"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 20 de junio de 2013

Desde el pecado hacia el amor

Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios.


El pecado deja huellas profundas y heridas duraderas. Uno de sus mayores daños consiste en hundir al pecador en la tristeza, la amargura, la desesperanza. Otro daño es el de la dejadez: si caigo una y otra vez en lo mismo, ¿para qué luchar por el cambio? Un daño más profundo y sutil consiste en llegar a la idea de que, en el fondo, el pecado no es tan malo, incluso podría ser bueno para uno en su situación actual...

Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios, al optar por su egoísmo, y contra el prójimo, al preferir el propio bienestar en perjuicio de otros.

Pero si la ofensa es grave, si implica un desorden en el universo, la mano tendida de Dios puede provocar un cambio radical, incluso una situación paradójicamente favorable para el bien.

El pecador que pide misericordia, que se siente perdonado, permite el ingreso en el mundo de una inmensa infusión de bien y de esperanza. La acción de Dios, al ofrecer su perdón, suscita en los corazones una "nueva creación".

"Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa. Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahvéh. Convertíos y vivid" (Ez 18,30-32).

El corazón que se deja tocar por el perdón de Dios entra en una nueva vida, empieza a existir en el Reino de la misericordia. Si antes sufría bajo las cadenas del pecado, ahora goza en el mundo del amor.

Los que antes éramos "no-pueblo" podemos llegar a ser Pueblo de Dios. Los que vivíamos sin compasión, podemos ahora ser compadecidos (cf. 1P 2,10).

La Encarnación, la Muerte, la Resurrección de Cristo, han abierto las puertas de los cielos, han abierto las puertas de la misericordia. Si el pecado introdujo el misterio del mal en el mundo, la obediencia del Hijo al Padre ha provocado la revolución más profunda en la historia humana: el perdón.

Quien acoge ese perdón, quien se deja tocar por el Amor redentor de Cristo, ya no puede volver a pensar ni a vivir como pecador. Paradójicamente, el pecado "provocó" la llegada de la gracia. Quien ha sido tocado por la misericordia, quien ha abierto su alma a la conversión, empieza a vivir en el mundo del amor.

"¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo! Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado" (Rm 6,1-6).

Desde el pecado, borrado por la Cruz del Señor, podemos avanzar hacia el amor. Quien ha recibido tanto amor, sólo puede responder con amor. Quien ha sido perdonado, empieza a comprender que también él necesita perdonar a sus hermanos (cf. Lc 6,37).

Sólo entonces seremos semejantes al Padre de los cielos, que es bueno con todos, también con los ingratos y los perversos (cf. Lc 6,35).

Porque tristemente un día fui pecador. Pero Jesús, en su bondad, me dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (Jn 8,11).


Autor: P. Fernando Pascual LC.

miércoles, 19 de junio de 2013

LOS "CAPTCHA" CONTRA LA VIDA

Autor: Pablo Cabellos Llorente

            Cualquiera mínimamente internauta se ha encontrado alguna vez un captcha, esa extraña comprobación realizada por una máquina para demostrar que no eres otra máquina o un animalejo. El captcha es una especie de juego-trampa que consiste en adivinar un conjunto de letras, tal vez con números,  un tanto enmarañadas para que te demuestres humano, antes de publicar algo. La máquina no solicita un mediano raciocinio sino un alarde de tres mitades, como decía un viejo profesor universitario: de vista, de adivinanza y de suerte. Claro que si un profesor  consideraba posible la división de algo en tres mitades, no puede uno extrañarse de los captcha contra la vida. No prueban el raciocinio, son trampas.

        El primer captcha es el nombre de las leyes: Ley de interrupción voluntaria del embarazo: esta es menos fullera,  aunque no expresa lo sucedido realmente: muerte voluntaria de un ser humano vivo y probables traumas para la madre. La ley actual requiere un captcha más difícil: Ley sobre la salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Si uno dice al jeroglífico que la salud no puede ser de la madre porque queda tocada y menos del nasciturus porque acaba liquidado, probablemente suene la voz del invento llamándote facha como raciocinio de nivel alto.

        No puedes responder al captcha que  no quieres  mujeres en la cárcel, sino a los negociantes de la muerte. Hay que escribir que ni te pregunte porque estás en el milenio pasado. Si le contestas que nadie tiene derecho sobre la vida de otro, se puede escuchar la voz de Aido explicando que el concebido es un ser vivo pero que no consta como ser humano. No se te ocurra remitirla a las ciencias biomédicas porque los científicos oficiales son Morín y compañeros. Iba a escribir "y compañeros mártires", pero es demasiado sarcástico.

        Pero, ¿y quedar embarazada de un disminuido? Este captcha ya lo han respondido las asociaciones correspondientes. Basta pensar en las rampas, las escuelas especiales, el lenguaje de los signos..., para cuidarlos. Pero si aún no ha nacido, ¿por qué el cuidado es yugular su derecho a vivir? Pues te has equivocado. El captcha no acepta. Pero es que ya comenzó por no admitir que el aborto procurado es matar a un ser humano. Si quiere pasar la prueba, se responderá que muerte al disminuido.


        Hombre, que hay violaciones. Pues a procurar el aborto de la violada, no perturbarle su vida, etc.: no considera que más estropeada la tendrá el abortado. ¿Y una niña de dieciséis años que no desea el niño concebido? El lenguaje de Facebook diría que es Phishing, una  presunta entrada de un intruso en tu cuenta, tal vez por haber compartido mucho con amigos. En nuestro caso, quizá entraron el intruso y los amigos. Si  escribes en el captcha que lo piense antes de allanarse a esta gente, no sirve: estás contra los derechos sociales de la chiquita o señora. Retrógrado sin arreglo que aún no ha comprendido -aunque venga así desde Adán y Eva- que el sexo nada tiene que ver con la concepción.

¿Hace cuánto que no le cantas a María?

Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. 
Cantar a María es una manera íntima, humana, muy nuestra, de cantar a Dios. Es reconocer que la Redención ha sido completa en nuestra Madre. Es celebrar que Ella, en cierto modo, nos representa ante el Dios amante de la vida, redentor del hombre y de la historia.

Cantar a María es mirar al mundo con ojos distintos. Porque la santidad divina purificó completamente una existencia humana. Porque el sí de la creatura fue genuino y alegre. Porque el Amor encontró en una joven de Nazaret su morada. Porque no faltó el vino en Caná y empezaron, para todo el mundo, las bodas del Cordero.

Cantar a María es reconocer la grandeza de Dios. Porque mira al humilde, porque acoge al débil, porque rechaza al soberbio, porque salva al pecador arrepentido. Porque quiso ser Niño, porque quiso tener Madre humana, porque empezó a ser Hermano nuestro. Porque tuvo necesidad de alguien que sufriese, como Mujer, como Mediadora, al lado de la cruz.

Cantar a María es aprender a ser como niños. Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. Porque queremos ser creyentes como Ella, porque necesitamos fiarnos de Dios, porque no nos resulta fácil caminar en las tinieblas, porque necesitamos ayuda para escuchar la voz del Espíritu.

Cantar a María es parte de nuestro caminar cristiano. No hay Hijo del Hombre sin la Madre. Jesús la quiso, y, en Ella, nos quiso a todos. También a quien lucha contra el egoísmo, a quien siente difícil la pureza, a quien piensa que es imposible el amor al enemigo. También a quien se levanta, una y mil veces, tras la caída, para pedir perdón a Dios (un Dios presente a través del sacerdote que repite lo que diría el Hijo: te perdono).

Cantar a María es decir, simplemente, desde el corazón, un gracias a Dios. Porque en su Madre nos ha amado con locura. Porque venció así nuestro pecado. Porque nos abrió el cielo, donde está Ella esperándonos. Porque nos quiere pequeños, débiles, pero seguros: no hay miedo junto a la Madre. Sólo hay esperanza, alegría y amor sincero.


Autor: P. Fernando Pascual.

martes, 18 de junio de 2013

Una lectura desde la fe católica

La Iglesia ha ofrecido y ofrece a cada generación la Palabra que salva: nos explica la Biblia
Leemos un pasaje de la Biblia. En el corazón surgen preguntas o dudas. ¿Cómo interpretarlo? ¿A quién se refiere? ¿Qué quiso decir el autor sagrado? ¿Qué pretendía comunicar Dios a la gente de aquel tiempo? ¿Qué nos dice a nosotros, después de tantos siglos que nos separan de un pasado que parece remoto?

Quisiéramos tener a alguien a nuestro lado para comprender, para penetrar en el mensaje que Dios quiere dejar en nuestras almas. Nos sentimos como el etíope eunuco de los Hechos de los apóstoles, que preguntaba: "¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?". Quisiéramos, entonces, encontrar a un Felipe que nos explicase el sentido de la Palabra de Dios... (cf. Hch 8,27-39).

En realidad, tenemos ya quien nos ayuda a comprender el mensaje divino. La Iglesia, desde la luz del Espíritu Santo, con el trabajo de miles y miles de obispos y sacerdotes, ha ofrecido y ofrece a cada generación la Palabra que salva.

Es importante recordarlo: los católicos vivimos como miembros vivos de una comunidad de creyentes. Nuestra fe no es un acto aislado, como el del explorador que empieza a caminar, entre las sombras, en medio de un bosque desconocido. La fe nos une a la comunidad, nos hace Iglesia, nos acerca a quienes tienen la misión de enseñar, regir y santificar a los bautizados.

Es hermoso, entonces, acoger tantas ayudas y guías que nos ofrecidas para recibir un mensaje que viene de Dios. Un mensaje, lo sabemos, que se expresa en gestos y en palabras, que está en la Biblia y en la Santa Tradición (cf. constitución dogmática Dei Verbum del Concilio vaticano II). Un mensaje que penetra en la propia vida desde la fe, porque "la Palabra de Dios es viva, eficaz, y tajante más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hb 4,12).

La fe nos lleva, entonces, a leer la Palabra en comunidad. Porque, "si ningún hombre es una isla, tanto menos lo es el cristiano, que descubre en la Iglesia la belleza de la fe compartida y testimoniada junto a los demás en la fraternidad y en el servicio de la caridad" (Benedicto XVI, Ángelus, 5 de septiembre de 2010).

Esa comunidad, Iglesia fundada por Cristo, nos ayuda a entender el mensaje, a vivir el Evangelio, a transmitirlo a quienes viven a nuestro lado.

Lo sabemos: "la Palabra de Dios no está encadenada" (2Tm 2,9). Conocerla y comunicarla con el testimonio de la propia vida y con palabras que se nutren con la fuerza del Espíritu Santo son la consecuencia suave de quien repite, como el profeta: "Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón" (Jer 15,16).


Autor: P. Fernando Pascual.

Distráiganlos durante todo el día...

Tenemos muy poco tiempo para Dios, la familia, o para hablar a otros del amor de Jesús. 


Creer en el bien implica también creer en el mal. Creer en el Cielo involucra ineludiblemente creer en el infierno también. Esto es una verdad Bíblicamente revelada. ¿Pero cómo actúa el mal sobre nosotros?.

En este cuento que reproducimos, tenemos graficadas muchas de las trampas que el mundo nos hace a diario para alejarnos de Dios. Leerlo es encontrar consuelo y explicaciones a muchas de nuestras angustias y culpas. Pero debe servír para estar más fuerte al enfrentar los engaños a los que nos vemos sometidos en forma permanente.

El cuento dice así:

Satanás llamó a una convención mundial de demonios. En su alocución de apertura dijo: 

"No podemos evitar que los cristianos concurran a la Iglesia. No podemos evitar que lean sus Biblias y conozcan la verdad. Tampoco podemos evitar que se entreguen a una intima relación con su Salvador. Cuando llegan a esa situación con Jesús, nuestro poder sobre ellos se rompe. Así que, dejémosles concurrir a sus Iglesias, dejémosles tener sus reuniones sociales y cenas, pero robémosles el tiempo, así no tendrán oportunidad de desarrollar una relación con Jesucristo".

Esto es lo que quiero que hagan: "Distráiganlos durante todo el día".

¿Cómo haremos esto?, gritaron los demonios.

"Manténganlos ocupados en trivialidades de la vida e inventen innumerables cuestiones para ocupar sus mentes".

"Tiéntenlos a gastar, gastar, gastar, y pedir, pedir, pedir prestado. Persuadan a sus esposas a salir a trabajar por largas horas y a los maridos a trabajar 6 o 7 días cada semana, 10 a 12 horas diarias; así ellos podrán mantener ese estilo vacío de vida".

"Eviten que pasen tiempo con sus hijos. Como su familia se fragmentará, pronto sus hogares no encontrarán salida a las presiones del trabajo".

"Sobre estimulen sus mentes, así ellos no podrán oír aquella voz calma y suave". 

"Tiéntenlos a escuchar mucho la radio, CD o casettes cuando conducen sus automóviles. Mantengan continuamente sus TV, sus grabadoras, sus CD y sus computadoras encendidas en sus hogares".

"Asegúrense que cada negocio y restaurante en el mundo pase constantemente música popular; ello contribuirá a llenar sus mentes y romper su unión con Cristo". 

"Llenen las mesas con revistas y diarios de actualidad. Repiqueteen en sus mentes con noticias mundiales así 24 horas al día. Invadan las rutas con carteles publicitarios. Inunden sus buzones con envíos postales inútiles, catálogos, publicidades y toda clase de propaganda y promoción ofreciendo productos gratis, servicios y falsas esperanzas. Presenten hermosas y delgadas modelos en revistas, películas y TV, así los esposos creerán que la belleza exterior es lo importante, y quedarán insatisfechos con sus esposas." 

"Mantengan a las esposas muy cansadas para amar a sus maridos a la noche. Denles dolores de cabeza, también. Si no les dan a los esposos el amor que ellos necesitan, ellos comenzarán a buscarlo afuera. Esto fragmentará la familia rápidamente".

"Denles un Santa Claus para distraer a sus hijos de la enseñanza del verdadero significado de Navidad. Denles un conejito de Pascuas para no hablar de su resurrección y su poder sobre el pecado y la muerte. Aún en sus recreaciones, que lo realicen en exceso. Hagan que al regreso de sus recreaciones estén exhaustos. Logren que estén tan ocupados que no puedan ir a observar la naturaleza y el reflejo de Dios en la Creación. Envíenlos a los parques de diversiones, eventos deportivos, juegos, conciertos, y cines, en su reemplazo. Manténganlos ocupados, ocupados, ocupados".

"Y cuando se reúnan para una reunión espiritual, procuren que estén atentos a chismes y habladurías para que concluyan con conciencias preocupadas". 

"Llenen sus vidas con muchas cosas triviales de tal modo que no les quede tiempo para la Palabra o buscar el poder de Jesús. Pronto ellos estarán trabajando en su propia fuerza, sacrificando su salud y su familia."

¿Esto funcionará?. Era realmente un gran plan!.

Los demonios se fueron ansiosos a sus puestos asignados procurando que los cristianos en todos lados estuvieran más ocupados y apurados, yendo de aquí para allá, teniendo muy poco tiempo para su Dios o sus familias o para hablarles a otros del poder de Jesús.

¿Tuvo el diablo éxito en su planteo?. ¡Tú eres el juez!.

Tu visión se volverá más clara sólo cuando puedas ver dentro de tu corazón.


Autor: Oscar Schmidt.

lunes, 17 de junio de 2013

La fe en Jesucristo

¿Quién es este Jesús que nos ama? ¿Le conocemos, sabemos quién es, y lo aceptamos? 
¡Hoy se nos dice muchas veces que nuestra religión cristiana no es una religión de verdades ni de mandamientos ni de culto, sino que es una religión que se centra en la Persona de Jesucristo. ¿Cómo podemos entender esto? Y, sin explicaciones que nos serían un enredo para todos, empezando por mí, me parece que una comparación de fe humana nos va a hacer entender lo que es la fe en Jesucristo. 

Pensemos en dos jóvenes con dos nombres muy familiares: él se llama Luis y ella se llama Rosita. Rosita nos va a enseñar lo que es la fe humana y, por ella, vamos a aprender lo que es la fe cristiana. 

Luis le dice un día a Rosita: ¡Te quiero! Y Rosita se hace unas ilusiones inmensas, como es natural. Comienza el noviazgo, que desemboca en una boda feliz. Antes de la boda, le preguntamos a Rosita: 
- Pero, ¿ya sabes lo que haces, y te casas bien segura? 
Y Rosita nos responde con profunda convicción. 
- Sí, me caso con plena seguridad. Conozco bien a Luis, sé que es sincero cuando me asegura que me quiere, y confío plenamente en que me va a hacer feliz. Por eso quiero yo también a Luis, a él uno mi destino y me doy del todo a él y para siempre. 
Rosita habla enamorada y con una convicción que nos asombra. Nos ponemos a examinar su fe en Luis, y vemos que tiene estos elementos. 

* Primero, y ante todo, conocimiento claro de quién es Luis, pues dice convencida: Lo conozco bien. Sé que no me engaña cuando me dice que me ama, porque me ama de verdad. 
* Segundo, una gran confianza, ya que sin la confianza no se le podrá dar nunca, y por eso dice también: Me fío plenamente de Luis. Sé que no me va a fallar y que con él voy a ser feliz del todo. 
* Tercero, amor, mucho amor, y esto es lo principal que Rosita asegura: Yo también le quiero a Luis. Estoy enamorada perdida.
* Cuarto, donación total, que es la consecuencia final que ella saca: Me entrego a Luis del todo y no voy a vivir más que para él. 

¿Hay un acto de fe humana, de fe en un hombre, más grande que el de Rosita en Luis y, ya se entiende, también de Luis en Rosita? Porque Luis ha pensado y ha dicho de Rosita lo mismo que ella de él. 

Si queremos saber lo que es la fe cristiana, no tenemos más que trasladar el amor encantador de Rosita y de Luis a Jesucristo y a cada una de las personas, a usted, a mí...

Jesucristo es el que nos amó primero. Es Jesús quien nos dijo como Luis a Rosita: ¡Te quiero! Fue Jesús quien optó primero por nosotros. Se fió de nosotros. Y nos eligió. La iniciativa partió de Jesús.

Ahora viene nuestra respuesta. ¿Quién es este Jesús que así nos ama? Le conocemos, sabemos quién es, y lo aceptamos. Aceptamos su Persona, como Rosita a Luis. 

* Como Rosita cree en la palabra de Luis, así nosotros, al saber quién es Jesucristo y aceptar su Persona, aceptamos ante todo su palabra, y le creemos aunque nos diga lo más imposible para nuestra cabeza. 

¿Me dice que Él es Dios, el chiquillo que llora en Belén y el Crucificado del Calvario? Es Dios, aunque me parezca imposible. Tengo bastante con que me lo diga Él... 

¿Me dice que su Madre fue virgen siempre, a pesar de su maternidad? Yo no lo veo, pero lo creo, porque me lo dice Él... 

¿Me dice que eso que parece pan y vino es su Cuerpo y su Sangre? No lo entenderé jamás, pero lo creo a pie juntillas, sólo porque me lo dice Él... 

¿Me dice que hay un infierno de penas inacabables, por pecados de esta vida que pasó tan pronto? Yo no lo entiendo ni a la de tres, pero lo creo sólo porque lo dice Él... 

Porque creo en la Persona de Jesucristo creo en toda su Palabra, aunque me diga al parecer lo más absurdo. Él es incapaz de engañarse y de mentirme. Las verdades que me propone la Iglesia las acepto a ciegas porque son las verdades que enseñó Jesucristo, y Jesucristo no me puede engañar, lo conozco bien.

* Como Rosita en Luis, nosotros nos fiamos de Jesucristo porque sabemos que es fiel, y que cumplirá todo lo que nos promete. Y si me promete una vida eterna con Él en el Cielo, yo creo en ese Cielo, espero en ese Cielo, y sé que ese Cielo será mío porque me lo promete Jesucristo. La fe en Jesús lleva a una confianza sin límites en Él.

* Como Rosita a Luis, al creer en Jesucristo y fiarnos de Él, le amamos con locura, y le decimos hasta con lágrimas en los ojos, como Pedro a la orilla del lago: 
- ¡Señor, Tú sabes que yo te quiero!

* Y también como Rosita con Luis, no nos quedamos en palabras, sino que le damos la vida entera. Viviremos para Jesús. Y ya puede mandarnos lo que quiera, que cumpliremos todo lo que nos diga, porque nuestra vida ya no es para nosotros, sino para Jesucristo. 

Así vemos cómo la fe en Dios y en Jesucristo no es una fe de verdades ni nuestra religión una religión de mandamientos ni de prácticas de culto, sino una entrega a una Persona, a Jesucristo. Por eso creemos todas las verdades que Él nos enseña, practicamos todos los mandamientos que Él nos da, celebramos sus misterios y rezamos y cantamos porque le amamos y esperamos estar con Él en su mismo Cielo. 

Y acabamos todos dando gracias a Rosita y a Luis por habernos prestado sus nombres y su historia amorosa para hacernos entender la fe en nuestro Señor Jesucristo...


Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.

domingo, 16 de junio de 2013

Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera

¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar? 


Los hombres de todos los tiempos se han preguntado una y otra vez por la felicidad, aunque tal vez nunca comprendieran qué es realmente eso de la felicidad. Y se han dedicado siempre a buscarla por todos los conductos y todos los medios. Han elaborado teorías tan variopintas que entre unas y otras se dan profundas contradicciones. Y, siempre al final, se tiene la impresión de que no se acaba de acertar: ni la vida fácil, ni el estudio de la filosofía, ni el dinero, ni la fama, ni el progreso, ni muchas otras cosas son capaces de llenar el corazón infinito del hombre. Por ello, es que muchos seres humanos al vuelto los ojos hacia la figura de Cristo y le han preguntado si él puede de veras llenar el corazón humano de paz y de gozo. Hoy se lo queremos preguntar nosotros.

¿Eres tú, Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera? Todos sabemos por la historia que Jesús era un hombre excepcional, pero eso no basta para llenar el corazón humano. Juan Bautista envió a Cristo una legación para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,3). Éste es el interrogante que siempre se plantea el ser humano. Cristo responde afirmativamente a la pregunta de Juan Bautista, explayándose sobre sus propias obras que constituyen la prueba ineludible de los tiempos mesiánicos. Él, por tanto, afirma que es lo que el hombre de antaño, de hoy, y de mañana ha esperado, espera y esperará.

¿Tú, Cristo, puedes llenar siempre el corazón humano, infinito por su propia capacidad? Jesús no sólo fue un hombre perfecto, sino que era por antonomasia Dios Perfecto. En su condición de Dios, Jesús puede garantizarnos a los seres humanos su capacidad infinita en el tiempo y en la eternidad de llenar el corazón humano.

¿Quién en esta vida nos puede asegurar que nos querrá siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá certificar que nos agradará siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá vender la mentira de que siempre nos llenará de satisfacción? Todo, y todo lo que no sea Dios, es caduco, no podrá nunca asegurarnos un estado de felicidad infinita. Basta ver cómo se derrumban las esperanzas que tantos seres humanos han construido esperándolo todo de ellas. Sólo Cristo permanece.

Finalmente, ¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar con ese Evangelio en donde sólo los pobres, los mansos, los misericordiosos, los perseguidos van a ser felices? Y Cristo nos asegura que sí, que Él es capaz de llenar nuestras vidas con todo esto que el mundo desprecia y rechaza, porque los bienaventurados del mundo moderno son los poderosos, los dominadores, los ricos, los vengativos, los iracundos, los reconocidos, los que ríen. Es tremendo ver cómo se puede concebir de forma tan distinta la felicidad, pero ya la historia va dando de sobra la razón al Evangelio. Porque del Evangelio han salido los hombres felices, en paz, llenos de ilusión y esperanza. De las teorías del mundo moderno han salido las depresiones, las ansiedades, las angustias, la tristeza.

En conclusión, aceptemos a Cristo con ilusión, como la esperanza que se coloca por encima de cualquier otra esperanza, como la promesa que hace realidad lo más apetecido por el ser humano, como la certeza de un futuro lleno de sentido y de gozo. Cristo, Hijo de Dios, Perfecto Dios y Perfecto Hombre es la medida del corazón humano.


Autor: P. Juan P. Ferrer.

CULTURA DEL ENCUENTRO


Nuevamente de nuevo tanto aquí como en mis distintos blog, quería hacer esta apertura con algo destacado que mejor para ello, que un Articulo de mi buen amigo  D. PABLO CABELLOS LLORENTE,  gran Escritor y Gran Sacerdote y por supuesto una GRAN PERSONA, pues con su artículo CULTURA  DEL  ENCUENTRO, les doy la bienvenida a todos. Deseo encontraros a todos fenomenales. Saludos y bien hallados.  

CULTURA  DEL  ENCUENTRO
Autor: Pablo Cabellos Llorente

        Es muy sugestiva esta expresión del Papa Francisco, tal vez basada en Romano Guardini.  En cualquier caso, profundamente enraizada en la vida cristiana. Sin embargo, llama manifiestamente la atención en este mundo paradójico por global y a la par individualista, tanto en las personas singulares como en las  agrupaciones. Por comenzar por lo más abultado: ¿qué clase de búsqueda del encuentro es la permisión de tantas guerras?, ¿qué es el nacionalismo excluyente?, ¿qué es el hambre en el mundo?, ¿qué son las disputas partidistas? ¿qué son la murmuración o la calumnia? Se podría seguir, pero basten cómo ejemplo.

        En el libro-conversación entre el cardenal Bergoglio y el rabino Skorka,  dice el Papa Francisco que no tuvo necesidad de negociar su identidad católica ni Skorka la judía, pero se encuentran y tienen grandes coincidencias. Una no poco substancial es la que da título a este artículo. Afirma de los argentinos que son más propicios a construir murallas que puentes, que sucumben ante actitudes impedientes del diálogo:  prepotencia, no saber escuchar,  crispación del lenguaje comunicativo, descalificación previa y tantas otras cosas. ¿No es cierto que todo esto nos resulta tremendamente familiar?

         Esa cultura del encuentro es bien aplicable a la Iglesia. En el libro-entrevista "El Jesuita", vuelve sobre el mismo asunto de Argentina, pero también lo dedica a la Iglesia. Baste un ejemplo puesto por él mismo: "un alto miembro de la curia romana, que había sido párroco durante muchos años, me dijo una vez que llegó a conocer hasta el nombre de los perros de sus feligreses. Yo no pensé qué buena memoria tiene, sino qué buen cura es". De los laicos, afirma que frecuentemente los curas clericalizan a los laicos y los laicos piden ser clericalizados, cuando basta el bautismo -asegura, con  la doctrina recordada por el Vaticano II- para salir al encuentro de los demás. Esta cultura es cosa de todos, tras dejarse encontrar por Dios.

        El Domingo de Ramos -ya Obispo de Roma- hablaba de salir a las periferias para ir al encuentro de la gente, de los más alejados, de los olvidados, de aquellos que necesitan comprensión, consuelo y ayuda. Y ha vuelto sobre la clarificadora expresión "cultura del encuentro". Con palabra neta, ha solicitado de los pastores que "huelan a oveja". Ahora pienso en todos, no solamente en la Iglesia, para seguir de cerca esta sabiduría. Y explorar el encuentro en lugar del encontronazo.

        La libertad, elemento esencial en la vida humana, es apertura hacia el mundo y, particularmente, hacia sus gentes. Muchos autores actuales se han referido al carácter dialogante de la persona, tan capital en el ejercicio de su albedrío.  Una pregunta hecha por R. Yepes  viene como anillo al dedo: ¿qué sucedería si no hubiese otro alguien que nos reconociera, nos escuchara y aceptara el diálogo y el don que le ofrecemos? Si eso fuera así, radicalmente, la vida de la persona sería un fracaso, una soledad insufrible. Pero esa capacidad de relación del ser humano, aunque  nunca se pierda a lo Robinson Crusoe, puede ser inhibida, selectiva, no escuchada, poco comprendida, no alimentada,  impositiva...

       Las relaciones con la naturaleza y particularmente las interpersonales, sin las que el hombre quedaría totalmente incompleto, pueden medirse -también lo indica el citado autor- por el amor y la justicia. Visto así, la cultura del encuentro exigiría esas dos virtudes, ejercitadas con todos, aunque nos afecten más intensamente con los cercanos, pero no son remotos algunos que viven muy distantes, cuando su biografía nos atañe por muy justas necesidades de índole material o espiritual. Nos incumbe toda la vida social, basada en la existencia de lo común, en un bien compartido por muchos.

        Pero la cultura del encuentro no consiste solamente en distribuir lo tangible, sino en buscar, escuchar, comprender las actitudes, las ideas, las religiones de otros y situarse en disposición de encontrarse con todos sin exclusiones. No es preciso renunciar a lo que se es esencialmente para poder aprender de los demás, integrar en su vida lo que escucha, perdonar si se siente ofendido, dialogar sin ira. Y volviendo al principio, evitar esas actitudes que Bergoglio no compartía con sus paisanos -también él se incluía-, y que nos resultan bien conocidas. En "Surco" se lee:  Un buen criterio de gobierno: el material humano hay que tomarlo como es, y ayudarle a mejorar, sin despreciarlo jamás. Esas palabras, escritas para los constituidos en autoridad, bien pueden destinarse a todas nuestras relaciones.

        La cultura del encuentro -para que sea amor y justicia- necesita asentarse en una virtud de no fácil  práctica, pero indispensable para que la vida social lo sea realmente: la humildad. Sin ella, la caridad se tornaría hipocresía, y la justicia, rigorismo. Humilde no es el que sabe inclinarse ante quien reconoce superior por algún título. Eso sería sinceridad. La humildad arranca cuando el mayor -por cualquier motivo- se inclina con respeto hacia el pequeño. Pero como cada cual se siente grande en su opinión, idea o realización, la posibilidad de abajarnos está al alcance de todos.  Este descendimiento confiere la grandeza, y elimina el engreimiento vano que nos acontece a diario.

sábado, 8 de junio de 2013

DESCANSO

Por descanso, este Blog no volverá a publicar hasta el día 16 de Junio, les ruego sepan disculpar las molestias, gracias.
Muy atentamente.

Manuel Murillo Garcia.


¿Cómo rezar contemplando los ojos de Cristo?

La mirada es un mapa del alma, una ventana al corazón de cada persona. Hay miradas tiernas que acogen. Hay miradas también duras que alejan y que separan. Miradas limpias que dan y miradas que roban. Miradas que llenan y miradas que dan miedo.

Mirar a Jesús en la oración es descansar los ojos del corazón en los suyos y entrar así en su corazón humano. Es contemplar el paisaje de su amor cada día distinto, nuevo, lleno de color y belleza.


¿Qué ojos podemos ver en la oración?
o    Ojos que se agachan para escribir mi nombre en el polvo y levantarme con su mirada y así ser restaurado con su mirada (Jn 8, 10: ¿mujer quién te condena?)
o    Ojos que lloran la pérdida de su amigo, lágrimas que escriben ríos de amistad en cada uno de nuestros corazones. Te amé y lloré por ti. Te amo y lloro por ti y contigo (Jn 11, 35: resurrección de Lázaro)
o    Ojos que desde lo alto de la cruz reflejan el cielo y gritan con amor: "en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc. 23, 43: buen ladrón)
o    Ojos que sueñan proyectos de amor, que penetran corazones y resucitan vidas muertas por el pecado. Miradas que mezcladas con palabras atraen la voluntad como un imán y crean discípulos incondicionales (Mt 9, 9: "viéndolo le dijo sígueme...", vocación de Mateo)
o    Ojos que conocen historias y nombres, miedos y sueños, angustias y esperanzas. Miradas que se alzan al cielo y crean amistadas que perduran hasta la eternidad (Lc 19, 5: encuentro con Zaqueo)



·         Ojos que abrazan, ojos que sonríen, ojos que simplemente son ventanas a un corazón de niño que con sencillez y gozo pide que los niños se acerquen a Él porque de ellos y de su sencillez es el Reino de los cielos (Lc 18, 16)
·         Ojos que perdonan, que cruzan miradas, aceptan límites, renuevan esperanzas. Ojos que traspasan corazones, que ven bondades ocultas y reales y acogen 70 veces 7, es decir, siempre (Mt. 18, 21-22: Pedro)
·         Ojos que siembran, que riegan, abonan y esperan hasta que la mies esté lista para la cosecha (Mt. 13)
·         Ojos que buscan la oveja perdida, la persigue con la mirada para que no se pierda. Ojos que ven en la oscuridad porque el amor siempre vela. Pastor que guía su rebaño con sus ojos de bondad y compasión (Jn 10)
·         Ojos que presentan su cuerpo y su sangre al Padre anticipadamente. Ojos que se ven reflejados en el sacrificio y que gimen y lloran porque no todos lo comerán, no todos lo beberán. Ojos que se ofrecen en memoria; ojos que recuerdan y son recordados; ojos que se entregan, mirada que se funde con la nuestra en la Eucaristía. Mi mirada en su corazón y tu mirada en el mío (Lc 22, 19-20)
·         Ojos que fueron mirados por María y ojos que miraron a María. Ver sus ojos es ver reflejada a la Madre y ver los ojos de María es encontrarse con los de Jesús (Jn 19, 25-27).
·         Ojos que te miran oh hombre y mujer, ojos que te espera. Ven, tenemos siempre abierto a un corazón cuya ventana es su mirada y te espera en el Sagrario.
Para la oración
¿Qué mirada de Jesús has conocido en tu vida?
¿Cómo te ha mirado Jesús y cómo les has mirado?


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