"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 30 de abril de 2015

Hoy es jueves, Señor, jueves y día del niño

Un niño es como un milagro que está ante nosotros y no lo sabemos ver. Por sus ojos se asoma Dios y a Dios lo vemos si nos asomamos a sus ojos. 

Hoy es jueves, Señor. jueves y día del niño en México y algunos paises. El niño...los niños. Tu los amaste con especial amor..."Dejad que los niños se acerquen a mí" y en otro momento....porque de los que son como estos es el Reino de los CielosMt 19.13-15.


Pues bien, HOY ES EL DÍA DEL NIÑO, pero como el día de la madre, del padre, del anciano, etcétera, no solo es por un día... siempre tiene que ser, todos los meses, todos los años, todos los días, todos los instantes... tienen que ser para esos seres que les tocó estar cerca de nosotros y ¡qué inútil será ! querer en un solo día rebosarlos de amor, rodearlos de caricias y mimos y en algunos casos, ¡qué triste!, querer restañar heridas que abrimos con desamor, querer endulzar veinticuatro horas, que antes y después son horas de agrios modos, de desatención y olvido.



Pero volviendo a que hoy es el día del niño, pensaremos en este día como un día de primavera. Eso son los niños: una hermosa primavera.



Los niños son como millares de esas florecillas que vemos tapizar los verdes campos de este planeta azul. Sus ojos son como estrellas y sus risas como el más bello sonido de campanitas de cristal. Y precisamente por esa delicada y tierna belleza nada puede ser más conmovedor y doloroso que un niño con ojos tristes, que el llanto silencioso o acongojado de un niño que en vez de risas sabe de lágrimas... de unas manitas que en vez de jugar, tiemblan o piden pan.



Un niño es como un milagro que está ante nosotros y no lo sabemos ver.



Un niño es candor, inocencia, ternura, gorjeo, canto, miel, luna, estrella, brisa, pureza, amanecer... Por sus ojos se asoma Dios y a Dios lo vemos si nos asomamos a sus ojos.



Todo eso y más es un niño y sin embargo... sabemos que muchas de esas florecillas en todas las partes del mundo se agostan en los hospitales con huesos rotos y aplastados por la furia demencial con que fueron golpeados, que hay Herodes modernos que matan a estos pequeños seres, precisamente porque son pequeños, porque no pueden defenderse y madres que algún día, sino es que siempre, en las largas horas de vigilia y remordimiento, estarán oyendo el llanto, el grito, en la oscuridad de sus entrañas, cuando matan al ser más inocente, su propio hijo...."¡No los mateís, dadmelos a mí!" - suplicaba la Madre Teresa de Calcuta.



Sin niños el mundo no tendría primavera y nuestra gran responsabilidad es que todos los niños tengan paz, alimento, ternura, aire limpio y amor para que en vez de llanto oigamos sus risas como campanitas de cristal.



Hoy Señor, ante Ti, en Tu presencia en el Sagrario, ayudamos a verte en los niños, amarlos como Tu los amas, y que aprendamos de ellos, la bondad y sencillez. Que encontremos en ellos Tu mirada, la esperanza que tienes en nosotros los hombres adultos... que no sabemos lo que hacemos.


Por: María Esther de Ariño



miércoles, 29 de abril de 2015

¿Qué es el Cuerpo Místico?

 La gracia

Con nuestra virtud colaboramos a su vitalidad. Si esto se conociera más, ¿quién viviría en pecado mortal? 


En la Iglesia hay una vida sobrenatural, que se llama gracia. La Iglesia fundada por Jesucristo no es solamente una familia visible. En ella hay una vida interior, invisible, sobrenatural, divina, que comunica el mismo Jesucristo.

Dios nuestro Señor hizo al hombre a su imagen y semejanza, dándole un alma espiritual e inmortal, capaz de conocerlo y amarlo y alcanzar una felicidad proporcionada a su naturaleza. Pero, en su amor infinito, Dios ha querido llamarnos a más altos destinos. Quiso darnos la altísima dignidad de hijos suyos, y hacernos participantes de su misma felicidad en la gloria. Para esto nos une a Él en la persona divina de su Hijo hecho hombre, Jesucristo, de cuyo Cuerpo Místico somos miembros vivos. Esta vida divina en nosotros es la gracia santificante. Por ella Cristo vive en nosotros y nosotros vivimos en Cristo.

Por eso llamamos a la Iglesia el Cuerpo Místico de Cristo. Cristo es la Cabeza. Todos nosotros somos sus miembros. O como Él mismo dijo con otra comparación: «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos».

Como los sarmientos reciben la savia de la vid -y gracias a ella producen las uvas- así nosotros recibimos de Jesucristo la gracia. Es la savia que nos hace vivir una vida sobrenatural, de la misma manera que nuestra alma vivifica nuestro cuerpo y le da vida natural.

La doctrina del Cuerpo Místico tiene enorme importancia en orden a la valoración de nuestros actos. El barrido de una calle realizado por un empleado de la limpieza pública que está en gracia de Dios, tienen incomparablemente más valor que la conferencia de más altura científica que sólo puede ser entendida por media docena de hombres en el mundo, pero pronunciada por un sabio que no está en gracia de Dios.

La razón es que las acciones de los hombres que no están en gracia de Dios, aunque tengan su valor, como enseña el Vaticano II, no rebasan los límites de lo humano. En cambio, cuando un hombre está en gracia de Dios es miembro del Cuerpo Místico de Cristo, y entonces sus obras, por sencillas que sean, pertenecen a un plano sobrenatural, infinitamente superior a todo lo humano.

Si esto se conociera más, ¿quién viviría en pecado mortal?. Cada uno de nosotros es una célula del Cuerpo Místico de Cristo. Con nuestra virtud colaboramos a su vitalidad. Con nuestros pecados, además de convertirnos en células muertas, entorpecemos la vida de las otras células, nuestros hermanos. Somos células cancerosas.

La gracia santificante es un don personal sobrenatural y gratuito, que nos hace verdaderos hijos de Dios y herederos del cielo. Es una cualidad que hace subir de categoría al hombre dándole como una segunda naturaleza superior. Es como una semilla de Dios. La comparación es de San Juan. Desarrollándose en el alma produce una vida en cierto modo divina, como si nos pusieran en las venas una inyección de sangre divina. La gracia santificante es la vida sobrenatural del alma. Se llama también gracia de Dios.

La gracia santificante nos transforma de modo parecido al hierro candente que sin dejar de ser hierro tiene las características del fuego. La gracia de Dios es lo que más vale en este mundo. Nos hace participantes de la naturaleza divina. Esto es una maravilla incomprensible, pero verdadera. Es como un diamante oculto por el barro que lo cubre. El siglo pasado Van Wick construyó con guijarros una casita en su granja de Dutoitspan (Sudáfrica). Un día, después de una fuerte tormenta, descubrió que aquellos guijarros eran diamantes: el agua caída los había limpiado del barro. Así se descubrió lo que hoy es una gran mina de diamantes. La gracia es un diamante que no se ve a simple vista.

La gracia nos hace participantes de la naturaleza divina, pero no nos hace hombres-dioses como Cristo que era Dios, porque su naturaleza humana participaba de la personalidad divina, lo cual no ocurre en nosotros. Dios al hacernos hijos suyos y participantes de su divinidad nos pone por encima de todas las demás criaturas que también son obra de Dios, pero no participan de su divinidad. La misma diferencia que hay entre la escultura que hace un escultor y su propio hijo, a quien comunica su naturaleza.

Cuando vivimos en gracia santificante somos templos vivos del Espíritu Santo. La gracia santificante es absolutamente necesaria a todos los hombres para conseguir la vida eterna. La gracia se pierde por el pecado grave. En pecado mortal no se puede merecer. Es como una losa caída en el campo. Debajo de ella no crece la hierba. Para que crezca, primero hay que retirar la losa. Estando en pecado mortal no se puede merecer nada.

Quien ha perdido la gracia santificante no puede vivir tranquilo, pues está en un peligro inminente de condenarse. La gracia santificante se recobra con la confesión bien hecha, o con un acto de contrición perfecta, con propósito de confesarse. El perder la gracia santificante es la mayor de las desgracias, aunque no se vea a simple vista.

Sin la gracia de Dios toda nuestra vida es inútil para el cielo. Por fuera sigue igual, pero por dentro no funciona: como una bombilla sin corriente eléctrica. Dice San Agustín que como el ojo no puede ver sin el auxilio de la luz, el hombre no puede obrar sobrenaturalmente sin el auxilio de la gracia divina .

En el orden sobrenatural hay esencialmente más diferencia entre un hombre en pecado mortal y un hombre en gracia de Dios, que entre éste y uno que está en el cielo. La única diferencia en el cielo está en que la vida de la gracia -allí en toda su plenitud- produce una felicidad sobrehumana que en esta vida no podemos alcanzar. Esta vida es el camino para la eternidad. Y la eternidad, para nosotros, será el cielo o el infierno.

Sigue el camino del cielo el que vive en gracia de Dios. Sigue el camino del infierno el que vive en pecado mortal. Si queremos ir al cielo, debemos seguir el camino del cielo. Querer ir al cielo y seguir el camino del infierno, es una necedad. Sin embargo, en esta necedad incurren, desgraciadamente, muchas personas. Algún día caerán en la cuenta de su necedad, pero quizá sea ya demasiado tarde.

Además de la gracia santificante Dios concede otras gracias que llamamos gracias actuales, que son auxilios sobrenaturales transitorios, es decir, dados en cada caso, que nos son necesarios para conseguir algo en orden a la salvación. Pues por nosotros mismos nada podemos. No podemos tener una fe suficiente, ni un arrepentimiento que produzca nuestra conversión.

Las gracias actuales iluminan nuestro entendimiento y mueven nuestra voluntad para obrar el bien y evitar el mal. Sin esta gracia no podemos comenzar, ni continuar, ni concluir nada en orden a la vida eterna. El hombre no puede cumplir todas sus obligaciones ni hacer obras buenas para alcanzar la gloria eterna sin la ayuda de la gracia de Dios. Merecer el cielo es una cosa superior a las fuerzas de la naturaleza humana. Pero como Dios quiere la salvación de todos los hombres, a todos les da la gracia suficiente que necesitan para alcanzar la vida eterna.

Con la gracia suficiente el hombre podría obrar el bien, si quisiera. La gracia suficiente se convierte en eficaz cuando el hombre colabora. Los adultos tienen que cooperar a esta gracia de Dios. Dijo San Agustín: «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti». Dios ha querido darnos el cielo como recompensa a nuestras buenas obras. Sin ellas es imposible, para el adulto, conseguir la salvación eterna. Nuestra salvación eterna es un asunto absolutamente personal e intransferible. Al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia.

Y sin la libre cooperación a la gracia es imposible la salvación del hombre adulto. Con sus inspiraciones, Dios predispone al hombre para que haga buenas obras, y según el hombre va cooperando, va Dios aumentando las gracias que le ayudan a practicar estas buenas obras con las cuales ha de alcanzar la gloria eterna.

«Tan grande es la bondad de Dios con nosotros que ha querido que sean méritos nuestros lo que es don suyo». Esta gracia, que nos eleva por encima de la naturaleza caída, la mereció el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz. La obtenemos mediante la oración y los Sacramentos.


Por: P. Jorge Loring, S.I.



ATENCION PADRES:
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¡Del 29 de Junio al 31 de Julio, prepárate para vivir un verano inolvidable en SMILE'S SCHOOL! Si tienes hijos, familiares o amigos nacidos del 2003 al 2012, no lo dudes, SMILE'S SCHOOL es tu lugar!
Desde hoy y hasta el 26 de junio está abierto el plazo de inscripción. Ya sabes, puedes conseguir toda la información en la portería del colegio, a través de, POR FAVOR PINCHE AQUÍ

martes, 28 de abril de 2015

Salir de lo pequeño, respirar en grande

Reflexiones para el cristiano de hoy
Salir de lo pequeño y buscar aquello que da sentido a la vida, en el tiempo y en lo eterno.


Hay aficiones que pueden convertirse en obsesivas. Coleccionar sellos, aprender programas electrónicos, participar en un chat, compartir fotos en redes sociales, leer novelas...
Existe el peligro de quedar encerrados en lo pequeño, en aislarnos en un mundo de intereses y de actividades que nos ahogan. Eso ocurre cuando algo nos absorbe tanto que perdemos de vista lo esencial.
La vida humana no está hecha ni para jugar, ni para leer, ni para caminar, ni para escuchar música, ni para ordenar ficheros de papel o de archivos digitales. La vida humana necesita respirar en grande, tiene sentido si “sirve” para acoger y dar amor.
En un mundo de pequeñeces, de intereses excesivos por cosas triviales, algunas incluso ridículas, hace falta aire fresco. No podemos vivir agobiados por los chismes de cada día. No podemos sucumbir a preocupaciones que nos impiden volar hacia horizontes magníficos.
Cada uno de nosotros necesita salir de lo pequeño y buscar aquello que da sentido a la vida, en el tiempo y en lo eterno. Para ello, basta poco: abrir el corazón a Dios, escuchar su Evangelio, acoger a los hermanos.
¿Así de sencillo? ¿No parece imposible en un mundo como el nuestro? Desde luego, resulta difícil si nuestro corazón está ya encadenado. Pero Cristo puede romper cadenas, dar fuerzas a los cojos, abrir los oídos a los sordos, devolver la vista a los ciegos.
De modo más radical, Cristo puede sacarme del pecado, acogerme con su misericordia e introducirme en el mundo del amor auténtico. Entonces empiezo a respirar plenamente.
Un aire fresco llegará a mi corazón y me lanzará a temas importantes: justicia, misericordia, renuncia, humildad, cielo, familia, servicio, fe, esperanza, caridad...

Por: P. Fernando Pascual LC


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lunes, 27 de abril de 2015

Cuando el vino se hace añejo...o agrio

Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando indiferentes, egoístas, resentidos, malhumorados... en una palabra: agrios. 


Cuando el vino se hace añejo su sabor adquiere su total esplendidez.

Cuando el vino se hace añejo tiene la plenitud de su madurez.

Así es el vino de nuestra vida que empezó con uvas verdes y frescas, pero poco a poco se fue almacenando en nuestro corazón, poco a poco se fue llenando el ánfora de nuestra alma y dichosos serán los que permitan que ese vino alcance los bordes y llegue a derramarse para los demás.

Ese vino son nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestra valiosa experiencia de la vida. Claro-oscuro de luces y sombras. Días luminosos, si la infancia fue feliz; días de adolescencia y juventud que nos dejaron un aroma de vino dulce y perfumado y otros recuerdos que son como una copa amarga que tuvimos que beber.

Así, en toda vida humana tenemos que gustar de una serie de acontecimientos tristes y gozosos que van tejiendo la urdimbre de nuestro existir y nos dejan el poso del vino reposado, dulce y noble o el poso de una amargura vivida. Los dos van a darle cuerpo y aroma a ese vino irrepetible de nuestro vivir.

Solemos ser buenos para el tiempo de alegría y bonanza, pero generalmente no sabemos o nos cuesta mucho comportarnos a la altura de las circunstancias cuando llega el tiempo de la prueba, el tiempo del dolor o del sacrificio. Y en el fondo es una cosa natural, pues el hombre fue hecho para la felicidad, para el amor, para la plenitud. Así fuimos creados, pero el mal se interpuso entre Dios y el hombre y nos llenó de malas inclinaciones y así supimos del dolor. Por eso en nuestro peregrinar por la tierra sabemos que tenemos que amalgamar alegrías y dolores, salud y enfermedad, contrariedades y dichas, éxitos y fracasos, todo como un buen vino añejado por el tiempo para darle de beber a los demás.

Un alma que no atesora, que pasa por la vida con la vaciedad de la inmadurez y del egoísmo, nunca podrá ser la fuente donde otras almas necesitadas y sedientas puedan apagar su sed.


Pero...cuando el vino se hace agrio...

Como tantas cosas en la vida encontramos que hay una contraparte o lo que pudiera ser "la otra cara de la moneda". Pues bien, no siempre el buen vino se mejora haciéndose añejo, también el vino bueno se echa a perder, se vuelve agrio... Según vamos avanzando en edad pudiera ser que algunas de las virtudes o las bondades de carácter que poseíamos se van debilitando y por el contrario los defectos casi incipientes que aparecían en nuestra personalidad van creciendo como la mala hierba.

Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando fríos, indiferentes, egoístas, necios, resentidos, malhumorados,... en una palabra: agrios.

Pasaron los años y aquel gracejo, aquel buen humor, aquella sonrisa fácil, aquella ternura ... se fueron apagando hasta que solo de vez en cuando surgen algunos destellos de todo aquel caudal que hacía que nuestro vino fuese agradable de paladear por su sabor dulce y fresco.

¿Por qué somos así? ¿Por qué dejamos que la rutina y la falta de entusiasmo nos atrape hasta irnos despojando de todo lo que nos hacía ser gratos como personas y compañeros? En el matrimonio, hermanos, hijos, padres, nietos y amistades.

Nuestro vino hemos de servirlo cuando está fresco o cuando se añejó por los años y la experiencia. El ánfora de nuestra alma está llena de ese vino, sirvámosle antes de que se haga agrio. Porque no solo se sirven vinos añejos cuando han pasado los años, también hay vinos que saben a jóvenes, frescos y dulces. Los que están en los albores de la vida también han de cuidar que este vino no pierda su calidad y se torne insípido, ese vino con el que brindan con sus padres, sus hermanos o amigos puede volverse agrio ¡cuidado!.

Según pasan los años el caudal de nuestra existencia se torna más rico, no lo guardemos para nosotros solos, seamos generosos. Siempre encontraremos el momento preciso para dar de ese vino, que se fue añejando, pero que siempre tendrá un sabor nuevo y fresco para el que lo beba. Misión importante para los que hemos acumulado años. Si sentimos que nuestro vino ya se añejó es porque es la hora de brindar con nuestros seres queridos y amigos, es la hora de salir en el atardecer dorado, al camino para ofrecer al joven caminante un vaso de ese vino.

El vino requiere de ciertos cuidados para estar en optimas condiciones: reposo, temperatura, etcétera y así, nosotros, debemos cuidar con esmero nuestras actitudes y trato para los demás y muy especialmente para los seres que amamos y que nos rodean. Porque también es cierto que algunos dan el buen vino a los de afuera y dejan el de menor calidad y a veces el ya muy agrio, para los de la casa.

No dejemos que nuestro vino se torne agrio, renovémosle cada día.

Hoy podemos pensar qué calidad de vino estamos ofreciendo a aquellos con los que convivimos. ¿Tiene aromas de recuerdos, tiene color y calor de ternura y comprensión, tiene fuerza y energía para consolar y guiar a quién lo necesite?¿Cumple en fin, su verdadera misión, dar grato sabor a los que nos aman, conocen y tratan?.

Todo, todo nuestro empeño ha de ser día con día, ofrecer el mejor vino de nuestra existencia y nunca dejar que ese vino bueno se llegue a agriar.


Autor: Ma Esther De Ariño

domingo, 26 de abril de 2015

Los grandes hombres

Un escueto suceso bastó para grabar a fuego cómo son los espíritus verdaderamente grandes

Stefan Zweig relata en su autobiografía una interesante anécdota sucedida durante su estancia en París, en 1904. Por entonces, él no era más que un joven principiante de 23 años, pero tenía la suerte de coincidir de vez en cuando con algunos de los más famosos escritores y artistas de su tiempo. El trato con algunos de esos grandes hombres le estaba resultando de gran provecho, pero –según cuenta el propio Zweig– todavía estaba por recibir la lección decisiva, la que le valdría para toda la vida.

Fue un regalo del azar. Surgió a raíz de una apasionada conversación en casa de su amigo Verhaeren. Hablaban sobre el valor de la pintura y la escultura del momento, y su amigo le invitó a acompañarle al día siguiente a casa de Rodin, uno de los artistas entonces más prestigiosos. En aquella visita, Zweig estuvo tan cohibido que no se atrevió a tomar la palabra ni una sola vez. Curiosamente, ese desconcierto suyo pareció complacer al anciano Rodin, que al despedirse preguntó al joven escritor si quería conocer su estudio, en Meudon, y le invitó a comer allí con él.

Había recibido la primera lección: los grandes hombres son siempre los más amables.
La segunda lección fue que los grandes hombres casi siempre son los que viven de forma más sencilla. En casa de ese hombre, cuya fama llenaba el mundo y cuyas obras conocía toda su generación línea por línea, como se conoce a los amigos más íntimos, en esa casa se comía con la misma sencillez que en la de un campesino medio. Esa sencillez infundió ánimo al joven escritor para hablar con desenvoltura, como si aquel anciano y su esposa fueran grandes amigos suyos desde hacía años.

La siguiente lección surgió cuando el anciano le condujo a un pedestal cubierto por unos paños humedecidos que escondían su última obra. Con sus pesadas y arrugadas manos retiró los trapos y retrocedió unos pasos. Al mostrar la imagen, advirtió un pequeño detalle que corregir. "Sólo aquí, en el hombro, es un momento". Pidió disculpas, tomó una espátula y con un trazo magistral alisó aquella blanda piel, que respiraba como si estuviera viva. Luego retrocedió unos pasos. "Y aquí también", murmuró. Y de nuevo realzó el efecto con un detalle minúsculo. Avanzaba y retrocedía, cambiaba y corregía. Trabajaba con toda la fuerza y la pasión de su enorme y robusto cuerpo. Así transcurrió cerca de una hora. Rodin estaba tan absorto, tan sumido en el trabajo, que olvidó por completo que detrás de él estaba un joven silencioso, con el corazón encogido y un nudo en la garganta, feliz de poder observar en pleno trabajo a un maestro único como él. Zweig había visto revelarse el eterno secreto de todo arte grandioso y, en el fondo, de toda obra humana: la concentración, el acopio de todas las fuerzas, de todos los sentidos. Había aprendido algo para toda la vida.

Este escueto suceso bastó para grabar a fuego en aquel joven estudiante cómo son los grandes hombres, los espíritus verdaderamente grandes. Su humildad y su capacidad de trabajo son algo muy lejano de lo que suele verse en muchas personas que se creen grandes pero son sólo menospreciadores de los demás, personajes revestidos de una torpe altanería que les hace considerarse habitantes de sublimes soledades, hombres fatuos que se manejan por la vida como si sólo ellos fueran almas elegidas e inteligentes. Esa suficiencia de oficinista, al estilo de "usted no sabe quién soy yo", es lo contrario de la auténtica autonomía de juicio de los grandes hombres, que nunca va acompañada de menosprecio por el prójimo, y que cuando habla de la estupidez humana sabe bien que él tampoco es inmune a ella, sino que algunas veces será más inteligente y otras más tonto que quien tiene al lado.


Por: Alfonso Aguiló Pastrana | Fuente: www.fluvium.org


SIEMPRE SE HA DICHO: “A NADIE LE AMARGA UN DULCE”
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sábado, 25 de abril de 2015

Recordando a un santo evangelista

Marcos, cuyo atributo era el león y su nombre judío Juan, redactó su Evangelio sin transmitir largos discursos. 

Posiblemente la festividad de San Marcos no sea un día muy conocido a nivel general, a no ser que en el entorno de la familia exista algún miembro con este bonito nombre.

En cualquier caso, el día 25 de Abril, la Iglesia celebra la festividad de San Marcos y con tal motivo se celebra en mi Parroquia una solemne Eucaristía a la que acudimos muchos fieles seguidores del evangelista.

Uno, ha ser totalmente honesto y confesar que a pesar de haber oído infinidad de veces, su Evangelio en las distintas celebraciones litúrgicas a las que ha asistido, ha tenido que leerlo y sobre todo reflexionarlo para enriquecerse con él.

A través de su prosa narrativa, sencilla y a la vez viva y real, nos ha dejado impresos en nuestro corazón, cuarenta años después de la muerte del Maestro, la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret, al que por cierto al parece ofreció su propia casa para que celebrara su última cena.

Marcos, cuyo atributo era el león y su nombre judío Juan, redactó su Evangelio sin transmitir largos discursos a través de escritos, parábolas y hechos de Jesús partiendo de conversaciones mantenidas en Roma con Pablo y añadiendo muchos detalles que supo por Pedro.

En sus escritos que no nos habla de la infancia de Jesús ni de su vida en Nazaret junto a María y José, inicia la primera línea de su Evangelio afirmando que Jesús era el Hijo de Dios y lo proclama en la última página el oficial romano que vio morir a Jesús (15, 39).

Por todo ello Marcos, contesta con hechos a la afirmación de que Jesús era el Hijo de Dios, en los 16 capítulos de que consta su Evangelio.
Reúne en su primer capítulo tres hechos importantes que son el punto de partida de la predicación de Jesús: "La predicación de Juan el Bautista", "El bautismo de Jesús por Juan" y "La permanencia en el desierto".

Capítulo tras capítulo, el evangelista va desgranando la vida pública del Maestro, llevando la Buena Nueva en la curación del leproso y sanando el paralítico de su pecado y de su enfermedad. No se queda en palabras, sino que trae un cambio. Si quieres puedes curarme. Jesús se compadece y le dice "yo quiero" y le perdona los pecados a ese que pide a Dios con humildad y confiado en su misericordia.

En otro pasaje Jesús nos dice: "He venido a llamar a los pecadores", porque Dios no odia ni a los ricos ni a los mal educados, ni a los de derechas e izquierdas, porque su misericordioso plan contempla la salvación de todos.

El relato del grano de mostaza, demostrándonos que aún siendo tan pequeño al dejarle crecer se convierte en la planta más alta del huerto, el evangelista con esta narración simbólica, intenta hacer saber a los creyentes que no deben encerrarse en sus capillas, sino que han de salir a conquistar almas de buena voluntad, recordando a los Apóstoles que predicaron con humildad el Reino de Dios por todas partes.

En el centro del Evangelio de Marcos, nos encontramos el pasaje de la transfiguración de Jesús que conduce a Pedro, Santiago y a Juan hasta un cerro, al igual que Moisés subió al cerro a encontrar la Gloria de Dios sobre el Monte Sinaí.

La nube luminosa, la luz y la ropa brillante que se encontraron en el cerro, nos describe, signos exteriores que nos indican el misterio del Hijo de Dios, el día que resucite de entre los muertos, que será la respuesta del Padre a los Apóstoles que esperaban su Reino.

También Marcos nos enseña expresiones y costumbres judías (5,41) y nos ofrece formación catequista y pastoral. Y nos anima para cuando cometamos fallos y nos desespere nuestra soberbia, intentar entender que también sus discípulos los cometieron (14,32.40), incluso lo negaron y lo traicionaron
Además la desconfianza de Pedro cuando le dice a Jesús: "Maestro, nosotros hemos dejado todo para seguirte" y Jesús que no solo habla del premio para la otra vida, le contesta con rotundidad: "Ya en este vida el que se sacrifica por el Reino, encontrará amistades, alegría y una superación humana que no podría esperar".

Y nos describe con dolor, la última cena de Jesús, su agonía en el huerto de Getsemaní y finalmente su muerte en la cruz, y con gozo nos anuncia su feliz Resurrección.

La última cena de Jesús, nos dice, fue la primera del culto cristiano, donde Jesús se hace pan de Vida. Por ello la Eucaristía instituida por el Hijo de Dios aquel día no es solamente el recuerdo de la muerte de Jesús, sino que nos anuncia el día en que Cristo celebrará el Banquete del Reino con toda la humanidad reunida con El.

Pero también significó esta cena, el silencio del Hijo de Dios en ese instante lleno de dolor, en el cual siente que deberá cargar con toda la maldad de los hombres y pagar con su muerte, ante su Padre, justo y amado, la tristeza de su Pasión.

Su muerte, continúa Marcos, comienza con un grito de desesperación: “Dios mío Dios mío, por que me has abandonado? Y termina con la certeza del triunfo, por la reconciliación del Crucificado que moría agotado y asfixiado pero entregando al mundo una prueba más del amor del Hijo de Dios para nosotros que nos empuja por un camino de liberación.

Y termina su Evangelio con las últimas palabras de Jesús después de su Resurrección, que hablan de fe y de milagros y en las que les entrega sus últimas instrucciones: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará (16,15)", mensaje que les acompañaba, en el signo de la semilla que se sembrará en el mundo y producirá frutos a su debido tiempo en todos los campos de la actividad humana.

De este modo el Hijo de Dios, después de hablar con ellos fue llevado al Cielo y se sentó a la derecha del Padre. Y sus discípulos saldrían a predicar por todas partes.

Los que se salvarán no son almas ni individuos aislados, sino toda la creación que ha sido renovada por el Bautismo, en todas sus actividades y trabajos, siendo el fermento que transforma la historia de la humanidad. Esa humanidad que debe superar esas aptitudes temerosas de tantos "creyentes" que solo buscan en sus devociones un refugio contra las desgracias del tiempo presente. Marcos pregona que estamos en el mundo para sanarlo y santificarlo, no por nosotros mismos, sino por Cristo a través de nosotros.

Así las cosas, pienso que lo importante, además de lo que pasó contado por los evangelistas, es lo que está pasando. La venida del Reino nos llega tranquilo, despacio, sin grandes alegorías, porque está claro que el Hijo de Dios quiere que su Reino sea en un mundo nuevo, diferente, libre y verdadero para que pueda producirse.

Por último recordando a San Marcos, me viene a la memoria el gran mérito de Santa Teresa, que hacía las cosas ordinarias, de manera extraordinaria.

Y así, con este mismo mérito califico yo el Evangelio de este hombre, que el  25 de Abril, la Iglesia conmemora su festividad.


Por: José Guillermo García Olivas



NUNCA MEJOR DICHO, “PARA CHUPARSE LOS DEDOS”
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viernes, 24 de abril de 2015

Pecados con estatuto especial

Es un buen ejercicio preguntarse qué vicios o pecados, hoy día, van rodeándose de una aureola de respetabilidad...

Al parecer cada época tiene sus vicios favoritos así como sus virtudes emblemáticas. En los distintos tiempos y lugares hay cosas que se puede saber que están mal pero que son toleradas socialmente con tanta frecuencia que su malignidad prácticamente desaparece del lenguaje cotidiano. A lo sumo sirve de motivo para algún chiste, caricatura o anécdota. Por ejemplo: se sabe que el alcoholismo es una plaga pero no faltan los chistes de borrachos–todo un género literario–con lo cual la gravedad del exceso al beber queda sepultada entre sonrisas y carcajadas.
Es un buen ejercicio preguntarse qué vicios o pecados van adquiriendo carta de ciudadanía en cada época. A través de un proceso que empieza de modo muy gradual pero que luego invariablemente se acelera, ciertos comportamientos se van rodeando de una aureola de respetabilidad hasta el punto de ganar un “estatuto especial”: ya no se puede criticarlos sin más. A menudo, este proceso queda sancionado como admisible por razones de tipo político, a saber, porque gente en el gobierno, o gente con gran influencia económica practica con descaro tales costumbres.
Durante siglos, por dar un caso, la infidelidad matrimonial fue un hecho consentido en las cortes europeas así como en otros centros de poder. Catalina la Grande, de Rusia, tuvo en su larga vida una serie de “favoritos” que claramente cumplían el papel de amantes. Pero era imposible mencionar el asunto si no se usaba la palabra técnica: “Fulano de Tal es el favorito de la emperatriz…” Y era impensable que se considerara reprobable que su majestad tuviera sus “favoritos.”
En distintos tiempos las costumbres sexuales desviadas han ganado, así sea por breve tiempo, ese “estatuto especial.” Los médicos victorianos trataban las histerias de la época básicamente estimulando sexualmente a sus pacientes, que de ese modo descargaban las represiones de su estricta vida social. Imaginemos la escena: un elegante y muy respetable caballero inglés, ve que su esposa toma el carruaje para ir a su “tratamiento” médico. Unas dos horas después regresa, sexualmente saturada de sensaciones y físicamente extenuada, pero mucho más tranquila en su ánimo. Y la vida sigue y todos tan contentos.
El consumo de sustancias psicotrópicas ha tenido sus periodos de gran respetabilidad sobre todo en lo que tiene que ver con el largo reinado del opio. En China hubo una amplia cultura del opio, en su momento, de modo que un amigo podía llegar a casa de otro amigo sólo para ser detenido en la puerta por alguna empleada del servicio: “El señor Huang está en su sesión de opio y no podrá recibirlo por esta tarde…” El inoportuno visitante se disculpa mil veces y regresa a su propia casa, probablemente a drogarse él mismo. Y la vida sigue sin tropiezo ni fricción.
Indudablemente la poligamia entra en el análisis que venimos haciendo. Uno ve que es humillante para una mujer ver que su esposo está conquistando a otra mujer. El único significado que tiene esa conquista es que no está satisfecho con lo que tiene y llegar a esa conclusión no es agradable para ninguna mujer. Pero los hechos se imponen, el harén crece, y al final los polígamos se sientan a cenar y beber ante la mirada impotente o ya indiferente de sus muchas féminas. Si en ese ambiente alguien pretendiera hablar contra la poligamia seria visto como un extranjero anárquico o como un tonto potencialmente peligroso. Así que, por último, la gente no se hace problema yla vida sigue su curso con una nueva definición de lo que es “normal.”
Hay un patrón común que es bien claro en estos ejemplos, y muchos otros:
(1) Una imposición por vía de los hechos;
(2) Intervención de apoyo por parte de personas representativas o líderes ("celebridades,” se dice hoy);
(3) Postura sesgada a favor por parte de los medios de comunicación social;
(4) Razonamiento de justificación por parte de las autoridades jurídicas, religiosas o académicas, es decir, los líderes morales;
(5) Práctica masiva y consolidación de una nueva “normalidad;”
(6) Implantación de la costumbre establecida en la mente y corazón de los niños;
(7) Demonización de los opositores y subsiguiente persecución.
No es difícil darse cuenta que, en cuanto a varios y muy graves puntos de la vida moral, nuestra sociedad occidental va siguiendo escrupulosamente estos siete pasos. En la mayor parte de nuestros países los pasos del (1) al (3) ya se han cumplido. El punto (4) tiene un freno, o debería tenerlo, en la predicación y la enseñanza de la Iglesia. Lamentablemente vemos a teólogos y pastores nuestros divagando, dando tumbos, o francamente entregando las armas. Cuando hace poco leí en un conocido portal católico que un sacerdote–contra el que nada tengo como persona, debería sobrar que lo aclare–da consejos de extrema ambigüedad sobre qué deben hacer los padres cuando el hijo o hija llegan con su pareja homosexual a la casa, me dije: este portal ha entrado en fase (4). No sería el único caso. Tristemente ya tenemos cardenales en fase (4)...
Por supuesto, y como ya lo dijo Cristo, los hijos de las tinieblas son más astutos (Lucas 16, 8), de modo que no se quedan tranquilos en su fase (4) sino que ya han enviado sondas para ver cuánto cuela una “educación” sexual esencialmente perversora que sirva de punta de lanza a una fase (6) en toda regla. Para la muestra una noticia de hace casi cinco años en Canadá (enlace en inglés). Los intentos de fase (7) no faltan tampoco.Siempre se empieza por el blanco fácil, que es la Iglesia, a la que de inmediato se presenta como enemiga del progreso propio de las sociedades modernas, democráticas y pluralistas. Ejemplo de este planteamiento contra lo católico aquí.
Lo que a mí me sorprende de todo esto no es la serie de pasos o fases, que es cosa que ha sucedido en todos los tiempos, como ya se dijo; lo que me asombra es la ingenuidad, real o fingida, de los católicos que piensan que estos asuntos se van a resolver como por sí mismos; me asombra además y me duele ver tan pocos hermanos en el sacerdocio o en el quehacer teológico que se arriesguen a perder algo de su prestigio o de sus amistades por tomar una posición clara; y digo: clara, no agresora ni humillante para nadie.
La idea de que el pecado, cualquier pecado, pueda tener un estatuto especial que lo hace intocable es completamente ajena al Nuevo Testamento. A Pablo no le pareció intocable la comunidad de Corinto, donde alguno convivía maritalmente con su madrastra; a Juan el Bautista no le pareció intocable Herodes, que convivía maritalmente con su cuñada; a Juan Evangelista no le pareció intocable el sumo sacerdote Caifás, cuya corrupción deja muy clara. No: el pecado no tiene derechos y quien se acobarde frente a alguno de los siete pasos, que medite hacia dónde van sus propios pasos porque existe el camino empinado pero también el camino ancho, que lleva a la perdición.

Por: Fray Nelson Medina | Fuente: infocatolica.com




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jueves, 23 de abril de 2015

Por qué creo en la Iglesia católica

Cada uno pone sus ojos en lo que le interesa... ¿Dónde pones tus ojos en los santos o en los escándalos?

Creo en la Iglesia por gracia de Dios

La fe es un regalo inmerecido que libremente recibimos.


Creo en la Iglesia porque creo en Jesucristo

Quien cree que Jesús es Dios debe creer también en todo lo que El ha hecho y dispuesto para nuestra salvación. La Iglesia nace de su costado traspasado de donde vertió agua y sangre. La Iglesia sigue viviendo del agua (Bautismo) y de la Sangre (Eucaristía) derramada en la Cruz.


Creo en la Iglesia por la Eucaristía

Dios hace muchísimos milagros para recordarnos las verdades de la fe. Muchos de estos son verificados por rigurosos estudios científicos: Lanciano, Lourdes, Guadalupe y muchos otros. El milagro más grande es la Eucaristía. El dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" Juan 6,54. Es El mismo Cristo en la Eucaristía quien se hace realmente presente cada día en más de 500.000 iglesias católicas en todos los continentes.

Algunos dicen: "Jesús está en todas partes. Para que ir a la Iglesia". Hay que enseñarles: Sí, Jesús está en todas partes, pero sólo en la Eucaristía está presente en forma substancial para que lo comamos y tengamos vida nueva. Para sanarnos, liberarnos del mal, unirnos en la Iglesia y darnos fuerza para vivir la santidad. Sólo en la Iglesia se encuentra a Cristo Eucaristía.

Cristo ha venido para reunirnos, como un pastor recoge a sus ovejas. Quiere así que seamos su Cuerpo Místico para que en EL seamos todos hijos del Padre. Quiso hacernos familia suya. Por eso funda una sola Iglesia, con una sola fe, un solo bautismo.


Creo en la Iglesia porque es obra de Dios y no de hombres

No escojo a la Iglesia como podría escoger mi plato favorito. La Iglesia es institución divina y no capricho humano. Los hombres pueden fundar otras muchas iglesias y religiones para reunirse y hacer cosas buenas. A estas guardo respeto y a quienes buscan la verdad con sinceridad les tengo admiración. Pero no por eso olvido que Jesús, Dios y hombre verdadero, quiso reunirnos en UNA IGLESIA, la que El fundó.


Creo en la Iglesia "Católica" que significa "Universal"

La Iglesia católica no es sólo para un grupo o región. Es para todo pueblo, raza y nación. Está en todas partes, es la más grande y bien organizada del mundo. No porque sus miembros sean más inteligentes sino porque es obra de Dios.

¿Sabía usted que cada día hay en el mundo 50.000 nuevos católicos? Cada mes hay un millón y medio de católicos más que el mes anterior. Cada año hay 18 millones de católicos más que el año anterior. Durante el gobierno del Papa Pablo VI, la Iglesia Católica pasó de 600 millones a 750 millones. Durante el gobierno del Papa Juan Pablo II el número de católicos pasó de 750 millones a 1,086 millones en 2003. Esto a pesar de un esfuerzo intenso de parte del mundo para desprestigiarla y destruirla.


Creo en la Iglesia porque sólo ella enseña con autoridad divina toda la verdad

Jesús confió a los Apóstoles la revelación divina contenida en su Palabra. Les prometió el Espíritu Santo y les comunicó la facultad de enseñar en Su nombre. «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.» -Lucas 10,16. Sólo la Iglesia Católica es gobernada por el Papa y los obispos, sucesores de los Apóstoles, herederos de esta promesa. Ellos poseen por lo tanto la autoridad del magisterio para enseñar toda la Palabra revelada y profundizar su contenido sin error, con la protección y guía del Espíritu Santo.

Mientras que en otras Iglesias hay diversidad de interpretaciones Bíblicas, sólo la Iglesia Católica ha enseñado la verdad plena con total consistencia en todas partes desde el principio. Sólo ella posee el Depósito de Fe que contiene todo lo que Jesús nos reveló: La Biblia y la Tradición Apostólica.


Creo en la Iglesia porque veo la obra de Dios en María nuestra madre

Los católicos hacemos lo que Jesús pidió al discípulo amado en la Cruz: Llevamos a María a nuestra casa. Cf. Jn 19,27.


Creo en la Iglesia por el testimonio de los Apóstoles y los Padres


Creo en la Iglesia por el testimonio de los santos, nuestros hermanos mayores

Ellos son Evangelios vivos, ejemplos de lo que Dios hace en los que viven plenamente en la Iglesia y son alimentados con Cristo vivo a través de ella.


Creo en la Iglesia porque no me dejo llevar por los escándalos sino por la Palabra de Dios

Es cierto que hay escándalos en la Iglesia. Ya Jesús lo advirtió. Pero también hay cientos de miles de mártires que han derramado su sangre por Cristo en cada siglo incluso el nuestro. Millones y millones viven su fe inspirados por el Evangelio.

Sé bien que la Iglesia está formada de seres humanos pecadores. Pero Jesús quiso reunir en ella a los pecadores para hacerlos hijos de su Padre, Dios. No todos se convierten. Desde el principio algunos desde adentro le traicionan. Pero Jesús no revoca su alianza sellada con Su Sangre. Sigue siempre fiel a sus promesas. Jesús dijo: "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella." Mateo 16,18

Cada uno pone sus ojos en lo que le interesa: unos miran a los santos y ven Evangelios vivos dignos de ser imitados. Otros en cambio sólo miran los malos ejemplos para justificar el rechazo a la Iglesia.

¿Dónde pones tus ojos en los santos o en los escándalos? Jesús nos advierte: "el que no tiene pecado, que tire la primera piedra". Por mi parte prefiero mirar a los santos, nuestros hermanos mayores pues tengo mucho que aprender de ellos y aprecio sus ayudas. No desisto en la esperanza de llegar a ser uno de ellos por la misericordia de Dios que perdona y da la gracia.

En cada siglo los enemigos de la Iglesia anuncian su inminente desaparición. Sin embargo ella los entierra a todos. Han pasado 2000 años. Todo imperio se ha derrumbado pero la Iglesia sigue siendo la misma madre con más de mil millones de hijos e hijas, más de 405.450 sacerdotes y más de 3.000 obispos. El número de seminaristas está aumentando y también las ordenaciones sacerdotales. Todavía hay muchachas que optan por la vida religiosa y aun surgen nuevas comunidades religiosas.

Hoy la Iglesia es perseguida, despreciada y difamada por todas partes. Pero su autoridad moral sigue siendo un faro de luz inextinguible que puede ser odiado pero no ignorado. La sucesión de Pedro jamás se ha roto. El Papa sigue gobernando a la Iglesia y los católicos por todo el mundo siguen unidos en comunión con él. A pesar de su ancianidad, el Papa es capaz de reunir a cientos de miles de jóvenes para escucharle enseñar la Palabra de Dios. La Santa Sede mantiene relaciones con 178 países (2011).

Todo esto sólo puede ser obra de Dios. Por eso creo y por eso no puedo dejar de anunciar la verdad a mis hermanos.

Y usted: ¿Conoce la Iglesia católica o la caricatura que hacen de ella sus enemigos? ¿Está usted sobre la roca firme establecida por Cristo o en las arenas movedizas de interpretaciones humanas? Jesús te llama. No lo hagas esperar.


Por: P. Jordi Rivero | Fuente: Corazones.org