"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El amor de Cristo no tiene límites

El amor está en las cosas pequeñas. Soñamos con lo imposible y no hacemos lo que está a nuestro alcance.

Jesús nos amó hasta el final, dio la vida por nosotros.“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13,2).

Una de las características del amor de Cristo es que no tiene límites. Él se rompió amando, con sus palabras, con sus manos, con sus gestos, con sus actitudes. En aquella tarde, Jesús amó a los suyos como nadie los había amado hasta entonces, los amó, hasta el límite, hasta el fin, hasta el extremo, hasta dar la vida. Jesús demostró este amor al otro en el servicio y en el estar atento en las cosas pequeñas. “Se levantó de la mesa, se quitó los vestidos y, tomando una toalla se la ciñó luego echó agua en la jofaina, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugárselos con la toalla que tenía ceñida” (Jn 13.5). Echar agua, lavar, secar los pies, era un oficio de esclavos. Y Jesús se convierte en esclavo, en servidor; se empobrece, se rebaja poniéndose a sus pies. Este servicio humilde y callado lo hizo Jesús con sus discípulos; quien no se deje lavar los pies por él, no tendrá parte en su reino.

Jesús fue un hombre especial, extraordinario en generosidad, bueno de verdad, que pasó haciendo el bien sobre la tierra y curando a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con él (Hch 10,38). Por eso Pablo aconsejaba a los cristianos como norma de vida: "Mantengamos fijos los ojos en Jesús" (Hb 12,2), para tener sus mismos sentimientos, para obrar como él. Fue enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). Él vino para los casos difíciles, para "salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10).

Jesús fue un hombre bueno, con una bondad de calado profundo, de inversión de valores, de búsqueda de lo esencial. Lo radical de su bondad estaba en el hecho de su estar "a la escucha" de las necesidades de los otros. Él dio su vida por todos, su entrega fue total, él no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos (Mc 10,45). Nunca condenó a nadie, trató de salvar a todos, de dar vida y de ser vida y fuente de agua viva. Toda la vida de Jesús fue una donación al Padre y se entregó como precio de nuestra liberación. El “amarás a Dios con todo tu corazón y toda tu alma”, encuentra su nueva plenitud en la palabra y en vida de Jesús. Dios, para él, es el único bueno (Mc 10,18), el Padre amoroso (Mt 5, 45) que busca la oveja perdida (Lc 15,4-7), porque es un Dios que busca y acoge lo que se había perdido (Lc 15,2).

En sus enseñanzas repetía que lo más importante era buscar a Dios, su Reino, que no se preocuparan de lo demás. Mil veces invitaba a sus oyentes a no tener miedo, a no dudar, a creer de verdad (Jn 8,46). A todos les dio ejemplo de amor y el amor fue su único mandato. El amor se concretiza en las cosas pequeñas. Soñamos con lo imposible y no hacemos lo que está a nuestro alcance. “Atender a cosas aún menudas, y no hacer caso de unas muy grandes”, porque “quedamos contentas con haber deseado las cosas imposibles y no echamos mano de las sencillas” (7M 4,14).

San Jerónimo escribió un comentario a las cartas de Juan, donde dice que cuando a Juan le preguntaban sus discípulos cristianos, constantemente respondía: “Hijos míos, amaos los unos a los otros”. Cansados los discípulos de esa machacona insistencia, le preguntaron que por qué repetía tanto lo de “amaos”. Su respuesta fue bien sencilla: “porque éste es el mandamiento del Señor, y si lo cumplimos es suficiente”.

Efectivamente, quien comprende y experimenta lo que es el amor, no puede por menos de gritar como Francisco de Asís: Dios es amor, amor, amor. Dios es amor: quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (Jn 4,16) El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor (1Jn 4,8). Por eso insistía Juan: “Amigos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1Jn. 4, 7). Esto mismo había encomendado Jesús a sus discípulos y les pide que se ayuden, se apoyen, se consuelen. Por eso Jesús insistirá: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros. En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis unos a otros” (Jn 13,34-35).

Juan era un experto en la ciencia del amor, había comido junto a Jesús y había sentido el latir del corazón del Amado. En esto se ha manifestado el amor de Dios por nosotros, en que ha mandado a su Hijo unigénito al mundo para que nosotros vivamos por él (1Jn 4,9). Para Juan el amor es la piedra angular del reino de Cristo (Jn 3,16) y exhorta siempre a los hermanos al amor recíproco (2Jn 5,6). El amor de Dios se ha revelado en un acontecimiento histórico: el hecho de Jesucristo, que inaugura el tiempo de la misericordia divina. Este acontecimiento histórico, revelación única y suficiente de Dios manifiesta también que Dios no sólo ha amado y ama, sino que “es amor” (1Jn 4,8).

Juan aprendió muy bien la lección del amor, como lo más importante y como lo único que merecía enseñarse e insistir. La primera carta de Juan es una joya. De ella entresaco algunos pensamientos.
- El que ama a su hermano, ése es hijo de Dios (3,10).
- Quien ama a su hermano ha pasado de la muerte a la vida (3,14).
- Amar de verdad es dar su vida por el hermano (4,10).
- El que ama comparte sus bienes con el hermano necesitado (4,17).
- Amarnos es cumplir lo que Jesús nos mandó (3,23).
- El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios (4,7).
- Nuestro deber de amar se funda en que Él nos amó (4,11)
- Si amamos al hermano, Dios permanece en nosotros (4,12).
- Amemos, ya que Él nos amó primero (4,19).
- Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (4, 20).
- Si alguien ama a Dios, ame también a su hermano (4, 21).


Por: P. Eusebio Gómez Navarro 

martes, 8 de septiembre de 2015

La Natividad de la Virgen María - 8 de septiembre

     Natividad de la Virgen María – Milán

Natividad de la Virgen María

Son muchas las fiestas litúrgicas que se celebran en honor a la madre de Dios, la Virgen María. Sin embargó, a veces no conocemos muy bien su historia. Aquí se explica el origen de la presente festividad, la Natividad de María. Como se explica, esta celebración nos llega por el legado de los primeros cristianos, y además gracias a ella se pudo poner fecha (8 de diciembre) a la solemnidad de la Concepción Inmaculada de María.

Historia y orígenes de la fiesta
Con este nombre se celebra una fiesta el 8 de septiembre. No se trata, como en las fiestas de la Asunción y de la Inmaculada, de un dogma, sino de una conmemoración.
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y es una de aquellas cuatro principales fiestas de María en honor de las cuales el PapaSergio I organizó una solemne procesión que salía de la iglesia de San Adriano en el foro romano y terminaba en Santa María Mayor, donde se celebraba la Misa.
El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.
Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos en Oriente y probablemente en Jerusalén. Ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.
Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamadoProtoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.
El primer testimonio de la fiesta es un himno de Román el Melodo (año 560). Para San Andrés de Creta (740) esta fiesta es ya una antigua tradición. En Occidente se introdujo en el siglo VII. Además de la noticia del Liber Pontificalis referente a la procesión ordenada por Sergio I, tenemos el testimonio de los sacramentarios romanos a partir del Gelasiano antiguo. No obstante, la fiesta se propagó muy lenta y desigualmente en Occidente: en Milán en tiempo de Beroldo (1124) era desconocida, no obstante hallarse consignada en los Martirologios.
Amalario ni siquiera hace mención de la misma. En cambio, en el Concilio de Reims (630) se prescribe como día festivo. A partir del siglo XI-XII se halla generalmente establecida. La octava fue debida a un voto de los cardenales en el difícil cónclave de 1241. Gregorio XI (1378) la dotó de una vigilia.
Es la fiesta patronal de muchísimos santuarios y es así un bella manera de simbolizar el nacimiento espiritual de la Virgen en muchos pueblos. En los nuevos libros litúrgicos promulgados por Pablo VI, esta fiesta ha sido muy revalorizada, principalmente, por sus dos himnos nuevos: uno de autor anónimo del s. X y otro de S. Pedro Damián.
La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico.  Es por eso, que esta celebración, como enseña San Andrés de Creta es, “el principio de las festividades y sirve como puerta hacia la gracia y la verdad.” San Juan Damasceno dijo: “el día de la natividad de la Madre de Dios es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría” (homilía que pronunció un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana).

Poesía a la Natividad de María
(Lope de Vega)
Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.
Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.
 Enlace al artículo original: http://www.primeroscristianos.com/index.php/santo-del-dia/santoral/item/1347-la-natividad-de-virgen-maria-8-de-septiembre

lunes, 7 de septiembre de 2015

Somos una... solo una Iglesia

Jesucristo dotó a su única Iglesia de una estructura jerárquica que hemos de respetar, aceptar plenamente. 

Todos los cristianos somos hoy conscientes de lo que significan esas palabras tiernas y emocionadas de Jesús en la Ultima Cena, cuando le pedía al Padre: ¡Que sean uno!...

Jesús conocía de sobra nuestra tendencia a la división. A capitanear cada cual su grupo haciendo imposible la cooperación, aunque sea para la causa más justa y más santa.

Esto es muy propio nuestro desde que Satanás en el paraíso metió tan profundamente en nuestro ser el orgullo de que él está lleno, porque Satanás no es más que orgullo y desamor. Jesús preveía el mal que se echaría sobre su Iglesia, y pide a gritos: ¡Unión! ¡Unión! ¡Unión!... Unión en la única Iglesia mía. Los hermanos que vivimos separados, entendemos hoy muy bien este anhelo de Jesucristo, y por eso buscamos la unión entre todos los cristianos.

El director de una revista anotaba hace ya mucho tiempo cómo la sociedad se iba dividiendo hasta pulverizarse. Pero fue optimista, y mirando a las diversas Iglesias cristianas expresó así su pensamiento:
- Nos hallamos dolorosa e injustamente pulverizados. Pero esto es providencial. El polvo se puede amalgamar, y convertirse en una masa compacta, dura, resistente.

Muy bien dicho. La Iglesia, en la mente de Jesucristo, es la llamada a unir a la Humanidad en el amor, pero para ello debe empezar por estar unida ella misma, tal como la instituyó su fundador Jesucristo.

El Papa Pablo Sexto, que vivió intensamente el misterio de la Iglesia, decía en una de sus primeras catequesis:
La Iglesia es UNA, por la unidad de la fe, por la unidad del culto, por la unidad de la autoridad suprema.
Tiene una unidad estructural y orgánica: es un cuerpo, un edificio, un reino. Es comunitaria y es jerárquica. Es orgánica y concorde.

Lo confesamos con ese canto hermoso, de inspiración paulina:
- Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre...
Y esto, como lo ha querido Jesucristo, dirigidos y aglutinados en una autoridad visible, el Papa, que hace las veces de Jesucristo, por voluntad expresa del Señor.

Es conocida la visita de aquellas mujeres japonesas al primer misionero que llegó al Imperio del Sol naciente después de tres siglos cerrado al Occidente. Ya la narramos una vez en nuestros mensajes. Pues otra muy parecida realizaron unos hombres a otro Padre, en una región donde parecía que se había extinguido la religión católica. Llegan juntos, y uno saca de entre los pliegues de su vestido un Crucifijo que fue destrozado durante la persecución:
- Oye, extranjero, ¿conoces tú a éste?
- Sí; es nuestro Salvador, que murió en la cruz por los pecados de los hombres.
Los visitantes hacen con la cabeza una señal afirmativa. Sacan entonces una imagen ya muy vieja de la Virgen María:
- ¿Y sabes tú quién es ésta?
El misionero la toma, y la besa con amor:
- Sí, claro; es la Madre bendita de nuestro Salvador.
Los visitantes empiezan a sonreír felices. Pero el que capitaneaba el grupo hace la pregunta más comprometedora:
- Quisiera saber si tú conoces a un Obispo que vive en una ciudad lejana, grande, y que dice que le tienen que obedecer todos, porque Cristo lo constituyó Vicario suyo. ¿Es cierto eso?
El misionero se asombra, mientras piensa que le tienden una trampa inspirada por los mercaderes protestantes. Así y todo, les contesta:
- Sí, lo conozco también. Es el Papa, el Padre Santo, el sucesor de Pedro, y que está en Roma, y es él quien nos ha enviado a mí y a los otros misioneros católicos a vosotros para que os anunciemos la buena nueva de la Salvación y os comuniquemos la gracia de Cristo por los Sacramentos.
Era todo lo que querían saber aquellos sagaces japoneses. Llenos de alegría se tiran al cuello del misionero, gritando:
- ¡Tenemos una misma fe, tenemos un mismo corazón!
Este caso vale también por mil discursos.

Sin sacerdotes durante casi trescientos años después de las sangrientas persecuciones, pero allí estaba viva la Iglesia, UNA, con la misma fe y el mismo amor, unida con el pensamiento y el corazón a la Iglesia de Roma, que liga, une y estrecha a todas las Iglesias particulares extendidas por el mundo entero.

Mirando ahora a nuestra vida en particular, nos damos cuenta de lo que comporta el vivir, mantener y fomentar la unidad de la Iglesia. Si Jesucristo hubiera instituido varias Iglesias, y si a su Iglesia la hubiera dejado en el mundo como un movimiento inorgánico, bastaría ser cristiano sin más, cada uno como quisiera y donde quisiera. Pero, no. Jesucristo dotó a su única Iglesia de una estructura jerárquica que hemos de respetar, aceptar plenamente y mantenerla con una fidelidad a toda prueba. Romper esa unidad es desgarrar el cuerpo de Cristo.

Como sabemos esto muy bien, nosotros juramos fidelidad inquebrantable al Vicario de Jesucristo, estrechamos nuestros corazones en la unidad, y mostramos así al mundo que la Iglesia es UNA en Cristo, como es UNO el Dios que, en tres Personas distintas, permanece en unidad irrompible.


Por: Pedro García, Misionero Claretiano

domingo, 6 de septiembre de 2015

¡Dichoso el rico... por la generosidad de su ayuda!

El dinero que tantas veces es malo, se puede convertir, y se convierte de hecho, en una bendición. 

Nada más oímos la palabra dinero ya nos ponemos en guardia. Porque sospechamos que se nos va a hablar muy duramente. Y, sin embargo, también se nos puede hablar muy bellamente del dinero. Todo dependerá de la parte por la que se incline el corazón. Porque el dinero es un aliado del mal como puede ser un colaborador extraordinario del bien. El Evangelio, en esto como en todo, la palabra definitiva. Con el Evangelio en mano, se iluminan todos los problemas y para todos se les halla la solución adecuada..

La Humanidad ha caído siempre de rodillas ante el becerro de oro, contra el cual se han despedazado siempre también las tablas de la Ley de Dios. Nunca han pactado ni pactarán Dios y el dinero.

El hombre quiere ser rico y busca el dinero sea como sea, al considerarlo como la base de su bienestar, de una vida de placer, de la soberanía política sobre los demás, de la seguridad de la vida, de todo sueño de felicidad... El demonio, que de tonto no tiene nada, se lo ofreció cínicamente a Jesús:
- Todo esto te daré, sí, postrado en tierra, me adoras.

En definitiva, el dinero es la máscara atractiva que el demonio se pone para ser el dios del hombre, desplazando de su sitio al Dios verdadero, del que dice la Biblia:
- A Él sólo adorarás y a Él sólo servirás.
Esto ha sido siempre así. Pero, en nuestros días, el dinero ha abierto esa brecha insalvable entre los hombres con la llamada cuestión social. Porque contemplamos el hecho innegable de que una parte muy pequeña de los hombres acapara casi toda la riqueza del mundo, mientras que la mayoría de las gentes, llamadas del Tercer Mundo, viven en condiciones de pobreza muchas veces desesperante.

Viene la consecuencia natural de esa lucha social, que ha llegado tantas veces a las armas, y que ha hecho correr torrentes de sangre. Esta ha sido y sigue siendo la obra del dios oro.

Pero está también la obra del oro de Dios. Porque el dinero, colocado en manos que lo saben manejar, se convierte en fuente de bendiciones para muchos: para los que lo reciben igual que para quienes lo manejan.

La Biblia, en el Antiguo Testamento, nos dice unas palabras que parecen hoy desconcertantes:
- ¡Dichoso el rico... porque la generosidad de sus donativos será proclamada por la asamblea de todos los santos!

Jesús lo recomendará después así:
-¡A ganarse amigos con el dinero malvado!
O sea, el dinero que tantas veces es malo, se puede convertir, y se convierte de hecho, en una bendición.

Se me ocurre ahora la historia de aquellas zapatillas.

Un grupo de gente rica formaba una especie de club para ayudar a los pobres. Y aquel señor de la nobleza francesa visita a una amiga millonaria, a la que encuentra remendándose sus zapatillas.
- Pero, ¿por qué no se compra otras nuevas?
- Porque tengo que ahorrar para los pobres.
- Pues, mire; por ellos venía a verle, para pedirle ayuda.
La señora se levanta, saca del cajoncito el billete de banco más subido, y lo entrega al visitante con la mano izquierda.
- ¿Y por qué me lo da usted con la mano izquierda?
- Para que no se entere la derecha, y ésta no se niegue a seguir remendando zapatillas.

Esto es dar cumplimiento a la profecía bíblica de Isaías: cuando venga Cristo, las lanzas de los soldados se convertirán en azadones y en machetes de agricultor. Como podía haber dicho: serán agujas de coser en manos de mujeres acomodadas, que es igual...
El rico proclamado dichoso por la Biblia es el que no anda detrás del oro, no peca con él ni hace el mal; lo aprovecha para hacer cosas admirables, y, probado por las contradicciones, es hallado un hombre perfecto.

Hoy se llevan esta gloria tantos hombres de buena voluntad, que luchan para que se imponga en el mundo una justicia social auténticamente humana y cristiana. Su puesto en la empresa o en el Gobierno es para el bien de los otros, no para provecho propio.
Y es una gloria también volvemos la palabra a Jesús de los que, practicando siempre con pasión el amor mediante el dinero, saben granjearse con los pobres unos amigos que serán sus mejores abogados ante el Dueño de las cuentas.

Como aquel ricachón, que decía con bondadosa humildad:
- Yo he nacido para trabajar y ser pobre.
Derrochaba entre sus obreros, en obras sociales y de caridad, los torrentes de dinero que ingresaban en sus arcas. Hacía con ello honor a la Palabra de Dios, la cual dice de un rico así que ha hecho maravillas. Le dio la razón al Evangelio que le decía: haceos amigos con el dinero malvado... El dinero es el dios oro, ante el que tantos se arrodillan, por desgracia. Pero es también, dichosamente, el oro de Dios, depositado enel Banco de Arriba. Depende todo de las manos en que cae y de cómo se maneja...


Por: Pedro García, Misionero Claretiano

sábado, 5 de septiembre de 2015

María está cerca de cada uno de nosotros

Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, está 

Autor: SS Benedicto XVI 


Esta poesía de María –el «Magníficat»– es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un "tejido" hecho completamente con "hilos" del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios.

Se puede ver que María, por decirlo así, "se sentía como en su casa" en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad.

María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el bien en el mundo.

Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.

Pero pienso también en el «Compendio del Catecismo de la Iglesia católica», en el que la palabra de Dios se aplica a nuestra vida, interpreta la realidad de nuestra vida, nos ayuda a entrar en el gran "templo" de la palabra de Dios, a aprender a amarla y a impregnarnos, como María, de esta palabra. Así la vida resulta luminosa y tenemos el criterio para juzgar, recibimos bondad y fuerza al mismo tiempo.

María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros.

Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios.

Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" –así lo dijo el Señor–, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.



viernes, 4 de septiembre de 2015

Excomunión, comunión, divorciados vueltos a casar y el ‘síndrome Francisco’

Autor: D. Pablo Cabellos Llorente

Existe un problema producido al leer deliberadamente en una clave errada por conveniencia, o cuando se desconoce el sentido de las palabras.
No es infrecuente que la mala comprensión de una palabra conduzca al error. Por ejemplo, eso ocurre con el vocablo valores, al que se dan diversos significados  dependiendo del pensamiento de quien lo utilice. Eso está sucediendo con la voz excomunión, traída y llevada por los diversos medios de comunicación con motivo de los divorciados vueltos a casar. Sin ir más lejos, el Papa Francisco recordó en su última audiencia pública que esas personas no están excomulgadas. Enseguida se ha deducido −no sé si intencionadamente o no− que pueden comulgar. Pero resulta que no pueden hacerlo. ¿Por qué? Ahora lo vemos.
No poder comulgar es sencillamente no poder acercarse a tomar el Cuerpo de Cristo. Pero la excomunión es otro asunto más grave. Basta leer algunos párrafos del Código de Derecho Canónico. Resumo: al excomulgado se le priva de la comunión jurídica que une al fiel con la Iglesia en cuanto comunidad visible, es decir conlleva la pérdida de los derechos y obligaciones que tiene en cuanto fiel, sea sacerdote, religioso o laico. Por citar algunos supuestos de excomunión: por apostasía, herejía o cisma, por procurar el aborto si se logra el efecto, profanación de las especies sacramentales, por violación del sigilo debido en el sacramento de la Penitencia… Sintetizando: mientras no cese la pena de excomunión, el culpable no puede participar en ninguna ceremonia de la Iglesia.
El asunto de que los divorciados vueltos a casar no puedan recibir la comunión eucarística no sucede por razón penal alguna. Sencillamente se encuentran en una situación de pecado, que se resolvería con la confesión, pero no pueden acudir a ella porque faltaría dolor de ese pecado y propósito de no volver a cometerlo, a menos que decidan no cohabitar. La imposibilidad de confesarse, de la que solamente son culpables los divorciados que se han vuelto a casar civilmente, acarrea una valla insalvable para comulgar. Por explicarlo de algún modo, aunque no sea exacto, un excomulgado sería como el que ha sido privado de su nacionalidad; uno que es apartado de la Eucaristía sería alguien a quien se le prohíbe acercarse a una persona. Ahora bien, cada caso es diverso. Y a ello aludía Francisco en la citada audiencia. Después de explicar que esa situación contradice el sacramento cristiano del matrimonio, añade algo que no es nuevo y que consideramos a continuación.
Porque la Iglesia es madre y esas parejas no han sido excomulgadas, procura atenderlas solícitamente, sin hacer juicios apresurados de nadie, viendo caso por caso. Por ejemplo, sí podrían acudir a la confesión y comunión eucarística aquellos que por su edad no vayan a ejercer la intimidad de la convivencia marital; o los que siendo más jóvenes y habiendo formado un grupo estable −incluidos los hijos−, decidan vivir como hermano y hermana; o los que han abandonado la pareja del matrimonio contraído después del divorcio… Sabiendo, por otra parte que, como dice Francisco con palabras de Benedicto XVI, no existen recetas simples. En todo caso, la Iglesia debe acogerlos precisamente porque no están excomulgados, forman parte de ella, y se les debe atender con solicitud, aunque no puedan acudir a la comunión.
La Iglesia siempre ha puesto empeño, y quizá más en los últimos tiempos, en no tratarlos como apestados. Cualquier sacerdote podría exponer ejemplos de atención a personas afectadas en el modo descrito. Y cualquiera de ellos podría mostrar cómo cada caso es diverso del resto. Quizá no lo hagamos ninguno por prudencia, porque alguien jugaría a las adivinanzas de quién es quién. Pero todos los interesados saben que son tratados igual que los demás tanto en las conversaciones de acompañamiento espiritual como en los muchos modos de atención y formación que posee la Iglesia en sus distintas instancias. Enseguida cito algunos.
Mas estos casos crecen progresivamente, sin importarles su situación −por qué negarlo− a muchos de ellos, lo que también es penoso porque denota el fácil alejamiento de la Iglesia ante determinados conflictos. Pero, como recuerda Francisco, la Iglesia no ha sido ajena a esta problemática, de modo que puede leerse en el Catecismo aprobado por Juan Pablo II en 1992: Respecto a los viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados. Y pone ejemplos de esa participación: escuchar la Palabra de Dios, frecuentar la Misa, participar en obras de caridad, educación cristiana de los hijos, cultivar el espíritu de penitencia para implorar la gracia de Dios

Pero existe un problema en los medios de comunicación: es lo que podría denominarse el síndrome de Francisco, producido al leerlo deliberadamente en una clave errada por conveniencia, o cuando se desconoce el sentido de las palabras; síndrome que puede venir facilitado por la frescura, lozanía y libertad con las que el Papa se expresa, más atento a mostrar la misericordia de la Madre que a las posibles interpretaciones equivocadas.

Dos Maderos

Ambos maderos se unen y forman la Cruz: es Jesús el que está en la intersección, porque es un Hombre pero también es Dios. 

Dos simples maderos, dos trozos de árbol unidos para toda la eternidad. La Cruz tiene un profundo sentido de Amor que nos cuesta descubrir. Nuestra ceguera nos impide ver más allá de lo que nuestros ojos perciben, y de éste modo no logramos comprender en toda su majestuosa profundidad el Signo que la Cruz representa.

Un Madero horizontal sujeta los Brazos de Jesús, formando un abrazo que nos envuelve a todos los hombres, a todos los hermanos del Señor. Ese madero que corre paralelo a la superficie de la tierra marca el Amor del Hombre-Dios por todos nosotros, es la unión en el amor fraterno, amor de miembros de la iglesia que El mismo fundó sobre Su Sangre ¡La Cruz logra con este Madero unirnos en hermandad! Dos Clavos fueron suficientes para sujetar al Amor hecho Criatura en un abrazo duradero por toda la eternidad. Desde el Madero horizontal parten lazos de amor que nacen de una Mano del Señor, barren la superficie de la tierra tocando a todos los hombres con el signo del amor entre hermanos, y vuelven a unirse a la otra Mano de Jesús, cerrando el círculo. Al verlo en la Cruz, sujeto al Madero con Sus Brazos abiertos, sentimos que Jesús nos invita a unirnos a Su Humanidad, a ser como El.

Pero si el Madero horizontal representa la Naturaleza Humana de Jesús y Su Mandamiento de amor entre hermanos, Madero que envuelve la faz de la tierra, ¿cuál es entonces el significado del otro Madero, el vertical? El Madero vertical une el Cielo y la tierra, y es un signo de la Divinidad de Jesús, de Su Naturaleza Divina. Ese Hombre clavado al Madero, ¡es Dios! ¿Acaso comprendemos realmente lo que esto significa?

La Cruz no está completa sin este otro Madero. Este leño vertical nos muestra el Amor desde arriba (Dios) hacia abajo (hombre), y nos invita al amor desde abajo (hombre) hacia arriba (Dios) ¡Es el amor por Dios, y el amor de Dios por nosotros! Nos muestra el segundo camino del Amor, el inmenso amor del Dios Eterno e Inmortal por Sus poco leales criaturas, y nos señala también el camino inverso: Jesús vino a recordarnos y a enseñarnos a amar a Su Padre, al Dios de los profetas. Este Madero es una ruta de doble vía, del amor que sube y que baja, que se alimenta y realimenta desde nuestro amor al Padre que se eleva, y desciende multiplicado como más amor de El por nosotros, hasta elevarnos espiritualmente hasta cumbres no exploradas antes por nuestras almas.

Ambos Maderos se unen y forman la Cruz: es Jesús el que está en la intersección, porque es un Hombre (el palo horizontal nos da la perspectiva humana de Cristo, porque El es nuestro hermano que nos amó y nos ama inmensamente), pero también es Dios (el palo vertical nos da la perspectiva Divina de Cristo, El es Dios y como tal nos da Su Amor derivado del Amor de Su Padre). Jesús, Hombre y Dios, amor humano y Amor Divino, la Cruz como entrega de Amor sublime de un Dios que dio hasta la ultima gota de Su Sangre por nosotros, por nuestra salvación.

Dos Maderos, dos ríos de amor. Dios quiso que éstas dos sendas se crucen en el momento oportuno, y en el lugar oportuno. En el Gólgota, las dos rutas fueron unidas por un Hombre que encontró Su Cuerpo Clavado a los Dos Maderos, configurando una Cruz, nuestra Cruz. El punto de unión no podía ser otra cosa más que una explosión de amor. Un estallido de amor que sacudió el universo, despertó a las estrellas más lejanas, porque fue el mismo Dios que las creó el que murió en ese instante. Jesús, regalo de Amor del Padre, unió con Su propio Cuerpo mutilado éstas dos rutas de amor, dejándonos claramente expuesto Su mensaje:

Amen a Dios por sobre todas las cosas, como Yo amo a Mi Padre, y ámense unos a otros con todo el corazón, como Yo los he amado también.

En el punto de unión de los Dos Maderos, en la Cruz, Jesús amó hasta el infinito. Dejó todo allí por nosotros. Su Padre lo envió para que nos salve, conociendo de antemano el precio de nuestra salvación. Sabiendo que Dos Maderos iban a sujetar a todo el amor del universo por un breve instante en Palestina, cambiando para siempre la historia de la humanidad.


Por: www.reinadelcielo.org | Fuente: www.reinadelcielo.org 


jueves, 3 de septiembre de 2015

Señor, ayúdame a ser humilde

Desconéctame, Señor, de las cosas de mi vida que tanto amo....quiero que tu me ayudes a vivir en la humildad.

Aquí estoy, Señor, para darte ese tiempo de mi vida, que es muy poco, comparado con el tiempo que siempre tengo para trabajar, para distraerme y pasear. Es muy poco pero quiero que sea tuyo y que será el mejor de mi tiempo porque es para ti.

Dame paz, tranquilidad. Auséntame de todas mis preocupaciones, quedarme vacía de todos los problemas y dolores que llevo en mi alma, muchas veces causados por mi equivocado proceder, y entregarme de lleno a ti.

Desconéctame, Señor, de las cosas de mi vida que tanto amo.... quiero que tu me ayudes a encontrar esa "perla escondida" que es aprender a vivir en la humildad.

A veces pienso, al acercarme a ti, que es el único momento en que siento mi nada, mi pequeñez, porque cuando te dejo y me voy a mis ocupaciones me parece que piso firme, que hago bien las cosas, muchas de ellas, muy bien y casi sin darme cuenta reclamo aplausos, reclamo halagos y me olvido de ser humilde, de aceptar, aunque me duela, mis limitaciones, mis errores, mis faltas y defectos de carácter, que siempre trato de disimular para que no vean mi pequeñez y cuando llega el momento de pedir perdón... ¡cómo cuesta! Qué difícil es reconocer que nos equivocamos, qué juzgamos mal, que lastimamos y rogar que nos perdonen.

Ante ti, Señor, buscando alcanzar esa HUMILDAD, que tanta falta me hace, me atrevo a rezarte la hermosa:

ORACION POR LA HUMILDAD

Señor Jesús, manso y humilde.
Desde el polvo me sube y me domina esta sed de que todos me estimen, de que todos me quieran.
Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad,mi Señor manso y humilde de corazón.

No puedo perdonar, el rencor me quema, las críticas me lastiman, los fracasos me hunden, las rivalidades me asustan.

No se de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, no ceder, sentirme más que otros... Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.

Dame la gracia de perdonar de corazón, la gracia de aceptar la crítica y aceptar cuando me corrijan. Dame la gracia, poder, con tranquilidad, criticarme a mi mismo.

La gracia de mantenerme sereno en los desprecios, olvidos e indiferencias de otros. Dame la gracia de sentirme verdaderamente feliz, cuando no figuro, no resalto ante los demás, con lo que digo, con lo que hago.

Ayúdame, Señor, a pensar menos en mi y abrir espacios en mi corazón para que los puedas ocupar Tu y mis hermanos.

En fin, mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo, poco a poco un corazón manso, humilde, paciente y bueno.

Cristo Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo. Asi sea. 
(P. Ignacio Larrañaga)


Por: Ma Esther De Ariño 


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Puntos importantes para vivir el Año Santo

El Papa desea que el Año Jubilar sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes

En el marco del Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco escribió una carta a Mons. Rino Fisichella,  Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, donde se lee como el Santo Padre destaca algunos puntos importantes para “facilitar que sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes”.

1. Los fieles que en cada diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo
El Obispo de Roma habla en primer lugar de los peregrinos que en cada diócesis o en Roma vivirán esta gracia del Jubileo, y explica que deberán hacer una “breve peregrinación” hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión. Así mismo recuerda que es importante que este momento esté unido al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con una reflexión sobre la misericordia.

2. Las personas que por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta Santa
Francisco nombra en su carta a Mons. Fisichella a quienes por diversos motivos no podrán llegar a la Puerta Santa, como los enfermos, los ancianos, o los fieles que están solos, y asegura que “también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar”. También dedica unas palabras a los presos que están en cárceles, y les recuerda que “la misericordia del Padre quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón”. Así mismo explica que en las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y se lee en la carta: “que cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.

3. La indulgencia jubilar se puede ganar también para los difuntos
Explica el Vicario de Cristo que la indulgencia también se puede ganar para los difuntos, “a ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron”.

4. Redescubrir la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales
Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar.
El Papa invita a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadiey en este sentido escribe “que la indulgencia jubilar plena es fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad”.

5. Facultad a todos los sacerdotes de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón
Otro de los importantes puntos en los que el Papa incide en su carta es el hecho de como algunas personas viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo, explica. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por dónde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto, y recuerda que “el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre”. Así asegura que por este motivo ha decidido conceder  “a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón”.

6. Los fieles que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X
Finalmente, el Papa considera también a los fieles que frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X, “este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida, sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil. Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo –explica-, movido por la exigencia de corresponder al bien de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.
Por: MZ-RV | Fuente: es.radiovaticana.va 




martes, 1 de septiembre de 2015

Creer, esperar y amar

Cristiano de hoy


Esperar sobre todo en que tu tronco viejo produzca brotes nuevos; confiar a pesar de la niebla, del huracán y del hastío. 


Debes cultivar las virtudes teologales: muy teologales virtudes pero que, si no las haces tuyas, se quedan en eso, en teologales.

Aprender a creer. Aceptar el reto de Jesús cuando decía: "Si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a ese monte: -arrójate al mar-, y os obedecerá".

Esperar, esperar sobre todo en que tu tronco viejo produzca brotes nuevos; esperar, confiar a pesar de la niebla, del huracán y del hastío.

Amar apasionadamente a Cristo y a las almas. ¿La hoguera encendida de tus días mejores se ha convertido en rescoldo casi apagado? El amor es capaz de despertar al genio dormido, de resucitar a los muertos. Amor que has hecho de adúlteras santas y de bandidos mártires, ¿no podrías encenderme a mí también?

Perseverar en el amor. Comenzar a amar es obra de todos; todos han amado algo o a alguien algún día. Continuar amando ya cuesta más; menos lo practican. Pero amar hasta el final, a despecho del cansancio y las dificultades del camino, es obra de santos o de auténticos enamorados. El reto te llama, ¿verdad?


Por: P. Mariano de Blas