"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 12 de septiembre de 2013

El pecado

Autor: Carolina Crespo Fernández
El mayor pecado de nuestro tiempo es que los hombres han perdido el sentido del pecado. La crisis social, consecuencia del relativismo moral y ético imperante, está íntimamente ligada a la crisis que se ha producido en torno al concepto de pecado.

Todos somos conscientes de la corrupción, de la injusticia, de la codicia, en definitiva, de la maldad que reina en la sociedad, pero le echamos la culpa al sistema.
El pecado es un rechazo personal de la recta razón, en el que el hombre se erige en "dios" y establece lo que está bien y lo que está mal.

Este “encumbramiento" lo hace fracasar como persona, ya que al guiarse no por el Espíritu, sino por un espíritu mundano, le hace invertir los valores y al mismo tiempo niega y destruye su propia dignidad humana, la filiación divina.

Por supuesto, se puede intentar obrar rectamente sin valores cristianos, pero la diferencia la marca la "conciencia", la "ley inscrita por Dios en el interior del corazón del hombre"; y esa conciencia se puede formar, perfeccionar.

La moral cristiana no está sujeta a modas, a intereses, sino a la propia conciencia que, iluminada por la fe, nos capacita para discernir entre el bien y el mal e incluso entre lo legalmente permitido "matrimonio" homosexual, aborto, eutanasia y un largo etcétera que usted, estimado lector, puede completar- y lo moralmente justo.

En este caso, una ley aprobada, respaldada por la mayoría, no es garantía alguna de que esté ordenada según criterios morales justos.
Y este tipo de pecado repercute muy negativamente en la sociedad, ya que arrastra a perpetrar masivamente el mal.
Actuar en "conciencia" hoy exige, en muchas ocasiones, ir contracorriente incluso de la ley civil aquí entraría la objeción de conciencia, un derecho especialmente necesario en nuestro mundo contemporáneo.

El pecado es algo inherente a la naturaleza humana, independientemente de ser empresario u obrero, poseer bienes materiales en distintos grados o carecer en absoluto de los mismos, ya que lo que le confiere dignidad y magnanimidad al hombre es la práctica de la virtud y ésta no es patrimonio exclusivo de nadie, sino que es asequible por igual a ricos y pobres, poderosos y oprimidos, etc. Es en la virtud y no en la posesión de bienes materiales donde radica la recompensa a una manera de obrar rectamente.


Muchas personas viven permanentemente en pecado, sin arrepentirse de nada -la minoría, por falta de formación, la mayoría por inmensa soberbia y afán de autosuficiencia-, pero, algún día se darán cuenta de que se equivocaron en lo principal de su vida: salvarse eternamente.

"Y oí otra voz del cielo, que decía: salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas." Apocalipsis 18,4.

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