"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 22 de abril de 2015

Al empezar este nuevo día, estrénalo con alegría

Reflexiones para el cristiano de hoy.

Descubre en todos los acontecimientos de las próximas horas la caricia de Dios y el milagro que es estar vivo. 


Cada día Dios, hasta hoy nos ha permitido despertar cada día, es decir abrimos los ojos, volvemos a la conciencia de estar en este mundo, al despertar se nos abren nuevamente los sentidos y podemos contemplar todas las maravillas que Dios nos da para que podamos ser felices.

Pero quizá no siempre ni todos los días despertamos al amor, porque nos quedamos enfrascados en los remordimientos, en los sufrimientos tanto del pasado como del futuro, o el miedo a lo que vendrá, pero la vida se nos da como el maná, solo para cada día.

Despertar cada día es tomar conciencia de ese presente, de ese instante en que somos amados por Dios, que nos ama con amor eterno, y descubrimos que todo es don de Dios, que todo es una caricia de su amor.

Despertar cada día es conectar nuestra alma a lo trascendente, conectarse con Él Absoluto que es Dios, y percibir lo relativo de la criatura, lo pasajero que es este mundo.

Despertar cada día es saber que estamos en el mundo pero que nos somos de este mundo, que estamos de viaje, que somos peregrinos, que somos forasteros en patria extraña.

Despertar cada día es conocer desde la fe mi pequeñez y la grandeza del amor de Dios.

Al empezar este nuevo día, estrénalo con alegría, porque realmente es un nuevo día con toda su grandeza con todo su esplendor, y en este nuevo día también despierta al amor, y descubre en todos los acontecimientos de las próximas horas la caricia de Dios y el milagro que es estar vivo


Por: P Idar Hidalgo 






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martes, 21 de abril de 2015

Abrir los ojos sobre lo que está sucediendo

La persecución de los cristianos a nivel global: una amenaza a la paz y a la seguridad internacional


«La persecución de los cristianos a nivel global: una amenaza a la paz y a la seguridad internacional». Es el título de la conferencia que se llevó a cabo el viernes 17 de abril de 2015, en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York. Según la Santa sede intervino el observador permanente vaticano ante la ONU, mons. Bernardito Aúza, según indicó la Radio Vaticana. El religioso recordó los duros llamados de Papa Francisco a la comunidad internacional para que «no permanezca muda e impasible» ante crímenes inaceptables. Los mártires de hoy, observó el Pontífice, «son más numerosos que en los primeros siglos».
En Irak, Siria, Nigeria, Libia, Kenia y en las regiones del subcontinente asiático, dijo mons. Aúza, «la tierra ha sido literalmente regada con sangre. Hemos visto imágenes bárbaras de cristianos coptos decapitados en Libia; Iglesias llenas de gente explotar durante las celebraciones litúrgicas en Irak, Nigeria y Paquistán; antiguas comunidades cristianas expulsadas de sus casas en la Llanura de Nínive; estudiantes cristianos ajusticiados en Kenya».
«Miles de personas en todo el mundo –indicó– son perseguidas, privadas de sus derechos humanos fundamentales, discriminadas y asesinadas simplemente porque son creyentes. Sabemos que estos ataques contra personas de fe no suceden solo con los cristianos», sino también a otros musulmanes y minorías étnicas, como los yazidíes, sobre todo después de la violencia de los milicianos del llamado Estado Islámico. Sin embargo, precisó, hay un hecho inconfutable: «en muchas partes del mundo, los cristianos son tomados como blanco específicamente». Así, en el informe de 2014 del Pew Research Center se puede ver que la mayor parte de los ataques contra las personas de fe son contra cristianos.
Entre 2006 y 2012, afirmó mons. Aúza, los cristianos fueron afectados por persecuciones o discriminaciones en 151 de los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas. «Esto indica –subrayó con fuerza– un fracaso colectivo de esta organización internacional, cuyo objetivo es el de salvar a los pueblos y a las naciones del flagelo de la violencia y de las agresiones injustas». Mons. Azúa recordó que «entre 100 y 150 millones de cristianos sufren persecución en el mundo de hoy».
«El observador permanente recordó que el mes pasado en Ginebra, en el Consejo para los derechos humanos de las Naciones Unidas, 65 países firmaron una declaración (redactada por Líbano, Rusia y la Santa Sede) para sostener los derechos humanos de los cristianos y de otras comunidades, en particular en el Medio Oriente. «Fue la primera vez en la que se mencionó explícitamente la categoría de los cristianos en el Consejo para los derechos humanos», indicó. Azúa también lanzó un llamado para actuar rápido, antes de que sea demasiado tarde, ante esta urgencia: «los cristianos perseguidos en todo el mundo [...] cuentan con nosotros y piden cada vez mayores esfuerzos de nuestra parte para salvarlos de la persecución. Recemos para que podamos ser capaces, juntos, de abrir los ojos del mundo sobre lo que está sucediendo».

Por: Redacción | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it






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lunes, 20 de abril de 2015

Abiertos a Dios

La vida humana está llena de paradojas. Hay señales de bondad, pero también signos de odio y violencia. Hay médicos eficaces, pero también enfermedades incurables. Hay personas generosas y justas, pero también quienes destruyen familias y calumnian sin piedad.

Ante una vida tan confusa, donde tras momentos de luz encontramos túneles de angustia, necesitamos abrirnos a algo, a Alguien, que dé esperanza.
Sólo cuando reconocemos que hay un Dios bueno, que la Justicia triunfará sobre el mal, que la misericordia puede perdonar los pecados, empezamos a respirar un aire nuevo.
Necesitamos vivir abiertos a Dios: a su ternura, a su paciencia, a su paternidad, a su hermosura, a su interés continuo y discreto por todos y cada uno de sus hijos.
Sólo si permitimos que Dios entre en nuestras almas seremos capaces de dejar a un lado preocupaciones que asfixian, trabajos que esclavizan, miedos que paralizan, angustias que deprimen.
Vivir abiertos a Dios significa, sobre todo, descubrir su acción en la historia humana, su humilde venida entre nosotros con la Encarnación del Hijo. “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
Desde entonces no sólo hay milagros (ciegos, cojos, paralíticos curados), sino una certeza: el amor es más fuerte que el pecado, la vida ha vencido a la muerte.
Este día puede ser completamente diferente. Basta con acercarme al Evangelio y escuchar. Entonces dejaré entrar a Dios, me abriré a su Amor, daré pasos nuevos que me unan a la gran familia de los que se dejan purificar por la Sangre del Cordero que murió y resucitó por mí.

Por: P. Fernando Pascual LC



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domingo, 19 de abril de 2015

La vergüenza de ser cristianos

Hay que reconocer que parte de las increencias de hoy pueden deberse a empachos de ayer

Un compañero de la «Tele» me cuenta que cuando el mes pasado visitaba, cm su equipo, Egipto para realizar varias filmaciones, fue recibido en El Cairo por el director general de la Televisión Egipcia. Y que éste, después de darles todas las facilidades para su trabajo, se despidió de ellos regalándoles un ejemplar del Corán, no sin antes poner respetuosamente los labios sobre la portada del libro. «Que Alá os proteja en vuestra tarea», les dijo. Y lo hizo -me dice mi compañero- con un respeto, una naturalidad tal, que el grupo de españoles, no creyentes la mayoría, se sintió sinceramente emocionado.


Y ahora, díganme ustedes si se imaginan a cualquiera de los altos jefes de Televisión Española haciendo un gesto semejante. O díganme si les cabe en la cabeza que el director general de alguna gran empresa pudiera hacer algo parecido regalando una Biblia a unos visitantes extranjeros. Díganme, incluso, más si lo haría con esa espontánea sinceridad un arzobispo español a un grupo de desconocidos. Me temo que todos ellos encontrarían ocho mil razones («¿Qué van a pensar?» «¡Cualquiera sabe si serán creyentes!» «A lo mejor se ríen del regalo») para no hacerlo o para ponerse coloradísimos ante la simple idea.



La verdad es que lo que más se aprende en un viaje por Oriente es la absoluta naturalidad con la que lo religioso se inserta en la vida de los creyentes. Mi primer recuerdo de los países árabes es el de un musulmán postrado en el aeropuerto de El Cairo haciendo sus oraciones sobre el cemento de la pista, insensible al gruñido de los motores de los aviones.



He visto amigos judíos profundamente creyentes que, también con plena naturalidad y sin escrúpulos, cumplían en público algunas prescripciones de su religión que para un no judío resultaban absolutamente ridículas, pero que realizadas con aquella seriedad terminaban siendo conmovedoras. Y en las calles de la India uno puede encontrarse docenas de gurús y santones que muestran su desnudez o se en- cierran en la contemplación sin que la curiosidad de los turistas o los fotógrafos les produzca el menor embarazo.



Pero aquí es otra cosa: aquí oscilamos entre el orgullo agresivo por ser católicos y la vergüenza de demostrarlo en público. Aún no hace muchos días un amigo me contaba que, en una de esas largas esperas de los aeropuertos, decidió rezar el rosario. Y su mujer le decía: «Pero pasa las cuentas con él en el bolsillo. Se van a reír de nosotros.» Y mi amigo le respondió: «Si a aquella parejita del sillón de enfrente no le da vergüenza besarse en público, ¿por qué me va a mi darla el rezar?»



SI, ha habido tiempos en los que en España casi contaba más el exhibicionismo religioso que la misma fe. No faltaban quienes convertían su creencia en una cierta agresividad y se la metían hasta en la sopa a quienes no la tenían. Y hay que reconocer que parte de las increencias de hoy pueden deberse a empachos de ayer. Gentes que se vieron obligadas a ir a misa a diario en los colegios o rosarios rezados «a la fuerza» en algunos hogares te dicen hoy que ya hicieron en sus años infantiles o juveniles suficientes actos religiosos para toda la vida.



Pero ahora hemos emigrado al hemisferio de la «vergüenza». Periódicos hay que ignoran las noticias religiosas o sólo las dan cuando son estrambóticas, porque piensan que eso es cosa sólo de curas. Dueños hay de salas de cine a quienes aterra la idea de proyectar un filme religioso -que, además, ya prácticamente sólo los hay en las filmotecas- por miedo a coger fama de beatos. Universitarios que se pondrían colorados antes que confesar que van a misa los domingos. Curas, incluso, que procuran hablar de «lo que la gente habla», porque conversar en una cafetería sobre temas religiosos es algo que «no se lleva».



Yo supongo que esto es, en parte, la vieja ley del péndulo y que esta «moda de la vergüenza» se nos pasará cuando nos demos cuenta de lo ridícula que es. Pero es, de todos modos, un signo bastante triste de nuestra colectiva cobardía.



Pero obsérvese bien que no estoy pidiendo que regresemos al «orgullo exterior» de ser católicos, sino simplemente a serlo con espontaneidad y a expresarlo naturalmente. No se trata de convertir a los cristianos en hinchas futbolísticos, que sólo saben hablar de su propio equipo, sino en gente a quien la fe le salga por las obras como sale de los pulmones la respiración.



Claro que hay que empezar por tener el corazón muy en Dios para hablar bien de él. El cristiano es un apóstol, no un charlatán de feria. Y tiene que empezar por cumplir aquel consejo que daba Von Hügel: «Cuando el cristianismo es odiado por el mundo, la hazaña que al cristiano le corresponde realizar no es mostrar elocuencia de palabra, sino grandeza de alma. Por eso no hables demasiado de las cosas grandes: déjalas crecer en ti.»



Cuando hayan crecido lo suficiente, la fe saldrá en nuestras palabras como les brotan las rosas a los rosales.

Por: José Luis Martín Descalzo | Fuente: Razones para el amor





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sábado, 18 de abril de 2015

Los siete pecados de padres del adolescente

Educar no es fácil, se necesita un plan claro de virtudes y valores

Natalia Echeverri en el Universal.com nos deja este artículo sencillo y claro, errores de los padres de adolescentes. Los comparto porque son palabras llenas de sentido común...


Seguramente usted es de quienes escuchó infinidad de veces “porque soy su papá y punto”, “¿es que sus amigos le dan de comer?”, “no, mientras viva en esta casa”… Frases con las que sus padres afirmaban su autoridad y ocultaban, muchas veces, que carecían de los argumentos necesarios para mantener una conversación.

Y como todo lo aprendemos de ellos, parecería normal que también nosotros repitiéramos las famosas frasecillas que en ese entonces nos llenaron de una ansia subnormal por ser adultos con rapidez. Así que antes de continuar con la educación de ese ser mitad niño mitad joven, pregúntese si está exigiendo de su hijo o hija en la misma proporción de lo que le brinda.

De nuestra propia historia se podría deducir que ser demasiado autoritario o, por el contrario, muy permisivo, son los errores más comunes que cometen los padres de adolescentes. Sin embargo, según la experiencia en consulta del doctor René Solano, sicólogo de familia y magister en Educación y Desarrollo Humano, existen siete puntos de los cuales los padres deberían reflexionar al educar a sus hijos.

1) No tener un plan claro en la crianza

Es indispensable que los dos padres tengan una idea unificada de lo que quieren formar en sus hijos. Esos son temas que los matrimonios no suelen sentarse a hablar, no planean cuál es la dirección que quieren tomar, qué valores desean inculcar en sus hijos, y esto es un error porque establecer los objetivos de formación facilita pensar en los distintos ámbitos de la vida del adolescente: académica, afectiva, social, etc.

Después de hablar sobre esos temas, conviene que los dos unifiquen lo que quieren. Los padres tienden a tener puntos de vista diferentes: generalmente, uno es más rígido y el otro más flexible, así que deben negociar y ponerse de acuerdo en los medios para ejecutar esos planes.

2) No ofrecer un modelo completo de la vida adulta

Este es un problema muy grave porque los chicos no tienen por qué imaginarse la vida a futuro. Para eso tienen a sus padres. No obstante, usualmente tienen la imagen de que a los papás “les toca esforzarse mucho y divertirse poco” y eso les hace poco gustosa la idea del mundo adulto.

Por eso es una herramienta de crianza muy importante aterrizarlos en cuanto a por qué los padres toman determinadas decisiones, por qué hacen lo que hacen, cómo han planificado sus vidas, qué decisiones tomaron cuando se equivocaron y cuando tuvieron éxito, cómo resuelven su vida afectiva, social, etc.

A través de esa conversación se debe hacer un llamado a la realidad para no dejarlos solos gravitando en el mundo del juego y del placer.

3) Solo satisfacer

Y este punto tiene una variable: satisfacer en exceso. Los padres quieren darles gusto a sus hijos y está bien que quieran brindarles una mejor calidad de vida de la que tuvieron. Pero al hacerlo cometen una equivocación y es impedir que sus hijos vivan las frustraciones.

Lo cierto es que todos tenemos límites y queremos muchas cosas. Sin embargo, no siempre se puede, allí hay una tarea importantísima que debe asumir el adolescente, y el adulto le debe ayudar a no desesperarse, a afrontar la dificultad, a no caer en la desesperación, a aceptar la limitación y la historia que le tocó vivir.

4) Darles la idea de que lo valioso es solo lo material

"Ese es un punto delicado y gravísimo, porque lo que hace realmente feliz a las personas son los bienes inmateriales como los valores, la justicia, la alegría y la unidad. Los chicos pueden comprarse la pinta, estar en la rumba, tener lindos zapatos y esos son momentos de felicidad, pero todos quedan fuera del ser. Y cuando se rompe el zapato fino y no puede comprarse otro, eso representa un reto muy tenaz para el muchacho”, asegura el doctor Solano.

5) Desconocer la vida social del adolescente

Un fallo “requetegrave” –de acuerdo con nuestro asesor- es desconocer las amistades del hijo adolescente, los lugares que frecuenta, los intereses verdaderos, los temas que le interesan y los que usa para socializar e identificarse. Desconocer su mundo es permitir que haya oportunidades para que le ofrezcan alternativas dañinas.

El problema no es que se meta en problemas, el problema es que esté solo o con unos referentes inadecuados para resolverlos. Todo ser humano confronta situaciones difíciles y dolorosas, pero lo importante es aprender a resolverlas, por eso hay que buscar cómo romper la distancia, los silencios, la frialdad.

6) Solo juzgar y recriminar

Este punto se deriva del anterior. Muchos padres promueven la distancia con los hijos al pararse como adultos, juzgando y recriminando sus gustos, y no reconocen ni entienden el porqué de sus actos. Esto genera una ruptura importante, pues los muchachos sienten que los adultos no los quieren.

7) No conocer sobre la adolescencia

En otras palabras, desconocer qué se vive en ese proceso en cuanto a ideas, relaciones sociales, emociones y cambios. Los padres no deben dejarse llevar por modas, la idea de que el papá o la mamá tiene que ser cómplice, o eso de que “yo soy amigo de mi hijo”, es muy confuso par el chico o la chica, pues sus padres no asumen un rol de orientación y firmeza sino de complicidad con los deseos del hijo… pero de una manera negativa.

No informarse o no pedir ayuda para manejar las situaciones tensas lleva a que los padres acepten distanciamientos o le pongan títulos negativos al muchacho (“¡es un rebelde!”).

Incluso si están divorciados deben ponerse de acuerdo. Hay que saber que los adolescentes acaban de ser niños y van hacia la juventud, y es que otro error grave es pensar en ellos como adultos. Los jóvenes de hoy son ‘grandotes’ de cuerpo, pero no son adultos; su poder de reflexión y decisión están limitados y cuando los padres se dejan dominar o imponer ideas están abandonando su papel, dejando que los chicos vivan una cantidad de situaciones que no tendrían por qué vivir si tuvieran al lado a adultos eficaces.


Por: José G. Sentandreu | Fuente: www.el-adolescente.com




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viernes, 17 de abril de 2015

Perder a Cristo

Quien se sienta triste porque le parece encontrarse lejos de Cristo, tenga esperanza, Él no se va.


Le han matado a su Señor y ella no pudo socorrerle. Sus gritos en medio de la multitud no sirvieron de nada y en seguida los sofocaron con golpes y empujones. ¡No había podido hacer nada por Jesús! Seguirle en silencio y acompañarle de pie junto a la cruz. Y nada más.

Lloraba recordando, en cambio, lo bueno que había sido Jesús con ella aquel día en la casa de Simón, la paz que le había inundado siempre al lado del Maestro, su mirada bondadosa y limpia, aquella seguridad... Pero ya todo había acabado. Sus enemigos habían vencido y se habían desecho de Él y ahora ni siquiera le permitían a ella ungir como era debido el cuerpo del Señor.

Ella había creído que ya nunca podría llorar más. Que, después de la muerte de Jesús, quedaría insensible a cualquier otro dolor. Pero sí, aquello era demasiado. ¡Ya no tenía a Cristo! ¡Ni siquiera su cuerpo! Se lo habían quitado. Sintió rabia, amargura, odio, nostalgia. Todo a la vez.

Se le aparecen de pronto unos ángeles, pero ella ni se inmuta. ¿Qué le importa todo si ha perdido a Cristo? Jesús en persona se le acerca. No le oye llegar. Él se insinúa. Nada: está tan inmersa en su desesperación que no distingue la voz de Cristo hasta que Él mismo se le revela.

Ella se arroja sin dudarlo un instante a los pies de Cristo, los abraza llorando de alegría y en un instante cree entender todo lo que había pasado. Nosotros, mientras tanto, observémosla.

Ahí está María, de la que Jesús había expulsado siete demonios. Cristo le había perdonado sus muchos pecados porque ella había amado mucho. Y porque Jesús le había perdonado demasiado pensó que, en adelante, jamás podría decir que ella le amaba ya bastante.

Es una mujer y le ama como ella es: con sencillez, con naturalidad, con esos pequeños detalles que dejan la impronta de una alma delicada. No se le habían presentado oportunidades especiales, pero tampoco había perdido ninguna ocasión para demostrar a Jesús su cariño y su eterno agradecimiento por haberla salvado.

Con fina intuición esta mujer había experimentado que nada era comparable con la posesión de Cristo, con su amistad, con la paz que Él irradia. Y que, por ello, no existe peor tragedia que perderle o disgustarle.

Sólo se había equivocado en un detalle: creía que había perdido a Cristo, que se lo habían quitado. Y nadie pierde a Cristo "sin querer", como extraviamos un llavero o un reloj. María, en realidad lo llevaba muy, pero que muy vivo en su alma. Por eso se había levantado de madrugada. Por eso lloraba.

Quien se sienta triste porque le parece encontrarse lejos de Cristo, tenga esperanza. Si estuviese tan lejos como el demonio le sugiere, ninguna pena le daría. Una de dos: o ya tiene a Cristo o lo está tocando ya. Bastará, como hizo María, darse la vuelta, actuar como si ya lo hubiese hallado y descubrir la presencia de Cristo que le dice: "No me buscarías, si no me hubieses encontrado ya".


Por: P. José Luis Richard



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miércoles, 15 de abril de 2015

¿Son necesarios los Sacramentos?

Resumen de los fundamentos sacramentales
Cada sacramento corresponde a todos los momentos y etapas importantes de la vida cristiana

Los sacramentos son SIGNOS eficaces de la gracia, que han sido instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, por ellos alcanzamos la vida eterna.

Los ritos con los cuales celebramos el sacramento nos sirven para identificar la gracia que por medio de cada sacramento recibimos, ésta gracia es la misma del Espíritu Santo.

Los sacramentos suponen Fe, la fortalecen, alimentan y son un medio por el cual esta misma Fe se expresa. Ellos son necesarios para la salvación de cada uno de nosotros.

Los sacramentos de la Iglesia Católica son 7: Bautismo, Confirmación, Eucaristía (iniciación cristiana), Penitencia, Unción de Enfermos (curación), Orden Sacerdotal y Matrimonio (servicio a la comunidad). Cada sacramento corresponde a todos los momentos y etapas importantes de la vida cristiana. Los 3 primeros o de iniciación nos sirven para fundamentar nuestra vida cristiana.

1)Comenzar una nueva vida = Bautismo
2)Afianzar esa nueva vida = Confirmación
3)Alimentarnos para ser verdaderos discípulos = Eucaristía

El BAUTISMO es el fundamento de la vida cristiana, es la puerta a la vida espiritual y a los demás sacramentos. Por él somos liberados del pecado, nacemos a una vida nueva ( hijos de Dios ), somos miembros del cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia y nos convertimos en sacerdotes, profetas y reyes.

Bautismo significa sumergir, es decir, con este sacramento somos sepultados con Cristo y resucitados con él, con el renacemos por el agua y del espíritu para entrar en el reino de Dios (Jn 3,5 ).

Este sacramento imprime carácter, es decir, por él somos consagrados al culto de la religión cristiana católica, por lo tanto, sólo puede ser administrado una vez.

Algunas citas que avalan este sacramento (Mt 3,6.11.15.16; 28,19; Mc 10,38;16,15-16; Jn 1,33; 19,34; Hch 2,38; 8,35; 10,44-48; Rm 6,1-11).

La CONFIRMACIÓN es un sacramento que perfecciona la gracia recibida en el bautismo, por él recibimos al Espíritu Santo y fortalecemos los dones recibidos en el Bautismo. Tan bien imprime carácter y, por lo tanto, se administra una vez; esto se hace cuando el bautizado tiene uso de razón.

Este sacramento sólo lo administra el Obispo o algún delegado, en él renovamos nuestros compromisos bautismales. El principal texto que avala este sacramento es Hch 8,14-17.

La EUCARISTIA es "el sacramento de sacramentos", entorno gira la vida cristiana, es el corazón y cúlmen de toda la vida de la Iglesia. Es el memorial de la Pascua de Cristo, de la obra de salvación realizada por la vida, muerte y resurrección de Jesús; por medio de ellos los cristianos nos hacemos participes del sacrificio de alabanza y de acción de gracias que hace Cristo al Padre, es decir, Cristo es quien se ofrece y celebra esta alianza nueva y eterna, bajo las especies de vino y de pan. La Eucaristía es también ofrecida es también ofrecida para reparar nuestras fallas y la de los difuntos.

Al participar de ella dignamente reforzamos nuestra unidad con Jesús y fortalecemos al Cuerpo de Cristo: la Iglesia. Otros nombres que recibe son Cena del Señor, Fracción del Pan, Santa Misa, Asamblea Eucarística, Santo Sacrificio.

La celebración Eucarística comprende:

Ritos iniciales
Liturgia de la Palabra
Liturgia Eucarística
Santa Comunión
Despedida

Textos: Ex 12,1-15; Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20; ICor 11,23-33; Jn 6,51-56.

La PENITENCIA es el sacramento por medio del cual nos reconciliamos con Dios y nos volvemos a unir al cuerpo de la Iglesia, ya que por el pecado rompemos la comunión con él. Para celebrarlo correctamente tenemos que seguir 5 pasos:

a) Examen de conciencia
b) Dolor de corazón
c) Propósito de enmienda
d) Decir los pecados al confesor
e) Cumplir la penitencia para reparar el daño causado por los pecados.

Los efectos que nos regala el sacramento son: Reconciliación con Dios, recuperación de la gracia, remisión por la pena merecida por los pecados, la paz y la serenidad de conciencia, el consuelo espiritual y el aumento de fuerzas para luchar contra el pecado. Sólo mediante la confesión y la absolución nos reconciliamos con Dios. El texto que nos muestra la institución de este sacramento es Jn 20,22-23.

La UNCIÓN DE LOS ENFERMOS tiene como finalidad conferir una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades de una enfermedad grave o de la vejez; se puede recibir cada vez que sea necesario. Las gracias recibidas por este sacramento son: la unión del enfermo a la pasión de Cristo, para su bien y el de la Iglesia; el consuelo, la paz y el animo para soportar los sufrimientos. Ver St 5,14-15.

El sacramento del ORDEN tiene su fundamento en la participación del sacerdocio común recibido en el bautismo. Es un ministerio para servir en nombre y representación de Cristo a una comunidad. Existen 3 grados: Episcopal, Presbiteral y Diaconal; sin la presencia de los ministros no se puede hablar de Iglesia.

Este sacramento es conferido por la imposición de las manos seguido de una oración consacratoria solemne en donde se le pide a Dios las gracias del Espíritu Santo requeridas para el ministerio. La ordenación imprime carácter. Sólo los varones bautizados pueden ordenarse. Los textos base Hb 5,1; 7,11; Sal 110; Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22, 19-20.

UNCIÓN DE ENFERMOS. La enfermedad es un momento crítico en la vida de todo ser humano, el dolor que muchas veces viene a debilitar la mente y viene a continuación la desconfianza en uno mismo, y los demás y ¿por qué no decirlo?, la desconfianza en Dios. En un momento crítico Job dijo: "¿Por qué al salir del vientre de mi madre no morí y no perecí al salir de las entrañas?" (Jb 3,11). El enfermo llega a sentirse una "carga" para su familia; por eso debe ser ayudado por la comunidad por medio del sacramento de la unción de los enfermos. Jesús de hace presente junto a la cama del enfermo para fortalecerlo, para consolarlo, para curarlo.

Algunas personas dicen "Dios me mandó esta enfermedad". Pero esto es incorrecto: Dios no manda enfermedades. En el Evangelio muestra a Dios como un "papá" bueno. La enfermedad es le mal del mundo que se nos acerca; y en ese mal momento, el Señor está junto a sus hijos para fortalecerlos y ayudarlos a enfrentarse al mal.

Isaías ( el profeta ) expone las señales de las manifestación de Jesús: "Los ciegos ven, los cojos caminan, los sordos pueden oír" (Is 35,5-6). Cuando Jesús se presentó en la sinagoga, aseguró que "venía para curar los corazones oprimidos, para romper las cadenas" (Lc. 4,18-19). La presencia de Dios junto a nosotros es para luchar contra el mal.

Jesús exige fe a las personas que se acercan a él. En Mt encontramos el caso de un capitán que va a Jesús a pedir por su sirviente, que está gravísimo. Jesús le responde en una forma bastante rara: "Vete a tu casa y que se haga conforme a tu fe", puso una prueba de fe y la supero. (Mt 8,13). En Mc. Jesús baja de Monte Tabor, acompañado de tres apóstoles, y se encuentra con que los demás discípulos están en apuros: un papá les levó a su hijo epiléptico para que lo curaran, y los discípulos no lo pudieron curarlo. El papá enojado le dice a Jesús "Lo traje a tus discípulos y ellos no han podido". Jesús los reprochó diciéndoles: "Gente sin fe ¿hasta cuándo tendré que estar con ustedes?". El hombre le dijo a Jesús: "Si quieres, tu puedes sanarlo". Jesús le dijo: "¿Cómo que si puedo? Todo es posible al que tiene fe". Aquel hombre dijo: "Señor yo creo; ayúdame a creer". Es lo que debemos pedir a Dios: que nos ayude a creer.

Jesús quiso perpetuar su ministerio de sanación por medio de los discípulos "Sanen a los enfermos que haya y díganles: El reino de Dios está ya cerca de ustedes"(Lc,10). Jesús les dio un mandato expreso no fue un consejo. Mc "Salieron a predicar la conversión, sacaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban"(Mc 6,12). Santiago tiene un texto más específico, que la Iglesia lo ha insertado en el rito de la unción de enfermos "Si alguno esta enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y, en el nombre del Señor, le unjan con óleo, y cuando oren con fe, el enfermo sanará y si ha cometido pecados, le serán perdonados" (St. 5,13-15). Antes se le llamaba extremaunción.

Algunas personas, muy equivocadamente, en estos momentos críticos de los enfermos, dicen: "No llamen al padre porque va asustar el enfermo". Prejuicio sin sentido cristiano. Muchos por este prejuicio han dejado morir a sus enfermos sin el consuelo y los efectos de la oración de la fe. Hay que recordar que no hay que esperar a que llegue el sacerdote para orar por el enfermo, todo cristiano debe recordar que él mismo pertenece al pueblo de sacerdotes, que su oración en familia es de valor incalculable par la salud espiritual y física del enfermo.

ORDEN SACERDOTAL. Muchos cristianos ignoran que ellos también son sacerdotes; tal ves no han meditado detenidamente la primera carta de San Pedro: "Ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del Rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, y esto es así para que anuncien las maravillas de Dios. El cual nos llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa" (1P 2,9). Dice Pedro que somos un "pueblo de sacerdotes". Sacerdote es quien esta consagrado para ofrecer sacrificios a Dios. ¿Cómo es que yo, soy sacerdote si no ofrezco sacrificios? Todo cristiano ofrece a Dios todas sus cosas; por eso pertenece a un pueblo de sacerdotes. San Pablo describió la Iglesia como un "cuerpo" del cual Jesús es la cabeza. En ese cuerpo todos tenemos distintos ministerios, encargos, oficios y dones. En la Iglesia todos "participamos" del sacerdocio de Jesús, que es el sumo y eterno sacerdote del N. T.

En este cuerpo místico de Jesús unos han sido específicamente "consagrados" para servir a la comunidad como sacerdotes; a estos se le llama el SACERDOCIO MINISTERIAL; los demás fieles tienen el "sacerdocio común". Todos somos sacerdotes.

San Lc. dice que Jesús pasó toda una noche en oración y que, al día siguiente, de entre todos los discípulos escogió a sólo doce (Lc 6,16-13). Estos lo siguen a todas partes, aprenden su doctrina, hasta sus gestos, para quedarse en lugar de él cuando Jesús ya no esté físicamente en el mundo. A ellos les da poderes especiales. "Reunió a los doce y les dio poder de expulsar toda clase de demonios y de curar enfermedades; los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar enfermos" (Lc. 9,1). Mt. dice: "Todo lo que aten en la tierra será atado en el cielo y los que ustedes desaten en la tierra, será desatado en el cielo". Los términos de "atar y desatar", el el vocabulario de los judíos rabinos, equivalía a "prohibir o permitir". En la última cena sólo estaban los doce apóstoles, y sólo a ellos Jesús les ordeno: "Hagan esto en memoria mía". Jesús hacia referencia a "consagrar el pan y el vino". Después de la resurrección, se les apareció a los doce y les dijo: "A quines ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar" (Jn 20,23). Jesús explico a los doce: "Como el Padre me envió, así los envió Yo a ustedes".

Los apóstoles hicieron partícipes a otros del sacerdocio que ellos habían recibido de Jesús. Por que sabían que ellos no eran eternos, comenzaron hacer los mismo que Jesús había hecho con ellos. En Hch. 14 los apóstoles están designando "presbíteros" en varias Iglesias. Presbítero se llama el sacerdote. San Pablo les da algunos consejos (1P 5). También se indica como Pablo impone las manos a Timoteo y lo nombra presbítero de Creta.

El sacerdote es un hombre entre los hombres (Cfr. Heb 5); un día sintió que el Señor lo llamaba a su servicio, entonces acudió a un Seminario para meditar si de veras el llamado era de Dios; también para que sus superiores, maestros los observaran, y un día lo pudieran presentar al Obispo para que fuera ordenado sacerdote.

En la Iglesia católica se continúa la tradición de los primeros cristianos: es un Obispo, sucesor de los apóstoles, el que "impone la manos", símbolo del poder al que va ser ordenado de sacerdote; también se le entrega una patena, un cáliz y los ornamentos sagrados, puntualizando que su misión será "presentar" ofrendas, pan y vino, en nombre de todo el pueblo. También se le ungen las manos porque van a servir a la comunidad, y le repite las mismas palabras de Jesús a los doce: "A quines ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar" (Jn 20,23). Se le entrega la Biblia por que es enviado a proclamar la Buena Noticia. El verdadero sentido de su ministerio es ser un instrumento de Dios; por eso San Agustín decía: "Cuando el sacerdote bautiza, es Cristo quien bautiza por medio de él"; nosotros podemos añadir: "cuando el sacerdote celebra misa, es otro Jesús que vuelve a consagrar el pan y le vino para darlo a los fieles en alimento. Cuando el sacerdote confiesa, es Jesús que vuelve a levantar la mano par perdonar los pecados; cuando el sacerdote predica, es Jesús quien quiere servirse de ese instrumento para hacer llegar su palabra viva a la comunidad". No hay que entender que el sacerdote sea un ángel. Es un hombre entre los hombres. El sacerdote se le ha llamado "otro Cristo"; no porque sea un santo, sino porque esencialmente es un instrumento de Dios para llevarnos a Dios.

El MATRIMONIO es el sacramento en el que un varón y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida. Simboliza la unión de Cristo con la Iglesia. Otorga a los esposos la gracia de amarse igual que Jesucristo ama a la Iglesia, es decir, este sacramento perfecciona el amor humano y la gracia que procede de él reafirma su indisolubilidad y santifica el camino de la vida eterna. Su celebración debe ser pública. Sus propiedades son: la unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad.

Algunos textos son: Gn 1,27-28; 2,18-25; Mt 19,1-9; Mc 10,1-12; Lc 16,18; Jn 2,1-10; Ef 5,25-32 y ICor 7,1-ss.

Con frecuencia se escucha la broma de algunos que dicen que el matrimonio es como la "Divina Comedia" al revés. La Divina Comedia del poeta Dante tiene tres partes: infierno, purgatorio y cielo. Los bromistas afirman que el matrimonio comienza con un cielo, sigue un purgatorio y termina en un infierno. Esta broma denota algo trágico que está minando nuestra sociedad: la crisis en los matrimonios, que está dando por resultado un sinnúmero de personas frustradas y de hijos con serios traumas.

En el primer cap. del Gén, la Biblia nos dice cómo Dios creó al hombre; pero, apesar que lo rodeaban muchas cosas, había soledad en su corazón. "No está bien que el hombre esté sólo" -Dijo Dios-; y le regaló una compañera. Según las palabras de la Biblia, para que fuera una "ayuda adecuada". Vibró entonces el primer poema de amor en el mundo; Adán exclamó: "¡Esta sí que es carne de mi carne!". Añade la Biblia: "Hombre y mujer los creó; los bendijo y les dijo: Crezcan y multiplínquense". "Por eso el hombre deja a sus padres para unirse a una mujer, y formar con ella un solo ser" (Cfr. Gén 1,27-28; 2, 18-24). Con esto nos revela la igualdad en la dignidad que tiene el hombre y la mujer y la complementariedad que hay entre ellos. La unión varón/mujer tiene los siguiente elementos:

Gn 1-2.
1º Ambos aparecen como creados a imagen de Dios Gn 1,27.
2º Aparecen como complemento uno del otro. Gn 2,21. (Se´la, costilla, parte, lado).
3º Aparecen en unidad perfecta. Gn 2,24. una sola carne (basar -sentido físico = amor conyugal. -sentido moral = unidad de voluntad y pensamiento).
4º La relación varón/mujer aparece más fuerte que la de padre/hijo, hermana/hermano. Gn 2,,24.
5º Aparecen en perfecto entendimiento. Gn 2,25. Había equilibrio emocional.
6º Ambos reciben la misión de dominar la creación. Gn 1,28.


Conclusión:

* Hombre/mujer tienen la misma identidad e igualdad de naturaleza.
* Se afirma implícitamente la monogamia y la indisolubilidad del matrimonio.
* Se excluye la poligamia y el divorcio.

Cuando la Iglesia celebra un matrimonio, pretende repetir la escena bíblica de la bendición de Dios para el hombre y la mujer. E/P: Cuando el sacerdote tiene en el altar un panecillo de harina -la hostia-; y llega el momento de la consagración, el sacerdote repite las mismas palabras de Jesús en la última cena; entonces el pan queda consagrado: es el cuerpo de Jesús. Con nuestra fe así lo creemos. Los novios llegan al pie del altar, hacen su voto matrimonial ante Dios, y, en ese momento, se convierten en "algo sagrado"; han consagrado su amor el uno al otro ante Dios para toda la vida. Por eso afirmamos que el matrimonio es un sacramento; la repetición de lo que Dios consagró en el principio.

El matrimonio, querido por Dios desde la creación del hombre, adquiere con la venida de Cristo, una elevación sobrenatural, fuente de grandes bendiciones. La máxima novedad del matrimonio cristiano, consiste en que la unión conyugal entre los bautizados representa la unión de Cristo con la Iglesia.

Hay algo particular en este sacramento con respecto a los demás. En el bautismo el ministro es un sacerdote, en la eucaristía es un sacerdote como en la reconciliación. En el matrimonio los ministros del sacramento son los novios. Son ellos los que "se casan"; el sacerdote no los casa; el sacerdote únicamente es representante de la Iglesia, un testigo. El compromiso se verifica de una manera muy sencilla, por medio de unas palabras un "SI", que ellos han venido repitiendo el uno al otro muchas veces.

En el Cap. 19, 1-9 de Mt. se conserva una curiosa entrevista que los fariseos la hicieron a Jesús acerca del divorcio "¿Puede uno separarse de su mujer por cualquier motivo? . Jesús se remite a Gén 1-2 (voluntad de Dios). Y les hace ver que Moisés se había visto presionado por las circunstancias de la época para conceder el divorcio (es decir por la dureza de corazón Esklerocardia = Esclerocardía); por la incapacidad de comprender los mandatos de Dios y la docilidad a la voluntad de Dios. Por que en los planes de Dios, el divorcio no entraba. Jesús hace su propio comentario "Por lo tanto lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". (Mt 9,6).

Para llegar al sacramento del matrimonio debe existir la base de un serio, período de conocimiento mutuo de los novios y de reflexión delante de Dios. Es muy importante que los novios tengan los mismo ideales (un mismo pensar y un mismo sentir 1P 3,8,9) sociales y los mismos sentimientos religiosos, porque muchas veces estas diferencias (entre otras) son causa de rupturas. Cuanto más desigualdad hay entre futuros esposos, tanto más hay que prolongar el noviazgo para acortar distancias. Hay que saber morir al propio egoísmo, saber perdonar día a día y no ir archivando en los profundo de lo subconsciente todo un sinnúmero de páginas negras y de malos recuerdos, que impiden amar y alejan a marido y mujer. Las relaciones sexuales durante el noviazgo son malas y dejan a los novios cada vez más frustrados, porque el estado provisional, pasajero en que viven no admiten de por sí una entrega total de persona a persona. Entregarse sin reserva quiere decir darse para siempre; y esto no se puede dar en el noviazgo. Como dijo Jesús "No se puede construir una casa sobre arena, sino sobre roca", es decir sobre sus mandamientos, su palabra.

Hoy en la actualidad se habla de la planificación familiar, debido a la explosión demográfica. Pero no todos le dan un mismo significado. En la mayoría de los casos lo que se busca es limitar el aumento de la población sin importar el cómo. La Iglesia promueve la planificación familiar usando métodos aprobados por la misma; el más conocido es el Método Billings. Los papás deben sentirse responsables de los hijos que traen al mundo, dándoles alimentación y educación adecuada.

Por ser el matrimonio indisoluble, no se admite el divorcio. Pero dadas las circunstancias graves, es posible, y a veces aconsejable, la separación. Naturalmente, los esposos bien casados, que viven separados, no pueden volverse a casar, mientras uno de ellos viva. La Iglesia ha estado siempre persuadida de que, conforme a la Palabra del Señor (Mt 19,6), no tiene poder para disolver el matrimonio correctamente celebrado.

Es distinto el caso cuando declara "nulo" el matrimonio. Es decir, después de estudiarlo bien, declara que realmente no hubo el matrimonio por alguna falla grave. Así es que disuelve un matrimonio (aparente) cuando una de las partes tenga los votos solemnes en una orden religiosa o sea sacerdote no se realizó matrimonio. La Iglesia disuelve también el matrimonio contraído entre dos no bautizados, cuando uno de ellos se convierte y se hace bautizar. Si para este último es problema vivir su nueva fe, le anula el anterior matrimonio y lo faculta para volverse a casar.


Por: Miguel Ángel García Iglesias | Fuente: Cristiandad.org





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martes, 14 de abril de 2015

Dios nos sorprende siempre. Él es así.

Reflexiones Pascua
¿Estamos cansados, decepcionados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. 

Por: SS Francisco 

Queridos hermanos y hermanas

(...) Las mujeres habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz.

Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro.

Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4).

¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide.

(...)

Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es así.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas.¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

(...) las mujeres, encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad.Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el «hoy» eterno de Dios.

Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano.

Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.

Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida!

1. Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos.
2. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado.
3. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.

(...) Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa san Lucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: Recordad. «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8).

Esto es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.

(...) Pidamos al Señor: 

1. Que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas;
2. Que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo;
3. Que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros;
4. Que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive.

Fragmento de la Homilía del Papa en la Misa de la Vigilia Pascual Basílica Vaticana. Sábado Santo 30 de marzo de 2013. 



SIEMPRE SE HA DICHO: “A NADIE LE AMARGA UN DULCE”
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