Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que
ya, una vez más, estemos en Navidad...
Cuatro domingos de Adviento tendrán que
pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad...
El próximo domingo será el primero y el advenimiento que vamos a celebrar es la
conmemoración de la llegada del Hijo de Dios a la Tierra.
Es tiempo de preparación puesto que siempre que esperamos recibir a una persona
importante, nos preparamos.
La Iglesia nos invita a que introduzcamos en nuestro espíritu y en nuestro
cotidiano vivir un nuevo aspecto disciplinario para aumentar el deseo ferviente
de la venida del Mesías y que su llegada purifique e ilumine este mundo,
caótico y deshumanizado, procurando el recogimiento y que sean más abundantes y
profundos los tiempos de oración y el ofrecimiento de sacrificios, aunque sean
cosas pequeñas y simples, preparando así los Caminos del Señor.
Caminos que llevamos en nuestro interior y que tenemos que luchar para que no
se llenen de tinieblas, de ambición, de lujuria, de envidia, de soberbia y de
tantas otras debilidades propias de nuestro corazón humano, sino que sean
caminos de luz, senderos que nos conduzcan a la cima de la montaña, a la
conquista de nuestro propio yo.
Hace unos días celebrábamos el día de Cristo Rey. Cristo es un Rey que no es de
este mundo. El reino que El nos vino a enseñar pertenece a los pobres, a los
pequeños y también a los pecadores arrepentidos, es decir, a los que lo acogen
con corazón humilde y los declara bienaventurados porque de "ellos es el
Reino de los Cielos".... y a lo "pequeños" es a quienes el Padre
se ha dignado revelar las cosas ocultas a los sabios y a los ricos.
Es preciso entrar en ese Reino y para eso hay que hacerse discípulo de Cristo.
A nosotros no toca ser portadores del mensaje que Jesús vino a traer a la
Tierra.
Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros desde su Encarnación.
por "nosotros los hombres y por nuestra salvación hasta su muerte, por
nuestros pecados" (1Co 15,3) y en su Resurrección "para nuestra
justificación (Rm4,1) "estando siempre vivo para interceder en nuestro
favor" (Hb 7,25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros, de una vez
por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en
favor nuestro" (Hb 9,24).
Cuatro domingos faltan para que celebremos su llegada. Días y semanas para
meditar, menos carreras, menos cansancio del bullicio y ajetreo de compras y
compromisos, de banalidades y gastos superfluos... mejor preparar nuestro
corazón y tratar de que los demás lo hagan también para el Gran Día del
Nacimiento en la Tierra de Dios que se hace hombre.
PREPARÉMOSNOS CON ILUSIÓN Y CON FE.
Autor: Ma Esther De Ariño
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