"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 30 de junio de 2015

¿Sí o no? ¿Conmigo o contra mí?

Nos pide desprendimiento y generosidad, pero nos da abundancia de paz, de amor, de libertad. 

Jesucristo nos dice en su Evangelio unas palabras que no nos dejan en paz como nos pongamos a meditarlas. Nos dice lo que ningún líder se atreve a formular:

- Quien no está por mí, está contra mí.

Si nosotros oyéramos estas palabras en una campaña electoral, replicaríamos sin más al candidato:

- ¡Cuidado! Nosotros, no estamos por usted, pero tampoco nos ponemos en contra.
Sencillamente, nos declaramos neutrales. Pertenecemos a los del voto indeciso, y nos inclinaremos al final por el que más nos convenga.

Jesucristo no admite esta razón. Es tajante desde un principio:

- ¿Sí o no? ¿Conmigo o contra mí? ¡A fiarse de mí, porque soy yo el que os conviene! Yo soy el único necesario. Todos los que han venido antes de mí son unos ladrones y salteadores...

En otras palabras, Jesucristo compromete, y lo hace y exige de manera definitiva. No quiere ni indecisos, ni cobardes, ni desleales.

El seguimiento de Jesucristo lleva dentro de sí lo que hoy llamamos una mística. O sea, una ilusión, un convencimiento, un ideal, una obsesión, que nos arrastra de modo irresistible a darle todo: hemos escogido a Jesucristo y no lo cambiamos por nadie ni por nada que se nos pueda prometer o dar por otros. Con Jesucristo nos basta. Con Jesucristo nos realizamos. Por Jesucristo gastamos nuestra vida. Por Jesucristo vivimos y por Jesucristo moriremos.

Esto no son sueños de románticos e idealistas. Esta es la realidad que se vive en la Iglesia. La vemos encarnada en toda clase de personas, en hombres y en mujeres de toda edad y condición, en ancianos y en niños, y sobre todo jóvenes, muchachos y muchachas que se dan a Jesucristo del todo cuando más les sonríe la vida. No hay líder que cuente con seguidores como Jesucristo.

Se me ocurre a este propósito un chiste de la Segunda Guerra Mundial. En plena euforia de las conquistas alemanas, y cuando ya Italia se había uncido al carro triunfador de Hitler, una multitud inmensa de soldados y camisas negras fascistas se congregó en la Plaza Venecia de Roma aclamando a Mussolini.

Sale el Duce al balcón central del palacio, y se dirige a la multitud enardecida:

- Tengo una honrosísima misión que confiar a un valiente. Será difícil. Correrá riesgos el elegido, pero se convertirá tal vez en un héroe de la Patria. ¿Hay algún valiente entre vosotros que quiera cumplir esta misión?...
- ¡Síiiiii!...
- ¿Quién quiere serlo?
- ¡Yoooooo!...
- ¡Muy bien! ¡Gracias por tantos valientes!

El encargo de esta misión va escrito en este papel que tengo en la mano. Como sois tantos los voluntarios, yo lo voy a lanzar al aire; el primero que lo recoja, que se presente en mi despacho, y él se lleva el honor y el amor de toda la Patria.

Mussolini echó a volar el papel, y se metió en su despacho. Al cabo de un rato aparece de nuevo en el balcón, y ve con asombro que el papel todavía volaba por el aire, pues, cuando caía, todos aquellos voluntarios tan valientes soplaban hacia arriba y ninguno se apoderaba del papelito misterioso...

Un cuento, que, desde luego, tiene mucha sustancia. Entre los voluntarios que le dicen a Jesucristo como aquel del Evangelio: Te seguiré adondequiera que vayas, ¿no hay más de uno que se dedica a lanzar soplidos al mensaje de Jesucristo, para que lo recojan otros, porque ellos saben retirarse prudentemente?... Si Jesucristo sigue diciendo: El que quiera venir en pos de mí, que tome su cruz y me siga, ¿no ve Él cómo muchos le dan tristemente la espalda?...

Pero, al llegar aquí, nos encontramos con los pesimistas que piensan que el Evangelio es rigor, tristeza, exigencia y nada más.
¡No! Eso no es cierto. El Evangelio da mucho más de lo que exige.

Nos pide desprendimiento y generosidad, pero nos da abundancia de paz, de amor, de libertad.

Nos quita el peso del mundo, y nos echa encima una carga que el mismo Jesucristo dice que es suave y ligera...

Nadie niega que Jesucristo atrae hoy como nunca, sobre todo a los jóvenes. Hartos de líderes que nos engañan, en Jesucristo no se ve trampa, y Jesucristo responde a tanta angustia como atenaza al mundo.

Pero algunos se tiran para atrás cuando se presenta un Jesucristo muy concreto, que por su Iglesia pide tantas cosas que el mundo de hoy rechaza.

Si no fuera por la moral sexual, o por el respeto exigido a la vida, o por los reclamos de la justicia social..., veríamos cómo nadie se apartaría de Jesucristo y de su Iglesia. Se apartan de Jesucristo cuando es su Vicario quien nos recuerda estos deberes en nombre del mismo Señor.

Si muchos se van detrás de otros líderes, es porque prometen mucho y no exigen nada.
Porque se contentan con una moral sin compromiso.

Porque todo se va en cantar y en aplaudir.
Porque suavizan de tal manera el Evangelio que le privan de todo vigor.

Sin embargo, Jesucristo sigue clamando: ¡O conmigo o contra mí! No quiero votos indecisos. No quiero que mi mensaje flote por los aires, sin que nadie lo recoja...

Por: Pedro García, Misionero Claretiano

lunes, 29 de junio de 2015

Virtudes y valores humanos necesarios para educar durante el tiempo libre de lo hijos

Preguntas y respuestas acerca de cómo organizar el tiempo libre de los hijos, después de haber cumplido sus deberes y obligaciones.

Cómo educar a la familia para el tiempo libre de los hijos. Virtudes y valores humanos necesarios

El tiempo libre de los hijos, es el que les queda después de haber cumplido con sus obligaciones escolares y familiares. Debe servirles, para completar la educación que reciben en los centros de enseñanza, aumentar su formación académica, las virtudes y valores humanos, divertirse y mejorar su cuerpo, su mente y su alma. Pueden utilizarlo en actividades colectivas o en actividades individuales o personalizadas, para crear o reforzar algunas virtudes y valores humanos. Los padres deben procurar, que sea un tiempo de mucha eficacia personal y a poder ser, liberador de las presiones diarias, pero sin que lo desaprovechen, para que no pierdan los objetivos previstos.

20 Preguntas que se hacen los padres, relacionadas con el tiempo libre de los hijos: 

1.¿Debemos organizar el tiempo libre de los hijos, dejándoles que hagan lo que quieran o que no hagan nada?

2.¿A cuántas, cuáles y dónde debemos llevarles, para que realicen las actividades extraescolares, que creemos serán lo mejor para su desarrollo humano, intelectual, religioso y social?

3.¿Debemos poner por delante sus preferencias, sobre las que los padres consideramos mejores para ellos, aunque les privemos de su tiempo de expansión y relax?

4.¿Cuál es el límite físico, emocional, social y académico, donde nuestros hijos se sienten cómodos, en sus actividades durante su tiempo libre?

5.¿Para que les servirá, el esfuerzo que les pedimos que realicen en su tiempo libre?

6.¿Con esas actividades, les estaremos aislando de la interacción con sus grupos de amigos buenos y malos y actividades sociales naturales, dándoles otras diferentes a las de sus pares?

7.¿Estaremos mediatizando o persuadiendo a los hijos, para inclinarles por actividades que gustan a los padres, pero que solamente justifican sus frustraciones juveniles no realizadas?

8.¿Estaremos ofreciéndoles las mejores o más adecuadas actividades para sus desarrollos, en función de sus conveniencias, capacidades, gustos, necesidades presentes y futuras y nuestras posibilidades económicas, laborales, familiares y sociales?

9.¿Debemos rechazar las actividades elegidas por ellos, porque creemos que al ser de práctica mayoritaria o estar de moda, pudieran no servirles para nada, ni en el presente ni el futuro?

10.¿Las actividades elegidas por ellos, les supondrán un esfuerzo fuera de lo racional, son de alto riesgo para cada una de sus edades o incosteables, en dinero y tiempo para los padres?

11.¿Las actividades elegidas por ellos o por los padres, supondrán privarles de los ratos de convivencia familiar, disfrutar del aire libre, etc.?

12.¿Hasta dónde y cuánto deben invertir los padres su tiempo, dinero, vida personal, calidad de vida familiar, relaciones sociales y carreras profesionales, por atender el tiempo libre de los hijos?

13.¿El esfuerzo que la familia tiene que hacer para cumplir esas actividades, mejorará o empeorará las relaciones familiares entre esposos, entre hermanos y en la familia en conjunto?

14.¿Deben los padres poner a los hijos en actividades extraescolares para tener y disfrutar más tiempo libre?


15.¿Deben los padres llevar a sus hijos a esas actividades extraescolares, para que ellos y sus hijos no sean menos que los familiares, amigos o compañeros de estudios y no hacerlo para espantarles?

16.¿Deben los padres sustituir las beneficiosas actividades que los hijos pudieran realizar en sus tiempos libres, por darles la libertad de que puedan estar frente a la televisión o a las pantallas electrónicas, que tanto les gustan, pero que casi siempre les perjudican?

17.¿Deben los padres asumir los problemas familiares, que pudieran conllevar los beneficios individuales de alguno de los hijos, por la utilización de su tiempo libre?

18.¿Deben compaginar los padres las actividades extraescolares de los hijos, con los imprescindibles tiempos de interrelación familiar, jugar espontáneamente a lo que quieran o disfrutar al aire libre, puesto que también son formas de desarrollar su creatividad y aprender a socializar?

19.¿Cuantas horas adicionales deben permitir los padres, que sus hijos estén en manos de otros educadores o vigilantes, a los que les importa o no, la educación de esos hijos?

20.¿Tienen que llevar los hijos una vida consecuente, con lo que quieren hacer en su tiempo libre?

Es muy importante aplicar la virtud de la justicia, para intentar que todos los hijos tengan las mismas oportunidades de utilización del tiempo libre, examinando en profundidad si las decisiones, negociadas o impuestas por los hijos, relacionadas con su tiempo libre son buenas, pero no injustas con el resto de la familia, teniendo en cuenta la justicia comparativa, en el aspecto económico, de preparación para el futuro, consumo de energías familiares, etc.

Los hijos cada vez disponen de menos tiempo libre privado, que no esté previamente programado por sus padres o profesores. Incluso están asediados por la publicidad de los medios técnicos modernos, los cuales les animan a llenar ese poco tiempo libre que les queda, para que se lo dediquen a las pantallas digitales o a consumirlo, en los espectáculos programados para alienarlos.

Hay que inculcar a los padres y a los hijos, una mentalidad más abierta hacia lo lúdico,lo artístico, la belleza, la felicidad, la hermandad, la generosidad, la solidaridad, etc., pues no todo el tiempo libre de los hijos, tiene que tener una concepción de algo útil, práctico y económica e inmediatamente aprovechable, desde el punto de vista de los padres. Debe intentar hacerse sin muchas regulaciones y ordenes, para evitar la pérdida de la independencia, de la espontaneidad, de la originalidad y de la autonomía de decisiones en ese tiempo libre.

Suele ser muy difícil para los padres, coordinar los desplazamientos hacia las diversas actividades que tienen cada uno de los hijos, y acoplarlos a sus propias obligaciones laborales y familiares, así como asumir los costos de esas actividades o el lucro cesante, que conllevan. Si no existe una buena organización familiar, les será imposible coordinar todos los horarios, medios y costos, para llevar a buen fin las actividades, en el tiempo libre de los hijos.

Antes de decidir sobre la conveniencia de llevar a la práctica las actividades, durante el tiempo libre de los hijos, los padres tienen que examinarse, para ver si tiene la capacidad económica, mental, laboral y social, para poder realizarlas, y así evitar las frustraciones de los hijos en el caso de que posteriormente, no pudieran continuar o que se den cuenta de la mala gana, que esas actividades originan a sus padres y familiares. También deben conocer si tienen bien desarrolladas, las virtudes y valores humanos de la disciplina, el ahorro, el orden, el método, la atención a los detalles, la administración financiera, etc. muy especialmente en sus propios horarios y actividades, para conciliar y organizar, las idas y venidas hacia los sitios, donde sus hijos realizarán las actividades, cómo pagar todos los gastos e interesarse por el cumplimiento de los objetivos propuestos, con independencia de los mejores o menos buenos resultados, que los hijos obtengan de la utilización de su tiempo libre.

Las tres D’s de los objetivos del tiempo libre de los hijos: Desarrollo, descanso y diversión. 

Desarrollo de la persona en su parte intelectual, religiosa, física y social.

Descanso para liberar de la fatiga, tensión y desgaste mental, físico y nervioso, de las actividades cotidianas

Diversión para despejarse del aburrimiento y romper la rutina cotidiana, tan llena de normas y privaciones.

Principales conceptos que los padres tienen que tener en cuenta, para elegir las actividades durante el tiempo libre de los hijos: Ejercer las virtudes y valores humanos de la disciplina, el orden, el sacrificio económico, de tiempo y de dinero, forzando a la inteligencia para saber escoger las mejores y más asequibles actividades, o para negociar con ellos las menos malas. Si fuera necesario saber renunciar a las comodidades, en función de la buena disposición al sacrificio, por el bien estar de los hijos. Los padres deben intentarlo con mucho respeto, esperando que éste sea mutuo y que lo entiendan como un servicio, una guía, un apoyo y una inversión hacia ellos.

Los padres deben organizar el tiempo libre de los hijos, a ser posible teniendo en cuenta las preferencias, inclinaciones y gustos de ellos. Cuando los hijos son pequeños, es mucho mas fácil convencerles, persuadirles o incluso ordenarles, lo que tienen que hacer y no hacer, pero a medida que van creciendo, empiezan a tener ideas propias, de lo que quieren hacer en sus tiempos extraescolares, los cuales muchas veces, no coinciden con lo que los padres consideran que es mejor para los hijos, por lo que tendrán que negociar cada nueva actividad, explicándoles con claridad e inteligencia las ventajas, inconvenientes y posibilidades de realizarlas o no.

El tiempo libre de los hijos, puede y debe actuar, como compensación y equilibrio frente a las presiones, insuficiencias, fracasos y debilidades, a que están sometidos en la vida ordinaria. Está función compensadora, ha de buscarse de un modo positivo, haciendo que los hijos se sientan felices, a poder ser practicando, aquello que realmente les gusta. Situaciones que posibiliten la autodeterminación y el auto desarrollo de los hijos, para que las cosas tengan sentido y se eduquen, en un mundo de valores y de libertad.

Los padres algunas veces están tan ocupados, intentando dar a sus hijos lo que no tienen, aunque estos no lo necesiten, que no les queda tiempo para darles lo que tienen y que verdaderamente, es lo que necesitan. El mejor regalo que pueden recibir los hijos, es tiempo de calidad, aunque no puedan recibirlo en cantidad.

La educación integral no es únicamente, el conjunto de conocimientos recibidos en las escuelas o colegios, para que se desenvuelvan mejor académica y profesionalmente, en el presente y en el futuro. También es el bagaje del conocimiento y la práctica de las virtudes y valores humanos, que les hacen más agradables, que les servirán como los cheques de viajeros, para andar por la vida.

Trabajar para vivir y no vivir para trabajar. 

Los padres tienen que crear una cultura de la educación, para la mejor utilización y aprovechamiento positivo, del tiempo libre de los hijos. También tienen que medir muy claramente, la posible disminución del tiempo libre de los hijos, en función de las distancias y tiempos de espera, que les lleva cada una de las actividades extraescolares. A veces, el tiempo del transporte y espera, para coordinar la ida o la vuelta con otros hermanos o compañeros, supone más tiempo que el empleado en las actividades extraescolares, agravado este tiempo con el cansancio propio, de las ocupaciones normales diarias y el descontrol o aplazamiento de las comidas, hasta que vuelven a las casas. En determinadas ocasiones, los padres tiene que pedir favores a otras personas, para lleven o recojan a los hijos de las diferentes actividades a las que asisten. Lo que origina que no siempre tienen disponibles, a las personas adecuadas para hacerlo y tienen que recurrir obligatoriamente y como ultima instancia, a personas no adecuadas por sus continuos malos ejemplos.

Por: Francisco | Fuente: www.micumbre.com 

domingo, 28 de junio de 2015

Y tu espejo ¿qué refleja?

Quizás valga la pena entregar el espejo que tienes y cambiarlo por uno ...diferente. 

Un día llegó un grupo de escaladores procedentes de alguna ciudad. Ciertamente fue un evento de lo más insólito. No estuvieron allí más de tres horas.
Mientras los montañeros reposaban un poco, una de las muchachas sacó de la mochila un espejito de mano. En unos instantes se vio rodeada de un ejército de niñas pequeñas que la miraban en silencio abriendo y cerrando los ojos con la solemnidad que da el asombro. Nunca habían visto un espejo.

- ¿Qué es eso que tienes en la mano? -le preguntó la más pequeña señalando el espejo con su dedo regordete.

- ¿Esto?... ¡Un espejo! -dijo la muchacha- ¿Nunca has visto uno?

El grupo de niñas negó al unísono moviendo la cabeza y sin separar la vista de aquel objeto maravilloso. Verlas era un espectáculo encantador e incluso la escaladora, acostumbrada a grupos de admiradores, quedó prendida de su sencillez.

- ¡Qué cosas! -dijo- Tú nunca has visto uno y yo no podría vivir sin él... toma, te lo regalo.

Y entregó el espejito a la más pequeña. La niña clavó los ojos en su mano, asombrada, después sonrió y mirando intensamente a la chica le dio un sonoro beso en la mejilla.

Pero después de unos momentos la niña volvió y entregó el espejo.

-¿Qué pasó? -dijo la escaladora- ¿No lo quieres?

-No, es que... ¡en éste sólo aparece mi cara! -respondió la niña- Verse a sí misma todo el tiempo es bien aburrido... ¿no tienes otro donde aparezcan mi papá, mi mamá y mis amigos?

¿Y tú? ¿Qué tipo de espejo te haría feliz?

Quizás valga la pena entregar el espejo que tienes y cambiarlo por uno como el de la pequeña...

Por: Miguel Segura 

sábado, 27 de junio de 2015

María cumple la misión que Dios le da

Pedirle a María que nos de la fuerza para saber responder a Dios cada día. 

Toda vida humana es una llamada no solamente a la existencia, sino que encierra en sí misma una misión determinada, aunque a veces escondida para nosotros. María es el ejemplo más noble de una creatura que recibe una misión de Dios y la lleva a término de modo acabado y perfecto.

Al nacer se nos da una misión. Nuestra vida comienza más auténticamente cuando recibimos la gracia del bautismo. ¿De qué nos hubiera valido nacer -dice S. Agustín- si no hubiéramos sido redimidos? Con el nacimiento de María quedó marcado, de modo singular, en la historia el plan de Dios, el misterio escondido desde todos los siglos. Ella, como todos nosotros, fue elegida antes de la creación del mundo para ser santa en el amor. Pero María tiene una misión muy particular y única: La de hacer posible la presencia del Verbo entre nosotros. Gracias a que María aceptó la misión de ser Madre del Salvador, pudo realizarse la redención del género humano.

Dios elige nuestra misión. No somos nosotros los que hemos decidido vivir, ni tampoco quienes escogimos las circunstancias de nuestro nacimiento. No nos define, por tanto, en primer lugar, la libertad, sino la dependencia de Dios. “El mundo y el hombre -nos dice el Catecismo de la Iglesia católica, n.34- atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin”. Hemos sido elegios en Cristo y “destinados de antemano según el designio de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad” (Ef 1,11). Esta es la elección general. Dios providente nos presenta a cada cual el modo como tenemos que llevar adelante esa elección. En María se manifiesta de una forma muy patente: Dios envió a su ángel, a una ciudad de Nazaret, en el sexto mes, a una doncella llamada María. Dios sabe el cuando de cada una de nuestras vidas y de un modo u otro nos descubre la forma de llevar adelante nuestra vocación: Amarle en esta vida y gozar de El eternamente en el cielo.

Responsabilidad en el cumplimiento de la misión. Este plan de salvación de Dios para cada uno de nosotros exige una respuesta responsable y madura. En ella nos jugamos el destino de nuestras vidas. No es, por tanto, una cuestión de poco más o menos. Es la cuestión fundamental de la vida. “El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad, si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su creador” (Gaudium et Spes, n. 19). María escucha con atención el plan que el Señor le propone en el mensaje del ángel y con plena conciencia, confiando en la palabra de Dios, responde: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices”.

Pedirle a María que nos conceda la fuerza para saber responder a Dios cada día con mayor autenticidad y responsabilidad.


Por: P. Antonio Izquierdo, P. Florian Rodero

viernes, 26 de junio de 2015

Cuando ya lo hemos intentado todo...

Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. 

El problema sigue allí. Buscamos la solución de mil maneras. Hicimos tantos esfuerzos. Afrontamos la situación una y otra vez.

Pero el problema parece vencernos. No dominamos los fenómenos atmosféricos. No podemos impedir los movimientos de la tierra. No tenemos poder absoluto sobre los virus. Sobre todo, estamos casi desarmados ante el gran misterio de la libertad humana, de la malicia de personas sin escrúpulos.

La técnica, es cierto, abre la posibilidad de construir casas más seguras. Mejora el rendimiento de la tierra. Crea pantanos y presas para conservar el agua. Almacena y conserva alimentos. Pero la fragilidad de nuestro cuerpo y la volubilidad de nuestro corazón siguen al acecho.

Lo hemos intentado casi todo, y la familia sigue peleada, y el dinero no llega para pagar las deudas pendientes, y la comida falta para la mesa.

Son momentos en los que el desaliento parece triunfar. Son momentos, sin embargo, para reaccionar y aprender que en el mundo terreno nada es fijo, nada es inmutable, nada es perfecto.

Son momentos para mirar al cielo y reconocer que tenemos un Padre que no nos abandona: porque somos hijos, porque somos débiles, porque estamos enfermos, porque necesitamos mucho consuelo.

Descubrimos, entonces, la necesidad de orar, desde lo más profundo, desde lo más íntimo, desde las necesidades más radicales. Sentimos que más allá de los montes tenemos un auxilio que “viene de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra” (Sal 121,2).

“Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme -cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo” (Benedicto XVI, encíclica “Spe salvi” n. 32).

Cuando creemos haberlo intentado todo... quizá nos ha faltado lo más importante, lo decisivo: ponernos en manos de Dios. Es Padre, y nos dará aquello que nos conviene.

Si lo que pedíamos no corresponde a sus planes (es decir, si no era lo mejor para nosotros), no lo recibiremos. Nos dará, lo sabemos, algo mucho mejor, como enseñaba Charles de Foucauld.

Ha llegado entonces el momento para decirle, desde el corazón, con la confianza de un hijo: “Hágase, oh Padre, tu Voluntad”.


Por: P. Fernando Pascual LC

jueves, 25 de junio de 2015

¿Qué tanto me parezco a ti, Señor?

Porque he sido creado a tu imagen. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo mismo. 

Hoy Señor, no estás oculto tras la puerta del Sagrario, no, estás expuesto en el Altar en una hermosa Custodia. Ahí te ha puesto el sacerdote para que nuestros ojos te vean y te adoremos.

El alma se arrodilla ante ti, ¡Oh, Señor de la Historia, Rey de reyes, Dios de misericordia!

Y llega la pregunta: - “¿Qué tanto conozco yo a este Cristo, a este Jesús, que está oculto en esa Sagrada Hostia? ¿Eres para mí algo lejano, algo distante, eres alguien a quien tengo que tratar de usted? O, ¿eres mi amigo y tengo contigo una relación cordial y amorosa? ¿Eres algo así como mi padre, mi madre, mi hermano, mi mejor amigo? ¿Qué respuesta puedo darte, Señor?

Solo sé que te amo. Porque he sido creada a tu imagen. A imagen de Dios. Y siendo imagen tuya, sé que cuando llegue la hora de presentarme ante Ti, me abrazarás y me pondrás a tu lado. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo misma y empezar a juzgar a los demás como juzgas tú, como amas tu a todo los seres, como haces tú con esta enfermedad, con esta soledad, con esta ancianidad, con esta juventud, con este matrimonio, con estos hijos, con estos nietos, con este trabajo duro y cansado, o con esta falta de él. Y como haces tú con mi miedo, con mi angustia. Y sentir como tú sientes, para perdonar o para pedir perdón.

¿Qué tanto me parezco a ti, Señor?
 

Tú lo hiciste todo por amor. Esa es tu gran enseñanza, esa es tu gran verdad. Pero los actos de amor no son siempre para ratos bonitos, a veces es algo que duele, que cuesta, porque no está en las palabras sino en los actos y a veces esos actos son de sacrificio, de renuncia, de aceptación, de tolerancia, de entrega: eso es amor.

¿Y cómo lograremos todo esto? ORANDO. Orar es tener un trato personal con Dios. No solo rezar cuando hay dificultades. Y tampoco la oración se concreta, como ahora, que estoy en la Capilla y Tú estás expuesto para ser adorado y que brote ante Ti, una oración. No, todo nuestro día puede convertirse en oración, en rezo, si te involucro en todo mi diario vivir, los buenos ratos, los malos, los alegres, los tristes… el día completo, con sus horas y minutos, el descanso de la noche y el amanecer del nuevo día… todo eso es orar.

Unido a esa forma de vivir puedo poco a poco irme pareciendo a Ti, Señor. Tu ayuda y apoyo será mi mayor fuerza para dar testimonio de QUE A TU IMAGEN NOS CREASTE, SEÑOR.

Por: Ma Esther De Ariño 

miércoles, 24 de junio de 2015

Juan Bautista un gran hombre

Juan bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Hoy te invita a que cambies tu.

La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.

Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!

Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.

Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.

Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar.

Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.

"Quien me reconocerá delante a los hombres, también yo lo reconoceré delante a mi Padre que está en los cielos".

La obra de la redención, el triunfo del Reino Amor sobre el de las tinieblas se realiza en medio de la pobreza y de la persecución. Así llevó a cabo su misión el mismo Cristo, así cumplió su misión también Juan el Bautista. A los ojos del mundo parece un derrotado: prisionero, aborrecido por los poderosos según el mundo, decapitado, sepultado.

Y sin embargo, es precisamente ahora, cuando la semilla que cae en tierra y muere, comienza a dar sus frutos. Esta derrota aparente es tan solo la antesala, el preludio de una victoria definitiva: la de la Resurrección. Entonces le veremos y ésa será nuestra gloria y nuestra corona.

Nuestra vida de cristianos, si es una auténtico seguimiento de Cristo, es una peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios". Sí, llegan los ataques, las calumnias, las persecuciones... pero ellos son sólo una señal de que vivimos el amor, animados por el Espíritu Santo.

Pero, si somos de Dios, si Dios nos ama y somos su pueblo... ¿Qué otra cosa importa? Él nos ama y nos quiere ver semejantes a su Hijo, como una hostia blanca dorándose bajo el sol. Sólo nos toca abandonarnos confiadamente entre sus manos, para que así pueda transformarnos en Cristo.


Por: Archidiócesis de Madrid 

martes, 23 de junio de 2015

Vacaciones ¿con o sin Dios?

La vida cristiana, implica vivir según las bienaventuranzas. El verano no puede ser un paréntesis... 

El bañador, las gafas de sol, una novela de intriga, una revista de crucigramas, algo de ropa (no mucha), desodorante, colonia... Todo entra en la maleta, antes de salir, por fin, de vacaciones.

Todo... Bueno, algo tiene que quedarse en casa. Miramos a la estantería y salta, ante nuestros ojos, una Biblia. ¿La llevamos? Una voz nos susurra: "pesa mucho, además, vas de vacaciones, para disfrutar y descansar, que te lo mereces..."

Existe el peligro de vivir el tiempo de verano como si Dios no existiese, como si la fe cristiana fuese sólo para los días ordinarios, para el trabajo, cuando los familiares, conocidos y amigos clavan sus ojos en nosotros y siguen cada uno de nuestros movimientos. Las vacaciones, piensan algunos, se viven para olvidar deberes pesados, responsabilidades difíciles, normas oprimentes. Incluso hay quienes olvidan o quieren olvidar esa lista de mandamientos que Dios nos dio por medio de Moisés y que marcan nuestro camino de fidelidad a Cristo. Buscan hacer "vacaciones de Dios", o, incluso, mandan a Dios "de vacaciones" para poder disfrutar unos días según lo que se les antoje en cada momento.

El cristiano, sin embargo, no puede tomarse vacaciones de sus compromisos espirituales. Pensar en el verano como una especie de tiempo sin ley, donde uno se echa unas cuantas canas al aire y se permite películas, bailes o bebidas que pueden ser peligrosas, es simplemente no entender el tesoro tan estupendo que llevamos entre manos. No es justo arriesgarse a perder, en unos días, la amistad con Dios que llamamos "estado de gracia".

La vida cristiana, no lo olvidemos, es el tesoro más grande que Dios nos ha dado. Implica vivir según las bienaventuranzas, pensar en los demás, ayudar a los pobres, ser fieles a los compromisos familiares y sociales. El verano no puede ser un paréntesis, un momento en el que dejemos volar los instintos a donde nos lleven, incluso tal vez a algún que otro pecado grave.

No pensemos sólo en el campo sexual, donde ya de por sí somos tentados durante casi todo el año. También se puede aplicar al verano la parábola del pobre Lázaro a las puertas del rico (que llamamos, ya por costumbre, Epulón): habrá algún necesitado que nos pida ayuda, y el pensar en los otros vale también cuando uno está en la playa o en la montaña. Igualmente, hay vírgenes necias que, en verano, son sorprendidas por la llegada del esposo, y no tienen aceite en sus alcuzas. La muerte no avisa, y no es de psicóticos estar preparados al encuentro del Señor. Y los dones que Dios nos ha dado (salud, alegría, optimismo, energías físicas y espirituales) no son para ser guardados durante las semanas de descanso: también nos pueden pedir cuenta de lo que hayamos hecho o dejado de hacer con ellos estos días en los que alguno se siente con más ganas de acariciar las sábanas que de dedicarse a ayudar a la familia en las pequeñas cosas de todos los días (también en verano).

Pero ver el verano sólo como un momento de relax lleno de tentaciones es injusto para con nosotros mismos y para con el mismo Dios. Cuando disponemos de más tiempo libre, cuando los momentos de descanso son abundantes, podemos dedicarnos con mayor serenidad a tantas actividades que embellecen el corazón, que nos acercan a Dios. El Papa Juan Pablo II nos lo decía en sus palabras del domingo 6 de julio de 2003, cuando expresaba su deseo de que "sea provechoso el descanso veraniego para crecer espiritualmente".

Ir un rato a una iglesia o al cementerio más cercano para rezar, sin prisas, sin relojes. Pasear los ojos en las plantas con las que Dios nos permite asomarnos a su imaginación inagotable. Escuchar con esperanza los gritos de unos niños que luchan por mantener en pie, frente a las olas, un castillo de arena frágil como la vida de cada hombre y mujer en este planeta de emociones y sorpresas. Seguir con la mirada el vuelo de un murciélago que todas las tardes busca y consigue la comida para su existencia efímera. Mil oportunidades nos permiten reflexionar sobre tantas cosas importantes: nuestra familia, nuestras amistades, nuestros sueños más profundos, quizá aún irrealizados...

Acabamos de preparar la maleta. Quizá no hubo espacio para la Biblia gruesa, pesada, más de adorno que de lectura. Pero pudimos apretar, entre un pijama y unos pantalones de paseo, un pequeño Evangelio o una "Imitación de Cristo". Tendremos pequeños momentos para volver a leer verdades que nos salvan, que nos ponen ante lo único necesario. Cuando cada domingo, en la playa o en la montaña, busquemos una iglesia para ese encuentro deseado con Cristo en la Misa, podremos decirle que este verano, de verdad, no hemos hecho unas vacaciones sin Dios.

A Él lo invitamos, el primero, a vivir unos días de emociones y de descanso, estos días de vacaciones. Un descanso que será eterno y feliz, si acogemos su amor, cuando nos llame, un día cualquiera, en el trabajo o, por sorpresa, en un día de vacaciones vividas, esperamos, entre sus brazos de Padre bueno.


Por: P. Fernando Pascual 

lunes, 22 de junio de 2015

Cuando rezas...¿Dios te escucha?

Llegar a mi oración abierto a lo que Él quiere decirme... y no predispuesto a querer escuchar lo que a mí me interesa. 

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna». 
(San Francisco de Asís)


Me sucedió hace tiempo, en Sevilla (España). Estaba yo sentado en la sala de la casa de una familia a la que acababa de conocer, pero con la que se había creado ya una bonita amistad. Los sevillanos tienen esa gracia que te contagia desde el primer momento: ese comerse las eses al final de cada frase, las ganas de fiesta, la sonrisa siempre a flor de piel, la devoción a María. ¡Personas estupendas!

Pero volvamos a esa sala, en donde tomábamos el café después de una comida. En un momento dado, uno de los adolescentes me lanzó un reto, así a bocajarro, de la manera típica de los jóvenes de su edad: A que no es capaz de demostrarnos ahora que, cuando reza, Dios le escucha. Sonreí. Pero, ¿cómo me va a decir a mí que Dios no me escucha, si llevo más de 20 años rezando todos los días? Y cuando iba a empezar la respuesta... no pude responder. Me quedé helado. ¿Dios me escucha? ¿De verdad está al otro lado?

No fue una crisis de fe, pero sí una búsqueda de replantearme lo que ya creía. Y empecé a limar, a ahondar en mi interior: ¿por qué oro, cuáles son mis motivos, qué llena mi corazón en cada oración?

Y fue cuando me topé con esta bellísima oración de San Francisco de Asís; o por lo menos, se le atribuye a él. Concretamente, en el canto de una misa ahí en Sevilla. Escuchar cada palabra me abrió un horizonte nuevo en mi oración y me ayudó a responderle a ese adolescente: la respuesta al "demuéstrame que Dios me responde" está en la vivencia de tu propia vida. Me explico.

Vi hace poco un video en el que un grupo de jóvenes se reunió una noche para una fiesta. En un momento dado, alguien sacó una pintura fosforescente y roció a todos con ella. El resultado fue increíble: apagaron las luces y todo eran colores que iluminaban el ámbito en donde estaban.

Algo así debe suceder con nuestra oración. En cada momento de diálogo con Dios, nos sumergimos en Él y debemos llenarnos de Él. De este contacto nuestro actuar debe salir brillante, de tal manera que ilumine el mundo de oscuridad y pecado que nos rodea. Debemos ser, así, instrumentos de Dios: de paz, de amor, de unión, de perdón, de fe.

Eso sí, para eso, debo llegar a mi oración con gran pureza de intención, abierto a que Dios me diga aquello que Él quiere decirme... y no predispuesto a querer escuchar sólo lo que a mí me interesa. Porque, como bien decía San Francisco, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.

A que no es capaz de demostrarnos ahora que cuando reza Dios le escucha. Sí, soy capaz de hacerlo. Porque puedo ver el resultado en aquellos que me rodean y en mi propia vida. No siempre lo logro, pero por lo menos lo intento. Después de todo, y como decía otro santo, «haz lo que puedas, Dios no te pide más» (San Agustín). Y será en este intentar ser mejor cada día, en este zambullirme en Dios en cada oración, que puedo alumbrar más el mundo que me rodea. Tal y como, aún hoy, lo sigue haciendo ese enamorado de Dios llamado Francisco de Asís.

Por: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C. | Fuente: la-oracion.com

domingo, 21 de junio de 2015

El Don de la Paz en la Misa

Carta circular de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
Se pide a los fieles profundizar en el sentido espiritual del saludo de paz y no exagerar el gesto al crear confusión justo antes de la Comunión

Por: Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos | Fuente: Santa Sede /SIC /ewtn/ es.gaudiumpress.org


La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos expidió, en agosto de 2014, una carta circular sobre el rito de la paz en la Eucaristía en la cual anuncia que no se realizarán cambios a las disposiciones actuales pero pide un mayor respeto de las normas para mantener la dignidad de la celebración eucarística. El saludo de la paz es "una característica del rito romano" y por este motivo se mantiene en su forma y su ubicación en la liturgia, al tiempo que se pide a los fieles profundizar en el sentido espiritual del mismo y no exagerar el gesto al crear confusión "justo antes de la Comunión", recordó el anuncio.
Una mejor comprensión del signo
Si bien se mantienen las disposiciones actuales, la carta circular realizó recomendaciones para "expresar mejor el contenido del signo de la paz y para moderar los excesos que generan confusión en la asamblea litúrgica momentos antes de la Comunión".
1. Entender la profundidad del signo y realizar una catequesis en este sentido, para que se promueva el concepto cristiano de la paz, el cual "llega a su significado más profundo con la oración y el contexto mismo de la Eucaristía".
2. El rito es opcional y puede omitirse en ocasiones en las cuales tal intercambio no se produzca de una manera adecuada.
3. La indicación es fomentar el respeto por el modo correcto de llevar a cabo el saludo, evitando el desplazamiento de los fieles o que el sacerdote abandone el altar y evitando el llamado "canto de la paz" que no hace parte de la liturgia y ha sido añadido de forma espontánea en algunos lugares, incluso en sustitución del Agnus Dei (Cordero de Dios) que sí está prescrito.
4. También se aconsejó no cambiar el sentido del saludo en funerales o matrimonios, ya que no ese es el momento de expresar condolencias a la familia o felicitar a los cónyuges.
5. Finalmente, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos recordó que el rito de la paz es una invitación al testimonio de los creyentes en todas las dimensiones de su vida: "Los católicos enfrentan hoy el grave compromiso de construir un mundo más justo y pacífico", afirmó el documento. Esto "implica un entendimiento más profundo del significado cristiano de la paz y su expresión en la celebración litúrgica".

Carta circular
de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
acerca del significado correcto del rito de la paz   


1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.

2. En la tradición litúrgica romana el signo de la paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)- presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el altar [3]. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio celebrado. El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Pater noster -al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.

3. En la Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis el Papa Benedicto XVI había confiado a esta Congregación la tarea de considerar la problemática referente al signo de la paz [6], con el fin de salvaguardar el valor sagrado de la celebración eucarística y el sentido del misterio en el momento de la Comunión sacramental: «La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. [...] Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos» [7].

4. El Papa Benedicto XVI, además de destacar el verdadero sentido del rito y del signo de la paz, ponía en evidencia su gran valor como aportación de los cristianos, para colmar, mediante su oración y testimonio, las angustias más profundas e inquietantes de la humanidad contemporánea. Por esta razón, renovaba su invitación a cuidar este rito y a llevar a cabo este signo litúrgico con sentido religioso y sobriedad.

5. El Dicasterio, en base a las disposiciones del Papa Benedicto XVI, se dirigió a las Conferencias de los Obispos en mayo de 2008 pidiendo su parecer sobre si mantener el signo de la paz antes de la Comunión, donde se encuentra ahora, o si cambiarlo a otro momento, con el fin de mejorar la comprensión y el desarrollo de tal gesto. Tras una profunda reflexión, se ha visto conveniente conservar en la liturgia romana el rito de la paz en su puesto tradicional y no introducir cambios estructurales en el Misal Romano. Se ofrecen a continuación algunas disposiciones prácticas para expresar mejor el contenido del signo de la paz y para moderar los excesos, que suscitan confusión en la asamblea litúrgica justo antes de la Comunión.

6. El tema tratado es importante. Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:

a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por circunstancias concretas, o se retiene pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice: “Deinde, pro opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].

b) En base a las presentes reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más apropiados.

c) De todos modos, será necesario que en el momento de darse la paz se eviten algunos abusos tales como:

- La introducción de un “canto para la paz”, inexistente en el Rito romano [9].
- Los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz.
- El que el sacerdote abandone el altar para dar la paz a algunos fieles.
- Que en algunas circunstancias, como la solemnidad de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio, las sagradas Órdenes, las Profesiones religiosas o las Exequias, el darse la paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los presentes [10].

d) Se invita igualmente a todas las Conferencias de los Obispos a preparar catequesis litúrgicas sobre el significado del rito de la paz en la liturgia romana y sobre se correcto desarrollo en la celebración de la Santa Misa. A éste propósito, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos acompaña la presente carta circular con algunas pistas orientativas.

7. La íntima relación entre lex orandi y lex credendi debe obviamente extenderse a la lex vivendi. Conseguir hoy un compromiso serio de los católicos de cara a la construcción de un mundo más justo y pacífico implica una comprensión más profunda del significado cristiano de la paz y de su expresión en la celebración litúrgica. Se invita, pues, con insistencia a dar pasos eficaces en tal materia ya que de ello depende la calidad de nuestra participación eucarística y el que nos veamos incluidos entre los que meren la gracia prometida en las bienaventuranzas a los trabajan y construyen la paz [11].

8. Al finalizar estas consideraciones, se exhorta a los Obispos y, bajo su guía, a los sacerdotes a considerar y profundizar el significado espiritual del rito de la paz, tanto en la celebración de la Santa Misa como en la propia formación litúrgica y espiritual o en la oportuna catequesis a los fieles. Cristo en nuestra paz [12], la paz divina, anunciada por los profetas y por los ángeles, y que Él ha traído al mundo con su misterio pascual. Esta paz del Señor Resucitado es invocada, anunciada y difundida en la celebración, también a trabes de un gesto humano elevado al ámbito sagrado.

El Santo Padre Francisco, el 7 de junio de 2014, ha aprobado y confirmado cuanto se contiene en esta Carta circular, preparado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y ha dispuesto su publicación.

En la sede la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 8 de junio de 2014, en la solemnidad de Pentecostés.

ANTONIO Card. CAÑIZARES LLOVERA
Prefecto

ARTHUR ROCHE
Arzobispo Secretario