"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 29 de enero de 2014

No quieras matar a Dios

Hay quienes se alejan de Dios por contradicciones de la vida a las que no saben sobreponerse

 ¿Quieren saber ustedes cómo se portan algunos hombres con Dios?... Se lo voy a responder después de narrarles un cuento algo divertido de hace ya muchos siglos..

El cuento nos dice que un guerrero de la antigüedad pagana, adorador del Sol como su dios, se subió a una alta montaña durante la noche callada, sin más testigo que las estrellas. El general había sido vencido en la batalla, pudo escapar de la muerte por las justas, y ahora ascendía a la altura para vengarse de su dios el Sol. Iba vestido de militar y con todas las armas dispuestas para el ataque. A los campesinos de la comarca les había advertido:

Mañana no se levanten ni salgan a trabajar, porque no van a tener luz y va a hacer mucho frío.

Los labradores le preguntaban ansiosos:

¿Por qué? Pues, ¿qué va a ocurrir?

Y el general se lo explicaba claro:

Porque yo le voy a prohibir al Sol que se alce sobre el horizonte. Si lo hace, se va a acordar. Vale más que no lo intente. Mis saetas son poderosas para llegar hasta él y clavarse en su corazón.

Los campesinos, que no habían ido a la escuela, pero que no eran tontos, se apostaron al pie de la montaña para observar. Todos se reían, pero algunos tenían miedo, porque la venganza del general, al sentir un nuevo fracaso --ahora en su lucha con el dios Sol, al que ellos también adoraban-- podría volverse contra el pueblo y, al no haber podido contra su dios, se volvería contra ellos y los mataría a filo de espada. Pasaron todos la noche al raso: el guerrero en la cima; los demás, ocultos a prudente distancia, observando todos los movimientos de aquel loco.

Eran ya las cinco de la mañana y empezaba a verse en la lejanía del Oriente la primera luz. El general, se dispone para la lucha con todos sus arreos militares. Con la mano izquierda sostiene el arco, tiene en la derecha la saeta más larga y más aguda, y la aljaba está llena con buena provisión de flechas. Cuando ya la luz aumentaba demasiado y se adivinaba la presencia del Sol, comienza a gritar con voz imperiosa:

¡Sol, detente! ¡No te presentes más aquí! Como te asomes, te clavo la primera saeta en la frente. Si avanzas, las demás saetas se te van a clavar en el corazón.

Los campesinos, escondidos, seguían riendo y temiendo a la vez.

¡A ver, a ver en qué para todo esto!...

El sol, sin hacer ningún caso al general, empezó a alzar la cabeza. La primera flecha del guerrero subió alta, muy alta, pero el Sol seguía sin hacer ningún caso y continuó ascendiendo cada vez más, mientras el guerrero enloquecido gritaba como un energúmeno:

¡Detente, que, si no, las últimas te las clavo en el corazón!...

Agotadas todas las flechas de la aljaba, y sin que el Sol se hubiera doblegado, el general, despechado, saca el puñal y se lo clava en su propio pecho, ya que no ha podido clavar sus flechas en el de su dios. Pero antes, se despide de todo lanzando el último rugido contra su enemigo el dios Sol.
¡Has vencido! Eres un dios y yo no puedo contra ti. De lo contrario, ahora estarías muerto sin remedio...

Los campesinos, que habían visto y oído todo, se acercaron tranquilos al lugar donde yacía el cadáver. Ya no podía el general vengarse en ellos, los adoradores del Sol. Ni quisieron enterrar al loco aquel, y se decían:

No vale la pena. Como hay en la región muchos cuervos, les regalamos el muerto para que celebren un banquete bien contentos...


Debo decirles a ustedes que, cuando leí este cuento --un poco largo, pero he preferido narrarlo entero-- vi en él retratados a perfección a los que se enfrentan de mil maneras con Dios. Y me pregunté:

¿Qué hacemos los creyentes? ¿Reírnos? ¿Temer su venganza? ¿Despreciarlos?...

Nosotros pensamos que es mejor compadecerlos, y hacer algo por que usen la sensatez para que se salven, antes de que se suiciden y se pierdan sin remedio, ya que el suicidio del alma es mil veces peor que el ejecutado con una pistola...

En el general del cuento, radicaba todo en que no le salieron bien las cosas durante una batalla, y la culpa se la echaba a su dios el Sol. Entre nosotros, hay quienes se alejan de Dios por contradicciones de la vida a las que no saben sobreponerse, y achacan la responsabilidad a Dios. Y si Dios no me ayuda --se dicen--, ¿Dios para qué?...
Es más frecuente el desinterés de Dios, el de aquellos que se dicen:

Si no necesito a Dios, ¿por qué ha de haber encima de mí un Dios que me manda, que me vigila, que me estorba?...

Nosotros, creyentes sinceros por la gracia de Dios, preferimos vivir y morir pendientes de su mano divina, y le decimos:

¡Señor, Tú eres el sol que nos alumbras el camino! Que nunca nos falte tu luz...
¡Señor, Tú nos quieres tanto! Que vivamos siempre pendientes de tu Providencia amorosa...
¡Señor, Tú eres el Padre que nos esperas a tu lado! Que alcancemos la felicidad en que soñamos...
Y a los que no creen en ti y te dejan de lado, a los que te creen enemigo suyo, muéstrales la salvación que les mandaste con tu Hijo Jesús
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.


martes, 28 de enero de 2014

NO SE PUEDE OBLIGAR A NADIE A SER MADRE


Autor: Pablo Cabellos Llorente

        Como todo el mundo sabe, el título de este artículo se debe a la sesera del señor Presidente de Extremadura. Seguramente se rasgaron los cielos al oírla, tal vez tembló la tierra o incluso los filósofos de la Grecia clásica salieron de sus tumbas al grito de ¡"Eureka"! ¡Se descubrió! ¡Por fin! Ha condensado en una frase toda su sabiduría porque la ha repetido el Presidente y su vocera. Pues mire, estoy de acuerdo: no se puede obligar a nadie a ser madre, ni por el método natural de yacer con varón ni por fecundación in vitro,  ese método por el que se fabrica un niño en lugar de engendrarlo. Y de paso -sin pensar en el desecho de los embriones sobrantes-, se hace una tarea de alto nivel..., de euros, claro. En Valencia tenemos una de esas factorías, que ciertos  ingenuos o ignorantes consideran como bandera de esta Comunitat.

        Pero, claro, como usted lo decía en el contexto de la ley del aborto que tramita su partido, se debe referir a la ya embarazada. Pues ahí empieza el disparate primero: ya es madre si está embarazada. Su frase redonda se acabó. O tal vez se refería a que no se obligue a emparejarse  quien no  desee la maternidad. Porque, insisto, la otra ya es madre. Entonces hay que pensar que usted quiere el aborto libre, lo que le transforma en un elemento peor que Bernard Nathanson en sus malos tiempos, porque no sé si usted está informado de que este médico ultra-abortista se convirtió y cantó la Traviata.

        Supongo que usted -a lo que se ve, especialista en la materia- conoce otros métodos más baratos para uso de las que no quieren ser madres. El más elemental es no separar sexo de maternidad. Sí, ya sé que suena a cavernícola, pero la caverna es para la los verdugos; la que no quiera ser madre que se olvide del sexo hasta que pretenda serlo. Luego, aunque yo no lo voy a aconsejar, están los diversos medios anticonceptivos -ya lo de anti suena mal-, que salen más baratos al erario público, son indoloros y menos bestias, que diría Gila.

        Sigue asombrando que, tras la sesuda frase,  ha pedido consenso. ¿De qué? ¿Con quién? ¿No se da cuenta de que lo ha dado ya todo? Tendrá que consensuar con su propio partido, porque al resto ya les ha concedido más de lo que podían soñar en una noche de difuntos. A usted no se le da eso de ser Presidente. Tiene vocación de enterrador. A lo mejor, si se arrepiente, puede ingresar en la orden de los Hermanos Fosores que se dedican a la obra de misericordia de enterrar a los muertos, no a producirlos. Ahora que, gracias a Dios, no existe en España la pena capital, usted quiere otorgarla a las que no quieran ser madres, sin distinción alguna y olvidando -sé que me repito- que ya lo son.

        Un Presidente con esa clase de feminismo casposo (y, mire, que me gusta poco esa palabra) seguramente no ha pensado en las tragedias que se ocultan -no se hacen estadísticas- en las madres que dejaron de serlo violentamente, tal vez engañadas por sujetos sin escrúpulos. Estudie, estudie los inventarios explicativos sobre qué ha sido de las madres que se dejaron voluntariamente a sus hijos en el camino.

   En Extremadura, y bien que me duele, no es muy alto el rendimiento escolar ni están en los primeros puestos de calidad educativa. Usted ¿ha hecho muchas sugerencias a la recién aprobada Ley de Educación de modo que mejore esa calidad y llegue a todos los extremeños? Ese pueblo se lo merece. Lo que no merece es el tipo de gobernantes que está teniendo. Lo digo desde el punto de vista ético, porque preocuparse tan encendidamente del aborto supondría al menos el mismo ardor para plantear y resolver cuestiones  más necesarias.

    Supongo que usted conoce la Ley 6/2013 sobre los mil cuidados que merecen los animales utilizados para la investigación. Allí se lee que desde la ley anterior se ha evolucionado en los métodos y conocimientos científicos sobre los factores que influyen en el bienestar de los animales y su capacidad de sentir y expresar dolor, sufrimiento, angustia y daño duradero. Una directiva de la UE manifiesta la necesidad de preservar el bienestar de los animales sometidos a procedimientos científicos elevando los niveles mínimos de protección de los mismos, de acuerdo con el progreso técnico y científico mas reciente. Están mejor cuidados que el humano concebido.


    Otra "pequeña" cuestión: nadie pregunta al hijo si quiere serlo de la que ya es su madre, se pongan como se pongan ellas y usted, Presidente. ¡Pobre! ¡No tiene voz! Ni se la presta su madre ni el Gobernante de su Comunidad. A propósito de la Comunidad: ¿Este es su problema más grave? Si lo es, ¿por qué apoyó a su partido que llevaba esa reforma en el programa? ¿Cuántos parados hay en Extremadura? Por ética, debería dimitir, Presidente. No se quede ahí para ampliar el espectro de la muerte.

Hablar con Dios es orar

En la búsqueda y la necesidad de encontrar a Dios, la oración es el medio propicio para ello.

El mundo nos empuja. Aturdidos corremos sin parar. Empieza el día y la angustia de las prisas nos consume y cuando termina el día una fatiga especial se incrusta en nuestro ser y ya no damos para más. Pero el hombre tiene algo más que hacer.

Está comprobado que el ser humano tiene tanta necesidad y urgencia de alimento espiritual como corporal.

De ahí la razón imprescindible de buscar algo que no nos haga caminar o correr con los ojos puestos en la tierra, en lo material y encontremos unos momentos( que es muy poco) para dedicárselos a Dios por medio de la oración. Decía Santa Teresita del Niño Jesús en una simple respuesta de lo que es la oración: "La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría".

¿Y por qué los hombres y mujeres ya no rezan?. Los jóvenes porque piensan que es un algo "pasado de moda", los adultos porque, como acabamos de decir, no tenemos tiempo, corremos demasiado y los más viejos porque se les ha enfriado el corazón y, aquejados de malestares propios de su edad, solo se miran a sí mismos y no tienen mas que ese afán.

"Como un acto de amor y adoración hacia aquel del que proviene la maravilla que es la vida. De hecho, la plegaria representa el esfuerzo del hombre para comunicarse con un ser invisible, creador de cuanto existe, suprema sabiduría, fuerza y belleza, Padre y Salvador de cada uno de nosotros."

"Los simples sienten a Dios con tanta naturalidad como el calor del sol o el perfume de una flor. Empero ese Dios, tan abordable para aquel que sabe amar, se oculta a quién no sabe sino comprender."

"El cristianismo puso a Dios al alcance del hombre. Le dio un rostro. Se convirtió en nuestro Padre, nuestro Hermano, nuestro Salvador. Al trasformarse en hábito la plegaria comienza a actuar sobre el carácter. El contacto con Dios impregna paz."

Muchos otros conceptos valiosos encontramos en el escrito de este autor de "El poder de la plegaria".

La oración o plegaria no tiene que ser complicada. Ha de ser sencilla y natural. Ha de brotar del corazón. En la búsqueda y la necesidad de encontrar a Dios, la oración es el medio propicio para ello.

Dios busca al hombre, lo llama y en la plegaria está la respuesta del hombre a Dios. Sea corta o larga, sencilla o elevada, la plegaria debe ser algo parecido a la conversación de un niño con su padre.

También las fórmulas recitadas muchas veces maquinalmente son, de alguna manera, una plegaria.

Si tenemos tiempo para tantas cosas ¿cuál es la razón para no tener tiempo para Dios? Tal vez sea porque en el subconsciente existe un miedo de entablar una relación con El, porque esa relación nos compromete a un cambio en nuestro cómodo estilo de vida.

"Piensa en Dios más a menudo de lo que respiras", decía el filósofo griego Epicteto. Si no tenemos costumbre de orar, empecemos HOY.

Autor: María Esther de Ariño

lunes, 27 de enero de 2014

Aquí traigo la cura para curar cualquier enfermedad!

El hombre no sólo es un cuerpo sano o enfermo. El hombre también es alma, espíritu. 

- ¡Ya llegó! ¡Aquí traigo la cura para curar cualquier enfermedad! Para todo tengo remedio: para ardor de estómago, dolor de rodillas, malestar de cabeza... ¡Vengan por el remedio que han estado esperando!
Gritaba el brujo del Imperio, subido sobre un amplio tronco, poblado de retoños verdes, desde donde la multitud podía verle con facilidad.

Una horda de aldeanos se apiñaba a su alrededor. El vasallo, que paseaba por allí, permaneció observando la escena, por un breve espacio de tiempo.
- ¡Pidan lo que necesiten! ¿Qué enfermedad les achaca? ¡Pidan, pidan!

Una mujer alzó la voz:
- Tengo dos años con un dolor de huesos espantoso. No hay día que no me duelan. Nada me ha podido curar...
- ¡Señora! -exclamó el brujo- Aquí traigo lo que usted necesita. Tome. Hierva estas hojas y tómese dos tazas cada hora. Verá: en tres días, adiós dolores...

La gente permanecía sorprendida. Otra voz sonó:
- Llevo treinta días sin dormir. Cuando trato de cerrar los ojos, un ardor de estómago me hace pasar la noche en vela. Tengo hijos que mantener y en el trabajo no rindo, porque llego muy cansado...
- Pero, caballero... ¡Por qué no acudió conmigo antes! Lo que usted necesita es un masaje diario con este aceite de flor silvestre. Únteselo antes de acostarse y verá que en cinco escasos días dormirá más profundo que una piedra.

Parecía que el brujo tenía cura para todo y para todos, pues cientos de manos se alzaban y, en cuestión de minutos quedaban saciadas. El vasallo sintió deseos de acercarse también, para pedirle a aquel hombrecillo feo y encorvado algún remedio para su dolor de pies.

Y así, de entre la gente aglutinada alrededor del brujo, cuando éste seguía con sus entregas de mercancía, un joven apuesto alzó la mano. Elevando la voz, dijo:
- Si eres capaz de curarlo todo, dame algo para este mal que traigo...

El brujo fijó sus ojos en el joven y los aldeanos guardaron silencio.
- ¿Qué cosa te duele? - preguntó el brujo y el joven contestó:
- El alma.
- ¿El alma? Pero, jovencito, si yo no puedo curar esas cosas...
- Entonces - agregó el joven -, ¿por qué pregonas que eres capaz de curarlo todo cuando no tienes remedio para sanar lo más importante?

Y tan grande fue el enfado de aquel joven, que a punto estuvo de derribar de un puñetazo el cajón y los frascos que el viejo brujo exhibía. Una mano se lo impidió. Una mano suave que se posó sobre su hombro.
- ¿Te duele el alma?
Una chica de mirada pura y apacible posó su mano sobre el joven, que, al verla, respondió ruborizado:
- Sí. Llevo muchos años así y no he podido encontrar quién me cure.

Los aldeanos se quedaron sin habla y sin respirar. El brujo fruncía el ceño, en signo de disconformidad. Aquel chico le había dejado muy mal delante de la gente.

La chica le miró a los ojos.
- ¿Sufres soledad, no es así?
Y como el joven asintiera con la cabeza, ella afirmó:
- Lo que necesitas es orar.
El brujo se burló.
- Y ¿qué es orar? -preguntó el joven.
- Es saber que Alguien te escucha y te comprende. Es dialogar con Alguien a quien le interesas más que cualquier otra cosa. Es sentirte querido.

Y el joven, con el rostro iluminado y una leve sonrisa trazada sobre los labios, exclamaba:
- ¡Eso es justamente lo que anduve buscando durante años: que alguien me hiciese caso y se preocupara por mi!

El joven se alejó pegando brincos sobre su propia sombra, mientras que el brujo, delante de la atenta mirada de la multitud, recogía su tinglado para desaparecer de allí.



El hombre no sólo es un cuerpo sano o enfermo. El hombre también es alma, espíritu. Hay dolores que ni la medicina ni las terapias, ni los exhaustos tratamientos pueden aniquilar. Dolores del alma, que conocemos con el nombre de soledad o tristeza. Orar, orar mucho. No hay cura más fiable que la oración.


domingo, 26 de enero de 2014

El Papa Francisco y la corrupción

Autora: Carolina Crespo Fernández

El Papa Francisco ha destinado unas de sus más duras palabras a los corruptos. Hoy, en los medios de comunicación social, el tema reiterativo es el de la corrupción; instituciones, políticos, personas corruptas que han perdido su razón de ser, servir a la sociedad, para servirse a ellos mismos. Los corruptos nunca se cuestionan a sí mismos, se creen autosuficientes, se sienten orgullosos de sus habilidades y su lema es "tonto el que no roba". El corrupto ha vendido su dignidad a cambio de actitudes tramposas y deshonestas, que consiguen aumentar su autoestima hasta el punto de que se creen poseedores de una "virtud". Eso sí, le tienen miedo a la verdad, a la luz, porque sus almas han adquirido características propias de reptiles que se arrastran. "Las luces del cuerpo son los ojos. Por eso, si ves con claridad, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si te faltan los ojos o si ellos están nublados, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Si, pues, la luz que hay en ti es tiniebla, ¡cuán grandes serán las tinieblas!".

Son muchas las instituciones que atraviesan una "corrupción moral"; esta corrupción es fruto de la corrupción individual, del corazón humano. "Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón". El corazón de los corruptos está esclavizado por la avaricia aunque se sientan libres y autosuficientes. Perciben su condición como natural, de ahí que ni siquiera tengan remordimiento, ya que tienen anestesiada su conciencia.
El corrupto procura mantener siempre la apariencia ("sepulcros blanqueados"), se muestra exquisito en sus modales para esconder sus malas costumbres. Trata siempre de justificarse al compararse con las personas con "unidad de vida", a las que consideran idiotas y anticuadas. Corrupción y desfachatez van siempre de la mano. Es tal la degeneración metafísica del corrupto que construye una falsa identidad que le hace sentirse triunfalista, que no triunfador, "Pecadores, sí; corruptos, no", S.S. Francisco.

Cree, ama y espera

Nuestra relación con Dios, la forma en la que lo amamos, vivimos la fé y depositamos nuestra esperanza en El. 


Una casa se incendió una noche. Los padres y los hijos corrieron afuera. Sin embargo, un niño de cinco años, escapó a sus padres y quedó atrapado en el segundo piso. El padre vio al niño en la ventana rodeado de humo. Le gritó, ¡Salta, yo te recibiré en mis brazos! Pero el niño gritó, Papi, no puedo verte. El padre respondió, No importa, yo sí te puedo ver a ti. ¡Salta!

Dios nos ve, aunque nosotros no lo veamos, pero tenemos que confiar en Él, pues es nuestro Padre. El cristiano ha recibido el don inmenso de poder decir a Dios: Padre nuestro. ¿Qué podrá negar a los hijos que piden, habiéndoles antes otorgado el que fuesen hijos? (San Agustín).

Las virtudes teologales de fe, esperanza y amor, van muy unidas, tanto que casi son la misma cosa pero expresada de diferente manera según el quién y el para qué. La Escritura nos ha desvelado la relación entre la falta de amor e increencia:
El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor (1Jn 4,8). Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1Jn 4,16). Estas palabras expresan con claridad el corazón de la fe cristiana. 

¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? (St 2,14-18). Sólo el amor efectivo en la vida de los creyentes manifestará creíblemente al mundo su fe, dará testimonio efectivo de que conocen a Dios y de que han creído en su amor. La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento sometido a un constante vaivén de dudas. 

Ambas cosas unidas garantizan nuestra Esperanza, una esperanza que no defrauda, porque la esperanza del cielo tanto alcanza cuanto espera como poéticamente canta san Juan de la Cruz. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino" (Benedicto XVI). La fe, por lo tanto, tiene que estar encarnada en el aquí, en nuestra historia. Esta fe nos impulsa a discernir las llamadas de Dios en los signos de los tiempos y a dar testimonio de aquello que creemos y esperamos.

El amor verdadero espera en Dios y en el otro; el que espera encuentra siempre nuevos caminos, nos ayuda a dar el salto en medio de la noche. Dios se revela en la historia como el Dios de la esperanza (Rm 15,13), porque hay muchas señales de esperanza en medio de toda clase de dificultades. Junto con esta experiencia está la del Dios liberador, que se preocupa de los seres humanos y busca liberarlos, suscitando anhelos de salvación liberadora en nuestros pueblos. Cuando en una sociedad muere la esperanza, la vida de las personas no tiene sentido; falta empuje y entusiasmo, todo va perdiendo fuerza y calor. 

No son pocos los que, aun llamándose cristianos, viven extraños a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo (Ef 2,12). Una sociedad desesperanzada carece de metas, es pasiva y vive en busca de la seguridad.

La confianza en Dios y en su fidelidad, la fe en sus promesas son las que garantizan la realidad de este futuro (Hb 11,1) y permiten por lo menos entrever sus maravillas. Las promesas de Dios revelaron poco a poco a su pueblo el esplendor de este porvenir, que no será una realidad de este mundo, sino una patria mejor, es decir, celestial (Hb 11,16): la vida eterna, en la que el hombre será semejante a Dios.

Cristo es nuestra esperanza (1Tm 1,1), el que esperó y vivió la tensión de la esperanza. Desde tal esperanza aprendemos a creer en Dios y descubrir el sentido de las cosas. Toda la fuerza de nuestra esperanza se basa en su vuelta (Hch 1,11). Nuestra esperanza se funda en la resurrección de Jesucristo. Esperar contra toda esperanza nace del resucitado por Dios. 

Él ha sido el primer resucitado de entre los muertos (Col 1,18). La resurrección de Jesús es garantía de la nuestra. Dios que resucitó al Señor, también nos resucitará a nosotros por su fuerza (1Co 6,14). El Dios Amor (1Jn 4,8) es para el cristiano el Dios de la espe¬ranza (Rm 15,13). Dios se ha manifestado a favor nuestro, por lo que hay motivos para tener con¬fianza, una esperanza mejor (Hb 7,19). Cuando esperamos contra toda esperanza somos testigos de lo gratuito. 

Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21,1). La esperanza cristiana no es pasiva, es pasión por lo nuevo y camino eficaz del futuro. Éste se proyecta confiado en Dios, pero con la colaboración de todos los humanos. 

La esperanza de la Iglesia es gozosa (Rm 12,12), incluso en el sufrimiento (1P 4,13), pues la gloria que se espera es tan grande (2Co 4,17) que repercute ya en el presente (1P 1,8s). Esta esperanza engendra sobriedad (1Ts 5,8) y conversión (Tt 2,12). A los discípulos desesperanzados y temerosos Jesús les repetía: No se turbe vuestro corazón (Jn 14,1), porque volveré y os alegraréis (Jn 16,22). 

La tenacidad en la fe, en el amor y esperanza nos ayuda a mantenernos firmes, con un espíritu cristiano, en los momentos de prueba, pues la tribulación produce la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada esperanza (St 1,2-3). La esperanza es gozosa, paciente y confiada. Gozosa por el bien que se espera y por la ilusión con que se espera. La alegría y la paciencia son hijas de la esperanza y son dos alas que nos permiten volar por encima de todas las dificultades. La esperanza cristiana tiene un fundamento último en Dios que no nos puede fallar, porque es imposible que Dios mienta (Hb 6,18), porque Él permanece fiel (2Tm 2,13).

Debemos esperar con paciencia y confianza un mundo mejor, y debemos hacerlo con una espera activa y colectiva. Debemos esperar como la madre, el enfermo, el preso... como tanta gente que vive de esperanza. Es necesario que brote la esperanza en nuestras vidas. Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma, y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones. Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados (san Agustín).

Y junto a esos deseos hay que pedir, también, al Señor, que fortifique los corazones, que haga fuertes las rodillas de los débiles, que cure las heridas de los enfermos, que devuelva la alegría y la esperanza a los tristes y deprimidos. 
Autor: P. Eusebio Gómez Navarro

sábado, 25 de enero de 2014

ECOLOGIA DE LA VIDA

Autor: Pablo Cabellos Llorente

        En la novela de Wallace Stegner, "En lugar seguro",  el protagonista y narrador, mientras mira el pasado, dice  que su mujer es muy sociable y las personas le interesan simplemente porque son personas. Es envidiable esa forma desinteresada de tener interés. Se parece un poco a nuestra época la que él recuerda de sus comienzos profesionales, cuando la gran Depresión, afirmando que es hermoso ser joven y pobre; con la esposa adecuada, y yo la tenía -escribe-, las privaciones se convierten en un juego.
        No retrata un tiempo dorado si así se considera  lo fácil -ya es mayor y su esposa tiene los días contados-, pero ama lo que ha vivido y lo resucita con ternura. Leyendo, he pensado en la vida, en nuestras vidas, en el respeto a la persona por serlo. Y es que descubrir la verdad sobre el hombre, observar la realidad humana es algo complejo y rico que sólo se aprende con el tiempo. La vida humana, cualquier vida, es algo extraordinario, incluso aquellas que, según expresión del Papa Francisco, algunos consideran material de desecho; quizá éstas valen más.
         Los cínicos que manejan perfectamente el escepticismo burlón que, como escribe Yepes, no se toma nada en serio, ni siquiera lo que es serio, especialmente esa  exclusión "El sentido de la vida no existe, pero nos queda la risa. Esto es el cinismo", una mezcla de nihilismo y tragedia. Cuando no se ama a la persona porque es persona, cuando no se ama la vida porque es vida, todo es vacío, máscara, nada. De ahí nace el "carpe diem!" de Horacio, un estímulo para apostar sólo por el presente, y a identificar el sentido de la vida y la felicidad con el placer, emergiendo como opuesto a la virtud,  el placer más firme.
        Todo ser vivo, pero de modo muy cualificado el humano, tiene una fuerza enorme: su ley, la ley de la vida, que lo conserva y lo hace fuerte. Cuando la fuerza pierde su ley, su medida -escribe también Yepes-, deforma a los seres, es un impulso destructor que trastorna, mata, aniquila. La fuerza natural de los seres vivos sólo es violenta cuando escapa a la ley de la vida y ocasiona una destrucción desordenada, sin sentido, inútil. Eso es la violencia: la fuerza natural que se convierte en terror o fanatismo destructores del orden y de la armonía, entendidos no como una constricción extrínseca, sino como una ruptura de su naturaleza.

        Eso es el aborto: violencia contra la vida natural, falta de respeto a la persona, con independencia de que el "nasciturus" sea o no considerado como tal: es un ser vivo, un hombre o mujer en una fase de desarrollo como tantas otras que experimentará a lo largo de su existencia. Se destrozan brutalmente. Pero violencia a la madre, aunque  sea libre para tal acción. El concebido es otro ser distinto de ella, pero el cuerpo y la psique de la gestante son violentados. El aborto procurado es el cinismo de no tomarse en serio lo que es serio. Se violentan los restantes actores tanto más cuanto más bajos sean sus motivos: dinero, desecho de un disminuido, engaño. Es probablemente el acto más contrario a la ecología que toda vida requiere, cualquier vida, que es única, irrepetible.

viernes, 17 de enero de 2014

CERRADO POR DESCANSO


Rezando el Padre Nuestro frente a la Eucaristía

Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor. 


 Estoy frente a ti, Señor, en esta mañana de cielo azul y sol resplandeciente. Me dispongo a rezar, después de saludarte y empiezo:

"Padre Nuestro... me detengo y llega hasta mi como un relámpago la escena en que tú, Jesús, les decías a aquel grupo de hombres que habías escogido, que te seguían y que te veían orar.

Te preguntaron cómo debían orar y tú dijiste:

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. (Mt 6, 9-13)

Y añadiste: Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. (Mt 6, 9-15)

Me detengo unos momentos para pensar lo que estoy diciendo, ya que generalmente esa oración es una rutina en mi vida. 

Su comienzo es toda una maravilla de grandeza, de fuerza, de ternura... y revelada por ti, Señor, porque sino ¿quién se atrevería a llamar PADRE, al Omnipotente, al Creador del cielo y de la tierra, a la Divinidad, al Todopoderoso, al que dijo: "Yo Soy El que Soy"? Pues bien, Jesús, tú que eres su Hijo, dijiste que es así como le podemos llamar, con plena confianza, con respeto pero con mucho amor: Padre

También nos dices que hay que santificar ese NOMBRE, que debemos darle todo el respeto y la gloria de que es merecedor y después añades una petición: Que venga tu Reino, ese Reino por el que Tú te hiciste hombre y es el que viniste a anunciar y que fue el causante de tu muerte y nos sigues pidiendo que recordemos que es también nuestra misión el anunciarlo.

Y lo que sigue, ¡qué bien lo sabes tú, Jesús! Cada día, en todos los rincones de la Tierra hay alguien que te dice, aún con lágrimas en los ojos y el corazón roto de dolor, ¡hágase tu Voluntad! ¡Qué difícil, cómo cuesta dejar todo en tus manos y aceptar tu Voluntad!

Y sigue otra petición: Nuestro pan Señor que no nos falte. ¡Que todos tus hijos, sin distinción de razas y credos, tengan el alimento de cada día, ya que a ti te preocupaba y apenaban aquellos hombres que te seguían y no tenían que comer y que tenían hambre... y lleno de piedad hiciste uno de los milagros más hermosos. Ahora nos toca a nosotros luchar porque llegue el día en que no exista el hambre en esta Tierra. 
Y lo más importante, que nunca nos falte TU Pan, la Eucaristía, que siempre podamos recibirla, que aumentes nuestra fe para amar cada día más Tu presencia en ese pequeño pedacito de Pan donde quieres quedarte con nosotros para siempre.

Y luego, la petición de la humildad pidiendo perdón de nuestras ofensas, pero ese perdón, lleva una condición. ¡Ay, Jesús, esa condición, tú lo sabes porque conoces nuestro corazón, cómo nos cuesta! Mira que le ponemos al Padre, el ejemplo de que nos perdone "cómo nosotros perdonamos" y nosotros somos los que siempre decimos: "¡yo eso no lo voy a perdonar, no puedo, me han hecho demasiado daño o es una persona que no la soporto, me cae muy mal y no la voy a perdonar!" o "yo perdono pero... no olvido". ¡Ay, Jesús!, tú que sabes y recuerdas que diste hasta la última gota de tu preciosa sangre para que fuésemos perdonados y sabes también que esa es la condición del amor por nuestros semejantes. Perdonar y olvidar, porque así es el perdón que Dios, nuestro Padre, nos da. Y nosotros sabemos muy bien cómo es nuestro perdón...

Ya voy a terminar la oración más hermosa que nos pudiste enseñar, pidiendo: Que no nos dejes caer en la tentación, qué seamos fuertes para no rendirnos a los mil sortilegios y engaños del enemigo de ese Dios que tanto nos ama y ¡líbranos del mal! Si, líbranos de ese mal y de tantos males para que no echen raíces en nuestro corazón, y nos puedan alejar de nuestro Padre Dios. 

Bendita, como ninguna, la oración del Padre Nuestro, que siendo tan hermosa la decimos todos los días pero tan rutinariamente que no le podemos dar todo el maravilloso sentido y poder que ella encierra.

Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor, sabiendo que la dirijo a mi Padre Bueno que me escucha y me ama.

Gracias por estar presente en la Eucaristía... gracias por Tu Pan de cada día.


Autor: Ma Esther De Ariño

jueves, 16 de enero de 2014

Una cadena ininterrumpida

Hoy también esta cadena continúa. Estos niños son el anillo de una cadena, esta es la cadena de la fe. 

Autor: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va

Jesús no tenía necesidad de ser bautizado, pero los primeros teólogos dicen que con su cuerpo, con su divinidad, con su bautismo bendijo todas las aguas para que las aguas tuvieran este poder de dar el bautismo. Después, antes de subir al cielo, Jesús nos ha dicho de ir por todo el mundo a bautizar. Desde aquel día hasta el día de hoy esto ha sido una cadena ininterrumpida: se bautizan a los hijos, y a los hijos, después a los hijos y a los hijos...

Y hoy también esta cadena continúa. Estos niños son el anillo de una cadena. Ustedes traen a estos chicos para el bautizo, después de unos años, ellos traerán un hijo, o un sobrino a bautizar y esta es la cadena de la fe. ¿Qué quiere decir esto? Yo quisiera solamente decirles esto: ustedes son trasmisores de la fe, tienen el deber de trasmitir esta fe a estos niños.

Es la mejor herencia que les dejarán a ellos: ¡la fe! Sólo esto.

Hoy lleven a casa este pensamiento: Nosotros debemos ser trasmisores de la fe, piensen esto, piensen siempre como trasmitir la fe a los niños. Hoy canta el coro, pero el coro más bonito es este de los niños, que hacen ruido...

Algunos llorarán, porque no están cómodos o porque tiene hambre: si tienen hambre mamás denles de comer. ¡Tranquilas eh! Porque aquí son ellos ´lo principal´.Y ahora con esa conciencia de ser sus trasmisores de la fe, continuamos la celebración del bautismo.

miércoles, 15 de enero de 2014

Creo que puedes, creo que quieres

La fe hay que actuarla también en las cosas que pedimos en la oración. Cuántas oraciones están llenas de todo menos de fe.

Comentábamos el día de ayer martes 14, sobre la fe que debemos tener sobre las cosas "que no se pueden"

A cada idea negativa, -y son tantas las que diariamente nos golpean- hay que saber enfrentar una positiva, a modo de martillazo. Una idea positiva, una idea de que va a salir, una idea de que creo en el poder de Dios. Una idea positiva de fe. A veces hacer un verdadero acto de fe, cuesta mucho trabajo porque existe una idea anti-fe; muy arraigada. Todos o casi todos, dicen: "que no se puede". Algunos sienten la obligación moral de aconsejar a los pobres incautos, idealistas; y demás de que no se puede, "que ellos ya lo han intentado, que está todo bien calculado y medido; no se puede".

Yo creo que esa expresión es demasiado fea, y demasiado mala. Si yo, por ejemplo, no he logrado algo, no tengo ningún derecho a decir a los que vienen detrás, "que eso no se puede". Una cosa es que yo no pude y otra cosa es que ellos no van a poder hacerlo. Yo les puedo decir yo no lo logré quizás porque me equivoqué, me faltó fe, pero al mismo tiempo decirles: "!Ánimo, es probable que ustedes sí lo logren!" Eso es más caritativo y más humano.

Hablo de martillazos de fe, esa sería la expresión, porque cada vez que llega una idea negativa de no puedo, martillazo, golpe, sí puedo. Habrá que luchar a veces contra todo y contra todos: contra los propios pensamientos que a veces son los más difíciles de expulsar. Luchar además contra otras personas que sin mala intención concluyen que no se puede; y a veces, los encontramos demasiado cerca de nosotros, en la propia familia, en algunos de nuestros amigos que, además, van con la sana idea de ayudar y te repiten; y te dicen, y hasta se enojan sí tu pretendes decirles que tal vez sí se pueda. Se enojan y te retan: "ya verás", "te lo dije".

Para ser eficaz en lograr un meta apoyada por la fe, hay que buscar que esas metas sean concretas, precisas, aferrables, que se puedan contar, medir; porque si es una meta genérica, medio nebulosa, no se puede.

Hay que decir, además, que la fe funciona de distinta manera a la razón, como en zigzag. La razón usa la evidencia, mide, calcula; y en base a eso, saca sus conclusiones. La fe en cambio, se agarra, se aferra a una certeza de lograr una meta aunque parezca muy difícil. Y no duda un segundo, aunque la evidencia le diga que no lo va a lograr. Sigue luchando y sin saber cómo, atrapa la meta.

Por eso, los que no tienen fe, al final preguntan, ¿cómo le hizo? Yo varias veces he tenido que decir: Fe y saliva. No basta creer por un rato, hay que seguir creyendo sin darse jamás por vencido. Mucha gente es capaz de hacer un acto de fe al inicio un poco a prueba casi para luego convencerse de que "ya ve", "no sale", "se lo dije", "lo teníamos ya calculado, no sale". El hombre de fe no reacciona de esa manera, él sabe que va a lograr la meta. Sigue creyendo, cuando casi evidentemente se ve que no. Y de pronto, sin que otros lo crean, salió el resultado. ¿Cómo le hizo? Así preguntan los que no tienen fe, porque ante la evidencia de que salió, los pobres no pueden decir, "no sale".

Preguntan "¿cómo le hizo?" La fe hay que actuarla también en las cosas que pedimos en la oración: "Todo lo que pidiereis sin dudar, creed que ya lo habéis recibido, y se os dará".

Cuántas oraciones están llenas de todo menos de fe. Entre todas esas palabras, y llanto y lágrimas; digamos: Creo que puedes, creo que quieres. Hay en el evangelio oraciones de este tipo que a Cristo le fascinaron, que le arrancaron los milagros a la primera. Un leproso que se le acerca de rodillas y le dice esta oración tan breve y tan profunda: "Señor, sí quieres puedes curarme". Respuesta: "Quiero, queda limpio".

Incluso aquella mujer que ni le dijo una palabra, tenía una grave enfermedad, unas hemorragias, había gastado todo su dinero y no había servido de nada. Ella hizo este acto de fe: "Basta que toque su manto y quedaré curada". Efectivamente, tocó su manto y quedó curada en el acto.

Un centurión romano es decir, una persona que era pagana, tuvo más fe que ninguno. Le pidió a través de unos amigos a Jesús que curara a su siervo que estaba muy enfermo. Y Jesús dijo: "Cómo no, voy a su casa y lo curaré". Cuando él se dio cuenta que venía a su casa, mandó a decirle: "no, no, por favor, no vengas a mi casa, no necesitas venir". Fíjense la fe cómo es: "no necesitas venir, basta con que lo mandes tú".

De la misma manera, así se argumentaba así mismo, "que yo que soy un centurión tengo cien soldados a mis órdenes, le digo a éste: Haz esto; y lo hace, y a mi siervo: tráeme tal cosa, y me la trae".

Y Jesús públicamente no se aguantó las ganas de decir estas palabras: "No he encontrado una fe tan grande en todo Israel". Eso es tan hermoso, que incluso en la misa a la hora de la comunión, se pronuncia la frase que dijo el centurión: "No soy digno de que vengas a mi casa". Esas palabras fueron dichas por un pagano que tenía fe.

En cambio, pongamos otro caso, el de un hombre muy educadito, muy modosito que tenía un hijo enfermo, y había ido con los apóstoles a que le curaran, y no pudieron. Se ve que también les faltó fe a los mismos apóstoles. Y entonces medio desesperado va con Jesús. "Mi pobre hijo enfermo... fui con tus apóstoles y no pudieron". Subrayando: "no pudieron", "sí tú puedes hacer algo", no le dijo: "tú puedes", sino "si tú puedes". La duda. Muy educadito pero sin fe. Y Jesús, como que severamente le dice, "¿Puedes tu creer?" El otro entendió la indirecta y dijo: "Sí, señor, ayuda mi incredulidad". Lo curó como a regañadientes, no muy a gusto. Porque cuando había fe, Cristo muy a gusto curaba.

Y hoy día, cuando hay un hombre o una mujer de fe, muy a gusto le presta su omnipotencia para que realice las cosas. A los hombres de fe, Dios les presta, repito, su omnipotencia. Por eso no se explica humanamente hablando, cómo es que una persona que tiene fe saca las cosas adelante. La gente no se lo explica, no lo entiende. En cambio Él sí sabe por qué suceden las cosas, porque se fía de esas palabras de Jesús. Asi nos lo dice el Papa Francisco muchas veces: "Los milagros existen, pero es necesario rezar. Con una oración ferviente, insistente, perseverante, no una oración para cumplir." (24-5-2013)

Alguien dijo, refiriéndose solo a la fe humana, esto de lo que estoy totalmente persuadido: "Todo lo que la mente de un hombre llegue a creer, esa misma mente lo realizará." ¿Será una ley espiritual? Creo que sí.

Quiero recordar una poesía, creo que es del Dr. Bernard, que a mí realmente me inspira mucho; y que no cabe duda que la siguen los hombres de fe, sean atletas, sean realizadores, en el campo profesional, en el campo espiritual, el que sea. La poesía dice así:

Sí piensas que estas vencido, lo estás.
Sí piensas que no te atreves, no lo harás;
sí piensas que te gustaría ganar, pero que no puedes, no lo lograrás.
Sí piensas que perderás, ya estás perdido,
Porque en el mundo encontrarás
que el éxito comienza con la voluntad del hombre,
todo está en el estado mental, es decir, en la fe.
Porque muchas carreras se han perdido
antes de haberse corrido
y muchos cobardes han fracasado
antes de haber su trabajo empezado.

Piensa en grande y tus hechos crecerán,
piensa en pequeño, y quedarás atrás,
piensa que puedes; y podrás.
Todo está en el estado mental, EN TU FE.
Sí piensas que estas aventajado, los estás.
Tienes que pensar bien para elevarte.


(Y termina de esta manera, que es como el resumen.)

Tienes que estar seguro de ti mismo
antes de intentar ganar un premio.
La batalla de la vida no siempre la gana
el hombre más fuerte o el más ligero,
porque tarde o temprano el hombre que gana
es aquél que CREE QUE PUEDE HACERLO.


Quisiera repetir al final lo más importante y es, el reto que nos lanza Jesús, en Marcos 11, 22-24. Tened fe en Dios, yo os aseguro que quien diga a este monte, quítate y arrójate al mar; y no vacile en su corazón, sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo, todo cuanto pidáis en la oración creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.

En la relación a esto, la frase más hermosa que alguien me pudo decir en la vida fue ésta: "Usted me enseñó a creer".

Ojalá que no solo sea una persona, sino muchas las que puedan decir, tú entre ellas: "Usted me enseñó a creer", porque de esa manera te enseñaré también a triunfar en la vida.

Autor: P. Mariano de Blas LC

martes, 14 de enero de 2014

Bautismo de Cristo... ¿para qué?

El bautismo nos colma de gracias para caminar como hijos de Dios. 

A Cristo se le llegó el momento de dejar casa y madre, tranquilidad y sosiego, para comenzar una vida de aventura, de acción y de mucha comunicación con el sufrido pueblo hebreo. Habían sido años tranquilos los pasados en Nazaret, distribuidos entre la convivencia familiar, el rudo trabajo de carpintero y sobre todo la oración al Buen Padre Dios que sería la base para el trabajo y la misión que el mismo Dios le encomendaba.

A grandes zancadas, después de despedirse tiernamente de su madre, de sus familiares y de sus amigos, se dirigió a las márgenes del río Jordán en la aristocrática Judea para escuchar a un nuevo predicador, a un profeta, que bautizaba a los que convertían su corazón a Dios. Juan el Bautista llegó a tener a muchas gentes que iban con buen corazón a ser bautizadas por él. Y se encontraban con una palabra ruda y con fuertes amenazas y castigos para los que se negaban a convertir su corazón a Dios. Juan tenía una palabra despiadada para todos, y más que un bálsamo para la herida, parece que a él le gustaba más echarle sal, que dolía, que escocía pero que al fin y al cabo curaba y sanaba. A los que se convertían y reconocían sus pecados, Juan los metía entonces en el río Jordán, como un símbolo de penitencia y como un sello entre la divinidad y el hombre arrepentido.

A este Juan es al que Cristo se dirigió, para ser bautizado por él. Entendemos que el bautismo es un rito que casi todas las religiones tienen, símbolo de pureza, de limpieza ritual, y entrada al contacto con la divinidad. El agua, casta y cristalina es el símbolo que mejor puede significar la conversión del corazón, el lavado espiritual para poder acercarse a la divinidad.

Y aquí surge una pregunta que inquietó mucho a los primeros cristianos. Si Cristo no tenía pecados, si la vida de Cristo era una vida sin maldad, y todo lo contrario, al decir de San Pablo "Cristo pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por diablo, porque Dios estaba con él", entonces ¿porqué se bautizo por manos de Juan? Juan Bautizaba precisamente para preparar el camino al Señor, al Enviado, al Mesías, al esperado y las gentes salían convertidas verdaderamente por su predicación y echaban fuera sus pecados. Cristo quiere sentirse solidario hasta ese extremo con su pueblo, hasta someterse a un rito de purificación, aunque él personalmente no tuviera pecado. Debemos reconocer la humildad, la sencillez pero sobre todo la solidaridad de Cristo con todos los que intentamos alejar de nosotros el pecado y la maldad. Es la primera intención, pero había otra, y esa la descubriremos después del bautismo.

De esta manera ya estamos preparados para la escena que nos presenta San Mateo en su Evangelio, un Cristo formado en la fila de los pecadores. No va con prepotencia, no lleva guaruras, no quiere que le den preferencia, va formado como todos, con muchas ilusiones en su corazón, oyendo atentamente los comentarios de las gentes que lo rodeaban y cuando llegó el momento de presentarse ante Juan, Cristo pudo darse cuenta de su desconcierto e inquietud de aquel. Fue demasiado fuerte para él estar situado ante Cristo y ante un Cristo que pedía su bautismo que era ciertamente inferior al que Cristo traía para todos los hombres. Y así se lo manifiesta, poniéndose de rodillas ante Jesús: "Yo soy quien deber ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que te bautice?". Pues más creció su inquietud, cuando Cristo poniéndose de rodillas ante él, le ofreció un argumento que no dejaba lugar a dudas: "Has ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere". Y así se hizo. No se dan más detalles del bautismo. Juan lo tomó por los hombros, y semidesnudo lo sumergió profundamente en las aguas del Jordán. Cuando Cristo se retiró, quizá sin haberse secado totalmente, cayó en una profunda oración, que dejó admiradas a las gentes que habían contemplado su bautismo.

Y en medio de esa profunda oración, se descubre la segunda intención del bautismo de Cristo: apareció en ese momento una nube misteriosa y desde dentro de ella, una voz potente que decía: "Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias", al mismo tiempo que "se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma". Algo trascendental ocurre entonces en ese momento, no sólo es presentado Jesús como Salvador, como verdadero Hijo de Dios, sino que Dios mismo se presenta en forma trinitaria, invitando a todas las gentes a participar de la alegría de unos cielos que se abren para dar paso al Salvador. Es el momento que Isaías había pedido a Dios, que rompiera ya su prolongado silencio y dirigiera su rostro y su palabra al pueblo: "!Ah, si rasgases los cielos y descendieses...!". Y es el momento por el que también Isaías había suspirado, aunque él solo pudo clamar por un siervo, nunca por un hijo y menos el Hijo de Dios como salvador: "Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo todas mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones". El Padre llena todas las expectativas y nos envía precisamente a su Hijo, su Hijo amado, motivo de todas sus complacencias. Y podemos estar seguros que con Cristo vienen los dones y los regalos propios de la presencia del Espíritu Santo de Dios que ahora tiene dos brazos para abrazar a nuestra humanidad y llenarla de gozo y de alegría, aparejadas con el perdón de los pecados y la seguridad de que al incorporarnos al bautismo de Cristo podremos continuar, porque la puerta ya está abierta, y podremos participar de otros sacramentos, que acompañarán toda la vida del hombre, la confirmación, corroborando nuestra fe, y el banquete, el banquete de los hijos de Dios que pueden participar comiendo el Cuerpo y la Sangre redentoras de Cristo que ve así realizada su propia Pascua.

No está por demás decir que nuestro propio bautismo, que no es el mismo que Cristo recibió del Bautista, hace que las palabras dirigidas primeramente a Cristo: "Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias", puedan ser dirigidas también a nosotros, que tenemos entonces la dicha de haber atraído la mirada del Buen Padre Dios que nos colma con sus dones, su perdón y sus gracias para que vayamos caminando precisamente como hijos de Dios.

Tengamos pues, una gran estima por este sacramento admirable que nos ha abierto las puertas del corazón de Dios y aprestémonos a vivir como Cristo, que pasó haciendo el bien y curando a todos de sus enfermedades. También nosotros tendremos esos dones para que con la sonrisa, la mano tendida y el corazón puesto en los más necesitados, también contribuyamos a la salvación de todo nuestro universo.
Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda


lunes, 13 de enero de 2014

Conocer qué sucede en el propio corazón

¿Yo pongo a prueba lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo o lo tomo todo? 
Autor: SS Francisco
Misas matutinas en la Capilla de la Domus Sanctae Martahe. Martes 7 de enero de 2014.

El cristiano sabe vigilar su corazón para distinguir lo que viene de Dios y lo que viene de los falsos profetas. La vida de Jesús es la del servicio y de la humildad. "Una camino que todos los cristianos están llamados a seguir".

El papa Francisco ha desarrollado la homilía sobre el "permaneced en el Señor", la exhortación del apóstol Juan . Un "consejo de vida" que Juan repite de forma "casi obsesiva". El apóstol indica una de las actitudes del cristiano que quiere permanecer en el Señor: conocer qué sucede en el propio corazón. Por esto no prestar fe a cualquier espíritu, sino de poner "a prueba a los espíritus".

Saber "discernir los espíritus", discernir si una cosa nos hace "permanecer en el Señor o nos aleja de Él". Nuestro corazón siempre tiene deseos, tiene anhelos, tiene pensamientos. Pero ...¿estos son del Señor o algunos de estos nos alejan del Señor?. Por eso el apóstol Juan nos exhorta a "poner a prueba" lo que pensamos y deseamos: "Si esto va en la línea del Señor, así irá bien, pero si no va... Poner a prueba los espíritus para ver si son verdaderamente de Dios, porque muchos falsos profetas proceden del mundo.

Profetas y profecías o propuestas: "¡Yo quiero hacer esto!" Pero no te lleva al Señor, te aleja de Él. Por esto es necesaria la vigilancia. El cristiano es un hombre o una mujer que sabe vigilar su corazón. Y muchas veces nuestro corazón, con tantas cosas que van y vienen, parece un mercado local: de todo, encuentras de todo allí... ¡Y no! Debemos saber - esto es del Señor y esto no lo es - para permanecer en el Señor".

Por tanto, ¿cuál es el criterio para entender si algo viene de Cristo o del anticristo? San Juan tiene una idea clara y sencilla: todo espíritu que reconoce a Jesucristo, venido en la Carne, es de Dios. Todo espíritu que no reconoce a Jesús no es de Dios: es el espíritu del anticristo. Pero, ¿qué quiere decir reconocer que el "Verbo ha venido en Carne?". Reconocer el camino de Jesucristo, reconocer que Él, siendo Dios, se ha abajado, se ha humillado hasta la muerte de cruz.

Ese es el camino de Jesucristo, el abajamiento, la humildad, también la humillación. Si un pensamiento, si un deseo te lleva sobre ese camino de humildad, de abajamiento, de servicio a los demás, es de Jesús. Pero si te lleva sobre el camino de la suficiencia, de la vanidad, del orgullo, sobre el camino de un pensamiento abstracto, no es de Jesús. Pensemos en las tentaciones de Jesús en el desierto: las tres propuestas que hace el demonio a Jesús son propuestas que querían alejarlo de este camino, el camino del servicio, de la humildad, la humillación, la caridad. Pero la caridad hecha con su vida ¿no? A las tres tentaciones Jesús dice no: "No, este no es mi camino".

Invito a todos a pensar precisamente en lo que sucede en nuestro corazón. En lo que pensamos y sentimos, en qué queremos, a examinar los espíritus. "¿Yo pongo a prueba lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo o lo tomo todo?".

Muchas veces, nuestro corazón es un camino, pasan todos por allí... Poner a prueba. ¿Y elijo siempre las cosas que vienen de Dios? ¿Sé cuales son las que vienen de Dios? ¿Conozco el verdadero criterio para discernir mis pensamientos, mis deseos?

Pensemos esto y no olvidemos que el criterio es la Encarnación del Verbo. El Verbo ha venido a la carne: ¡esto es Jesucristo! Jesucristo que se ha hecho hombre, Dios hecho hombre, se ha abajado, se ha humillado por amor, para servirnos a todos nosotros. Y el apóstol Juan nos conceda la gracia de conocer qué sucede en nuestro corazón y tener la sabiduría de discernir lo que viene de Dios y lo que no viene de Dios".

domingo, 12 de enero de 2014

Con mi Madre


En tus manos de Madre dejo mis propósitos, para que los conviertas en realidades. 


Vengo de estar con María.

Sencilla y cordialmente le he dicho:

En tus manos de Madre dejo mis propósitos,
para que los conviertas en realidades.
Dame el amor a Jesús,
la alegría de vivir,
el deseo de ayudar a mis hermanos.

Quítame la seriedad de esa cara ceñuda,
y alégrame con la paz y confianza en Dios.
También pongo en tus manos mi trabajo,
mi vida y mi muerte.

Vivir contigo es dulcísimo consuelo,
morir en tus brazos la más dulce muerte.
Quiero vivir junto a ti.
Quiero morir en tus brazos.

Autor: P. Mariano de Blas LC

sábado, 11 de enero de 2014

De la vergüenza al perdón

Sólo el enfermo que descubre su mal acude al médico. Sólo quien reconoce sus miserias invoca a Dios para pedir misericordia. 

Hay momentos en los que miramos, en serio, el fondo de nuestras almas. Descubrimos, entonces, luces y sombras, generosidad y egoísmo, justicia y traiciones. Las zonas claras no eliminan el peso y la pena que nos produce descubrir zonas oscuras.

Al ver zonas negativas, al reconocer nuestro pecado, sentimos una pena intensa. Surge un sincero sentimiento de vergüenza. Hacemos propias palabras como las escritas por un Papa, Pablo VI, desde lo más íntimo de su corazón, al reconocer que su vida estaba "cruzada por una trama de míseras acciones, que sería preferible no recordar, son tan defectuosas, imperfectas, equivocadas, tontas, ridículas (...). Pobre vida débil, enclenque, mezquina, tan necesitada de paciencia, de reparación, de infinita misericordia" (Pablo VI, "Meditación ante la muerte").

Sí: hay hechos que quisiéramos no recordar. Hay cobardías que nos apartaron del hermano. Hay avaricias que impidieron a nuestras manos compartir el pan y el dinero con quien lo necesitaba verdaderamente.

Cuando el dolor es sincero y sano, cuando llega a ser un arrepentimiento auténtico y humilde, somos capaces de abrir el alma y presentarla a un Dios que desea simplemente una cosa: derramar en nosotros el bálsamo de su misericordia.

Entonces caminamos desde la vergüenza hacia el perdón. Sólo el enfermo que descubre su mal acude al médico. Sólo quien reconoce sus miserias invoca a Dios para pedir, de rodillas, misericordia.

La respuesta del Padre, lo sabemos, es una: su Hijo en una Cruz que perdona los pecados, que destruye egoísmos, que supera injusticias, que devuelve paz a los corazones, que abre las puertas de los cielos en el sacramento de la confesión.

Con su Sangre derramada quedan borrados los pecados del mundo. Basta simplemente con ponerse, como mendigos de misericordia, a sus pies, para decirle: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" (Lc 18,13).
Autor: P. Fernando Pascual LC


viernes, 10 de enero de 2014

Empieza el nuevo año, Señor, y vuelvo a buscar tu compañía

Tenemos las alforjas vacías y las vamos a ir llenando de cosas buenas, de cosas santas, de perdones y mucho amor. 

Ya estamos en el mes de enero.

Empieza el nuevo año, Señor, y vuelvo a buscar tu compañía. Hoy es jueves y de nuevo ante Ti, todavía un poco agitada de tanto correr, de tanto ajetreo, de tantos abrazos y felicitaciones,... unos alegres, otros... con las mismas penas y preocupaciones. Ya pasó todo y ahora vamos a empezar la "cuesta de enero".

Ya se fueron las fiestas. Ya se fueron los abrazos, los bailes, el chocar de las copas, los convivios y el jolgorio. Supimos tener la excelancia en esos momentos de gozo. Ahora la excelancia nos tiene que acompañar en el trabajo y en el esfuerzo.

Pero ahora las caras son serias, el entrecejo fruncido, los labios apretados y el andar cansino para subir "la cuesta de enero".
El dinero se gastó y el bolsillo está vacío. Los buenos propósitos...¡cómo cuesta poderlos cumplir! levantarse temprano, no fumar, no comer golosinas, no extralimitarse en la bebida, ser amable, no irritarse por cualquier cosa, estar en paz, no criticar, hacer ejercicio, saludar con una sonrisa al vecino, ser generosos, trabajar con honestidad y buen ánimo, pagar deudas, etcétera, etcétera, y así este mes de enero, serio y formal, se nos antoja un Everest cuya cima es casi inalcanzable. Visto así es normal que esto nos desanime y nos desaliente pero hay que buscarle un truco, algo que nos de ánimo en el desaliento, algo que nos de fuerza para poder alcanzar la meta que nos propusimos.

Al mirar el horizonte y juntar estos doce meses que nos esperan, si Tu nos das vida, nos sentimos abrumados, es demasiado.

Es muy dificil, es verdad. Pero si pensamos: Solo por hoy...va a ser más fácil. El hoy, el ahora que es el presente nos da la fuerza que necesitamos. El plazo breve para vencer las tentaciones es más efectivo que la cadena de días en el mismo esfuerzo. Solo por hoy. Solo por este momento, solo en este momento si puedo hacerlo y lo voy a hacer. Así momento tras momento, día tras día.

Y al llegar la noche, en la hora íntima de estar a solas con uno mismo, cuando realmente somos auténticos, repasar nuestro día que termina y hacer un buen balance.

Si en el día caímos, si no tuvimos voluntad suficiente, pedirte Señor perdón y fuerzas para el nuevo día. Y así con el -SOLO POR HOY, el camino se allana, el sendero se endulza y pierde su aridez, nuestros pasos son más seguros y firmes en ese Hoy que será el mañana de días y meses que nos darán la victoria al cabo del año andado.

Empezamos el año con las alforjas vacías y las vamos a ir llenando de cosas buenas, de cosas santas, de perdones, de sonrisas, de ternura, de generosidad, de alegría, de buenos modos, de fe, de ilusiones, de esperanza, de trabajo y de mucho amor.

Con todo esto iremos caminando por el nuevo año y seguro que siempre, en los días de sol y en los días grises, tal vez de llanto, buscaremos en nuestra alforja y vamos a encontrar todo aquello que será vital para esos momentos y que nos darán la fuerza para ser felices con Tu bendición.

Invítanos todos los dias a visitarte en la Eucaristía, frente a Ti, de rodillas ante en el Santísimo Sacramento, nuestro camino este año será lleno de alegría y paz.
Autor: Ma Esther De Ariño


jueves, 9 de enero de 2014

Conectar con Dios

Don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle. 

Fui a un mercado de frutas y verduras: gente por todas partes, como en los aeropuertos. Un buen anciano salió de su puesto y vino a saludarme. Me dio a probar una de sus mandarinas. Me senté a conversar con él, de su vida, su familia, su salud, sus creencias, sus temores e ilusiones. Se interesó por las mías. Eligió con cuidado y cariño una buena variedad de frutas, las puso en una bolsa y me las dio para el camino. Nos abrazamos y nos despedimos. El anciano y yo conectamos, nuestro encuentro fue encuentro humano que no tuve con los cientos de personas con quienes me crucé por los pasillos del mercado.

A Jesucristo le gusta salir al paso de las personas y detenerse con ellas. Se detiene con la mujer samaritana, con el joven rico, con Zaqueo, con Nicodemo, con el ciego de nacimiento, con la hemorroísa, con los dos de Emaús. No se hace de rogar, sino más bien mendiga nuestra atención: "Si alguno oye mi voz y me abre, cenaremos juntos." (Apoc 3,20) y si le damos tiempo, le damos acogida y le ofrecemos nuestro amor, nos conduce a la soledad y nos habla al corazón (cfr. Os 2,16) y se nos revela: "Si alguno me ama, yo le amaré, y me manifestaré a él." (Jn 14,21)

La experiencia de Dios en esos encuentros va más allá del conocimiento intelectual, es un conocimiento de primera mano de orden sobrenatural. Cuando Dios nos concede la gracia de hacer la experiencia de su amor, es su presencia personal la que nos interpela. En palabras del Card. Ratzinger: "somos alcanzados por el dardo de la Belleza". Esto nos permite alcanzar un conocimiento más real y profundo de Él. Experimentamos confianza, seguridad, plenitud, misericordia, que no son simples sentimientos, sino certezas profundas, certezas de fe, experiencia del amor de una Persona; don de Dios que sale a buscarnos y se desborda con aquellos que se detienen y se sientan a escucharle. Pero andamos siempre de prisa... Las prisas, de cuánto nos perdemos por las prisas, especialmente en la oración.

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Cuando oramos, de eso se trata: de conectar con Dios. Orar es tomar conciencia de la presencia de Dios, detenernos con él, someternos a su atracción, dejarnos iluminar por él. Cuando oramos percibimos con la fe algo invisible que nos mueve, una fuerza espiritual dentro de nosotros. Es el Espíritu Santo.

A la oración hay que ir abiertos, deseosos de encontrar a Dios, suplicándole con fuerza: "Entra a tu jardín" Señor (Cant 1,5), quiero estar contigo y escucharte: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Sam 3,9), "Muéstrame tu rostro" (Cant 2,14).

Todos los días, de una u otra forma, Dios sale a nuestro encuentro, como el anciano de la frutería. Podemos detenernos con Él y vivir la experiencia de un encuentro de fe y amor. Siempre saldremos de allí reconfortados y con una bolsa llena de provisiones, como Elías a quien Dios le mandó su ángel y le dijo: "Levántate y come porque el camino es demasiado largo para ti" (1 Re, 19,7) y con la fuerza de la gracia de Dios podremos reemprender el camino con ganas de volver a encontrarlo.
Autor: P. Evaristo Sada LC


miércoles, 8 de enero de 2014

Si Dios es Amor, me toca amar





Nacidos por amor y para amar: así es el sentido de la vida de cada ser humano. Pero, con frecuencia, nos perdemos...


 Si Dios es Amor, ¿puede pedir algo diferente del amor? Todo su actuar nace del amor y lleva al amor. Entonces si algo desea de nosotros es, simplemente, amor.

Por eso nuestra vida es un milagro de amor. No sólo por las aventuras que llevaron un día a nuestros padres a amarse y a cuidarnos, sino por cada uno de los momentos, grandes o pequeños, que construyen el camino apasionante que recorremos poco a poco.

Si todo nace del amor, si el amor explica lo grande y lo pequeño, el fin de la vida no puede ser otro que el amor.

Nacidos por amor y para amar: así podemos resumir el sentido de la vida de cada ser humano. Pero, con frecuencia, nos perdemos. Dejamos que el alma quede aprisionada en ambiciones pequeñas, en miedos confusos, en prisas, en proyectos, en diversiones, en trabajos... y el amor queda a un lado, entre los objetos pendientes u olvidados.

Cada mañana necesito recordarlo: si Dios es Amor, me toca amar. Sólo así tendrá sentido mi esfuerzo cotidiano. Sólo así sembraré algo de dulzura en un mundo hambriento de cariño. Sólo así serviré a Cristo en el pobre, en el enfermo, en el anciano, en el triste.

Sólo así mi vida será plenamente vida porque se habrá convertido, en los límites de mi pequeñez humana, en un reflejo del fuego de Amor que explica el universo y que espera abrazarme un día, para siempre, en el cielo.

Autor: P. Fernando Pascual LC