El cristiano sabe de dónde viene y a
dónde va... Cristo se ha convertido en el Camino.
Una comparación sugestiva muestra las diferencias entre el nómada y el
peregrino.
El nómada gira y gira, sin metas fijas. Se adapta, como mejor puede, a los
lugares, al clima, a las circunstancias. No fija morada en ningún lugar. Llega
a un punto para luego reemprender la marcha.
El peregrino también se mueve, camina, incluso a veces con giros y más
giros. Pero tiene ante sus ojos una meta, un lugar en donde espera
establecerse. Sueña con una patria, en la medida de lo posible, “definitiva”.
¿Cómo vivo, como nómada o como peregrino? ¿Voy de ocupación en ocupación
sin una meta fija, o escojo y decido según un objetivo que dé sentido a todos
los esfuerzos?
El cristiano no vive como un nómada, girando sin metas, en caminos que se
convierten en un fin en sí mismos. El cristiano sabe de dónde viene y a dónde
va.
Por eso es como el peregrino. Cada día
avanza hacia una nueva tierra, hacia un nuevo cielo, hacia la Jerusalén celeste
(cf. Ap 21). Tiene clara su esperanza, porque ha recibido un
Amor indestructible.
Para el bautizado, Cristo se ha
convertido en el Camino. Su peregrinación tiene sentido, porque le lleva a la
Patria verdadera (cf. Hb 11,14-16), al lugar donde nos espera
Dios Padre con el Hijo en el Espíritu..
Por: P. Fernando Pascual LC.
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