Madre de todos los
vicios
Tendencia a la ociosidad o por lo menos
a la negligencia y entorpecimiento en la acción
Considero que soy perezoso en el cumplimiento de mis obligaciones, no
obstante que me gradué de la universidad con muy buenas notas; no me he
titulado y de esto hace ya más de un año y no he buscado trabajo todavía, aunque
por mi posición económica no lo requiero de inmediato y no hay nadie que
dependa de mí. Pero estoy perdiendo el tiempo. Me he tratado de enmendar y
estoy avanzando en mi tesis, pero a ritmo muy lento y de una forma no muy
diligente aunque me empeño en romper este vicio. Pero como no lo he vencido, me
mantiene muy intranquilo. No se habla mucho sobre la pereza; ¿qué tipo de
pecado es: mortal o venial? ¿cómo medir su gravedad? ¿cómo tener un criterio
cierto y no laxo, ni escrupuloso, para juzgarme?
La pereza es la tendencia a la ociosidad o por lo menos a la negligencia y al
entorpecimiento en la acción. Se llama acedia cuando se refiere a la pereza
respecto del procurar la amistad con Dios y los bienes espirituales, a causa de
los esfuerzos exigidos para su conservación. En este caso se aproxima a la
tibieza espiritual.
La gravedad se mide, por lo general, por la importancia de las obligaciones que
ella hace descuidar. Puede, por tanto, ser leve o grave, según las omisiones o
negligencias que suscite.
La acedia llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el
bien divino. Se opone a la caridad porque hace que el hombre no encuentre
placer en Dios y considere las cosas que se refieren a Dios como cosa triste,
sombría y melancólica.
Cuando se trata de una simple tentación o estado involuntario de abatimiento y
desgano no es pecado. Pero cuando se trata de una positiva y voluntaria
resistencia a las cosas divinas constituye un pecado grave contra la caridad
para con Dios.
En cuanto a los pecados que este vicio engendra, los autores espirituales lo
consideran madre de todos los vicios.
Los remedios que deben prescribirse para vencerla serán:
1º Convencerse de la necesidad de producir fruto, de la gravedad de las
omisiones que pueden resultar de la pereza; del peligro del hábito de pereza;
de la gravedad que implica al ponernos en ocasión de todos los pecados.
2º Contemplar el ejemplo y las enseñanzas de Cristo y los santos.
3º Trabajar la voluntad y el carácter, habituándose a superarse en pequeños
esfuerzos, hasta adquirir la firmeza y constancia en el obrar.
Por: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E. | Fuente: El Teólogo Responde
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