Perdón, alabanza y bendición para
resisitir a la envidia
Vengan a mí todos los que están
afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y
aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán
alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.
Mateo 11,28-30
Ciertamente
el Señor quiere que reposemos y descansemos en Él. Espera que pongamos en Él
toda nuestra confianza y así Él podrá tomarnos en sus brazos. Podemos confiar
al poder de Dios todo lo que nos preocupa, todo lo que no queremos que sea
dañado por los envidiosos, nuestros planes, la salud, la familia, el trabajo.
La envidia supone mirar mal el bien del otro.
Nosotros queremos que en medio de esas
acciones tremendas con las que el mal espíritu obra, le pedimos a Dios que
ejerza el poder y nos sostenga. Cuando hemos sido humillados a causa de estas
situaciones, el mejor refugio es la amistad de Dios, esa que nos ofrece Él. El
quedarnos postrados delante de Él, saliendo de la lamentación. Él siempre nos
levanta para que sigamos caminando en el amor, el servicio y el don maravilloso
de la paz que nos regala para comunicarla a otros. “No te alegres de mi suerte,
enemiga mía, porque si he caído, me levantaré; si habito en las tinieblas, el
Señor es mi luz” Miqueas 7,8
A partir
de esa actitud fuerte que nace de la confianza, siguiendo el evangelio de hoy,
podemos superar todas las dificultades. Con la gracia que nos da el Señor de
fortaleza y de poder estar en su presencia por encima de todo. Que Él nos
regale gracia de confianza y de descanso en su presencia.
También sentimos
cuánto se hace inestable el camino cuando la división que se da entre los
nuestros, nos genera sobretodo en torno a la envidia que es mirar mal el bien
que el otro posee, dejando de estar en comunión con él. A partir de esa mala
mirada surgen las contiendas, las divisiones, las acusaciones desmedidas bajo
la forma de difamación y calumnia. Por eso es tan importante pedirle al Señor
que nos proteja la envidia. El peor daño que pueden hacernos los
envidiosos es llenarnos de miedo y de rencor. Si no tuvieramos miedo y no
estuviéramos pendientes de ellos nos sentiríamos fuertes y podríamos
defendernos de esas circunstancias sin sufrir tanto. El temor que nos despierta
nos debilita y perturba, hasta incluso llegar a enfermarnos. Cuando hay
perturbación se desdibuja el camino y se desdibuja el ánimo.
Es bueno saber que en las tormentas de
la vida aparecen nuestros amigos los santos que se hacen fuertes con nosotros
para protegernos.
Cuando estamos muy pendientes de nuestra
imagen y de lo que digan los demás nos llenamos de angustia por cualquier
crítica y podemos caer en la soberbia. Necesitamos liberarnos de eso y
animarnos a avanzar en la tormenta con las armas de la oración, del servicio,
de la caridad, de la paciencia, del perdón, de la reconciliación… todo con lo
que el Señor nos quiere que avancemos y quitemos de medio las insidias del mal.
Perdón, alabanza y bendición para resisitir a la envidia
En medio del gran crecimiento de nuestra
obra también comienzan a sacudirse las fuerzas del mal. Es necesario para poder
estar en Dios y descansar en Él, liberarnos de lo que nos quita la confianza.
¿Cómo defendernos de la envidia para que la confianza no sea dañada?. 3 pasos
dice Victor Manuel Fernández: perdón, alabanza y bendecir
Perdón
Lo
primero es perdonar, porque si alimentamos el rencor y deseamos el mal a los
envidiosos complica las cosas y se produce un espiral de violencia y la Palabra
de Dios nos pide que no alimentemos ese veneno. En lo posible y en lo que
dependa de nosotros vivamos en paz con todos, “no se hagan justicia por su
propia cuenta”. Si tratamos de comprender la debilidad del otro, si le pedimos
cada día al Señor la gracia de perdonarlo, y le entregamos al Señor nuestro
dolor, el perdón terminará por desatar los nudos de la convivencia.
Es importante, a la hora de perdonar a
alguien, saber cuántas veces me ha perdonado Dios por tantos a los que hice
daño y que también eran hijos suyos. También puedo recordar las faltas de
perdón que producen en mí mucha angustia, porque me pueden enfermar. Descansar
y reposar en Dios solo es posible cuando sacamos estos sentimientos por gracia
de Dios. Es importante intentar comprender que el que me envidia vive cosas muy
dolorosas y por eso hace de mí un chivo expiatorio. Le pedimos a Dios que nos
de la posibilidad de ir un poco más alto, de perdón y de grandeza de alma.
Alabanza
La alabanza es una oración maravillosa,
que levanta el corazón hacia Dios y lo saca de la angustia interior, de las
tristezas, de las amenazas y los temores. Puedo alabar a Dios en medio de las
peores tormentas. 146 “Alaba alma mía al Señor… ” Pero
también puedo hacer una alabanza, por algo bello que Dios haya hecho en esa
persona que nos está haciendo daño. Es un intentar encontrarle un costado bueno
al que me busca mi costado malo. Es un salir de la tormenta y volar por encima,
desde la oración y la alabanza.
La
alabanza produce en el corazón un gran efecto de liberación. Nos ayuda a
debilitar nuestra angustia y temor, nos hace fuertes para que los demás no
puedan debilitarnos con su actitud de malicia. Cuando alabamos a Dios estamos
más protegidos que nunca de los celos y las envidias. La alabanza tiene un
poder misterioso para desarmar a los malvados e impedir que cumplan con sus
deseos. Por eso vale la pena alabar a Dios, hasta que se despierte el gozo de
la alabanza en lo más hondo del corazón.
Benedición
Benedecir a una persona que nos trata
mal, nos envidia o nos hace daño, deseearle el bien, pedirle al Señor que la
bendiga, y si el Señor la bendice esa persona ya no necesitará más envidiarnos.
Cuando odiamos alimentamos el fuego de la violencia y terminamos cada día más
dañados. Cuando bendecimos a alguien estamos deseando que resuelva la
dificultad de su corazón, que se curen sus tristezas…. si el Señor bendice a
esa persona y le regala la alegría interior, la santidad, el verdadero amor,
entonces se despertarán todas las gracias que el Señor tenía dispuesto y por
acción del mal, el Envidioso llenó de envidia.
El gran
testimonio del cristiano es el martirio, amar a los que no nos aman, bendecir a
lo que nos maldicen, amar a todos como el Padre bueno que hace salir al sol
sobre justos e injustos. Somos hijos del Padre y eso supone la invitación y el
llamado a ser como Él. A veces no nos damos cuenta que estas situaciones de
envidia giran en nuestro interior, y en otras oportunidades es manifiesta.
Nosotros permanezcamos tranquilos en Dios alabando, perdonando y bendiciendo.
* Material elaborado en torno a la
publicación de Mons. Victor Manuel Fernández “Para liberarte de los miedos”
Por: Padre Javier Soteras |
Fuente: http://radiomaria.org.ar
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