de cerca, para ver si, como a Teresa, se nos rasga el corazón para gritar idénticas palabras. Ante la flagelación, como ante la cruz, no se puede seguir adelante, si hay un poco de amor.

Tu Hijo es un guiñapo, tu Hijo no puede ser contemplado sin horror. Es como uno ante el cual se oculta el rostro, porque no se le puede mirar. Pero Tú no ocultas el rostro, Tú lo amas hoy más a ese Hijo sangrante, destrozado, semimuerto. Yo tampoco quiero retirar los ojos manchados. Quiero que mis ojos a fuerza de mirar se rompan en un mar de lágrimas sinceras; quiero que mi corazón de piedra, a base de sentir su amor, se vuelva un corazón de carne. Aquí han caído grandes pecadores, han muerto grandes canallas y han resucitado santos y mártires.

Yo también quiero caer muerto de dolor y arrepentimiento y resucitar un santo a la vista de Jesús flagelado por mí. ¡He aquí el Hombre! ¡He aquí el amor del Hombre! ¡He aquí lo que queda del Hijo del Hombre por haberse atrevido a amar a los hombres hasta el extremo! Hay en la Biblia una frase terrible en relación al hombre perverso: "Dios se arrepintió de haber creado al hombre” Yo te pregunto, Jesús, Dios: "¿Te arrepientes de haber amado así al hombre? Yo sé que la respuesta eterna es "¡No me arrepiento!
Autor: P Mariano de Blas LC

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viernes, 16 de octubre de 2015

Vidas de fe... las tres Teresas

En este mes de octubre las recordamos porque siempre estarán presentes, como seres humanos ejemplares de vidas de fe.

Ya no están.

Estuvieron en el concierto de la Humanidad, les tocó estar en diferentes épocas, en diferentes siglos.

Ya no están pero permanecen.

Permanecen entre nosotros por la huella que dejaron, porque sus vidas fueron transcendentales y la luz de sus almas de trayectoria inconmensurable y pura, no se podrá apagar jamás.

El nombre de TERESA fue el de las tres.

La primera, Teresa de Ávila, España, en marzo de 1515 siglo XVI.

La segunda Teresa nació en Alencón, Francia, en enero de 1873 y a los 16 años entra de novicia en el Convento de las Carmelita de Lisieux y toda la aventura y recorrido de su vida la tenemos hace ya dos siglos.

La tercera Teresa nace en Skopje, hoy Macedonia, en agosto de 1910. Su primer nombre, Agnes Gonxha Bojaxha , que luego , al entrar a los 18 años al Convento, cambia por el de Teresa.

El nombre de Teresa tiene magia para ella pues si grande y admirable fue Teresa de Ávila, no menos fue Teresa de Lesieux, que sin salir del Convento es proclamada Patrona de las Misiones por su celo y ardiente afán, en su vida consagrada a orar por las misiones y misioneros en lejanas tierras.

Una fue TERESA DE JESÚS, otra TERESITA DEL NIÑO JESÚS y la tercera, MADRE TERESA DE CALCUTA. Las tres siguieron los pasos del Maestro amado. Las tres vivieron enamoradas y rendidas a ese apasionamiento por Jesús.

A la primera se le atribuye un diálogo, hermoso y muy conocido, con Cristo. Le pregunta Jesús: - "Tú, ¿quién eres? Ella responde :- "Yo, Teresa de Jesús.. ¿y tú? Responde Él:- "Yo, Jesús de Teresa".

Teresa de Ávila tuvo una vida activa, profundamente humana y espiritual.
Teresita del Niño Jesús tuvo una vida breve, dulce, angelical y de salud muy quebrantada.
La Madre Teresa de Calcuta tuvo una vida larga, entregada y plena de generosidad, pero con la misma tónica de cumplimiento: la heroicidad de sus virtudes, de su fe y de su amor.

Teresa de Jesús, fuerte y tenaz, libro de texto del espíritu, fruto de experiencia e iluminación con estilo clásico y genial.
Teresita, luz de un alma enamorada, miniatura primorosa quebrada por mortal enfermedad y grandes sufrimientos físicos. Espíritu lírico, y llena de gracia.
Madre Teresa, alma gigante en envoltura pequeña , plena de amor y donación total de si misma.

Ellas son encarnaciones magníficas de espiritualidad que las hacen "imán del mundo". Ascetismo dictatorial hasta llegar a la nada en lo humano para que el alma tenga capacidad para TODO LO DIVINO.

Santas las tres Teresas... pero de carne y hueso. No son ángeles ni seres venidos de alguna otra dimensión. Nacieron en familias como las nuestras, con padres y hermanos como pueden ser los de cualquier hogar, quizá no tan cualquiera, pues en sus hogares aprendieron a orar y a amar a Dios. Ahí puede radicar la diferencia. En eso puede descubrirse el secreto de sus vidas: la oración.

La oración las llevó a una relación con Dios poco común. Fueron fieles a los designios del Señor. Abrieron las puertas del alma para dejar entrar al BIEN AMADO.

La oración fue su escudo, su fuerza, su refugio, su lanza para luchar contra muchas y diferentes tentaciones y sufrimientos. Fue la fuente para dar de beber al sediento, el valor para tener los pies cansados y polvorientos y el alma en las alturas, para acariciar las carnes enfermas de los moribundos, para hacer de la enfermedad y de los dolores un incienso perfumado en alabanza a Dios. La oración las colocó en "contacto directo" con Jesucristo y con la Santísima Virgen y fue el "ancla" más poderosa y mejor en sus vidas de fe.

¿Qué nos pasa a nosotros que no oramos?

Las tres Teresas nos están dando la clave y el grandioso ejemplo de sus vidas. Ellas se fueron pero están presentes y nos dejaron el testimonio de todo lo maravilloso y fascinante que puede ser un alma humana.

En este mes de octubre las recordamos porque siempre estarán presentes, como seres humanos ejemplares de VIDAS DE FE y almas inmensamente grandes.

 
Autor: María Esther de Ariño


jueves, 15 de octubre de 2015

Ella sabía que su hijo cruzaba la hora más triste y amarga

Meditaciones del Rosario. Primer Misterio Doloroso. Oración de Jesús en el Huerto. Tu corazón, tu amor, tu oración, lo pueden acompañar. 


Los apóstoles dormían en la hora más triste de Jesús en esta tierra. La excusa: tenían sueño. Pero Jesús moría... Sólo un apóstol velaba: el traidor. "Era de noche” había dicho Juan. Desde ese momento sería eternamente de noche para él. Otra alma estaba en vela, orando con lágrimas profundas en su rostro: María. No puedo creer que la Virgen María esa noche pudiera dormir. Le habían arrancado el sueño. Los corazones que aman, aunque no vean, saben.

Ella sabía, por intuición maternal y sobrenatural que su hijo cruzaba la hora más triste y amarga, Y Ella, la Virgen fiel, la Madre maravillosa, le acompañó, lo fortaleció. Ella fue el ángel que le infundió fuerzas. Eres corredentora por haber sostenido con tus brazos, oración y amor al Redentor en su pasión y muerte. Esa noche no fuiste para ti, fuiste toda para Jesús moribundo. Tu corazón, tu amor, tu oración lo mantuvo en vilo. Como cuando era un niño le animaste a repetir aquellas palabras que Él te había enseñado desde siempre: "Tu voluntad, Señor”. Palabras que Él se sabía muy bien, pero que en el océano de dolor y abandono en que navegaba, era casi incapaz de balbucir.

Tú recogiste en tu corazón aquella sangre de tu Hijo. Aquella sangre que sería inútil para muchos, Tú la transfundiste a los futuros mártires.

Tú supiste de Judas. ¡Qué dolor, qué dolor, qué dolor inútil para él! Con una voz que hubiera amansado a la fiera más salvaje, le dijiste: "¡Judas, Él perdona!” Y estas palabras no amansaron a aquella fiera humana, como tampoco las palabras más amorosas y suaves que haya recibido de Dios un pecador: "Amigo, ¿a qué has venido? ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Si todos llevamos en los labios el beso de Judas, te pido me concedas, si soy una fiera humana, la ternura que manifiesta un tigre con sus cachorros. Jamás permitas en mí la reedición del apóstol reconocido como "el traidor”. Cualquier cosa menos eso.

Tú supiste de Pedro. ¡Qué dolor, qué dolor, qué dolor tan distinto! Cuando te contaron de sus lágrimas, las tuyas se calmaron. Era un apóstol herido, pero salvado. Si Jesús había rogado por Simón, seguramente Tú también rogaste por él, porque eras la Madre de la Iglesia, y si por alguien debías rogar era por el vicario de tu Hijo. Cuantas victorias finales habrás de lograr con apóstoles heridos, maltratados por Satanás, cribados por él. Pero Cristo ha rogado por ellos y Tú has intercedido también. Yo quiero ser uno de esos a quien tu intercesión salve del abismo.

Tú supiste que lo aprehendieron y lo llevaron al Sanedrín y a Pilatos y a Herodes... ¡Horror! y ... lo condenaron a muerte. La espada entró casi hasta la empuñadura en tu corazón. La hora tan largamente temida, la hora que Tú trataste de detener con tu amor, rompió el dique y arrasó con todo, te arrastró a ti por la impetuosa corriente. Eras una herida total que aún con el roce del aire, el vuelo de una golondrina te hacía sufrir intensamente.


Para que reces muy bien el rosario, consulta
El Santo Rosario Qué es el rosario, cómo se reza, historia, oraciones, promesas, bendiciones y beneficios.

Vamos a meditar las palabras del Ave María, para que al repetirlas disfrutemos mas el Rosario. Y también las palabras del Salve Regina
Autor: P Mariano de Blas LC




miércoles, 14 de octubre de 2015

El amor más entrañable ahí está por ti.

Meditaciones del Rosario. Quinto Misterio de la Luz. Institución de la Eucaristía. Ahí hallarás al compañero de camino. 


La persona que más te quiere descúbrela ahí. Ahí hallarás la Víctima que constantemente se ofrece por ti, en tu lugar, que paga amorosamente por tus culpas y pecados. El cuchillo que no quiso Dios que Abraham clavara en el cuello de su hijo Isaac, permitió que se clavara en las manos, en los pies y el corazón de su propio Hijo. Por amor a nosotros, La deuda enorme que nosotros ni siquiera sospechamos cuan tremenda es, la pagó Jesús completamente en el Calvario, y la siguen pagando en la Eucaristía.

Se trata de una Víctima que sufre en nuestro lugar. El soldado en cuyo lugar murió San Maximiliano Kolbe sí nos podría decir qué significa que otra persona muera en nuestro lugar, cuando vio el cadáver de su bienhechor. Parece que nosotros nos impresiona ya de tanto ver el cadáver, es decir, el crucifijo. Ahí encontrarás el Pan de la vida que sacia el hambre del alma y el agua viva que sacia la sed de eternidad y de amor. Si de hambre y de sed se trata, nunca el hombre se ha sentido más hambriento y sediento que hoy. Se mueren millares de jóvenes, de hombres y mujeres de pura hambre, de pura sed: sed de eternidad, de cariño, de sentido de vivir.

Cuando uno quiere hablar con la verdad, no tiene más remedio que decir: "Vengo cansado de buscar inútilmente por tantos caminos. No he encontrado la verdad de la vida y de las cosas. No he encontrado un amor que llene plenamente mi vida. Sí un amor pequeño, tal vez, que me llena hasta cierto punto. No he encontrado un sentido a la vida lejos de Ti. No he encontrado la felicidad. Soy un buscador cansado ya de vivir y de buscar y no encontrar... Tú has dicho que eres el Camino, la Vida y la Verdad... Por eso vengo a comer ese pan maravilloso de la Eucaristía.

Ahí hallarás al compañero de camino que no quiere que vayas solo por la vida. Quien descubre al compañero de camino es la fe. Cleofás y su compañero estuvieron caminando con Él por espacio de dos horas, hablaron con Él y escucharon sus palabras pero no lo descubrieron por su cerrazón de corazón y su falta de fe. Solo más tarde, cuando abrieron su mente y corazón e invitaron a Jesús a estar con ellos, lo reconocieron. "¿No ardía nuestro corazón...?” Así nos sucede a nosotros; Jesús camina a nuestro lado, nos interpela, pero no nos apercibimos de que es Él, por nuestra falta de fe y apertura.

Traemos los ojos ciegos de tristeza, de orgullo e impertinencia, y así, no se puede reconocer a Jesús. No quieras convertir tu vida en un purgatorio, privándote de la compañía del mejor amigo. Él te ama y quiere que lo ames. No preguntes por qué. "¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?...”Lo que interesa no es tanto saber por qué, sino saber que es un amor verdadero, personal, infinito. Si algún día quiere Dios revelar el misterio, Él sabrá; pero si no lo quiere decir, al menos a mí no me importa; me basta estar seguro de ello: Dios existe y me ama.

Amor con amor se paga: Así como es cierto que Dios te ama, también lo es que te pide una respuesta de amor, y nuevamente, no preguntes por qué. Ya san Agustín se hacía esta pregunta: "¿Quién soy yo, Señor, para que me pidas y me exijas que te ame con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas; y que te disgustas muchísimo si no lo hago...?” Ama todo lo que puedas y como mejor sepas, y habrás cumplido.

Las visitas a Jesucristo y a María, realizadas con fe y fervor, infunden no pocos ánimos. En tu ciudad viven, a unos pasos de tu calle; no cuesta trabajo visitarles un minuto, darles los buenos días, pedirles una misericordia para la jornada. Esas pequeñas visitas, esos pequeños momentos, robados a tu abultada agenda, inyectarán vigor a tu alma triste.

Ve a visitarles con más frecuencia, con más amor y menos prisa, que son los amigos de tu alma, los que ponen suavidad y eficacia en tus actividades febriles. Si el arte de vivir es amar y ser amado, ahí tienes dos amigos que siempre te han querido y a los que no has sabido amar, tal vez. Una breve visita, un corto detenerse, un pequeño gesto de cariño, un mirar y ser mirado, un alargar la mano y dar la diaria limosnita de amor.

María no necesitaba la transfiguración. Porque veía a su Hijo como Dios, cada vez menos como hijo suyo, y cada vez más como Dios, hasta el punto de que junto a un inmenso cariño sentía un gran respeto hacia Jesús. Y en cuanto a la Eucaristía, nadie ha experimentado lo que María, que tuvo al Hijo en su seno como todas las mamás, y luego lo volvía a recibir en su cuerpo a través de la comunión. Entonces era un niño pequeño con un futuro por hacerse, Ahora recibía al Hijo que había recorrido los caminos del mundo; al Hijo a quien vio muerto en la cruz y muerto en sus brazos. Volvía a recibir a aquel niño tierno, a aquel adulto, a aquel muerto en la cruz, a aquel Hijo resucitado. Por eso, las comuniones de María tenían una experiencia muy particular e impresionante: volvía a vivir la alegría extática del nacimiento, aquellos años de alegre esperanza en Nazareth, los años dramáticos de la vida pública, los momentos dolorosísimos de la pasión y muerte –de seguro que ahí se detenía largo tiempo- y las alegrías de la resurrección gloriosa.

Cada comunión era un rosario de los misterios de la vida de Jesús. María contemplaba una y otra vez los misterios del rosario, pero en vez de rezar avemarías, rezaba el Padrenuestro, el Magníficat y el Gloria. Por eso le gusta que nosotros recemos el rosario, como lo hacía Ella.


Oración:

Oh Madre, que has rezado tantas veces tu propio rosario de los misterios de tu Hijo, ayúdanos a contemplar esos misterios con tus ojos y tu corazón de Madre. Alcánzanos la gracia de recibir a Jesús en el sacramento de su amor con el fervor con que Tú lo hacías en los años de tu soledad. 
Autor: P. Mariano de Blas LC





martes, 13 de octubre de 2015

Vieron el cielo por un rato y querían quedarse

Meditaciones del Rosario. Cuarto Misterio de la Luz. La Transfiguración. ¡Qué bien se está con Jesús! 


Les hizo ver el cielo por un rato. Querían quedarse allí para siempre, pero no era aún el momento. En el cielo querremos quedarnos para siempre, y será verdad, y será posible.

Los condenados querrán ir al cielo por un rato al menos, y no irán ni siquiera por un rato. ¡Qué mal se está aquí! Pero allí se quedarán eternamente, en el lugar donde no se ama y donde la infelicidad ha puesto su morada eterna. ¡Qué bien se está aquí! Cuando uno dice eso es porque lo siente.

Aquellos tres apóstoles se decían a sí mismos y nos decían a nosotros: ¡Qué bien se está en el cielo! Todos los santos han tenido una experiencia semejante a la del Tabor, es decir, han gustado anticipadamente el cielo. Y todos han dicho lo mismo: ¡Qué bien se está aquí...!San Pablo: "Tengo por seguro que...” Santa Teresa; "Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. San Ignacio de Loyola: "¡Qué miserable me parece la tierra cuando contemplo el cielo!” La aparición sirvió para fortalecerles en el momento de la prueba. En los momentos de dificultad y de dolor conviene recordar los momentos de luz. Las dificultades y problemas duran sólo esta vida, la felicidad del cielo nunca termina. Todos necesitamos esta motivación, este ángel de luz que nos sostenga en medio del dolor. Jesús quiso necesitarlo o simplemente lo necesitó en el supremo dolor, cuando sudaba sangre en Getsemaní. Quiso tener en la hora de su muerte a María como un nuevo ángel que le ofrecía su amor y su presencia para resistir hasta el final. Con cuanto mayor razón necesitamos nosotros la presencia de ese ángel.

Dios se ha adelantado a dárnoslo en María Santísima, el mismo ángel que a Él le consoló como nadie en este mundo. Cuando uno experimenta a Dios tan intensamente, lo demás desaparece. Se quiere únicamente ser de Dios. Ser de Dios felizmente y para siempre. ¡Quién pudiera decirlo, sentirlo y que fuera verdad!: Soy de Dios, pertenencia suya, nada mío, todo de Él, esclavo, siervo, hijo, consagrado.

Los santos lo saben, lo empezaron a saber desde este mundo, desde que se despojaron de sus ricas ropas y se vistieron el sayal del siervo. "Mi Dios y mi todo”, es una frase que decían en un suspiro de amor. Todos los santos han subido al Tabor desde este mundo, y antes de subir al Calvario. "Este es mi Hijo amado; escuchadle”. ¡Con qué amor diría el Padre estas palabras! Con parecido amor dice de los buenos hijos: "Éstos son mis hijos predilectos”: Los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Sed santos.

Todos los caminos se han recorrido en busca de lo mismo: la felicidad; y de todos han vuelto sin respuesta muchos, muchísimos hombres; sólo los santos nos han dicho algo diferente: "no me arrepiento”. Luego, ¿han hallado lo que otros no? Tal parece. Son felices. Y, ¿por qué?. Porque han servido al mejor Señor que los ha convertido en reyes; porque han salido de su cueva a mejorar el mundo; han amado a su prójimo, han dejado atrás su sucio egoísmo, han vivido de fe y amor; han luchado duramente por mejorar su mundo, la han hecho más pura, más fuerte, más generosa; éstos son los felices. Quién lo creyera, porque han quebrado y hecho pedazos todas las reglas de la lógica humana: Han matado su vida para vivir. "El mundo espera el paso de los santos” –dijo un sabio, Pablo VI-, porque los demás arreglan, si es que arreglan, los problemas materiales: pan y circo; pero el hombre requiere de curación para su alma, doctores del alma que sepan manejar la medicina celestial: Los santos la tienen y la dan; dan y, con Dios, la paz íntima, el por qué de la vida y de todo el peregrinar humano; ofrecen fortaleza y amor. Ellos mismos, con su ejemplo, ofrecen un estímulo a superarse, a elevarse del barro para volar a las alturas.

"Escuchadle". No escuchéis a los falsos profetas, no sigáis la voz del tentador que os presenta la felicidad en forma de drogas, sexo desenfrenado, borracheras, dinero, poder...

"Escuchadle". En las bienaventuranzas, en la invitación a la conversión, en el amor a Dios y a los hombres, en la invitación a la santidad. "Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”. Hoy no queremos escuchar, no queremos obedecer a nadie: ni a Dios, ni a la Iglesia, ni al Papa; ni a los padres, ni aún a la autoridad civil. Se requiere cierta humildad para orar y obedecer. El hombre de hoy, tal vez, se está volviendo progresivamente más soberbio, más seguro de sí y, por eso, no quiere escuchar, Pero el Padre le sigue pidiendo que escuche a quien es el Camino, la Verdad y la Vida. Porque el mismo hombre que no escucha a Dios, si escucha al Padre de la mentira, ese desobediente obedece a sus pasiones, a sus caprichos, hasta el punto de decir: "He aquí el esclavo del pecado, de los vicios. Hágase en mí según vuestros mandatos” Dios dice a los tres apóstoles:

"Escuchadle". Se lo dice en buena forma. Tiempo habrá en que la dura claridad de sus palabras se convierta en encrucijada de salvación o condenación. "Vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; pero el que no crea se condenará”. Mc.16,15-16

Autor: P Mariano de Blas LC