"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 31 de enero de 2013

EUCARISTÍA, DON DE DIOS A LA IGLESIA



Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo.


Juan Pablo II decía que "la Eucaristía es el más grande don que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a la Iglesia" (3 1-10-82). Es el "tesoro más precioso" (MF 1). En la celebración eucarística, "por la consagración del pan y del vino, se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y de toda la sustancia de vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transustanciación" (Cat 1376). De ahí que, en la Eucaristía, bajo las apariencias de pan y vino se hace presente una nueva realidad: Jesús, vivo y resucitado. "Esto quiere decir que, después de la consagración, no queda ya nada del pan y del vino, sino solas las especies; bajo las cuales esta presente, todo e íntegro, Cristo en su realidad física, aun corporalmente presente, aunque no del mismo modo como están los cuerpos en un lugar" (MF 5).

"La Iglesia enseña y confiesa claramente y sin rodeos que en el venerable sacramento de la santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente Nuestro Señor Jesucristo, bajo la apariencia de esas cosas sensibles" (Trento, Denz 1636). En este sacramento está "Cristo mismo, vivo y glorioso.., con su Cuerpo, sangre, alma y divinidad" (Cat 1413). Esta presencia real de Cristo en la Eucaristía "se llama real, no por exclusión, como si las otras presencias no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es sustancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro" (MF 5). Y está presente "no de una manera transitoria, sino que permanece en las hostias, que se conservan después de la consagración, como pan bajado del cielo, absolutamente digno, bajo el velo del sacramento, de honores divinos y de adoración" (Pablo VI en Burdeos 12-4-66).

Por eso, el sagrario, donde está Jesús, "debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la Iglesia y debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento" (Cat 1379).

"La Eucaristía es la fuente y cima de toda la vida cristiana... La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir Cristo mismo" (Cat 1324). Por eso, "para que la Iglesia pueda desarrollarse, es preciso poner de relieve el carácter central de la Eucaristía, en virtud de la cual y alrededor de la cual, la comunidad se forma, vive y llega a su madurez" (carta aprobada por Juan Pablo II 1-10-89). Según el ritual de la Eucaristía fuera de la misa: "La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana y el manantial y la meta del culto que se brinda a Dios" (N° 1 y 2). 

"La Eucaristía es el centro de la comunidad parroquial. Permaneciendo en silencio ante el Santísimo Sacramento es a Cristo, total y realmente presente, a quien encontramos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el amor nos llevan a reconocerlo bajo las especies de pan y de vino al Señor Jesús... Es importante conversar con Cristo. El misterio eucarístico es la fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual de la Iglesia. Por eso, exhorto a todos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en su presencia. La Eucaristía está en el centro de la vida cristiana... Recomiendo a los sacerdotes, religiosos y religiosas, al igual que a los laicos, que prosigan e intensifiquen sus esfuerzos para enseñar a las generaciones jóvenes el sentido y el valor de la adoración y el amor a Cristo Eucaristía" (Juan Pablo II, 28-5-96).

La Eucaristía debe ser también el centro, especialmente, de cada casa de religiosos. Dice el canon 608: "Cada casa ha de tener al menos un oratorio, en el que se celebre y esté reservada la Eucaristía y sea verdaderamente el centro de la Comunidad". "Y en la medida de lo posible, sus miembros participarán cada día en el sacrificio eucarístico, recibirán el Cuerpo Santísimo de Cristo y adorarán al Señor presenté en este sacramenta" (Canon 663). La Eucaristía es la perla preciosa, el tesoro escondido de que habla el Evangelio.

¿Que más podemos decir, si tenemos entre nosotros tan cerquita al propio Dios en persona, al mismo Jesús de Nazaret? Por eso, en la plegaria N° 1 de la misa, pedimos que "cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, seamos colmados de gracia y bendición".

Hagamos de nuestra vida, una vida eucarística, es decir, agradecida, pues Eucaristía significa acción de gracias. Allí está Jesús, irradiando rayos luminosos de amor, que, aunque invisibles, no por ella son menos reales y eficaces.

La Eucaristía no es un trozo del árbol de la cruz, donde clavaron a Jesús, sino Cristo mismo. No son sus escritos personales, sino su misma persona, no es su fotografía o su imagen, sino El mismo, vivo y resucitado con su corazón palpitante. En la Eucaristía no tenemos sólo el recuerdo, las ropas o la corona de espinas, sino su propio Corazón traspasado, su propia cabeza, su propio cuerpo. Es Jesús, nuestro amigo y Salvador.

Por eso, la Eucaristía es el punto de apoyo que mueve el mundo, como diría Arquímedes. Y nosotros necesitamos de este punto de apoyo para mover nuestras almas a la santidad. La Eucaristía es el centro de energía espiritual del catolicismo, es como una central eléctrica o atómica del espíritu. ¿Por qué no aprovechar tanta energía que tenemos a disposición? Decía un hermano separado: yo no creo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pero, si creyera, me pasaría la vida de rodillas. Y tú ¿qué haces? ¿Qué importancia tiene la Eucaristía en tu vida? Se necesitaría toda una vida para prepararse a recibir la comunión y toda una vida para dar gracias. Y, sin embargo, comulgamos con tanta tranquilidad que parece indiferencia.

"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico, Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración... No cese nunca nuestra adoración" (Cat 1380).

¡Oh Jesús, gracias por la misa de todos los días! ¡Gracias por el regalo inmerecido de ser católico y poder conocerte y amarte en este sacramento del amor!


Fragmento del Libro "Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera".

Autor: P. Angel Peña O.A.R.

miércoles, 30 de enero de 2013

TE AMO, DIOS MÍO



Dios no se hace viejo, no se arruga, no pierde fuerza. Dios nos ama hoy como ayer y como nos amará mañana 


TE AMO SOBRE TODAS LAS COSAS PORQUE ERES INFINITAMENTE AMABLE.

Es el Amor con mayúscula. Dios es Amor. La Belleza misma la Santidad -el tres veces santo- el todopoderoso, creador de los cielos y la tierra. 

Cuando uno ve a una persona buena, santa, poderosa, amorosa, muy bella se entusiasma con ella, se enamora de ella. El que conoce a Dios no puede menos de enloquecer de amor por Él.

"Tarde te amé, Oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé". San Agustín. Esta frase de San Agustín dice muchas cosas: Primera que Dios es de una belleza inmarcesible. A veces uno se enamora de un ostro de una persona que no quisiera que envejeciese, que mantuviese siempre la misma frescura, la misma juventud, idéntica sonrisa. Pero, por desgracia, las personas avanzan en edad, salen canas, arrugas, obesidad, arrugas en la frente y en el alma. Algunos podría n decir: Esta no es la persona de la que yo me enamoré. Ha cambiado demasiado.
Segundo, que uno es un pobre desgraciado cuando se enamora de todo menos de Dios. Por eso dice dos veces la palabra triste tarde, demasiado tarde. Y realmente es cierto. Los minutos, los años en que uno no ama a Dios son perdidos miserablemente. Si no he amado a Dios ¿qué he estado haciendo? Lo mínimo es perder tiempo y vida. 
Cuantos de nosotros deberíamos decir como el santo: Tarde te amé, oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Y, tal vez, algunos tengan que decir: Nunca te amé, nunca te conocí. !Qué triste es esto!.

Y porque a ti sólo debo amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Por ser mi Creador, mi Redentor, y por haberme destinado al cielo.

TE AMO PORQUE ME HAS AMADO TÚ PRIMERO.

Esto es fantástico -El nos amó primero a 
cada uno. Desde siempre, desde toda la eternidad.
No me consultaste par darme la vida...
Porque me amaste, me creaste, me diste la existencia.
Pero no me creaste para la desdicha, para la mediocridad, sino para ser santo, feliz, para hacer algo grande en este mundo.
La aventura más grande es amar a Dios con todo el corazón...
Y al prójimo por amor a El.
No amar a Dios es la desgracia mayor.
Pero amar es darse, es cumplir la voluntad del amado, su voluntad.
"Él nos amó primero", nos recuerda San Juan. Te amé con un amor eterno.

TE AMO PORQUE ME HAS REDIMIDO DEL PECADO.

Librar al amado de su peor enfermedad, más aun de su muerte, de su verdadero mal, de su eterna condenación.
Gran amor representa. 
Y cuál ha sido el precio. Dios envió al mundo a su Hijo no para condenar al mundo, sino para salvarlo, no para condenarte sino para salvarte. Debes saberlo.
La respuesta debiera ser como al de santa Teresa. "Tengo una vida y entera se la doy; pero si mil vidas tuviera, las mil se las daba". 
El bautismo, la confesión son sacramentos de amor, porque son los sacramentos del reencuentro con el hijo pródigo.
"Daos cuenta de que no habéis sido rescatados con oro o plata, sino al precio de la sangre de Cristo".
Por eso decía San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada, si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo"
Cuando uno se santigua se recuerda a sí mismo y recuerda a los demás que es seguidor de un gran jefe, de Jesucristo y pertenece a la religión del crucificado, la religión del amor. Cada vez que uno se santigua equivale a repetir las palabras de San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada..."
Esconderse cuando se santigua significa que se avergüenza de ser cristiano. Soy cristiano y a mucha honra.
Librarnos del pecado es librarnos del infierno merecido por ese pecado. Mucho te ha de querer quien de tanta desgracia te ha librado. Y mucho más te ha de que querer quien, además de libarte del eterno dolor, te ha regalado la eterna felicidad.
¿Quién es esa persona, dónde vive, cómo se llama? Me muero por verlo, tengo que ser su amigo, quiero amarlo por siempre... y sabemos que es Jesús.

TE AMO PORQUE ME HAS ABIERTO LAS PUERTAS DE TU REINO

Lo más grande que podía regalarnos. Dios no tiene una cosa más grande que darnos que el cielo, su cielo, donde Él vive y es infinitamente feliz. 
Las puertas de ese cielo estaban cerradas. Cristo nos las ha abierto. La felicidad de Dios la participaremos.
Los que nos han precedido en el camino nos dicen: "Es verdad...vengan".
San Pablo, que vio el cielo: "Todo lo que su sufre en este mundo es nada..."
No tienes razón cuando piensas y dices: Me piden demasiado. La verdad, hermano, es que nos piden demasiado poco.
"Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo." Si esta no es tu máxima alegría, no sabes qué es el cielo.
Te invito en este momento a que te sientas muy alegre de que tienes tu nombre escrito en la lista del cielo. Alégrate, sí, más que de todas las demás cosas.
¿Cuántas veces te ha regalado Jesucristo el cielo? Con cada pecado mortal lo has perdido. Con cada absolución te lo han devuelto. ¿Cuántas veces has perdido el cielo, pobre hombre, pobre mujer? ¿Cuántas veces te han vuelto a dar el cielo, hombre afortunado, mujer afortunada? 

TE AMO PORQUE ME HAS HECHO HIJO DE DIOS

Decía Jesús. "Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos". No fue un santo, ni siquiera la Virgen María quienes nos indicaron que rezáramos así, sino su propio Hijo, Jesús. Mi Padre me ha pedido que les enseñe a orar así: "Padre nuestro que estás en el cielo..." Jesús podría haberle dicho con toda razón: Padre, soy tu hijo único, ¿cómo que ahora voy a ser hermano de todos los hombres? Además, no sé si te has fijado cómo se portan muchos de ellos. ¿Vas a caso a repartirles la herencia del cielo? 
No, Jesús le dijo: Bendito seas, Padre mío, porque quieres además de tu hijo divino, hacer hijos tuyos también a cada uno de los hombres. Yo soy, me declaro hermano de cada uno de ellos. Esto lo dijo Jesús, está en el Evangelio, a través de María Magdalena: "Ve a decirles a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios".
De la herencia también habló: "En la casa de mi padre hay muchas moradas, Voy a prepararos un lugar". Con qué profunda emoción les dijo Jesus esta noticia a los apóstoles y a cada uno de nosotros. Voy a prepararos un lugar.
Debemos atrevernos a rezar el Padrenuestro como Jesús quería que lo rezáramos: Decidlo, sentidlo, amadlo, tened una total confianza.
Desconocer el amor de ese Padre es la desgracia mayor del mundo.
Debemos enseñar a los hombres que Dios es su Padre. Porque no lo saben, no lo creen, no se lo imaginan. 
Evangelizar no es sólo explicar las hermosas realidades de la religión sino hacérselas creer, sentir, experimentar.

TE AMO PORQUE ME HAS ENRIQUECIDO CON EL ESPÍRITU SANTO

Paráclito: consolador, santificador, es decir que nos guía hacia la santidad y hacia la vida eterna.
Bueno, ¿y dónde está el Espíritu Santo? 
Responde San Pablo: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?
También Jesús lo afirmaba: Si alguno me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Las tres divinas personas.
El alma que vive en gracia es un templo de la Santísima Trinidad, de las tres divinas personas.
Se le llama, por esta razón, el divino huésped del alma.
Es el Don por excelencia; es el amor infinito de Dios que vive en nosotros y para nosotros. Para realizar el plan de amor de Dios en nosotros: hacernos, hombres y mujeres fieles, cristianos felices, santos y llevarnos al cielo para toda la eternidad.

TE AMO, PORQUE ME HAS ENTREGADO A TU MADRE AL PIE DE LA CRUZ.

¡Qué amor tan delicado, tan sincero, tan fino! María es su joya, su criatura predilecta, su Madre bendita...Pues no quiso quedársela para sí.
Es madre nuestra con todo derecho porque nos la han dado.
Podemos y debemos, por tanto, llamarla madre nuestra.
Corredentora: Jesús ha querido que, de manera semejante a Él, sufriera terriblemente y colaborara así a la redención, a nuestra redención, a la mía.
Aquí no me malentiendan los hermanos evangélicos. Pues, si San Pablo completaba en su cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo, quiere decir que todos colaboramos al menos con alguna partecita. Pero María más que nadie.
Jesús nos la dio: El regalo en sí mismo es extraordinario, único.
Pero nos la dio con un grandísimo amor.
Y María ha aceptado ser madre de cada uno de nosotros con una obediencia perfecta y con un cariño inmenso que no podemos ni medir.
Bendito el momento en que Jesús decidió darme a su Madre como Madre Mía.
Después de la alegría de ser hijo de Dios, la más entrañable felicidad es tener como madre a María.

TE AMO POR EL DON DE LA FE CATÓLICA

Si estimáramos la fe como los santos..."Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe", está dicho.
El justo, el santo, vive de la fe, es decir, de lo que le ha dicho Dios a través de su Revelación.
La fe debe ser viva y operante, no mortecina ni somnolienta.
Por ejemplo, si al comulgar tú crees profundamente en que en ese pan consagrado está realmente Jesucristo, el día no puede de ninguna manera ser triste o malo. Has recibido a Dios.
Tener fe es ver todas las cosas con los ojos con los que ve Dios.
Si no tuviéramos fe, seriamos muy desgraciados... En realidad los que no tienen fe, ¿qué sentido encontrarán al dolor, a la muerte, al después de la muerte? Si no se tiene fe ¿qué sentido tiene la misma vida, el vivir, el amar, el cumplir con las reglas de la moral? Sin fe todo se tambalea. 
La mejor forma de agradecer la fe a Dios consiste en transmitirla, en comunicarla a otros. En reanimar la fe de los que la tienen medio dormida o medio muerta. Hay muchos hermanos nuestros que pierden la fe, la están perdiendo, por falta de alguien que les ayude a vivirla con pasión. 
Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Ojalá ayudemos a algunos a recuperarla, a volver a la casa del padre de la que nunca debieran haber salido.

TE AMO PORQUE TE HAS QUEDADO CONMIGO EN EL SAGRARIO.

Jesús ha cumplido su promesa: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. ¿Cómo? En la Eucaristía.
Yo animo a todos esos hermanos y hermanas nuestras que tienen gran devoción a la Eucaristía, que comulgan con devoción, hacen adoración al Santísimo, lo visitan en el tabernáculo, hacen procesiones con el Santísimo. Nos recordaba Nuestro querido Benedicto XVI que la primera procesión con el Santísimo fue la de María cuando fue a visitar a su Prima santa Isabel llevando en sus purísimas entrañas a Jesús. Con eso quedan las procesiones santificadas. 
No cuesta nada visitarlo, ir a pedirle favores. Necesitamos ir al Sagrario más que al súper: Porque en el súper conseguimos alimentos para el cuerpo, pero en el Sagrario alimento para el alma: "Venid a Mí todos los que andáis fatigados y abrumados por la carga y Yo os aliviare". ¿Creen que Jesus dijo esto por decirlo nada más?
No tengo tiempo de visitarlo, porque tengo que hacer tanto por Él. Soy un apóstol tan celoso y tan ocupado que no tengo tiempo para rezar, para ir a la Iglesia. Pues soy un mal apóstol, porque me preocupo más de la viña del Señor que del Señor de la viña. Les pongo un ejemplo para que me entiendan. Hay maridos, sobre todo jóvenes, que están abrumados de trabajo y no tienen tiempo de estar con su esposa y sus hijos, porque están ganando dinero para ellos. Cuantas veces he escuchado a esas esposas: Ojalá mi esposo ganara menos y estuviera más tiempo con nosotros.
Pues tengan la seguridad de que Jesús nos dice a muchos de nosotros: Ojalá tuvieras más tiempo para estar conmigo.


TE AMO PORQUE ME HAS ENVIADO COMO A LOS APÓSTOLES, A EXTENDER TU REINO ENTRE LOS HOMBRES.

Nadie más nos ha enviado, sólo Cristo. "Id y predicad el Evangelio a toda criatura. No me habéis elegido vosotros a Mí sino yo a vosotros"
Cada uno ha sido enviado a predicar la Buena Nueva: los padres a los hijos, los amigos a los amigos. A todos a los conocidos y desconocidos.

TE AMO PORQUE ERES MI DIOS Y MI SEÑOR.

Mi Dios y mi todo, decían los santos en un suspiro de amor.
En resumen: Te amo con todo mi corazón.
Porque lo mereces totalmente, lo esperas.
Porque es lo que más me importa y lo que más necesito.
San Pablo decía: Para mí el vivir es Cristo y el morir una ganancia. 
Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi Padre, mi grande y mi único amor y la gran razón de mi existencia.
"Señor mío y Dios mío" exclamó Santo Tomás en un momento de gracia. Es una frase que tenemos que decir y sentir con mucha frecuencia.
"No volveré a servir a un señor que se me pueda morir". Palabras de San Francisco de Borja ante el cadáver de su hermosa reina. Servimos a ese Dios y Señor que vive para siempre, que con el paso de los siglos no ha perdido nada de su belleza, de su amor, de su poder y misericordia. Dios ha sido, es y será siempre infinitamente amable y adorable para suerte nuestra.


Dios no se hace viejo, no se arruga, no pierde fuerza. Dios nos ama hoy como ayer y como nos amará mañana. Aprovechemos esta maravillosa gracia y amemos, amemos a la persona más digna de nuestro amor.

Autor: P. Mariano de Blas LC.

martes, 29 de enero de 2013

Creo en Dios



Creer implica adhesión, acogida y obediencia; es un acto personal, una respuesta libre. 


Resúmen de la catequesis semanal de SS Benedicto XVI por el Año de la Fe, 16 enero 2013 

Queridos hermanos y hermanas:

La catequesis de hoy está dedicada al primer artículo del Credo: «Creo en un solo Dios», una afirmación fundamental, que parece sencilla pero que encierra un inmenso tesoro. 

Creer implica adhesión, acogida y obediencia; es un acto personal, una respuesta libre. 

Decir «creo» supone un don que se nos da y una responsabilidad que aceptamos; es una experiencia de diálogo con Dios que, por amor, nos habla como amigos.

Como enseña el Catecismo de la Iglesia católica: "La fe es un acto personal: es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela a sí mismo" .

"La fe es la certeza de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve" (11,1). Los ojos de la fe son por lo tanto capaces de ver lo invisible y el corazón del creyente puede esperar más allá de toda esperanza, al igual que Abraham, de quien Pablo dice en la Carta a los Romanos que "creyó, esperando contra toda esperanza" (4,18).

¿Cómo escuchar su voz?

Fundamentalmente en la Escritura, que nos habla de fe y nos narra una historia en la que el Señor cumple su proyecto de redención, a través de personas que creen y confían. 

Una de ellas es Abrahán, nuestro padre en la fe, porque es capaz de salir de su tierra, confiando sólo en Dios y en su promesa. 

A pesar de ver su cuerpo deteriorado y a su mujer anciana, y de vivir siempre como extranjero en una tierra habitada por otros, espera contra toda esperanza; por ello recibe la bendición de Dios, llena de vida y fecundidad, para hacer de él un gran pueblo. 

Para nosotros, Abrahán es ejemplo de libertad ante la opinión corriente, ante el juicio del mundo que busca un éxito aparente; Abrahán nos invita a responder también a Dios con un acto de confianza, que trasforme nuestra vida. 

Cuando decimos: "Creo en Dios", decimos como Abraham: "Yo confío en Tí; confío en Tí, Señor", pero no como en Alguien a quien recurrir solo en los momentos de dificultad o a quien dedicar algún momento del día o de la semana. 

Decir "Creo en Dios" significa fundamentar en Él mi vida, dejar que su Palabra la oriente cada día, en las opciones concretas, sin temor de perder algo de mí mismo. 

Decir "Creo en Dios" nos impulsa, por lo tanto, a partir, a salir de nosotros mismos continuamente, al igual que Abraham, para llevar en la realidad cotidiana en que vivimos, la certeza que nos viene de la fe: la certeza, es decir, de la presencia de Dios en la historia, aún hoy; una presencia que da vida y salvación, que nos abre a un futuro con Él en pos de una plenitud de vida que nunca conocerá el ocaso.

Autor: SS Benedicto XVI.

lunes, 28 de enero de 2013

EL AVISADOR DE BADAJOZ



Ya hace tiempo tenía ganas de dar a conocer un blog que visito casi a diario, y si no lo hago mas es por no desatender a mis blog y varios grupos que en la Red Social  Facebook  Administro.

A veces hay que pararse y decir: Hoy sale y  se busca uno un hueco para hacerlo, pues sin más preámbulo comienzo la presentación.

Antes de dar el nombre debo decir que he visitado muchos blog y desde luego en mi opinión este, es de lo mejor de Badajoz, se trata  del blog “EL AVISADOR DE BADAJOZ”.

En EL AVISADOR DE BADAJOZ, encontraras a diario noticias y comentarios sobre temas de toda índole, pero sobre todo relacionado con nuestro querido Badajoz y con personas relevantes del mismo, es una gaceta de todo cuanto va aconteciendo o acontecerá en Badajoz, sin ir más lejos, ayer ya se publicó “el programa de Fase preliminar  del concurso de murgas, del 28 al 1 de febrero, en el López de Ayala”.
Como ven más actualidad imposible. Su creador y único artífice es el gran hombre, conocido y muy querido en Badajoz como es D. Pedro Montero, pertenece a un gremio del que tengo el honor de estar muy muy vinculado, Magisterio, no en vano mis padres fueron sin lugar a dudas dos destacados Maestros en Badajoz.

Como lo que estoy tratando de presentar es el nuevo enlace que en cada uno de mis blog pondré apuntando a EL Avisador de Badajoz, cabe destacar de este blog su absoluta imparcialidad, llamándole a las cosas por su nombre sin rodeos y sin dobleces, hay algunos artículos o comentarios realizados por otras personas, en los que se denota que no hay censura, eso sí, hechos siempre bajo el máximo respeto a todos.

Lo que aquí expongo demuestra y me gustaría que entraran y lo vieran Vds.  Coincidirían conmigo, que es todo un gran trabajo realizado con gran profesionalidad, como realizado por un gran profesional,  como es Don Pedro Montero, en el que cabe destacar también sus valores como persona humana.
Me permito poner solo uno de los comentarios que sobre esta persona ha dejado un antiguo alumno suyo, aquí lo tienen y lo copio literalmente.

“MJ2 CARRETERO RODRIGUEZ
D. Pedro Montero fue uno de mis profesores de E.G.B.
Nunca he tenido la oportunidad de darle las gracias por haber tenido tanta paciencia y dedicación en inculcarme los valores humanos que hoy hacen de mi la persona que soy.
Nunca olvidare los relatos de El Conde Lucanor o nuestras interminables representaciones de guiñol, en las que se disparaba nuestra creatividad.
En resumen, gracias por haberme abierto las puertas de la cultura.”

Tras todo esto solo me resta poner el enlace a este magnífico blog El Avisador de Badajoz: http://elavisadordebadajoz.zoomblog.com/
Este enlace lo encontraran en la sesión ENLACES DE INTERÉS  en cada uno de mis blog.
Solo me queda felicitar desde estas líneas a Pedro Montero y enviarle desde aquí un fuerte abrazo.
Manuel Murillo.

¿QUÉ ESPERA DIOS DE MÍ?



A veces andamos como ciegos caminando fuera del camino o como sordos sin escuchar la Palabra de Dios que nos llama a vivir a su lado. 


Esta era una de las preguntas más profundas y urgentes que me planteé en mi juventud. Quería elegir bien, quería asegurarme de tomar un camino que fuera conforme al Plan de Dios sobre mi vida. Él como Padre tendría un sueño para su hijo, como Creador un plan para su criatura; y yo quería darle gusto y acertar en el uso de mi libertad y poder escuchar al final de mi vida: "Ven, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor." (Mt 25,21)

Independientemente de la vocación específica de cada uno, hay un llamado que tenemos todos en común: ser conforme a la imagen de Cristo (Rom 8,29). Eso es lo que Dios espera de nosotros: que seamos como su Hijo Primogénito: Jesucristo.

Al ver San Juan de la Cruz cómo teniendo vocación tan sublime nos ocupamos muchas veces de otras cosas, dice: "¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas! ¿Qué hacéis, en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos!" (Cántico espiritual, 39,7)

¿HACIA DÓNDE?

Así es, a veces andamos como ciegos caminando fuera del camino o como sordos sin escuchar la Palabra de Dios que nos llama a vivir a su lado. Cristo es la Palabra y es el Camino y vino al mundo para mostrarnos cómo andar y por dónde avanzar. Así lo explica el Papa Juan Pablo II: "La única orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros ésta: hacia Cristo, Redentor del hombre; hacia Cristo, Redentor del mundo." (Redemptor Hominis, 7) "El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes- debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser, debe «apropiarse» y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se actúa en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo." (Redemptor Hominis, 10)

COMO UNA SEMILLA DESTINADA A GERMINAR Y CRECER

¿Maravilla de sí mismo? Sí, maravilla, pues llevamos a Cristo dentro de nosotros, ha establecido allí su casa y quiere instaurar y extender su reino. Participamos de la misma vida de Dios. La gracia de Dios en nosotros es como una semilla plantada en nuestro interior el día de nuestro bautismo. Y esta semilla está destinada a crecer. San Basilio Magno explica que: "....desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección."

De lo que se trata es de avivar la chispa del amor que llevamos en lo más profundo de nuestro ser. Cristo nos participa de su vida, como la vid al sarmiento (Jn 15), de manera que sea Él quien viva y se manifieste en nosotros: "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (cfr. Gal 2, 20).

¿DE QUIÉN DEPENDE?

Nuestra unión con Dios y nuestra transformación en Cristo se lleva a cabo dentro de nosotros, pero sólo si nosotros lo permitimos y lo queremos. Una semilla de limón se siembra, se cultiva y da un limonero. En nuestro caso, la semilla de la gracia está destinada a convertirnos en un hijo como el Hijo, pero no se da por descontado, Dios nos hizo libres para ir hacia Él o no. En este cometido no estamos solos; el proyecto de Dios es obra conjunta de cada uno y del Espíritu Santo: artífice de nuestra unión y transformación en Cristo.

¿DE QUÉ TIPO DE CRECIMIENTO ESTAMOS HABLANDO?

De un doble crecimiento:

·  El crecimiento de la raíz: Que consiste en profundizar en el conocimiento personal de Cristo, cultivar la vida de gracia, crecer en intimidad con Dios, permitir que el reino de Cristo triunfe en nuestras vidas. Esto comporta también un trabajo de purificación de todo aquello que no sea Dios y de aquellos amores y aficiones que no sean conformes a Su querer, pues debido al pecado original arrastramos unas tendencias negativas a la que llamamos concupiscencia y debido al propio pecado encontramos también basura, piedras y espinas que limpiar.
·  El crecimiento del árbol: Es decir, nuestra transformación en Cristo, que seamos más semejantes a Él, por su imitación en el ejercicio de las virtudes cristianas y la vivencia de las virtudes teologales. 

SIN ORACIÓN NO HAY CRECIMIENTO

Este doble crecimiento es arduo y fatigoso, como el cuidado de todo campo de cultivo. Entre otras cosas se requiere oración. Sin oración no hay crecimiento espiritual. La semilla crece cuando ponemos en acto las virtudes teologales. La fe: en la oración conocemos a Dios. Orar es poner la fe en acto. Esperanza: orar es ejercitar el deseo de Dios, es abandonarnos en Sus manos, es entrega confiada en Sus brazos. Amor: orar es acoger el amor de Dios y corresponderle amando.

En esto consiste el quehacer del hombre en su camino al cielo. ¡Buen viaje!
Autor: P. Evaristo Sada LC.

domingo, 27 de enero de 2013

CADA DÍA, VALORA LAS COSAS PEQUEÑAS



En lo pequeño está la verdadera santificación si lo sabemos vivir, si sabemos convertir lo ordinario en lo extraordinario. 
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No es bueno perderse en la ensoñación de un futuro grandísimo. 

Queremos ser mejores, queremos superarnos pero haciendo algo que realmente sea toda una proeza, ¡que se vea! 

Queremos alcanzar la perfección y la santidad, pero...eso será "mañana" porque ahora estamos muy ocupados, tenemos miles de problemas. Tal vez cuando estos se resuelvan. Si nos falta salud, cuando estemos bien. Si estamos cansados, cuando tengamos mejor ánimo. 

Todos nuestros buenos propósitos se quedan en "eso", para un mejor momento, para "mañana"... Y la vida se nos va y no nos damos cuenta que es, esa vida, que son la suma de los instantes, de las horas, los días y los años en que vamos dejando pasar todas y cada una de las pequeñas cosas que podrían ser fruto de nuestra santidad. 

En las cosas pequeñas está la verdadera santificación si las sabemos vivir, si sabemos convertir lo ordinario en lo extraordinario. 

Si queremos realizar este milagro en nuestra vida pensemos en Cristo. Fue Dios tanto en la cruz como cuando niño ayudando a su Madre en las cosas del hogar, obedeciendo a José en el trabajo humilde y sencillo de la carpintería, en unas mil cosas pequeñas con las que fue formando su vida hasta hacerse hombre. 

Es difícil que siguiendo los pasos de Cristo dejemos todo y nos lancemos a predicar, a ser apóstoles recorriendo el mundo. Es difícil que seamos mártires por defender nuestra fe - que si los hay y su vida es una entrega total - pero nosotros sí lo podemos imitar en lo que fue su vida oculta en la rutina de todas las cosas de todos los días, esas que nos parecen tan insignificantes, tan simples que no les damos la mayor importancia. 

En nuestro diario convivir con los demás, ¿por qué no somos más tolerantes, más generosos? ¿por qué pensamos siempre en nosotros y en todo lo que nos satisface?. Si en todas las cosas, por pequeñas que sean, ponemos el máximo esfuerzo de hacerlas bien, el resultado será la suma de todas ellas que nos darán, al final de la jornada, un día bueno, un día santo. 

Las cosa simples, pequeñas, vendrán a nosotros, saldrán a nuestro paso en el diario vivir y es entonces cuando tenemos que tener el ánimo presto, la voluntad decidida. El momento heroico de saltar de la cama, a su hora, para no llegar tarde y cumplir con nuestro deber; ese trabajo que tanto nos fastidia hacerlo con gusto, con amor; esa sonrisa al compañero, ese buscarle alguna virtud en vez de dejarnos llevar por la fácil pendiente de la crítica; ese saber escuchar; ese templar la voluntad no saboreando la golosina que nos ofrecen; ese saber esperar un rato más para saciar nuestra sed; esa valentía de no escudarnos en la mentira fácil; esa forma de estar siempre dispuestos a servir en vez de ser servidos; ese ofrecer cualquier contrariedad, incomodidad o dolor, para que estas cosas adquieran su verdadero valor y no se pierdan; esa paciencia ante las personas o cosas que quieren sacarnos de quicio; esa esperanza, esa fe, ese amor; ese toque de alegría en nuestra rutina; esa paz que tenazmente pretendemos poner o dejar en el corazón de los demás; esa conformidad para las cosas inevitables, aceptándolas, aprendiendo a decir en todos los momentos: "Hágase Tu Voluntad, Señor"

No esperamos a ese "mañana" cuando todas las cosas estén en perfecto estado y a nuestro gusto. 

Empecemos hoy, ahora, en este mismo momento. 

Antes de que nos podamos dar cuenta se nos presentará la oportunidad de santificarnos en estas cosas tan nuestras de todos los días. En las cosas simples, en las cosas pequeñas, esas, que no nos dan más, esas son, las que harán que nuestra vida merezca ser vivida en todo lo que vale. 

Hay una y mil cosas que creemos que nos darán la felicidad pero no nos damos cuenta de que en cuanto logramos lo que deseábamos pasamos inmediatamente a anhelar otra cosa para ser felices. Y es que las cosas que nos llegan de afuera, del exterior, no nos satisfacen plenamente pues es en nuestro interior donde tenemos que experimentar el verdadero valor de cada cosa. Muchas veces las grandes victorias, los grandes triunfos, los grandes acontecimientos nos dejan más vacíos que una pequeña cosa, casi insignificante pero que vino a inundar nuestra alma de una sensación profunda de felicidad. 

Una caricia, una sonrisa, una frase amable, una mirada tierna, alguien que se paró a escucharnos, un beso, una palabra de aliento, una tarde soleada, una carta o mensaje de alguien que está lejos, el estreno de unos zapatos o de un vestido que fue un sacrificio comprar, un encuentro con alguien que hacía mucho tiempo que no veíamos, un perdón, una reconciliación, ver un capullo convertido en flor, mirar la lluvia que lava y moja las hojas de los árboles, el olor a tierra húmeda y barbechada, una puesta del sol, contemplar el mar y sus cambiantes olas, la caricia de la brisa al tardecer, una noche estrellada, sentir una mano pequeñita y confiada en la nuestra, saber que en nuestro hogar hay alguien que nos espera con amor, tener la fortuna de una sincera y buena amistad... en fin tantas y tantas cosas que no nos dan más, que no les damos el valor que tienen y que dejamos pasar sin darles importancia y que son ellas las que, sin hacerse notar, nos dan la felicidad.

Esa felicidad sencilla y simple pero inmensamente grandiosa de las cosas pequeñas. Aprendamos a ser felices con ellas pues el que sabe aprisionarlas y gozarlas, bien puede decir que encontró la mágica fórmula para ser feliz. No las dejemos ir sin darles el valor que tienen.


Y termino con mi poema de Las Cosas Pequeñas.

La fuente quiere ser río
y el río quiere ser mar,
y el mar...sueña con que es fuente
y que ha vuelto allí a brotar.

Imponente y majestuoso,
añora y vuelve a añorar,
aquellos riscos y flores
donde dejó su cantar,

por donde pasó tan niño,
con prisa y en loco afán
de convertirse en gran río
y por fin , en un gran mar.

Tanto corrió, corrió tanto
que apenas pudo gozar
de las cosas pequeñitas,
que tan fácil dejó atrás.

¡Ay, las cosas pequeñitas, simples, 
que no nos dan más...
ay esas cosas tan simples,
cómo se van y se van!.
Sin darnos cuenta se escapan...
mientras que ciegos andamos
buscando felicidad.

La fuente quiere ser río
y el río quiere se mar
y el mar...se ha vuelto salado,
¡quizá de tanto llorar!.

Autor: Ma. Esther De Ariño.

viernes, 25 de enero de 2013

MARÍA Y LA FE DE UNA MAMÁ



Cuando hagas oración por alguien, no esperes que esa persona ponga de sí "algo" para alcanzar el milagro. 


Hoy te encuentro, mujer cananea, en un pasaje del Evangelio... (San Marcos 7, 24-30) Y me quedo pensando en ti, en tu dolor de madre, en tu búsqueda de caminos para tu hija.

Pasan las horas y siento que sigues estando allí, en mi corazón, tratando de hacerme entender, tratando de explicarme algo... Pero no te entiendo.

Y como mi corazón sabe que cuando no entiende debe buscar a su Maestra del alma, entonces te busco, Madre querida, te busco entre las letras de ese pasaje bíblico que leo y releo una y otra vez.

De pronto mi alma comienza a sentir tu perfume y me voy acercando al lugar de los hechos...

Allí te encuentro, Madrecita, mezclada entre la gente que hablaba de Jesús... me haces señas de que tome tu mano. ¡Qué alivio para el alma tomar tu Mano, Señora Mía!!! ¡¡¡Como se abren caminos santos cuando nos dejamos llevar por ti!!!

Así, aferrada a ti, te sigo hasta muy cerquita de una mujer de triste mirada... Esa mirada que tiene una mama cuando un hijo no esta bien, sea cual sea el problema. Es la cananea. Pasa por aquí, quizás va a buscar agua o comida... Ve la gente que habla y se acerca. Su dolor le pesa en el alma.

- Presta atención, hija, - me susurras dulcemente, Madrecita...

Alguien habla de Jesús, de sus palabras, de sus enseñanzas, de sus milagros... Los ojos de la cananea parecen llenarse de luz.

No alcanzo a divisar a quien habla, ni a escuchar lo que dice, pero, en cambio, puedo ver el rostro de la cananea.

- Mira cómo cambia la mirada de ella, Madre- te digo como buscando tu respuesta

- ¿Sabes que es ese brillo que va creciendo en sus ojos? Es la luz de la esperanza. Una esperanza profunda y una fe incipiente que, como lluvia serena en tierra árida, va haciendo florecer su alma. Dime, qué piensas de esto.

- Pues... que me alegro por ella.

- Esta bien hija, que te alegres por ella, pero si te explico esto, es también para que comprendas algo. Te alegras por esa mama, pero nada me has dicho de quien estaba hablando de Jesús.

- No te entiendo, Madre

- Hija ¿Cómo iba a conocer a mi Hijo esa sencilla mujer si esa persona no hubiese hablado de Él? Lee con atención nuevamente el pasaje del Evangelio, "habiendo oído hablar de Él, vino a postrarse a sus pies..." habiendo oído, hija mía, habiendo oído...

Te quedas en silencio, Madre, y abres un espacio para que pueda volver, con mi corazón, a muchos momentos en los que mi hermano tenía necesidad de escuchar acerca de tu Hijo, acerca de ti... y yo les devolví silencio, porque estaba apurada, porque tenía cosas que hacer.

Trato de imaginar, por un momento, como fue aquel "habiendo oído". Cuáles fueron los gestos y el tono de voz de quien habló, cuáles fueron sus palabras y la fuerza profunda de su propia convicción. Cómo la fe que inundaba su corazón se desbordó hacia otros corazones, llegando hasta uno tan sediento como el de la cananea.

¡Bendito sea quien haya estado hablando de tal manera! los Evangelios no recogen su nombre pero sí recogen su fruto, el fruto de una siembra que alcanzó el milagro. 
¡Dame, Madre, una fe que desborde mi alma y así, llegue al corazón de mi hermano!

De pronto, veo que la cananea va corriendo a la casa donde Jesús quería permanecer oculto... Tu mirada, Madre, y la de ella se encuentran. Es un dialogo profundo, de Mamá a mamá...

Entonces, con esa fuerza y ese amor que siente el corazón de una madre, la mujer cananea suplica por su hija. Jesús le pone un obstáculo, pero este no es suficiente para derribar su fe....

Ella implora desde y hasta el fondo de su alma... Todo su ser es una súplica, pero una súplica llena de confianza.

Entonces, María, entonces mi corazón ve el milagro, un milagro que antes no había notado... un milagro que sucede un instante antes de que Jesús pronuncie las esperadas palabras...

El milagro de la fe de una mamá...

Aprieto tu mano, María Santísima y te digo vacilante:

- Madre, estoy viendo algo que antes no había visto...

- ¿Qué ves ahora, hija?

- Pues... que Jesús no le dice a esa mujer que cura a su hija por lo que su hija es, por lo que ha hecho, por los méritos que ha alcanzado, ni nada de eso. Jesús hace el milagro por la fe de la madre.

- Así es, hija, es la fe de la madre la que ha llegado al Corazón de Jesús y ha alcanzado el milagro la fe de la madre. Debes aprender a orar como ella.

- Enséñame, Madre, enséñame

- La oración de la cananea tiene dos partes. La súplica inicial, la súplica que nace por el dolor de su hija, ese pedido de auxilio que nace en su corazón doliente. Pero su oración no termina allí. Jesús le pone una especie de pared delante.

- Así es Madre, si yo hubiese estado en su lugar quizás esa pared hubiera detenido el camino de mi oración...

- No si hubieses venido caminando conmigo. Pero sigamos. Jesús le pone una pared que ella ve y acepta... y así, postrada a los pies del Maestro su fe da un salto tal que le hace decir a Jesús "¡Anda! Por lo que has dicho, el demonio ha salido de tu hija". Ese salto de su fe es esa oración que persevera confiada a pesar de que las apariencias exteriores la muestren como "inútil" "para qué insistir"... por tanto, hija, te digo que no condiciones tu oración a actitudes de otras personas...

-¿Cómo es esto Madre?

- Cuando hagas oración por alguien, no esperes que esa persona ponga de sí "algo" para alcanzar el milagro. Tú continúa con tu oración, que los milagros se alcanzan por la fe de quien los pide más que por los méritos del destinatario. Suplica para ti esa fe, una fe que salta paredes, una fe que no se deja vencer por las dificultades, una fe como la de la cananea...

Y vienen a mis recuerdos otras personas que han vivido lo mismo... desde Jairo (Mt 9,18; Mc 5,36; Lc 8,50) o ese pobre hombre que pedía por su hijo (Mt 17,15 Mc 9,24) hasta Santa Mónica, suplicando tanto por su Agustín... y alcanzando milagros insospechados, pues ella solo pedía su conversión y terminó su hijo siendo no solo santo sino Doctor de la Iglesia...

Las oraciones de una mamá.

La fe de una mamá.

Te abrazo en silencio, Madre y te suplico abraces a todas las mamás del mundo y les alcances la gracia de una fe como la de la cananea, esa fe que salta paredes y se torna en milagro.


NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.

Autor: Susana Ratero

DAR COMIDA AL HAMBRIENTO


Autor: Pablo Cabellos Llorente
            Es muy dolorosa la realidad de las apremiantes necesidades que sufren tantas personas de nuestro mundo, particularmente en África, pero también en el entorno inmediato. Esta tremenda situación da lugar a formas de solidaridad variadas y ejemplares, pero también existe la insolidaridad del que, aun dando algo a los demás, realiza gastos  excesivos, superfluos, y actualmente insultantes.
            Tal vez la sensación de escarnio que producían circunstancias semejantes, llevó al apóstol Santiago a escribir unas palabras bien actuales: "si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento cotidiano, y alguno de vosotros les dice: id en paz, calentaos y saciaos, pero no le dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta". Y es que el cristianismo es conducta, vivir la vida en Cristo. No es simplemente una teoría, es vida   ejercitada en la ocupación por el prójimo o en cualquier otra exigencia que conlleve.
            San Josemaría Escrivá, que supo mucho de hambre y necesidad, entre otras muchas ideas, escribió ésta: "Los bienes de la tierra repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística". Sabía muy bien de qué hablaba porque comenzó el Opus Dei en los barrios más pobres de Madrid y entre enfermos abandonados e incurables. Y, además, lo vivió siempre en su propia carne, sin tener en ocasiones -como dijo Cristo- ni una almohada donde reclinar su cabeza y viendo con dolor -lo pude observar en primera fila- la extrema pobreza con la que se enfrentaban, en muchos lugares, sus hijos espirituales y las personas que les rodeaban.
            También nos impulsarán  a mejorar unas palabras de Benedicto XVI: hablando de los africanos, escribió que "nuestro estilo de vida, nuestra historia, en la que estamos implicados, los ha explotado y los explota", añadiendo inmediatamente que "les hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder y las ganancias; hemos destruido los criterios morales, con lo que la corrupción y falta de escrúpulos en el poder se han convertido en algo normal. Y esto no sólo ocurre con África". Necesitamos el valor de amar al prójimo. Tenemos que aprender de nuevo la valentía de la bondad. Y sólo lo conseguiremos si nos hacemos buenos interiormente. Nunca para  sentirnos mejor: tal actitud prostituiría el amor.

LA BELLEZA DEL PERDÓN



Considerarse indigno de la persona amada ayuda a valorar los dones que de ella se recibe.

El Santo Padre Juan Pablo II nos recordaba cómo algunos cristianos han abandonado la práctica de este sacramento debido al profundo sentido de justicia que cultivan en su interior y que les lleva a "probar un sentimiento de indignidad ante la grandeza del don recibido. En realidad tienen razón en sentirse indignos" (Carta a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo, 15 de marzo de 2001, n.6).

Parecería que estas palabras son contradictorias. Por una parte afirma el Papa que es bueno sentirnos indignos; pero por otra parece que este sentimiento nos aparta de uno de los principales sacramentos.

En realidad la contradicción dependerá no del sentido de indignidad, que todos debemos experimentar, sino del fundamento de la indignidad. Nos hará mal si se funda en la justicia, en cambio será una ayuda si lo basamos en el amor. Me explicaré.

La sociedad actual ha desarrollado fuertemente el sentido de justicia. Hace unos meses comentaba con un amigo este hecho que, aunque positivo, no es suficiente para saciar al ser humano. Más aún, si permanecemos en la sola justicia el hombre se empobrece pues su anhelo más profundo no se limita en ser justo sino que va más allá, deseando amar y ser amado.

Uno de los síntomas de un matrimonio sano es cuando cada uno considera que recibe del otro más de lo que uno mismo merece, es decir, cuando uno se considera indigno de la persona amada. Cuando ambos se consideran indignos del otro es señal que su relación se basa en el amor y no en la justicia.

En efecto, considerarse, en cierta medida, indigno de la persona amada ayuda a valorar los dones que de ella se recibe y ayuda a superar el sentido de culpabilidad por los propios errores.

Si uno se considera indigno, valorará como algo gratuito y no merecido todo el cariño y entrega que de la persona amada recibe; en cambio, si uno se considera digno de tal amor, todos esos detalles serán recibidos como simple respuesta de justicia debida.

De igual modo, uno acepta los propios errores de modo diverso dependiendo de si se vive en una actitud de amor o simplemente de justicia. Si la relación se basa en la justicia, nacerá un sentido de culpabilidad que no sanará incluso si la otra parte perdona, pues nunca se merece el perdón.

Pero si la relación se basa en el amor, los fallos "lejos de deprimir el entusiasmo, le pondrá alas" (n. 9) para encontrar nuevos y mejores modos de manifestar el amor.

Algo similar nos ocurre cuando consideramos nuestros pecados de cara a la constante fidelidad de Dios. Si mi relación con el Señor se basa en la justicia siempre me sentiré culpable e indigno y su amor de Dios, en vez de ayudarme, me abrumará e, incluso, no aceptaré su perdón pues no me lo
merezco.

Pero todo es diverso si mi relación con Él se funda en el amor.

Cierto que probaremos, "como Pedro, el mismo sentimiento de indignidad ante la grandeza del don divino". Pero el amor será capaz de superar las consecuencias de mi indignidad. Llama la atención cómo Jesucristo no exige en primer lugar a Pedro que le pida perdón sino que se le ame: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que estos?" (Jn 21, 15) "Es sobre la base de este amor consciente de la propia fragilidad" que nacerá nuevamente la confianza y la entrega a la persona amada.

Pedro, lleno de amor por el Maestro, y viéndose incapaz de obtener fruto, confía plenamente en su palabra. La pesca milagrosa es muy significativa. Cristo no pide a Pedro algo nuevo o diverso de lo que había realizado antes. Le pido lo mismo, lanzar las redes como hizo en la noche,pero en esta ocasión fiándose de su palabra. "Jesús pide un acto de confianza en su palabra" (n. 7).

El cristiano que ama de verdad a Cristo, sabiéndose pecador e indigno, se acerca a la confesión. Sabe que por sí mismo no es capaz de cambiar, por eso se fía de Dios y de su perdón. Y regresa a su vida para lanzar nuevamente las redes con la seguridad de que la gracia alcanzada en la confesión iniciará a llenar sus redes de buenas obras. Cuando uno ama, el hecho de saberse indigno le impulsa a confiar en la persona amada, es decir, a fiarse plenamente de su amor.

Pedro, porque ama al Señor, aunque se sienta indigno, no sólo confía en Él, sino que "se siente en la necesidad de testimoniar y de irradiar su amor". De igual modo, el cristiano que se sabe indigno pero ama, es impulsado por el amor a entregarse con más ahínco a la persona que ama para demostrarle que aquel error o fallo no expresa realmente lo que su corazón siente por Él.

El cristiano es alguien que se sabe indigno de un Dios tan grande y por ello confía, ama y se entrega a Él.

Quien se confiesa es aquella persona que, consciente de su pecado, desea escuchar del Señor las palabras: ´lanza otra vez tus redes, pero en esta ocasión confiando en mí´.

Quien se confiesa es aquella persona que quiere decir a Dios: te amo, por eso, no tengas en cuanta mis pecados sino la fe y el amor de mi corazón.
Autor: P. Juan Carlos Ortega Rodríguez.

jueves, 24 de enero de 2013

UN REGALO DE AMOR. LA EUCARISTÍA ES VIDA




La Eucaristía (misa, comunión, adoración) es la mejor manera de encontrarnos con Dios, de renovar nuestra amistad con Jesús.


La Eucaristía es un regalo de amor de Dios a los hombres, es el tesoro de los tesoros. Es el regalo de los regalos. Es Dios mismo que se da como don y alimento a los hombres. ¿Podríamos haber imaginado mayor muestra de amor? La Eucaristía es el sacramento de la presencia de Jesús, del amigo divino, que viene a nosotros a ofrecernos su amistad y a pedimos un poco de amor. La Eucaristía (misa, comunión, adoración) es la mejor manera de encontrarnos con Dios, de renovar nuestra amistad con Jesús... Es el mejor alimento espiritual, es la mejor oración. Y, sin embargo, cuánta falta de fe en dejar abandonado al Dios escondido. Precisamente, no pensar en la Eucaristía, no vivir la Eucaristía, es el mayor pecado o deficiencia de nuestro catolicismo. La mayor parte de las iglesias están cerradas casi todo el día, escondiendo así al mayor tesoro del Universo y al mejor medio de santificación: Jesús Eucaristía.


Debemos tener bien claro que la Eucaristía no es algo, sino Alguien. Alguien que te ama y te espera. Su nombre es JESUS. Por eso, toda tu vida cristiana debe ser una vida de amistad con Jesús, lo que significa que debe ser una vida eucaristizada, con una relación personal con Jesús Eucaristía.



Sin embargo, la mayor parte de la gente, cuando tiene problemas, busca solamente la salud en médicos, siquiatras o curanderos de cualquier clase. Se van a cualquier grupo o religión para buscarla... y dejan solitario al médico de los cuerpos y de los corazones, Cristo Jesús. ¿No es esto como para llorar de pena? Se busca la felicidad en tantas cosas, a veces costosas, cuando tenemos tan cerca al Dios de la felicidad. ¿Por qué? ¿Por qué no creemos un poco más? ¿Por qué no comemos el "pan de los fuertes"?



¡Qué pena la de Jesús, viendo tantas almas que se debaten bajo sus ruinas y que ya no sienten el calor del sol ni oyen el trino de los pájaros ni perciben el perfume de las flores! ¡Tantas almas frías y egoístas para quienes ya no existe la paz ni la alegría y casi no tienen fe! ¡Con lo fácil que les sería acercarse al sagrario para pedir ayuda! ¡Cuánto amor y cuánta paz encontrarían para superar las dificultades de cada día!



En 1937 varios exploradores rusos lograron pasar unos meses en las proximidades del Polo Norte, en el reino del hielo eterno, o, como solía decirse, de la "muerte eterna". Hasta entonces, se creía realmente que allí no podía crecer ninguna planta. Por eso, la sorpresa de los exploradores fue enorme al encontrar en el mismo Polo Norte una flor. Era una especie de alga diminuta, del tamaño de la cabeza de un alfiler, de color azul. Quisieron descubrir su raíz y empezaron a cavar. Cavaron nueve metros de profundidad y todavía no dieron con el final de la raíz... Ciertamente, esa flor es un ejemplo para nosotros. Por todas partes, le rodeaban el hielo y la muerte y no se asustaba ni retrocedía. Iba taladrando el suelo y se lanzó, en el reino de la oscuridad y de las tinieblas, hacia arriba en busca de la luz, hasta que la encontró. No le importó, si tuvo que subir veinte metros. Valió la pena llegar a la luz y poder alegrar la vida de unos exploradores y alabar a Dios en las solitarias y heladas regiones del Polo Norte. Por eso, tú no te desanimes, no importa cuántos metros estés bajo el peso de tus pecados. Jesús te espera en la confesión y en la luz del sagrario, sigue subiendo, El es la luz del mundo y te está esperando para darte una nueva vida. 



Allí, en el sagrario, vela Jesús todas las noches en silencio, esperando la llegada del alba y de algunas personas que lo amen para repartirles sus tesoros de gracia escondidos en su Corazón. Porque el sagrario contiene todos los tesoros de Dios, ahí están los almacenes llenos y son inagotables. ¿Por qué no vas a misa? ¿Por qué no comulgas? ¿Por qué no te arrodillas ahora mismo, en el lugar donde te encuentras, y te diriges al Jesús del sagrario? Mira hacia la iglesia y dile así:



Jesús mío, ¿qué haces ahí todo el día en la Santa Eucaristía? ¿Qué haces en las noches silenciosas, solitario en la blanca hostia? ¿Esperándome? ¿Por qué? ¿Tanto me amas? ¿Y por qué yo me siento tan angustiado por los problemas y creo que Tú te has olvidado de mí? ¿En qué pienso? ¿En qué me ocupo? ¿Por qué me siento tan solo, si tú eres mi compañero de camino? Ahora, he comprendido que tú me amas y me esperas y seguirás esperándome sin cansarte jamás, porque tienes todo tu tiempo exclusivamente para mí. Señor aumenta mi fe en tu presencia eucarística. Lléname de tu amor ven a mi corazón. Yo te adoro y yo te amo. Yo sé que tú estás siempre conmigo y que contigo ningún vendaval y ninguna tempestad podrá destruirme. Dame fuerza, Jesús, YO TE AMO, perdóname mis pecados. Yo sé que, si estoy contigo, tengo conmigo la fuerza del Universo, porque tú eres mi Dios.



¡Oh misterio bendito, prodigio de amor; sacramento admirable, fuente de vida, Jesús Eucaristía! ¡Qué vacía estaba mi vida sin Ti! Ahora he comprendido que tú eres mi amigo y quieres abrazarme todos los días en la comunión. Por eso, yo te prometo ir a visitarte todos los días y asistir al gran misterio de amor de la Eucaristía. Quiero ser tu amigo. ¡AMIGO DE JESUS EUCARISTÍA!



Autor: P. Angel Peña O.A.R.
Fragmento del libro Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera.

CREO EN TI, SEÑOR

Crecer en la fe es crecer en el amor. Por eso, porque creo en Ti con toda mi mente, te amo con todo mi corazón.

Creo en Ti, Señor.
Creo que existes, que vives, que eres amor. Creo que eres la misericordia infinita y que la manifiestas a raudales en tantos acontecimientos de nuestra vida.
Creo que eres el camino seguro que lleva al cielo, y que no hay otro. No hay otro cielo ni otro camino que lleve al mismo.
Creo que eres la verdad de la vida y de las cosas. Eres también la vida de todos los seres, eres mi vida... Vida plena, vida eterna...

Creo que has formado los cielos y la tierra, con todo su ornato. Si en Ti no creyera, todo sería destrucción, desorden, caos.
Creo en Ti, Señor.
Crecer en la fe es crecer en el amor. Por eso, porque creo en Ti con toda mi mente, te amo con todo mi corazón. Creer es fiarse, es tomar la mano del amado y, sin soltarla, caminar juntos siempre, durante las horas de desierto y las horas de primavera.
Te gusta, Señor, que tengamos fe en Ti: "Tu fe te ha salvado", y te apena mucho nuestra falta de fe: "Hombres de apoca fe, ¿porqué habéis dudado?"
Quiero ser un hombre o una mujer que se fía de Ti totalmente, que camina por la vida no con la seguridad de sus pies o de su mente sino con la seguridad de su Dios.

1. JESUCRISTO, CREO QUE ERES EL HIJO ETERNO DEL PADRE
Creo en la Santísima Trinidad. La celebramos en su fiesta. Eres un Dios único pero en tres personas que son amor. Y creo que las tres personas habitan en mi alma por la gracia.
Tú eres el Hijo del Padre desde toda la eternidad, el hijo en el cual tiene el Padre todas sus complacencias. El Hijo enviado al mundo no para juzgarlo, sino para salvarlo.
Eres tan parecido al Padre. Nosotros debemos ser tan parecidos a Ti. No fuiste enviado por el Padre para condenarme, sino para salvarme. A mí y a cada uno de los hombres.
Pagaste un precio tremendo. Pagaste todo Tú para comprarme a mí. Hasta sin sangre en las venas te quedaste, sin vestidos, sin vida. Para salvarme a mí. Pues, ¿quién soy yo? Te quedaste infinitamente pobre, Tú que eras infinitamente rico.
Soy el precio de tu sangre, de tu muerte, de tus infinitas humillaciones. ¿Qué clase de amor es éste? ¿Puede un mendigo sentirse más feliz que yo? ¿Puede un encarcelado, prisionero de por vida experimentar más alegría que yo? ¿Puede un condenado al infierno sentirse más afortunado que yo? Pues soy un pobre hambriento convertido en rico, un encarcelado a quien han dado el indulto, un condenado al infierno liberado del eterno dolor.

2. JESUCRISTO, CREO QUE ERES EL SALVADOR DE LOS HOMBRES
Lo que implicó la salvación: Belén, Nazaret -ocultamiento perfecto-. La pasión y la Cruz -amor sin límites-
Belén, Nazaret, Jerusalén son ciudades que me recordarán eternamente el amor de mi Dios. En Belén nació por amor a mí en la máxima pobreza. Una cueva, un pesebre de amor. En Nazaret vivió por amor a mí en el ocultamiento perfecto. En Jerusalén sufrió la pasión y la muerte de un esclavo y de un "maldito" por amor a mí.
En esas ciudades me amó hasta el extremo mi Creador, mi Redentor. Siempre que te mire, veré el rostro y los ojos de mi Salvador, unos ojos que me miran con amor, con compasión y con inmensa esperanza. Siempre que piense en Ti, sentiré renacer la esperanza, porque eres Luz, Resurrección, Buen Pastor, Camino, Vedad y Vida.
Contigo siempre hay remedio, hay salida. Por tanto camino por la vida con la frente alta, el corazón alegre y paso seguro. Voy con Jesús, con el que prometió: "Yo estaré con vosotros todos los días, también hoy."

3. ·JESUCRISTO, CREO QUE TE ENCARNASTE EN EL SENO DE LA VIRGEN MARÍA POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO.
Se puede decir que actuaste como si no fueras Dios durante treinta y tres años. Humillación total. Por amor.
Somos hermanitos de carne y hueso con la diferencia de que Tú eres Dios. Pero, para que no sintiéramos complejo frente a Ti, quisiste divinizarnos, convertirnos en pequeños dioses en el cielo.
Como todos los niños, como yo, estuviste encerrado en el seno de tu madre, creciendo día a día hasta que estuviste maduro para nacer. Lo mismo que yo, lo mismo que todos los niños.
Recién nacido eras como todos los bebés. La cosa más débil del mundo, Tú el Dios de los ejércitos. Quisiste sentir lo que siente un niño creciendo en el seño de su madre. Y a María le hiciste sentir tu presencia y tus movimientos.
Oh divino bebé, maravilloso niño que sobreviste al aborto. Hoy millones de niños no tienen la suerte que tuviste tú de nacer. Ten compasión de todos ellos y de sus mamás porque no saben lo que hacen.

4. JESUCRISTO, CREO QUE PADECISTE Y MORIRSE EN LA CRUZ PARA REDIMIRNOS DE NUESTROS PECADOS.
Y tengo que decir como san Pablo: Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Me amaste y te entregaste por mí en la cruz.
Amor escrito con sangre. Para que no me quedaran dudas de que me amas. "Si fuera necesario para salvarte, volvería a sufrir de buena gana por ti solo todo lo que sufrí por el mundo entero"...Palabras dichas por Ti a una santa. Cuanto amor, cuánto dolor. Cuánto dolor, cuanto amor. Por mí.
Pordiosero miserable, condenado al infierno, todo esto y más he sido. Pero de todo esto me ha librado Jesús. A costa de tormentos, salivazos, flagelos, espinas y humillaciones he sido arrancado del infierno que era mi lugar merecido.
La eternidad no será suficiente para agradecer, para amar, para bendecir y adorar a la persona que mizo tanto bien. Con Pablo digo y diré: "Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de mi Salvador."
¿Será tan difícil amar entrañablemente a un ser que tanto amor me ha demostrado? ¿Podré negar yo, criatura miserable, algo a mi Dios Omnipotente, sobre todo en el amor?

5. JESUCRISTO, CREO QUE RESUCITASTE AL TERCER DÍA.
Recuperaste tu divinidad. Te enterraron como hombre y resucitaste como Hombre-Dios glorificado. Y ya la muerte no podrá dominarte jamás. Vives eternamente en el cielo para interceder por nosotros ante el Padre.
Con san Pablo afirmamos: Cristo ha resucitado. Ahí se apoya nuestra fe y nuestra religión triunfadora. La religión de un Dios-Hombre que se dejó vencer y humillar hasta un grado inaudito para resucitar y vencer tan solo tres días después a todos sus enemigos de un solo golpe.
El fundador de nuestra religión es un gran triunfador. Seguimos a un Caudillo que nos lleva a la victoria segura. "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Un optimismo radical debe prevalecer en muestra vida en medio de las tormentas del mundo moderno.
De los fundadores de religiones -que son numerosos- sólo uno vive resucitado, habiendo vencido a la muerte. Los demás son un puñado más de polvo que hay dentro de la Tierra.
Al resucitar con tu cuerpo humano nos has confirmado que nosotros, de manera semejante y a su tiempo, resucitaremos contigo para vivir eternamente contigo felices en el cielo. Así como creo en tu resurrección, creo también en la mía.

6. JESUCRISTO, CREO QUE ESTÁS SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE.
Es decir, tu Humanidad ha sido glorificada y está junto a Dios. Eres un Dios Hombre para siempre con una humanidad glorificada y, como eres hombre, nos has elevado hasta el trono de Dios, buscando hacernos semejantes a Ti.
Todo lo ha puesto Dios bajo tus pies. Eres el rey del universo no sólo como Dios sino también como hombre. Pero al mismo tiempo has elevado a la naturaleza humana hasta el trono de Dios, la has divinizado.
Tu amor va mucho más allá de lo que pidiéramos imaginar o anhelar. La frase "seréis como dioses" se realizará. San Juan lo confirma: "Seremos semejantes a Él porque lo verismos al cual es." ¿Qué mas podías hacer por nosotros, por mí?
Por eso, el no corresponder a tanto amor, el dar la espalda a semejante bondad representa una ingratitud tan grande como el universo. Aún desconozco la altura, la anchura y la profundidad de semejante amor. Si yo conociera, si yo creyera en semejante amor...

7. JESUCRISTO, CREO QUE VENDRÁS A JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS.
En su día vendrás con gloria y majestad, rodeado de los ángeles. Tan distinta de la otra vez. Para juzgar a todos los hombres. Te temo como juez, confío en ti como Redentor. Entre temer o confiar, elijo confiar.
Pero el saberlo...me hace vivir de manera responsable. No puedo vivir a lo loco...No te temo a Ti, porque no me has dado nunca motivos para temerte, sino temo a mis pecados que hablarán en mi contra y me condenarán en el juicio. ¡Piedad, Juez mío, piedad!
¿Puedo pedirte que María Santísima esté en ese juicio para que interceda por mí, ante Ti, su Hijo divino? Ten compasión de tu Madre cuando Ella te pida con lágrimas que perdones, que tengas piedad, cuando Ella te suplique que tengas misericordia de mí.
Ten misericordia de mi Madre, cuando Ella interceda por mí, su hijo pecador ante el Hijo Divino y misericordioso. ¡Piedad, divino Juez, por amor a tu madre!

8. Jesucristo, creo que eres la piedra angular de la Iglesia
Los constructores te despreciaron y el edificio no se mantuvo en pie. De hecho el templo de Jerusalén no existe, queda sólo un muro de lamentaciones. Pero el templo de tu Iglesia sigue en pie, porque te ha elegido a ti como piedra angular.
Todas las vidas que se construyen sobre Ti, resisten el paso del tiempo. Las demás se destruyen. Hoy los hombres te han vuelto a arrancar del edificio de este mundo y el mundo se tambalea, hasta que se derrumbe del todo. Oh Jesús necesario e imprescindible, pero rechazado por los hombres insensatos y pésimos constructores, ten compasión de ellos.
Cuantas veces han hecho el experimento de prescindir de Ti y se han ido por el precipicio. ¿Necesitan más experiencias? Millones de hombres han jugado a ser ateos, a vivir sin Dios. Siempre les ha ido muy mal. Y siempre les irá mal. "Nos has hecho, Señor, para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti". Lo interesante de esta frase es que la dijo un antiguo y terco ateo.
Eres la piedra angular en la vida de cada hombre. Felices los que edifican sobre Ti y pobres, miserables los que te arrojan fuera de sus vidas: se convierten en eternamente miserables. Yo no quiero ser uno de esos miserables.
Hombres y mujeres locos que, sin saber o sabiéndolo, van por el camino de su perdición, cambien a tiempo su ruta, antes de que sea demasiado tarde. Muchos que, como Uds. erraron el camino, tuvieron tiempo y sensatez para cambiar de ruta. Fueron ateos como tantos, pero ahora son cristianos como pocos. Jesús es la roca que puede y que quiere llevarnos a la salvación eterna. Hagámosle caso. Él perdona, Él comprende, Él espera.

9. Jesucristo, creo que te has quedado realmente con nosotros en la Eucaristía
Este acto de fe llena mi vida de fuerza, seguridad y alegría. Porque Tú, que eres el fuerte, estás con nosotros. Tú que eres el amor, estás aquí. Tú que eres nuestro Hermano mayor, quieres estar con nosotros.
Tú que eres el Pan de Vida saciarás nuestra hambre. Tú que eres el agua viva, saciarás para siempre nuestra sed. La Eucaristía es el cumplimiento formal de una promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". La Eucaristía es una promesa cumplida.
Se ha quedado para todos los hombres, y como yo soy uno de esos hombres, se ha quedado para mí. Si Él es mi Dos y se ha quedado para mí, yo su creatura debiera estar con Él frecuentemente. Mis misas y comuniones, visitas. adoraciones manifiestan mi gratitud y mi amor y la fe de que ahí está para mí. Yo tengo la llave del sagrario y te saco y te introduzco en él y te reparto a los fieles que vienen a buscarte.
Yo soy el pregonero de tu presencia amorosa, debo hablar, debo gritar que estás ahí; debo probar con mi fe y mi respeto que alguien muy importante está presente. Tengo que decirles: "Venid a Él todos los que andáis fatigados y agobiados por la carga y Él os aliviara". Tengo que gritar a los hambrientos y sedientos: Venid a Él, y se saciará vuestra hambre y vuestra sed.
Hombres que pasáis por el camino de la vida con el fardo de penas y trabajos a cuestas, deteneos un momento ante la fuente de aguas vivas.

10. Jesucristo, creo que eres el Señor de la vida y de la historia
El hombre se cree dueño de la vida y actúa como si lo fuera. Te está robando tu trabajo. Y se cree dueño de la historia. ¡Qué equivocado está! Una furia infernal lo está ensoberbeciendo y va derecho a la ruina.
Yo creo, en cambio, y con toda la fuerza de mi fe, que el único dueño de la Vida eres Tú, mi Dios. Y que el único señor de la historia eres Tú, mi Señor. Por ello te adoro y te alabo por todos los ladrones de tu honra.
Señor de la vida, vivifícame. Resucita todo lo que está muerto en mí y cura todas las partes enfermas de mi cuerpo y de mi alma, pues viniste para qua tuviéramos vida y vida en abundancia.
¿Vivir? Se puede decir que todos vivimos, pero hay vidas que se parecen mucho a la muerte. Vivir o semi-morir, vivir o semi-vivir. Yo quiero vivir, ayuda mi vida.
Y conviérteme en resucitador de muertos, sobre todo de almas muertas. Abundan, sufren, tienen boleto para el infierno. No permitas que tanto amor y tanto dolor tuyos y de tu madre no logren resucitar esos muertos.
Señor de la historia. Los hombres van haciendo historia de muerte y de perversión, pero Tú eres el protagonista de esa historia que, respetando libertades, la diriges siempre hacia donde Tú deseas.
Historia de guerras, de abortos, de eutanasia, de divorcio, de narcotráfico, y violencia ¡Qué triste historia están haciendo los hombres! Construyen la civilización de la muerte, y Tú quieres construir la civilización de la vida, de la justicia y del amor.

Nosotros estamos contigo, queremos colaborar en la civilización del amor que es la civilización cristiana.

11. Jesucristo, creo que eres el camino, la verdad y la vida.
Camino:

Una senda que lleva al cielo. Tiene piedras y es estrecha pero Tú nos acompañas, y tu compañía transforma lo duro y amargo en suave y dulce. Es la diferencia de seguir un camino en solitario o en tu compañía. El cielo es cielo porque estás Tú y el infierno es infierno porque Tú no estás.
Caminar sin tu compañía vuelve dura la vida. Muchos se hacen dura la existencia porque no quieren saber de Ti. Yo quiero caminar contigo porque Tú quieres acompañarme y porque Tú solo tienes palabras de vida eterna.
Verdad:
Creo en Ti, Dios mío, porque eres la verdad misma. En un mundo de mentira, Tú eres el refugio y la brújula. En la dictadura del relativismo que equivale a viajar por un mar inestable, Tú eres la roca que resiste el embravecido oleaje.
Necesito creer en algo, en Alguien que dé sentido y seguridad a mi existencia. Tú eres mi roca y rompeolas. Tú eres la verdad de mi vida, eres luz que ilumina mi senda, mi camino seguro.
Vida:
Yo soy la vida, la vida del cuerpo y la vida del alma. Por lo tanto, Él ha dado y sigue dando la existencia a todos los seres, a mí también. Tú eres mi vida y yo soy parte de tu ida.
Salí de Ti, en Ti existo y hacia Ti voy, Dios de mi vida. Mi Dios y mi todo: Mi Dios y mi vida. Sin Ti no existí y sin Ti no existiría ahora y sin Ti no existiré mañana.
Vida de las almas, mantén siempre viva mi alma y ayúdame con tu gracia a resucitar las almas muertas de mis hermanos. La confesión es un sacramento de resurrección; debo ejercerlo con frecuencia y con amor. Decir a un alma: Tus pecados no existen ya y que sea cierto. Camino, Verdad y Vida de las almas, bendito seas hoy y por siempre.

12. Jesucristo, creo que me has llamado a tu Iglesia para luchar incansablemente por la instauración de tu Reino entre los hombres.
He sido llamado, invitado. Pertenezco a tu maravilloso ejército de los hombres más felices del mundo y de los más humildes, de los que se esfuerzan por entrar por la puerta estrecha y de aceptar como santo y seña las bienaventuranzas: Pobres de espíritu, mansos, puros de corazón...
Cuentas realmente conmigo, a pesar de mis limitaciones y miserias, quieres verme luchar y obtener victorias, pescar almas en el mar del mundo, como en el caso de los apóstoles. También a mí me has dicho: No temas, haré de ti un pescador de hombres.
Quiero sentir, como Pedro, la nada de mis esfuerzos en el mar de las almas: "Toda la vida, días y noches tirando las redes y nada..." Y sobre todo sentir la seguridad y confianza en tu poder divino que llena las redes hasta reventar. Quiero echar mis pobres redes en tu nombre y en el nombre de tu Madre bendita. Y sé que se llenarán de almas.
Las echo a través de mis retiros, programas de radio y de mis materiales impresos que son una manera muy particular y moderna de tirar las redes. Tú quieres que hable, que escriba, que edite libros y CDS, quieres que dé conferencias y que siga tirando las redes en tu nombre. Me da tanta alegría y confianza el que te complaces en llenar mis viejas redes y que compartes conmigo la felicidad de la pesca.

13. Jesucristo, creo que contigo todo lo puedo.
Porque creo en tus promesas. Si Tú has dicho: "Todo lo que orando pidiereis, lo obtendréis", es porque dices la verdad. Los que se atreven a creer son los hombres y mujeres que logran todo en el mundo. Quiero ser uno le ellos.
En realidad nos has dado la clave para obtener todo, la fe, pero no la usamos sino medianamente. En nuestra oración, en nuestro trato contigo, no nos fiamos plenamente de Ti. Por eso no somos más ricos, más santos, más apóstoles. Hombres y mujeres de poca fe. Ese reproche nos cae como un saco de piedras en la cabeza.
Tan cierto es que nada puedo sin Ti como que contigo lo puedo todo. Estar seguro de esta verdad es honrarte, pues te agrada mucho que confiemos en Ti y es al mismo tiempo disponer de la omnipotencia de Dios.

Dios se complace en prestar su omnipotencia en los que confían en Él. Tú puedes ser uno de ellos.
Somos más peritos en usar la inteligencia que en utilizar la fe. La inteligencia ve, mide, pesa, cuenta y saca las conclusiones de su estudio. La fe no mide, no cuenta, simplemente se agarra de la mano de Dios omnipotente y realiza los milagros.
Autor: P. Mariano de Blas LC