"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA SILLA DE ATRÁS


Una de las últimas sillas de la Iglesia es ocupada por el Papa. Así se ve en la foto. Se está celebrando una misa muy peculiar: los asistentes son los jardineros y el personal de limpieza del Vaticano. En un momento de la celebración el Papa le pide a todos que oren en silencio, cada uno por lo que desee su corazón.  A continuación, se levanta de su sillón y se va a una de las últimas sillas a hacer su propia oración. Parece que ha preferido que todos tengan delante a la verdadera razón de su existencia, ese Cristo crucificado que está ahí presente, y no que lo miren a él, que solo es un hombre, aunque todos le llamamos hoy el Papa Francisco.

La famosa diferencia entre jefe y líder es evidente en esta foto. El jefe siempre saca pecho poniéndose delante para que todos lo vean y le obedezcan, pero el líder sabe cuándo irse atrás, sin estorbar, acompañando, facilitando el camino para que los suyos logren sus propósitos. El líder es capaz de hacerse invisible en el momento oportuno para que los suyos se crezcan y se centren en lo verdaderamente importante. El líder no teme perder su puesto porque sabe que muy por encima de ese puesto está el ayudar a los demás a encontrar su camino.

El admirable Papa Francisco está de espaldas en la foto. Sabe que muchos lo quieren ver de frente, pero en este instante tan íntimo prefiere quedar de espaldas a los fotógrafos y darle la cara a ese Dios de todos, Amor para el jardinero y Amor para el Papa, ese Dios que no diferencia el abrazo ni otorga más a uno que a otro; ambos son pecadores y ambos lo necesitan.

¿Cuántos jefes estarían dispuestos a irse a sentar a esa silla de atrás? ¿Cuántos padres y madres sabríamos irnos a sentar atrás para que nuestros hijos quedasen al frente a sus propias responsabilidades? ¿Cuántos podríamos dar la espalda a los aplausos, a los “clics” de las cámaras y a los elogios para entregarnos, en un momento íntimo, a esa oración profunda que hace nuestro corazón, desnudo de orgullo, a un Dios que está deseando escucharnos?

La imagen del Papa en esta foto se me quedará grabada y espero que me sirva para saber dónde colocarme el resto de mi vida.


martes, 17 de septiembre de 2013

¿De dónde nacen nuestros actos?

No es pérdida de tiempo preguntarnos si estamos en un camino correcto 


Comer o estudiar, dormir o leer, caminar o quedarnos en casa, llamar por teléfono o escribir un mensaje electrónico, dar un consejo a un amigo o dedicar unos momentos a la oración: cada uno de nuestros actos nacen del interior del alma, de los deseos, sueños, temores, esperanzas que albergamos en el corazón.

Detrás de cada uno de los cientos de actos que ejecutamos cada día, hay un deseo de conquistar algo bueno, de acercarnos a una meta, provisional o definitiva, que nos aparte del dolor y nos conduzca hacia la felicidad.

Para algunas corrientes psicológicas, nuestras acciones obedecen simplemente a leyes que regulan el sistema nervioso, las hormonas y otras dimensiones de nuestro sistema biológico, hasta el punto de que estamos determinados a realizar algunos actos y a dejar de lado otros.

Otras teorías, de tipo sociológico, consideran que es la sociedad (familia, lugar de trabajo, estado, administraciones públicas) quien, a través de presiones más o menos explícitas, y con leyes escritas o con normas consuetudinarias, orienta lo que hacemos, lo que compramos, lo que vemos, lo que amamos.

Hay quienes han pensado que ni las estructuras biológicas ni las presiones sociales son suficientes para explicar nuestras opciones, sino que todo depende pura y simplemente de nuestra libertad absoluta, hasta el punto de que podríamos, en cualquier momento, odiar lo que antes amábamos y amar lo que antes odiábamos. Nuestras acciones, en esta perspectiva libertaria, serían totalmente indeterminadas e imprevisibles, según los movimientos profundos y los deseos cambiantes de los corazones de cada uno.

Platón y Aristóteles, y con ellos otros filósofos del pasado y del presente, encontraron la causa decisiva de nuestros actos en el diálogo que se establece entre la inteligencia y la voluntad, sin olvidar que también los influjos externos tienen su importancia y llegan a condicionar en mayor o menor medida nuestras decisiones.

Con el pensamiento, vemos, analizamos, juzgamos el mundo en el que vivimos, las personas que nos rodean, los mismos movimientos interiores de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Con la voluntad, que dialoga y escucha al pensamiento, tomamos decisiones, según lo que creemos que es bueno, que es útil, que es provechoso, que nos ayuda, que ayuda a los demás.

Es cierto también, recordaban Platón y Aristóteles, que existen en nosotros movimientos pulsionales, pasiones y sentimientos, que llegan a ofuscar nuestra inteligencia y a debilitar nuestra voluntad, o que encadenan nuestro corazón a apegos y dependencias (alcohol, sexo, droga, dinero, caprichos de todo tipo) hasta el punto de limitar enormemente las posibilidades de un pensamiento equilibrado y de una voluntad madura y fuerte.

Nuestras acciones nacen, por lo que vemos, desde muchas presiones, entre muchos conflictos internos o externos, con la ayuda (o las trabas) que ejercen otros sobre nosotros.
En este día voy a realizar actividades de diverso tipo. ¿Por qué las realizo? ¿Qué busco en cada acción que escojo? ¿O tengo que reconocer que a veces me dejo esclavizar por presiones sociales, complejos personales, recuerdos que me llenan de temores? ¿Soy capaz de construir la propia vida desde esperanzas buenas y sobre ideas bien fundadas?

La mirada sobre las propias acciones ayuda a comprender hacia dónde vamos, qué es lo que amamos, con qué pensamientos decidimos cada uno de nuestros pasos.

No es pérdida de tiempo preguntarnos si estamos en un camino correcto, si avanzamos hacia metas realmente valiosas, si conocemos el bien verdadero, el único que sacia los corazones y que nunca termina.

Para los cristianos, ese bien no es un objeto, no es un espectáculo, no es una experiencia pasajera. Ese bien se llama Dios, y es una Persona, un Padre y un Amigo Salvador. Por Él vale la pena empezar cada día con la ilusión de sembrarlo de actos buenos, de vivir con la mirada y el corazón dirigidos hacia Dios y hacia los hermanos.
Autor: P. Fernando Pascual.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Juan Pablo II, el papa de los jóvenes

Autor: Carolina Crespo Fernández

El próximo año tendrá lugar la canonización de Juan Pablo II. Haciendo un balance de los veintiséis años de su pontificado se puede asegurar que los jóvenes tuvieron un papel protagonista en el mismo.

El día de su elección no solo se ganó la adhesión de los jóvenes que estaban en el recinto flanqueado por la columnata de Bernini, sino la de todos los jóvenes del mundo entero. A su entusiasmo, Juan Pablo II respondía con un cariñoso: "Vosotros sois el porvenir del mundo. Vosotros sois mi esperanza. El mañana depende de vosotros."


Esos entusiastas jóvenes, capaces de esperar horas y horas bajo el frío nórdico o el calor mediterráneo, demuestran la total sintonía entre ambos. Creían en él porque los escuchaba y los entendía. Confiaban en él y él disfrutaba con ellos y participaba de su vitalidad y alegría.


Pero lo que más valoraban los jóvenes es que él los tomaba en serio. Se los ganaba de un modo natural –sin falsedades– y espiritual, proponiéndoles grandes retos e ideales capaces de cambiar el rumbo de sus vidas y, por ende, el de la humanidad.
"No habrá un mundo mejor, nada se arreglará en la vida social mientras no se dé preferencia a los valores del espíritu humano". Estas palabras, pronunciadas en 1.979, siguen teniendo actualidad hoy más que ayer y urge llevarlas a la práctica para conseguir una sociedad mejor y más justa.


Aunque el ambiente en el que se reunía con ellos era distendido y festivo, él no les ofrecía diversión, ni concesiones, sino un programa de vida atractivo, pero exigente.


En esos encuentros multitudinarios con los jóvenes –entre ellos las Jornadas Mundiales de la Juventud que él creó– veíamos a jóvenes con su mochila y saco de dormir al hombro, alegres sin tomar alcohol, sin caprichos, que acudían a la llamada de un hombre mayor, de un anciano cada vez con más achaques físicos, pero con una capacidad de convocatoria jamás vista.


La fuerza de Juan Pablo II radicaba en su personalidad; no disfrazaba la verdad con su oratoria; ahí radicaba su secreto: en su honestidad y transparencia, a la vez que en su valentía para proclamar la verdad, fuera quien fuera el interlocutor.


 "La verdad os hará libres".


Él quería edificar una "civilización del amor", no del placer –que no es progreso, sino esclavitud–. "No grabéis un contenido deformado, empobrecido y falseado en el proyecto de vuestra vida: el amor se complace en la verdad. Buscadla donde se encuentre de veras. Si es necesario, sed decididos en ir contracorriente de las opiniones que circulan y de los eslóganes propagandísticos".

Hoy, nuestras calles, medios de comunicación, en definitiva, nuestra sociedad está llena de mensajes hedonistas y superficiales; el hombre solo será libre cuando descubra que la felicidad no está en el placer efímero sino en la vivencia de una vida auténtica, fundada sobre sólidos principios. "La raíz del mal está en el corazón del hombre.

El remedio también está en el corazón".

domingo, 15 de septiembre de 2013

María, Reina, Virgen y Madre

Cuando tenemos miedo acudimos a Ti porque eres valiente, cuando dudamos volvemos los ojos a Ti porque eres Verdad. 


Si seguimos a Jesús no es posible hacerlo sin pensar, sin volver el corazón y la mente a la imagen de su Madre, una mujer como tu, como yo, de la misma especie humana que tu, hombre que me lees...

Por Ella, por su decir ¡SI!, Cristo se formó en sus entrañas por obra del Espíritu Santo y ahí, en ese momento único, grandioso y sublime, empezó a crecer en su seno virginal hasta hacerse hombre el Hijo de Dios, que un día, y en una cruz de madera, moriría por la SALVACIÓN DE TODA LA HUMANIDAD. Humanidad, donde estabas tu, donde estaba yo.... ¡Oh, incógnita divina!

Ella supo de despedidas. Ella supo de soledades, de ausencias del que era todo el amor de su vida. Ella sin comprender nada aceptó que su amado hijo Jesús, vivía del gran misterio de Dios y se alejaba de ella cada vez más... para cumplir una MISIÓN.

Y al pie de la cruz, mientras lo veía agonizar, con el amado rostro desfigurado, con los pies clavados y los brazos extendidos, como queriendo abrazarnos, aceptó, porque El se lo pedía, que lo sustituyera como hijo por el discípulo JUAN y a si convertirse en una MADRE UNIVERSAL.

El Padre Ignacio Larrañaga dice: "Madre del silencio y de la Humanidad, tu vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor. Eres disponibilidad y receptividad, eres fecundidad y plenitud, eres atención por los hermanos, estás vestida de fortaleza"

Cuando tenemos miedo acudimos a Ti porque eres valiente, cuando dudamos volvemos los ojos a Ti porque eres Verdad, cuando la tristeza nos invade acudimos a Ti que fuiste Madre de dolores y recibimos tu fuerza, cuando el creer se nos hace difícil... nos sentimos seguros porque tu, eres Virgen Fiel, Espejo de Justicia y Trono de sabiduría y estás llena de Gracia, de Consuelo y Misericordia.

Por eso el rezo del santo Rosario es una comunicación con María, virgen y Madre. Con él vamos repasando todos los momentos de su vida y la de su Hijo Jesús. En el rezo de sus Ave-Marías, le pedimos insistentemente que, seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo y también le decimos que nos ampare ahora y en la hora de nuestra muerte, tal vez, cuando nos llegue ese momento, Ella, María la Madre de Dios y Madre nuestra, recuerde las veces que se lo pedimos y venga a buscarnos, auxiliadora, solícita y llena de amor para llevarnos al Padre como buena mediadora, y a si obtendremos el amoroso y esperado abrazo de Dios. 

¡Madre y Virgen, REINA de la Paz, ruega por nosotros y por el Mundo entero!


Autor: María Esther de Ariño.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía

Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo. 


SILENCIO


El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada. 

El silencio es el ruido de la oración. 

El silencio, después de la homilía, es interpelación. 

El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado. 

En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos. 

La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más "digerible" la eucaristía. El silencio no es ausencia de...., es cultivar un lugar para que Dios nazca. 


CONTEMPLACIÓN

La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir. 

Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios. 

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude". Le respondió el Señor: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada". (Lucas 10, 38-42).


ORACIÓN

La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía. 

"Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido te recompensará" (Mt. 6, 5-6). 


CARIDAD

La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros. 

Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar, aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros. Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué cerca físicamente! 

Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que verticalmente acordarnos de que Dios existe. 

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo». 


ESCUCHA 

Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros. 

El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas y otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos homenaje presente en la Palabra. 

Le reclamaba una vez por la noche al Señor:
¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo... 
- ¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido... 
- ¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente... 
- En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?

A lo que Dios contestó: 
- Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar


Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe. 

Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.


Autor: J.Leoz.

viernes, 13 de septiembre de 2013

La doctrina social de la Iglesia

Autor: Carolina Crespo Fernández 
En la democrática Europa persiste la persecución a la gente por sus creencias, amparada en un indomable interés por aumentar la lista de apóstatas, el salvaje ataque a la institución familiar y la defensa de la cultura de la muerte. Para conseguir estos fines, se utilizan todo tipo de medios, desde el poder político, pasando por la educación, hasta llegar a los medios de comunicación social, que presentan como progresistas actitudes y conductas que conducen a la quiebra del mismo hombre. 

Solo una política basada en valores cristianos contribuirá eficazmente a la reedificación de una Europa que cada vez más se aleja de sus raíces, unas raíces que de ser respetadas jamás hubieran permitido que las personas se hundieran en la esclavitud del préstamo hipotecario y sus terribles consecuencias. Una Europa en la que proliferan juristas mercenarios del Derecho para los que las leyes se interpretan al vaivén de su servilismo político. Una Europa en la que los sindicatos han claudicado en sus funciones originarias, traicionando la confianza depositada en ellos por los trabajadores. 

Una Europa que se ha empeñado arduamente en la destrucción de la familia, institución en la que está en juego el hombre mismo. Una Europa en la que el ser humano puede elegir ser hombre o mujer según su voluntad. 

Una Europa en la que se emprende una cruenta campaña --tal cual conspiración propia del Moscú de la "guerra fría"-- contra un político destinado a ocupar legítimamente su puesto de Comisario en el Parlamento europeo, pero con el que ciertos grupos se ensañan por manifestar públicamente que desempeñará su labor en consonancia y en consecuencia con sus valores cristianos. Y es que en la dictadura del relativismo moral todo es permisivo menos la coherencia de un cristiano convencido.


Urge un humanismo cristiano que combata ese relativismo presente en todas las dimensiones de nuestra sociedad --política, cultural, educativa y personal-- regido por un valor prioritario: el beneficio, la utilidad, en detrimento de la caridad, del bien común, y en que el ser humano ha pasado a ser una mercancía.

La esclavitud aún perdura en esta Europa moderna y de grandes avances tecnológicos: prostitución, explotación infantil, tráfico de indocumentados con fines de explotación. Urge movilizar un rearme moral, en el que participe gente viva, crítica, activa y responsable, con una inquebrantable pasión por la verdad y la defensa del hombre por encima de cualquier otro interés; cristianos formados que beban de la rica doctrina social de la Iglesia, recogida en encíclicas como Mater et magistra, Pacem in terris, Ecclesiam Suam y Populorum progressio, situadas en épocas que deberíamos recordar porque es bueno aprender de los errores del pasado para no repetirlos. Nos puede sorprender lo buenos profetas que fueron los Papas que las escribieron. 

Urge un desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral imperante, liderado por la minoría creativa, por cristianos sin complejos, que no se amendrenten aún a costa de que ante el ejercicio de la libertad de expresión se les amenace con ponerles un bozal.



El camino de la Iglesia

La Iglesia sigue el camino de Pasión y Resurrección de Jesús. La Iglesia es Eterna, superará todas las tribulaciones. 


Como círculos concéntricos, así es el Plan de Dios. Si se analizan las Escrituras, es evidente que el mismo argumento, la misma historia se repite una y otra vez, con distintos personajes, pero con el mismo significado y mensaje. Por ejemplo, cuando Dios saca a Su Pueblo de Egipto y le pide se sacrifique como ceremonia previa un cordero Pascual en cada familia, para abrir de ese modo las puertas a la salvación del pueblo elegido. Del mismo modo, siglos después es el Cordero de Dios, Cristo, el sacrificado para salvar al Pueblo de Dios una vez más, ésta vez por la Redención definitiva de toda la humanidad. También vemos en el pedido a Abraham de sacrificar a su primogénito, reemplazado a último minuto por un cordero, el mensaje de Dios sacrificando a Su Hijo Unigénito siglos después, Cordero de Dios, Hombre Verdadero y Dios Verdadero. Círculos y círculos que se repiten con distintos personajes y circunstancias, pero con el mismo mensaje y contenido. 

Los mensajes de Dios raramente son directos, pero en la forma de parábolas y revelaciones El nos ha dejado lo necesario para que encontremos las pistas que nos den el camino seguro a la Salvación. Nuestro es el esfuerzo necesario para comprender Su Mensaje, Su Palabra, porque esa es la Ley de Dios para nosotros: poner nuestra voluntad a Su servicio, incluido el disponer nuestra inteligencia para comprender Su Revelación.

Como una piedra lanzada a un estanque, que produce círculos que se abren más y más, el uno más grande que el otro, pero todos provenientes del mismo evento. La Piedra, el centro de toda ésta historia, se sitúa en la Vida de Cristo. Todo lo que rodeó a Jesús en Su vida en la tierra fue preanunciado con siglos de antelación, y también se repite luego a través de la vida de Su Iglesia, ya que El mismo es la Cabeza del Cuerpo Místico del que nosotros somos miembros activos y militantes. De este modo, existe un claro paralelo entre la historia del Redentor y la de Su Iglesia, ya que ambas van indisolublemente unidas, son dos círculos distintos pero ambos provenientes del mismo evento: la Encarnación del Verbo.

Todo comienza con la Anunciación del Ángel a Maria en la casita de Nazaret, donde Ella dio el si que abrió las puertas a la historia de la Salvación. El equivalente a la Anunciación, en la historia de la iglesia, se produce al pie de la Cruz. En este caso, no fue el ángel el que hizo el anuncio. Es el mismo Cristo el que anuncia a María que Ella será la Madre de todos los hombres, de la Iglesia. Una vez más, Maria dio un si, lleno de dolor ante tan horrorosa vista, la de Su Hijo Crucificado y a punto de morir. 

El Nacimiento de Jesús se produce en Belén en una pobre gruta, con María y José como testigos. La Iglesia, en cambio, nace el día de Pentecostés, nuevamente con María como la Madre que da a luz espiritualmente al Nuevo Pueblo de Dios. En la misma sala en que Jesús había instituido la Eucaristía poco tiempo antes, en la sala del Cenáculo en la planta alta de aquella casa de Jerusalén, se produjo el nacimiento de la Iglesia. El Pequeño Cuerpo de Jesús que Ella tuvo en sus brazos en Belén, fue reemplazado en este caso por un pequeño grupo de humildes hombres que eran la iglesia infante que nacía aquel día. 

El mundo quiso asesinar a Jesús en Sus primeros años de vida, con la persecución de Herodes. La Sagrada Familia huyó entonces de Palestina hacia Egipto. Luego del nacimiento de la Iglesia, los primeros cristianos también fueron perseguidos y debieron huir de Jerusalén hacia lugares distantes, llevando el mensaje de Salvación con ellos. Muchos fueron asesinados, como los niños de Belén, pero la Iglesia Cuerpo Místico de Cristo salvó Su vida y siguió camino rumbo a la adultez. El retorno de la Sagrada Familia desde Egipto a Nazaret puede ser comparado, en la vida de la Iglesia, con el establecimiento del Cristianismo en Roma, la vuelta a casa para seguir dando firmes cimientos a la historia de la Redención.

Los primeros años de la vida de Jesús fueron un periodo de crecer, oculto a los ojos del mundo, creciendo en Su Naturaleza Humana y formándose bajo el cuidado de Su Madre. Del mismo modo, la iglesia transitó siglos de pequeñez y ocultamiento, creciendo y fortaleciéndose hasta ser un vigoroso Cuerpo dispuesto a dar el mensaje de Salvación al mundo. Los santos que fueron surgiendo a través de los tiempos son los miembros vigorosos de Jesús, lozanos y deslumbrantes, que nos permiten ver en todo su esplendor al Cuerpo de Cristo formado como un Adulto fuerte y preparado para Su Misión.

Es difícil ver como se establece el paralelo de allí en adelante, quizás porque estamos tan cerca de los hechos que no podemos reconocer qué parte de la vida de Jesús está viviendo la Iglesia en estos momentos. A pesar de ello, creo que está claro que la Vida Pública de la Iglesia empezó hace varios siglos ya. Y probablemente el signo más claro esté constituido por las múltiples apariciones de María, que ha sido enviada por Jesús para trabajar y anunciar el mensaje, el mismo mensaje, a todos nosotros. Apariciones en todos los continentes, mensajes invitando a la conversión, al amor, a la fe. El mismo mensaje que Jesús nos da en el Evangelio, ahora traído por Su Madre. Pero también Jesús ha salido a caminar los senderos de este mundo, a través de Santa Margarita Maria de Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, de Santa Faustina Kowalska y el Jesús Misericordioso, entre varias diversas manifestaciones de Jesús a santos de la Iglesia. 

Jesús y Maria han salido a recorrer los caminos de este mundo, como en Palestina. La vida pública de la iglesia parece estar desarrollándose de modo pleno. Pero, así como Jesús caminó tres años de Su vida pública rumbo al Calvario como indudable destino final, ¿hacia dónde se dirige Su Cuerpo Místico, la Iglesia, entonces? Difícil de saberlo, pero un dato resuena en mi mente. Desde hace un tiempo la Virgen se manifiesta con lágrimas en sus ojos, comenzando en La Salette, pero mucho más claramente en las últimas décadas con las lacrimaciones de muchas de sus imágenes, lágrimas de sangre algunas veces. No puedo dejar de recordar que, si bien la Virgen lloró muchas veces por el mal que los hombres hacían a Su Jesús, Ella nunca lloró más que al pie de la Cruz, en el Calvario.

La esperanza, sin dudas, la tenemos puesta en la seguridad plena de que la Iglesia sigue el camino de Pasión y Resurrección de Jesús. La Iglesia es Eterna, superará todas las tribulaciones, las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Pero, mientras tanto, tiene en el Cielo a todas las almas santas, las que llegaron al Reino, y aquí en la tierra a sus miembros militantes, todos nosotros, que la integramos con el orgullo de vivir días de Cruz o Resurrección, según sea Su Voluntad.


Autor: Oscar Schmidt.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El pecado

Autor: Carolina Crespo Fernández
El mayor pecado de nuestro tiempo es que los hombres han perdido el sentido del pecado. La crisis social, consecuencia del relativismo moral y ético imperante, está íntimamente ligada a la crisis que se ha producido en torno al concepto de pecado.

Todos somos conscientes de la corrupción, de la injusticia, de la codicia, en definitiva, de la maldad que reina en la sociedad, pero le echamos la culpa al sistema.
El pecado es un rechazo personal de la recta razón, en el que el hombre se erige en "dios" y establece lo que está bien y lo que está mal.

Este “encumbramiento" lo hace fracasar como persona, ya que al guiarse no por el Espíritu, sino por un espíritu mundano, le hace invertir los valores y al mismo tiempo niega y destruye su propia dignidad humana, la filiación divina.

Por supuesto, se puede intentar obrar rectamente sin valores cristianos, pero la diferencia la marca la "conciencia", la "ley inscrita por Dios en el interior del corazón del hombre"; y esa conciencia se puede formar, perfeccionar.

La moral cristiana no está sujeta a modas, a intereses, sino a la propia conciencia que, iluminada por la fe, nos capacita para discernir entre el bien y el mal e incluso entre lo legalmente permitido "matrimonio" homosexual, aborto, eutanasia y un largo etcétera que usted, estimado lector, puede completar- y lo moralmente justo.

En este caso, una ley aprobada, respaldada por la mayoría, no es garantía alguna de que esté ordenada según criterios morales justos.
Y este tipo de pecado repercute muy negativamente en la sociedad, ya que arrastra a perpetrar masivamente el mal.
Actuar en "conciencia" hoy exige, en muchas ocasiones, ir contracorriente incluso de la ley civil aquí entraría la objeción de conciencia, un derecho especialmente necesario en nuestro mundo contemporáneo.

El pecado es algo inherente a la naturaleza humana, independientemente de ser empresario u obrero, poseer bienes materiales en distintos grados o carecer en absoluto de los mismos, ya que lo que le confiere dignidad y magnanimidad al hombre es la práctica de la virtud y ésta no es patrimonio exclusivo de nadie, sino que es asequible por igual a ricos y pobres, poderosos y oprimidos, etc. Es en la virtud y no en la posesión de bienes materiales donde radica la recompensa a una manera de obrar rectamente.


Muchas personas viven permanentemente en pecado, sin arrepentirse de nada -la minoría, por falta de formación, la mayoría por inmensa soberbia y afán de autosuficiencia-, pero, algún día se darán cuenta de que se equivocaron en lo principal de su vida: salvarse eternamente.

"Y oí otra voz del cielo, que decía: salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas." Apocalipsis 18,4.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Sois cristianos de etiqueta o de verdad?

Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida.

Autor: SS Francisco.



Ángelus en la Plaza de San Pedro Domingo 25 de agosto de 2013



«Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (13, 23).

Jesús no responde directamente a la pregunta: no es importante saber cuántos se salvan, sino que es importante más bien saber cuál es el camino de la salvación. Y he aquí entonces que, a la pregunta, Jesús responde diciendo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (v. 24).

¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál es la puerta por la que debemos entrar? Y, ¿por qué Jesús habla de una puerta estrecha? 

La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús nos dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. 

Esta puerta es Jesús mismo (cf. Jn 10, 9). Él es la puerta. Él es el paso hacia la salvación. Él conduce al Padre.

Y la puerta, que es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, sabéis, Jesús no excluye a nadie. 

Tal vez alguno de vosotros podrá decirme: «Pero, Padre, seguramente yo estoy excluido, porque soy un gran pecador: he hecho cosas malas, he hecho muchas de estas cosas en la vida». ¡No, no estás excluido! Precisamente por esto eres el preferido, porque Jesús prefiere al pecador, siempre, para perdonarle, para amarle. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo: Él te espera. Anímate, ten valor para entrar por su puerta.

Todos están invitados a cruzar esta puerta, a atravesar la puerta de la fe, a entrar en su vida, y a hacerle entrar en nuestra vida, para que Él la transforme, la renueve, le done alegría plena y duradera.

En la actualidad pasamos ante muchas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante, que se agota en sí misma y no tiene futuro. Pero yo os pregunto: nosotros, ¿por qué puerta queremos entrar? Y, ¿a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida? 

Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestras cerrazones, de nuestras indiferencias hacia los demás. Porque Jesús ilumina nuestra vida con una luz que no se apaga más. No es un fuego de artificio, no es un flash. No, es una luz serena que dura siempre y nos da paz. Así es la luz que encontramos si entramos por la puerta de Jesús.

Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. No, no es por eso. Sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él. 

Jesús en el Evangelio nos dice que ser cristianos no es tener una «etiqueta». Yo os pregunto: vosotros, ¿sois cristianos de etiqueta o de verdad? Y cada uno responda dentro de sí. No cristianos, nunca cristianos de etiqueta. Cristianos de verdad, de corazón. 

Ser cristianos es vivir y testimoniar la fe en la oración, en las obras de caridad, en la promoción de la justicia, en hacer el bien. Por la puerta estrecha que es Cristo debe pasar toda nuestra vida. 

A la Virgen María, Puerta del Cielo, pidamos que nos ayude a cruzar la puerta de la fe, a dejar que su Hijo transforme nuestra existencia como transformó la suya para traer a todos la alegría del Evangelio.


martes, 10 de septiembre de 2013

Elegancia

Autor: Carolina Crespo Fernández


El diccionario de la RAE dedica pocas palabras al término "elegancia", a pesar de que el cultivo de este arte forma parte de la educación humana. 

Una cosa es la "educación" –practicar las formas de cortesía– y otra la "formación", la transmisión de hábitos de comportamientos humanos. 

El cultivo de la elegancia pertenece a las profundidades de la sensibilidad humana y es difícil de expresar. La elegancia es sublime, se eleva sobre lo normal. De la elegancia hablan desde los llamados entendidos en la materia en las revistas especializadas en moda hasta los expertos del marketing. Pero, ni unos ni otros, tienen en cuenta que la elegancia es un bien invisible. 

La elegancia no tiene nada que ver con lucir el más famoso de los reptiles del ámbito de la moda y otros sucedáneos, sino que es algo más elevado. No hay que dejarse tiranizar por los llamados especialistas en elegancia, que solo se mueven por criterios humanos y comerciales.


La elegancia invita a la trascendencia; va más allá de las tendencias de moda que nos tratan de imponer cada temporada; la elegancia no pasa nunca de moda, es clásica. La elegancia la conforman el modo de andar, el porte, el modo de hablar, de vestir, de comer, etc. Decía Azorín: "Hay un modo elegante de llevar un traje, de sostener una pluma entre los dedos para escribir (?), formas de hacer que requieren un aprendizaje." 

Es cierto que nuestra imagen es nuestra tarjeta de presentación; es nuestra proyección al exterior. Pero, ese envoltorio que es nuestra imagen, para ser elegante, ha de contener equilibrio y armonía. Por ello, la elegancia es un don que nace dentro y se transmite al exterior. 

No solo somos un cuerpo, sino un ser con un alma, pero solo la belleza de esta última es inmune al paso del tiempo. Cuando se posee armonía entre el interior y el exterior se puede decir que los ojos son el reflejo del alma, al margen de la edad, de la estatura y de la complexión física; por ello, hay que percibir más allá de las apariencias, captar la belleza sutil y la belleza espiritual. "Lo esencial es invisible a los ojos", escribió Antoine de Saint-Exupéry.

Caminemos pues, contracorriente, no admiremos a esos modelos que invaden todos los medios de comunicación, porque no son superiores a nosotros; huyamos de la ordinariez, de la vulgaridad, de la zafiedad y del mal gusto, en aras de una sociedad más delicada, sutil, sensible, cultivada, distinguida y elegante. Por supuesto que esto requiere esfuerzo, porque para alcanzar los valores más sublimes hay que llegar a la cima, pero creo que merecía la pena.