¡Virgen María! el bien que encierras en tu Corazón
Inmaculado es mucho mayor que el mal del enemigo.
Nos gusta mucho mirar los males que padece nuestro
mundo, la sociedad que nos rodea. Y no es porque seamos pesimistas, o porque
tengamos manías autodestructivas o masoquistas, como se dice, ¡no!... Si
miramos nosotros el mal, es porque queremos oponerle el bien.
Tenemos el optimismo debido, sabiendo que los males se pueden remediar cuando
nosotros les aplicamos los medios oportunos. Es lo que hacemos en nuestros
mensajes siempre que sacamos a relucir algunos males: es porque sabemos que
aplicamos a la enfermedad la medicina apropiada.
Hoy, por ejemplo, me gustaría tender de nuevo una mirada al mundo nuestro. El
que ha perdido el sentido del pecado, el de las guerras, el de la droga, el del
sexo desbordado, el del tráfico de la mujer y de los menores para la
prostitución, el del materialismo, el de la rebeldía juvenil, el del
infanticidio con el aborto despiadado, el del paganismo galopante... ¿De veras
que no tiene remedio tanto mal?...
Digo esto, porque se me ocurre una anécdota muy interesante:
A mitades del siglo diecinueve, el Papa Pío IX estaba muy preocupado por los
males que aquejaban al mundo. Le obsesionaba, sobre todo, el avance del
Racionalismo que amenazaba gravemente el por-venir de la Iglesia. El Papa
meditaba, exponía sus temores, consultaba. Y un Cardenal, famoso en la Roma de
entonces por el montón de lenguas que hablaba, le decía repetidamente al Papa:
- Santidad, defina el dogma de la Inmaculada Concepción.
El insigne Cardenal sabía lo que se decía. Venía a decirle al Papa:
- Proponga al mundo, Santo Padre, un ideal muy alto de santidad, de belleza y
de pureza.
El Papa le hizo caso y definió el dogma de la Inmaculada.
El Cielo, con las apariciones de Lourdes cuatro años después, vino a ratificar
el gesto del Vicario de Jesucristo.
El Racionalismo encontró una roca de contención en su avance. Y la piedad
cristiana se acrecentó enormemente con la devoción a la Virgen Inmaculada.
Ahora nos podemos preguntar nosotros. - ¿Nos encontramos hoy mejor o peor que
en los tiempos del Papa Pío IX? ¿Tenemos o no tenemos derecho a estar
preocupados? ¿Nos importa o no nos importa que muchos deserten de su fe; que se
acomoden a un mundo cada vez más secularizado; que acepten prácticas totalmente
paganas; que se rebelen contra la Iglesia y su Autoridad; en una palabra, que
se vayan alejando cada vez más de Dios?...
Nos preocupa esto, y mucho, a los que nos llamamos cristianos y católicos,
porque sabemos el riesgo que muchas almas corren de perderse.
Pero, al mismo tiempo, ¿no sabremos oponernos eficazmente para detener el mal y
promover el bien?... ¿No podremos hoy volver también los ojos a la Inmaculada
Virgen María?...
Si vivimos nosotros el amor, la invocación, la imitación de la Virgen, y si lo
hacemos vivir a los demás, promoviendo su devoción, ¿no pondríamos el remedio
de los remedios a muchos de los males que nos rodean?
La salvación nos vendrá siempre de Dios por Jesucristo. Pero, es que Jesucristo
y Dios han tenido la elegancia con su Madre de confiarle a Ella los problemas
más grandes de la Iglesia.
Además, nos la han propuesto como el modelo y el ejemplar de lo que Dios quiere
de nosotros. ¿Qué ocurriría entonces, si amamos a la Virgen y la hacemos
amar?...
¿Mirar a la Inmaculada, triunfadora del demonio en el primer instante de su
Concepción, y dejarle al Maligno que avance por el mundo, destruyendo el Reino
de Dios?... Imposible.
¿Mirar a María, ideal de pureza sin mancha alguna, y seguir sus hijos como
víctimas vencidas de la impureza?... Imposible.
¿Mirar a María, la Mujer elevada a la máxima altura de Dios, honor y orgullo de
la Humanidad, y no respetar, defender, promover y amar a la mujer como lo
hacemos con María?... Imposible.
¿Mirar a María e invocarla, para que ayude hoy a la Iglesia, como la ayudó en
los momentos difíciles de otros tiempos, y que Ella nos abandone a nuestra
pobre suerte?... Imposible.
Todas esas cosas son imposibles porque María tiene un Corazón de Madre. Y es
imposible que la Madre permanezca indiferente a los males de sus hijos.
Ciertamente que habremos de contar siempre con la malicia humana, guiada por el
enemigo que desde el paraíso nos persigue a muerte para evitar nuestra
salvación, llevado del odio que le tiene a Dios y la envidia con que nos mira a
los redimidos. Dios previno esta lucha entre el dragón y la Mujer, pero la
victoria definitiva se la asignó a la Mujer y no al dragón. María, Mujer
delicada y Madre tierna, se presenta al mismo tiempo en la Biblia como una
guerrera invencible en las batallas de Dios.
¡Virgen María! El mal del mundo es muy grande. Pero el bien que encierras en tu
Corazón Inmaculado es mucho mayor. La Iglesia, Pueblo y Familia de Dios, te
invoca confiada. ¿Quién va a poder más, el enemigo o Tú?.
. Autor:
Pedro García, misionero claretiano.
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