"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 30 de junio de 2011

Oración para SONREÏR ...


Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de ...gozo por la riqueza de tu bendición.

Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.

Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.

Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.



A VECES SENTIMOS QUE LO QUE HACEMOS ES TAN SÓLO UNA GOTA EN EL MAR... PERO, EL MAR SERÍA MENOS SI LE FALTARA UNA GOTA...

Madre Teresa de Calcuta.

así que ánimo... a sonreír!!!
y con ésta imagen de dos hermosos Santos quién no se ánima...
Bendiciones les quiero...

Servir a Cristo ...

" Cada obra de amor...llevada a cabo con todo el corazón, SIEMPRE logrará acercar a la gente a DIOS..."
Madre Teresa de Calcuta.

La belleza

Hay tres tipos de belleza: natural, artística y la interior.


En la buena filosofía estudiamos que todo ser, por el hecho de existir, tiene cuatro propiedades ínsitas: unidad, verdad, bondad y belleza.

1. Definición y tipos de belleza

El vocablo belleza deriva del término latino “bellus”, bonito (que a su vez, procede de bonus, bueno). Desde antiguo se destacó la dificultad que entraña dar una definición de este concepto. Platón se propuso en su diálogo “Hipias major” determinar qué es la belleza en sí misma: aquello que hace bellas a las cosas que se nos manifiestan como tales.

Se han dado muchas definiciones: Bello es lo que visto (y no sólo lo conocido), agrada (Santo Tomás). La belleza es el esplendor del orden (San Agustín). Es el esplendor de todas las propiedades del ser reunidos: unidad, verdad y bondad (Jacques Maritain). Belleza es luminosidad. Belleza es armonía. Belleza es orden.

La belleza es la hermosura interior que se refleja hacia fuera. No sólo está el gozo de la vista que contempla la belleza exterior y se recrea en sus líneas. La capacidad para descubrir la otra, la interior, indica una facultad más elevada, la de de ser exploradores de la intimidad ajena, lo que a la larga va a ser una valiosa adquisición o valor.

Hay tres tipos de belleza. Con un ejemplo te quedarán más claras. Era el mes de mayo. Soplaba aún un viento fresco, pero la primavera había llegado; así lo proclamaban las plantas, los árboles, el perfume de las flores y el gorjeo alegre de los pájaros. Entré en una inmensa catedral gótica, con sus rosetones maravillosos, con sus arcos de medio punto. De repente suena el órgano el Mesías de Haendel y sus potentes armonías se difunden por las anchas y altas naves. Quedé extasiado. En las naves laterales colgaban pinturas de Rafael y Miguel Ángel, que me trasportaban con su encanto. En esto, a diez metros delante de mí una madre tenía entre sus brazos a su hijo, a quien cada diez segundos le daba un profundo beso en la carita. Me acerco al altar. Comenzó la misa. Ya las primeras bancas estaban ocupadas. Me quedé en un costado de pie. Al rato llegó una pobre anciana, apoyada en un bastón. No había asiento. En esto un señor de unos cuarenta años se levanta y cede su asiento a la ancianita. Escucho atento el sermón del sacerdote y todo era claro, estructurado y brillante. Termina la misa y salgo a la calle. Todo olía a primavera. Y todavía rondaba en mi mente una pregunta: ¿qué es la belleza? Pero hoy me sentí enriquecido.

Ahora ya podemos definir los tipos de belleza.

a) La belleza natural: Es la belleza que se encuentra en las cosas de la naturaleza. Un paisaje, el vuelo de un pájaro, unas cataratas, unas montañas, el mar, unas nubes, etc. Su fuerza radica en entrar por los ojos, en ser rotundo a la hora de mostrarse. Esta belleza natural es fuente de agrado y complacencia para los sentidos exteriores. Va de fuera para adentro. Me enriquece. Me ennoblece.

b) La belleza artística, es decir, la plasmada en el arte: Es la belleza de un hermoso cuadro, un edificio, una escultura, una pintura, un discurso. El Renacimiento se encargó de transmitirnos un nuevo estilo de belleza basado en la armonía y el orden, canon que cambiará en los siglos XVII (Barroco) y XVIII (Ilustración y Neoclasicismo). Esta belleza artística quedará reflejada en las artes plásticas (arquitectura, escultura y pintura) y en las artes del movimiento (música, coreografía y poesía). También es una belleza que va de fuera para adentro. Nos exalta. Nos enriquece y ennoblece.

c) La belleza moral o interior: es el orden, el equilibrio, la bondad interior de la persona. Es el conjunto de unidad, verdad, bondad, espiritualidad en armonía, orden, proporción...que cada uno de nosotros tiene en su interior. Es la armonía entre las acciones del hombre y el ideal de su vida (ideal que decide su vocación y su misión en la misma). Es la coherencia entre la conducta del hombre y la meta o ideal que persigue. Albert Einstein dijo: “La belleza reside en el corazón de quien la contempla”. Esta es la belleza en la que nos detendremos. Es la belleza que uno tiene dentro como fuente para saciar la sed propia y la de los demás. Llega a ser fuente de alegría constante, de gozo consolador, de encanto arrebatador. Genera amor y alegría renovada en quien la contempla y se beneficia de ella, en el trato con esa persona. Esta belleza interior se exterioriza en resplandores de bondad, veracidad, honestidad, coherencia, simplicidad, encanto, armonía, equilibrio. Por eso, una persona será bella interiormente en la medida en que viva y se alimenta de las otras cualidades del ser: unidad, verdad, bondad.

2. ¿Cómo llegar a descubrir nuestra belleza interior?

En la medida en que somos capaces de olvidarnos de nosotros mismos para interesarnos por los demás y sentimos la necesidad interior, acuciante, aunque serena, de contribuir con nuestra via y nuestras obras a hacer de este mundo un lugar mejor, más hermoso y gratificante para todos...en la medida en que dejemos de inquietarnos por las necesidades más bajas de supervivencia y de seguridad que se cubren de forma automática y nos elevemos sobre lo material, perecedero y terrenal, para entrar en el área inconmensurable, llena de luz y de esperanza del espíritu...en esa medida comenzaremos a apreciar en nuestro interior que tenemos verdad, bondad, espiritualidad y belleza, y las sentimos y vivimos con plenitud en lo más profundo de las estructuras que conforman nuestra mismidad.

Por tanto, esta belleza interior está en ti y es la unión de verdad, bondad, espiritualidad. Es un valor que se autogenera en todo aquel que sepa sentirla, vivirla, sintonizarla y crearla en su derredor. Hay que descubrirla, pues está en ti. Que no te pase que mueras sediento de sed, teniendo a tu lado esta fuente inagotable. Así lo expresaba Leon Bloy: “Hay una fuente al pie de todos aquellos que mueren de sed”.

Pero además, esta belleza interior se ha alimentado de esa belleza natural y artística y es un valor universal que se da en todos y que funde en abrazo espiritual y entusiasma por igual al filósofo, al poeta, al campesino y al científico. Es el caso del místico san Juan de la cruz, o de san Francisco de Asís, que encuentran a Dios (el porqué de su existencia) en la candidez y belleza de los seres sencillos de la creación, o el caso de sabios como Einstein, anonadado y perplejo ante la maravillosa armonía que descubre en el Universo, o el caso de un sencillo labrador como san Isidro, que siente interiormente el pálpito de la belleza de los campos arados, de las mieses, de la lluvia, del sol y de la escarcha, y contemplándola se siente transportado en espíritu hacia su Creador. Gustavo Adolfo Bécquer diría: “El espectáculo de lo bello, en cualquier forma que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones”. Por lo tanto, esta belleza interior se dará en quienes tengan los ojos limpios y el corazón desalojado de preocupaciones y saben abrirse a la belleza que encuentran a su alrededor, esparcida en la creación.

Esta belleza sentida en el interior como armonía que sintoniza con todo lo creado nos permite descubrir, además, un mundo trascendente que el hombre no es capaz de expresar en términos racionales y que los místicos y poetas se esfuerzan en hacerlo con imágenes poéticas, figuras retóricas, etc.

Pero, ¿por qué hay unos ciegos que no ven esta belleza interior? ¿Por qué otros son capaces de verla en lo más nimio? No hay camino para descubrir la belleza, sino que la belleza está precisamente en hacer el camino hacia el interior del espíritu. La mayoría de los humanos dejan la vida, pasan por la tierra poniendo su empeño en cubrir las necesidades primarias de alimento, pertenencia, aprecio y autoestima, y en su horizonte de miras apenas si han ido poco más allá de capacitarse para ejercer una profesión u oficio, conseguir un nivel socioeconómico aceptable y atesorar propiedades y riquezas con un doble fin: asegurarse unos años de vejez libres de preocupaciones económicas y dejar en herencia a los hijos la seguridad de un patrimonio que alivie las dificultades que la vida pueda depararles. Después, esperar que la muerte llegue lo más tarde posible, y estar orgullosos de haber hecho algo en la vida.

Hasta aquí, todo perfecto, y es digna de elogio la conducta de quienes así programan y realizan la propia existencia. Sin embargo, aquellos, demasiado pocos, por desgracia, que amplían sus miradas hacia el horizonte sin límites de la plena realización de ser, adquieren la inapreciable virtud de convertir en bellos, maravillosos, deseables y dignos de disfrute hasta los momentos más prosaicos y simples de la propia existencia: una merienda en familia, un día de lluvia, el retraso del tren o del subte, el nacimiento de un nuevo hijo.

Los semblantes de estas personas son serenos, calmados, animosos firmes, pero orlados de ternura y de paz. En sus rostros reflejan la alegría, porque han hecho motivo de su existencia el disfrute del encanto y de la belleza que late a raudales en cada rincón de la naturaleza. Gustavo Flaubert dijo: “Si mirásemos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas”. Hay que mirar un poco más allá de nuestras necesidades primarias, si queremos descubrir las alas de la belleza, percibir el perfume de la belleza, calentarnos con el resplandor de la belleza y saborear el gusto de la belleza.

Debe ser muy alentador y estimulante para los hombres saber que en cada uno de nosotros permanece la disponibilidad anímica y la predisposición a descubrir la armonía, el orden, el equilibrio y la belleza en todas las cosas de la creación, y que esa sintonía y hermandad con el Universo no es algo que se nos da, sino una riqueza insondable que permanece dentro de nosotros mismos y que sólo hemos de ocuparnos de sentirla, vivirla y disfrutarla.

3. ¿Cómo acrecentar y preservar esta belleza interior?


Necesitamos:

Ánimo equilibrado, mente serena y calma psicofísica. Lo contrario a ánimo perturbado, depresivo y exaltado, angustiado, violento, ansioso, apático, atormentado, esquizofrénico, paranoico, egoísta, vanidoso, orgulloso, pasional, sentimental, inestable, incoherente y mentiroso. Todo esto nos hace perder la belleza interior.

Cada día, antes de iniciar nuestra jornada, mientras nos vestimos y aseamos, debemos poner en orden nuestras ideas, afectos, sentimientos y propósitos, y barrera de nuestro corazón y de nuestra mente posibles residuos de pensamientos y sentimientos negativos de rencores, envidias, venganzas, resentimientos, antipatías y discordias, para dar paso a la armonía equilibradora y saludable del espíritu sereno, que viene acompañada de generosidad, optimismo, comprensión, perdón, actitud mental esperanzada, positiva y de servicio a los demás y predisposición a dejarse invadir por la incomparable belleza de las cosas más pequeñas, cotidianas y aparentemente insignificantes y triviales.

En vano se pretende restablecer el equilibrio perdido y llenar los vacíos del espíritu con honores, posesiones, fama y atesoramiento de bienes materiales, porque la verdadera felicidad es consecuencia de esa armonía interna y equilibradora en cuanto síntesis de bondad, verdad, espiritualidad y belleza, la belleza que es disfrute y gozo en lo cotidiano, vivido y sentido con plenitud del ser.

Albert Einstein dijo: “Los ideales que han iluminado mi camino, y una y otra vez me han infundido valor para enfrentarme a la vida con ánimo, han sido la bondad, la belleza y la verdad”.

Y Rousseau: “Si quitaseis de nuestros corazones el amor a la bello, nos quitaríais el encanto de vivir”.

Y Maurois: “Cuando las cosas no van bien, nada como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella”. Una persona amada, una canción, una poesía, un recuerdo hermoso, una vivencia pasada...

¡Vence el mal con el bien!

Autor: Antonio Rivero, L.C.

Teatro Negro... "Exagerado Amor"

Jesús... tu belleza conquistó mi corazón...

miércoles, 29 de junio de 2011

Entrevista a San Pedro y San Pablo

Qué nos platicarían estos grandes apostoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían!Sus palabras son actuales, solo tenemos que leerlas en las Sagradas Escrituras.


Entrevista a San Pedro en el cielo

Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro:

Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo?

Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón.

Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón?

Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro.

Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia.

Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»?

Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad.

Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí.

Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció?

Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo intentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre».

Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo?

Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Benedicto XVI, es de los mejores. Háganle caso y les irá mejor.

Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa.

Entrevista en el cielo a San Pablo

Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso.

Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo?

Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo.

Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección.

En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré.

Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida.

Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo?

Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad!

Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo.

Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a Cristo?”

espuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía.

El cielo consiste en: “Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad” ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?».

Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: “Sé en quién he creído y estoy tranquilo”. Explícanos el sentido.

Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero.

Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí.

Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra?

Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: “Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco”.

Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?».
Autor: P Mariano de Blas LC

martes, 28 de junio de 2011

Construir la FE con otros...

La fe cristiana implica ponerse manos a la obra...
Echar raíces en el amor lleva a vivir desde un amor real, concreto, encarnado y fecundo.
Supone trabajar con y por otros... A veces otros serán quienes te ayuden. En algunas ocasiones seré yo quien ayude a los demás.

Y muchas otras veces seremos, juntos, capaces de construir mucho… sana ...r heridas, alumbrar mundos nuevos, imaginar paraísos, desbaratar infiernos.
Al juntar las manos y los brazos, al sumar las fuerzas, surge algo nuevo, diferente.
" En el encuentro hay una fecundidad mayor. En los proyectos así compartidos hacemos Reino."

“que por la fe resida Cristo en vuestro corazón, que estéis arraigados y cimentados en el amor…” (Ef 3,17)
Psj.
bendiciones a todos...

Cuánto te amo...

"Dulce Jesús... aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor. .."
Leer, Mateo 8,23-27.
Dios les bendiga...
 

Con María, en busca del Sagrado Corazón de Jesús

Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, cuánto te ama.

María Santísima, el proximo viernes celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, quisiera prepararme bien para ella... pero... ¿Cómo prepararme para aquello que aún no comprendo bien?. Sí, asistiré a misa, dejaré mis peticiones y agradecimientos en el Corazón de tu Hijo. ¿Puedes ayudarme a comprender lo que realmente significa amar el Corazón de Jesús?.

Puedo sentir que me miras desde tu imagen, puedo y quiero leer en tus ojos la respuesta....

- ¿Por qué no se lo preguntas a Jesús mismo?... vamos, atrévete... Él está muy ansioso por hacerte comprender.

- Señora mía... es que... no me atrevo, soy tan pecadora, tengo tanto de que arrepentirme.

- Vengan a mí todos los que estén cansados, que yo los aliviaré...

Y las palabras de tu Hijo resuenan en mi corazón.

- ¿Has comprendido, hija mía? Jesús te espera desde siempre, no debes rendir examen para acercarte a Él, solo ámale, camina hacia Él con toda tu carga y deposítala a sus pies. Él hará el resto.

Siento que somos tres conversando, que Jesús me vuele a repetir...

- “...Aprende de mí, que soy paciente y humilde de corazón...” (Mt. 11,29).

- ¿Ves hija, cómo te va mostrando el camino? Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, dentro de lo que puedas, cuánto, cuánto, cuánto te ama.

- Señora...imitarle... sí, pero es que, no sé como se hace eso en mi día a día...

- Pues... paso a paso, en cada decisión que tomes piensa: “¿Le será agradable a Jesús?”. Cuando hables con las personas piensa: “¿Si fuese Jesús quien está escondido tras ese rostro?”. Sobre todo cuando te enojes con alguien o cuando tu orgullo herido reclame a gritos una reparación, piensa: “¿Jesús verá con buenos ojos mi reacción?” Si ya hablaste por tu vanidad herida, medita: “¿Me alcanzarán estos argumentos ante Cristo?”. Hija querida, no hacen falta, para imitar a Cristo, grandes y titánicas obras. No pretendas abrir tú sola las aguas del mar... no, pequeña, sólo trata de actuar en cada momento como Él espera que lo hagas. No por presión, no como un amo severo que se la pasa controlándote para , al menor descuido, volcar su ira sobre ti. Nada más lejos de eso. Míralo como un compañero de viaje que te indica la ruta más segura. Como un maestro que te enseña el camino. Como un padre que no quiere que te lastimes. Cada palabra, cada consejo, nacido del profundo amor de su Sagrado Corazón, es para que tú no te pierdas.

- Voy entendiendo...poco a poco, voy entendiendo.

- ¿Recuerdas cuando un leproso se le acercó?, suplicándole de rodillas: “Si quieres puedes curarme... a Él se le conmovió el Corazón” (Mc. 1,41). Así pasa contigo. Pero analiza bien este hecho, el leproso “se le acercó” o sea, caminó hacia Jesús, recorrió la distancia que lo separaba de Él, con todo lo que significaba esa decisión. Luego le dijo “si quieres...puedes...” o sea, reconoció que Cristo podía hacer lo que Él le pedía, mas nada le exigía, sólo aceptaba su voluntad. Es entonces cuando a Jesús “se le conmovió el Corazón”. ¿Comprendes, hija?. Conmover el corazón de Cristo no es difícil sólo debes: acercarte a Él, pedirle, confiar y por último, aceptar su voluntad.

- Señora mía, me hablas con tu corazón, le hablas al mío. ¿Quién soy yo para que te dignes explicarme tanto?.

- Eres mi hija ¿Lo has olvidado? Una y mil veces te hablaría hasta que encontraras el camino y la paz.

- “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, si cree en mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua viva” (Jn. 7,37-39).

- ¿Escucha tu alma las promesas de mi Hijo?.

Claro que mi alma las escucha. Poco a poco voy comprendiendo que no existe mejor lugar para el alma, que el Corazón de Cristo. Es un sitio lleno de amor, de paz, de profunda serenidad, tiene la calma de todos los atardeceres, el perfume de todas las flores, el canto de todos los pájaros, y el amor más grande, más profundo, más exquisito que hubiera existido jamás.

- Los apóstoles ya habían descubierto el inmenso tesoro del Corazón del Mesías. San Agustín lo notó, por eso dijo: “San Juan, en la Cena, se reclinó en el pecho del Señor para significar así que bebía de su Corazón los más profundos secretos...” Para que entiendas más aún, te contaré lo que es para mí ese Corazón amado... cuyos primeros latidos imaginaba al colocar mi mano temblorosa sobre mi vientre, en aquellos días de Nazaret..., después, en Belén, cuando José puso su pequeño cuerpecito entre mis brazos, sentí ese suave y acompasado latido. A medida que iba creciendo, fui aprendiendo el lenguaje de ese corazón, en cada palabra, en cada gesto, en cada mirada, ERA Y ES un corazón rebosante de amor y misericordia... El día que lo comprendas desde el fondo de tu alma, ya nunca estarás sola.

Me besas la frente y te vas. Lentamente, te mezclas entre la gente... tus palabras quedan en mi alma... esperando...esperando...esperando... sigo orando para que yo sepa ver, poco a poco, cuán bello es el sitio que me tienes reservado en tu SAGRADO CORAZÓN.

NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."

Autor: María Susana Ratero

lunes, 27 de junio de 2011

Serenidad ...

" Sólo por hoy creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo..."
Juan XXIII

Llamados a remar mar adentro

Confía en Él, escucha sus enseñanzas, mira su rostro, escucha su Palabra. Deja que sea Él quien oriente tus búsquedas, aspiraciones, ideales y anhelos de tu corazón.

Mensaje de SS Juan Pablo II. Enero del 2005.

Queridos Hermanos y Hermanas:

«Duc in altum!» Al comienzo de la carta apostólica «Novo millennio ineunte» cité las palabras con las que Jesús anima a los primeros discípulos a echar las redes para una pesca que sería milagrosa. Dice a Pedro: «Duc in altum - Remar mar adentro» (Lucas 5, 4). «Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las palabras de Cristo, y echaron las redes» («Novo millennio ineunte», 1).

«Duc in altum!» La llamada de Cristo resulta especialmente actual en nuestro tiempo, en el que una difusa manera de pensar propicia la falta de esfuerzo personal ante las dificultades.

La primera condición para «remar mar adentro» requiere cultivar un profundo espíritu de oración, alimentado por la escucha diaria de la Palabra de Dios. La auténtica vida cristiana se mide por la hondura en la oración, arte que se aprende humildemente «de los mismos labios del divino Maestro», implorando casi, «como los primeros discípulos: "¡Señor, enséñanos a orar!" (Lucas 11, 1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: "Permaneced en mí, como yo en vosotros" (Juan 15, 4)» («Novo millennio ineunte», 32).

La orante unión con Cristo nos ayuda a descubrir su presencia incluso en momentos de aparente desilusión, cuando la fatiga parece inútil, como les sucedía a los mismos apóstoles que después de haber faenado toda la noche exclamaron: «Maestro, no hemos pescado nada» (Lucas 5, 5). Frecuentemente en momentos así es cuando hay que abrir el corazón a la onda de la gracia y dejar que la palabra del Redentor actúe con toda su fuerza: «Duc in altum!» (Cf. «Novo millennio ineunte», 38).

Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de la propia existencia, sino también el de la propia vocación, y recoge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzando con el don del Bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad (Cf. ibid, 30). Viviendo el Evangelio «sine glossa», el cristiano se hace cada vez más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5, 48). Se esfuerza en perseverar en la unidad con los hermanos dentro de la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios.

• Particularmente a vosotros, queridos adolescentes y jóvenes, os repito la invitación de Cristo a «remar mar adentro». Os encontráis en un momento en que tenéis que tomar una decisión importante para vuestro futuro. Guardo en mi corazón el recuerdo de numerosos encuentros en años pasados con jóvenes, convertidos hoy en adultos, tal vez en padres de algunos de vosotros, en sacerdotes, religiosos, religiosas, vuestros educadores en la fe. Los vi alegres, como deben ser los jóvenes, pero también reflexivos, por el empeño en dar un «sentido» pleno a su existencia. Cada vez estoy más convencido de que, en el ánimo de las nuevas generaciones es mayor la atracción hacia los valores del espíritu, mayor el ansia de santidad. Los jóvenes necesitan de Cristo, pero saben también que Cristo quiere contar con ellos.

Queridos hermanos y hermanas, confiad en Él, escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea Él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón.

• A ustedes queridos padres y educadores cristianos, a los amados sacerdotes, consagrados y catequistas. Dios os ha confiado el quehacer peculiar de guiar a la juventud por el camino de la santidad. Sed para ellos ejemplo de generosa fidelidad a Cristo. Animadles a no dudar en «remar mar adentro», respondiendo sin tardanza a la invitación del Señor. Él llama a unos a la vida familiar, a otros a la vida consagrada o al ministerio sacerdotal. Ayudadles para que sepan discernir cuál es su camino, y lleguen a ser verdaderos amigos de Cristo y sus auténticos discípulos. Cuando los adultos creyentes hacen visible el rostro de Cristo con la palabra y con el ejemplo, los jóvenes están dispuestos más fácilmente a acoger su exigente mensaje marcado por el misterio de la Cruz.

¡No olvidéis, además, que hoy también se necesitan sacerdotes santos, personas totalmente consagradas al servicio de Dios! Por eso querría repetir una vez más: «Es necesario y urgente enfocar una vasta y capilar pastoral de las vocaciones que llegue a las parroquias, los centros educativos, a las familias, suscitando una reflexión más atenta a los valores esenciales de la vida, los cuales se resumen claramente en la respuesta que cada uno está invitado a dar a la llamada de Dios, especialmente cuando pide la entrega total de sí y de las propias fuerzas para la causa del Reino» («Novo millennio ineunte», 46).

• A los jóvenes les vuelvo a decir las palabras de Jesús: «Duc in altum!» Al repetir de nuevo esta exhortación, pienso también en las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores en Caná de Galilea: «Haced lo que Él os diga» (Juan 2, 5). Cristo, queridos jóvenes, os pide «remar mar adentro» y la Virgen os anima a no dudar en seguirle.

Autor: SS Juan Pablo II

domingo, 26 de junio de 2011

Que lindo es mi Cristo


Nunca nos deja
Siempre está con nosotros….

Una de las mayores Virtudes, LA CARIDAD

ADORO TE ...

"Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesucristo"
Hermanos:
El Cáliz de la bendición con el que damos gracias, ¿ no nos une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan que partimos ¿ no nos une a Cristo por medio de su cuerpo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un sólo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan. 1Co.10,16-17.
Palabra de Dios.
Hermoso video!!! hermoso!!!
Dios les bendiga infinitamente...

Una de las Grandes Virtudes, LA CARIDAD

sábado, 25 de junio de 2011

El AMOR en el jardín del alma...

El AMOR es un ejercicio de jardineria...
arránca lo que hace daño,
prepara el terreno,
siembra...
sé paciente, riega y cuida...
...Debes estar preparado porque habrán plagas, sequías
y exceso de lluvia...
más, por eso no abandones tu jardín...
AMA... es decir, acepta... valora...respeta... dá afecto y ternura... admira y comprende.
eso es todo...
AMA...
Dios te bendiga...

Que lindo es mi Cristo...

                                           Nunca nos deja...
                                           Siempre está con nosotros...

LA AMISTAD Y SUS VALORES

Inicios


Una de las grandes satisfacciones que tiene el ser humano en su vida cotidiana, es la gran seguridad de contar con grades amigos. Con el paso del tiempo, la amistad se fortalece sin darnos cuenta, la convivencia ha traído consigo aficiones, gustos e intereses en común, compartiendo preocupaciones, alegrías, tristezas, y la seguridad de contar con un apoyo incondicional.

La esencia principal de la amistad, radica en los valores que son el cimiento de las relaciones duraderas, porque nuestra amistad sobrepasa con mucho la superficialidad. Siempre quedamos en lo anecdótico, la broma, el buen momento ó pasivamente en disposición para lo que se ofrezca.

Es de gran utilidad considerar la gran importancia que tienen los valores para fortalecer el valor de la amistad, entre los más importantes se encuentran:

La Coherencia

Es de fundamental importancia mostrar una personalidad única con todas las personas y en todos los ambientes: vocabulario, modales, actitudes, opinión, y nuestra conducta en general. Nada es más desconcertante que descubrir distintas formas de ser en una misma persona, esto afecta significativamente la comunión expedita, a la vez provoca desconfianza y demuestra falta de madurez.

La Flexibilidad

Es la adaptación a los distintos ambientes, y facilita la comunicación y permite a su vez acrecentar nuestro círculo de amistades. Debemos tomar en cuenta que la persona flexible es amable y a la vez servicial, en todo lugar, si sólo tenemos atenciones con las personas que conocemos, no se puede hablar de flexibilidad.

Hay signos evidentes de flexibilidad son: ceder la palabra; rectificar la opinión, pedir disculpas públicas; participar de las actividades y aficiones que gustan a los demás ( siempre y cuando permitan la vivencia de los valores ), aceptar de buen grado los consejos sanos, y las recomendaciones sobre nuestra persona con sencillez y serenidad.

Como detalle importante, podemos señalar que una persona puede tener varios amigos con intereses diametralmente opuestos; la flexibilidad nos permite alejar ese sentimiento de exclusividad que muchas personas equivocadamente reclaman. Cada persona por ser naturlmente diferente aporta definitivamente algo distinto en la vida de los demás, en eso consiste el enriquecimiento personal y el cultivo de amistades.

La Comunicación

La verdadera comunicación, no es una agradable conversación que muchas veces puede ser también superficial. Comunicarse significa participar de nuestro yo a nuestros amigos, conla sinceridad de las palabras, transmitiendo de verdad nuestros verdaderos punto de vista, y la manera de sentir, sólo así existe un intercambio real y verdadero de pensamientos que desembocan en la comprensión y el entendimiento formal.

La forma más simple de conservar una amistad, es manteniendo contacto frecuente con nuestros amigos, sin importar realmente la distancia, pues unos simples minutos bastan para hacer una llamada ó escribir un correo electrónico.

Preguntar por el estado de salud, el trabajo diario, cual fue el resultado de sus últimos planes, enviar saludos a la familia en general... y tantas cosas que podemos decir que demuetran interés y sincera amistad.

Por lo tanto, hay personas que se llaman nuestros amigos, pero sólo aparecen cuando necesitan algo de nuestra persona, y no cuando estamos enfermos, preocupados, felices ó aburridos. Ese es la mejor forma de mantener a sus amigos, llamándolos en su momento oportuno y mantener su interés en continuar disfrutando de la amistad en el futuro.

La Generosidad

Lo más importante de este valor, es hacer lo posible por otorgar nuestro tiempo, recursos, conocimientos y las cualidades cuando los demás lo necesiten, donde no importa realmente si piden ó no nuestra intervención.

Muchas veces, esperamos pacientemente que nuestros amigos estén a nuestra disposición, y lo demuestran con hechos plausibles; pero en ocasiones, por distracción ó simple comodidad no correspondemos de la misma manera, ¿no es esto una forma de aprovechar y utilizar la amistad en beneficio personal?

La generosidad, no tiene barreras, pues los amigos dan su persona desinteresadamente y sin límites; están muchas veces pendientes de las preocupaciones y de las necesidades; acompañándonos en la enfermedad ó en los malos momentos; gozan de los triunfos y de las alegrías, sin el sentimiento mezquino de la envidia; la generosidad se extiende a las cosas materiales, la ayuda para reparar el auto...

La Lealtad

No hay riqueza más valiosa que un buen amigo seguro. Ser leal, supone realmente ser una persona de palabra, que responda con fidelidad a los compromisos que la amistad lleva consigo; los amigos nobles no critican, ni murmuran, ni traicionan una confidencia personal, y siempre se encuentra veracidad en sus palabras. Son verdaderos amigos, quienes defienden a capa y espada los intereses y el buen nombre de sus amigos.

Ser leal, también es hablar claro y ser muy franco; la lealtad también se demuestra al corregir a un amigo que se equivoca al tomar una decisión importante en su vida cotidiana.

El Agradecimiento

Un pequeño detalle de agradecimiento fortalece enormemente nuestra amistad significativamente, no pensemos en objetos, devolver el favor en la misma proporción ó cualquier cosa extraña, entre los amigos hasta dar las gracias sinceramente como un reconocimiento efectivo a la ayuda desinteresada que hemos recibido. Pero, sobre todo hay que decirlo.

Debemos tomar en cuenta que los pequeños detalles son espontáneos, y que a la vez representan verdaderas muestras de afecto, pero nunca deben aparecer como "pago" al beneficio que desinteresadamente recibimos, pues los obsequios, invitaciones y otros detalles, son elementos naturales de una amistad sincera.

La Superación

Los verdaderos amigos, siempre nos ayudarán a superarnos y a vivir mejor, porque el interés está puesto en la persona, no en sus pertenencias, posición ó lo divertido, que puede ser. La confianza, el consejo oportuno sobre las buenas costumbres, hábitos, diversiones ó el orden de nuestros afectos, constituyen muestras claras de un gran aprecio, compromiso y de responsabilidad.

Los valores, nos ayudan enormemente a encontrar nuevos amigos sinceros, y mejores amistades, porque nuestra actitud es franca y a la vez abierta para todas las personas. Ser un "mejor amigo", no es un objetivo para buscar el reconocimiento ó alimentar nuestra vanidad humana, es simplemente una forma de elevar la calidad de las relaciones humanas, poniendo siempre nuestro ejemplo en todas las actividades que hagamos en el futuro.

Por: Autor desconocido

viernes, 24 de junio de 2011

AMISTAD VERDADERA

La primera lección para obtener cariño

Preguntaron a una madre cuál era el secreto para obtener que sus hijos fueran tan amados por los demás, y ella respondió:


"Mi primera lección es enseñarles a sonreír".

Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos:

Sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido.

Sonríe, hasta que logres que el calor de tu rostro alegre, caliente tu corazón que tiende a ser frío.

Recuerda que tu sonrisa tiene un trabajo que hacer:

ganar amigos para ti, y almas para Dios. Puedes ser apóstol con sólo sonreír.

Sonríe a los rostros solitarios.

Sonríe a los rostros enfermos.

Sonríe a los rostros arrugados de los ancianos.

Sonríe a los rostros sucios de los pordioseros.

Deja que en tu familia todos gocen de la belleza y de la inspiración que provienen de tu rostro sonriente.

Cuenta, si tú quieres, el número de sonrisas que la tuya haya despertado en otros durante el día.

Ese número representa cuántas veces tú has fomentado la felicidad, la alegría, el ánimo y la confianza en otros corazones.

La influencia de la sonrisa se extenderá hasta donde tú ni siquiera alcanzas a sospechar.

Tu sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores.

Puede ser un comienzo de conversión a la Fe.

Puede ganarte un sinnúmero de verdaderos amigos.

Y sonríe también a Dios: aceptando lo que él quiere que te suceda, porque ya sabes que todo redunda en bien de los que aman al Señor.

Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor.

Sonreír en el sufrimiento es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar.

Y así obtendrás que en el último día, Cristo tu Juez, te sonría también satisfecho y te lleve a donde nunca vas a dejar de sonreír.

Juan Bautista un gran hombre

Juan bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Hoy te invita a que cambies tu.
Autor: Archidiócesis de Madrid
Fuente: Archidiócesis de Madrid

La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.

Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!

Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.

Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.

Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar.

Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.

jueves, 23 de junio de 2011

¡HOY ES CORPUS CHRISTI !

Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!

Una vez más ante ti, Señor.

Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.

¡HOY ES CORPUS CHRISTI !
Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe!

Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas!

Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos...

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!

¡Señor Jesucristo!

¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa!

Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz... (P. García)
Autor: Ma Esther De Ariño.

EVANGELIO DE HOY

El que coma de este pan vivirá para siempre


Juan 6, 51-58. Solemnidad de Corpus Christi. Éste es el pan que ha bajado del cielo, el que coma este pan vivirá para siempre.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que coma este pan vivirá para siempre.

Oración introductoria

Jesús, tu Cuerpo Santísimo en la Eucaristía está presente en el mundo por mí. A veces no encuentro un faro que guíe mis pasos. Dame la gracia de saber que habitas en mí y yo en ti. Quiero ser cada día más tuyo y ser por entero un signo visible de tu amor. Dame la gracia de amarte en tu Eucaristía.

Petición

Señor, concédeme amar tu cuerpo y tu sangre. A veces soy egoísta y me fijo mucho en mi.

Meditación

Queridos hermanos y hermanas:

En la víspera de su Pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos --como hemos escuchado hace poco en el Evangelio-- y, tras pronunciar la bendición, lo rompió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad, este es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos» (Marcos 14, 22-24). Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras. No sólo recuerdan e interpretan el pasado, sino que anticipan también el futuro, la venida del Reino de Dios en el mundo. Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que Él dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal.

Estas palabras son inagotables. Quisiera meditar con vosotros en este momento en un solo aspecto. Jesús, como signo de la presencia, escogió el pan y el vino. Con cada uno de los dos signos se entrega totalmente, no sólo una parte de sí. El Resucitado no está dividido. Él es una persona que, a través de los signos, se acerca a nosotros y se une a nosotros. Los signos, sin embargo, representan de manera clara cada uno de los aspectos particulares de su misterio y, con su manera típica de manifestarse, nos quieren hablar para que aprendamos a comprender algo más del misterio de Jesucristo. Durante la procesión y en la adoración, nosotros miramos a la Hostia consagrada, la forma más sencilla de pan y de alimento, hecho simplemente con algo de harina y de agua. La oración con la que la Iglesia durante la liturgia de la misa entrega este pan al Señor lo presenta como fruto de la tierra y del trabajo del hombre. En él queda recogido el cansancio humano, el trabajo cotidiano de quien cultiva la tierra, de quien siembra, cosecha y finalmente prepara el pan. Sin embargo, el pan no es sólo un producto nuestro, algo que nosotros hacemos; es fruto de la tierra y, por tanto, es también un don. El hecho de que la tierra dé fruto no es mérito nuestro; sólo el Creador podía darle la fertilidad. Y ahora podemos también ampliar algo esta oración de la Iglesia, diciendo: el pan es fruto de la tierra y al mismo tiempo del cielo. Presupone la sinergia de las fuerzas de la tierra y de los dones de lo alto, es decir, del sol y de la lluvia. Y el agua, de la que tenemos necesidad para preparar el pan, no la podemos producir nosotros. En un período en el que se habla de la desertización y en el que escuchamos denunciar el peligro de que los hombres y los animales mueran de sed en las regiones sin agua, volvemos a darnos cuenta de la grandeza del don del agua y de que no podemos proporcionárnoslo por nosotros mismos.

Entonces, al contemplar más de cerca este pequeño pedazo de Hostia blanca, este pan de los pobres, se nos presenta como una síntesis de la creación. Se unen el cielo y la tierra, así como actividad y espíritu del hombre. La sinergia de las fuerzas que hace posible en nuestro pobre planeta el misterio de la vida y de la existencia del hombre nos sale al paso en toda su maravillosa grandeza.

De este modo, comenzamos a comprender por qué el Señor escoge este pedazo de pan como su signo. La creación con todos sus dones aspira más allá de sí misma hacia algo que es todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, más allá de la síntesis de naturaleza y espíritu que en cierto sentido experimentamos en el pedazo de pan, la creación está orientada hacia la divinización, hacia los santos desposorios, hacia la unificación con el Creador mismo.

Pero todavía no hemos explicado plenamente el mensaje de este signo de pan. El Señor hizo referencia a su misterio más profundo en el Domingo de Ramos, cuando le presentaron la petición de unos griegos que querían encontrarse con Él. En su respuesta a esta pregunta, se encuentra la frase: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12, 24). En el pan, hecho de granos molidos, se esconde el misterio de la Pasión. La harina, el grano molido, presupone el morir y el resucitar del grano. El ser molido y cocido manifiesta una vez más el mismo misterio de la Pasión. Sólo a través del morir llega el resurgir, llega el fruto y la nueva vida. Las culturas del Mediterráneo, en los siglos anteriores a Cristo, habían intuido profundamente este misterio. Basándose en la experiencia de este morir y resurgir, concibieron mitos de divinidades, que muriendo y resucitando daban nueva vida. El ciclo de la naturaleza les parecía como una promesa divina en medio de las tinieblas del sufrimiento y de la muerte que se nos imponen. En estos mitos, el alma de los hombres, en cierto sentido, se orientaba hacia ese Dios que se hizo hombre, que se humilló hasta la muerte en la cruz y que de este modo abrió para todos nosotros la puerta de la vida. En el pan y en su devenir, los hombres han descubierto una especie de expectativa de la naturaleza, una especie de promesa de la naturaleza de que esto habría tenido que existir: el Dios que muere de este modo nos lleva a la vida.

Ha sucedido realmente con Cristo lo que en los mitos era una expectativa y lo que el mismo grano esconde como signo de la esperanza de la creación. A través de su sufrimiento y de su muerte libre, Él se convirtió en pan para todos nosotros y, de este modo, en esperanza viva y creíble: Él nos acompaña en todos nuestros sufrimientos hasta la muerte. Los caminos que Él recorre con nosotros y a través de los cuales nos conduce a la vida son caminos de esperanza.

Al contemplar en adoración a la Hostia consagrada, nos habla el signo de la creación. Entonces nos encontramos con la grandeza de su don; pero nos encontramos también con la Pasión, con la Cruz de Jesús y su resurrección. A través de esta contemplación en adoración, Él nos atrae hacia sí, penetrando en su misterio, por medio del cual quiere transformarnos, como transformó la Hostia.

La Iglesia primitiva encontró en el pan un signo más. La «Doctrina de los doce apóstoles», un libro redactado en torno al año 100, refiere en sus oraciones la afirmación: «Que así como este pan partido estaba esparcido sobre las colinas y es reunido en una sola cosa, del mismo modo tu Iglesia sea reunida desde los confines de la tierra en tu Reino» (IX, 4). El pan, hecho de muchos granos de trigo, encierra también un acontecimiento de unión: el convertirse en pan de granos molidos es un proceso de unificación. Nosotros mismos, de los muchos que somos, tenemos que convertirnos en un solo pan, en su solo cuerpo, nos dice san Pablo (1 Corintios 10, 17). De este modo, el pan se convierte al mismo tiempo en esperanza y tarea.

De manera semejante también nos habla el signo del vino. Ahora bien, mientras el pan hace referencia a lo cotidiano, a la sencillez y a la peregrinación, el vino expresa la exquisitez de la creación: a través de este signo menciona la fiesta de alegría que Dios quiere ofrecernos al final de los tiempos y que anticipa ahora, siempre de nuevo. Pero el vino también habla de la Pasión: la vid tiene que ser podada repetidamente para poder purificarse; la uva tiene que madurar bajo el sol y la lluvia y tiene que ser pisada: sólo a través de esta pasión madura un vino apreciado.

En la fiesta del Corpus Christi contemplamos sobre todo el signo del pan. Nos recuerda también la peregrinación de Israel durante los cuarenta años en el desierto. La Hostia es nuestro maná con el que el Señor nos alimenta, es verdaderamente el pan del cielo, con el que Él verdaderamente se entrega a sí mismo. En la procesión, seguimos este signo y de este modo le seguimos a Él mismo. Y le pedimos: ¡guíanos por los caminos de nuestra historia! ¡Vuelve a mostrar a la Iglesia y a sus pastores siempre de nuevo el camino justo! ¡Mira a la humanad que sufre, que vaga insegura entre tantos interrogantes; mira el hambre física y psíquica que le atormenta! ¡Da a los hombres el pan para el cuerpo y para el alma! ¡Dales trabajo! ¡Dales luz! ¡Dales a ti mismo! ¡Purifícanos y santifícanos a todos nosotros! Haznos comprender que sólo a través de la participación en tu Pasión, a través del «sí» a la cruz, a la renuncia, a las purificaciones que tú nos impones, nuestra vida puede madurar y alcanzar su auténtico cumplimiento. Reúnenos desde todos los confines de la tierra. ¡Une a tu Iglesia, une a la humanidad lacerada! ¡Danos tu salvación! ¡Amén! (Homilía de Benedicto XVI en el Corpus Christi 2006)

Reflexión apostólica

Hubo hace algún tiempo que una persona murió por ti. Después muchos siguieron su ejemplo. Hoy necesitamos ayuda en la evangelización del mundo. Hay muchos que son héroes por cosas que no valen la pena. Lánzate a darle un espacio a Cristo en tu corazón, pero no lo dejes abandonado sino que habita con Él.

Propósito

Visitaré a Jesús en la Eucaristía, valorando que Jesús siempre está ahí por mi.

Diálogo con Cristo

¡Jesús, gracias por quedarte conmigo! Te has quedado ahí para esperarme a estar contigo. Me ocupo de muchas cosas y te pido perdón por no darte un tiempo. Ahora buscaré ser un poco más tuyo. Seamos realistas. No estaremos todo el día en la iglesia pero podremos hacer esta pequeña jaculatoria «Señor, hazme fiel a tu amistad y jamás permitas que me separe de ti».

Solemnidad de Corpus Christi Este día, recordamos la institución de la Eucaristía, que se llevó a cabo el Jueves Santo, durante la Última Cena al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Autor: Irving Sánchez

¡HOY ES CORPUS CHRISTI !

Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!

Una vez más ante ti, Señor.

Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.

¡HOY ES CORPUS CHRISTI !


Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe!

Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas!

Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos...

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!

¡Señor Jesucristo!

¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa!

Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz... (P. García)
Autor: Ma Esther De Ariño.

miércoles, 22 de junio de 2011

Con María, en la fiesta del Corpus

Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida...


Mañana celebraremos la fiesta del Corpus. La fiesta de Jesús Pan de Vida, de Jesús Vino de Redención, de Jesús Comunión, de Jesús repartido en miles de bocas, de Jesús habitando en infinitos corazones. Hoy es fiesta de pan, de mesa sencilla, de manos extendidas.

¿Cómo honrarte, Señor, en esta fiesta? Y se me vienen al alma las palabras de tu madre... caen, como en tropel, apuradas... las palabras de tu madre: “HAGAN TODO LO QUE EL LES DIGA”.

Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida... y tú, me miras a los ojos, caminas lentamente hacia Jesús y le presentas mi problema. Él susurra algo a tu oído... te vuelves hacia mí y me dices “HAZ LO QUE ÉL TE DIGA”... repites la frase, una vez, cien, mil, las que sean necesarias, hasta que yo comprenda.

Pero no me es fácil.

Hoy, si Dios quiere, caminaré en la Procesión siguiendo al Santísimo... hoy... pero ¿Y mañana?... Cuándo ya no se escuchen los cantos ni haya pétalos de flores ni olor a incienso... mañana, ¿Seguiré también a Cristo a cada instante? ¿Seguiré haciendo “Lo que Él me diga”? ¿Cómo se hace María querida?...

- ¡Mi hija amada, es tan simple!!!, -y tu voz de mil campanas resuena en mi alma y se transforma en camino-... hija, es simple, lo cual no significa que sea fácil. Sólo que debes estar muy atenta. En cada circunstancia, en cada momento, en cada enojo, en cada arranque de ira, busca el Santísimo y continúa en la procesión.

-Señora, ¿Cómo podré? Soy tan torpe y pecadora, tan impulsiva y atropellada...

- Pues te equivocas mucho allí, tú no ERES como dices, sino que OPTAS POR SERLO en cada circunstancia. Recuerda, hija mía del alma, que en toda situación tienes siempre dos alternativas, una de las cuales es Cristo, tu alma sabe de lo que hablo ¿Verdad?.

- Claro, Señora, claro- y me da mucha vergüenza porque tú conoces que en demasiadas oportunidades no tomé la decisión correcta.

- Bien, entonces, hija, intenta que la Procesión del Corpus no termine en tu vida cuando el sacerdote deje la Sagrada Forma en el altar, haz que toda tu existencia sea una larga procesión, siempre detrás de Él, siempre.

- Señora, tu misma vida así lo fue, recuerdo las Escrituras. Tú siempre tras Jesús, de lejos, sin hacer ostentación de tus privilegios de madre, de lejos, pero con Él. Tu hijo sabía que estabas cerca y al final, cuando ya nadie quedaba en la última procesión, cuando el cuerpo amado quedó expuesto en medio del dolor de la Cruz, allí estabas, de pie, sencillamente, con la espada anunciada desgarrándote el alma... la última procesión, la que acompañaste hasta el final. Mucha gente fue con Él, mujeres piadosas, el Cireneo, los discípulos, mas tú, Madre amadísima, llegaste hasta el final. Tu mirada le consolaba en tan gigantesca soledad... y tanto te amó, que te dedicó las últimas palabras... en medio de su dolor...”Madre,...” y te nombró. Tu respuesta fue una mirada de amor profundo. Tu respuesta fue la obediencia, yéndote a vivir a la casa de tu hijo Juan, nacido en el dolor de un adiós. Toda tu vida, Señora mía, fue una larga procesión tras el Hijo amado.

- Querida mía, mi alma está feliz porque has comprendido, eso ya es mucho, sé que no será fácil para ti lo que te pido, pero es el único camino.

- Señora, ¿me acompañarás?

- Siempre, hija mía, siempre... estaré contigo cada vez que me necesites. ¿Entiendes? No es lo mismo que cada vez que me llames, sino cada vez que me necesites. Aunque no me llames, como tu madre que soy estaré para mostrarte el camino de la paz... y estaré para vendar tus heridas cuando el dolor te llegue. Estaré como estoy con cada hijo mío, de quien conozco su nombre, su alma, sus problemas, sus angustias y alegrías, sus soledades, sus vacíos. Estoy para decirles que hay un Dios que los ama, que los ama tanto, tanto, que quiso quedarse con ustedes en la Eucaristía. Estoy al lado de cada sacerdote al celebrar la misa, como madre atenta. Estoy porque los amo mucho y porque allí está mi Hijo. Estoy con el sacerdote en la misa y, también, en las soledades de su alma, cuando los feligreses se van, cuando se apagan las velas, cuando el silencio lo invade todo, cuando los sueños se rompen, cuando la soledad irrumpe sin permiso, estoy, siempre, estoy allí. Con las religiosas, en su oración silenciosa que se transforma, al llegar al cielo, en canto agradable a Dios. Estoy con los laicos, desde el primero hasta el último, no hay escalas para mí. Hija mía, te deseo a ti y a todos los que leen estas líneas un feliz día del Corpus, nos vemos en la Procesión, en las dos, en la de hoy y en la otra... la Procesión de la vida....

NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."



Autor: María Susana Ratero

lunes, 20 de junio de 2011

Las ventanas... Criticar a los demás...

La Señora de la Semillas...

Había una vez un hombre que subía cada día al autobús para ir al trabajo.
Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana...
La anciana abría una bolsa  y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana.
Siempre hacía lo mismo... y un día, intrigado, el hombre le preguntó que era lo que tiraba por la ventana.
Son semillas!  -le dijo la anciana-
Semillas ? Semillas para qué ?
- De flores ... es que miro afuera y está todo tan vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿ Verdad que sería bonito ?
-Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros...
¿ Cree que sus semillas germinarán al lado del camino ?
- Seguro que sí... Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo...brotará...
- Pero tardarán en crecer, necesitan agua...
- YO HAGO LO QUE PUEDO... ¿ Ya vendrán los días de lluvia !
La anciana siguió con su trabajo... Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.
Unos meses después...
yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vió todo el camino  lleno de flores...
¡ Todo lo que veía  era un colorido y florido paisaje !
Se acordó de la anciana, pero hacía días  que no la había visto...
Preguntó al conductor:
- ¿ Y la anciana de las semillas ?
- Pués... ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje...

" Las flores han brotado, se dijo...
pero ¿ de qué le ha servido su trabajo ?
no ha podido ver su obra "
De repente, oyó la risa de un niño pequeño...
Una niña señalaba entusiasmada la FLORES...
Mira papá!!!
Mira cuántas FLORES !!!

¿ Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de la historia ?

LA ANCIANA DE NUESTRA HISTORIA HABÍA HECHO SU TRABAJO... Y DEJÓ SU HERENCIA A TODOS LOS QUE LA PUDIERAN RECIBIR... A TODOS LOS QUE PUDIERAN CONTEMPLARLA Y SER MÁS FELICES...
Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que va arrojando por la ventanilla...
NO DEJES DE SEMBRAR COSAS BUENAS... ALGUIEN SIEMPRE RECOGERÁ TU SIEMBRA...
Dios les bendiga...

Cómo reconocer lo que es bueno para mí?

Ante los conflictos de cada día, ¿cómo encontrar el camino correcto? ¿Qué es lo bueno para mí en esta hora, en estas circunstancias?

Si decimos que una cosa es buena, ¿qué queremos decir? Tal vez que nos gusta, o que nos sirve, o que conduce a la perfección de lo más específico de nuestra condición humana (la propia y la de otros).

Las tres posibilidades apenas mencionadas fueron encuadradas ya desde el mundo griego, que distinguía entre bienes deleitables (placeres), bienes útiles, y bienes honestos.

La pregunta, sin embargo, tiene que ir más a fondo: ¿de dónde le viene a algo el que se presente como bueno para mí?

Miramos por unos minutos el vuelo de una golondrina. Notamos la belleza de su forma, las acrobacias en el aire, el toque de sus giros imprevistos. Percibimos que es bueno mirarla, que ella misma es buena, que el tiempo que estamos allí, arrobados, vale la pena.

Surgen, sin embargo, problemas, incluso conflictos. Al mirar el vuelo de la golondrina sustraigo tiempo que podría dedicar a resolver algunos problemas en la casa. Al emplear más tiempo para el estudio noto que me faltan horas para escuchar a un familiar que necesita ayuda.

Ante los conflictos de cada día, ¿cómo encontrar el camino correcto? ¿Qué es lo bueno para mí en esta hora, en estas circunstancias, en el círculo de personas más cercanas o respecto de las que viven tal vez lejos?

Las preguntas muestran la dificultad de encontrar lo bueno concreto para mí. Cerrar los ojos al problema y seguir simplemente el primer impulso puede llevarme a callejones sin salida, a daños en la propia vida o a penas en quienes me rodean.

¿Cómo, entonces, reconozco lo bueno para mí? Con una mirada serena, con un corazón atento, con una disciplina que me aparte del capricho inmediato y me abra a la justicia. También con la ayuda de consejos de quienes, desde la madurez adquirida tras buenas elecciones, pueden ofrecerme algo de luz.

Sobre todo, encontraré lo bueno para mí (y para otros) con una oración sencilla, confiada, a Dios. En ella le pediré un corazón grande y una mente dispuesta a descubrir en cada momento ese bien que puedo realizar en los próximos pasos de mi caminar humano.
Autor: P. Fernando Pascual LC

domingo, 19 de junio de 2011

Mejor contigo.... Señor.

Nos lo has puesto difícil, Señor...
Y, sin embargo, es mejor la dificultad tras tus huellas que una vida insignificante.
Es mejor buscar, aunque a veces desesperemos, cuando ignoramos el rumbo.
Es mejor aprender de Ti que creer que ya lo sabemos todo.
Es mejor crecer a tu manera, que conformarnos con vidas raquíticas.
... Es mejor aprender el verdadero amor, aunque a veces el camino nos vuelva un poco locos.
Psj.
Dios les bendiga.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...

AMIGOS

Hay amigos eternos, amigos que son de piel y otros que son de fierro.

Hay amigos del tiempo, de la escuela, del trabajo. Amigos que se aprenden, amigos que se eligen, y amigos que se adoptan.

Hay amigos del alma, del corazón, de la sangre.

Hay amigos de vidas pasadas, amigos para toda la vida.

Hay amigos que son más que amigos.

Hay amigos que son hermanos, otros que son padres; también hay amigos que son hijos.

Hay amigos que están en las buenas, otros que están en las malas, hay amigos que están siempre.

Amigos que se ven, otros que se tocan, otros que se escriben.

Por supuesto que hay amigos que se van, que nos dejan; hay amigos que vuelven y otros que se quedan.

Hay amigos inmortales, amigos de la distancia.

Hay amigos que se extrañan, que se lloran, que se piensan. Amigos que se desean, que se abrazan, que se miran.

Hay amigos de noche, de siestas, de madrugadas.

Hay amigos hombres, amigos mujeres, amigos perros.

Hay amigos que deliran, otros que son poetas.

Hay de los que dicen todo, amigos que no hacen falta decirlos. Amigos nuevos, viejos, viejos amigos.

Hay amigos sin edad, amigos gordos, flacos.

Hay amigos que no nos llaman, que tampoco llamamos.

Con poco tiempo, amigos desde hace una hora, desde recién.

Hay amigos que dejamos ir, otros que no pueden venir, amigos que están lejos, amigos del barrio.

Amigos de la palabra, amigos incondicionales.

Hay también amigos invisibles, amigos sin lugar, amigos de la calle.

Amigos míos, amigos tuyos, amigos nuestros.

Hay muchos amigos; amigos en común, amigos del teatro, de la música, amigos de verdad.

Hay amigos que están tristes, otros que están alegres, otros que simplemente no están.

Hay amigos que se la pasan en la luna, otros en el campo, y otros en el cielo.

Todos, absolutamente todos los amigos tienen algo en común:

SON INDISPENSABLES

Una maravilla jamás imaginada

El misterio de la Santísima Trinidad, más que para ser entendido, es para ser amado y vivido en nuestro interior.

Se nos ha habituado a pensar que, al hablar de la Santísima Trinidad, hemos de concebir algo totalmente oscuro e ininteligible. ¡Por algo es un misterio! Más aún, es -por así decirlo- el misterio por antonomasia de nuestra fe, el “misterio de los misterios”. Pero, en vez de plantear el tema en términos de raciocinio o de especulación teológica, yo prefiero mil veces más tratarlo desde un punto de vista mucho más “humano” y personal, si se me permite la expresión. No que la razón no lo sea. Pero yo creo que es mucho más palpitante, cercano y vivencial cuando lo contemplamos con el corazón y bajo el prisma del amor.

Y es que el misterio de la Santísima Trinidad, más que para ser especulado, es para ser amado y vivido en nuestra interioridad. Al menos, a mí me parece que así es mucho más sabroso y “digerible”. La razón es, por lo general, más fría e impersonal. Mientras que el amor es todo lo contrario.

Pues bien, la Santísima Trinidad es un misterio de amor. Es más, es el misterio del “Amor de los amores” -como cantamos en un hermoso motete-. Dios, que “habita en una luz inaccesible” -como nos dice san Pablo en su carta a Timoteo (I Tim 6, 16)- se nos ha querido revelar por medio de su Palabra: Dios, en lo más profundo de su intimidad, es una comunión de personas divinas unidas por el amor. Más aún, son esas mismas personas que son el Amor personificado: el Padre, que es el amor creador; el Hijo, que es el amor redentor; el Espíritu Santo, que es el amor santificador. Pero, además, es un amor recíproco entre ellos mismos; un amor subsistente y personal. Un solo Dios verdadero y tres Personas distintas, cuya vida y existencia es puro Amor. Una relación de amor. Y el amor crea una comunión de personas. Como en el matrimonio y en la familia, pero en un grado infinito y divino. El amor es, por naturaleza, unidad y fecundidad. Esto es, en esencia, el misterio de la Santísima Trinidad.

Y, ¿cómo explicarlo? Es muy difícil encontrar las palabras justas. Más fácil lo podremos comprender a la luz de la propia experiencia del amor que con un discurso racional, aunque sea filosófica y teológicamente muy correcto. ¿Quién de nosotros no sabe lo que es el amor? Todos lo hemos experimentado muchas veces en nuestra propia vida: hemos sentido el calor y la ternura de una madre; la fuerza y seguridad que nos infunde el amor de un padre; el cariño de una hermana o de una amiga; el gozo de la compañía y de la fidelidad de un hermano o de un amigo verdadero; y la dulzura incomparable del amor de una esposa o de un esposo, de unos hijos.

Aristóteles definía la amistad como “una misma alma en dos cuerpos”. Y el poeta latino Horacio llamaba a Virgilio, su gran amigo, “dimidium animae meae”, “la mitad de mi alma”. Grandes poetas, literatos, músicos y artistas de todos los tiempos han ofrecido su tributo a la amistad. Y han reservado sus mejores canciones y sus notas más líricas para cantar la belleza del amor humano. Sin duda alguna, éste es el tema que más ha inspirado a los hombres a lo largo de la historia, sea en el arte, en la poesía o en la propia vida. Decía Dante Alighieri que “es el amor el que mueve el sol, el cielo y las estrellas”. Y el poeta Virgilio afirmaba: “amor vincit omnia”, “el amor es capaz de vencer todos los obstáculos”. Y tenían toda la razón.

Y es que el amor es lo más grande, lo más noble, lo más bello, lo más maravilloso; en una palabra, lo más sagrado del ser humano. Por eso, con el amor no se juega y éste se merece los mayores sacrificios con tal de conservar toda su pureza y su fragancia virginal.

San Juan nos dejó una estupenda definición de Dios: “Deus Charitas est”, “¡Dios es Amor!” (I Jn 4, 8). No se expresó en conceptos racionales, sino en un vocabulario propio del corazón. También lo otro pudo haber sido muy correcto. Pero también, sin duda, más frío e impersonal.

Como aquellas definiciones que dio Aristóteles sobre Dios: “El motor Inmóvil”, “el Acto puro”, “la Inteligencia más perfecta”. O incluso aquella definición teológica y metafísica de santo Tomás de Aquino: “el único Ser necesario, absoluto y trascendente”, “el mismo Ser subsistente”. Pues sí. Es verdad. Pero, ¿no nos gustan y nos dicen inmensamente más las palabras propias del amor?

Y llegados a este punto, sería interminable la lista de experiencias que todos tenemos sobre el amor... Como decía san Juan al final de su Evangelio, “ni todos los libros del mundo serían suficientes para poderlas contener”. Y es que el amor no se puede explicar con conceptos o con raciocinios filosóficos. Se siente. Se experimenta. Así también es Dios.

Sí. Lo más maravilloso y sagrado del hombre es el amor. Y también lo más divino. Por eso, a Dios podemos encontrarlo en lo más profundo de nuestro ser, en lo más recóndito de nuestro espíritu. Dios allí habita. Los más altos pensadores de la humanidad así lo experimentaron. Séneca, aquel famoso filósofo romano de origen cordobés, aun sin ser cristiano, llegó a expresarse de esta manera: “sacer intra nos spiritus sedet, malorum bonorumque nostrorum observator et custos. In unoquoque virorum bonorum habitat deus”. En nuestra lengua cervantina sonaría así: “un espíritu sagrado reside dentro de nosotros, y es el observador y el guardián de nuestros males y de nuestros bienes. En cada alma virtuosa habita Dios” (Epístolas morales, núm. 41).

San Pablo, por su parte, nos recuerda que “somos morada de la Santísima Trinidad, templos vivos de Dios y del Espíritu Santo” (I Cor 3, 16). Así fue como nos lo prometió nuestro Señor la noche de su despedida: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada” (Jn 14, 23).

¡Éste es el núcleo más bello del misterio de la Santísima Trinidad! Y lo más maravilloso es que también nosotros hemos sido llamados a participar de esta vida íntima de Dios, que es amor. Y nos adentraremos en el seno de la Trinidad Santísima en la medida de nuestra vida de gracia y de nuestra caridad, que es el grado de amor sobrenatural en nuestra alma.

Autor: P . Sergio Córdova LC