"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

sábado, 7 de septiembre de 2013

Si quieres puedes curarme

Sabes que quiere y sabes que puede; por eso de un momento a otro sentirás sanos tu cuerpo y tu alma si tienes fe. 


Si quieres puedes curarme.

Esta breve y sincera oración quería decir muchas cosas a Jesús: "¿Qué te cuesta, qué le cuesta a quien ha creado un mundo de la nada curar un cuerpo enfermo?"

Hoy te presentas ante Él con el cuerpo y el alma enfermos: Eres la impotencia suplicante de rodillas ante el que lo puede todo. Si quieres... ¿Querrás? ¿Tendrás que pensar mucho si devuelves la salud a un desgraciado? ¿Puede tu amor resistir que un alma salida de tus manos en un gesto de amor, se pierda para siempre? ¿Querrás? ¿Puedes curarme?

Más que decírselo a Él, que lo sabe muy bien, debes decirlo y gritarlo a ti mismo, para estar cada vez más seguro de que puede, de que no le cuesta. Si te piden fe, di que la tienes; no tienes salud pero tienes fe, toda la que necesita el milagro para hacerse realidad, pero auméntala hasta que se convierta en un grano de mostaza; entonces moverás montañas.

Si quieres, puedes curarme. Sabes que quiere y sabes que puede; por eso de un momento a otro sentirás sanos tu cuerpo y tu alma. Quiero, queda limpio" esas palabras anhela tu alma.

Y quedó curado el leproso. Así quieres quedar tú curado, el otro leproso del alma. Quieres sentirte limpio y puro, sentir tu alma de niño, como cuando salió de sus manos un día que te amó infinitamente.


Autor: P. Mariano de Blas LC.

viernes, 6 de septiembre de 2013

En la misa Jesús, estás vivo y presente

Es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa y te levantamos nuestro corazón. 


Cuando estoy en tu presencia, Jesús Sacramentado, pienso con dolor: ¿Cómo no apreciamos este Misterio de amor donde te quedaste para ser nuestro confidente y nuestro alimento? ¡Qué frío es nuestro corazón!

Nos decimos católicos pero tampoco meditamos en tu entrega al Padre la noche del Jueves Santo al instituir la Sagrada Eucaristía. Nos parece que fue ya hace muchos años, sin embargo vuelve a suceder todos los días, a toda hora en el mundo entero, siempre que se esté celebrando la Santa Misa. En ella Tu vuelves a inmolarte, a ofrecerte al Padre por todos y cada uno de nosotros... de la misma manera que lo hiciste por primera vez. No nos detenemos a pensar ni un momento en la grandiosidad del valor de una Misa. Y de una manera simple y tranquila dejamos el cumplimiento al tercer Mandamiento de la Ley de Dios, que creo yo, proviene de la falta de preparación que tenemos los católicos respecto a lo que en sí es la Santa Misa. 

Por cualquier motivo: paseo, fútbol, gusto por quedarse en casa cómodamente en "pants" y pantuflas, por unas visitas... porque el domingo "es para descansar"... y no salir para nada, en fin, porque "no me late", porque si no "siento un verdadero deseo de ir a la Iglesia... ¿para qué voy?"... y así podríamos llenar páginas enteras con mil y variados pretextos, que a nuestro modo de ver, son tan solo la consecuencia de no saber con plena conciencia que la Misa es lo más grande y hermoso que tenemos los católicos. 

Que participar en ella es estar Contigo, vivo y presente, tal como estuviste en el tiempo en que habitaste entre nosotros.

¿Dónde está nuestra fe? ¿Es que hemos llegado a creer que ya no necesitamos estar presentes, dar testimonio, a nuestros hijos, a nuestros familiares y amigos de que somos cumplidores de los Mandamientos de la Ley de Dios y acudir a la Iglesia para orar y tanto a pedirte perdón como darte gracias a Dios por tanto beneficio que de Ti recibimos con nuestro cumplimiento y alabanza?... No basta con ser buenas personas y tratar de hacer el bien a nuestros semejantes... pues igual que no basta la fe para salvarse sin caridad y buenas obras, así no bastan las buenas obras sin fe y sin oración. 

A parte de que no asistir a Misa los Domingos (que es el día del Señor) y días "indicados" de fiesta, es pecado grave, es saber que es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa te levantamos nuestro corazón.

Señor mío, mi Jesús... pensando todas esta cosas que si a mi me dan pena....para Ti han de ser de un gran dolor pues pareciera que no tenemos ningún interés por conocerte mejor, indiferencia hacia tanto amor y absoluto desdén hacia lo es realmente la misa. 

Señor, ya no más tibieza...tenemos que encender nuestro corazón para ir con amor y espíritu de agradecimiento a la Iglesia, a tu Casa, Señor, a participar en la Santa Misa (no a papar moscas y a ponernos "palomita" porque.....¡ya cumplimos!) para alimentarnos con tu Cuerpo y tu Sangre y pronto veremos cómo florece la Vida de la Gracia en nuestros corazones y en todos los actos de nuestra vida.


Busquemos con la lectura, formación y preparación lo que nos hace falta saber sobre lo que realmente es la Santa Misa, nos vamos a admirar de su contenido y valor. No lo dejemos pasar si realmente queremos saber lo QUE ESA MEDIA HORA REPRESENTA EN NUESTRA VIDA.


Autor: Ma. Esther De Ariño.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Hoy di: ¡Gracias, Padre!

Gracias por el don de la existencia. Gracias por haberme hecho a tu imagen y semejanza. Gracias por el don gratuito de tu amor. 


Hoy sé un hijo agradecido.

Levanta la mirada y dile gracias al Creador del universo:

Padre:

Gracias por el don de la existencia.
Gracias por haberme hecho a tu imagen y semejanza.
Gracias por el don gratuito de tu amor, gracias por amarme como soy.
Gracias porque me has dado ojos para ver,
oídos para escuchar, manos para acariciar,
inteligencia para conocer la verdad, voluntad para buscar el bien,
corazón para amar y para hacerlo tu morada.
¡Mi corazón: templo de la Trinidad! ¡Cosa maravillosa!

Gracias por la capacidad de asombro que me diste.
Gracias por mis padres, por mi familia, por tener un hogar que me cobija.
Gracias por los amigos fieles y también por los que me han hecho sufrir.
Gracias por los tiempos dolorosos de mi vida,
por dejarme sentir la soledad para venir luego a colmarla con tu misericordia.
Gracias por quienes rezan por mí.
Gracias por la vocación y misión que me confiaste.
Gracias por haber puesto tu mirada en mí, gracias por confiar en mí.
Gracias por tantas experiencias bellas de mi vida.
Gracias sobre todo por la experiencia del amor de Cristo.
Gracias por haberlo enviado a vivir con nosotros como uno de nosotros,
para revelarnos tu rostro, redimirnos y trazarnos el camino.
Nos amó hasta el extremo,
nos dio como Madre a María Santísima,
se quedó para siempre en la Eucaristía,
y al final nos entregó a su mismo Espíritu, fuente del mayor consuelo.
Gracias por mi bautismo, por mi Madre la Iglesia,
por mi ángel de la guarda y por esperarme con los brazos abiertos en el cielo.
Gracias por tu paciencia conmigo,
gracias por perdonarme siempre y por seguirme amando sin guardar resentimientos.
Gracias por la vida y por la eternidad que me espera.
Una y mil veces: ¡Gracias Padre!


Autor: P. Evaristo Sada LC.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

NO A LA GUERRA

Autor: CAROLINA CRESPO FERNÁNDEZ
“El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda la vida humana. Por ello, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razón y de la humanidad”, Juan Pablo II

Por desgracia, es inminente el ataque de Occidente-liderado como siempre por EE. UU.-, contra Siria. Los ciudadanos de este país llevan padeciendo una cruenta guerra civil durante dos largos años; dos años que ha necesitado la administración Obama  para tomar la desastrosa  e irracional decisión de atacar dicho país-por cierto, sin el aval de Naciones Unidas-. Este grito del “no a la guerra” no ha de ideologizarse; primero, republicanos y ahora, demócratas, han  causado con sus nefastas políticas internacionales  unos conflictos bélicos de una envergadura cruenta de tal magnitud que aún han quedado grabadas en nuestras retinas imágenes que remueven la conciencia de todo ser humano  de bien.

Por supuesto, el móvil del Premio de la Paz, B. Obama  y de sus acólitos occidentales no es conseguir la paz. Los intereses  geopolíticos, los beneficios de la poderosa industria armamentística y otras razones   que todos conocemos son el acicate de estos hipócritas que están jugando constantemente con la dignidad de millones de seres humanos. Por cierto, ¿quién ganó la última guerra de Irak?

En Siria, el objetivo es derribar el régimen del tirano  Bashar al-Assad, como golpe estratégico contra Irán, el gran aliado en la zona ¿Quién utiliza o va a utilizar las armas químicas: el gobierno de  al-Assad  o los rebeldes a este régimen ¿Quién levantó el embargo de  venta de armas  a los rebeldes, propiciando un encrudecimiento del conflicto?¿Por qué la administración Obama y sus aliados no respaldan a los cristianos coptos perseguidos en Egipto?
Sin duda, un ataque violento de Occidente sería una nueva obscenidad moral, que además puede tener consecuencias descomunales en el ámbito internacional.


Sólo me queda felicitar al equipo de marketing del sr. Obama, que con el respaldo de  ciertos poderes occidentales, le han conseguido un inmerecido  Premio Nobel de la Paz.

De mi buena y gran amiga, Leonor Muñoz Santos

Horas y largas horas esta noche...
Aun así amanece el día...
La vida sigue pero no consigo creer que hoy no vayas a responderme al móvil temprano para que tomemos un cafelito y puedas meterte un rato conmigo o quitarme el coche corriendo porque vengan a multarme...
No consigo creer que hoy no llegues a la farmacia preguntando con una sonrisa dónde está la farmacéutica y empieces a revolucionar a todo el mundo diciendo qué las farmacéuticas que tu conocías eran mayores y feas...
Hoy no consigo creer que aquel gordito bonachón al que tanto quise, no vuelva de vacaciones a darme un abrazo diciéndome cuanto nos había echado de menos entre carcajadas...
Qué difícil amigo el día que nos espera, qué difícil tu ausencia amigo Pedro...

No le tengas miedo a Dios

Nos asegura que nuestra vida es preciosa y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo, entonces? 


Cristo aparece en el Evangelio como el gran exorcista del miedo. Se hace hombre para librarnos de él. Nos enseña con el ejemplo de su vida, luminosa y sin angustias. Nos asegura que nuestra vida es preciosa a los ojos del Padre y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo, entonces? ¿Del mundo? El lo ha vencido (Jn 16, 23). ¿A quiénes temer? ¿A los que matan, hieren, injurian o roban? Tranquilos: no tienen poder para más; al alma ningún daño le hacen (Mt 10, 28). ¿Al demonio? Cristo nos ha hecho fuertes para resistirle (1 Pe 5, 8) ¿Quizás al lujurioso o al déspota latente en cada uno de nosotros? Contamos con la fuerza de la gracia de Cristo, directamente proporcional a nuestra miseria (2 Cor 12, 10).

En el pasaje en el que camina sobre agua, Cristo avanza un paso más: tampoco debemos tenerle miedo a Dios.

Jesús se acercó caminando sobre las aguas a la barca de los discípulos. ¿Para darles un susto o con la intención de asombrarles? No. Se proponía solamente manifestarles su poder, la fuerza sobrenatural del Maestro al que estaban siguiendo.

Pero su milagro, en vez de suscitar una confianza ciega en el poderoso amigo, provoca los gritos de los aterrados apóstoles. Es un fantasma -decían temblando y corriendo seguramente al extremo de la barca-.

San Pedro es el único que domina su papel. Escucha la voz de Cristo: Soy yo, no temáis, comprende y aprovecha para proponerle un reto inaudito: caminar él también sobre las aguas. Y de lejos, traída por el fuerte viento, le llega claramente la inesperada respuesta: Ven.

Muy similar a aquella que todos los cristianos escuchamos en algunos momentos de nuestra vida. Después de haber conocido un poco a Cristo -aun entre brumas-, comenzamos a seguirle y, de repente, recibimos boquiabiertos la invitación de Cristo: Ven.

Ven: sé consecuente, sé fiel a esa fe que profesas.
Ven: el mundo está esperando tu testimonio de profesional cristiano.
Ven: tu hermano necesita tu ayuda, tu tiempo... tu dinero.
Ven: tus conocidos desean, aunque no te lo pidan, que les des razón de tu fe, de tu alegría.

Y la petición de Cristo sobrepasa, como en el caso de Pedro, nuestra capacidad. No vemos claramente la figura de Cristo. O dirigimos la mirada hacia otro sitio. El viento sopla. Las dificultades se agigantan... y estamos a punto de hundirnos o de regresar a la barca. Sentimos miedo de Cristo.

¡Miedo de Cristo! Sin atrevernos a confesarlo abiertamente, ¿cuántas veces no lo hemos sentido?

¡Miedo de Cristo! Esa sensación de quererse entregar pero sin abandonarse por temor al futuro...
¡Miedo de Cristo! Ese temor a afrontar con generosidad mi pequeña cruz de cada día.
¡Miedo de Cristo! Esa fuente de desazón y de intranquilidad porque, claro, el tiempo pasa, y ni realizo los planes de Dios ni llevo a cabo los míos.

¿Cómo se explica ese miedo de Dios? ¿Dónde puede estar nuestra vida y nuestro futuro más seguros que en sus manos? ¿Es que la Bondad anda maquinándonos el mal cuando nos pide algo? ¿Es que Él no es un Padre? ¿Por qué, entonces, le tememos? ¿De dónde proviene ese miedo?

Sólo hay una respuesta: de nosotros mismos. El miedo no es a Dios. Es a perdernos, a morir en el surco. Amamos mucho la piel como para desgarrarla toda en el seguimiento completo de Cristo. 

Y Cristo no es fácil. Duro para los amigos de la vida cómoda y para quienes no entienden las duras paradojas del Evangelio: morir para vivir, perder la vida para ganarla, salir de sí mismo para encontrarse.

No todos lo entienden. Se requiere sencillez, apertura de espíritu y, como Pedro, pedir ayuda a Cristo.

Quiero confiar en Ti, Señor, para estar seguro de que en Ti encontraré la plenitud y felicidad que tanto anhelo. Deseo esperar en Ti, estar cierto de que en Ti hallaré la fuerza para llegar hasta el final del camino, a pesar de todas las dificultades. Aumenta mi confianza para que esté convencido de que Tú nunca me dejarás si yo no me aparto de Ti.


Autor: P. José Luis Richard.

martes, 3 de septiembre de 2013

Trabajar con un fin bueno

El camino de cada ser humano transcurre entre cientos de pequeñas y grandes decisiones. Escoger bien permite trabajar con fines buenos.


Todo lo que hacemos busca una meta. A veces, simplemente, tener la casa en orden. Otras veces, ahorrar en vistas al futuro. Con frecuencia, "cumplir" con las peticiones del jefe de trabajo, de un familiar o de un amigo.

Trabajamos siempre con un fin. Pero, ¿todos los fines tienen la misma importancia? ¿Hay algunas actividades que podríamos dejar de lado para escoger otras que tengan un fin más noble, más justo, más bello?

Hacer una jerarquía de fines permite hacer una jerarquía de ocupaciones. Quien no tiene claro qué sea lo más importante y qué sirve sólo para "matar el tiempo" no será capaz de escoger según proyectos buenos.

Otras veces la jerarquía está bien establecida, pero nos faltan energías interiores para acometer lo importante y para dejar de lado lo superfluo. En esos casos, basta una breve insinuación en la pantalla de la computadora para que al final dediquemos minutos y minutos a una tontería y dejemos de hacer aquello que realmente merecía nuestro tiempo y nuestro esfuerzo.

El camino de cada ser humano transcurre entre cientos de pequeñas y grandes decisiones. Escoger bien permite trabajar con fines buenos. Escoger mal nos lleva a perder, aquí en la tierra y también en el mundo futuro que nos espera.

¿Qué voy a hacer hoy? ¿En dónde invertiré mi vida? ¿Cómo distinguir entre amores buenos y caprichos engañosos que me desgastan y me consumen sin sentido?

Desde el cielo, Dios me pide que oriente bien mis pasos. En la tierra, familiares y amigos esperan, a veces en silencio, que les ayude y acompañe desde las fuerzas que vibran en mi alma.

Un nuevo día está en mis manos. Si me dejo guiar por el amor a Dios y al prójimo, empezaré a trabajar por fines verdaderamente buenos.


Autor: P.Fernando Pascual LC.

lunes, 2 de septiembre de 2013

TÚ ERES PEDRO: EL PAPA FRANCISCO

Autor: Carolina Crespo Fernández

Al segundo día del comienzo del cónclave, tras dos fumatas negras y tres votaciones, llegaba la esperada noticia. Eran las 19:06 horas del miércoles 13 de marzo de 2.013. En ese momento ya todos queríamos al nuevo Papa pero estábamos ansiosos de conocer su rostro. Las miradas de la gente concentrada en la Plaza de San Pedro y de las miles de personas que seguían este acontecimiento histórico a través de los medios de comunicación se dirigían hacia el balcón central de la Basílica de San Pedro . Eran las 20:10 h. cuando el cardenal protodiácono Jean –Louis Tauran anunciaba desde Roma al  mundo entero:”Habemus Papam. Eminentissimum  ac reverendissimum Dominum Georgium Marium Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio”. La sorpresa que causó el nombre del papa electo  demostraba que quien elige al succesor de Pedro son los cardenles,  pero asistidos por el Espíritu Santo. El mismo Papa parecía desbordado por la situación; sin duda, tras revestirse de Cristo, comprendió rápidamente ante aquella  Plaza de San Pedro repleta que su corazón comenzaba a  dilatarse  hasta abarcar el mundo entero. El Papa quedó unos segundos en silencio, con los brazos caídos, sin fuerza. Era consciente que de ahora en adelante no sólo veremos a un personaje público relevante, sino al rostro de Jesús enviado para apacentar a sus ovejas. Desde un primer momento, quiso dejar claro que es Cristo quien debe ser el centro de atención, no el Papa.
Hermoso fue el gesto de elevar una plegaria por el Papa emérito, quien siguió la ceremonia desde Castelgandolfo y que llamó a su sucesor nada más saber la noticia de su elección.
Desde el primer momento, el Papa nos dio claros ejemplos de humildad. Con sencillez nos puso a rezar un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria; sobrecogedor fue el momento en que se inclinó y nos pedía unos segundos de silencio y de oración por él,”porque lo necesitaba”. Antes de bendecir al pueblo, nos pidió que le bendijésemos a él. Y así lo hicimos; los más privilegiados “in situ” y los demás desde nuestros hogares.
Desde el primer momento, quedó patente que la devoción a  María –como lo había sido en sus predecesores- era muy importante en su vida, con cariño especial hacia la advocación de la Virgen de los nudos, que representa a la  Inmaculada Concepción con la luna bajo sus pies. Ella no sólo desata los nudos, sino que aplasta con su pie la causa de todos ellos. La Virgen, como buena Madre, conoce  muy bien los nudos que nos atan  a los problemas y que a veces parecen no tener solución. Al día siguiente de su elección  visitó en la Basílica de Santa María la Mayor a la Salus Populi Romani  para poner a sus pies la nueva etapa de la Iglesia:” La Salus Populi Romani  es la mamá que nos da salud en el crecimiento, para afrontar y superar los problemas y en hacernos libres para las opciones definitivas; la mamá que nos enseñó a ser fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no perder jamás la esperanza.” El 13 de mayo el Papa consagraba su pontificado a Nuestra Señora de Fátima; el 13 es, sin duda, muy especial en la vida de su S.S. Francisco. Un día 13 fue ordenado sacerdote y un día 13 de marzo del año 2.013 era elegido el 266 sucesor de Pedro.
Cada Papa tiende a desarrollar su propio estilo que se condensa en una frase que resume el mensaje que quieren comunicar a la Iglesia y a la Humanidad. Juan Pablo II escogió como lema ”NO TENGÁIS MIEDO”, que era una invitación  a los católicos , especialmente a los jóvenes, a recuperar el coraje para proclamar el Evangelio. Benedicto XVI escogió el lema “RAZÓN Y FE”, sosteniendo que la razón humana y la fe divina son interdependientes. El Papa Francisco ha decidido conservar su lema de obispo:”MISERANDO ATQUE ELIGENDO, MIRANDO CON MISERICORDIA LO ELIGIÓ.” El  Papa no cesa en la importancia de predicar a un Dios que tiene rostro, a

un  Dios que es Amor:”El Señor nunca se cansa de perdonar, nunca. Nosotros somos los que nos cansamos de pedirle perdón. Es insistente en la necesidad de representar a Cristo con imágenes que rebosan misericordia y ternura.
Sin duda, Francisco es un Papa de gestos: una  persona atenta, afectiva, que se emociona,  una persona que se hace querer porque se da  a los demás. Pero, también es el papa de las palabras: es un gran comunicador, pide oraciones, urge  a hablar de Cristo, a ser sus seguidores. Y encima convence, porque predica con el ejemplo.
El Papa Francisco siempre ha tenido una gran devoción a Santa Teresita de Lisieux y a San José, custodio de María y de Jesús. Siendo cardenal tenía la costumbre de incluir unas estampitas de estos santos en las cartas que enviaba. En  la mesita de su habitación no faltaba la estampita de Santa Teresita con un jarrón de rosas blancas. Su ministerio petrino lo quiso comenzar el 19 de marzo, festividad de San José, hombre valiente, trabajador, humilde y lleno de ternura.
Emocionante fue la visita de Francisco al Papa emérito; el Pontífice le regaló  un icono de la Virgen de la Humildad. Francisco le dijo a Benedicto XVI:”Cuando la vi, pensé en usted. Gracias por la humildad durante su pontificado. Nos ha dado un gran ejemplo de humildad y de ternura.” No hay ruptura con sus predecesores: él ha tendido su mano a los pobres, a los discapacitados, a los marginados, a los olvidados y a los alejados de la Iglesia.
Para los jóvenes , sus enseñanzas han de brillar como rayos que disipan la oscuridad de este futuro incierto e ilumine el sendero de la vida en una etapa trascendental como es la juventud.”No seáis nunca hombres y mujeres tristes; un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, a Jesús, que está entre nosotros; con él nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aún cuando el camino  de la vida tropìeza  con problemas y obstáculos que parecen insuperables, y hay tantos(…) No os dejéis robar la esperanza, no dejéis robar la esperanza, esa que nos da Jesús.”
A los jóvenes- en edad y espíritu-, invita Francisco a participar en la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en la ciudad brasileña de Rio de Janeiro del 23 al 28 de julio bajo el lema “Id y haced discípulos de todos los pueblos.”Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros. Ahora estamos ya cerca de la próxima   de esta peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el mes de julio, en Rio de Janeiro.” Porque estamos arraigados y edificados en Cristo, nos mantenemos firmes en la fe ; y la permanencia firme en la fe determina que debemos tomar muy en serio ese mandato del Señor.
El Papa, al igual que Juan Pablo II y Benedicto XVI, se muestra especialmente cercano a los jóvenes, que son quienes tienen en sus manos el futuro de la Iglesia y de la Humanidad. Los jóvenes deben aspirar con su compromiso, generosidad y valentía  a edificar un mundo mejor, a ser luz del mundo que ilumine y transforme el entorno donde se mueven:"Queridos jóvenes, no enterréis vuestros talentos, los dones que Dios os ha regalado. No tengáis miedo de soñar cosas grandes".

¡Viva el Papa!

Juan Bautista un gran hombre

Juan bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Hoy te invita a que cambies tu. 


La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.

Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!

Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.

Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.

Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar. 

Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.

"Quien me reconocerá delante a los hombres, también yo lo reconoceré delante a mi Padre que está en los cielos". 

La obra de la redención, el triunfo del Reino Amor sobre el de las tinieblas se realiza en medio de la pobreza y de la persecución. Así llevó a cabo su misión el mismo Cristo, así cumplió su misión también Juan el Bautista. A los ojos del mundo parece un derrotado: prisionero, aborrecido por los poderosos según el mundo, decapitado, sepultado. 

Y sin embargo, es precisamente ahora, cuando la semilla que cae en tierra y muere, comienza a dar sus frutos. Esta derrota aparente es tan solo la antesala, el preludio de una victoria definitiva: la de la Resurrección. Entonces le veremos y ésa será nuestra gloria y nuestra corona.

Nuestra vida de cristianos, si es una auténtico seguimiento de Cristo, es una peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios". Sí, llegan los ataques, las calumnias, las persecuciones... pero ellos son sólo una señal de que vivimos el amor, animados por el Espíritu Santo. 

Pero, si somos de Dios, si Dios nos ama y somos su pueblo... ¿Qué otra cosa importa? Él nos ama y nos quiere ver semejantes a su Hijo, como una hostia blanca dorándose bajo el sol. Sólo nos toca abandonarnos confiadamente entre sus manos, para que así pueda transformarnos en Cristo.

Autor: Archidiócesis de Madrid,


domingo, 1 de septiembre de 2013

Dios mío y todas mis cosas!

Ni el bienestar, ni la fama, ni el amor humano, nada ni nadie, pueden llenar el vacío que se produce en el corazón cuando falta Dios. 



Francisco de Asís, uno de los Santos más queridos de la Iglesia, tenía este lema, que se repetía siempre:

¡Dios mío y todas mis cosas!

Con ello venía a confesar que lo único que le interesaba en la vida, lo único en que valía la pena pensar, lo único por que se podía aspirar es Dios y nada más que Dios. En Dios tenía toda su riqueza, y fuera de Dios no le decían nada todas las criaturas de este mundo, que, en tanto valen, en cuanto nos llevan a Dios.

Este mensaje de Francisco es perenne, para todos los lugares y todos los tiempos, para los pueblos igual que para cada persona en particular.

En nuestros días debe ser más actual que nunca, porque aún están coleteando en el mundo las consecuencias del ateísmo militante, y, además, se nos echa encima un nuevo paganismo.

Hoy contamos ciertas cosas del comunismo ateo con una satisfacción muy grande. Porque, ¡gracias a Dios!, pasaron aquellos años en que estaba proscrita la religión, y el sólo nombrar a Dios ya era un delito penado con la misma muerte. ¿Es posible esto?... ¡Y tan posible!

Por poner un caso nada más. En la revolución marxista española de 1936, es allanado un apartamento en busca de algún sacerdote. No se encuentra a nadie, porque el Padre que allí había lo supo disimular tan bien, que los milicianos se marchaban tal como habían venido. Lo malo fue que, al despedirse, aquel hombre, de quien no sospecharon, los despidió cortésmente con el simple y tradicional ¡Adiós!... Los rojos entran en sospechas.

-¿Qué es eso de "adiós"?... Ahora se dice "¡Salud!"...

Y por aquel ¡adiós! educado que le salió tan espontáneo, el Sacerdote paró ante el pelotón de fusilamiento... Repetimos, ¿es posible que se odie así a Dios?...

Esto fue el comunismo en todas partes. En Rusia, para ir contra Dios, se llegó a dar normas que nos parecen inconcebibles. Por ejemplo, se ordenó que en todas las escuelas se escribiera el nombre de Dios con minúscula. Porque Dios no era un ser divino, singular y personal, sino un producto de la razón, una fantasía ingeniosa, un cuento pasado de moda, una palabra común carente de sentido.

Sabemos que este hecho fue la última gota que rebasó la paciencia del gran disidente soviético y premio Nobel de Literatura. Descaradamente, se rebeló contra la orden gubernativa de escribir así el nombre de Dios, mientras que había de escribirse con mayúscula el de la policía o cualquier organismo del Estado. Las palabras de este valiente tuvieron resonancia mundial:
Es el colmo de la mezquindad atea contra la más excelsa fuerza creadora del universo, y ¡no me someteré a esta nueva indignidad!...

Gracias a DIOS y habremos de escribir con mayúsculas las cuatro letras del nombre bendito, que todo ha cambiado en aquellos países esperanzadores, en los que hoy se vuelve a adorar públicamente a Dios como es debido. El ateísmo oficial hubo de declararse impotente frente a la fuerza interna que el Reino de Dios desarrollaba dentro del pueblo ruso.

Pero este fenómeno es siempre para nosotros un aviso, una invitación, una exigencia.

En la vida del hombre, y más en nuestros tiempos de tan grave secularización, se corre el peligro de olvidar a Dios. Más, se correría el peligro de abandonar conscientemente a Dios, si es que Dios llegara un día a estorbar en el disfrute del mundo. Nosotros vemos el peligro del materialismo moderno, y nos preguntamos para prevenirnos:

- ¿Quién podrá más, Dios o el materialismo que nos rodea? ¿Quién nos seducirá definitivamente, el placer o Dios?...

El grito del salmo: ¿Quién, fuera de Dios?, debe tener en la vida del hombre resonancias fuertes y continuas. Es casi un grito de guerra. La que se libra dentro de cada uno, cuando ve que a su alrededor apostatan muchos del amor de Dios para darse sin freno a las cosas perecederas.

Ni el bienestar, ni la fama, ni el amor meramente humano, ni nada ni nadie, pueden llenar el vacío que se produce en el corazón cuando falta Dios.
Lo único que nos llena es ese Dios que satisface nuestra sed de eternidad.

Un filósofo de la antigüedad griega, después de pasearse por todo el mercado sin haber comprado nada, pronunció su sentencia célebre:
¡De cuántas cosas no tengo necesidad alguna! Me sobra todo. Me basta la filosofía de mi cabeza...
El hombre que se contenta con Dios, dice también: ¡No necesito nada! Con Dios tengo bastante...

Serán inmortales los versitos de Teresa de Jesús:
Quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta.

Una persona célebre en nuestros tiempos, ciega y sordomuda desde su nacimiento, pero que llegó a una superación sorprendente, lo dijo de manera humilde, aunque profundamente sabia y con dulce poesía:
Yo creo que Dios es para mí como el sol para el color y la fragancia para la flor. Como la luz en las tinieblas y la voz en mi silencio.
El ¡Dios mío y todas mis cosas! franciscano, es no solamente la aspiración de un Santo. Es, así de sencillo, la experiencia más elemental que dicta el simple sentido común....

P. Federico Vila, Claretiano, mártir en Tarragona. Solsenitzyn. Helen Keller. Sal. 18, 32.
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.